CIEGO POR UN DÍA
FLORENTINO SANTOS BARBERO
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DEDICATORIA
Para todos a quienes nunca alguien les ha dedicado un li-bro, una flor, una canción o cualquier muestra de Amor...
Floren
PREÁMBULO
Papá: Escribe una novela que tenga trama, me pedía mi hijo Paco en un e-mail esta mañana...
Acaso sea este el motivo por el que comienzo este escrito.
Porque realmente otra cosa no me mueve a ello no siento atrac-ción alguna, no solamente en esto de la escritura, además última-mente he perdido interés por otros muchos asuntos sin duda sín-tomas de vejez, de vejez galopante, no en vano ya he cumplido los sesenta y cuatro.
Y dicho sea de paso, tampoco hace falta tener mucha imagina-ción o viajar a países exóticos y disponer de un buen relato, etc. para obtener un guion o lo que es lo mismo disponer de una tra-ma novelesca, basta simplemente fijarse en lo que ocurre en nuestro entorno a diario, tener un mínimo de sensibilidad, obser-var con cierta atención y tendremos la mejor novela de la historia.
En este sentido me llamó mucho la atención, hasta el punto de conservarlo todavía, un artículo escrito por Umbral en La Esfera de El Mundo, página 16, sábado 2 de Enero de 1999.
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Se titula: El imperio o Rudyard Kipling. Dicho artículo es una crónica sobre el Nobel Kipling, en el que se dicen lindezas como: “Hacia los quince años publica Kipling sus primeros poemas, y luego una novela, que más vale olvidar, La luz que se apaga, con el sugestivo y fatalón tema de un pintor que pierde la vis-ta”...Y sigue Umbral diciendo: “sabido es que toda novela, drama o película con traumatismo corporal es necesariamente un engendro. El sentar como base de una historia una enfermedad grave, y mejor irremediable, no revela sino falta de imagina-ción, y pocas escapan a esta ley”...
Comienzo pues mi novela “CIEGO POR UN DÍA” Pese a todo, faltaría más, usando de mi cinismo al más puro esti-lo socrático, voy a continuar con el asunto, mal que le pese a Um-bral o a quien encuentre en el camino.
Con tales premisas, sin pedir permiso a nadie, siguiendo un de-seo esta vez confesable, de agradar a los míos y más concretamen-te a mi hijo Paco, que como queda dicho así me lo ha solicitado, me dispongo por primera vez en esto de la escritura, delante del ordenador, en directo, sin apuntes previos, sin guion alguno, sin fichas y nada de nada para engendrar algo que por lo menos me sirva para ocupar mis muchas horas de ocio
¡A ello vamos...!
Marzo de 2004
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CAPÍTULO I
Julio es un ciego que vende cupones en la calle Bravo Murillo de Madrid.
Todos los días se levanta temprano para ir a recoger las tiras de cupones que debe tratar de vender a diario puesto que el sustento de su persona y sus exigencias en el orden económico dependen en gran medida de la venta de dichos cupones.
Julio que nació ciego tiene un concepto de las cosas, la vida, las personas, los animales y de la ciudad muy particular.
Entre sus negros sueños, negros porque carecen de color, presiente que no todo es así es decir de color negro, ya con la edad que tiene, veintidós años cumplidos, intuye que la vida no es tan lineal como para él se representa. Ha de tener color, for-mas, sonido, tamaño, volumen y medidas que a él se le escapan.
Cuando aparece la Primavera esta constatación se hace más evidente, el trino de los pájaros, el perfume de las chicas cuando pasan cerca de él, el ruido motorizado de la ciudad, que aumenta en intensidad al tiempo que la bonanza meteorológica se hace pa-tente y se consolida, todo le hace saber que existe un mundo tan diverso y diferente que solamente intuye a través de las conversa-ciones y palabras que la gente le dirige cuando se acercan para comprar el cupón.
