SALTO EN EL VACÍO


SALTO EN EL VACÍO
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CAPÍTULO I
(LA NOVELA HOY, SE LLAMA RELATO)
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“Sucedió en un Hospital, una tarde de invierno a eso
de las seis, se produjo un ingreso en la Sala de
Urgencias, una persona había sido atropellada por un
vehículo en plena calle, nadie conocía su procedencia, ni
aportaba datos acerca de lo sucedido, no se presentaron
testigos y solamente una persona anónima llamo a
Emergencias, que con la rapidez que les fue posible
acudieron al lugar del accidente”.
Todo trascurrió en un pequeño espacio de tiempo, las
sirenas de la ambulancia daban alarma pidiendo paso
por las calles de la gran ciudad, un miembro del equipo
médico de la misma, comunicaba al Hospital la situación
y que en principio estaba todo bajo control, intubada la
víctima, administrado los primeros auxilios, llegaban al
Servicio de Urgencia con la diligencia que caracteriza a
estos héroes anónimos.
El informe que el facultativo daba era el siguiente:
“Mujer de unos 40 ó 45 años, raza blanca, complexión
delgada, presenta politraumatismos generales que
afectan especialmente a su rostro, desfigurado por
diversas heridas, poli contusiones en brazos, cabeza, y
resto de su cuerpo, sus constantes vitales permanecen
débiles si bien su respiración asistida responde a primera
vista, ojos con movimientos convulsos y en general un
cuadro de gravedad de segundo grado”.
A la llegada al Hospital, la primera impresión de los
médicos de guardia era, que se trataba de un caso muy
grave, dado el estado en que se encontraba la víctima,
inmediatamente se pasó al quirófano previamente
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dispuesto y un grupo de profesionales se hizo cargo del
caso y tras unas horas interminables y gracias a la
pericia tanto del personal facultativo como de los
doctores cirujanos, anestesistas, ayudantes, enfermeras,
celadores, es decir un equipo de urgencia muy preparado
y avezado en este tipo de situaciones, se pudo dar por
estabilizada la vida de esta persona, aunque permanecía
grave en la Sala de UCI (Unidad de Cuidados Intensivos)
del Hospital.
Tras el adecuado tratamiento de reanimación, se
propuso pasar a planta a la paciente, recién operada de
multi traumatismos y dentro de la observación
permanente por parte del equipo de guardia de planta.
El primer contacto que esta persona tuvo conmigo,
fue un tanto singular pues la persona que iba a ser mi
compañera de habitación llego con diversos tubos,
mascarilla con oxígeno y un sinfín de cables que
resultaban inevitables para mantenerla sino despierta del
todo, sí al menos consciente, aunque su vista perdida en
el infinito no auguraban nada positivo.
Su estado de gravedad, recién salida del Servicio
de Cuidados Intensivos daba una idea a primera vista,
que se trataba de un caso verdaderamente grave.
“En estas circunstancias, fue donde coincidió con
quien le contó los hechos al autor que escribe y que será
el hilo conductor de este relato, como en el caso del
famoso hilo de Ariadna”.
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Casi de inmediato, aparecieron en la habitación
compartida conmigo, un equipo de enfermeras, que era
a quienes habían asignado el caso de la nueva paciente.
Yo que estaba un tanto aburrida, permaneciendo en el
Hospital ya por casi un mes, tratándome y
recuperándome de una enfermedad por la que había
sufrido una importante intervención quirúrgica, sentí
cierto alivio al ver que tenía compañía, me constaba y
tenía presente que por el momento dicha compañía me
serviría de poco, toda vez que su estado lo que requería
era atenciones médicas de todo tipo y lo que menos se
podía espera era una charla más o menos animada con
mi persona.
Como las horas eran largas, con una luz tenue que
invitaba al sueño reparador, las revistas ya leídas una y
otra vez, los cuidados rutinarios que a diario me
proporcionaba el equipo de enfermeras, aseo,
medicación, comidas, ya me resultaba monótono, mi
interés estaba ahora en analizar la nueva paciente, no su
estado, que no era necesario ser un experto para ver el
cuadro clínico que presentaba y sacar mis primeras
conclusiones aunque a priori se presentaban un tanto
enigmáticas.
Entre dientes, como es habitual en el personal que
atiende estos casos, se podía intuir que poco o nada se
sabía acerca de la paciente recién ingresada, solo que
procedía de la UCI, y que en su Informe-Historia, se
aportaban datos exclusivamente de índole médica, su
nombre: Agnès (Inés), nombre que en una placa que
colgaba de una cadena de su cuello, se deducía era su
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nombre de pila, pues no había pronunciado una sola
palabra desde su ingreso, su edad aproximada de unos
45 años, su complexión débil, algo que yo había
apreciado, pues de lo poco que se podía ver de su cara o
cuerpo, absolutamente lleno de vendajes, sus orejas
daban una sensación de transparencia y delgadez
apreciables a simple vista, como las alas de una
mariposa.
Mi interés estaba creciendo a medida que
hilvanaba cualquier comentario al tiempo que mi
curiosidad, algo innato en casi todas las mujeres por
saber y descubrir más datos y circunstancias de la
compañera estaba alerta.
Pero la situación no se prestaba más que a eso, a
elucubraciones por mi parte, trataba de encontrar algún
detalle por que se pudiera deducir, qué había ocurrido,
porque se sabía había sufrido un accidente en plena
calle; pero poco más, los comentarios que realizaban las
enfermeras carecían de datos suficientes como para
establecer las causas del atropello, solo se sabía que el
conductor se había dado a la fuga, y tampoco los
motivos de este hecho arrojaban luz sobre el asunto.
A las pocas horas de la estancia en la habitación,
mi compañera susurraba unas palabras, la enfermera de
turno se esforzaba por entender qué decía y acto
seguido le acercó un vaso de agua a los labios, apenas la
enferma noto el fresco del agua, abrió los ojos y dando
señales de extrañeza, daba a entender que no era
consciente del lugar donde se encontraba.
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De inmediato la enfermera pulsó un timbre y
aparecieron un grupo de médicos con el dossier de la
enferma, comenzaron a realizarle punzadas en la planta
de los pies, la auscultaron, mientras otro de los doctores
iba apuntando en una tarjeta los datos obtenidos de esta
primera exploración, temperatura, tensión arterial,
pulsaciones y datos de esta índole, yo escuchaba
perpleja, conteniendo mi respiración y disimulando que
estaba enterándome de la situación a pesar de una
cortina separadora de mi cama y de la paciente, la
situación de la enferma , al parecer de los doctores,
estaba siendo favorable y su evolución dentro del estado
grave de la misma era satisfactorio, por lo que al parecer
ya había pasado la fase más delicada después de las
intervenciones realizadas.
Como aún se encontraba en estado que no le
permitía ingerir alimentos, tenía una telaraña de tubos y
cables conectados a uno de sus brazos por una vía
mediante la cual le suministraban tanto alimento como
medicación. Mi interés fue creciendo a medida que
pasaban las horas, también mi temor por si se me
trasladaba a otra habitación y me quedaba in albis del
asunto, por fortuna para mí, no fue así a pesar de que
había demanda de habitaciones y un traslado sin una
causa muy justificada, en principio no era muy probable.
Al día siguiente ya consciente mi compañera de
habitación y con sus facultades mentales recuperadas,
comenzaba a situarse y preguntándose mentalmente, en
qué lugar se encontraba, por qué razón estaba allí y
daba señales de vida de forma paulatina, hasta el punto
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de dirigirme sus primeras palabras a modo de
presentación balbuceando todavía frases a medias,
incoherentes y con cierto temor ante la situación
desconocida y nueva para ella que descubría su
verdadero estado. En una de esas “preguntas” se dirigía
a mí diciendo:
-¿Quién eres?
¿Qué hago yo aquí?
¿Por qué estoy llena de tubos y cables?
E inmediatamente, traté con la capacidad que me
era posible de dar respuesta a sus inquisiciones
someramente, pues no conocía hasta qué punto debía
servidora contestar a sus inquietudes.
Pasados unos momentos llegó la enfermera y pude
corroborar que repetía las preguntas de nuevo, ella, la
enfermera, sí que contestaba con amabilidad y con cierta
sorpresa sus preguntas, aclarándole que se encontraba
en un Hospital al que había sido trasladada de urgencia,
por haber sufrido un atropello en la calle de
consecuencias graves, de cuyas heridas e intervenciones
se estaba recuperando satisfactoriamente, no se atrevía
la enfermera, consciente de que no era su objetivo, a
preguntarle algo acerca del suceso, y las circunstancias
que rodeaban el caso, más adelante ya obraría en
consecuencia.
Pero una visita imprevista de dos agentes de
Información de la Guardia Civil, vestidos de paisano,
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irrumpieron en la habitación acompañados por un doctor,
con la pretensión y el permiso del facultativo de realizar
un interrogatorio a la víctima del accidente e ir
cumplimentando el Informe del mismo. Comenzaron
pidiendo a la enferma, su identificación, puesto que solo
se conocía su nombre de pila y ello en el caso de que el
colgante con el nombre de Agnès, correspondiera a la
portadora del mismo.
Agnès, entendiendo que era importante dicho
interrogatorio, se prestó con diligencia a contestar no
solo al doctor que se interesaba por su estado, al
parecer recuperándose dentro de la normalidad, sino a
los agentes que le formulaban una tras otra preguntas al
parecer pertinentes para aclarar lo sucedido.
Uno de los agentes, al parecer el de mayor
graduación, comenzó el interrogatorio:
¿Cuál es su nombre?
Y ella contestó: Agnès Laforet García.
¿Edad, continuó el Agente?...
Y Agnès dijo: 43 años.
¿Soltera o casada?...
Soltera, fue su contestación.
¿Domicilio?...
Vía Lusitana, 67.
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¿Tiene familiares cercanos?...
No, vivo sola…
¿De dónde venía o a dónde iba cuando fue
atropellada?...
No lo sé, contestó un tanto abatida Agnès.
¿Su nombre al parecer es extranjero?... ¿no?...
Sí contestó Agnès, es francés, mi padre es de
origen francés y mi madre es española.
Y en ese momento el doctor allí presente paró el
interrogatorio, pues vio un tanto agitada a la enferma,
rogaba a los agentes dejaran para mejor ocasión el
interrogatorio, pues la enferma necesitaba descansar a
lo cual accedieron los agentes si bien pidieron al doctor
les fuera facilitada el resto de su intervención en otro
momento propicio a lo cual asintió el doctor
comprometiéndose a darles aviso cuando así fuera.
Nada quisieron comentar con el doctor acerca de
un bolso color beige que había aparecido en la calle del
suceso y que a posteriori había sido entregado a la
policía en la Comisaría de Policía, no muy lejana de
donde ocurrieron los hechos, la cual se personó en el
lugar del siniestro.
Dicho bolso, no contenía nada relevante para
facilitar la información, tal vez porque había sido
manipulado o sencillamente por carecer de datos
pertinentes para la investigación del accidente, tan
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siquiera se podía asegurar fuera de la persona
atropellada, pues apareció de forma fortuita junto a unos
matorrales del lugar de los hechos, según el relato de
quien hizo entrega del mismo.
Solamente contenía, un rosario en forma de anillo,
una libreta con apuntes que se estaba analizando en
Jefatura, una caja de preservativos y dos jeringuillas
nuevas con el envase original y sin abrir, un bolígrafo, un
manojo de llaves y poco más de interés, ningún
documento que pudiera identificar a la víctima o
propietaria de dicho bolso.
Nadie era capaz de sacar deducciones lógicas ante
el contenido del bolso, que por otra parte se desconocía
su procedencia.
Pero las declaraciones de las que yo había sido
testigo presencial y en primera persona hicieron que la
sorpresa e interés de servidora fuera ya irresistible y
dirigiéndome a ella intencionadamente e
interesadamente le dije: ¡Hola, me llamo María, soy tu
compañera de habitación! … ¿Cómo te encuentras…?
Al parecer has tenido un accidente; pero
afortunadamente ya está pasando el peligro, seguro que
en unos días te encontrarás divinamente…
Yo trataba de no agobiarla con preguntas que a
priori podían parecer inoportunas o tendenciosas, con lo
cual con mimo y con dulzura trataba de granjearme las
simpatías de mi compañera. Ella comenzaba a dar
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señales de vida y entendiendo mi interés se limitó a
decir: Un gracias y poco más.
Se fue la enfermera y mi pretensión era continuar
con el interrogatorio, con el fin de entablar una
conversación con la paciente, pero no quise interrumpir
lo que al parecer era un sueño reparador tal vez fruto de
la medicación y tranquilizantes que le suministraban
constantemente.
A la hora de amanecer del día siguiente y yo
dispuesta a continuar con mis pesquisas inquisitoriales,
pues me temía fueran a darme de alta sin saber nada a
cerca de aquel caso que me tocaba de cerca, volví a la
carga.
La guardia Civil continuaba con sus indagaciones y
se personó en el domicilio dado por Agnès (Vía Lusitana,
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por parte de los vecinos de la finca.
La llegada de la Benemérita a la casa, no causó
sorpresa alguna, pues eran habituales las visitas de los
agentes por diferentes cuestiones relacionadas con los
habitantes del inmueble, unas por reyertas, otras por
amenazas, las más por recabar datos acerca del
trapicheo de estupefacientes y denuncias de algún
vecino.
Por ello cuando fue interrogado el primer vecino
del Bajo A, no le resultó extraño, sí por la pregunta
acerca de Agnès, vecina del Cuarto B, de quien no se
conocía más que su nombre, pero no queja alguna, ni
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tampoco mucho de su vida privada, el interrogado un
hombre mayor de unos sesenta años, de rostro cetrino y
desaliñado, con barba de varios días y el pelo canoso
revuelto y abandonado, contestaba con monosílabos a
cuantas preguntas le eran efectuadas por los agentes de
la ley. Declara, casi bajo juramento y tuvo de dar su
nombre (Antonio) y sus datos de Identidad, para
posibles futuras declaraciones.
Ni lana para una pelota obtuvieron los susodichos,
solamente que era una persona (Agnès) de vida
ordenada, que no se le conocían incidentes o escándalos
como a otros vecinos, que no se sabía si vivía de alquiler
o era propietaria, en definitiva que no había quejas
contra dicha inquilina.
Los agentes con datos tan precarios, pasaron a
otro vecino del domicilio, esta vez fueron recibidos por
una señora o señorita, que al contrario que el anterior,
se presentó en la puerta a la llamada de un timbre de
cuco, en bata de andar por casa, con un perrito en
brazos, un tanto arreglada aunque con rulos en el pelo
rubio y bien coloreados los pómulos, ojos, y labios,
aunque se vislumbraba andaba ya en edad de tratar de
disimular el paso del tiempo en su cara, esta era
dicharachera y desinhibida, invitó a los agentes a entrar
en su salón, decorado con mil y un detalles, tipo rococó,
con floripondios, cortinaje, adornos, puntillas y volantes
de colorines que dañaban la vista, un tresillo repleto de
cojines, lámparas Art-Déco, Pop en los cuadros de las
paredes y un batiburrillo de objetos decorativos,
cuadros, palmatorias, velas de colores difícil de definir.
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Victoria, vecina del 2º, 1 se mostraba a total
disposición de los agentes, no daba la sensación de tener
prisa alguna, por lo que dichos agentes aprovechando la
ocasión que se les brindaba inesperadamente y la buena
disposición que no disimulaba la interrogada, más bien al
contrario, parecía estar encantada con la visita y esta se
disponía a desembuchar lo que sabía, lo que se decía, lo
que se rumoreaba y lo que se suponía de la vecina del
caso.
Consiente la pareja que la declaración que pudiera
prestar la vecina, y que esta no sería imparcial ni mucho
menos objetiva, no obstante, aprovecharían esta
declaración para sentar algún precedente sobre el
asunto.
La dama en cuestión, cuando fue interrogada
sobre su convecina empezó diciendo: Es una persona,
que tiene un exquisito comportamiento dentro de esta
Comunidad, al menos con ella puntualizaba, cuando
había tenido la ocasión de cruzarse en la escalera o en el
portal siempre saludaba cortésmente, y no causaba
molestia alguna al resto de los vecinos, eso sí añadía,
era un tanto enigmática y al contrario que cualquiera de
sus vecinos de quienes se conocían vidas y milagros, de
ella poco o nada se sabía, vestía de una forma un tanto
anticuada, no llevaba maquillaje o afeites, era modosa,
su trato más bien escaso, denotaba una timidez rayana
en la antipatía, no recibía visitas, con lo cual su vida se
completaba con entrar y salir de su cuarto, como una
sombra.
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Victoria continuaba con su animada declaración
que: En otra ocasión coincidió con ella en la panadería y
apenas cruzaron un protocolario saludo, claro que al día
siguiente a este fortuito encuentro, la panadera, que
conocía casi toda la vida pública y privada de su
clientela, le comentaba que tenía entendido que la tal
señorita, era una monja de las que llaman seglares, que
un día tuvo un encuentro en la misma puerta de la
panadería con un sujeto de pintas muy raras,
desaliñado, con rastas en el pelo y toda la pinta de una
persona con problemas, el cual al despedirse después de
obtener dinero que ella le facilitó, se despedía
diciéndole: Dios se lo pague Sor Agnès, por lo que la
panadera dedujo que era una religiosa monja aunque
vestida sin hábito talar.
La Guardia Civil, en principio no daba por buenas
estas indagaciones, aunque tampoco quería desechar
ninguna posibilidad, quiso corroborar con la propia Agnès
los términos que ya conocían y a los que daban poco
crédito o ninguna importancia, para ello se personó
nuevamente en el Hospital y previo consentimiento del
Jefe de Planta, volvieron a su habitual interrogatorio.
Es aquí, cuando servidora pudo enterarse de
primera mano de cuanto la investigación había
conseguido saber. Se confirmaban mis sospechas acerca
de mi compañera, a mí me parecía que era una mujer
de características muy especiales, recatada, sincera,
sufrida y con talante para aguantar las vicisitudes que
conlleva un accidente y las consecuencias de
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intervenciones quirúrgicas, curas, eliminar puntos de
sutura, etc.
Ella estoicamente, nunca lanzó una queja y
tampoco se lamentaba de lo que le había ocurrido.
Los agentes, abundando en las declaraciones de
los vecinos, le preguntaban por asuntos relacionados con
la convivencia con estos, cuánto tiempo llevaba viviendo
en la casa, qué amistad tenía con sus convecinos, y
entrando más a fondo se lanzaron a preguntarle en qué
trabajaba y cómo se ganaba la vida, si era consciente de
lo que le había sucedido, qué hacía en el lugar donde
habían ocurrido los hechos y si tenía alguna sospecha del
por qué la persona que había cometido el atropello se
había dado a la fuga esperando encontrar un rayo de luz
sobre los hechos.
Toda esta batería de preguntas, insinuaciones y
aclaraciones dieron como consecuencia, otra vez, a un
estado de nerviosismo en Agnès, que procuraba
contestar en la medida que era posible al sutil
interrogatorio al que le estaban sometiendo los agentes
de la autoridad. Poco a poco fue desgranado
contestaciones, que un agente apuntaba al pie de la letra
en el Informe Oficial impreso que sobre una carpeta
llevaba para la declaración.
Agnès dijo, que llevaba más de un año viviendo en
la casa de Vía Carpetana,67, que había buscado un sitio
que le fuera fácil para su trabajo, que su relación con la
vecindad era normal, sin mucha familiaridad, pues ella lo
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que le interesaba era la cercanía con su trabajo y lo
demás eran circunstancias sin interés para ella. Que
apenas pasaba tiempo en su casa como no fuera a la
hora de dormir y que los domingos, que para ella eran
de trabajo como los demás, poco tiempo pasaba en la
casa, ante esta declaración el agente de mayor edad le
preguntó:
¿Pero, los domingos también trabaja?
Y Agnes contestó:
Es que mi trabajo, no conoce domingos, ni fiestas,
tampoco puentes o vacaciones, es a jornada completa.
No pudo resistir el agente aquella duda que le
creaba y se decidió a realizarle la pregunta que
definitivamente aclararía el asunto diciendo:
¿Y cuál es ese trabajo que le tiene ocupada todos
los días?
A lo que Agnes respondía.
Me dedico a Labor Social en un Barrio de los que
denominan marginales y mi trabajo consiste en estar allí
donde se me necesite, e incluso donde me rechacen
como ocurre a veces y no con poca frecuencia.
Un silencio de sorpresa por parte de los
interrogadores y un ahogado suspiro por parte de Agnès
tuvo lugar en ese momento, como tratando de asimilar
lo que allí estaba sucediendo, la declaración aunque
voluntaria por parte de Agnès había sido arrancada del
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secreto profesional que ella mimaba, pero
comprendiendo la gravedad e importancia de los hechos
estaba dispuesta a colaborar aclarando la parte que a
ella le correspondiera con su declaración.
En lo que a mí se refiere, discretamente vuelta de
lado en la cama, en el sentido contrario a la escena,
disimulando y dando a entender que lo que allí estaba
ocurriendo me era ajeno totalmente y para nada me
podía interesar, sin embargo las declaraciones me ponían
al día de lo que me intrigaba desde el minuto uno en el
que apareció en escena Agnès.
Ahora ya tenía materia suficiente para alimentar
aún más mis elucubraciones acerca del tema, datos que
aunque no eran muy precisos, sí lo suficientemente
interesantes como para montarme mi propia película,
que por otra parte resultaba intrigante; pero como el
interrogatorio seguía adelante, no quise perderme en
divagaciones y con los oídos bien abiertos continué
enterándome de datos tan precisos como los que la
propia declarante iba facilitando.
La recopilación de datos que yo iba adquiriendo me
permitían ir dando forma a la idea que me estaba
figurando de mi compañera, en principio no estaba lejos
de la imagen que me había creado con datos fidedignos
facilitados a través del interrogatorio de los agentes y
que se ajustaban a la realidad creada por mí, de la
persona que tenía tan próxima y tan lejana al mismo
tiempo.
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No parecían estar muy satisfechos los agentes con
la declaración tomada hasta aquel momento,
necesitaban saber algo más concreto, puesto que los
avances en la investigación carecían de peso suficiente
como para seguir una pista o algún hilo por el que
empezar a concretar algo que arrojara luz sobre el
asunto.
Lo obtenido hasta entonces solo aclaraban la
identidad, hasta entonces ignorada, de la víctima del
accidente, algún detalle suelto de su vida y trabajo; pero
poco en definitiva por lo que no podían darse por
satisfechos, ellos que solamente conocían el lugar, las
características del suceso, la víctima que tenían delante,
nada en concreto que les diera pie a una entrada en
detalles de más profundidad, y por otra parte eran
consciente del estado delicado de Agnès a quien no
querían obligar más allá de sus limitaciones debido a su
estado todavía grave.
Los dos interrogantes, se miraban el uno al otro,
con cara de no saber por dónde atacar semejante
empresa, se sentían un tanto frustrados porque lo
obtenido hasta aquel momento, no les llevaba a ninguna
conclusión y tan siquiera a efectuar conjetura alguna,
Eran datos si cabe necesarios, pero solo eso.
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CAPÍTULO II
El agente que interrogaba mientras el otro
apuntaba, sacó el tema del bolso que habían encontrado
en el lugar de los hechos.
Los interrogatorios efectuados a los vecinos, no
habían arrojado luz sobre el tema, así que
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decididamente echaron mano de uno de los dos
argumentos, el otro era la libreta que se estaba
analizando en Jefatura, por esta razón nuevamente
interrogaban a Agnès:
¿Es de usted este bolso…?
Y uno de los agentes le mostraba el bolso que
sacaba de un envuelto, tal y como les había sido
entregado.
Agnès, reconocía que el bolso era de su propiedad
y esperaba que las pocas pertenecías, entre las que se
encontraba su documentación, estuvieran en perfecto
estado. Lamentaban los agentes no podían facilitarle ese
dato, aunque sabían perfectamente que no había tal
documentación, sin embargo le dijeron que el contenido
había sido depositado en la Comisaría y estaba todo a
buen recaudo.
Ellos solamente trataban de rellenar un Formulario,
que como su nombre indica, es una simple formalidad y
crear un Informe para el comienzo de una investigación.
Agnès, quería abundar más en el asunto del bolso, poco
o nada recordaba de las circunstancias que rodeaban el
suceso y en este sentido comenzaba diciendo que:
Iba por la carretera camino de su trabajo; aquí uno
de los agentes por ser un dato nuevo y de importancia,
le interrumpió diciendo:
¿Y qué carretera es esa?
A lo que Agnès respondió:
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La que viene de Alcorcón.
¿Entonces?
Continuaba el agente, volvía de su trabajo y Agnès
asentía, pues la hora que ocurrió el suceso era la entrada
tarde-noche, y se deducía que volvía a su casa.
Aprovechando que parecía querer hablar,
insistieron en el interrogatorio:
Mire Agnès, le decía el interrogador, el bolso
apareció al día siguiente del suceso, razón por la que no
podemos dar credibilidad a su contenido, que por otra
parte es de muy poca importancia solamente una libreta
de color azul que se está estudiando, enseres que se
supone son de su uso personal y unas jeringuillas que no
comprendemos su utilidad.
Quien cuenta y aporta los detalles de estos hechos,
no salía de mi asombro, sobre todo por lo de las
jeringuillas, pues no parecía para nada que mi
compañera fuera adicta a sustancias o estupefacientes
de cualquier índole, y me quedaba estupefacta
presintiendo en las declaraciones de Agnès que había
tema…
Continuaba el agente diciendo:
¿Por cierto, Agnès, necesitamos que nos corrobore
si la libreta a la que hacemos mención, es de su
propiedad o no?
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A lo que Agnès respondía que todo apuntaba que
sí, pero que sin verla no podía dar confirmación
definitiva. El agente se comprometía a traer dicha
prueba para ser cotejada por ella. Respecto al resto del
contenido del bolso, apenas hubo comentario alguno,
pues en opinión de los agentes se consideraba
irrelevante para la investigación.
Era la hora en la que se procedía a realizar el aseo
personal y las curas por parte del personal cualificado,
motivo por el que los agentes tuvieron que terminar la
visita.
Pasadas las rutinarias funciones de las enfermeras,
y ya quedándonos nuevamente las dos pacientes en
solitario, siendo consciente de que era ya el momento de
las presentaciones, me lance a ello diciendo:
Bueno Agnès, ya conozco su nombre, tu nombre si
me permites que te tutee, Yo me llamo María y llevo aquí
una buena temporada a raíz de una intervención
quirúrgica que se ha complicado más de lo que en
principio se presumía. He podido saber de ti y las
circunstancias de tu accidente, así como parte de tu
historia y que eres una persona de aspecto y trato muy
agradable, por ello si me lo permites, quisiera ofrecerme
para si necesitas algo de mi persona y dado que aún no
sabemos por cuanto tiempo vamos a permanecer juntas
en este Hospital no dudes ni un instante en hacérmelo
saber.
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Será para mí un privilegio servirte de alivio en lo
que dure nuestra convalecencia.
Agnès, no encontraba palabras para agradecer el
ofrecimiento que le brindaba María y aceptó su amistad,
lamentando fuera en la circunstancia tan especial como
las que se daban en ambas. No faltaría que en un futuro,
cuando hubiera pasado la pesadilla que ahora estaban
sufriendo retomarían esta naciente amistad y seguro que
sería muy agradable y recordarían lo que ahora estaban
pasando.
Poco apoco se iba consolidando esta amistad y
entre comentarios más o menos irrelevantes, sí de vez
en cuando se iban conociendo datos de cierta
importancia de la vida particular de ambas.
María le contaba, que tenía las visitas restringidas
porque su situación médica no permitía correr el riesgo
de contraer algún contagio, puesto que sus defensas aún
se encontraban en estado precario. Que era casada y
con dos hijos, varón y hembra, que no era de Madrid
sino de Toledo, que su marido trabajaba en la
Construcción, su hijo era Mozo de Almacén en una
Fábrica y la niña, que tenía veinticinco años, era
empleada en unos Grandes Almacenes.
Que había sufrido una operación de importancia, y
se encontraba restableciéndose poco a poco pero
avanzando y respondiendo al tratamiento indicado.
Agnès, para compensar estas confidencias, le
comentaba que estaba empezando a ser consciente de lo
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que le había ocurrido. Que no recordaba casi nada del
suceso, como había declarado a la Guardia Civil. Que no
sabía si el atropello había sido intencionado, toda vez
que ella caminaba por la acera de una carretera-calle,
cuando fue arrollada por un vehículo de cuya cuestión
nada podía añadir.
Que venía de su trabajo, que consistía en una
Labor Social en la Agencia donde prestaba sus servicios
como Psicóloga, que su labor consistía en llevar ayuda a
personas en situación de riesgo, personas marginadas
por la Sociedad, en barrios deprimidos por la falta de
atención de todo tipo y con el agravante de que entre
sus miembros había gente enganchada a todo tipo de
drogas, de ahí confirmaba que las jeringuillas
encontradas en su bolso, casi siempre era con el fin de
que los usuarios no utilizaran cualquier cosa para
suministrarse la droga y evitar contagios entre ellos, otro
tanto ocurría con los preservativos, todo ello lo facilitaba
su Agencia de forma gratuita, sabedores de que era una
labor humanitaria, sin ánimo de lucro.
Fueron unas confesiones por parte de ambas muy
personales, sinceras y que dejaban abierta la puerta a
más declaraciones y que daban pie al comienzo a una
buena amistad.
Agnès empezaba a confiar en su convecina de
hospital y le daba explicaciones de su frustrada vocación
de religiosa (monja)…
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Contaba, que cuando vino de Francia con sus
padres, ella nació en la zona de la baja Alsacia, un lugar
paradisíaco donde las casas son de tejados inclinados y
las fachadas blancas con entramados de madera, un
lugar situado en las fronteras de Alemania y Suiza. Su
madre inmigrante española conoció a su padre, ella
tendría unos nueve años cuando vinieron a España, su
padre era miembro adjunto a la Embajada de Francia en
Madrid, estudió en colegios de reconocido prestigio ya
que su situación económica le podía permitir estudiar en
colegios bilingües y por ello dominaba el francés y algún
que otro idioma con soltura.
Había cursado sus estudios superiores en el Liceo
Francés, y se licenció a los veintitrés años con el grado
de Psicóloga.
María escuchaba con inusitado interés cuanto iba
desgranando Agnès y que no era moco de pavo. Iba
sacando su propias deducciones, entonces comprendió
su aparente debilidad física, pero llamaba la atención la
finura de su trato y el comportamiento si se quiere un
tanto ascético y místico, algo que no acababa de
entender, teniendo en cuenta el poco espacio de tiempo
transcurrido desde su aparición en la habitación que ella
ocupaba.
De lo que no tenía ninguna duda María, era que se
trataba de una persona culta y de un exquisito saber
estar. Una persona excepcional en definitiva.
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Le confesaba Agnès que, al terminar su carrera,
muy motivada por el trato con un sacerdote, sentía
vocación por los asuntos religiosos y una inclinación
hacia la vida de entrega como la de Sor Rosa, una monja
culta, joven, que ella conoció cuando cursaba sus
estudios en la Universidad CEU de San Pablo: pero le
asustaba un tanto la disciplina monacal, recluida en un
convento y que para nada era su forma de vida, que
aunque ordenada, era alegre y divertida. Hasta que
comprendió, que para nada estaba reñida la vocación
religiosa con la alegría sana de una persona joven como
ella.