También cuando el involuntario contacto de la mano de alguna fémina al comprar el cupón, hace vibrar algo recóndito en su inte-rior. Él sabe que toda sombra tiene al menos el color de su propia
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existencia, la corporeidad de la sombra hace que esta tenga forma y por tanto cierto color.
Cuando nació Julio en un lejano pueblo de Asturias, en su casa nada hacía presagiar que fuera ciego.
El embarazo transcurrió con toda normalidad, el parto se desa-rrolló bajo la vigilancia de su abuela y del médico local y la noti-cia del nacimiento de un nuevo hijo en el seno de la familia fue muy bien recibido por todos sus miembros.
Una rara e incipiente enfermedad que fue desarrollándose a medida que avanzaban los días confirmó que el niño de pocos meses no veía, que era ciego.
Como la esperanza es lo último que se pierde la familia no es-catimó en gastos y siguiendo los consejos de su médico de cabe-cera, se trasladaron a Madrid pensando con buen criterio que si allí que disponían de todos los medios posibles para el trata-miento de la enfermedad no sacaban adelante el asunto, difícil-mente en el pueblo podrían hacer nada al respecto.
Fueron días, meses y años de grandes esperanzas a la vez que de grandes frustraciones, lo cierto es que fue pasando el tiempo y el problema de la ceguera de Julio se hacía patente. Los médicos que trataban su enfermedad no arrojaban la toalla, y tam-poco le daban el angustioso veredicto de: “no hay nada que hacer”.
Una vez en Madrid y apoyándose en lo conocido, es decir su familia, se disponían a sufrir cuanto hiciera falta y fuera necesario con tal de lograr la curación del niño.
Al principio estuvieron alojados él y su madre, en casa de unos familiares con numerosa prole, con problemas de desempleo por parte del cabeza de familia, con recursos muy limitados y con una mínima aportación por parte de ellos pues la gente que ve-nía del pueblo disponía de lo mínimo imprescindible.
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El tiempo transcurría, sin que nada cambiara para bien en lo concerniente a la visión del chico, todo eran promesas, falsas expectativas y dar largas en el tiempo.
El padre de Julio y una de sus hermanas ya mocita, se plantea-ron ir a vivir a la Capital puesto que el tiempo avanzaba, y a ins-tancias de la abuela se proponían ir a echar una mano en el asunto a su mujer y hermano a sabiendas de que ese paso les llevaría a tener que afrontar con valentía una situación para la que duda-ban estar preparados. Efectivamente con una formación primaria, sin oficio definido y con escasos medios para salir adelante, pudo más el corazón que la razón y emprendieron la ardua tarea de acompañar en la aventura a su familia más querida.
Fueron tiempos difíciles ya lo eran para quienes habían nacido en la capital, así que para ellos a quienes habría de sumarse la novedad de una vida tan diferente a la del pueblo la dificultad de moverse con la soltura precisa, el cambio en los hábitos de vida, enfrentarse todos los días a problemas que jamás habían soñado, aunque siempre motivados por la esperanza de la curación de Julio que les daba alas para enfrentarse a todos los inconvenientes del diario discurrir.
El padre pidió trabajo en la construcción como peón, pues tam-poco tenía conocimientos específicos que le hicieran acreedor a otro empleo, lo suyo de toda la vida había sido las labores del campo y lo relacionado con el cuidado y cría del ganado. Luisa una hermana de Julio encontró trabajo en la casa de unos señores que veraneaban en su pueblo, mediante credenciales del cura local.
La vida de estos improvisados huéspedes, que se hizo in-sostenible en casa de los familiares en la que vivían en precario, dio lugar a liarse la manta a la cabeza y entrar de alquiler en un piso próximo al de sus parientes que por tratarse de gente conoci-da y del barrio, tuvieron la delicadeza en admitirles sin las garan-tías pertinentes de tener que adelantar dos mensualidades, algo por otra parte imposible de cumplir por parte de los advenedizos arrendatarios.