Ingresó en un convento, abierto, es decir no
excluía vestir de traje de calle, toda vez que su labor
principal era llevar ayuda allí donde fueran demandados
sus servicios y esto siempre o casi siempre ocurría en
barrios más o menos deprimidos, con lo cual el hábito,
que por otra parte no hace al monje, era absueltamente
irrelevante.
Allí tuvo la oportunidad de conocer más de cerca
esta labor, varias de sus compañeras le introdujeron en
el ambiente de trabajo y pudo comprobar en primera
persona, las necesidades de toda índole que había en
estos lugares.
Sor Rosa le introdujo en el ambiente, siempre
incierto de trabajo, era una joven como ella y se
desprendía de su buen hacer una entrega total de sus
facultades y ella quería ser así, como Sor Rosa, a
quienes muchos llamaban su Ángel de la Guarda. Su
28
labor en principio consistía en atender asuntos de menor
importancia, siempre con el asesoramiento de su
compañera, que para nada se mostraba superior a ella,
pese a llevar varios años trabajando en esa tarea.
Su preparación académica, su titulación de
Psicóloga empezaba a dar frutos, y montó una especie
de Gabinete o Consultorio, donde poder atender las
necesidades que le fueran demandadas. Esto al parecer
de la Superiora, no entraba dentro del Organigrama
establecido y comenzaron las diferencias y tiranteces.
Ello dio al traste con la vocación de Agnès de ser
monja, pero para nada estaba dispuesta a abandonar
una labor que ella consideraba prioritaria. Buscó un
trabajo que le permitiera atender este tipo de asuntos y
por mediación de sus padres, que veían con buenos ojos
se pusiera a trabajar en algo relacionado con su carrera
profesional, le encontraron una Gestora dentro del
Programa que el INEM tenía para atender a los
desempleados de larga duración.
Allí prestaba su jornada laboral e iba conociendo
una nueva problemática a través de su trato con los
desempleados que acudían a su despacho buscando
soluciones que ella de ninguna manera podía aportar,
aunque en algún caso, sus consejos y razonamientos
servían para llevar tranquilidad a personas hundidas
moralmente debido a su precaria situación.
A todo esto, en la Jefatura Superior de la Policía,
era entregado el Expediente, que contenía los pocos
29
datos del denominado “Atropello con graves lesiones y
conductor a la fuga”, habían decidido en Instancias
Superiores que debería ser la Policía quien se hiciera
cargo del caso y no la Guardia Civil.
La Policía, entendía que por el momento y mientras
la víctima estuviera ingresada de gravedad en el
hospital, no había necesidad de acelerar el proceso que
se presumía largo y complicado, para lo cual asignaron a
un Suboficial femenino de la Policía, por aquello de ser
más adecuada a la condición de la atropellada y a otro
Oficial como compañero de esta. Hasta que se produjera
el alta de Agnès, no sería molestada en tanto su
restablecimiento, que parecía ir en buena dirección, no
diera pie a ello. Estas fueron las instrucciones para el
caso, recibidas del Comisario Lozano, a quien le habían
asignado el caso.
María contaba que ya tenía un mapa muy concreto,
mediante el cual se hacía una idea más exacta de quien
era Agnès y parte de su trayectoria, con datos muy
precisos sobre su vida, su familia, alguna de sus
amistades y de su trabajo. Ella, María, reconocía que
para nada se parecía a su vida, casada ama de casa, con
hijos todavía a su cargo, y como figuraba en su DNI,
dedicada a sus labores, y en espera de incorporarse a la
vida familiar en su ciudad de Toledo.
En todo caso, el ofrecimiento hecho a Agnès,
tendría vigencia incluso cuando se produjera la
separación de alguna de ellas por alta hospitalaria, que
tarde o temprano se tendría que producir, Agnès por su
30
parte le prometía que sería visitada en atención a su
ofrecimiento y también porque una de sus ciudades que
aún no conocía era precisamente Toledo, con lo cual,
sería visita obligada por su parte.
Acerca de la libreta que apareció en el bolso de
Agnès y que no quedaba duda era de su propiedad, la
Policía había hecho una exhaustiva investigación,
sirviéndose de los datos que figuraban en la misma,
nombres, direcciones, números de teléfono y apuntes
sueltos como frases entrecomilladas, pautas de
comportamiento con determinados contactos y algunos
apuntes que no podían interpretar sin la ayuda de su
dueño.
A espera de poder contrastar estos términos con la
propia interesada, sí hicieron algunas llamadas, en
nombre de la Policía con alguno de los contactos que allí
se encontraban con el fin de ir recabando apuntes, sobre
todo acerca de la persona de Agnès y su condición que
se iba dibujando con diáfana claridad.
Todos quienes fueron interrogados, coincidían en
que Agnès era una persona muy querida en los ámbitos
en que se desenvolvía, tanto laboral como de tiempo
libre.
Se había contactado, con la Madre Superiora de
una Institución de monjas seglares, Congregación de
nuevo corte, que especialmente estaban dedicadas a
rescatar víctimas de la prostitución y atender problemas
sociales, a veces de difícil solución.
31
Agnès que contaba con una trayectoria efímera en
el convento, sin embargo era respetada y admirada por
su labor fuera de la Institución, que para nada mermaba
en méritos su labor humanitaria.
Otros contactos que figuraban en su agenda con
nombres, más bien apodos, llamaron poderosamente la
atención de la Policía, pues entre ellos figuraba algún
que otro nombre que al ser cotejados en los ordenadores
de la Jefatura, daban como resultado se trataba de
delincuentes habituales, algunos con penas de reclusión,
detenciones reiteradas por tenencia ilícita de
estupefacientes, robos de pequeña cuantía, reyertas y
con domicilio desconocido en algunos casos pero sí muy
conocidos por la propia Policía.
Llamó la atención especialmente el nombre de
“Lolo”, que así figuraba en la libreta, no tenía número de
teléfono; pero sí se le podía encontrar en el Bar La
Cañada de Orcasitas, tal como figuraba el comentario al
pie del nombre, que Agnès había apuntado para
contactar con él en caso necesario.
Cuando contactaron con “Lolo”, vía Bar La Cañada,
hablando con el susodicho, pudieron corroborar lo que ya
sabían, que Agnès era una chica-monja en el vocabulario
de Lolo, que la conocía por su labor en el Centro Cultural
y que allí había resuelto más de una situación
denunciada por la Asociación de Vecinos, por desahucios
y asuntos de papeles, por lo que en opinión del Lolo,
gozaba de un especial aprecio en el barrio.
32
Continuando con las pesquisas de la libreta,
aunque tenían que ser a posteriori confirmadas por la
propia Agnès, la Policía recababa cuanta información les
fuera posible y al propio tiempo el Expediente iba
engordando en datos de interés para la investigación que
se estaba llevando a cabo, sin prisas pero sin pausa.
Se contactó con un teléfono de Soria, que resultó
ser de un familiar muy allegado de Agnès. Cuando la
Policía llamaba en su nombre el contacto elegido se
sobresaltó y más aún cuando le comunicaban el suceso
sufrido por ella, se trataba de un tío, hermano de su
madre que al igual que ella misma eran natural de la
Ciudad, vivía allí de siempre y mantenía una familiaridad
con su hermana, muy de cuando en cuando, en Navidad,
cumpleaños y fechas por el estilo. Este familiar, facilitó a
la Policía datos de su hermana, actualizados, ahora
vivían en Navarra, su marido ya prejubilado había sido
destinado a una Cancillería o Consulado, él no podía
precisar de qué se trataba; pero algo relacionado con su
anterior empleo en la Embajada de Francia en España,
junto a esto, también la dirección de los mismos, pues
conservaban una buena relación de familia e incluso en
los veranos intercambiaban visitas durante unos días.
Aún recordaba los veranos pasados, en los que
Agnès, hija única de su hermana, les visitaba con sus
padres y también como en aquel verano, no recordaba
cuando, pero si reciente en el tiempo, Agnès sufrió una
especie de metamorfosis a raíz de una excursión, con un
grupo de estudiantes y de la que volvió transformada en
el sentido de que ella quería ser monja.
33
Todo ello se produjo gracias al contacto de la Guía,
una mujer que al parecer era miembro de una
Comunidad Religiosa, y que acompañaba esta excursión
como Guía de una veintena de estudiante, entre los que
se encontraba Agnès.
Era tanta la devoción con que explicaba los
diferentes parajes y monumentos de la Ciudad, el calor
que desprendían sus palabras, la profusión de detalles
con que adornaba sus explicaciones, que tenía
boquiabiertos a quienes escuchaban y muy
particularmente a Agnès, que a la hora de la comida
procura entablar conversación con ella.
Y fue aquí, donde despertó su vocación, ella
confesaba a la Guía, que además de admirar sus
conocimientos profesionales, era licenciada en Historia
del Arte, sobre todo apreciaba sobremanera el candor y
el énfasis que ponía en sus explicaciones, que sonaban a
música en sus labios y este acercamiento a su forma de
ser hicieron sintiera envidia sana, por lo que ella quería
ser de esa forma, a pesar de no tener definida su
actividad profesional hasta aquel momento.
Quedaron para hablar más tranquilamente del
asunto en el Monasterio de Silos, donde la Monja-Guía,
le invitaba a realizar Ejercicios Espirituales, ella sería su
Preceptora durante unos días y ello, sin duda le ayudaría
a encontrar su verdadera vocación, si era designio
divino.
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El tío de Agnès proporcionaba toda esta
información a la Policía, porque además de los vínculos
familiares que le unían a su sobrina, sentía una especial
admiración por ella, su trayectoria académica, su
virtuosismo en todo lo que se proponía llevar a cabo y
sobre todo la revolución que causó en su familia, cuando
aquel verano decidió emanciparse y llevar a cabo su
entrega a los presupuestos del Convento, que ella a
través de su compañera, había vislumbrado que daban
satisfacción a su incipiente vocación.
Fueron estos datos muy valiosos, para conocer
más a fondo la personalidad de Agnès, si bien decía el
Comisario Lozano, ello solo aportaban datos, que sin
contrastarlos con Agnès, eran eso, solo datos.
CAPÍTULO III
La policía de manera intensiva, con el fin de quitarse
de encima, aquel caso que en principio era uno de
tantos, acostumbrados a la rutina que genera cualquier
tipo de investigación, se disponía a dar carpetazo al
Expediente, pues apremiaban otros casos y disponían,
por orden del Comisario, de un par de semanas como
máximo, para resolver el mismo.
35
Por este motivo, se personaron en el Hospital.
Había transcurrido el tiempo necesario para que Agnès
estuviera bastante recuperada.
María había abandonado el hospital a la vista de su
recuperación suficiente para ser dada de alta.
Agnès, tenía la esperanza de abandonar pronto
también el hospital, en tanto le habían asignado una
nueva compañera y esta vez Agnès procuraba no trabar
amistad más allá de lo que la corrección y educación
exige en estos casos.
Ahora para aquella nueva compañera era una paciente
sin pasado y ahí quería dejar las cosas.
Todo el empeño de la Policía era poner en claro los
datos que obraban en su Expediente y se limitaron a dar
fe de los hechos con el asentimiento y la firma de Agnès,
de una completa declación en la que admitía cuanto allí
se relataba.
No obstante la Policía, dejaba entreabierto el caso y le
advirtieron a Agnès, que probablemente la visitarían más
adelante hasta conseguir aclarar el accidente, que aún
tenía flecos por resolver.
Una inesperada visita, volvió a hacer que los
sentimientos de Agnès se reavivaran respecto a su
frustrada vocación religiosa. El Padre Antunez, enterado
por familiares del suceso, quiso llevar consuelo y paz de
primera mano a Agnès, que presumía estaría pasando
por los peores momentos de su vida. El Padre Antunez,
36
había sido el animador en el proceso de vocación de
Agnès y en cierto modo se sentía responsable, del
aparente fracaso de la misma.
El encuentro fue realizado en una Sala de Visitas del
hospital, la alegría por la presencia de esta inesperada
visita, causó en Agnès además una situación de
improvisado estupor, pues había perdido contacto con
dicho sacerdote y su presencia causó cierta turbación en
la paciente. Agnès con cara de asombro, a la vez que de
alegría le preguntaba al Padre, cómo se había enterado
del suceso y de qué manera había sabido dónde se
encontraba ingresada.
El Padre, le contaba que la Policía había contactado
con él, gracias a un número de teléfono que había
registrado en su agenda privada en la que figuraba su
nombre.
El sacerdote se ofrecía incondicionalmente para
solucionarle cualquier asunto a raíz de este percance y si
podía hacer lo que fuera por ella, no dudara en hacérselo
saber porque estaría encantado de poder ayudarla.
Agnès agradeció sobremanera este ofrecimiento del
Padre; le dijo que lo tendría en cuenta, porque a su
salida del hospital debería enfrentarse, con toda
seguridad a una fuerte investigación por parte de la
Policía y toda ayuda era bienvenida.
Los médicos, consideraban llegado el momento de dar
de alta a Agnès, si bien tendría que hacer una fuerte
37
rehabilitación, debido a los muchos daños sufridos en su
persona.
Así lo hicieron y una mañana…
Agnès, con un hatillo, que recordaba a los maletillas
de torero, con sus pocos enseres y adquisiciones
obtenidas dentro del hospital atravesaba la puerta del
Centro Médico, sin tener orientación y lo que era peor,
sin tener definido cuál sería su destino, sin dinero y sin
la documentación recuperada que la Policía no le había
podido entregar, aunque eso sí un certificado de extravío
o sustracción, firmado por el Comisario Lozano, para que
le sirviera, en tanto Agnès recuperara sus papeles.
Tomó un taxi, con destino a su casa, antes le advertía
al taxista de su condición de casi resucitada y que por
esa razón no disponía de dinero, salvo que esperara al
llegar a su domicilio para pagar su servicio.
El taxista acepto la condición e incluso se disponía a
llevar de gratis a Agnes, ella emocionada al ver que
existen personas realmente excepcionales, le aseguraba
pagar el importe además de agradecerle su ofrecimiento,
todo ello le reconciliaba con la humanidad…
Al llegar a su domicilio Agnès, rogaba al taxista
esperara unos minutos mientras subía a su piso a por el
importe del servicio; pero su sorpresa fue impactante,
cuando al entrar en el mismo encontró todo, como suele
decirse, patas arriba…
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Salió despavorida y se dirigió a la panadería, allí con
las mínimas explicaciones le pidió a la panadera le
prestara el importe de la carrera del taxi, luego de
despachar al taxista pasaría a darle explicaciones.
Y así lo hizo, le explicaba someramente a la panadera
el accidente sufrido, su estancia en el hospital, la
motivación y por qué se encontraba con vendajes, las
cicatrices de su cara, el pelo corto y sobre todo su
delgadez extrema, todas consecuencias del atropello
sufrido.
También le contaba el estado en que había encontrado
su vivienda, motivo por el que había recurrido a ella.
Luego pasaría a devolverle el dinero prestado y
agradecerle nuevamente el detalle de su abnegado
comportamiento.
Cuando nuevamente se dirigía a su apartamento,
Victoria la vecina que conocía los hechos, por haber sido
interrogada por la Guardia Civil, y al ver un movimiento
inusual en la escalera, estaba ojo avizor a lo que sucedía
y al ver subir a Agnès, con sus vendajes y un aspecto
delicado, sin preámbulos se dirigió a ella, seguramente
por primera vez, interesándose por lo que estaba
sucediendo.
Agnès le contaba con lo que se había encontrado en
su vivienda, después de una larga ausencia del mismo y
la señora se ofrecía “incondicionalmente” para lo que
fuera necesario; pero Agnès se limitó a agradecérselo y
tenerlo en cuenta, si bien lo que quería era encerrase en
39
su casa y lamentarse de todo cuanto le estaba
sucediendo…
Agnès, ya en su domicilio se decía compungida y en
mar de lágrimas, que ya no podía pasarle más
desgracias y se preguntaba si había hecho algo mal
para merecer semejante batería de sucesos.
Puso inmediatamente el nuevo incidente en
conocimiento de la Policía, llamó a un teléfono que ellos
mismos le habían facilitado, al ser dada de alta del
hospital.
Llamó también al Padre Antunez, pues se encontraba
abatida, perdida, sin saber qué hacer, tanto unos como
el otro se personaron con prontitud en el domicilio de
Agnès.
El revuelo que se formó en la escalera del inmueble,
daba lugar a todo tipo de comentarios por parte de los
vecinos, la presencia de la Policía alertaba con el
zumbido de las sirenas y la aparición de un sacerdote,
deducción por su camisa de cleriman, dio lugar a toda
clase de elucubraciones, lejos de la realidad:
Que si ha habido un robo…
Que tal vez un intento de suicidio…
Que si tal o que si cual…
Comentarios por un estilo, todo ello trascendía a la
calle y quienes tenían conocimiento del hecho, para nada
40
excluían cualquier tesis, menos la auténtica realidad,
cualquier conclusión era dada por válida.
En opinión de la Policía, quedaba claro que al no haber
sido forzada la cerradura de la puerta de entrada,
alguien se había hecho con un duplicado de las llaves,
alguien que conociera el domicilio de Agnès, ya que
cuando apareció el bolso entre otros efectos, también se
encontraban las llaves; pero que el modus operandi del
autor, dejaba claro había tenido la habilidad de antes de
entregar el bolso, bien pudo hacer una copia de las
llaves.
Todo ello daba pie a la Policía a investigar a la persona
que había entregado dicho bolso, por ello la Policía quiso
comprobar mediante una llamada a la Jefatura, le
facilitaran el nombre de la persona que había entregado
dicho bolso, para comprobar con Agnès si se trataba de
alguien conocido por ella.
La respuesta fue, que quien había entregado el bolso,
no había facilitado su identidad y que su argumento era,
como constaba en la declaración, que lo había
encontrado abandonado en un lugar de difícil acceso
cuando andaba paseando con su perro.
La policía, entrando en detalles interrogaba a Agnès
queriendo saber si tenía dinero en casa, sustancias o
algo que hubiera motivado dicha intrusión, por parte de
no se sabía quién, a lo que ella contestaba que para
nada disponía de dinero como para dar lugar al hecho y
mucho menos sustancias de ningún tipo.
41
Por otra parte el Padre Antunez, una vez concluidas las
actuaciones policiales, se ofreció a ayudar a Agnes y
como primer paso, le invitó a su casa, que se trataba de
una Residencia de Sacerdotes.
Al Padre le parecía oportuno hacerle esta invitación
con el fin de hacerle olvidar el mal trago sufrido nada
más salir del hospital y encontrarse son el cuadro
dantesco de su casa, allí había dependencias para las
Religiosas que atendían la Residencia de los sacerdotes,
y con seguridad habría un lugar para ella, hasta que se
fueran aclarando los hechos.
La Policía, a la vista del ofrecimiento del Padre, no
dudaron en aconsejar a Agnès que aceptara y además
porque su domicilio quedaba precintado para proceder a
un examen por parte de la Policía Científica, y cuando el
proceso terminara le sería comunicado personalmente.
Hubo de pasar un tiempo, para que Agnès se
repusiera tanto de sus secuelas del accidente, como de
su estado anímico personal, algo que gracias al cuidado
de las Religiosas de la Residencia de Sacerdotes, fue
posible con lo cual se encontraba ya dispuesta a volver a
su empleo y actividades Pastorales.
Agnès intentaba pasar página en la medida que le
fuera posible y tratar de pensar que había sido un mal
sueño.
No fue fácil la incorporación de nuevo tanto a su
trabajo, como a sus actividades extralaborales.
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Los fantasmas de lo sucedido volvían una y otra vez y
no dejaban en calma su espíritu para las funciones en las
que tenía puesta su especial dedicación. Con todo, se
armó de ánimo, se enfrentó a lo que ella sabía era una
situación delicada y tendría que dar muchas
explicaciones de unos hechos que tan siquiera para ella
estaban totalmente claros.
No sabía a ciencia cierta, qué había pasado con su
atropello, quien lo había protagonizado, qué motivos se
habían dado para el suceso y sobre todo no dejaba de
pensar que ella no encontraba explicación posible al
accidente.
Para nada quería pensar hubiera sido intencionado,
una vía que la Policía no descartaba, pues ella no conocía
enemigos de ningún tipo y menos que pudieran atentar
contra su vida.
Se presentó en el despacho de la Gestora donde fue
recibida con alborozo, como no podía ser de otra
manera, la alegría que producía su presencia, su estado
físico un tanto precario, la sonrisa de sus labios que
nunca había perdido, el interés y la avalancha de
preguntas, le llevaron a Agnès gran tranquilidad y llena
de confianza, trataba de quitar importancia a lo
sucedido. Era mucho el trabajo acumulado por su
ausencia y pese a que le habían quitado cuanto les había
sido posible tardaría algún tiempo en ponerse al día.
También a la llegada de la tarde, retomaba su
actividad como Asistente Social en la Sede de la
43
Asociación de vecinos de Orcasitas, donde realizaba sus
actividades ayudando a toda persona que demandara
sus servicios de una forma altruista.
Allí se presentó Lolo, primero para interesarse por su
estado de salud, todos conocían más o menos lo
ocurrido, y en segundo lugar porque al haber sido
sometido a declaraciones por parte de la Policía quería
conocer de primera mano los motivos de dicho
interrogatorio en la seguridad de que Agnès, le podría
aclarar estos términos.
Agnès restaba importancia al hecho, diciéndole que no
solamente a él le habían llamado a declarar, también a
otros muchos contactos de su libreta de direcciones, y
que lamentaba lo sucedido en la medida que era
responsable de dicha libreta.
Lolo, lejos de sentirse molesto por este
acontecimiento, por el contrario manifestaba su deseo de
colaborar en la parte que él pudiera ser necesario para
aclarar el asunto; es más, él por su cuenta indagaría
entre sus contactos y se comprometía a llevar luz para
esclarecer los hechos.
Lolo empezaba a largar y desembuchaba diciendo que
el dueño del Bar La Cañada, le había comentado, cuando
comenzó sus indagaciones, que Antolín el chatarra, le
había contado que en unos días estaba notando que sus
compras estaban siendo cada día menor que las
anteriores al suceso, que había notado que muchos de
los que antes venían a diario con la chatarra habían
44
dejado de hacerlo y desconocía su causa. Que sin
embargo, al que apodaban el Gumia, no faltaba a su cita
diaria e incluso había incrementado sus entregas, tal vez
por cuenta de otros…
Lolo, ya sabía a quién tenía que interrogar, nada más
salir de allí, al Gumia, que era un individuo de aspecto
torvo, con pocas amistades, peligroso donde los hubiera,
capaz de echar mano de cheira a la primera de cambio
que se le llevara la contraria y que aunque no había
cruzado con él palabra alguna, le daba en la nariz que
algo se estaba cociendo.
El problema era como entrarle al tal Gumia; pero una
tarde se lo puso a huevo. En el Centro de la Asociación
de Vecinos, se rumoreaba que proporcionaban trabajo,
temporal, para descargar camiones de materiales de
construcción para una Empresa que iniciaba una gran
urbanización de terrenos. Gumia, presentía habría
posibilidad de sustraer material para vender y con esa
idea y no otra, se quería apuntar a dicho trabajo, el resto
era pan comido.
Lolo, también quería participar en esta oportunidad y
se presentó en las Oficinas con tal propósito, allí abordó
a Gumia y le sorprendió con una pregunta que le dejó
cortado y sin habla:
¿Oye, has oído algo acerca del atropello de la monja?
A lo que Gumia contestó:
¿Y a mí y a ti, que nos importa?
45
¿O acaso te has metido a policía?
Lolo, le aclaró que el motivo de su interés no era otro
que ayudar a la monja Agnès a esclarecer los hechos,
que por otra parte estaban en manos de la Policía; pero
que si se podía aportar algún, dato mejor que mejor.
Gumia, que sabía más de lo que callaba, continuó
diciendo, que algo se rumoreaba a acerca de un coche,
que se trataba de un vehículo robado y le estaban
desguazando poco a poco, pues había sido abandonado
en un descampado, después de haberle prendido fuego.
Apenas estaba quedando nada de él; pero que el
chatarrero compraba todo sin preguntas y ahí era donde
él estaba haciendo su agosto.
Fue suficiente, para la primera intentona de Lolo en el
asunto, le comentó a Agnes, por dónde iban sus
pesquisas y ésta llamó a la Policía, por si era de interés
esta nueva vía.
La Policía, prestó atención a estos nuevos datos en la
seguridad que serían importantes para la investigación.
Un coche camuflado con dos agentes de paisano, se
personaba en casa del chatarrero, con el pretexto decían
de buscar unas piezas de recambio, pues les habían
informado disponía de una buena cantidad de piezas de
coche en un anexo de desguace a la chatarrería.
Así lo entendía el dueño que les acompaño hasta el
descampado donde se guardaban todo tipo de chatarra,
rollos de cable de cobre de diferentes grosores, rejas de
46
ventana, tapas de alcantarillas, trozos de rail de tranvía
y de tren y un totum revolutum de toda índole; pero en
un aparte importante se encontraban las piezas de
vehículos, unas en mejor estado que otras y muchas
semi nuevas, producto de sus adquisiciones, sin
preguntar su procedencia.
Los agentes, para no despertar sospechas , cuando
fueron preguntados por el chatarrero que piezas en
concreto necesitaban, se fueron directamente al grano,
ellos tenían una descripción un tanto vaga de un testigo
que había declarado haber visto huir del lugar de los
hechos a un coche rojo, al parecer, esto no podía
asegurarlo, de la marca BMW.
Quiso el destino que el chatarrero confesara que hacía
unos días estaba entrando género de al parecer un
mismo vehículo abandonado en un vertedero y que había
recuperado piezas entre las que se encontraban algunas
que bien pudiera ajustarse a esa descripción, otra cosa
es que coincidiera con el modelo que los visitantes
pretendían.
La Policía se frotaba las manos, habían dado en el
clavo y ardían en deseos de que les llevaran hasta las
piezas de marras.
Así lo hizo el chatarrero, les acompañó entre toneladas
de chatarra a un lugar donde se conservaban, capots y
puertas de coches de distinta gama, ruedas con sus
llantas, paragolpes, faros, baterías, asientos y un sinfín
47
de artículos de buen uso todavía e incluso muchos de
esos artículos aparecían nuevos, un auténtico filón…
Se fijaron en una puerta a todas luces de color rojo,
aunque con parte de su pintura quemada y justo al lado,
como en un aparte, piezas de motor, que a pesar de
quemadas tenían grabados los números de serie.
Empezaron las preguntas capciosas y el chatarrero
mosqueado, les daba largas diciendo que no podía
dedicar toda la mañana a estar con ellos y desatender el
negocio, que les dejaba allí hasta que dieran con lo que
buscaban.
Y vaya si encontraron lo que buscaban, en la guantera
del chasis de lo que parecía un BMW, encontraron lo que
ni podían sospechar, parte de la documentación, que
aunque quemada, aún conservaba trozos en buen
estado, que se llevaron a Jefatura.
Para pasar por el control del chatarrero, se llevaron
también el radiador del mismo, previo pago de 24 €uros
que abonaron gustosos, eso sí, sin factura o nada que se
pareciera, el chatarrero se guardó el dinero y ellos
quedaron en volver a buscar más piezas, esta vez,
decían, con más tiempo.
Agnès era informada puntualmente por la Policía de la
marcha de los acontecimientos en la investigación, la
policía estaba dando con una línea de actuación que
aclaraba muchas cosas, en cambio ella decía que para
nada sospechaba de alguien de su entorno, que estaba
convencida que el azar y no otro motivo había sido el
48
causante de los hechos, que las personas, al menos las
que ella conocía, podían carecer de cultura, de medios
económicos, de situación social y bla…, bla…, bla…, pero
para nada creía fueran capaces de un hecho que veía
lejos de toda posibilidad.
La humanidad, decía, es aparentemente vulnerable;
pero para nada sobornable y menos, se atrevía a
asegurar, voluntariamente cometer actos de semejante
catadura.
Entonces la Policía, que ya había interrogado a varias
personas del entorno le decía:
¿Y qué nos dice usted, del comentario hecho por un tal
Gumia, en el que comentaba las palabras pronunciadas
por un chatarrero…?
Este, continuaban diciendo, aseguraba haberle oído
decir al chatarrero del barrio, que desde que se había
puesto de moda el tratamiento paliativo con Metadona,
que se suministraba gratuitamente a quien lo solicitaba,
había visto mermada la entrada de material en su
negocio y añadía Gumia, haberle oído asegurar, que
había un lugar en el cementerio reservado para ella,
como queriendo indicar, que ella la monja, esa, era la
responsable de esta nueva conducta de sus clientes.
Agnès tuvo que aceptar que en su entorno, ya se
había granjeado enemigos por efectos colaterales de su
acción, que entendía perfectamente que su labor
estuviera perjudicando diferentes ambientes en los que
se estaba estableciendo una norma de vida distinta de la
49
que hasta el momento se había vivido. Para nada estaba
dispuesta Agnès a bajar el listón de sus actuaciones, era
una buena siembra y esperaba diera sus frutos, como los
que ya se vislumbraban y podían corroborarse, aunque
en ello estuviera en juego su propia vida.
En una de las múltiples rutinarias intervenciones de la
Policía, procuraron un careo entre Gumia y el Chatarrero,
ya descubierta la personalidad abiertamente de la
Policía, haciendo uso de sus facultades para llevar a cabo
una investigación y con la aquiescencia de los
superiores, en la Comisaría, previa citación de ambos,
pusieron las cartas boca arriba, haciendo comprender a
ambos, que tenían más cabos y argumentos de lo que
pudiera parecer, datos que a primera vista parecían
irrelevantes, que iban soltando poco a poco hasta minar
la confianza de los interrogados y hacerle tambalearse
en sus principios de negarse a dar pista alguna.
El interrogatorio ya abierto y dirigido tanto al uno
como al otro daban como resultado una confesión, sobre
todo de Gumia que aseguraba saber “algo” más de lo
confesado hasta el instante.
Los agentes, daban a entender a los dos interrogados,
que la colaboración con ellos en el esclarecimiento de los
hechos, serían sin duda un atenuante ante el Juez y que
un informe hecho por una autoridad con una placa, tenía
mucho peso ante la Justicia y que en su mano estaba
que la balanza se inclinara a un lado o a otro.
50
Gumia confesaba que tenía entendido que el vehículo
de marras, se trataba del coche de un magnate, que
había facilitado su robo, para así cometer el atentado
contra Agnès porque veía perjudicado sus interesas.
La policía había dado con algo explícito que llevaban
tiempo buscando y quisieron abundar más
profundamente en este nuevo dato, tomando buena nota
de lo que ambos interrogados pudieran ir declarando.
El chatarrero, viendo peligrar el anonimato de quien
Gumia estaba a punto de dar explicaciones, se adelantó
diciendo…
CAPÍTULO IV
Verán…, confesaba Antolín el chatarra en medio de
balbuceos a la Policía, la persona que Gumia parece dar
a entender que es el inductor de este asunto, a juzgar
por lo que está dispuesto a declarar, les aseguro que
nada tiene que ver en los hechos, si bien he admitir que
corren comentarios de todo tipo, e incluso se ha llegado
a pensar que es el autor material del atropello a la
monja; pero yo les aseguro que el honorable Joan,
nombre de un potentado chino, que debido a su
51
impronunciable nombre le llamaban con este apelativo,
es totalmente inocente, toda vez que ese día se
encontraba de viaje a Barcelona, por asuntos de
negocios, pues el tal Jon pertenecía a un potente Grupo
de Alimentación y en su establecimiento se podía leer
Importación y Exportación, toda esta información se la
había dado un empleado del chino, llamado el “Chato”,
antiguo boxeador venido a menos, que actuaba como
guarda espaldas de Joan y con quien le unía una antigua
amistad.
Por todo ello, apuntaba Antolín, quedaba fuera de
sospechas, argumentos y términos que la Policía podía
comprobar para despejar toda duda.
Sin embargo la Policía, no se manifestaba en uno u
otro sentido, antes decían, habría que comprobar estas
declaraciones y animaban tanto a Gumia como al
chatarrero a que continuaran aportando tantos datos
como fueran encontrando, les hacían poco menos que
sus confidentes, ellos se sentían privilegiados, halagados
y presumían ante sus amigos de ser pieza clave en la
investigación.
52
La documentación encontrada en los restos del
vehículo, estaba siendo minuciosamente
investigada y daba como resultado, que en efecto
procedía de un vehículo de alta gama, aunque
había datos que al ser cotejados con la casa BMW,
esta aseguraba no pertenecer a modelo alguno de
sus series, sino más bien a un modelo de
fabricación exclusiva y que lejos de ser corriente,
por el contrario se traba de series muy limitadas,
encargos de Embajadas y con un blindaje muy
exclusivo, para nada tenía algo en común con el
vehículo encontrado.
Todo ello echaba por tierra la pista del coche que
estaba siendo desguazado y vendido como chatarra, sin
embargo no querían de ninguna forma dar por perdida la
pista del asunto, más bien abundar en cómo había
llegado a ese lugar aquel vehiculo que a todas luces
parecía coincidir con las descripciones dadas por los
declarantes.
Junto a las piezas abandonadas del BMW en la campa
del chatarrero, que últimamente habían entrado, había
una pieza en el paso de rueda del mismo, que tenía un
arañazo anormal según el juicio de los peritos de la
Policía, que habían recuperado varias piezas del vehículo
en cuestión para ser analizadas, se trataba de un golpe
sufrido por un bordillo o un cuerpo duro, término este
que fue comprobado en el lugar del suceso y daba como
buena la teoría de que aquella pieza correspondía al
vehículo del siniestro.
53
Algo que llamaba poderosamente la atención de los
investigadores, era el hecho de que no existiera
denuncia alguna por parte del dueño del vehículo, así
como tampoco parte de siniestro en alguna Compañía de
Seguros, estos datos con los que estaba muy
familiarizada la Policía, les eran facilitados siempre que
había una sustracción o accidente grave, para velar por
la seguridad del propietario del vehículo y quedar a salvo
de cualquier sospecha.
La investigación se dirigía ahora hacia la persona del
llamado Joan el chino. La policía previo Mandamiento
Judicial, para poder intervenir sin impedimentos
añadidos, se personaba en el Establecimiento de este, a
su llegada al local fueron interceptados por un “gorila”
que hacía las veces de portero y que al identificarse les
facilitó no solamente la entrada sino que les acompañaba
al despacho del gran jefe.
Previas presentaciones por parte de ambas partes,
admirados los agentes del lujo y riqueza que se
respiraba en aquel imponente despacho, con mobiliario
de maderas orientales, lámparas y jarrones chinos, se
presumía de alto valor no solo material sino artístico,
amén de diferentes cuadros, al parecer originales, y
sobre todo en el escritorio un conjunto repujado de
imágenes en relieve de caballos de plata maciza, dos
tinteros de cristal de Bohemia, y tres plumas
estilográficas montadas sobre un soporte de marfil de
forma escalonada, ni siquiera en el despacho del
Comisario se había podido apreciar semejante
despliegue de arte.
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Entrando en materia, uno de los Agentes, presento el
Mandamiento Judicial, en el que se autorizaba a la
autoridad a realizar cuantos exámenes creyeran
pertinente, el Chino Sr. Joan, sorprendido por la actitud
de los agentes, que se disponían a llevar un exhaustivo
registro, reclamaba la presencia de un abogado, que en
breve decía podía presentarte en el despacho. Así se lo
concedieron y a la media hora, se presentaba en el
despacho un abogado de reconocido prestigio y muy
conocido en los ámbitos policiales, por haber entorpecido
y dilatado en el tiempo con triquiñuelas legales, varios
procedimientos iniciados por la Policía en alguna que otra
investigación.
Los Agentes, saludaron cortésmente al abogado, al
tiempo que le ponían en antecedente del motivo de su
registro en el establecimiento: Claras sospechas, omisión
de denuncia por la desaparición de un vehículo,
obstrucción a la Justicia por parte de su pupilo, y un
sinfín de argumentos que dieron como resultado que el
abogado se pronunciara diciendo: Solicitar un plazo, para
preparar la defensa de su cliente, declaración ante un
Juez o Notario para dejar constancia de la buena fe de
su defendido y mil y una pegas consabidas por los
Agentes, que se percataban una vez más de cómo
estaba la ley para estos casos.
Tuvieron que marcharse, sin haber podido llevar a
cabo su cometido, cual era encontrar alguna prueba de
peso que pudiera inculpar al magnate chino, bastante
cabreados por los inconvenientes legales argumentados
55
por el abogado y sin poder dar una respuesta a sus
superiores sobre el tema.
El Comisario Lozano, aprovechó esta situación para,
una vez más, hacer ver al Jefe Superior de la Policía, las
dificultades que encontraban ante cualquier investigación
y de esta manera salvaguardar el buen hacer, decía, de
los agentes a sus órdenes.
El Jefe Superior les rogaba le fuera enviado un
Informe, por vía reglamentaria, aportando cuantos datos
fueran precisos y relacionados con el caso para con ello
acudir a Instancias Superiores, es decir al Ministro de
Defensa, y de esta forma fuera informado también el
Ministro de Justicia, para una vez más quedar constancia
de la protesta, ante las dificultades con que se
encontraban a diario los agentes del orden, a veces
jugándose su propia vida sin conseguir nada a cambio.
Los agentes, no quedaron satisfechos tan siquiera con
esta recomendación y continuaron con sus diligencias
por otro camino, sin abandonar cualquier otro abierto en
este caso, que por otra parte empezaba a complicarse en
demasía,; pero esto era un acicate más que animaba a
estos profesionales a llevar adelante su trabajo.
Volvieron a contactar con Agnès, que ya empezaba a
encontrase molesta con tanta investigación e insinuaba
que por su parte quedaba todo olvidado y no había más
que hablar.
No era fácil para los agentes cerrar una caso que se
encontraba en plena ejecución y con Diligencias llevadas
56
a cabo, le advertían a Agnès que tenía obligación, bajo
juramento de colaborar con ellos y para nada pensaban
abandonar el tema.
Aprovechaban para indicarle en qué estado se
encontraba la investigación y los hechos novedosos
acerca del chino; querían saber si ella tenía o había
tenido algún contacto con su Organización de alguna
manera, si había oído hablar de un tal Joan y mil
preguntas relacionas con este individuo.
Agnès contestaba que sí, que tenía conocimiento por
sus contactos de que existía el chino, que acaparaba
cuantos locales, pisos o solares quedaban en venta, que
se sabía extorsionaba a personal de su nacionalidad, que
sus trabajadores estaban en locales insalubres, sin dar
de alta en la Seguridad Social, en estado de auténtica
esclavitud, que todos los vecinos sabían de esta
explotación; pero que tenía poder, influencias, dinero,
sobornos, extorsión todo reunido en su persona.
Que había hecho intención por entrar en contacto con
los trabajadores de sus negocios y siempre se había
encontrado una actitud hostil, cuando no amenazante.
Los contactos de la Policía, con Instancias Superiores,
estaban dando frutos.
La INTERPOL había remitido un Informe completo de
la persona investigada y resultó que, el chino Joan
(Uam-Chum-Lai), nombre propio del mismo, era un
conocido traficante de blanqueo de dinero, ahora
afincado en España, con antecedentes por extorsión,
57
proxeneta, y con buenos contactos en las Altas esferas
de la sociedad.
Formaba parte de un Grupo, importante, de
Importación-Exportación, con sede en Francia.
Fue antiguo empleado, como chofer, en la Embajada
de Francia en España, que había sido subalterno del
padre de Agnès (Don François Laforet), chofer al servicio
de la Embajada donde el padre de Agnès figuraba como
Jefe de personal de servicio.
Que tenía un Dossier completo de delitos; pero que
había salido indemne de las acusaciones debido a sus
contactos en la gendarmería, así como en el propio
gobierno.
Que había montado un lupanar en Barcelona, del que
era el principal accionista, si bien nunca se pudo
comprobar este extremo, debido a testaferros que
actuaban en su nombre.
Que era natural de Jiaozuo (Henan), lugar en que
tenía empresas de naturaleza laboral de explotación de
los derechos humanos.
Que manejaba varios millones de “Yuanes” cuya
equivalencia era: Un Yuan = 145 €uros.
Con todos estos datos aportados por la INTERPOL, la
Policía Nacional, presumía estar en buena pista de su
investigación, uno de los Agentes decía que el tal Joan
era un pájaro de mucho cuidado, dispuesto siempre a
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llegar hasta las últimas consecuencias y acostumbrado a
salirse generalmente con su empeño.
Ante la dificultad de sacar algo en limpio sobre las
actividades de Joan, con el fin de poder incriminarle en
algo, tuvieron que buscar otra salida a la investigación.
Dieron marcha atrás a los acontecimientos, tanto del
atropello de Agnès como de las declaraciones a medias
obtenidas por parte de Lolo, Gumia y Antolín alias el
chatarra. Volvieron sobre sus pasos y de nuevo fueron al
almacén del chatarrero, allí pusieron en antecedentes a
Antolín sobre la persona que él, al parecer, defendía con
tanta vehemencia y que no era santo de su devoción a la
vista del currículo que existía sobre su persona.
Antolín viéndose acorralado y posiblemente implicado
en el caso, según la opinión de los Agentes, se dispuso a
confesar cuanto sabía. Declaraba, que era
particularmente importante para sus intereses, llevarse
bien con Joan porque le había prometido comprarle su
negocio o en el peor de los casos hacerse socio del
mismo que atravesaba por una racha poco propicia, y
había visto una oportunidad con su ofrecimiento. Que sin
embargo no podía darles más datos sobre el asunto del
atropello, porque no disponía de más de lo que había ya
declarado.
Él mantenía una contabilidad casera, sus compras no
figuraban en libro alguno, y las ventas esporádicas que
realizaba a diferentes clientes carecían de
59
documentación porque todo se desarrollaba de forma un
tanto clandestina.
La Policía, nuevamente le advertía sobre la manera de
salir de una situación anormal a todas luces y le
insinuaban que de colaborar con ellos, tendrían en
cuenta como atenuante sus actividades irregulares.
Antolín, no encontraba la forma en que él pudiera
serles de utilidad a la Policía y de ser así conociendo las
condiciones de las gentes de Joan, veía su vida en
peligro. La Policía solamente le pedía, que fuera
interesándose por la venta de su negocio, apremiando al
chino con el pretexto de un posible embargo por parte
de Hacienda, ellos le estarían guardándole la espalda y
solo pretendían acelerar el asunto para seguirle los pasos
muy de cerca.
Así lo hizo Antolín y previa cita se presentó en las
instalaciones del chino, éste le recibía con agrado y pedía
le dejaran solo con el chatarrero a sus matones para él
era un ser inofensivo. Trataron el tema y el chino le
propuso comprar su negocio pero con condiciones. Las
condiciones eran: Precio pactado en dos millones de
€uros, en efectivo, sin papeles excepto una Escritura de
Propiedad que sus abogados redactarían ad hoc, es decir
en términos que no le comprometieran personalmente y
que firmaría ante Notario para que todo fuera legal.
Todo le parecía legal y honesto al chatarrero,
acostumbrado a sus chanchullos, el precio no tanto, pues
en una tasación de una inmobiliaria le habían ofrecido
60
mayor cuantía sin embargo no con dinero en mano, así
que acepto y quedaron en un plazo de ocho días rematar
el asunto.
La Policía advertida de la operación, montaba un
dispositivo especial para intervenir y así poder inculpar a
los gestores de esta operación que se presentaba
definitivamente irregular. Trataban conseguir argumentos
suficientes que pudieran dar al traste no solo con la
operación sino tener un motivo que implicara a Joan y
poderle empapelar.
Sobre el asunto del vehículo BMW, del que se tenían
fundadas sospechas más que suficientes y
minuciosamente analizado por la Policía Científica, daba
entre otros resultados:
Uno, que la pintura del vehículo, había sido alterada,
en principio sobre el color original.
Dos, la documentación pertenecía a un vehículo
extranjero y que al igual que los números de chasis
había sido troquelados a posteriori, así como los datos
del propietario.
Tres, que el auténtico propietario era un residente
chino, de nombre Uam-Chum-Lai, comerciante con
múltiples negocios.
Por último, las huellas dejadas en el vehículo, el tipo
de tierra en las mismas, coincidían con el lugar de los
hechos, y todo ello confirmaban, que el vehículo era sin
61
duda actor principal-necesario en los acontecimientos
motivo de la investigación.
Todo ello ya era materia suficiente para detener sin
contemplaciones a Joan; pero la Policía, acostumbrada a
ver como se escurría este individuo de la Justicia, quería
tener hechos contundentes de los que no pudiera
escabullirse con la facilidad acostumbrada.
Todo el dispositivo montado por la Policía, Agentes
advertidos, esperaban pillar con las manos en la masa al
chino, este se disponía a llevar a cabo la operación de la
compra del chatarrero y se personaba con dos individuos
más, en la campa de Antolín.
Comenzaba la transacción, uno de los individuos le
presentaba al chatarrero un maletín con el contenido
convenido, otro sacaba de una cartera la documentación
para la firma de ambos, vendedor y comprador, esta vez
no podría escapar Joan de la Policía que apostada en
diferentes lugares y cubriendo cualquier posible huida,
esperaban la consumación del trato para intervenir.
Estaban prácticamente despidiéndose con un apretón
de manos, cuando la Policía irrumpió con varias unidades
armadas y pillándoles in fraganti dándoles el alto y
advirtiéndoles se entregaran, pues no tenían posibilidad
alguna de escapar. Fueros detenidos y llevados
directamente a Comisaría.
Naturalmente a su llegada, sereno y con una
tranquilidad que sorprendía a los miembros de la Policía,
Joan reclamó la presencia de sus abogados, en la
62
seguridad de que una vez más le sacarían las castañas
del fuego.
Pero el chino, esta vez era acusado entre otros
honores de: Falsedad en documento público, ocultación
de pruebas a la Justicia, proxenetismo y extorsión, trata
de personas, juego ilegal, tráfico de divisas y lindezas
por el estilo, que en los anales de la Policía se aseguraba
no existía semejante conjunto de delitos en una misma
persona, motivo por el que esta vez, se encontraban
plenamente satisfechos de su trabajo, y con orgullo
profesional por haber dado al traste con un “pez gordo”.
Las alegaciones de los abogados, no pudieron evitar un
Juicio sumarísimo contra el ciudadano “Uam–Chum–Lai”,
alias Joan.
A la vista de los antecedentes aportados por la Policía,
los jueces en presencia de los abogados de Joan,
condenaron al chino, a 10 años de reclusión y a la
indemnización de la víctima Agnès Laforet García por
una cuantía de trescientos mil €uros y en cuanto a la
operación frustrada de la Compra-Venta de las naves de
Antolín, alias el chatarra, quedaba anulada dicha
transacción y requisado el importe de la misma, siendo
condenado a su vez el dueño del inmueble a cinco años
de reclusión por intento de encubrimiento de delito a la
Justicia y colaboración necesaria además de, la
enajenación del inmueble con todas sus pertenencias,
que sería puesto en Subasta Pública para resarcir a las
Arcas de la Hacienda del Estado de las tropelías
cometidas por los individuos en cuestión.
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Aquí pues se cerraba para Agnès el capítulo que tanto
sufrimiento le había causado, el acontecimiento que
aquella triste tarde en la que fue agredida con intención
de acabar con su vida, entendiéndose que estaba
dificultando con sus actividades los sucios negocios de
un truhan de calibre mafioso.
Ella, lamentaba todo lo sucedido y argumentaba que
nunca pensaba que de sus actuaciones, altruistas,
pudieran derivarse consecuencias de tal grado de
complejidad, que por supuesto perdonaba a los
participantes en el atentado contra su vida y no quería
abundar en los detalles que llevaron a los mismos a
llevar a cabo semejante tropelía.
Pero para la Policía aún no estaba cerrado el caso,
quedaba pendiente dar con el autor material de los
hechos y eso fue mucho más fácil para ellos. Volvieron a
interrogar a el chatarrero, esta vez asegurándole que si
colaboraba en el cierre del caso, podría gozar de ciertos
privilegios que la Ley contempla para quienes colaboran
con la Justicia, a pesar de la condena que le había caído
encima.
Antolín confesaba que el autor material de los hechos,
había sido el “Chato”, guardaespaldas personal del chino,
el antiguo boxeador y con el que tenía una amistad
relativamente normal y que en uno de sus encuentros en
el que le reclamaba su astilla por haberle facilitado la
compra de sus locales, por parte del chino, le confesaba
que él había sido el autor material del atropello, si bien
había obedecido las órdenes de este. Que después
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prendió fuego al vehículo, nuevamente siguiendo
instrucciones de su patrón, con el fin de no dejar huellas
que pudieran incriminarle; que le contaba todo esto por
si algún día le iba mal, cosa que ocurría con frecuencia
en su trabajo, y pudiera tener un clavo en el que
agarrase mediante una declaración como testigo por su
parte y en su favor.
Fue detenido, juzgado y condenado alias “el Chato”,
que al verse perdido, no dudó en largar más de lo que el
Juez le solicitaba, agravando aún más con sus
declaraciones tanto su situación como la de su jefe.
La Policía se sentía satisfecha por haber solucionado
los flecos que quedaban en el aire, fueron felicitados por
su actuación, a través del Comisario Lozano, que a su
vez transmitía cartas de reconocimiento a los Agentes
intervinientes en el caso, manifestándoles las
felicitaciones de sus Superiores y dejando constancia
para sus expedientes de la actuación impecable llevada a
buen puerto por parte de estos profesionales y como
ejemplo a seguir por parte de sus compañeros.
CAPÍTULO V
Agnes, se disponía a dar un salto en el vacío e
introspectivamente analizaba en profundidad los hechos
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acaecidos recientemente que habían producido un vuelco
en la realidad de su vida.
A pesar de que estaba dispuesta a olvidar los últimos
meses de su azarosa vida, por otra parte no quería echar
en saco roto lo que le había tocado vivir, antes al
contrario, era consciente de que ello formaba parte de su
existencia y debería por tanto sacar partido y utilizar
toda la experiencia adquirida para el desarrollo de su
devenir, para algo era psicóloga y debería y quería
aplicarse aquello de “Médico, cúrate a ti mismo”.
El anuncio de la visita inminente de los padres de
Agnès, hizo que los días volaran con inusitada rapidez
para ella, hacía algún tiempo que sus padres pretendían
pasar con ella una temporada, bien en Madrid o en
Pamplona.
Dorotea, (Dora para los amigos) su madre, estaba
pasando por una situación anímica delicada y propiciaba
el encuentro en la seguridad de verse favorecida con la
visita a su hija. Agnès por su parte ardía en deseos de
compartir con ellos todo lo acumulado a lo largo de este
periodo de ausencia en que le había tocado vivir una
época que marcaría para siempre su vida familiar y
profesional.
No había tenido la oportunidad de poner en
antecedentes a sus padres de la marcha de sus
quehaceres diarios, de agradecer a su padre la
intervención en la colocación en su trabajo remunerado,
a su madre le debía las confidencias que ella no
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compartía con nadie y necesitaba desahogarse
haciéndole partícipe de las alegrías y desalientos de su
actividad que fuera de sus horarios laborales llevaba a
cabo.
En la estación, con lo más lúcido de sus atuendos,
recuperada físicamente que no tanto anímicamente su
estado, con un bonito sombrerito que recordaba la moda
parisina de los años veinte, una falda de espigas color
gris marengo, una blusa carmesí pálido y como remate
un ancho cinturón de un tejido pajizo con incrustaciones
y adornos de cristales de Swarovski que formaban un
delicado y fino conjunto con el resto de su atuendo,
pendientes y gargantilla, todo recuerdos y herencia de
su abuela que en ocasiones solemnes e importantes
para ella, y esta lo era, se decidía a lucirlo.
Agnès que no utilizaba maquillaje de ningún tipo
aparecía radiante a pesar de alguna cicatriz que le
hacían, si cabe más interesante, su peinado simple;
pero con gracia, hacía resaltara en tu tez blanca el negro
natural de su brillante melena.
En esta situación de espera se encontraba, cuando de
repente apareció en el andén el Rápido procedente de
Pamplona, tal como se escuchaba por la megafonía de la
Estación.
Le dio un vuelco el corazón, cuando advirtió la
presencia de su padre y justo al lado la figura de su
madre, hacían una bonita y elegante pareja, su padre
con su impecable traje azul oscuro de rayas
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diplomáticas, su blanca camisa resaltada por una corbata
de color granate que con un sombrero de fieltro
conformaban la perfecta imagen de un gentelman y su
madre, sobria pero elegante, denotando tener buen
gusto, la finura de su traje de corte moderno, con
chaquetilla a lo bolero y su pantalón a juego con el tejido
de la chaqueta, tanto que su menuda figura y aparecía
más alta de lo que realmente era, producto también de
unos zapatos con prominentes tacones y guardando
armonía con el conjunto de su traje, tratando de igualar
la alargada figura de su pareja.
Agnès, al verles instintivamente se lanzaba corriendo
a su encuentro, se fundió en un abrazo con su padre al
tiempo que rodeaba con sus brazos también a su madre,
en una imagen por ella soñada en más de una ocasión.
Agnès aunque había comunicado a sus padres el
asunto del accidente, le había querido quitar importancia
y nunca les habló con claridad de la gravedad del mismo,
ellos tenían su vida y para nada quería interferir en algo
que pudiera trastocar sus proyectos; ya habría ocasión
para entrar en detalles…
El brillo de los negros ojos de Agnès, a punto de soltar
alguna lágrima de alegría, denotaba la emoción que
embargaba en ese momento su alma y la ansiada
presencia de sus padres le hacía estar viviendo uno de
los momentos más felices de su vida. A la vista del
equipaje, una maleta de abultado tamaño y otra
mediana, todo indicaba que pretendían permanecer una
temporada en compañía de su hija, única y querida
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tanto como añorada, pues le habían concedido libertad
absoluta y no la tenían sujeta a la dictadura de sus
caprichos aunque ello les partiera el alma.
En el Hotel, que François conocía de sus tiempos en la
Embajada, era recibido el taxi que les llevaba desde la
estación, esta vez en compañía de su hija, haciéndose
cargo del equipaje un “botones” uniformado que les
acompañaba hasta el mostrador de Recepción. La
habitación de una elegancia que a Agnès le pareció de
cine, ella acostumbrada a un ambiente humilde, era la
apropiada para albergar a unos huéspedes de una
categoría muy acreditada pues aún después de haber
pasado varios años de su habitual trabajo de Adjunto a
la Embajada, conservaba ese aire aristocrático que da
como resultado estar tratando y conviviendo con gentes
del Cuerpo Diplomático.
Los padres de Agnès queriendo aprovechar el tiempo
con su hija, después de tanto tiempo de ausencia, la
invitaron a comer con ellos, pero ella tenía obligaciones
que cumplir y sin desairarles, les decía que ya habría
oportunidad; pero que le era imposible debido a sus
compromisos ineludibles. Quedaron en verse al día
siguiente en que Agnès habilitara su agenda para pasar
con ellos la mayor parte posible de su tiempo libre.
Pensaba Agnès que para lograr su propósito,
adelantaría unos días de sus vacaciones y de esta forma
no tener que tacañear su presencia con sus padres. Y así
lo hizo, puso en conocimiento de su Jefe de
Departamento el motivo por el que se tomaría quince
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días de vacaciones lo cual le fue concedido sin el menor
reparo.
Dispuesta a dar satisfacciones a sus padres, que hasta
entonces no había tenido oportunidad de hacerlo,
consciente de que el viaje de ellos perseguía el
acercamiento a su hija, y decidida a premiar sus buenas
intenciones, Agnès se presentó en el hotel y comprobaba
la alegría que producía en sus padres su encuentro y
más cuando les dijo que disponía de quince días para
dedicárselos a ellos exclusivamente. Comenzaron a
proponer planes, irían al Escorial, a Toledo, a Segovia, al
Museo del Prado y mil y un proyectos que los padres de
Agnès apuntaban en su particular “Cuaderno de
Bitácoras”, para ellos era una novedad ver la entrega
voluntaria de su hija y la disposición para complacerles.
Los padres de Agnès tuvieron ocasión de llevar a buen
puerto, cuanto habían planeado, a su hija la alojaron en
el hotel en un anexo que colocaron junto a su habitación,
que dado el sobrado tamaño, no hubo inconveniente,
de esta forma la convivencia era completa. Pero los días
avanzaban, las vacaciones se estaban extinguiendo y la
dulce compañía que sentían los padres de Agnès al
tiempo se estaban convirtiendo en amarga despedida, no
sin antes proponer a su hija, que pasara al menos dos o
tres días en Pamplona con ellos. Le pareció una buena
idea a Agnès, que propiciaba una nueva alegría a sus
padres al comentarles, que le traería buenos recuerdos
de sus años pasados en aquella capital. Sin más se
dispusieron a volver a Pamplona ese mismo día, esta vez
70
en un vehículo alquilado con chofer para aprovechar
mejor los días que disponía Agnès de asueto.
Durante el viaje, Agnès fue reavivando sus recuerdos,
la campiña casi olvidada le despertaba una especial
atención por los verdes valles, sembrados y ganados
pastando de Navarra, los caseríos que se vislumbraba a
través de las ventanillas del automóvil, el discurrir
tranquilo y a veces bravo de los riachuelos que surcaban
el paisaje, los pueblitos pequeños, algún que otro
descanso para reponer fuerzas en un pueblo inesperado,
sus gentes, su gastronomía, todo cuanto iba renaciendo
en su conciencia hacia que Agnès rebosara de júbilo que
compartía con sus padres que habían cambiado de
semblante al verla tan feliz.
La llegada a su destino, fue toda una sorpresa para
Agnès que había olvidado en parte la composición de su
casa.
De los jardines que circundaban a la mansión de los
padres de Agnès, le llamaron la atención sobre todo
unos parterres de flores delicadamente cuidados por su
madre, a ello dedicaba gran parte de su tiempo y había
conseguido que fueran realmente hermosos y
espectaculares; pero sobre todo había unos apartados en
varios lugares guardados celosamente por un cierre
metálico en forma de pagoda o jaula gigante de los que
colgaba abundante flora de diversa naturaleza, de tal
modo combinadas que tanto en verano o en invierno
conservaba un verdor de hojas perennes que hacían de
aquellos lugares el sitio ideal para meditar, leer, escuchar
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el trino de los pájaros acompasados con una buena
música y sobre todo para descansar del ruido y…
Agnès empezaba a sentir nostalgia, volvían los
recuerdos de otrora vida en su niñez, recordaba un
columpio en el jardín colgado de un espectacular abeto,
que movía su padre con delicadeza y todo el amor del
mundo, las pocas horas que le dejaban libre su trabajo,
aquellas meriendas con otras niñas de su entorno y que
ahora tan siquiera sabía algo de ellas, los festejos de sus
cumpleaños en los que se personaban en el jardín
pequeños y mayores, sus primeras lecturas que hacían
volar su imaginación por lugares lejanos, selvas, mares,
montañas y ciudades inventadas en su imaginación
teniendo como hilo conductor los libros de Salgari, el
escritor veronés, que sus padres le regalaban en fechas
señaladas.
Dentro de la casa, donde una gran chimenea presidía
el salón principal, recordaba aquellas navidades, en que
se ponía un enorme árbol con adornos y colgados
regalos, el calor de las brasas de la chimenea, la cena
con todos los familiares a quienes no había vuelto a ver
en mucho tiempo, la alegría desbordante de la presencia
de alguno de sus abuelos, sobre todo su abuela materna
Natalia de la que conservaba algunos regalos todavía, los
cánticos de la Nochebuena, y la llegada imprevista a su
puerta principal adornada con guirnaldas y luces de
colores de un grupo de niños y niñas, vestidos de
pastorcillos, con zambombas, panderetas y flautas que
pedían permiso para entonar sus villancicos, y una de las
asistentas se presentaba con una bandeja de dulces que
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les ofrecía al grupo, y estos agradecidos entonaban una
nueva canción antes de despedirse y haber hecho la
alegría de la familia.
De pronto, mientras inundaban estos pensamientos su
mente, notó como unas lágrimas rodaban por sus
mejillas.
¿Eran lágrimas de alegría o tal vez de nostalgia por
tiempos pasados?
¿Sería que su vida había dado tal giro que aquellos
recuerdos imborrables de su imaginación le producían
una profunda tristeza?
¿No habría equivocado su camino?
¿Estaba a tiempo de rectificar y volver a lo dulce y
muelle vida de la familia?
¿O por el contrario, se sentía satisfecha en su interior, al
haber renunciado voluntariamente a aquellos placeres?
Estas y mil consideraciones que se presentaban ante
Agnès en forma tangible, hacían que se estuviera
planteando muchas de sus actuaciones y que formaban
parte de su existencia. Era el momento de sentirse
fuerte en la debilidad, de alcanzar una perfección
perseguida durante mucho tiempo de renuncias,
fracasos, malas caras y circunstancias que a veces le
hacían tambalearse en sus principios.
La voz de una sirvienta, anunciándole la hora de la
comida, sacó a Agnès de su arrobo rearmándose se
73
dispuso a dar cuanta alegría estuviera de su parte a sus
padres, proponiéndose a sí misma, no levantar sospecha
alguna de lo que le acababa de suceder.
La hora de siesta propiciaba un tiempo de relax que
Agnès poco acostumbrada a este tipo de delicatessen, le
servía para hundirse en sus meditaciones que lejos de
llevar paz a su ánimo le producía una inquietud y nuevas
dudas existenciales. En el duermevela de su siesta
analizaba y recorría su propia vida, tratando de
encontrar sentido a su quehacer, no sabía muy bien si
era obra de su propia voluntad o movida por una
corriente que ella perseguía, no sabía por qué.
Tanto para Agnès como para sus padres, fueron unos
días de ensueño y vividos con toda la intensidad que les
fue posible; pero como “No hay bien o mal que cien años
dure” se acababa el tiempo y cada cual debería
incorporase a la rutina diaria.
Agnès, al igual que sus padres, trataban de impedir
una despedida dramática y ambas partes dejaban la
puerta abierta a encuentros más frecuentes, con la
promesa por parte de Agnès de que así sería en el
futuro.
Ello no evitó la hora de partida hacia los “madriles”,
como decía Agnès tratando de quitar hierro a la
situación, esta vez sus padres acompañaron a su hija a
la Estación y con una pena que ahogaba sus palabras,
conteniendo las lágrimas le dieron un adiós
74
condicionado, sin saber cuánto tiempo tardarían en
recuperar la alegría de estos días pasados.
Agnès durante el viaje, que al principio no lograba
estabilizar su estado de ánimo, fue poco a poco
centrándose en la lectura de un libro, que por cierto
había sido un regalo de Sor Rosa, de quien conservaba
una imagen como modelo a seguir, en la dedicatoria que
esta había escrito en una de sus páginas decía: “Espero
que este libro, te sirva de “guía” en tus inquietudes”.
Y ya lo creo, se decía Agnès a sí misma, ese libro tenía
mucho donde aprender; pero las palabras de su
dedicatoria, martilleaban constantemente en su interior:
¿Guía de, y para qué…?
¿He avanzado en mis respuestas profesionales…?
¿Y en las vocacionales…?
Una y mil preguntas, sin respuesta asaltaban a Agnès.
Estando en estas disquisiciones, el tren hacía entrada
en la Estación, donde todo era ruido, movimientos de
gentes, carretillas de empleados para llevar bultos y
maletas, chirriar de frenos, megafonía que aunque
estaba a todo volumen no se conseguía entender nada
de lo que anunciaba, en definitiva la vorágine frenética
de la vida de la Capital, que contrastaba con la paz que
hacía unas horas había dejado tras de sí.
Los parabienes de su llegada, al trabajo, fueron
efímeros y de inmediato aparecieron nuevamente las
75
complicaciones laborales. También las de su casera que
le anunciaba tendría que disponer en breve plazo de su
vivienda para uno de sus hijos que se había casado y
debería buscarse otro domicilio, se lo decía con tiempo
suficiente pues estaba contenta con habérselo alquilado,
tanto en sus puntuales pagos de alquiler, como, decía
enfática la casera, su comportamiento ejemplar en la
vivienda.
De nuevo los fantasmas despertaban en la vida de
Agnès y todavía no había puesto los pies en la Asociación
de vecinos de Orcasitas, donde sin duda alguna le
esperaba otro tipo de problemas y nuevas inquietudes
que resolver.
Una llamada, providencial, del Padre Lorenzo,
citándola para verse lo antes posible, dejaban a Agnès
en un impas, suponía le serviría de alivio este encuentro
y poder contarle no solo las alegrías vividas, sino
también la nueva situación creada por tener que cambiar
de domicilio, con el trastorno que ello conlleva.
A las nueve de esa misma noche, anotó Agnès en su
agenda, tendría dicho encuentro con el Padre Antunez.
Puntualmente como era habitual en Agnès, a la hora
concertada en la Residencia de Sacerdotes, se
presentaba a la cita. El Padre Lorenzo Antunez, también
puntualmente invitaba a pasar a su amiga a un saloncito
repleto de libros, con una mesita baja en el centro,
varios sillones de aspecto confortable y en donde se
respiraba tranquilidad y silencio monacal. El lugar se
76
prestaba a confidencias y confesiones por parte de
quienes visitaban el sitio.
Agnès abría su corazón al Padre, contándole los
últimos días pasados con su familia, también lo sucedido
con su piso y la situación precaria en que se encontraba
por este motivo.
Apenas dejó el Padre que continuara contando cosas
de su vida que al fin y al cabo, reconocía, formaban
parte de la vida de cualquier persona y se hacía cargo de
la situación por la que atravesaba Agnès.
En opinión de este, todo podía cambiar para Agnès si
aceptaba la invitación y ofrecimiento que le proponía
cual era, que había recibido un encargo del Hospital de
Parapléjicos de Toledo, en donde ejercía de Capellán y
cuyo encargo consistía en buscar una persona
competente, de confianza, con estudios superiores, de
acreditada preparación moral para asumir el puesto de
una profesional que había prestado sus servicios en
dicho Hospital a lo largo de cuarenta años y le había
llegado la hora de la jubilación.
Había dejado el listón muy alto y difícilmente
superable, la persona que se jubilaba, con lo cual la
elección además de ser complicada, también
representaba un reto para la candidata al puesto.
Agnès con su vida hecha a una rutina que al menos
manejaba con cierta facilidad, le entraba la duda si ella
sería la persona idónea y que respondiera a las
condiciones exigidas; pero sí, se lo pensaría aunque en
77
principio estaba convencida que la elección no era
gratuita y que sin duda algún peaje debería pagar.
El Padre Antunez, apremiaba para que la decisión
fuera además de meditada, pronta, pues era
imprescindible la contratación de un nuevo miembro en
el Organigrama del Hospital toda vez que era un puesto
de importancia y responsabilidad.
Agnès, consultaba con su Jefe de INEM y este le
aconsejaba y animaba para que aceptara el puesto, era
de mucho relieve y sus condiciones se adaptaban
perfectamente al cargo que se pretendía cubrir, su
integridad moral, los conocimientos profesionales
demostrados, la experiencia en asuntos Sociales, sus
vivencias en círculos difíciles de barrios etc. Daban un
bagaje, en opinión del jefe suficiente para ocupar con
eficacia sobrada el puesto por Agnès, él personalmente
se comprometía a facilitar datos al respecto como carta
de presentación ante la Dirección del Hospital como aval
de Agnès.
Con una carta de recomendación, poco equipaje y un
mundo de ilusión por delante, se presentó Agnes en el
Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.
Su presencia en el enorme edificio, para tratamiento
de lesiones medulares, hizo temblar a Agnès que se veía
a sí misma diminuta, incapaz, y sobre todo con una
responsabilidad añadida que aumentaba su azoramiento.
Se presentó en la Dirección del Centro, se identificó
como la persona buscada por el Capellán y mostraba sus
78
credenciales al Director, acompañando esta entrega con
las disculpas por tal vez no ser la forma más correcta de
presentarse.
El Director, se percataba del momento emocional que
significaba para ella esta situación y con parsimonia
trataba de llevar tranquilidad a este insólito acto de
presencia a un puesto de trabajo.
Una vez habiendo procedido a las protocolarias
presentaciones, al Director lo que le interesaba era poner
en antecedentes a vuelapluma a Agnès, en qué consistía
el trabajo del puesto que se solicitaba y ésta muy
interesada prestaba atención con todos sus sentidos.
En palabras del Director, el trabajo a que se
enfrentaba era de una apreciación mayúscula, toda la
atención tanto profesional como psicológica debería ser
puesta en práctica y además durante las veinticuatro
horas del día, la puerta de su despacho tendría que
permanecer abierta a cualquier consulta, que ella
hábilmente desviaría al Departamento pertinente, si no
era de su competencia, por tanto se necesitaba de un
especial cuidado para entender los problemas con la
mayor agilidad posible y tratar de dar solución también
con la celeridad que cada caso requiriere.
A Agnès no le asustaba aquella batería de trabajos
que formarían su futuro empleo, entendía perfectamente
todas y cada una de las recomendaciones del Director y
se encontraba con aptitudes necesarias y voluntad para
llevar a cabo la tarea.
79
Acudió a este momento el Padre Antunez, llamado por
el Director, que abogaba por Agnès, y el Director
aseguraba no necesitar de avales, pues en el poco
espacio de tiempo que había tenido oportunidad de
dialogar con Agnès, había descubierto su preparación
tanto profesional como, tan importante como esta, su
conciencia del trabajo que iba a llevar adelante, que
requería de una entrega personal y se felicitaba por
haber dado con esta perla.
El Padre, acompañó a Agnes a sus dependencias, el
despacho, la habitación y un somero recorrido por las
dependencias más frecuentes para el trabajo de Agnès.
Al día siguiente, una nueva vida comenzaba para
Agnès, llena de interrogantes, dudas y tambaleos; pero
con una decidida voluntad de ir haciéndose con la
situación, entrenamiento no le faltaba para asumir
nuevas inquietudes, responsabilidades y dedicación en
cuerpo y alma a todo lo que se proponía, le habían
forjado una personalidad muy singular, razón por la que
esperaba de ella misma una rápida adaptación sin
complejos.
Le asignaron el despacho de su antigua propietaria,
personalizado para ella, en la puerta podía leerse:
“Gabinete de Psicología”, Doña Agnès Laforet García, y
cuando leyó dicho rótulo un estremecimiento invadió su
menudo cuerpo, ahora sí, ahora ya no había vuelta
atrás, estaba dispuesta a dar lo mejor de sí misma a
partir de ese momento.
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Una enfermera uniformada, se ponía a su servicio, al
tiempo que le acompañaba al campo donde debería
desarrollar su trabajo.
En una inmensa sala, había al menos unas veinte
personas de ambos géneros desarrollando un
mantenimiento dinámico, algunos con muletas otros en
sillas de ruedas, utilizando una variedad de máquinas,
camillas y aparatos de rehabilitación, todos ellos
asistidos por profesionales, fisioterapeutas, masajistas
según fuera el diagnóstico de cada paciente; así había
pacientes haciendo ejercicios y tablas de gimnasia, otros
recibiendo tratamiento de onda corta y sometiéndose a
levantamiento de pesas para comprobar su estado de
recuperación y fuerza muscular.
Pero a Agnès no se le ocultaba que todos estos
sistemas de rehabilitación, tenían que estar apoyados
por una entrevista con los pacientes para ver el grado de
afectación de cada caso y el rechazo de muchos de estos
ante su nuevo estado, algunos gravemente afectados
después de sufrir un accidente, ella había sufrido en
carne propia la dificultad de aceptar secuelas después de
un accidente, lo que le daba mayor profundidad para
entender psicológicamente a los afectados.
Después de hablar con los profesionales, les citaba a
una reunión en su Gabinete, para conocer de primera
mano los casos a los que se enfrentaba y aplicar los
conocimientos necesarios, prestaba mucha atención
sobre todo a aquellos casos denominados difíciles por los
facultativos y a los de más larga duración, algunos
81
llevaban ingresados uno o más años, lo que le daba un
idea del trabajo tan especial que le esperaba con ellos.
Le subrayaron los casos contra los que habían agotado
todos sus conocimientos sin haber conseguido avances
positivos, en el estado de ánimo de algunos pacientes
que desesperados rechazaban toda ayuda y se
refugiaban en su mundo, sintiéndose desgraciados y
diferentes al verse sin alguno de sus miembros.
Ahí comenzaba la labor de Agnès, convencida de que
alguno de los profesionales que atendían estos casos,
habían arrojado la toalla sin agotar los recursos que la
medicina, en el aspecto psicológico, tiene para cualquier
caso por enrevesado que se presente, sabiendo que no
se lograba el cien por cien de la recuperación anímica
como física en muchos casos, pero sí la máxima
capacitación a una nueva forma de vida por parte de los
afectados. En eso consistía su asistencia y se disponía a
trabajar duro…
Poco a poco, despacio; sin prisas pero sin pausa, fue
citando a entrevistas uno a uno de los pacientes,
procurando que estas entrevistas se realizaran tanto en
el tiempo como a comodidad y preferencias de los
pacientes…
Por aquel Gabinete, desfilaba a diario un número de
pacientes previamente citados, Agnès abría un historial
de cada uno de ellos, con características hasta aquel
momento nunca analizadas. En él apuntaba detalles a
82
simple vista sin importancia pero que para Agnès eran
vitales, tales como:
¿En que había cambiado la vida del paciente, a raíz del
accidente?
¿Qué consecuencias, positivas o negativas, habían
encontrado desde su ingreso en el Hospital?
¿En qué medida afectaba a su vida integral, los
dispositivos o prótesis a las que se veían sometidos?
¿Qué grado de aceptación en una escala de uno a
diez, era en cada caso?
Y varias anotaciones que Agnès apuntaba en sus
fichas, creando así una base de datos hasta aquel
momento inexistente.
Por aquel Gabinete iba pasando una procesión de
disminuidos físicos de diferentes grados, pero sobre todo
con un índice de rechazo de su situación negativa en una
gran proporción de los entrevistados.
Agnès rotulaba con diferentes colores y según la
importancia, a su juicio, el proceso a seguir en cada caso
y en cada historial médico.
Ella, tenía suficiente materia de juicio, como para
indicar un tratamiento hasta aquel momento nunca
utilizado que más que físico, debería ser psicológico, algo
con lo que no comulgaba alguno de los monitores que
llevaban a cabo las tablas gimnásticas ordenadas por los
médicos específicas para cada caso, limitándose a seguir
83
sin aportar nada, las instrucciones prescritas, ello llevó a
una llamada de parte del Director a Agnès que de
inmediato se presentó en su despacho.
Advertida de que sus nuevos métodos estaban
produciendo cierto revuelo entre los profesionales, le
ponía en conocimiento la capacidad demostrada de estos
y los avances logrados en casi todos los casos, ella
aseguraba que para nada quería interferir en la marcha
de los programas seguidos por los pacientes, que tal vez
se había juzgado, sin conocimiento previo su método,
que para nada mermaba sino que ampliaba los
tratamientos y esperaba, si le daban el suficiente tiempo
y credibilidad, ver resultados con otras expectativas en
el futuro y los avances de los pacientes, era cuestión de
darle un voto de confianza y el tiempo haría el resto.
Se había propuesto, entre otros, asegurarse que los
tratamientos fueran personalizados y no generales, había
comprobado a través de las declaraciones de algunos
pacientes, que se seguía una rutina sin especificaciones
adecuadas a cada uno de ellos y eso a todas luces y en
la opinión de Agnès no era lo correcto.
El espíritu de lucha y la capacidad de sufrimiento
afectaban a cada persona de muy diferente manera y en
el fondo se podía dosificar con arreglo a la aceptación o
negación de los hechos y eso era fundamentalmente
parte de su trabajo.
El rechazo que se producía con frecuencia en los
pacientes era, en opinión de Agnès, casos tipificados en
84
los libros de psicología, producto de una mala praxis en
los tratamientos de rehabilitación, que deberían ir en
todos los casos acompañados de un seguimiento de
índole personal y no colectiva.
El Director escuchaba con mucha atención las
declaraciones que Agnès le estaba confiando y aprobaba
en todos sus términos la actuación que estaba llevando
acabo, no obstante le rogaba consensuara con los
fisioterapeutas y personal de Rehabilitación estas
actuaciones con el fin de limar roces y trabajar en
equipo.
Agnès que lejos de su ánimo estaba imponer nuevas
pautas de actuación, se reunió con el equipo y les
explicaba en qué consistía su programa, previa
aprobación del Director, y les pedía lo tuvieran en cuenta
y el tiempo haría el resto, algo que asumieron más como
una orden que por propio convencimiento, pues ellos
llevaban siguiendo un método con resultados y se
resistían a cambios, que se les antojaban caprichos de
una “nueva”, que solo pretendía escalar puestos en el
Hospital.
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86
CAPÍTULO VI
Por el Gabinete de Agnès, además de pacientes,
pasaban otras muchas gentes, enfermeras y enfermeros,
empleados de servicio de limpieza, personal adjunto a la
Administración, ujieres, telefonistas y un largo etc. Todo
ello era propiciado por los carteles de anuncio que el
Director había colocado en lugares estratégicos,
indicando el Departamento de nueva creación e
invitando, más bien obligando de una manera sutil, a
personarse en el despacho de la responsable, en este
caso era el Gabinete que dirigía Agnès, con el fin de
establecer un Censo del personal del Centro y conocer la
titulación y función que desempeñaban en cada caso
cada uno de ellos.
87
Una mañana, se personaba en el despacho de Agnès,
un joven de unos veinte o veintipocos años, en una silla
de ruedas, de pelo rubio, bien parecido; pero con una
cara de melancolía que como en un libro podía leerse un
permanente sufrimiento que aún no había podido
superar.
Agnès quedó impactada ante la presencia de aquel
joven, que educadamente pedía permiso para acceder al
despacho, algo inusual en el resto de visitantes, además
iba vestido con ropa de calle no de residente y sus
manos aparecían forradas con unos guantes que dejaban
sus dedos a la vista, accesorio necesario para el manejo
de la silla de ruedas, su corbata austera pero elegante,
camisa con botonadura doble en el cuello, chaqueta con
coderas de fieltro, pantalón gris oscuro y zapatos limpios
e impecables, formando todo ello un conjunto armónico
que no solía verse por el Hospital.
De inmediato, comenzaba identificándose diciendo:
Me llamo Fernando Orozco, soy empleado del Centro y
mi trabajo consiste en acompañar a los pacientes que
me asignan los Fisioterapeutas, como veterano de guerra
que soy.
Agnès al oír esta expresión, le decía:
¿Qué quieres decir con eso de que eres veterano de
guerra?
Y Fernando contestaba:
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Quiero decir, que llevo aquí más de diez años, que fui
paciente y creo que lo sigo siendo todavía, que ingresé
debido a un traumatismo sufrido en una caída
practicando mi deporte favorito (la escalada), que mi
experiencia durante estos años, me ha dado cierto
bagaje de conocimientos, que los Monitores han visto en
mí una ayuda a sus programas y que mi labor es
aprovechar mi experiencia, mi trabajo en la
rehabilitación y mis secuelas para ayudar a los pacientes
que me asignan.
Agnès, que admiraba la fuerza y el convencimiento
que mostraba el joven, no quiso comentarle lo que en
ese momento le estaba cruzando por la mente…
Era a todas luces, algo con lo que ella para nada
estaba de acuerdo, que se utilizara la desgracia, para
compensar o aliviar de algún modo otras desgracias, era
el sistema que ella pretendía rechazar, la conmiseración,
la pena, el destino fatal de quienes habían sufrido algún
percance por azares de la vida, era algo que en la
moderna psicología se rechazaba por ser equívoca y
trasnochada.
Ahora se tendía más bien a que cada paciente fuera
consciente de lo que le había sucedido y aceptara, con el
tiempo necesario, su nueva condición poniendo para ello
todas las capacidades y ayudas que la nueva praxis
destinada a lograr el mejor de los objetivos posibles.
Agnès rechazaba de plano, la demostración en
cualquiera de sus expresiones de aplicar la resignación a
89
los pacientes, algo contra lo que se había propuesto
luchar denodadamente, aquellas frases manidas de:
“Hay cosas peores…”
“Siempre hay que mirar atrás…”
“Tú al menos puedes contarlo…”
“Con el tiempo, aprenderás a llevarlo con resignación…”
“De esto se sale…”
Y mil frases hechas, de semejante corte que estaba
hartamente demostrado, no servían para nada y menos
para animar a asumir la auténtica verdad de cada
paciente, que en cada caso era de diferente aplicación.
Sin embargo, Agnès no quería romper con las rutinas
establecidas en el Centro, sin duda creadas con la mejor
intención por los facultativos, ella debería ir poco a poco,
para no generar una situación de incomodidad entre los
técnicos, que por la longevidad de su hacer, se creían
estar en posesión de la verdad absoluta.
De tal manera era consciente de ello, que no quiso
comentarle a Fernando algo en este sentido, más bien le
sonreía abiertamente, aceptando su buena disposición a
colaborar con lo que le habían encomendado.
Sí le explicaba que a partir de ese momento en que
habían mantenido el encuentro, sería ella quien le daría
las indicaciones a seguir, toda vez que se sentía
90
responsable de la buena marcha de la rehabilitación de
los pacientes del centro.
Por tanto, desde ese momento quedaba nombrado
Adjunto a su Departamento, algo que a Fernando le llenó
de satisfacción, pues no tenía bien definido su papel, su
trabajo y tampoco el método autorizado o supervisado
por nadie del personal del Hospital.
Viéndose acogido profesionalmente de alguna manera
y por primera vez por alguien autorizado del Centro,
Fernando comenzaba a vislumbrar que su cometido
empezaba a tener sentido, hasta entonces él, con la
mejor de sus intenciones, había procurado ser un
“ejemplo” de superación ante un accidente que le había
dejado en una silla de ruedas de por vida, trataba de
llevar al ánimo del paciente de turno el comportamiento
que debería seguir, como él había hecho, para superar
las barreras de todo tipo que interferían en la vida
cotidiana y aprender una nueva forma de vivir.
Naturalmente, a nadie se le escapaba que pese a la
buena intención de Fernando, sin conocimientos previos,
solamente con la experiencia de su propia persona, la
superación en un grado que se consideraba óptimo por
los médicos, no era suficiente y dejaba mucho que
desear en su estado anímico para hacer comprender la
verdadera situación a la que se enfrentaban los
pacientes, cada cual con características muy diferentes.
Por esta razón Agnès, quería mantener cerca de sí a
Fernando, primero para no contrariarle en la forma de
91
llevar su trabajo, después porque veía en él una persona
con capacidad de superación a la que ella trataría de
formar adecuadamente para el desempeño de un
trabajo, que más bien correspondía hacer a un
cualificado profesional y no a un paciente, que a pesar
de haber superado una etapa , no estaba debidamente
preparado tan siquiera para compartir su experiencia con
otros pacientes, que a priori presentaban cuadros de
dificultad inaccesibles a Fernando.
Ella estaba dispuesta a hacer de él un Adjunto,
profesional de su Gabinete de Psicología, le facilitaría los
libros, apuntes y documentación necesaria para que su
preparación fuera más precisa, apreciaba en él una
inquietud por superar su limitaciones y le consideraba un
luchador, no en vano había sido un montañero escalador
de cimas inaccesibles para muchos otros, lo que
denotaba su espíritu de sacrificio y estaba segura que
con el tiempo haría de él un buen profesional.
El tiempo corría, como suele decirse, a favor de obra
para Agnès, que notaba los avances de su Programa y lo
que más satisfactorio le resultaba era comprobar como
los Especialistas aprobaban su innovación en los
tratamientos.
Ya los Fisioterapeutas aceptaban de buen grado lo que
en principio suponía una imposición adornada con muy
buenas palabras; pero solo eso.
Con Fernando, quiso Agnès poner en marcha algo que
había sido para ella el comecocos de toda su vida.
92
Había pergeñado la idea de crear una línea de
actuación voluntaria que sirviera de acicate en la
superación de sus pacientes, a la vez que de un cambio
rutinario en la manera de entender la rehabilitación.
Se trataba de un grupo de voluntarios que colaborara
con los Miembros de Cruz Roja, en principio solo eran las
líneas maestras que Agnès trazaba someramente, para
no abundar en detalles que pudieran desencantar a
quienes ella había elegido para esta misión.
Acompañar a los Miembros de Cruz Roja en las
actuaciones que no requirieran algo más allá que su
testimonio presencial, en esos primeros instantes en los
que aquellos que sufrían un accidente de importancia,
eran para Agnès la mejor terapia para sus pacientes; el
hecho de ver personas incorporadas en cierto modo a un
trabajo de voluntariado sin esperar nada a cambio, les
servía a quienes se encontraban en situación
desesperada de motivación, viendo cómo, en el peor de
los casos todavía eran útiles a la sociedad, aquellas
personas que habían tenido un percance.
Fernando fue el encargado de llevar este grupo de
voluntarios y a través de él Agnès compartía consignas,
consejos, y también dejaba un campo libre para
despertar la iniciativa en este grupo de nuevo encargo.
En este mismo sentido, Agnès había mantenido una
larga conversación con sus antiguos jefes del INEM, les
proponía dieran empleo, a media jornada, a pacientes
que ella consideraba útiles para desempeñar labores
93
poco engorrosas, aunque rutinarias y tediosas y de paso
pretendía con esta iniciativa adelgazar el número de
pacientes, que por decirlo de una manera fina, se habían
hecho a la idea de permanecer en el Centro y
acomodados “per saecula saeculorum”, algo que era
nocivo para su integración en la sociedad.
Ocurría con frecuencia, en opinión de Agnès, que
aunque superaban el tiempo de rehabilitación, se
negaban a admitir que estaban aptos para incorporarse
de nuevo a sus ocupaciones habituales, era una especie
de síndrome de Estocolmo, muy corriente en las
Penitenciarías.
Todos los avances en estos y otros terrenos que Agnès
estaba llevando a buen término, hicieron que el
reconocimiento de su labor fuera apreciada, no solo por
los superiores sino por los propios compañeros, que
estaban encantados al comprobar el fruto de sus
trabajos, con lo cual todo eran felicitaciones y parabienes
hacia la persona de Agnès.
Ya las reuniones en el Gabinete, tenían otro talante,
todos aportaban ideas, pautas de comportamiento de los
pacientes, avances obtenidos, compromisos adquiridos,
que llenaban a Agnès de satisfacción y les felicitaba y se
felicitaba a sí misma, por los resultados que se estaban
obteniendo desde su llegada al Centro, no siempre
compartidos por todos.
Todo marchaba según lo planificado por Agnès; pero
su trabajo estaba afectando a su salud que no era
94
precisamente desbordante, tanta responsabilidad, tantas
horas dedicadas al estudio caso por caso de los
pacientes, tener que lidiar a diario con un personal
acostumbrado a navegar por su cuenta, estaban
minando su precaria salud y el Director que apreciaba
esta situación, poco menos que obligaba a Agnès a
tomar una vacaciones, que le vendrían bien para cambiar
de aires, así le lo hizo saber y ella tuvo que aceptar.
Serían unos días que aprovecharía para visitar sus
antiguas dependencias en el INEM, dar una escapada a
su Orcasitas del alma y como no, pasar un par de días
con sus padres.
A este propósito se dirigía a la Estación de Autobuses
para iniciar sus no buscadas ni deseadas vacaciones.
Con su billete en el bolsillo, una botellita de agua para
el viaje, su bolso con pertenencias para unos días
aguardaba la salida de su autobús sentada en un
velador, cuando casualmente apareció María, su antigua
compañera de Hospital en Madrid, a quien no había
vuelto a ver desde hacía un millón de años.
El encuentro fue antológico, ella tan sorprendida como
María por el fortuito encuentro, no ocultaba la alegría
que le producía, aunque notó que María había sufrido un
cambio que se podía apreciar a simple vista; pero la
alegría que generaba en ambas dicho encuentro borraba
toda duda al respecto.
Entablaron una animada conversación y María le
comentaba que también iba a Madrid, aunque en otro
95
coche de línea distinto, motivo por el que no podrían
charlar hasta su llegada a la Capital.
Quedaron pues en verse a la llegada, con treinta
minutos de diferencia de una y otra.
Cuando se volvieron a juntar, nuevamente les
inundaba la alegría, todo eran preguntas y más
preguntas, que cada una trataba de contestar con
precisión, María le confesaba el motivo su viaje, que no
era otro que la visita a un Notario, para firmar una
separación pactada con su marido que le había sido
infiel.
Agnès a la vista del problema, se prestaba
voluntariamente para ayudarla en ese doloroso trance y
le aconsejaba no se precipitara en llegar a cualquier
acuerdo, ella podía aconsejarle como debía llevar el caso
y aunque ya estuviera en manos del Notario, le
precisaba si era posible echar una mirada a lo que iba a
firmar, María que desconocía la dinámica en estos
asuntos, no podía asegurarle que pudiera sacar los
papeles para su consulta, pero que así lo haría constar al
Notario a quien le informaría de que un abogado de
familia necesitaba echar un vistazo a los mismos, antes
de proceder a su firma.
Agnès volvía a enredarse en asuntos que nada tenían
que ver con las vacaciones, para nada valían las
recomendaciones de su Director, por encima de cualquier
otra consideración para ella era prioritario, estar atenta
96
allí donde hubiera un problema y pudiera echar una
mano y si era posible las dos.
Era una condición que superaba cualquier expectativa
o proyecto que se trazara y era la trayectoria que se
había marcado para su vida, estar al lado del débil, del
necesitado y sin esperar nada a cambio, a veces una
sonrisa compensaba y otras ni siquiera eso.
Todo el tiempo estuvo tratando de convencer a María
para que diera marcha atrás en su contencioso, a la
altura de vida de María, consideraba Agnès, era poco
menos que un absurdo tomar una decisión de semejante
calado, tras una vida en común totalmente realizada, los
hijos emancipados y llegado el momento de verse libres
de obligaciones y poder disfrutar de la vida, carecía de
sentido que por un tropezón, por la torpeza del marido,
se llegara a una medida drástica y seguramente
producto de un calentón.
Cuando Agnès examinaba los detalles del Expediente,
no encontraba justificación suficiente para llegar a la
separación o divorcio, le hacía ver a María que no le
parecía argumento suficiente, a no ser que hubiera algo
más, a lo que ésta respondía que, claro que había más,
pero que ella no quería airear asuntos que podían herir a
sus hijos y había argumentado como causa principal, la
infidelidad encontrada, y que a pesar de que no se
determinaba en el escrito, habían sido en varias
ocasiones, aunque no constara en el acta.
97
Además, le contaba María, que llevaba un tiempo
haciendo vida de separada o divorciada, los términos le
traían al fresco, que tenía su vida más o menos
organizada, que pertenecía a un grupo de mujeres en su
mismas circunstancias y que se aportaban unas a otras
experiencias y forma de salir adelante en este estado,
comían juntas, tenían tertulias y realizaban viajes, cosa
que hasta entonces no le había sido posible en su
matrimonio.
Por todo ello, Agnès desistía de su primera intención,
que era quitar los pensamientos de divorcio de la mente
de María; pero viéndola en cierto modo feliz según daba
a entender, no quiso meterse en camisa de once varas y
entendía que a veces un mal arreglo, como era éste, era
el menos malo.
María, le contaba pormenores de sus hijos, la hija
esperaba una niña y su hijo por el momento permanecía
soltero.
Agnès as su vez le hablaba de su labor, en el Hospital,
le ofrecía su amistad y le rogaba fuera a verla, aunque le
fuera bien y más si le surgía algún problema pues en
ella, siempre encontraría ayuda, además de profesional,
de amistad, le decía recalcándole esto último.
Muy agradecida por todo María, se despidió de ella,
deseándole que tuviera un feliz descanso en estas
improvisadas vacaciones, le aconsejaba comer más,
pues la veía un poco flaca, aunque añadía que nunca fue
98
de aspecto fuerte, para no rayar en el insulto de
confesarle que la veía esmirriada.
CAPÍTULO VII
La vida de Agnès, se bifurca como las lamas de un
abanico, como flechas que se dirigen a diferentes
destinos, dentro de sus actividades, aún en vacaciones,
se enteraba que una de las chicas que atendía en la
Asociación de Vecinos de Orcasitas, Nuria, había sido
detenida en un control policial, por tenencia y trapicheo
de estupefacientes, juzgada y sentenciada a un año de
reclusión.
Apenada por esta circunstancia va a la Cárcel de
Mujeres a visitarla, como no podía recibir visitas de
personas que no fueran familia directa de la condenada
por orden del Juez, tuvo que agenciarse un pase especial
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como Terapeuta, logró entablar dialogo con Nuria, no le
recriminaba nada, sí le aconsejaba tuviera un especial
cuidado de compañías indeseadas toda vez que ella a
pesar de haber tenido ese percance, no era una
consumidora habitual y sin embargo si no andaba con
cuidado podía ser arrastrada debido a compañeras sin
escrúpulos que veían en ella una oportunidad de oro
para hacer negocio.
Le facilitó su nueva dirección y se ofreció a llevar a
cabo cuantas gestiones fueran precisas para su rescate,
algo que con lágrimas en los ojos agradecía Nuria que
confiaba plenamente en ella.
La salud de Agnès, a pesar de encontrase de
vacaciones no mejoraba, en uno de los controles de
revisión de sus operaciones, a raíz del accidente, y que
ella había procurado hacer coincidir con su periodo de
vacaciones, le detectaron una anomalía por la que
debería ser ingresada de nuevo para realizarle unas
pruebas que solamente podían llevarse a cabo estando
internada en el Hospital.
Agnès trataba por todos los medios de eludir este
incordio, apoyaba su negativa en que las ocupaciones
que tenía en su trabajo requerían su presencia y logró
que dichas pruebas le fueran realizadas en el Hospital
donde prestaba sus servicios, a su Especialista hubo de
convencerle obligándose ella por su parte a facilitarle
todos los resultados de los exámenes que le fueran
efectuados y en plazo mínimo ya que ella tenía la
oportunidad de hacerlo debido a su cargo.
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Por fin el médico, con un informe previo acerca de las
pruebas que solicitaba para ser entregado en el Hospital
de Toledo, cedió a que así fuera esperando de la
responsabilidad que apreciaba en Agnès tener el estudio
pertinente de algo que se había detectado en el examen
previo.
El Director del Centro, como no podía ser de otra
forma, se tomó un interés personal en el asunto,
procedió a dar de baja, en contra de la voluntad de
Agnès, para practicarle las oportunas pruebas
recomendadas por su médico Especialista de Madrid.
A la vista de las mismas, se puso en contacto
mediante burofax, con el Hospital de referencia de Agnès
y su médico, cuando éste tuvo el informe en su mano,
decidió fuera trasladada en ambulancia lo antes posible
al Hospital madrileño, pues no pintaba bien y sus
temores, ahora ya confirmaban que padecía una anemia
profunda, rayando la anorexia.
No podían permanecer ajenos a aquella solicitud que
hacían formalmente, tanto el Director del Hospital de
Toledo, así como los propios médicos compañeros de
Agnès, de manera que previos trámites de urgencia fue
llevada e ingresada en Madrid…
Por segunda o tercera vez, volvían los demonios a
hacer acto de presencia en la vida de Agnès, ésta
dispuesta a sobrevivir y acostumbrada a despreciar algo
que tuviera que ver con el bienestar de su vida,
abnegada y acostumbrada a convivir con la enfermedad
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en todos sus grados en los ambientes donde
desempeñaba su labor altruista, le parecía excesivo el
trato que estaba recibiendo y siendo objeto de
atenciones personales, por ser quien era y eso, no le
hacía mucha gracia.
Agnes no quería privilegios, decía que cada vez que
alguien obtiene un privilegio, pierde un derecho, además
tenía bien presente la situación que vivió Jesús en su
vida pública, cuando fue tentado por Satanás y le llevó al
borde de un abismo diciéndole:
“Tírate, pues vendrán los ángeles y te salvarán”. (Mateo:
4 –1,6)…
Muy consciente de ello, obraba en consecuencia en su
vida siempre había estado rozando el borde de muchos
abismos y su confianza en Dios, le llevaba a buen
término cualquier dificultad que se le pudiera presentar,
ésa era la fuerza en su debilidad.
Ahora se disponía de nuevo a vivir parte de lo que ya
le era familiar, pruebas, diagnósticos, tratamientos y un
largo etcétera.
Con la mejor disposición de ánimo, trataba de restar
importancia a esta nueva y enfrentarse a la situación.
Sor Rosa, aparece de nuevo en la vida de Agnès, al
enterarse por las chicas de la Asociación de Orcasitas,
que su buena amiga había sido ingresada de urgencia en
el Hospital. Lo antes que le fue posible acudió al Centro
para llevarle además de su amistad, una Invitación
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especial a unas Jornadas de Estudios Sociales que se
iban a llevar acabo en fechas inmediatas y a la vez con
la Invitación, dar ánimo y confianza de que el
restablecimiento de Agnès sería pronto y ella esperaba
su asistencia a un Coloquio Conferencia que Sor Rosa iba
a dirigir personalmente, entendía que su presencia sería
muy valiosa y todavía más su testimonio, para el estudio
y puesta en práctica sobre el problema de inserción
social, que ella conocía de primera mano.
Y en efecto, Agnès al ver que su íntima se tomaba la
molestia, no solo de visitarla, sino de contar con ella
para este evento, se sintió alagada a la vez que suponía
que sus males no eran de la envergadura que al principio
le anunciaban.
Cuando llegó la fecha de la convocatoria para la
Lección Magistral que Sor Rosa, trataba de impartir,
Agnès que había puesto todo de su parte, se encontraba
recuperada de sus dolencias, aunque debería seguir a
rajatabla un programa que los médicos habían prescrito
para atajar su enfermedad.
El día de la Conferencia, ella en un lugar preferente
reservado para los participantes en el Coloquio, después
de una amplia exposición por parte de varios ponentes,
en ter quienes se encontraba Sor Rosa, fue invitada
Agnès a subir al estrado y testimoniar cuanto allí se
había tratado con argumentos de peso de su propia vida.
En un encendido debate, entre uno de los ponentes,
que pretendía quitar peso a los argumentos allí
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esgrimidos, diciendo que todo parecía muy romántico, de
color rosa, pero que la cruda realidad de los hechos no
era así, salió Agnès apoyando las tesis de sobre todo de
Sor Rosa, con hechos reales, que sonrojaron a quien
quería, por lucimiento personal acapara la atención de
los oyentes.
Por cierto, entre el público asistente en número
bastante representativo de las diferentes escalas
sociales, se encontraba entre otros el Lolo, a quien
Agnès hacía algún tiempo no había vuelto a ver; la
invitación que con carácter general había realizado Sor
Rosa, hizo que un nutrido grupo de personas con las que
tenía contacto, de toda condición social, se diera cita en
esa ocasión, algo que alegraba el espíritu de Agnès, al
comprobar parte del fruto de su trabajo.
En ello fundamentaba sus argumentos, que más que
testimonios, decía, eran hechos tangibles y
comprobables, como podía verse ante la diversidad de
los asistentes a la Convocatoria.
Nunca esperaba, argumentaba, haber llegado a ver
parte de su trabajo en forma tan evidente, aunque
continuaba, no siempre se tiene la oportunidad de
recoger el fruto de una entrega al trabajo, quedan en el
anonimato muchas frustraciones, desengaños y hasta
traiciones.
En privado, reconocía Agnès, con su interlocutor que
se había evitado dentro de lo posible obviar la parte
negativa que a nadie se le ocultaba existía en toda
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actividad, los fracasos, los silencios, que en la intimidad
se vivían en una soledad frustrante y dolorosa.
La Conferencia, fue todo un éxito en opinión de los
asistentes y el pequeño rifirrafe que surgió durante el
Coloquio, dio pie a disculparse el ponente en liza, al
tiempo que decía que solamente había pretendido
enriquecer la Magistral Ponencia con un poco de picante,
al fin enfatizar de alguna forma los argumentos allí
esgrimidos.
Al final del evento hubo un pequeño ágape, al que se
sumaron conocidos por Agnès y Sor Rosa, que un aparte
con Lolo y compañía, para que se sintieran arropados, se
pusieron al día de las novedades surgidas en la
Asociación del Barrio de Orcasitas.
Lolo, se había convertido en un monitor más y llevaba
a efecto las enseñanzas y atenciones que él había
gozado durante tanto tiempo y se sentía en deuda y por
ello había tomado la decisión de compartirlo con sus
compañeros y ser uno más de los colaboradores del
Centro.
Todo esto produjo un bálsamo en el interior de Agnès,
que pasaba por tenebrosos caminos de dudas e
indecisiones, no solo en su labor profesional sino
también en lo personal, pues no tenía definida su
auténtica vocación y cada vez que tenía ocasión de
contrastar su vida interior con las personas como Sor
Rosa, le entraba una especie de agobio, congoja o na
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sabía muy bien qué, conduciéndola a un estado
depresivo del que no lograba salir.
Tras una decidida reflexión, previa conversación con
Sor Rosa, que por entonces ostentaba el cargo de Madre
Superiora de la Congregación, Agnès buscaba refugio
ante su desesperación moral y le confesaba a su amiga y
confidente, la necesidad de su ayuda en este estado a
que se veía sometida en contra de su voluntad.
Pensaba que esa inquietud que no le dejaba llevar
tranquilidad a su ánimo, estaba siendo motivo de una
toma de conciencia mayor y había llegado a la conclusión
de ingresar por segunda vez en el Convento.
Le confiaba este tipo de inquietudes a su amiga, en la
seguridad de encontrar apoyo como siempre había sido,
Sor Rosa para no desairarla, le decía que semejante
decisión debería ser bien meditada, consensuada y
puesta en la balanza, era mucho a lo que debería
renunciar, un trabajo en el que Agnès se sentía
realizada, la sensación de que sus padres en un tiempo
no muy lejano necesitarían de su apoyo, su débil estado
físico del que se recuperaba con mucha dificultad, una
labor que no había terminado en el Hospital de Toledo y
un sinfín de consideraciones, que Sor Rosa le ponía ante
del paso que pretendía dar, importante y trascendental
en la vida de cualquier persona y más en ella que ya
había tenido una experiencia no del todo positiva.
Pero Agnès, se reafirmaba en su decisión, decía sentir
una fuerte llamada en su interior, era consciente de las
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renuncias que su entrega requería y para no parecer
soberbia le comentaba a Sor Rosa, que lo que menos le
interesaba era su carrera profesional, sino dar sentido
definitivo a sus inquietudes que a veces le resultaba
amargo el camino por el que discurría su vida.
Sor Rosa, vio en ella una firme decisión y además le
venía que ni pintado para sus propósitos, había fundado
en los extrarradios de la Capital, un Colegio para niños
con necesidades de todo tipo y carencias tanto
intelectuales como morales, mediante la permuta con el
Ayuntamiento de un local anexo al Convento, había
logrado una nave industrial semi abandonada en un
descampado y ella con la ayuda de la Congregación
había creado una especie de Hogar para estos niños
desatendidos, necesitaba una Profesora Titulada con
experiencia en este tipo de trabajos y nadie mejor que
Agnès, que se le antojaba era caída del Cielo para esta
empresa. Así pues admitió a Agnès, previa consulta con
el resto de las Hermanas, que estuvieron en total
acuerdo con la decisión de admitirla como Aspirante en
la Comunidad.
Muchas fueron las cartas y llamadas de los residentes
del Hospital de Toledo, para disuadirla de su decisión, de
la necesidad de su presencia, de que les dejaba
“colgados”; pero Agnès inalterable no prestaba oídos a lo
que ella decía, eran lisonjas y no otra cosa, restándole
importancia y escurriendo el bulto en el olvido.
Funcionaba tan bien la nueva Escuela, que las
autoridades quisieron aprovechar, seguramente para
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cubrir lo que ellos denominaban “Atención a las
necesidades de la Periferia”, que se personaron en
dichos locales, apreciando a primera vista una labor libre
y desinteresada por parte de voluntarios y Hermanas de
la Congregación Oblatas del Santísimo Redentor, que
hacían posible esta realidad que contaba con la
admiración del vecindario.
Agnès aprovechaba la ocasión, para hacerle algunas
peticiones que se comprometieron a llevar a término, las
autoridades municipales que entendía era de justicia
atender, en unos días recibieron material escolar,
pupitres, pizarras, y mobiliario que habían sido
sustituidos en Colegios de la Capital.
Sor Rosa, que visitaba con asiduidad la Escuela,
notaba la mano eficaz de Agnès, sus conocimientos a
todas luces habían dado fruto rápido y abundante y
estaba encantada porque así fuera.
Entre las inquietudes de la Madre, bullía en su cabeza
un nuevo Proyecto, esta vez de mayor envergadura, se
había propuesto crear una Residencia para Mayores, esta
vez con la ayuda imprescindible, del Concejo Municipal,
que tenía entre sus prioridades llevar adelante algo
parecido.
Pero Sor Rosa, que contemplaba, como pasaban los
meses y los años sin que se llevara a cabo dicho
Proyecto, les propuso hacerse cargo de esta gestión esta
vez sí, con la colaboración de Agnès imprescindible para
dar carácter oficial al asunto.
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Sin embargo las inquietudes de Agnès iban por otros
derroteros, en su etapa de formación como Aspirante
Religiosa, se había despertado en ella una Vocación
Misionera que le quemaba en su interior, estaba
dispuesta en vacaciones a probar esta nueva experiencia
y con el consenso de Sor Rosa, dio con su pequeña y
frágil figura en una Misión de África, dejando aparcados
todos los proyectos que tenía la Congregación sobre su
persona.
Era una etapa en la que Agnès, después de un periodo
corto de adaptación, se disponía a dar el resto de sí
misma, eran tantas las necesidades de todo tipo, que
empezar por cualquiera de ellas le daba pie para
concatenar una serie de situaciones que no conocían ni
horas ni días para su ejecución, su entrega fue total y
también motivo de una recaída que de no cogerla a
tiempo hubiera dado al traste con su frágil salud
personal.
De nuevo, el planteamiento de su vida tanto
vocacional como personal, dejaba a Agnès sumida en
una profunda tristeza.
La Superiora responsable de la Misión, comunicó a Sor
Rosa el estado en que se encontraba Agnès, poco
preocupante por el momento pero que lejos de ser
colaboradora, cuál era su inequívoca intención, suponía
tener que dedicarle una atención de la que no disponía.
Sin embargo, la verdadera noticia para Agnès distaba
muy poco de lo le que estaba sucediéndole
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personalmente, algo que le helaría la sangre y que
telefónicamente Sor Rosa quiso manifestarle
personalmente.
Sus padres habían tenido un grave accidente de
circulación y se debatían entre la vida y la muerte en un
Hospital de Navarra, la gravedad de los hechos hicieron
que estuviera todo preparado para su vuelta, viajes,
alojamientos todo previsto y Agnès se presentaba lo más
rápidamente que le fue posible en Pamplona.
Debido a la gravedad del estado de sus padres, los
médicos no pudieron hacer nada para salvar sus vidas,
fueron inútiles todos los medios que pusieron en sus
manos sin lograr su propósito que al fin, también su
avanzada edad tuvo mucho que ver en el desenlace
fatal.
Sor Rosa, quiso acompañar en estos difíciles
momentos a Agnès, que para nada denotaba el inmenso
dolor que le embargaba y trataba de recibir a todo sus
deudos con una sonrisa que acusaba sorpresa en quien
tenían la oficialidad de hacer presente su pésame.
Miembros de Embajadas, antiguos amigos de la
familia, servidumbre pasada y presente, afines, todos se
dieron cita para dar un respetuoso adiós a los padres de
Agnès.
Fueron momentos para Agnès de una importancia y
trascendencia, que animaban más si cabe su vocación,
estaba dispuesta a llevar hasta sus últimas
consecuencias el camino emprendido en el Aspirantado y
110
que pasado algún tiempo apuntaba a hacerse realidad
mediante la Profesión Perpetua de sus Votos.
Agnès, repuesta de este duro golpe, vuelve a realizar
Ejercicios Espirituales, necesitaba sosiego tanto de alma
como de cuerpo y nada mejor que formar parte de un
grupo de Religiosas de su Congregación que se disponían
a ello en el Monasterio de Santo Domingo de Silos.
Fueron unos días de calma “chicha” para ella, que decía
en tono jocoso, que en su ánimo estaba rezar todos los
días; pero que las iglesias de su entorno siempre
estaban cerradas, queriendo manifestar que para nada
había abandonado sus prácticas religiosas, a pesar de la
actividad intensa que le obligaba a priorizar su tiempo.
A la vuelta de sus Ejercicios Espirituales, esta vez con
el convencimiento absoluto por parte de Agnès que había
discernido intensamente sobre su vocación, con una
alegría inusitada, dejando atrás los percances que toda
vida conlleva, se disponía de nuevo a la Obediencia de la
Comunidad y aceptar aquello que le fuera demandado.
Había grabado a fuego en su alma aquellas palabras
de Platón:
“Ante todo es necesario cuidar del alma si se quiere que
la cabeza y el resto del cuerpo funcionen
correctamente”.
Se había prometido así misma, llevar hasta las últimas
consecuencias aquellos propósitos que durante los días
de reflexión y abandono de todo lo que no fuera su
entrega a Dios, respirar Evangelio y se había
111
programado para ello; atrás quedarían sus escarceos con
los ambientes marginados, sus actividades en el Hospital
toledano, y también, como no, el profundo dolor de la
muerte accidentada de sus padres, todo lo ofrecía en
mor de avanzar definitivamente en su Vocación, eran
escollos que templaban su alma como el oro en el crisol
y esperaba salir reforzada en sus convicciones de todas
estas vicisitudes.
Ahora sí, estaba preparada para ese salto en el vacío,
tantas veces deseado…
Para confirmar, su situación de heredera universal de
sus padres, recibió una cita en una notaría de Pamplona,
allí hubo de desplazarse en compañía, esta vez también,
de la Madre Superiora Sor Rosa, su próxima profesión
como religiosa, exigía ser obediente, casta y pobre y
esta nueva circunstancia se interponía como una muralla
entre sus votos y su importante herencia, ante lo cual,
aconsejada por su Superiora y también con el consenso
del Padre Antunez, presente en los trágicos momentos
por los que travesaba Agnès, además de ejercer como
oficiante en los actos fúnebres de sus padres, firmaba su
renuncia personal en favor de la Congregación.
Sin embargo Sor Rosa, le aconsejaba dejara una
cantidad suficiente en una cuenta aparte, por si un día,
Dios no lo quisiera, poder disponer de ello caso de
abandonar la Institución Religiosa y así volver a retomar
su vida, así se llevó a efecto y mediante una cláusula
que el Notario advertía, se dejaba la enajenación
voluntaria de todos sus bienes a favor de la
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Congregación, salvo una parte previamente
consensuada, en una cuenta a nombre de Doña Agnès
Laforet García, que a partir de este momento sería:
Hermana Sor Inés, Oblata del Santísimo Redentor,
Congregación a la que próximamente pertenecería Agnès
y tomaría este nuevo nombre, al efectuar sus votos
como miembro de la Comunidad.
Quedaba así constancia notarial, de la aceptación no
solo de sus bienes materiales, que eran considerables,
también de su nuevo estado, aceptada por la Superiora y
Comunidad a la que formaría parte en fechas
inmediatas.
Sor Inés, debería estudiar con celeridad, las
Constituciones de su Congregación de la que formaría
parte por derecho propio, porque en un plazo de dos
meses se produciría su Toma de Hábitos, al haber
pasado por el periodo de Aspirante, un tanto
accidentado, su estancia en los barrios marginales, le
habían curtido lo suficiente para enfrentarse ya como
Consagrada al trabajo que le fuera asignado.
Sor Rosa, le facilitaba esta labor, apuntándole las
líneas maestras de la Congregación a la que dedicaría el
resto de sus días, si Dios así lo quería.
Para ello, como una especie de Vademécum le
apuntaba un documento que era esencial para entender
el objeto de su Vocación, por otra parte suficientemente
demostrada por parte de Sor Inés.
113
En el documento que aportaba la Madre Superiora se
condensaba la filosofía de la Congregación y era materia
suficiente para que la Aspirante diera el salto definitivo.
El Documento decía así:
“Nuestro nombre: Hermanas Oblatas del Santísimo
Redentor, expresa y sintetiza la espiritualidad y el
carisma de la Congregación. Nos recuerda que nuestra
oblación = entrega debe ser total y hasta las últimas
consecuencias.
Somos mujeres especialmente sensibles al dolor de
otras mujeres. Nos sentimos llamadas, convocadas y
enviadas a compartir la BUENA NOTICIA con las mujeres
que se encuentran en situación de PROSTITUCIÓN y son
víctimas de la trata.
Mujeres del Pueblo de Dios, vivimos en comunidad el
seguimiento de Jesús Redentor que se encarna en la
realidad histórica, se enfrenta al poder excluyente y
permanece fiel hasta el "sin sentido" de la cruz en su
OPCIÓN por las personas más débiles.
Vivimos la certeza de que el sufrimiento, el conflicto y
la injusticia que palpamos en el vivir cotidiano, no tienen
la última palabra. El Carisma recibido nos da la fuerza
para permanecer en medio de estas situaciones y seguir
apostando por la vida.
La misericordia, la solidaridad, la alegría, la gratuidad,
son rasgos de nuestro ser Oblata que nos capacitan para
114
hacer, con las mujeres, un camino en
igualdad.”(Extracto del Ideario de la Congregación).
Sor Inés, había dado el por fin el “Salto en el Vacío”
que su vida había perseguido desde siempre, y ahora ya
después de un profundo discernimiento, había llegado a
la conclusión que dedicar su vida, sus conocimientos
profesionales e intelectuales, por entero a la causa
principal de la Congregación, llevar además de consuelo
material, sobre todo espiritual, a mujeres hundidas en el
lodo de la droga y la prostitución, era su objetivo más
inmediato, a ello estaba dispuesta y sus escarceos ya
habían dado resultados satisfactorios en este terreno.
Parecía, que la salud de Sor Inés se restablecía a
medida que avanzaba su convencimiento por la causa,
ella que era una profesional en el campo de la Psicología
sabía que las enfermedades físicas muchas veces
también son producto de las dudas existenciales del
espíritu que las personas padecen y que curadas éstas,
la salud se restablece por así decirlo milagrosamente.
Con ese buen talante, se enfrentaba al Reto de su
vida, profesaba como Hermana Oblata del Santísimo
Redentor una luminosa mañana en las instalaciones del
Convento.
Ese día fue muy especial para Sor Inés, rodeada de
sus hermanas de la congregación, La Madre Superiora su
Preceptora, con una alegría desbordante en su rostro, el
Padre Antunez presente en lo bueno y en lo menos
bueno, varias chicas que Inés había tratado con mucho
115
cariño al principio de su Misión, el Lolo, y la ausencia de
sus padres también presente en el acto.
Daban como resultado, la incorporación, de una nueva
Hermana a la Congregación.
Hubo una gran fiesta ese día y Sor Inés, consagrada
ya como religiosa comprometida mediante sus Votos, se
dirigía a la Capilla para dar gracias a Dios, por haber sido
especialmente elegida, y pedir fuerzas para llevar
adelante su misión.
116
CAPÍTULO VIII
Todo parecía haber llegado al ideal deseado, tanto por
parte de Sor Inés como de la Superiora de la
Congregación, una nueva Hermana, una colaboradora
excepcional para la Obra, aunque la pérdida que se
producía en el Hospital de Toledo era difícilmente
sustituible.
Los estudios para terminar el Doctorado, de la ahora
Sor Inés ya estaban a punto para presentarse a su
obtención, un nuevo título de la categoría de un
Doctorado en Psicología era de una importancia vital
para enriquecer el Cuadro Académico de la
Congregación, así se presentó Sor Inés, que consiguió
doctorarse “Cum Laude”; la importancia de su Tesis,
servía como itinerario a seguir, por el resto de las
Hermanas para el desarrollo de su labor Pastoral, en
círculos y ambientes tan perniciosos y viciados como los
que habitualmente eran el campo de su trabajo.
Ahora se presentaba antes Sor Inés una época dulce,
después de haber pasado por todo un infierno de
situaciones, se dinamizaba su vida interior y se
117
consideraba una más entre sus Hermanas de
Congregación, su Vocación definida por fin, le daba una
paz interior hasta entonces buscada ansiosamente y
coronada con su Profesión Perpetua.
La Residencia de Ancianos proyectada por La Madre
Superiora, ahora reforzada no solamente
económicamente con la ayuda de Sor Inés al legar su
herencia para la causa, sino sobre todo por la
inestimable ayuda personal en la cuestión
administrativa, adquiría un nuevo impulso con su
incorporación.
Una noticia de última hora, llegaba al Convento,
además de felicitar a Sor Inés, nueva Hermana de la
Congregación, junto a ella venía una nota muy especial
de La Madre Superiora General, en ella se cursaba orden
a la Madre Superiora, para que la Hermana Sor Inés se
presentara en el XXº Capítulo General que se celebraría
en Bogotá (Colombia), con esta orden llegaba también la
de su nombramiento, como Miembro del Consejo.
Tan de sorpresa fue esta noticia para la Madre
Superiora como para Sor Inés, que de nuevo veía
torcerse sus designios viendo que sus planes no eran los
mismos que los de la Superiora General de la
Congregación.
La obediencia se abrió paso y Sor Inés hizo su
equipaje, y esta vez con habito talar iniciaba su viaje
rumbo a lo desconocido, y despedida en aeropuerto por
118
la Madre Sor Rosa y una Hermana que conducía el
vehículo para el traslado desde el Convento.
Un nuevo revulsivo, trastocaba los planes de Sor Inés
y una vez más se enfrentaba a lo desconocido, su última
incursión en este sentido cuando iniciaba su trabajo en
África, se vio frustrado por su enfermedad y sobre todo
por el fallecimiento inesperado de sus padres.
Durante el largo viaje, además de rezar Las Horas,
como era preceptivo, tuvo tiempo para hacerse
preguntas así misma, como:
¿Qué buena Nueva le traería esta llamada de la Madre
General…?
¿Cómo siendo tan recién estrenada Hermana de la
Congregación, se la requería, sin saber para qué…?
Y otras tantas que se agolpaban en su mente, pues no
entendía muy bien qué se pretendía de su persona, al fin
y al cabo sin experiencia de vida monacal, recién
estrenada en el oficio como quien dice y habiendo otras
Hermanas muchísimo mejor preparadas que ella para
cualquier labor para tratar el principal asunto del
Capítulo, que era nada menos que como constaba en los
programas de su presentación:
Seguimiento del Proceso de Unificación de
Provincias.
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El Capítulo general, se había iniciado hacía un año y en
el que se iban a tomar decisiones de importancia para el
resto de los Centros de todo el mundo.
En el aeropuerto le esperaban dos Hermanas de la
Congregación que prestaban su labor en el Consejo, fue
recibida con el alborozo esperado y que sorprendía a Sor
Inés, cómo sin apenas conocerla más que de oídas, le
trataban como si hubieran convivido toda la vida, era
uno de los carismas de la Congregación, le hermandad
manifiesta de todas las Hermanas, como miembros de la
misma familia.
Se enfrentaba Sor Inés a una nueva experiencia que
nunca había sospechado llegara a producirse en su
persona, nada menos que formar parte del Consejo de la
Congregación a la que toda su vida había perseguido
pertenecer, ahora debería poner en función toda su
capacidad y dar aquello que se esperaba de ella.
A su llegada, se daba cuenta de las expectativa que
había despertado su presencia, de inmediato la
acompañaron hasta las que serían sus nuevas
dependencias mientras la celebración del Capítulo.
Acto seguido, se personaba en el despacho de la
Madre General, con un interrogante en su mente, la
conocía por fotografías y revistas de la Orden; pero
personalmente había soñado en más de una ocasión
poder tocarla y ahora se presentaba la ocasión de recibir
un abrazo de la mismísima Madre a la que ella admiraba
por infinidad de razones; pero sobre todo por la
120
capacidad de llevar adelante una Obra que contaba con
un sinfín de Casas y un considerable número de
Hermanas de Congregación en todo el mundo.
Nada más hacer acto de presencia ante la Superiora
General, ésta se levantó de la mesa de despacho llena
de documentos, libros e imágenes conmemorativas de
diferentes ocasiones históricas de la Congregación,
cuando se encontraba frente a Sor Inés que iniciaba una
genuflexión reconociendo su superioridad, la Madre no
consintió impidiéndole llevarlo a efecto, dándole un
abrazo de bienvenida y manifestando la alegría de poder
conocerla personalmente.
Se sumieron en una animada charla, apenas
interrumpida porque la Madre General había advertido
de no ser interceptada salvo gravedad manifiesta.
Después de una larguísima conversación, a Sor Inés le
quedaba diáfanamente claro, para qué había sido
llamada a Capítulo, en el mejor sentido del término,
nada más terminar las sesiones del mismo, que se
presentían largas y complejas, una de las
determinaciones de la Madre General, con el consenso
de los miembros del Capítulo, era enviar de nuevo a Sor
Inés a la Presencia que tenía la Congregación en África,
en Gabón, primero porque Sor Inés dominaba
perfectamente el francés, idioma más extendido en el
país y esta vez era enviada no voluntariamente elegido
por ella ; sino como un mandato específico de la Madre
General.
121
Esta determinación, estaba propiciada por los últimos
informes recibidos y las muchas dificultades por las que
estaba atravesando dicha Presencia, confiaba este
trabajo y dejaba en sus manos la renovación y
vigorización de dicha Institución, dado que sus
referencias en el buen hacer avalaban suficientemente a
Sor Inés para llevar a buen fin esta labor.
La obediencia hizo el resto y Sor Inés abordaba esta
nueva tarea, agradeciendo a la Madre, la confianza
depositada en ella, pondría todos sus conocimientos
tanto intelectuales como espirituales en conseguir el
objetivo.
Por fin había vuelto a encontrar su Galilea…
Encontraba una Misión, en la que todo se
encontraba manga por hombro, el relajo de las prácticas
espirituales de las Hermanas, muchas de ellas nativas,
había llegado a un estado de negligencia debido al
mucho trabajo de la Misión, atendiendo enfermos, niños,
un Cotolengo que ocupaba todas las horas del día y de
las noches y no quedaba apenas tiempo para la oración.
Además los últimos hechos acaecidos en la región del
Genocidio perpetrado por enfrentamientos tribales, con
un millón de muertos, había minado también la
convivencia de la Comunidad Religiosa. Así pues se
enfrentaba a un panorama desolador y hacía falta mucho
trabajo y sobre todo mucha oración para conseguir
enderezar tanto torcido.
122
Para no agobiar a las Hermanas de la Comunidad, fue
estableciendo paulatinamente un programa de
renovación, atendiendo como principal parte del mismo,
dar prioridad absoluta a la Oración, en ella decía
subrayándolo la Madre Superiora Sor Inés, estaba la
fuerza que haría prosperar las demás funciones del
trabajo diario, para ello establecía turnos de guardia en
el cuidado y atención a los enfermos, con la finalidad de
que ninguna Hermana pudiera quedarse sin la Oración
previa a sus trabajos.
También hubo de marcar pautas en el manejo de la
precaria economía, en el gasto de la adquisición de
alimentos tanto para la Comunidad como para los
centros dependientes de ellas. Hubo de prescindir de
algunas de las Hermanas, que denotaban abiertamente
que su estancia en la Congregación, era principalmente
tener asegurado un lugar donde comer y dormir, a
cambio prestaban sus servicios, pero no por vocación
desinteresada sino como medio de vida, todo ello agravó
aún más su presencia en el Convento, no siempre se
entendía por parte de las Hermanas, las determinantes
líneas de acción que había puesto en marcha la nueva
Madre Superiora, lo que dificultaba la convivencia entre
la Comunidad, pues unas eran partidarias de este tipo de
reformas, que veían necesaria y otras por el contrario
decían ver descabezada su acción de muchos años.
Al final, se imponía el voto de obediencia y todo
parecía empezar a marchar al menos como pretendía la
Madre Superiora.
123
El habilitado, a manera de Secretario del Cónsul de
España en Gabón, había recibido un comunicado de
parte de Sor Inés (Superiora del Cotolengo), para poder
entrevistarse con él, pero éste sabedor de que algo le
iba a pedir, dilataba en el tiempo esa entrevista; aunque
la insistencia de Sor Inés, al final dio frutos y no tuvo
más remedio que recibirla en audiencia eso sí con un
tiempo limitado, debido a la mucha demanda de asuntos
que argumentaba el titular.
Escuchadas las demandas, que como bien sospechaba
se trataba de pedir ayuda, este prometió hacerlas
efectivas, enviándoles a sus instalaciones todo aquello
que les fuera posible de una larga lista que la Madre le
había solicitado, no le ponía fecha de entrega, lo que
significaba en realidad que posiblemente esta ayuda
nunca llegaría.
Todo el trabajo que se acumulaba, la ya consabida
debilidad física de la Madre, las inquietudes y escrúpulos
de conciencia por determinaciones que tomaba
constantemente volvieron a sumir en una depresión a
Sor Inés, que parecía estar destinada a salir de una
situación delicada y entrar en otra peor, ella decía, salir
de Málaga y entrar en Malagón.
El contacto de un Sacerdote que en muy dilatadas
ocasiones en el tiempo, hacía acto de presencia en el
Convento, para asistir espiritualmente a las Hermanas,
tocaba en los momentos en que más falta le hacía a Sor
124
Inés, que veía tambalearse su vocación por el agobio de
los hechos.
Lo primero que apreciaba el Sacerdote a la llegada al
Convento, era un cambio en la estructura del mismo,
observaba cambios relevantes hasta en las dependencias
del mismo, la Madre había querido romper la monotonía
y había cambiado las instalaciones que siendo las
mismas parecían nuevas; pero donde más cambios
observaba el Sacerdote una vez entrado en materia era
en la espiritualidad de las Hermanas, una actitud hasta
entonces desconocida.
La misma Madre Superiora, demandaba también
auxilio ante el Sacerdote, le confesaba sus
remordimientos de conciencia, su debilidad vocacional y
encontraba alivio y fuerzas para continuar la labor
gracias a los consejos del Sacerdote, que animaba su
trabajo y le manifestaba los cambios positivos que había
encontrado en esta nueva cara que presentaba el
Convento, le decía que tratara de vivir lo positivo del
lugar, aunque confesaba que tal vez lo que peor llevaría
sería el sofocante calor que siempre acompañaba el
lugar en algunas estaciones del año, sin embargo decía
esto era compensado con la belleza sin igual del paisaje,
de sus montañas, ríos y su flora y fauna, que ella
seguramente todavía tenía por descubrir.
En efecto Sor Inés recordaba nostálgicamente, en sus
años de Universidad, el estreno de la película Memorias
de África, y aunque la realidad que estaba viviendo era
125
bien distinta, no por eso dejaba caer en saco roto la
belleza incomparable de sus puestas de sol, por algo se
había dado en llamar a estos lugares: “Tierra de las mil
colinas”. También sus gentes de carácter abierto, sincero,
la mirada limpia de los niños, el trato distinguido de que
eran objeto sus Hermanas y ella misma por parte de los
profesionales que colaboraban tanto en el Cotolengo
como en las Escuelas que dirigía la Congregación.
Un grupo de Cooperantes, como caídos del Cielo, hizo
aparición en el Convento, eran voluntarios universitarios,
que en sus vacaciones de verano dedicaban su tiempo
para llevar a cabo la voluntad de hacer algo por los
demás, vivir intensamente otras costumbres, recibir más
que dar por parte de los habitantes del lugar, darse
cuenta en muchos casos de haber perdido valores
apenas apreciados en la sociedad moderna y algunos
también por el exotismo de un país africano cargado de
terribles historias de guerras sangrientas. Iban
dispuestos a ofrecerse en cuerpo y alma a cuanto les
fuera demandado, y a la Madre le venía como una
bocanada de aire que le oxigenaba su maltrecho espíritu
por los avatares sufridos.
Se organizaron por parejas, para atender, el Colegio,
las Instalaciones del Cotolengo, y algunas necesidades
del propio Convento como era la reparación de alguna
ventana que no cerraba bien, una persiana que no
funcionaba, un grifo que goteaba, una lámpara que
estaba fundida y asuntos de menor calado , volvían
contentos de su labor realizada, se juntaban con la
126
Comunidad para los rezos diarios y algunas veces
cuando les era posible, compartían la comida que tocaba
ese día, con las Hermanas, prestándose a servirles y de
esa forma propiciar un descanso merecido a las mismas.
Éste tiempo pasado con las Hermanas, hicieron más
llevadera la tarea también a Sor Inés, que dialogaba con
ellos, siempre que le era posible, y en el porche del
Convento organizaban tertulias que acompañadas con
los sones de las guitarras le hacían soñar en sus tiempos
de Aspirantado, que tan lejos quedaban ahora.
Pero lo que realmente le recomía a Sor Inés su
interior, le confesaba a una chica Cooperante, era ver y
vivir diariamente la necesidad de actuar en un campo
que a ella le era familiar. Se trataba de la manipulación
sin escrúpulos de los niños y jóvenes, sobre todo del
sexo femenino, la inducción y captación por parte de
mafias y proxenetas para introducirlas en redes de
prostitución, la tan cacareada Trata de personas, a la
que el Gobierno hacía oídos sordos y nadie se
comprometía a intervenir, una veces por miedo y la
mayor parte de las veces por intereses económicos y
participación en los pingües beneficios que aportaba esta
lacra social.
En éste sentido, se lamentaba la Madre, no haber sido
bien atendida por las autoridades locales, tampoco por
Instancias Superiores y tan siquiera por las Autoridades
Eclesiásticas a quienes había incordiado más de una
ocasión reclamando atención en éste terreno y que
127
trataba de disculpar diciendo que tenían tantos frentes
abiertos, que no sabían dónde atender.
Todas estas confidencias y otras muchas obraban en
Sor Inés una medicina balsámica, que en esos
momentos era lo que necesitaba, apreciaba la labor y
entrega de aquellos jóvenes, que renunciaban a sus
merecidas vacaciones, al placer de las playas, viajes de
relajo, fiestas, etc., para dar un poco de lo mejor de sí
mismos y vivir algo que les quedaba tan lejano, pero que
les enriquecía espiritualmente, haciendo en muchos
casos surgir una vocación dormida en el subconsciente
de alguno de ellos.
Tan ello era así, que una chica de unos veintidós años,
llamada Tania, le sugería a la Madre, si era posible
quedarse un tiempo más para tratar de ver si su
Vocación era continuar por ese camino.
Sor Inés, ducha en la materia, le ponía las cosas en
claro.
Una cosa era dedicar una parte de sus días, sin ánimo
de continuidad y algo bien distinto dedicarse de por vida
a la causa, el romanticismo que se desprendía de un
tiempo dedicado a una noble causa, como era la de
Cooperar en África, quedaba muy bien entre las
amistades que poco menos lo consideraban un acto
heroico, lejos de minimizar el dato la Madre quería hacer
ver que un paso semejante no se daba de la noche a la
mañana, que había un tiempo de reflexión y
discernimiento vocacional llamado Aspirantado, que una
128
vez superada la prueba de adaptación y con la
aprobación de la Madre Preceptora del Aspirantado, se
pasaba a la fase del Prenoviciado, después al Noviciado y
una vez probada una manifiesta Vocación, a Profesar
como Religiosa.
Era un itinerario, continuaba la Madres, que se
presentaba arduo, difícil y duro, eran muchas las
renuncias, como también el trabajo y había que
templarse en las vicisitudes de la vida ordinaria para
salir a flote en una vocación que nunca se manifestaba
clara y determinante, era una carrera contrarreloj, como
presentarse a exámenes permanentemente, y le
aconsejaba, lejos de desanimarla, que consultara con
algún Director Espiritual y el tiempo haría el resto.
129
130
CAPÍTULO IX
Las inquietudes de Tania, despertaban un inusitado
interés en Sor Inés, que comprobaba en aquella joven
sus vivencias pasadas y quería sin defraudarla, poner las
cosas en su sitio, primero para ahorrarle el infierno por
el que ella había tenido que pasar y que a estas alturas
ya podía tener la suficiente materia de juicio como para
poder permitirse aconsejar a la joven en esta materia.
Le había caído bien, además apreciaba en ella una
preparación poco corriente en chicas tan jóvenes y se
disponía a echarle un capote en el discernimiento de su
incipiente Vocación. Le proponía quedarse en el
Convento una temporada, si bien eso no significaba en
modo alguno que fuera admitida en la Comunidad como
una Hermana más, allí podría más de cerca vivir lo que
significa querer ser una de ellas, se sometería en todo
con una obediencia sin límites, una pobreza llegado el
caso con el desprendimiento de sus enseres y una
castidad probada y sostenida por la constante Oración
comunitaria y meditación personal.
Advertida Tania de todo esto, aceptaba y estaba
dispuesta a llevar a cabo esta nueva etapa de probación
que reforzaría su Vocación o en el peor de los casos
haría desistir de su empeño. Si pasada esta prueba y
resultara favorable, Sor Inés se encargaría
personalmente de avalar su ingreso en el Aspirantado.
Animada Tania con estas conversaciones, analizada su
inquietud en profundidad, habiéndolo comentado con sus
131
compañeros a quienes le parecía una idea maravillosa
para llevar a cabo y animándola a seguir adelante, Sor
Inés empezaba a trazar planes para ella.
Contaba con una nueva ayuda en sus planes que
ahora se podían hacer realidad, Tania era una persona
intelectualmente muy preparada, de condición humilde,
servicial, obediente y dispuesta a arrostrar cuantos
encargos se depositaran en su persona, por ello la Madre
había dispuesto que las ayudas que estaban en camino
de la Cooperación Internacional, fueran destinadas a lo
que había sido su sueño hasta entonces irrealizable,
primero por falta de medios materiales y más importante
por falta de recursos humanos, ahora iba a disponer de
ambos y le exponía a Tania, cual eran sus actividades
inmediatas para llevar a cabo este nuevo proyecto.
Los recursos que estaban en camino eran de
importancia, sobre todo para aquel lugar donde el nivel
de vida era muy inferior al europeo, eran recursos
suficientes para crear lo que Sor Inés se había
propuesto, una Casa de Acogida de Mujeres, CAM, era
consciente de la importancia de esta Casa y también de
la lucha que se desencadenaría, al recuperar chicas de la
calle, prostituidas por apenas el alimento escaso de cada
día, suficiente en muchos casos para caer en estas redes
manejadas por Mafias muy potentes del país.
Estas mujeres, sin recursos, sin educación, algunas
con hijos otras con familias enfermas, se veían abocadas
a participar en estas redes a veces por unas pocas
132
monedas y las más para cubrir las necesidades mínimas
de sus familias, era muy difícil sacarles de esos
ambientes, salvo que se les ofreciera una solución a su
situación, en este sentido quería Sor Inés crear una Casa
donde proporcionarles una atención a su precariedad,
donde tendrían asegurado un lugar para vivir, alimento e
instrucción en una actividad que les permitiera subsistir.
Ahí entraba el papel de Tania, con la supervisión de la
Madre, se haría cargo de la marcha de la Casa, sería
responsable de las actividades creadas al efecto,
colaboraría en erradicar todo signo negativo que pudiera
entorpecer la rehabilitación de las mujeres y procuraría
crear un clima de familia que en definitiva era el objetivo
por el que se creaba esta CAM.
El reto se presentaba ante Tania con todos los factores
para lograr un fracaso estrepitoso y que darían al traste
con su Vocación; pero su tesón le decía que a pesar de
todo tenía y quería intentarlo, no empezar vencida y
tampoco con el optimismo de una colegiala, a ello
dedicaría todos sus conocimientos y sobre todo toda su
voluntad para llevar adelante la propuesta de la Madre,
que además estaría presente en el desarrollo de algo que
para ella significaba tanto.
Comenzaron la obras, en un solar cedido por el
Consulado de forma gratuita y por tiempo indefinido, es
decir en propiedad de la Congregación. Hubo que
realizar Escrituras, obtener el permiso y aquiescencia de
la Madre General de la Congregación a quien implicaba
133
indirectamente Sor Inés en el proyecto y con los fondos
recibidos de la Cooperación Internacional más el apoyo
también económico de su Congregación, se comenzaba
a hacer realidad lo que para Sor Inés en aquel momento
era prioritario.
En tanto, Tania se estaba formando dentro de la
Congregación y empapándose del espíritu de entrega
que contagiaban sus Hermanas de Comunidad, hasta el
punto que podía asegurase era una más entre ellas. Le
habían encomendado trabajos que lejos de su
preparación académica, sin embargo estaban templando
su carácter y como decía Santa Teresa, Dios también
está entre los pucheros, ahora le tocaba preparar las
comidas de la Comunidad, en otras ocasiones labores de
limpieza, costura y actividades de mantenimiento
comunitario, que Sor Inés había programado para ella
con intención de que se fuera haciendo una idea de su
futuro trabajo en la nueva Institución de la que sería
responsable.
Tania ya se había formado una idea de cuál sería la
labor de su futuro, no se arredraba pero sí temía
defraudar a la Madre, que había depositado en ella la
responsabilidad del funcionamiento de la Casa; aunque
también se embarcaba en un campo para ella totalmente
desconocido, cual era lo más importante, el material
humano con el que tendría que trabajar.
Para ello, había preparado la Madre una estrategia,
que consistía en visitar los ambientes que eran el caldo
134
de cultivo para la captación de las chicas, a Tania no le
asustaba el tema, ella extranjera, dominando el idioma
oficial, de buena presencia, con las ideas preconcebidas
y muy claras de cuál era su objetivo, se enfrentaría a un
reto que podía acabar derribando todos sus proyectos
junto con los de la Madre.
Pero la Superiora, no iba a mandar a este corderito
frente a una manada de lobos, había conseguido
mediante sus contactos con la Misión que atendían los
Sacerdotes que animaban la vida espiritual del
Convento, una colaboración que en este sentido era
imprescindible.
Tenía previsto, que fuera acompañada, animada,
defendida por uno de los Sacerdotes que
voluntariamente se prestaba a colaborar en misión tan
importante como era tratar de rescatar a chicas de la red
en que estaban inmersas y eso no era tarea fácil y
menos para una chica extranjera, hacía falta mano
izquierda en el asunto, no aparecer como salvadores
aunque ese fuera su objetivo, pasar lo más
desapercibidos posible, contar con la amistad de algún
confidente de fiar y mil asuntos de parecido calado.
Para ello nadie mejor que el Padre Ignacio, miembro
con experiencia misionera en África, llevaba 15 años
trabajando en la Misión de San Carlos regentada por los
Padres Claretianos, había pasado por diferentes países,
con cargos de responsabilidad hartamente contrastado y
que a petición de Sor Inés ante el programa que le
135
presentaba, había visto la necesidad de prestarse para
tan alto objetivo y con la autorización expresa de sus
Superiores, al fin y al cabo todo quedaba en la familia,
que abarcaba campos tan diferentes aunque éste
representaba una novedad.
Trazaron un plan, bien consensuado tanto con Sor
Inés como con el Director de la Misión de San Carlos en
la que ara su segundo el Padre Ignacio. Se calculaba el
riesgo que supondría, introducirse en ambientes
desconocidos donde las mafias ejercían sus trabajos sin
tener en cuenta más que los beneficios que les
acarreaban las actividades controladas por ellos;
compuesto por individuos que si para conseguir sus
objetivos tenían que delinquir eso no era ningún
problema, si hacía falta comprar algún miembro del
gobierno de turno, cambiante constantemente, tampoco
resultaba difícil obrar un soborno. Incluso si había que
eliminar cualquier obstáculo del tamaño que fuera no
había inconveniente en llevarlo a cabo, había elementos
excarcelados con experiencia en delinquir, maestros de
todo tipo de trapicheos, trata de blancas, y un sinfín de
delitos que dejaban pequeño cualquier código ético o de
conducta y casi siempre sus delitos quedaban impunes
por la naturaleza de quienes avalaban y dirigían estas
mafias perfectamente organizas y dirigidas por capos de
categoría internacional
Era mucho a lo que se exponían ambos, Tania y el
Padre Ignacio, como para no estudiar bien, cómo,
cuándo, dónde y porqué empezar su actividad sin
136
levantar sospechas, para ello urdieron un plan que por
su propia naturaleza se presumía daría resultados
positivos; pero había que andar con pies de plomo para
no resultar infantil y que se descubriera su verdadero
propósito: El Rescate sin paliativos de las chicas
esclavizadas en locales de alterne y prostitución.
Decía Tania que esta asignatura no había formado
parte de sus estudios universitarios, que conocía los
ambientes nocturnos de manera muy somera, en los que
se reunían los estudiantes de la Universidad los fines de
semana, el botellón, etc.; pero nada comparado con lo
que se le venía encima, sin embargo el Padre Ignacio,
había tenido ocasión de ampliar sus conocimientos en
esta materia, por los estudios que llevaba a cabo su
Congregación, por miembros rescatados para la causa
que ahora formaban parte importante en la formación de
sus Novicios, gente avezada y que se habían convertido
después de una vida de violencias, en consejeros de los
jóvenes que se formaban en diferentes etapas en el
Convento, a uno de ellos, a Obiang, recurría el Padre
Ignacio, para ser puesto en antecedentes de lo que le
esperaba por delante y también para ser acompañado en
tarea tan peligrosa como la pretendía iniciar.
Sin embargo la tarea de Tania, no se presentaba tan
halagüeña, aunque su condición femenina le abriría no
obstante con más facilidad las puertas de esos antros a
los que pretendían llegar, ella tenía que saltar sin red,
solamente contaba con la ayuda de Dios, que no era
poco, su buena voluntad y muy advertida de los peligros
137
a que se enfrentaba, daría cuenta a la Madre todos los
días tanto de sus éxitos como de sus fracasos y ella
calibraría si los peligros a que se exponía compensaban
los éxitos obtenidos y le advertía muy seriamente que su
actividad quedaría anulada cuando ella lo considerase
necesario.
Con estas premisas, pidiendo la ayuda de los cielos,
las Comunidades tanto de Tania como de Ignacio
haciendo oración por el proyecto, sintiéndose más que
nunca arropados por estas comunidades, se lanzaban al
vacío, con el convencimiento de salir airosos de esta
guerra que iniciaban sin apenas armas y con el solo
animo que les infundía llevar a buen puerto esta noble
causa.
Ignacio, como buen vasco, no se arredraba ante
ninguna situación y menos habiendo sido estudiada de
antemano, con todo detalle y ayudado por Obiang, que
le acompañaría en estos escarceos.
No se podía decir lo mismo de Tania, que comenzaba
su presencia en un Club de Alterne, se suponía de alto
standing, ella no llamaría la atención ni levantaría
sospechas pues su educación europea, su porte elegante
y el de sus atuendos para nada desentonaban de las
personas que allí se daban cita todos los días.
Una tarde noche, habiéndose encomendado a las
Alturas, comenzaba un nuevo capítulo en la vida de
Tania, podía asegurarse parecer haber vivido en ese
ambiente toda su vida, se acercó al mostrador, pidió una
138
consumición light, encendió un cigarrillo, algo que había
aparcado por voluntad propia, y con total naturalidad
denotando seguridad, en principio pasó desapercibida,
hasta que un joven de buen porte, correctamente
vestido se acercó a ella…
El sitio, parecía tranquilo, la leve música, la tenue luz
del local, todo daba a entender que se trataba de un
lujoso local donde la clase alta de la sociedad se
encontraba en un ambiente propicio para el dialogo y el
intercambio amistoso, el lugar perfecto para el
encuentro.
Ahora comenzaba el trabajo de Tania, que sin
demostrar nerviosismo alguno, escucho atenta las
palabras del joven, que en perfecto francés se dirigía a
ella diciéndole:
¡Hola, soy Fhilippe…!
¿Eres nueva, no…?
Tania respondía:
Encantada, me llamo Tania, mientras estrechaba su
mano y también expresándose en francés y continuaba,
bueno, sí estoy en viaje de estudios haciendo una
investigación para el Proyecto de fin de carrera, sobre las
costumbres y forma de vida de Ruanda…”
No estaba mal, el comienzo se decía Tania a sí misma,
era al fin y al cabo una verdad como un templo, ella
139
trataba de enriquecer su currículo con estas experiencias
y el comienzo no podía ser mejor.
El joven de aspecto educado, fino en el trato,
elegantemente vestido con una blanca camisa que hacía
resaltar el color mestizo de su piel, denotaba cierto aire
europeo que resaltaba su persona en un lugar elegante,
aunque lúgubre por lo que Tania sabía se escondía detrás
de aquel escaparate.
No hizo ascos a la invitación que le hacía aquel
apuesto joven de ir a una mesa, en un lugar concurrido,
ella huía de acercarse a sombríos lugares que también
existían en el salón y entablaron una extensa
conversación, con el fin tanto uno como el otro de
descubrir la auténtica presencia en aquel lugar.
Tania se disculpaba porque tenía que estar a una hora
concreta en su Residencia de Estudiantes, obligada por el
reglamento de la misma y de esta forma dejaba puerta
abierta para otro encuentro, que seguro se produciría,
pues ella decía no tener plazo concreto para volver a
España, lugar donde cursaba estudios de Antropología,
él se brindó a acompañarla; pero Tania no consentía en
ello.
Para ser el primer día, confesaba Sor Inés, no estaba
mal, cuando Tania le confiaba sus avances y nuevamente
las advertencias volvían a hacer acto de presencia, si le
descubrían su auténtica motivación le podía acarrear
problemas para ella inconcebibles, había de guardarse
muy bien de hacer manifestaciones y pisar suelo firme
140
antes de dar un paso equivocado, en ello insistía la
Madre se fundamentaba el éxito o fracaso de su misión,
“Ser astuta como serpientes y sencilla como palomas”
cita evangélica de San Lucas.
Por su parte Ignacio, todavía estaba trazando un plan
con Obiang en un terreno más escabroso y difícil,
aunque el objetivo era el mismo, trataban de
introducirse como obreros en el Puerto Marítimo como
mozos de cuerda e ir contando con nuevos contactos que
les acercara a los ambientes donde encontrarían el
campo de su acción.
Nada más presentarse, al Capataz le salía de ojo, que
un blanco con un nativo se presentaran en pareja a
semejante trabajo, Obiang se percataba de esta
observación y saliendo al paso le explicaba al Capataz
que ello se debía a una antigua amistad que él había
tenido cuando voluntariamente se presentó al Ejército
Español y estuvo un tiempo militando en él, cuando
conoció a Iñaki, decía para dar familiaridad al hecho, y
ahora decía necesita trabajar pues había llegado al país,
para hacer carrera.
Las primeras puntadas ya estaban dadas, Obiang
sabía que en los ambientes portuarios encontrarían el
guion a seguir, a poco que prestaran atención a sus
compañeros, que más que trabajadores eran tratados
como esclavos, este era otro campo donde desarrollar su
trabajo pastoral encomendado, aunque quedara lejos del
objetivo que le habían encomendado a Tania.
141
Pero no quedaba tan lejos, los capos y jefecillos de
aquellos explotados trabajadores, al fin y al postre
siempre eran los mismos y de esto sabía y mucho
Obiang, que había vivido en carne propia las
consecuencias de trabajar en estas condiciones, el poco
dinero que ganaban en el Puerto, a veces trabajaban por
un mendrugo de pan y poco más, eran invitados a
gastarlo en prostíbulos y tabernuchas portuarias, donde
se respiraba un ambiente de corrupción de difícil
descripción, donde la obnubilación de los sentidos era
llevado a efecto mediante estupefacientes que
enganchaban a estos pobres trabajadores, que de poner
trabas a ello eran automáticamente despedidos, con lo
cual se creaba la famosa situación del pez que se
muerde la cola, o entrabas en el juego o quedabas
descartado para siempre.
Este era el campo, donde tanto Ignacio como Tania,
tenían que jugar sus bazas, contaban con su profunda
preparación y también la inestimable ayuda de Obiang,
que vigilaba no se cayera en la urdimbre tejida por
desalmados que dirigían todo aquel cotarro de la ciudad.
CAPÍTULO X
Todo el talento, la preparación, las ideas morales
preconcebidas, los sueños tantas veces pensados, las
iniciativas y conocimientos recibidos a través del
Estudio Antropológico de aquel país africano, ahora
era absolutamente necesario ponerlo en valor, no se
podía jugar de cualquier manera, era la ocasión
142
buscada, el trabajo tenía que ser concienzudo,
arriesgado pero intenso y sin desesperar, para eso
estaban allí, tanto Tania como Iñaki, era la hora
definitiva de la prueba.
Tania, volvía al jueves siguiente de nuevo al Club,
su aparición, esta vez casi esperada por Fhilippe era
bien recibida, él se encontraba reunido en torno a una
mesa con amigos de ambos sexos y bebidas junto a
unas cajetillas de tabaco extranjero, Tania apreció su
presencia pero no quiso hacerse notar,
disimuladamente quería pasar desapercibida, aunque
con el rabillo del ojo pudo ver como en ese preciso
momento el chico se levantaba como impulsado por
una ballesta y se dirigía al mostrador donde Tania
iniciaba el pedido de una consumición que justificara
su presencia, Fhilippe se dirigió y con reverencial
saludo le tomo la mano con el protocolario gesto de
besarla e iniciaba su saludo:
¡Hola…! ¿Otra vez por aquí…?
Tania contestaba:
Sí, es agradable este lugar y además no queda lejos
de mi Residencia…
Él la invitó a presentarles a sus amigos, en la mesa
próxima de donde había estado unos instantes antes
de la llegada de Tania, y ella dándose cuenta de la
oportunidad de hacer nuevas amistades sin dudarlo,
tomando su bebida acompañaba al joven a la mesa.
143
Presentaciones, saludos más o menos protocolarios,
todos los allí reunidos eran de un porte parecido al de
Fhilippe, algunos nativos, otros al menos dos,
mestizos y ellas todas, menos una, del país, con
atuendos menos atractivos y en algún caso un tanto
vulgares, que en opinión de Tania desentonaba un
tanto del resto de los presentes.
Era un grupo de unas doce personas, entre las
cuales había más féminas que hombres, algo que no
se le escapaba a Tania, que sabía no era costumbre en
las mujeres alternar con hombres de no existir algún
vínculo para ello, en países como Ruanda donde el
machismo es un tanto exacerbado. Sin embargo, para
nada quiso en ese momento ahondar en saber qué
tenían en común aquel grupo de personas, a través de
las conversaciones más o menos relevantes fue
descubriendo que en el grupo se daban amistades de
todo tipo, ellos los hombres eran claramente amigos,
unos de negocios, otros desde la niñez y Fhilippe
definitivamente con más rasgos europeos que el resto
de sus amigos destacaba claramente.
Le llamaba mucho la atención a Tania, una chica de
proporciones exuberantes, era alta, bien parecida,
vestía con cierto aire vulgar, no entraba dentro de los
cánones de elegancia elemental el atuendo de las
prendas que desentonaban unas de otras, y chirriaba
algún adorno con el conjunto de su vestuario, sus
prominentes labios perfilados con un carmín que
resaltaba su entorno, aunque era distinguida en el
144
trato, fumaba y bebía todo el rato, hablaba y parecía
dominar la situación, no así sus compañeras, que
pasaban más o menos desapercibidas, incluso una de
ellas, la de color blanco, rubia y muy bien arreglada y
parecida, estaba como coaccionada o retraída, apenas
intervenía en las conversaciones y Tania percibía que,
o estaba sometida a permanecer en la reunión y era
obligada por alguna extraña circunstancia a
acompañar a alguien, chico o chica, o al menos no
manifestaba el interés del resto de la tertulia, no
cuadraba en aquel grupo bajo ningún contexto, a no
ser por algo desconocido por Tania, lo que propiciaba
entrar en materia por su parte, entrar a fondo, en
harina pensaba.
En efecto, Tania procuraba situarse cerca de la chica
que intervenía poco, con el pretexto de coger un
cigarrillo de la cajetilla que se encontraba junto a ella,
se levantó y acercándose le dijo:
¿Permites…? Al tiempo que sacaba un pitillo, la chica
no solamente, accedía sino que tomó un encendedor y
haciendo pantalla con las cuencas de sus manos le
facilitaba su encendido.
Tania, notaba cierto temblor en sus manos, lo que
reafirmaba su sospecha de que no se encontraba la
chica en su medio y más bien notaba cierta sorpresa
cuando se sentó junto a ella, con el pretexto del
cigarrillo y entablar conversación.
145
Al principio todo eran monosílabos por parte de la
chica que sorprendida que una extranjera tratara de
conversar con ella, poco a poco se fue abriendo y le
susurraba, para no dar señales de protagonismo y
parecerse a las otras que vociferaban, exclamaban,
sonreían a veces estrepitosamente, con ánimo de
llamar la atención de los allí presentes.
Fue descubriendo Tania, a medida que pasaba el
tiempo, que eran chicas que pertenecían al Club como
empleadas a comisión en las consumiciones, que
deberían alternar con los clientes que así lo solicitaran
y su objetivo era consumir lo más posible, nada nuevo
para Tania que comprobaba que en todos sitios cuecen
habas, nada nuevo bajo el sol, el comportamiento
humano con más o menos matices se repetía a lo
ancho y largo de nuestro planeta, habíamos exportado
lo peor de cada uno de los países llamados primer
mundo y buena prueba tenía de ello en aquella tertulia
en la que de manera indirecta, se había visto obligada
a participar.
En tanto, su separación provisional de Fhilippe, no le
había causado gran preocupación y éste parecía
divertirse especialmente con la chica que llevaba la
batuta de la reunión, vuelta a más consumiciones una
y otra vez, y ella empezaba a intranquilizarse pues
todo apuntaba que la consideraban prácticamente
como una más del grupo y eso a Tania le horrorizaba,
pues el siguiente paso no sabía bien cual sería,
146
aunque conocía por antecedentes, en que acababan
generalmente aquellas reuniones…
Utilizando el mismo pretexto de la vez anterior,
Tania daba por terminada su tertulia, algunos chicos
se levantaron para despedirse de ella como una
exquisita demostración de respeto y Fhilippe le
acompañaba hasta donde ella le permitiera, pues de
nuevo se ofrecía a llevarla en su deportivo hasta su
Residencia a lo que nuevamente Tania volvió a
rechazar agradeciendo su ofrecimiento y además
diciéndole que no quería romper su tertulia y que el
lugar quedaba cerca su domicilio y no era necesario su
compañía.
De nuevo, el encuentro con Sor Inés se producía,
esta vez con tintes de preocupación, cuando le
explicaba Tania la escena vivida, ante lo cual
nuevamente aparecían las advertencias de la Madre, si
bien tenía plena confianza en ella y entendía que los
progresos iban por buen camino.
Su insistencia decía la Madre, debería centrase en la
chica a la que había abordado de manera tan hábil y
empezar con ella una labor de investigación y de las
circunstancias y causas del porqué “trabajaba” en
aquel local, enterarse paulatinamente de datos en
cuanto a beneficios que percibía, y llegar a entablar
una amistad con ella que le permitiera abrirse y
conocer la realidad de su situación, de eso se trataba,
147
y ya veía un potencial huésped, de su todavía en
construcción, Casa de Acogida de Mujeres (CAM)
Tania, era consciente de los peligros a que se estaba
exponiendo, no había dado señal de debilidad alguna
ante Fhilippe, saltando las dos veces en las que había
rechazado ser acompañada a su casa, tenía una
incipiente amistad con aquella chica que ni conocía su
nombre y que tal vez ni volvería a ver, estaba pasando
por una estudiante más, de las muchas que visitaban
el país para realizar estudios complementarios y sobre
todo gozaba del beneplácito y la ayuda tanto de la
Madre como de Iñaki, con quien por cierto no había
vuelto a tener contacto, aunque la reunión
programada por Sor Inés estaba a punto de llevarse a
cabo el domingo, cuando venía a celebrar al Convento
la Eucaristía uno de los Sacerdotes de Los
Combonianos y esta vez el asignado sería el Padre
Ignacio.
El Padre Ignacio y su compañero Obiang, se habían
enrolado en la Compañía Naviera Grimaldi, con sede
Central en Italia, que tenía una Delegación en el país,
habían entrado como mozos de carga y a las órdenes
de un verdugo, un negro que repartía el trabajo sin
contemplaciones y a punta de látigo por así decirlo,
pues sus blasfemas palabras herían el oído más
endurecido, siempre maldiciendo cada vez que
propiciaba una orden y no le importaba la condición
para llevarla a cabo de la persona a la que se le
148
encomendaba la tarea, solo quería resultados y lo más
rápido posible.
Las condiciones económicas eran de risa, bueno
más bien de pena e indignación, apenas cubrían los
gastos de la dieta que facilitaba una nauseabunda
comida de “rancho” ofrecida por el comedor de la
propia Compañía, situado en una profunda bodega no
muy lejos de la sentina del barco, en la que se daba
todo tipo de situaciones en cuanto al trato de los
pocos alimentos que se racionaban a medida que
crecía el número de comensales.
El lugar era tétrico, por no decir sombrío, sin apenas
aire, con un olor a putrefacción consecuencia de la
masificación humana y olores de efluvios corporales de
todo tipo, las mesas unos tablones corroídos en los
que se apreciaba el paso del tiempo con restos de
comidas anteriores, sucios y resquebrajados por cuyas
hiendas de la madera agrietada por la humedad del
ambiente, discurrían a su antojo una legión de
insectos a la captura de migajas, y por el suelo de este
inmundo comedor transitaban a su antojo ratas de un
tamaño capaz de asustar a cualquier felino y sobre
todo el olor ácido que desprendían los comistrajos que
allí servían, todo ello hacía que el sitio lejos de
conseguir su objetivo, lo que producía era una
desazón total en los pobres obreros que a diario se
enfrentaban a semejante vejación.
149
La suciedad se apreciaba en todas las instalaciones
de estos talleres que la Naviera utilizaba para las
revisiones y puesta a punto de sus barcos, anegadas
las bodegas aún en el dique seco, era una utopía
pensar que aquellas naves fueran a ser reflotadas de
nuevo, las humedades por las fugas de aguas de un
laberinto de tuberías que cruzaban la sala de
máquinas, los chorreones de aceite que desprendían
las calderas, un denso olor que hacía irrespirable el
ambiente, el calor sofocante que desprendía la caldera
principal humeante de vapor por todos lados, el
desmontaje de piezas obsoletas con óxido y salinidad
de meses incrustado en las bielas y piezas de los
grandes motores, el griterío de aquel Babel de
idiomas: chino, inglés, italiano, griego, ruandés,
español e idiomas convertidos en afines para hacerse
entender en variantes inconcebibles, a veces
ininteligibles para muchos compañeros que debían
ponerse de acuerdo mediante señales, para llevar a
cabo los trabajos, hacían de éste infernal sitio el
desenvolvimiento dramático de sus obreros al servicio
de un Capataz que demostraba constantemente que
quien no estuviera conforme, la puerta estaba abierta
y a su disposición.
En estas condiciones, Iñaki, pese a su condición
física de chicarrón del norte, dio con su condición al
traste y no pudiendo aguantar más, decidió dejar solo
a Obiang, que milagrosamente o tal vez acostumbrado
a penurias de este calado, aguantaba día tras día en
estas penosas circunstancias, ello propició que tuviera
150
que ir a la Oficina de Contratación, con el fin de ver si
le podían dar otro destino dentro de la Naviera y al
propio tiempo la oportunidad de conocer al encargado
de la misma, un tal personaje de nombre Alessandro,
de marcado acento italiano, que vestía a la europea,
era de rasgos definitivamente latinos y a primera vista
a Ignacio le causo la impresión de estar acostumbrado
a tomar decisiones en un mínimo espacio de tiempo a
juzgar por lo rápido que transcurrían los trámites de
un larga cola que avanzaba velozmente.
Cuando llegó su turno, Ignacio pedía al encargado,
ser cambiado a otras instalaciones de la Naviera,
estaba dispuesto hasta ser arribador o descargador en
el muelle; pero no podía soportar el trabajo en los
talleres, para lo cual se ofrecía a cualquier otra
ocupación, Alessandro que observaba en él cierto aire
diferente al que estaba acostumbrado a tratar,
notando en las expresiones de Iñaki cierto aire
intelectual, diferente y muy exquisito, en un aparte le
dijo:
¿Oye, tú de dónde eres…?
E Ignacio, temiendo ser descubierto en su auténtica
profesión, con sorpresa, porque nunca preguntaban
para dar empleo ni nacionalidad, ni profesión,
conocimientos o condición, o cualquier otro detalle,
contestaba balbuceando:
Soy español, recién llegado y estoy buscando un
trabajo mientras doy con la persona que me ha
151
prometido empleo y a quien todavía no he podido
encontrar.
Alessandro, le dijo esperara un poco hasta terminar
su función con el grupo allí presente, y durante el
proceso Ignacio comprobaba lo fácil que resultaba
contratar a aquellos individuos que eran tratados por
Alessandro como simples números, poco le importaba
sus datos personales, solamente su nombre y el
destino que ocuparían en aquella empresa, según las
peticiones de los capataces que demandaban mano de
obra, todo se llevaba a cabo sin firmas o contratos de
ninguna clase, solamente de palabra y nadie ponía
objeción alguna, tanta era la necesidad de quienes
acudían que lo de menos eran las condiciones, muchos
eran invitados a pasar a recoger su ropa de trabajo a
un almacén contiguo a la Oficina y otros ni siquiera
eso, pues Alessandro experto en este tipo de
apreciaciones, sabía de antemano quienes claudicarían
el mismo día de contratación y trataba de ahorrar a la
empresa al menos el vestuario que consistía en: un
mono , un gorro y unas botas, todo de ínfima calidad,
además de haber sido usadas por los desertores
anteriores y en más de una ocasión.
Pero Ignacio, no olvidaba la misión que le había
llevado hasta aquel tugurio infesto y estaba dispuesto
a aceptar cualquier trabajo, que pudiera realizar si
llegaba el caso al límite de sus facultades y estando en
estos pensamientos volvió a ser requerido ante la
presencia de Alessandro, quien le hablaba en términos
152
jamás empleados con el personal que discurría por su
despacho en cantidad ingente de personas.
En este sentido le proponía a Ignacio ser su
Adjunto, pues dado el continuo trabajo que le ocupaba
todo el día, apenas tenía tiempo ni para comer y
estaba convencido, su sexto sentido así se lo hacía
presentir, que el español le haría un buen papel,
pasado un periodo de pruebas y adaptación de lo que
se encargaría él personalmente.
Ignacio veía el cielo abierto y además algo muy
relacionado con el trato de seres humanos, que no era
lo mismo que la “trata” de seres humanos, terreno en
el que pretendía llevar su acción.
Cuando se lo contaba a Obiang, éste no daba
crédito, cómo en un periodo tan corto de tiempo había
logrado ponerse a la altura que ahora le ofrecían y en
ello sin duda, como decía Iñaki, estaba claramente la
mano de Dios y las oraciones de su Comunidad.
En este puesto de trabajo, era mucho lo que podría
hacer Ignacio en favor de los desgraciados que
pululaban a diario mendigando un trabajo, que lejos
de ennoblecer a las personas la llevaban al borde de
un abismo, cuando no a la desesperación o al suicidio.
Trataría por todos los medios de ser coherente y
respetar los derechos humanos en la medida que ello
le fuera posible, tampoco pretendía entrar en la
empresa como un “elefante en una cacharrería”,
153
habría de pasar un tiempo en el que él, poco a poco,
fuera dando señales de que su trabajo se realizaba sin
alterar las directrices de la empresa; pero también
tratando de imponer reglas que sin perturbar el orden
de las cosas dieran más rendimiento en el resultado
final de los trabajadores y eso era una labor, callada,
paulatina y no siempre entendida por todos, tan
siquiera por los propios trabajadores, sobre todo de
los capataces acostumbrados a tratar a los obreros
como material o herramientas, no como seres
humanos.
Se había propuesto granjearse la confianza de
Alessandro, colaborando en las labores que éste le
encomendara, dar señales de su buen hacer sin
romper tendencias o situaciones que propiciaran
sospechas de su objetivo y tatar de humanizar
además de en el trato en la contratación de obreros,
una notable mejora en las condiciones de trabajo
analizando las características de cada voluntario para
ejercer una labor para la que en muchos casos la
mayoría no estaban preparados y situar a cada uno en
aquello donde presuntamente eran más adecuados,
para ello habría también de configurar una labor
específica con los capataces para tratar de suavizar su
modo de actuar; pero eso era el futuro por tanto
Ignacio habría de ir despacio en esta labor.
El domingo se presentaba lleno de actividades en el
Convento de las Hermanas Oblatas del Santísimo
Redentor, sede de Tania y en el que se había
154
programado el encuentro con el Padre Ignacio, Obiang
y la propia Tania con Sor Inés, que dispuesta a
analizar los avances o no del programa, había
reservado un espacio de tiempo para este menester.
La Madre tenía conocimiento de la actividad de
Tania por las conversaciones diarias que mantenía con
ella, no así de las del Sacerdote y su acompañante, de
tal manera que empezaban la reunión con una
oración, invocando la asistencia del Espíritu Santo.
Los datos concisos hicieron que la esperanza de Sor
Inés se viera compensada, pues nunca ni en sus
mejores sueños había podido esperar encontrar un
equipo de colaboradores, que sin duda darían buenos
resultados y además en plazo de tiempo no muy
lejano, estaba contenta y ufana y les invitaba a
compartir con la Comunidad el ágape familiar diario,
sin grandes estipendios, durante la comida se
sucedieron las conversaciones con el resto de
Hermanas, que interesadas en la misión denotaban
estar al corriente de las pretensiones y se prestaban a
colaborar en la parte que a ellas le correspondiera
como era la intensa oración para la consecución de los
objetivos.
Terminada la comida y la reunión, el siguiente paso
propuesto por Sor Inés, era conseguir obreros con un
determinado perfil para la obra ya comenzada de la
Casa de Acogida de Mujeres, obreros que reunieran
además de cierta capacidad para el trabajo, también
155
necesitados de un salario para atender a su familia,
labor que más bien consistiría en una selección
personal por parte del Padre Ignacio, que de esta
forma haría un papel liberador en muchos casos, por
no decir en todos, de las personas sometidas a la
esclavitud permanente de la Naviera, esclavitud
compartida desde la contratación hasta la extinción del
contrato, que como queda dicho, era potestad del
capataz de turno.
Comenzaba pues el trabajo y el propósito que
habrían de llevar a cabo Ignacio y Tania, para Tania la
cosa se complicaba más que para el Sacerdote, el
ambiente aunque no tan terrible como el de los
talleres de la Naviera, no propiciaba el encuentro con
las chicas salvo implicarse más directamente con ellas.
Afortunadamente para Tania que había trabado cierta
amistad con Georgina, nombre de la joven con quien
había tenido varios encuentros en el Club, le daba
confianza con ella, le había hablado de su procedencia
escandinava, le había facilitado las cosas ampliándole
detalles de cómo se llevaba a cabo el trabajo dentro
del Club, Georgina le confiaba ciertas manifestaciones
que no se atrevía a comentar con sus compañeras,
que decía no eran de fiar, y que si se iba de la lengua
se vería en la calle, como ya le había sucedido en más
de una ocasión.
Este tipo de confidencias hicieron que Georgina
viera en su ahora amiga, europea como ella, una
afinidad a la que correspondía Tania, dándole a
156
entender que su objetivo era no inmiscuirse en la vida
privada de nadie; pero que había otro tipo de trabajos
para salir de esa situación y más, como parecía
demostrar por sus confesiones si este trabajo era no
deseado.
Para lo cual ya estaba preparando el terreno con el fin
de llegado el momento propicio, proponerle a Georgina
entrar a formar parte del proyecto que se disponía llevar
a adelante, no quiso abundar en detalles sin embargo, ni
fechas ni lugares, hasta comprobar que podía confiar
enteramente en Georgina; pero su propósito era bien
claro, comenzar con chicas como ella, que además
harían una labor de captación muy superior a la suya,
más acostumbradas a esos ambientes.
157
CAPÍTULO XI
El momento de actuar había llegado, Tania tenía las
líneas maestras más que claro, otro tanto ocurría con
Ignacio, ambos había acordado en la reunión mantenida
en presencia de Sor Inés y Obiang, comenzar la tarea de
manera intensiva y se proponían dar el paso definitivo,
poniendo sus cartas boca arriba aún a riesgo de
descubrir su juego, que se presentaba peligroso, más en
el trabajo de Ignacio que iba a rescatar al menos una
docena de trabajadores que además de ser los más
158
eficientes en el desempeño de su labor, eran también los
más apreciados por sus encargados por responder a sus
expectativas.
Las conversaciones que Tania había mantenido con
Georgina habían abierto entre ellas una clara amistad y
Tania abiertamente le comentaba de qué se trataba su
nuevo proyecto del que le había insinuado algún dato
esporádico a través de sus anteriores conversaciones, le
explicaba que ella sería la chica piloto, en la que se
pondrían todas las expectativas para crear una cadena e
ir aumentando el número de personas que atraídas por
una nueva vida optaran por seguir sus propios pasos.
Para ello, explicaba Tania, habría que trabajar duro y
con una constancia a prueba de bombas, primero habría
que conseguir la firme decisión a salir del circulo en que
se encontraban de manera voluntaria, por
convencimiento abrazar una vida mejor, en libertad y sin
dependencias de algún tipo, tendrá que renunciarse a un
modelo de vida que si bien les proporcionaba un
bienestar pasajero les habilitaría para asegurarse un
porvenir definitivo y duradero, la renuncia si llegaba el
caso consistía en abandonar una forma de vida, unas
amistades y unos lugares que para nada favorecían el
desarrollo vital de cada una de ellas que en cambio eran
arrastradas a un precipicio sin fondo, y había muchos
ejemplos de ello.
Obiang que también era consciente de que su
momento había llegado, aún a riesgo de ser expulsado
159
del trabajo, había comenzado su labor desestabilizadora
animando a sus compañeros a rebelarse ante ciertas
actitudes por parte de los capataces, no consentirían les
gritaran, las ordenas serían dadas sin acritud, los tiempo
para realizar sus labores serían ampliados, las horas
para el descanso se respetarían ante todo y no como
hasta ese momento en el que habría de terminarse un
trabajo específico aunque hubiera llegado la hora del
descanso o la comida.
Había ido poco a poco estableciendo y creando una
especie de Sindicado Reivindicativo, con los mejores
obreros cualificados que también gozaban de algún
privilegio y el beneplácito de los encargados, eran en
algún caso la mano derecha del Capataz de turno, en
ellos habían depositado una confianza casi total, tenían
el aprecio de sus compañeros y su comportamiento
había ido in crescendo, hábilmente Obiang respaldado
con Iñaki estaban logrando una selección de obreros,
que hartos de tantas injusticias empezaban
manifestando su malestar ante los encargados, éstos
eran automáticamente despedidos, para no crear
precedente alguno y con manu militari si era preciso,
eran puestos en la calle a la primera manifestación de
disconformidad o protesta.
Y aquí comenzaba también la labor del Padre Ignacio
que había escalado y conseguido ser tenido en cuenta,
pues su trabajo era muy cualificado en cuanto había
organizado de manera impensable una base de datos,
con el beneplácito de la Dirección que apreciaba su
160
ingente trabajo en algo que hasta aquel momento no
había tenido trascendencia alguna en la organización de
la empresa.
Iñaki, como se le conocía en los ámbitos de la Naviera,
se había situado en un lugar de privilegio, incluso
desplazando a Alessandro, que debido a su procedencia
y puesto en la Naviera, habiendo sido elegido por la
Dirección de Italia como hombre de confianza, le habían
ascendido a puestos de Dirección, como consecuencia de
la incorporación de Ignacio que ya dominaba
completamente la Oficina con demostrada eficacia.
Alessandro le estaba muy agradecido a Iñaki, porque
gracias a su labor se había liberado de aquel trabajo que
le producía, en palabras de éste, nauseas, viéndose a
veces abocado a tomar determinaciones que chirriaban
con su condición de persona normal y teniendo que vivir
situaciones que para nada eran de su gusto, como
ocurría con los despidos a sabiendas de que aquellas
pequeñas ganancias de los obreros eran imprescindibles
para el mantenimiento de una numerosa familia que no
contaban con otros recursos que los proporcionados por
el cabeza de familia; a Ignacio cuando tenía la ocasión,
frecuente, de intercambiar opiniones sobre la marcha de
la Oficina con Alessandro, al oírle hablar con el acento
italiano que le caracterizaba, le recordaba sus años
pasados en Roma cuando era estudiante de Teología, lo
que le causaba cierta nostalgia, pues habían sido años
de sueños, de proyectos, que ahora se estaban
materializando de forma real, aunque lejos de la utópica
161
e idílica imagen que se había formado en sus años de
estudiante.
Además Alessandro había tenido la oportunidad de
lograr un puesto directivo por lo que se brindaba a Iñaki
para aquello que a él le fuera posible hacer a su favor y
era mucho lo que podía hacer desde la Dirección de la
Naviera, algo impensable cuando accedió al puesto en la
Oficina de Contratación y que ahora manejaba con
libertad y responsabilidad contrastada, momento en el
que Iñaki aprovechaba para pedirle suavizar en lo que
fuera posible el trato que se les daba a los obreros,
inhumano e injusto a todas luces, algo que prometía
Alessandro estudiar con detenimiento.
Aprovechando estas favorables perspectivas, Iñaki fue
colocando en la construcción de la Residencia a los
elegidos, en primer lugar por Obiang que con su callada
y soterrada misión, aprovechando el descanso a la hora
en que se producía un pequeño espacio de tiempo para
la comida, seleccionaba aquellos mejor preparados para
el trabajo, con la nobleza que caracteriza a quienes
habían demostrado aguante y temple pese a ser tratados
poco menos que como animales de carga, convencidos
de que les esperaba una vida mejor, se habían prestado
a seguir las indicaciones de su compañero, que ya
gozaba de prestigio y honradez entre ellos, éstos cuando
presentaban su dimisión, cosa por otra parte de una
frecuencia permanente, a nadie le hacía sospechar fuera
para que acto seguido encontraran trabajo, esta vez
162
remunerado mejor y con un trato totalmente diferente
hasta el tenido hasta entonces.
No se le escapaba a un Capataz el más avispado,
que día a día desaparecían del campo de trabajo los
obreros más cualificados y casualmente en muy pocas
fechas, lo que le hizo sospechar que algo estaba
ocurriendo, por lo que acudía al chivato, que siempre
está presente en estos colectivos, el cual le indicaba de
manera clara, fuera con cuidado y prestara atención a la
labor que estaba llevando a cabo el tal Obiang, que no
era de fiar, que andaba soliviantando al personal, que le
había visto haciendo corrillos y que muchos habían
formado piña con él, entre los que se encontraban
algunos de los que se habían dado de baja
voluntariamente.
Una pena, decía el Capataz, pues Obiang era un
obrero modelo en su hacer, gozaba de la aquiescencia de
sus encargados y era un cumplidor de cualquier tarea
que se le encomendara; pero sería llamado al orden en
el momento que las sospechas que recaían sobre él
fueran confirmadas, así ocurrió y fue llamado a
Dirección, pero como las cosas se habían llevado con
total discreción no se pudo probar ninguna acusación con
él, e Iñaki intercediendo, antes de que fuera expulsado
le reclamaba para sí en la Oficina, volviéndose a repetir
el ciclo que con él mismo se había producido, de esta
forma quedó a salvo la reputación de Obiang y además
sus compañeros pudieron tener un nuevo protector, nada
menos que salido de entre ellos, que conocía las miserias
163
a las que se enfrentaban permanentemente y que sin
duda mediaría para amortiguar de algún modo su perra
vida.
Tania, progresaba en su labor con Georgina y ella
correspondía, primero no volviendo a aparecer por el
Club, cosa normal entre estudiantes que iban y venían
constantemente y por ello no extrañaba a nadie, y en
segundo término por que la Madame que regentaba el
tugurio no estaba para nada conforme con el
rendimiento de esta, así que miel sobre hojuelas y si no
volvía mejor, otra ocuparía su lugar, pues material nunca
faltaba, comentaba la Madame con sus protegidas.
Fhilippe había notado que la presencia en el Club de
Tania, se espaciaba en el tiempo, ahora pasaban dos
semanas y a veces más sin que diera señales de vida, él
sentía una atracción especial por Tania y no comprendía
esta situación, aunque también quedaba claro que
tratándose de jóvenes estudiantes era muy normal estas
desapariciones esporádicas a consecuencia de
exámenes, viajes de fin de carrera y asuntos de
semejante guisa, en estas divagaciones se encontraba,
cuando aparecía por la entrada Tania, tan
resplandeciente como siempre a los ojos de Fhilippe, que
esta vez sin dar lugar a que se acercara al mostrador del
bar, se presentó ante ella y comentando:
¡Cuánto bueno por aquí…! , ¡A qué se debe el honor de
tu visita…! , ¡Muchos días sin ver salir el sol…! Y frases
halagadoras que cortésmente pronunciaba con
164
delicadeza y demostrando un interés inaudito, que llegó
a sorprender a Tania, hasta el punto hacerle pensar, que
algo se escondía tras ese recibimiento tan galante y fino,
muy del estilo afrancesado que no abundaba
precisamente por aquellos lares.
Fue llevada a la tertulia que frecuentaba Fhilippe con
sus amigos, que con ligeras incorporaciones y alguna
ausencia, prácticamente eran los mismos de siempre,
esta vez Tania fue abordada por Jukia, como llamaban a
la exuberante nativa de la primera vez en la que la
conoció, se presentó sin más a ella dándole un nombre
que a Tania le parecía más bien su nombre de “guerra”
pues cuadraba este nombre con su condición y raza.
Jukia que trataba a toda costa entablar conversación
con Tania, demostraba un especial interés y al
percatarse Tania de su entrega voluntaria, comenzó
diciéndole que echaba de menos la presencia de
Georgina, con quien había tenido rasgos de confianza en
otras ocasiones, tratando de saber si sospechaban algo
acerca de su ausencia y los motivos de ello, Jukia le
comentaba que se oía por los lugares en que se
desenvolvía, que probablemente se hubiera ido a su
Europa, que extrañaba y sentía nostalgia de su tierra y
que probablemente hubiera terminado sus estudios y
habría vuelto a su lugar de origen, todo esto lo
comentaba condicionalmente sin poder asegurar la
verdadera causa de su desaparición, era muy frecuente
añadía Jukia, que chicas de sus características más bien
cohibidas en el trato, dieran este tipo de espantadas.
165
Ello tranquilizaba a Tania, que comprobaba no había
sospecha alguna de la incorporación de Georgina a la
Comunidad de Hermanas, que como si de un curso
acelerado se tratara, habían admitido a Georgina para
formarla como miembro de la futura pero inmediata
CAM, aprovechando que ella había decidido abandonar
su vida “pública” y abrazar la noble causa para la que
Tania le había preparado con éxito.
Los sondeos de Tania emprendidos con Jukia, aunque
no eran tan fáciles como con Georgina, daban como
resultado que, Jukia era como una especie de líder o
responsable del grupo, que llevaba la iniciativa en las
propuestas de las chicas, que de forma más o menos
indirecta tenían que consensuar con ella, por ejemplo las
ausencias esporádicas que se producían de la tertulia y
que ella daba su visto bueno, siempre sabiendo en todo
momento dónde y para qué se producían estas
ausencias; por ello no perdonaba que Georgina se le
hubiera ido de las manos y apenas pudiera saber algo
positivo acerca de ella, algo que por el contrario a la
Madame le daba igual, pues sus resultados apenas
cubrían los gastos realizados con ella, y aquí
aprovechaba Tania para sacar información pues la veía
dispuesta a soltar prenda del desarrollo de las
actividades del Club.
Manifestaba Jukia, que el trabajo de las chicas y de
ella misma, consistía en ser amables con los clientes
hasta donde ellos quisieran llegar, aquí Tania se echaba a
temblar pues se temía la verdadera realidad del trabajo
166
a que se veían obligadas, continuaba diciendo Jukia
tenemos asignada una pequeña comisión en la
consumición de bebidas y tabaco por cuenta de los
clientes y a mayor consumo mayores ganancias, esto lo
controlaba eficazmente la Madame del Club, que llevaba
años ejerciendo la regencia del mismo con mano de
hierro, es decir a la mínima comprobación de poco
rendimiento de las chicas en número de unas cincuenta,
eran de inmediato despedidas sin contemplaciones.
Tania, se había hecho una idea muy aproximada del
funcionamiento del negocio del Club.
Había, por así decirlo, una plantilla fija y otra flotante,
compuesta por estudiantes de recursos limitados que se
veían forzadas a participar en estas tertulias para
ayudarse en sus estudios, en cambio las había
“profesionales” ya acostumbradas a un determinado
ritmo de vida que les hacía permanecer en el Club como
único medio de vida y éstas eran las que llevaban hasta
sus últimas consecuencias los deseos de los clientes, que
por un puñado de dinero, a veces por la simple
consumición, se arrogaban el derecho a utilizarlas como
esclavas sexuales que realmente era la condición de la
mayoría.
La Madame, tenía establecido para estos casos, muy
frecuentes, tarifas basadas en el tiempo y el uso de las
dependencias privadas del Club, dependencias de
auténtico burdel, sin control higiénico-sanitario, de
ningún tipo, tal como le explicaba Jukia, en confidente
167
declaración, algo que le tenía asqueada y que
encontraba cada día más a su pesar repulsivo y que no
le quedaba otra alternativa que aceptar.
Ella Jukia, tenía la responsabilidad de controlar el
resto de un determinado número de chicas puestas bajo
su control y por esta gestión percibía una pequeña
cantidad que la Madame le trataba de regatear abusando
de su buena voluntad en el seguimiento de este ínfimo
trabajo.
Pero pese a estas confidencias por parte de Jukia, no
le quedaba muy claro, a Tania, si pretendía salir de esa
situación o por el contrario lo que estaba tratando era
dar a conocer sus cartas para la captación de ella misma
a su lúgubre forma de vida, le había pintado lo peor de
aquella situación de esclavitud; pero no encontraba el
nexo de su confesión así a bote pronto y sin que ella
hubiera forzado a que diera lugar a ello, tal vez las
sospechas de sus conversaciones con Georgina le habían
llevado a Jukia, como responsable de la misma, a
ahondar de qué habían estado hablando, al parecer que
tanto había interesado a Georgina, pues todos en la
tertulia, se habían percatado de el interés suscitado de
pronto por Georgina al haber captado la atención de
Tania que incluso había dado de lado al propio Fhilippe,
quien por cierto reclamaba la atención de Tania, diciendo
que Jukia no tenía la exclusiva de ella y se debía al resto
de los tertulianos.
168
Carne de gallina se le ponía a Tania cada vez que
Fhilippe reclamaba su atención, ya no valía el argumento
de que como era nueva, pretendía recabar formas de
comportamientos a cerca de su postura en el Club y
entendía también el interés por parte de Jukia, que
seguiría las directrices de su jefa, al percatarse de que la
tal Tania no producía ningún beneficio y había que
espabilarla lo antes posible o eliminarla de la tertulia,
trabajo que encargaba a Jukia, experta en esta materia.
Fhilippe por su parte y un tanto mosqueado por el
comportamiento de Tania, le confesaba que no entendía
muy bien qué perseguía con su asistencia y la poca
participación en los planes de él y sus amigos, le decía
abiertamente que sus pretensiones acerca de ella,
distaban mucho de la de sus amigos, que él iba a ese
lugar por ser donde se reunían la mayor parte de ellos,
que para nada trataba de forma íntima con las chicas en
las que solo encontraba tertulia y pasar un rato sin llegar
a mayores consecuencias, algo que sin embargo sus
amigos no tenían en cuenta y a veces le habían
censurado, pues él nunca llegó a otra cosa que no fuera
un mero pasatiempo.
Con estas confesiones trataba de hacer entender a
Tania que su interés por ella iba por otros derroteros al
tiempo que poco a poco le iba dando datos de su
persona, era hijo único, procedía de Bélgica, su padre
encargado de los asuntos relacionados con la política del
país, le habían hecho vivir con su madre y dos asistentes
en los alojamientos que la Embajada tenía para estos
169
Altos Funcionarios, cursaba estudios de Grado en la
Universidad y el tiempo libre que le dejaban sus estudios
lo compartía en la tertulia, que era de lo mejor de la
ciudad, aunque a ella le pudiera parecer que dejaba
mucho que desear, lo que le daba a Tania una idea
exacta de cómo serían las demás.
Por su parte Tania y para ser ecuánime en estas
declaraciones, al parecer sinceras y sin segundas
lecturas, también le confiaba que ella estaba terminando
un Master sobre los Estudios de Antropología, para lo
cual se había hecho con una Beca por parte de la
Cooperación Internacional, que se alojaba en una
Residencia para estudiantes, regentada por unas
Religiosas, que eran muy estrictas y de ahí su resistencia
a ser acompañada por él, sin menospreciar su
ofrecimiento, que trataba de hacer amistades pues sus
compañeros de curso se habían vuelto a España, su país
de procedencia, al habérseles terminado los recursos
aportados por la Cooperación y que ella prestaba sus
servicios en la Residencia, lo que le había permitido
continuar en el país, a cambio de colaborar en la
enseñanza en un Colegio del que eran titulares las
Hermanas, donde ella impartía clases de francés y así se
ganaba el sustento y alojamiento gratuitos.
Fhilippe, agradecía su sinceridad, ello le daba pie a
insinuar que su interés precisamente estaba en el
extraño comportamiento de ella, que había sido
comentado por sus compañeros y que ese punto de
retraimiento era el que había suscitado su interés al
170
comprobar que no era una chica más del montón, sino
que había algo muy especial en ella y estaba encantado
de no haberse equivocado.
Mientras la meliflua música ambiente del Club
desparramaba sus notas, que nadie apreciaba, Tania era
consciente de haber logrado parte de su objetivo, no
levantar sospechas acerca de la desaparición de
Georgina y no estaba muy segura, pero también el
especial interés que había despertado en Fhilippe,
aunque eso le daba realmente miedo; pues sabía que su
relación en este sentido debería avanzar para crear
expectativas en el joven pretendiente.
Al parecer las obras de la nueva Casa iban por buen
camino, las inyecciones de recursos que aportaba la
Comunidad Económica Europea mediante la Cooperación
Internacional, aceleraban sobremanera tanto la
contratación de obreros, de lo que se encargaba el
equipo Iñaki – Obiang, y podían apreciarse los avances
de la obra, que ya se empezaba a vislumbrar en el
páramo que le había asignado el Gobierno.
El movimiento de maquinarias excavadoras, camiones
y un trasiego poco común, favorecía el empleo de mano
cualificada para el mantenimiento de máquinas y para
ello, nadie mejor que los obreros con experiencia en ese
terreno traídos de los talleres de la Naviera, aquí las
condiciones nada tenían que ver con las sufridas y sus
empleados estaban encantados, todas las mañanas un
furgón se desplazaba hasta el centro de la ciudad donde
171
se concentraban quienes se incorporaban al tajo de la
obra y al término de la jornada, volvían a dejarles en el
mismo destino.
Además del atuendo de trabajo, manifiestamente
mejorado, donde más cambios se hacía notar el trato era
a la hora de la comida, por cuenta de la gestión de la
obra, se había habilitado una nave, luminosa, limpia, con
ventilación y mesas individuales de cuatro o seis
comensales y eran servidos con primor por parte de las
Hermanas del Convento, que no obstante a la pobreza
de los menús, estos hacían parecer exquisitos manjares
por la delicadeza en serviles y el trato que les salía
espontáneamente a las Hermanas que se realizaban en
estos actos para los que habían sido debidamente
formadas, la atención a los más necesitados y de ello
sabían mucho las monjitas, como denominaban a este
ejército de voluntarias.
Sor Inés estaba encantada con la marcha de esta
obra emprendida, sin apenas medios económicos y
mucho menos de personal, ahora se felicitaba pues
ambas cosas habían llegado gracias a la Providencia, las
palabras por parte del Encargado de Asuntos Religiosos
del Estado, que en un principio le parecieron papel
mojado, al final se había materializado con la cesión de
los terrenos, la mediación de la Madre General de la
Congregación había movido Roma con Santiago y nunca
mejor dicho, pues había acudido a Instancias Superiores
hasta conseguir de la Cooperación Internacional una
cuantiosa aportación, sin la cual hubiera sido imposible
172
llevar a cabo aquella obra, en principio faraónica; pero
que con el paso del tiempo sería muy justa, para atender
las necesidades que un estudio previo, le había
aconsejado llevar a término.
La inapreciable labor, callada pero eficaz del Padre
Ignacio, la igualmente trascendente e importante de
Tania, que se había integrado en la Comunidad llevando
a efecto las directrices que le marcaba la Madre, la
incorporación de Obiang a la causa y posiblemente
también de Georgina, le producían a la Madre una paz
interior que hacía tiempo no gozaba y veía compensados
sus esfuerzos, sacrificios, oraciones, acompañada
siempre por las Hermanas de su Comunidad, con todas
estas apreciaciones mandaba una notificación a la Madre
General, para que fuera haciendo hueco en su agenda,
decía, para la Inauguración de la nueva Obra.
No habían pasado apenas dos meses y las obras de la
CAM tocaban a su fin, solo quedaban pequeños remates,
la limpieza exhaustiva de todas las dependencias se
había logrado gracias a la colaboración de algunas chicas
reclutadas de la mano de Tania, que les proponía probar
otro modo de vida a cambio de asegurarles un trabajo
digno, remunerado y acorde con la condición femenina,
pues en su mente estaba crear unos talleres de
confección que fuera suficiente para el mantenimiento de
la Casa y de quienes formaran parte de ella.
Los obreros aportados por el Padre Ignacio, al término
de la obra serían recolocados en una especie de
173
Cooperativa-Escuela que la Congregación de Claretianos
tenía desde hacía tiempo y en cuyos talleres primaba la
formación profesional en todas sus ramas, unos serían
auténticos maestros dada su larga experiencia y otros,
por su capacidad de aprendizaje acelerado se
establecerían por su cuenta con la inestimable ayuda de
la Congregación y las recomendaciones pertinentes que
harían de carta de presentación por parte del Padre
Ignacio y los contactos de Obiang, muy introducido en
ambientes portuarios y empresariales del país. Así pues
todo tocaba a su fin que en apreciación de sus
protagonista, había sido todo un éxito…
CAPÍTULO XII
El gran día previsto para la Inauguración de la Casa
había llegado, las invitaciones cursadas a los Estamentos
tanto públicos, como estatales y religiosos habían sido
cursadas con tiempo suficiente para que la convocatoria
fuera todo un éxito, la Madre General con un pequeño
séquito entre el que se encontraba su Secretaria
personal, alguna madre de edad avanzada y dos
Novicias, habían anunciado su fecha de llegada una
semana antes del Evento, con el fin de colaborar en los
174
remates de la Inauguración, un hecho de relevante
importancia para la Congregación, un nuevo milagro de
la Providencia en tierras de África, en palabras de la
Madre General; también el Obispo de la Capital y los
Sacerdotes Claretianos, habían recibido su
correspondiente invitación cursada por la Superiora de la
Orden, con lo que se presumía que el acontecimiento
gozaría del esplendor y boato y daría material suficiente
para la Prensa Local y Medios de Difusión de ámbito
nacional.
La celebración solemne, tendría lugar en la nave de
mayores dimensiones, en la que posteriormente irían los
talleres de corte y confección, era el más luminoso y con
grandes ventanales que facilitaban la aglomeración de
un numeroso grupo de invitados.
Habían improvisado unas tarimas de proporciones
suficientes para la celebración de una Solemne
Eucaristía, presidida por el Sr. Obispo, el Director de los
Claretianos, el Padre Ignacio y miembros de la
Congregación, así como otros religiosos y religiosas de
Comunidades afines.
La distribución en el Acto, minuciosamente estudiada
por Sor Inés, colocaba en los primeros puestos a las
Hermanas de la Comunidad, a un grupo de chicas
colaboradoras de la Casa, presididas por Tania,
seguidamente las autoridades invitadas, miembros de la
Cooperación Internacional, Cooperantes y antiguos
colaboradores de la Congregación, Sacerdotes
175
Claretianos, y público en general de la ciudad que
quisieran asistir, obreros de la construcción de la Obra,
familiares y allegados, todos serían bienvenidos para lo
cual se pondría a disposición de toda persona que
quisiera asistir a la inauguración medios de transporte
gratuitos ya concertados con la Compañía que se había
encargado del traslado de los obreros a la Casa, todo
minuciosamente preparado incluso un refrigerio para
después del acontecimiento, en un patio con unas mesas
corridas que los obreros se habían encargado de
improvisar para el acontecimiento y adornadas y
dispuestas por las Hermanas de la Comunidad.
Todo estos preparativos, habían llenado de ilusión a
las Hermanas que estaban viviendo unas fechas
memorables, jamás imaginadas, lo que les daba una
alegría interna que desbordaba toda previsión, no podían
disimular la alegría que les invadía e iban de allá para
acá con una presteza y disposición inaudita, colaboraban
en todo, eran conscientes de que de su colaboración
dependía en gran medida el éxito de la celebración y
ponían todos sus sentidos en lograr el fin deseado.
Se respiraba en la Comunidad un espíritu de
satisfacción por lo conseguido, la Madre Superiora no
reparaba en elogios al ver el ánimo que había producido
en la Hermanas esta nueva Casa, se había roto la inercia
a la monotonía y la rutina, que últimamente había
minado la convivencia monacal con la deserción de
Hermanas que no comulgaban con las nuevas ideas de la
Superiora, importadas decían de la decadente Europa, y
176
ello se hacía notar en el resto de las Hermanas que
habían comprobado como mermaba el número de ellas,
a raíz de la llegada de la nueva Superiora.
Sin embargo, todo quedaba en el olvido y ahora
tocaba volcarse en que el evento saliera de la mejor
forma posible, lo de menos era la satisfacción de
comprobar que los invitados ponderaran su obra, lo
importante era que esa obra conduciría al rescate,
objetivo soñado por las Religiosas, de tantas chicas como
pululaban por los burdeles de la ciudad y que poco a
poco, gracias a la labor de algunas como Georgina y
Tania, serían las nuevas inquilinas de la Casa, esto era lo
que primaba y de ello se felicitaban desde la Madre
General, la Madre Superiora y hasta la última de las
hermanas de la Comunidad.
El Padre Ignacio, junto al Secretario del Sr. Obispo, se
había hecho cargo de la liturgia de la Solemne ceremonia
que tendría lugar, para lo cual se habían personado en el
Convento para convenir con Sor Inés los preparativos y
que todo saliera a la perfección.
Una improvisada Coral en la que participaban las
Hermanas de la Comunidad, algunas Religiosas de otras
Congregaciones, músicos que voluntariamente se habían
ofrecido, chicas que se habían unido al coro, preparaban
una Misa Solemne del Padre Tomás Luis de Victoria, a
pesar de la dificultad que entrañaba la composición del
Maestro abulense.
El día amaneció propicio para la Inauguración.
177
Antes de dar comienzo a los actos religiosos, bendición
de las dependencias, solemne Eucaristía, ágape y
funciones varias, la Madre General acompañada del Sr.
Obispo, Autoridades y sequitos correspondientes,
quisieron conocer las Instalaciones que dentro de su
sencilla construcción se había buscado la funcionalidad
ante todo, habitáculos de dimensiones considerables,
materiales de construcción de primera clase, accesorios
y mobiliario, sanitarios e iluminación muy acorde con el
propósito para que era destinado, todo cuidadosamente
llevado a cabo por un arquitecto Cooperante, que había
trazado los planos teniendo en cuenta el objetivo de
dicha construcción.
Lo que más llamaba la atención tanto al sr. Obispo
como a las autoridades visitantes, era el magnífico
Cuarto de máquinas con un generador eléctrico de última
generación, que había venido de Bélgica donado por el
Estado y gracias a una petición muy especial de la Madre
General, era de proporciones gigantescas comparado con
los conocidos en aquellos lares, capaz de producir
iluminación no solo a las dependencias de la Casa,
también a una franja de terreno que rodeaba la misma,
con una cantidad de farolas jamás imaginable en
instalaciones semejantes.
Llamaba la atención, el depósito de propano de
grandes proporciones que suministraba el combustible
necesario a este generador así como al servicio de las
cocinas y demás instalaciones, estaba rodeado por un
seto de árboles y una alambrada que aislaban de
178
cualquier intromisión o sabotaje muy frecuentes por
aquellas latitudes, de ahí también que se hubieran
habilitado un sistema de alarmas conectadas
directamente con la fuerzas armadas muy próximas a
esta Casa.
La satisfacción que demostraban los visitantes
terminaban en felicitaciones tanto al arquitecto de la
obra presente en aquel paseo de inspección, a la Madre
Sor Inés promotora principal de la obra y por supuesto a
la Madre General, que había propiciado se llevara a cabo
tan magna obra para la Congregación y por ende para el
país.
Fue un día inolvidable, que pasaría a los anales de la
historia de la Congregación como el evento más
importante del año, se cumplían los objetivos de
expansión de la Congregación y todo eran felicitaciones,
conmemoraciones, actos comunitarios en las diversas
Presencias de la Congregación que se fijaban nuevos
objetivos pues era mucho lo que quedaba por hacer, más
de lo conseguido, teniendo en cuenta que también era
mucho.
El comienzo y funcionamiento de la Casa de Acogida
de Mujeres (CAM), iba paulatinamente creciendo, el buen
hacer de Georgina, Tania y algunas nuevas
incorporaciones estaban dando su fruto, cada vez estaba
más habitada la casa, aunque había capacidad para un
número muy superior de usuarias.
179
Tania sin embargo, estaba dando signos de debilidad
espiritual, en el sentido de que no se encontraba
totalmente satisfecha con su aportación, que era mucha
y principal, pero en su interior algo le decía que no
estaba satisfecha de su labor, quiso comentarlo con el
Padre Ignacio y este le recomendaba un tiempo de
reflexión, tal vez unas vacaciones a su país, le harían
centrase en la realidad, a veces decía Iñaki, se pierde el
norte y la noción del tiempo al entregarse de lleno en
alma y cuerpo al trabajo a la causa, como ella lo estaba
haciendo y era necesario un parón, un recapitular de lo
hecho, hacer un punto y aparte para coger nuevos
impulsos y continuar la labor.
Consciente de estas recomendaciones, Tania lo
hablaba con la Madre, quien aprobaba su cambio, lo
encontraba necesario y le parecía prudente llevarlo a
efecto, quedaba saber si Tania se incorporaría a su
habitual forma de vida dentro de la Comunidad o por el
contrario pretendía volver a su familia , sus amistades y
su ambiente universitario y eso lo tenía que decidir ella,
pues le ofrecía convivir durante el tiempo que
considerara necesario en una Comunidad de la
Congregación dentro de la ciudad.
Con estas premisas Tania se disponía emprender lo
que ella llamaba, su travesía del desierto, dentro de su
estado de ánimo necesitaba comprobar si estaba en el
lugar equivocado y para ello nada mejor que volver a su
vida anterior, los preparativos de su viaje fueron
observados por Georgina, que tomaba relevo en la
180
responsabilidad de la Casa y con lágrimas se despedía de
quien para ella lo significaba todo, el consuelo de Sor
Inés apaciguaba los ánimos tanto de ella como del resto
de las Hermanas, diciéndoles que no era una marcha o
abandono definitivo sino algo necesario para templar los
ánimos de Tania y que esperaba su pronto
restablecimiento y vuelta a Casa.
De vuelta a España, Tania no se encontraba centrada,
tal vez se decía, la novedad de la vuelta, los contrastes
de la vida que durante dos años había sido tan diferente,
el ajetreo ya en el olvido del subconsciente, la vorágine
de la gran ciudad, todo le producía un vértigo
indescriptible que rayaba el pavor y el miedo, ello
convino consigo misma, vivir al menos los primeros días
en el Convento que la Madre le había asignado, ello
templaría sin duda su espíritu que se tambaleaba ante la
nueva situación.
Con estas premisas Tania se disponía emprender lo
que ella llamaba, su travesía del desierto, dentro de su
estado de ánimo necesitaba comprobar si estaba en el
lugar equivocado y para ello nada mejor que volver a su
vida anterior, los preparativos de su viaje fueron
observados por Georgina, que tomaba relevo en la
responsabilidad de la Casa y con lágrimas se despedía de
quien para ella lo significaba todo, el consuelo de Sor
Inés apaciguaba los ánimos tanto de ella como del resto
de las Hermanas, diciéndoles que no era una marcha o
abandono definitivo sino algo necesario para templar los
181
ánimos de Tania y que esperaba su pronto
restablecimiento y vuelta a Casa.
De vuelta a España, Tania no se encontraba centrada,
tal vez se decía, la novedad de la vuelta, los contrastes
de la vida que durante dos años había sido tan diferente,
el ajetreo ya en el olvido del subconsciente, la vorágine
de la gran ciudad, todo le producía un vértigo
indescriptible que rayaba el pavor y el miedo, ello
convino consigo misma, vivir al menos los primeros días
en el Convento que la Madre le había asignado, ello
templaría sin duda su espíritu que se tambaleaba ante la
nueva situación.
Nada hacía presagiar que la vocación de Tania se viera
en crisis, al contrario, todo parecía haberse confabulado
para que se sometiera a una prueba de fuego, ahora en
el Convento en España, gozando de tantas comodidades
a las que había tenido que renunciar, que le parecía vivir
en el paraíso, echando de menos su labor diaria con las
chicas de la calle, aunque aquí también la filosofía de la
Congregación era la misma, no así las características que
eran ni parecidas, ella con su experiencia trataba con
estas chicas haciéndole ver la realidad y que su situación
no tenía punto de comparación con las de Gabón que ella
trataba a diario, las chicas que escuchaban con atención
las charlas programadas para hablarles de su experiencia
en África, les dejaba boquiabiertas al comparar
situaciones insospechadas por parte de estas que se
consideraban poco menos que escoria para la sociedad,
las frecuentes preguntas que Tania trataba de responder
182
daban idea del interés suscitado por mediación de sus
charlas, que las chicas reconocían como muy
interesantes y les arrojaba luz a su nueva situación.
La Superiora del Convento, estaba convencida de la
clara Vocación de Tania, había elegido el sitio para
reafirmase en ella, la Madre le facilitaba cuanto estaba
en su mano para que así fuera, la compañía con el resto
de las Hermanas estaban dispuestas a ayudarle en lo
que solicitara y solo faltaba la visita del Espíritu Santo
para que se produjera su definitiva entrega a la
Congregación.
Las constantes muestras y el sentido de pertenencia
que demostraba Tania, hicieron que fuera admitida en el
Aspirantado, aunque ello trastornaba los planes de Tania,
que debería desplazarse a Roma para seguir los cursos
de Aspirantado y posterior Profesión; por ello se veía
obligada a tomar ese camino o volver a la Misión de
Gabón en su condición de Cooperante comprometida,
algo que ya le resultaba insuficiente para su vida.
Dos meses después, ingresaba en el Convento,
Aspirantado, Prenoviciado, Noviciado, todo en uno que
las Hermanas tenían para la preparación intensiva de sus
jóvenes aspirantes. Para ella era como aterrizar en el
Cielo, todo eran atenciones, ejemplos de abnegación y
renuncias por parte de sus compañeras, que conocían la
“vida y milagros” de quien se presentaba como
aspirante, cuando realmente había estado ejerciendo
prácticamente de misionera comprometida con la causa.
183
Algunos días, en el salón de actos, la Madre Superiora
Maestra de Novicias, invitaba a Tania a compartir en la
asamblea sus experiencias vividas durante su
permanencia en África, lo que despertaba un entusiasmo
inaudito en las aspirantes e incluso en las novicias, que
se ponían en su lugar y ya se veían actuando en los
lugares inhóspitos de Misión a donde fueran enviadas.
Tania se explayaba entrando en detalles, de cómo se
había ido metiendo en ambientes peligrosos para tratar
de arrancar a cuantas chicas le fuera posible, les hablaba
con cierto rubor de su encuentro con Fhilippe, de los
contactos tenidos con Georgina y con Jukia, de logros
conseguidos mediante la ayuda del Padre Ignacio y todo
ello les sonaba a las jóvenes aspirantes, a una aventura
que deseaban vivir en sus propias carnes.
También les ponía boca arriba, los peligros, vicisitudes,
renuncias a que se había visto obligada a soportar y que
no todo era campo de rosas, les aportaba la especial
colaboración, las oraciones y las ayudas de todo tipo que
asistían su labor, por parte de las Hermanas de la
Comunidad, sin cuyo auxilio y sobre todo los favores
Divinos, nada de esto hubiera sido posible.
Las chicas salían henchidas, de estas charlas, con
propósitos firmes y convencidas de encontrase con el
verdadero camino en sus Vocaciones, les servía y mucho
para alimentar sus ilusiones, aunque a más de una en el
futuro se les frustrara esta Vocación, otras en cambio
salían reforzadas y convencidas de que aquello era
definitivamente lo suyo, ellas querían llegar a vivir las
184
experiencias de las que les hablaba Tania, a quien
consideraban una heroína, que sin votos , hacía una vida
para sí quisieran muchas de las Profesas .
Como consecuencia de esta forma de vida, Tania se
reafirmaba en sus convicciones, y se preparaba para dar
el gran paso, su Profesión como Novicia, preparación
intelectual le sobraba y ganas no le faltaban.
185
CAPÍTULO XIII
Verdaderamente, decía la Superiora del Aspirantado:
Ésta chica ha manifestado tener una clara Vocación para
la vida monástica, ojalá su forma de pensar no cambie y
se sostribe siempre en la oración y en llevar a efecto
aquello que el Señor le demande, reflexiones que hacía
en privado con la Madre encargada de la formación de
Novicias, ésta a su vez aportaba datos menos
optimistas, como era la larga estadística de abandonos,
que por diversas causas, se habían producido a lo largo
de su dilatada carrera como Madre de Novicias, unas por
su débil Vocación, otras por su incapacidad de entrega
sin pedir nada a cambio, las más por la dureza de vida
que implica estar sometidas para siempre al
cumplimiento de sus votos, aunque también reconocía
que se conseguían auténticas Hermanas dispuestas a dar
lo mejor de sí mismas durante toda su vida en favor de
los demás, por todo y también por sus fracasos había
186
que dar gracias a Dios, que consentía hubiera un lugar
donde se cultivaban Vocaciones a su servicio.
Pasaba el tiempo de formación, y como Tania tenía la
firme voluntad de entrega y una preparación académica
e intelectual probada, fue propuesta por la Madre de
Novicias para su Profesión como Hermana de la
Congregación, ello se produjo ante la estupefacción del
resto de Novicias, que aun llevando más tiempo
formativo que ella no alcanzaban este grado, aunque
nunca dudaron de los valores ampliamente demostrados
por la ya Hermana Sor Antonia de la Misericordia,
nombre de la Madre fundadora que tomó Tania el día de
su Profesión perpetua.
La Madre Sor Antonia, fue enviada a España, se
suponía o al menos ella así lo pensaba, sería enviada a la
Misión de África en Gabón, donde había dejado lo mejor
de sí misma, en una labor de alto precio en el sentido de
haberse vaciado por completo por la causa, buena
prueba de ello era el testimonio de Georgina y las
compañeras que habían seguido su camino,
componiendo un buen número en los talleres de corte y
confección donde desarrollaban su nueva vida y con
palpables muestras de la buena marcha de los talleres,
que veían implementados sus esfuerzos con nuevas
incorporaciones de chicas rescatadas y con los
frecuentes encargos de empresas textiles de prestigio
nacional, que hacían que su trabajo se viera
compensado.
187
En cambio, los designios de Dios, así como los de la
Madre General, que como suele decirse son
inescrutables, tenían reservado a Sor Antonia otros
destinos.
Había sido llamada a la Casa Generalicia, para ser
enviada al Continente Sudamericano, concretamente a
Brasil, donde había una Presencia de la Congregación
muy potente e importante, debido a los muchos años de
su fundación, quería la Madre General, potenciar y
rejuvenecer dicha Presencia y había considerado las
aptitudes de Sor Antonia para esta labor en la que tenía
puesta su confianza.
Sor Antonia, no dudó ni un instante el nuevo mandato
de la Madre General, además su obediencia le obligaba a
ello, el tema del idioma no le preocupaba, un curso
acelerado y se pondría al día, lo importante era la
práctica y andaba en ascuas por que llegara el día de su
incorporación a este nuevo destino.
Habían cruzado correspondencia por medios digitales,
tanto con Sor Inés, Madre Superiora en Gabón como
también con el Padre Ignacio y Georgina, todos
felicitaban a Tania, ahora Madre Antonia, por su nueva
Profesión, y le deseaban todo lo mejor en su nueva
andadura por tierras sudamericanas, ésta a su vez
contestaba con cartas llenas de optimismo y también de
nostalgia por los tiempos en que se había sentido tan
feliz en tierras africanas.
188
Estaba al corriente del buen hacer de la Casa de
Acogida de Mujeres e insinuaba tratar de crear algo muy
parecido en Brasil, el tiempo lo diría y si Dios así lo
quería.
De nuevo a la Madre Antonia, le tocaba navegar por
recónditos lugares jamás imaginados aun en su febril
imaginación, se incorporaba a un novedoso mundo,
donde no podía sospechar qué le esperaba, su confianza
en Dios y en la ayuda de sus Hermanas harían el resto,
pero esta vez sí que le parecía estar dando un salto en el
vacío y sin red…
La Madre Sor Inés, debido a su siempre débil estado
de salud, había tenido una recaída que limitaba
sobremanera su quehacer diario, lleno de actividad,
agenda repleta de citas, trabajos físicos e intelectuales
de todo tipo, la administración de la Obra, la
responsabilidad suprema que conlleva la dirección de un
Centro, el peso de ser la responsable última de la
Congregación en Gabón, la dificultad de entendimiento
con la Administración Estatal, poniendo palos en las
ruedas constantemente, el recurrimiento casi
permanente al Sr. Obispo y autoridades eclesiásticas
para luchar con otras religiones que trataban de imponer
la suya en los centros educativos a cargo de las
Hermanas y un sinfín de problemas de toda índole,
habían conseguido tumbar la indomable voluntad de Sor
Inés, aunque no la de su espíritu, que luchaba
denodadamente por seguir adelante pese a las
dificultades.
189
Pero era evidente el deterioro físico de la Madre y en
la Comunidad eran conscientes de ello, que observaban
con preocupación los cambios que se estaban
produciendo en la salud de la Madre Superiora.
La situación fue puesta en conocimiento de la Madre
General, quien automáticamente cursó orden para que
fuera repatriada a España, para ser tratada y también en
prevención de males mayores, el problema que se le
presentaba ahora a la Madre General, era cómo sustituir
a Sor Inés, en una labor hecha a su imagen y
semejanza, con unas características tan particulares
como la creación de la CAM, que ahora quedaba en
manos de Georgina, que tan siquiera era un Hermana de
la Congregación, aunque su labor estuviera fuera de todo
juicio negativo; pero no era dirigida por una Hermana de
la Orden y esto era preocupante.
Sor Inés, no lograba entender que se produjera su
traslado, al fin y al cabo ella estaba dispuesta a dar la
última gota de su ser en aquellas tierras que para ella
habían significado todo en su vida, no aspiraba más que
a dejar su testimonio a seguir por otras Hermanas, que
sin duda vendrían a continuar y hacer crecer su Obra;
pero por encima de todo estaba la Obediencia y aquí no
ponía resistencia alguna y se disponía a ponerse en
manos de Dios y de sus superiores.
La despedida, por parte de las Hermanas fue de lo
más dolorosa y al tiempo también de lo más alegre, las
Hermanas que nunca habían tenido una ocasión tan
190
propicia para demostrarle el cariño que sentían hacia la
Madre, le prepararon una despedida jamás vista hasta
entonces, el día de su partida a España, un coro de niños
con banderitas y guirnaldas de flores, en dos filas
paralelas a la salida del Convento, en el patio grande que
servía de recreo entre las horas de clase se disponían a
dar merecida despedida a la Madre, se habían
congregado tanto los padres de los niños, colaboradores
de la Casa, chicas internas, cuidadores de la Misión,
Padres Claretianos, Autoridades Locales y un sinfín de
personas que sentían verdadera devoción y admiración
por la Obra de Sor Inés, daban un adiós emocionado y
con lágrimas a quien habían tenido como una santa en
vida, los canticos y música improvisados se perdían en el
horizonte junto con el vehículo medicalizado que llevaba
a la Madre al aeropuerto.
La Madre, no era consciente de esta despedida
multitudinaria, pues los médicos la habían preparada
para el viaje con sedantes y medicación pensando en su
traslado que necesariamente conllevaba un riesgo; sin
embargo en lo más profundo de su ser, notaba un calor
especial que interpretaba como la aceptación de su
nuevo estado y se ponía mentalmente en manos de
Dios, como siempre había hecho en momento de
gravedad y este lo era.
En España, fue recibida por una Comisión delegada
para este cometido, entre los miembros que le recibían
en el aeropuerto, se encontraba Sor Rosa, que enterada
de la llegada de su íntima amiga y compañera, se había
191
prestado voluntariamente y hacerse cargo, si la
Superiora así lo consideraba, del futuro restablecimiento
de Sor Inés, a quien ella admiraba profundamente y
estaba al corriente de su buen hacer en tierras africanas,
era una fiel admiradora de su Misión y quería ocuparse
de ella personalmente.
Parecía que aquel apelativo de “Ángel de la Guarda”
que habían dado a Sor Rosa, volvía a hacer acto de
presencia en momentos delicados de su amiga y
admirada Agnès, que acompañaba su ingreso en el
hospital, donde ya habían previsto llevar adelante el
tratamiento de su delicada salud.
Un concienzudo trabajo por parte del equipo médico,
para descartar cualquier enfermedad de tipo tropical o
epidemiológico, dado que la paciente procedía de África,
confirmaban y así lo hacían saber a la Superiora, que los
análisis daban una enfermedad grave, una mutación
cancerígena que presentaba mal diagnóstico en principio
y que ampliarían los estudios para dar con el tratamiento
más adecuado al caso.
La preocupación de la Madre, como de Sor Rosa,
crecía a medida que se conocían nuevos datos de la
enfermedad que portaba Sor Inés, todas las hermanas
de la Comunidad, reunidas en la capilla del Convento,
elevaban fervientes oraciones por la preocupante salud
de la Madre, fueron días de comunicados a la Superiora
General de la Congragación, también por parte de Sor
Rosa que se mostraba abierta a cualquier sugerencia
192
incluso ofreciendo su Residencia para la posterior
recuperación de la Madre, y que también puso en
conocimiento del Padre Lorenzo, amigo de ambas
Religiosas, quien al tener noticia de ello inmediatamente
dispuso se contara con él para cuanto fuera necesario.
Todos los intentos y cuidados en el tratamiento llevado
a cabo en el hospital, dieron como resultado final, una
enfermedad grave incurable, que no se podía atajar, el
pronóstico era pues poco menos que de desahucio,
tratarían de paliar al máximo el deterioro progresivo que
la enfermedad producía en la paciente; pero poco más
se podía hacer.
Sor Rosa fue autorizada por la Superiora a que la
paciente fuera trasladada a la Residencia, sin que ello en
ningún momento pudiera hacer pensar que se
desentendían de la paciente, todo lo contrario, entendían
perfectamente que la atención que recibiría la Madre en
manos de Sor Rosa, sería más específica que la que le
podrían proporcionar en el Convento, teniendo que
atender a las necesidades de la Comunidad y las obras
que llevaban adelante, todo ello fue consensuado con la
Madre General, que accedió gustosa a que así fuera.
Cuando Sor Antonia, (Tania), tuvo conocimiento de lo
sucedido, pues la noticia atravesaba las fronteras, sintió
un profundo dolor en su interior y pensaba que Dios
escribe derecho con renglones torcidos y sus planes no
son nuestros planes; pero el dolor que sintió al tener la
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noticia invadía todo su ser, había sido piedra angular en
su vida y modelo de entrega a la Congregación y por ello
era admirada y reverenciada al tiempo que elevaba
oraciones por que se hiciera la voluntad de Dios.
Finalmente, como por otra parte se esperaba, una
mañana, cuando el personal encargado de la limpieza de
las habitaciones de la Residencia entraba a realizar las
labores diarias, encontraron a la Madre en una actitud de
paz, la cara sonriente, una expresión dulce en su rostro,
parecía dormida; pero había entregado su espíritu…
E Padre Lorenzo, fue llamado a la Residencia, ya le
había administrado días antes los últimos Sacramentos y
solamente pronunció una frase que a Sor Rosa se le
clavó en el alma:
“Un libro, como un viaje, comienza con inquietud y se
termina con melancolía” (José Vasconcelos).
Al parecer la vida de Agnès había comenzado a ser
conocida en un Hospital y así mismo terminaba en otro
lugar parecido, en una Residencia.
Su cadáver fue trasladado al Convento, para ser
expuesto y recibir las exequias y honores fúnebres con la
presencia de la Madre General, que no cesaba en
presentar a Sor Inés como un ejemplo a seguir y una
verdadera santa…
Por fin aquel hilo de Ariadna, buscado por el autor,
daba como resultado un relato, que sin querer ser
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moralina de nada, deja patente la vida de cientos de
mujeres que dan su vida por causa de sus semejantes y
hacen bueno aquel dicho de: “Nadie ama más a sus
semejantes, que quien da la vida por ellos”
A estas heroínas de vida anónima, va dedicado este
trabajo (El autor, FSB)…
Nombres de personajes (Por orden de aparición)
AGNÈS: Protagonista
MARÍA: Compañera de
ANTONIO: Vecino del Bajo B
VICTORIA: Vecina del 2º A
SOR ROSA: Monja (Guía) de Soria
COMISARIO LOZANO: Encargado del caso
LOLO: Vecino de Orcasitas
BAR LA CAÑADA: Lugar de encuentro
CENTRO CULTURAL: Asociación de vecinos
PADRE ANTUNEZ: Sacerdote Preceptor
ANTOLÍN: El Chatarrero
GUMIA: Delincuente habitual
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JOAN: Uam-Chum-Lai Magnate chino
FRANÇOIS LAFORET Padre de Agnès
EL “CHATO”: Antiguo boxeador
DORA: Madre de Agnès
NATALIA: Abuela materna
FERNANDO OROZCO: Joven Hospital Toledo
NURIA: Chica de cárcel
HERMANAS OBLATAS: Congregación
TANIA: Cooperante en Gabón
PADRE IGNACIO: Claretiano
OBIANG: Acompañante
FHILIPPE: Joven amigo de Tania
ALESSANDRO: Encargado Naviera
GEORGINA: Chica “Europea”
JUKIA: Chica “exuberante “
MADRE ANTONIA: Tania, Profesa
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FIN
Madrid 24 de Julio De 2015
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ÍNDICE DE CAPÍTULOS
Cap. I EL ACCIDENTE Pag. 4
“ II LA INVESTIGACIÓN “ 22
“ III CAMBIO DE VIDA “ 36
“ IV EL HILO DE LA TRAMA “ 52
“ V SALTO EN EL VACÍO “ 66
“ VI UN EMPLEO NUEVO “ 88
“ VII RECAIDA OPERACIÓN “ 100
“ VIII LA VOCACIÓN “ 118
“ IX LABOR MISIONERA “ 132
“ X LLAMADA /RESPUESTA “ 144
“ XI LA C.A.M. “ 160
“ XII EL NOVICIADO “ 176
“ XIII BRASIL “ 188
199
ÍNDICES Y FIN “ 200
200

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