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El chico seguía pese a todos los esfuerzos meritorios por parte de los facultativos sin ver... y poco a poco se fueron haciendo a la idea en el seno familiar de que la curación de Julio si esta fuera posible, sería a largo plazo y ello les fue llevando a admitir de una manera inexorable que Julio sería ciego de por vida.
Una recomendación por parte de los señores donde servía Luisa, facilitó la entrada del chico en un Centro Especial para Ciegos (ESCI), donde además de recibir una educación permanen-te y adecuada a sus minusvalías recibían el tratamiento específico en cada caso, según el grado que exigiera cada enfermedad.
De tal manera que todos los días la madre de Julio tenía que desplazarse hasta el mencionado Centro para dejar al mucha-cho y recogerle al atardecer, esto significaba además de un gasto difícilmente soportable, una dedicación y empleo de tiempo que restaba al trabajo en casa para atender a la casa y a su marido.
Como Dios aprieta pero no ahoga la mujer encontró solución a su problema porque un día le propuso el Gerente del Centro de la ESCI trabajar en las labores de limpieza y ella muy gustosa aceptó.
El chico crecía y se adaptaba a su situación que por otra parte no le era ajena ni nueva, puesto que había nacido con ella, y con el transcurso del tiempo la familia se fue afianzando a la situación de la ciudad lo que dio lugar a que se plantearan recuperar al res-to de la familia, otros dos hijos en edad de dar problemas, una niña de dieciséis años y un mozalbete de dieciocho, trayéndoselos a Madrid.
Ni que decir tiene que las penalidades que pasaron hasta hacerse a la vida de la capital fueron tan variadas, como los días que transcurrieron hasta que Julio parecía valerse por sí mismo.
El Chico avanzaba en sus conocimientos académicos a la vez que recibía lecciones de cómo comportarse respecto a las demás personas, sus propios compañeros y técnicas para suplir en la me-dida de lo posible la carencia de su vista.
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Fueron años de preparación que dieron como resultado una formación muy superior en algunos casos, a la de chicos de su misma edad y sin discapacidad alguna.
La concentración en el aprendizaje del Braille fue una dedica-ción muy especial por parte de Julio, sabedor de que en gran parte y gracias al inventor francés de este sistema su vida y su futuro dependerían de ello.
Mediante el dominio de esta forma de lectura/escritura, se fue aficionando a escritos que le facilitaba el Centro, obteniendo con-ciencia de la existencia de además de su entorno más inmediato, de un mundo por descubrir de: colores... amaneceres... estrellas... mares... ciudades... etc...
Su interés por saber tuvo resultados inmediatos, le concedieron en el Centro licencia para establecerse como vendedor de cupones, algo que a todo quien se dedicaba a ello le solucionaba la vida al menos en las exigencias más necesarias.
De tal forma que Julio ya no tenía que acudir al Centro con tanta frecuencia, como no fuera por interés personal para seguir estudiando, recabar información o entrega de cupones sobrantes.
Su independencia se hizo notoria apenas necesitaba del apoyo de su familia y se desenvolvía en la vida como una persona válida, colaboraba con los gastos de la casa como otro más y se permitía obsequiar con regalos en cada ocasión propicia a los miembros de su familia, consciente del sacrificio que habían llevado a cabo buscando la solución a su vida.
En la ESCI le consideraban como uno de sus vendedores modelo, fruto no sólo del empeño que Julio había puesto en salir adelante, sino también de la dedicación específica por parte del Centro en este tipo de enseñanzas, lo que corroboraba el éxito y finalidad del mismo.
A Julio desplazarse todos los días desde la periferia a la ciudad le resultaba engorroso aunque a la vez gratificante.
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Le habían educado en la ESCI para ser una persona cortés y amable, cordial, refinada y que cayera bien a todo quien le tratara. Y sobre todo le habían inculcado entre múltiples disciplinas, la de tener un aspecto físico, pese a sus limitaciones, para resultar atrac-tivo a la vista de los demás.
Las facciones de su cara que por carecer de modelo pudieran resultar menos agraciadas de lo que en realidad eran, habían sido trabajadas en el Centro con el fin de que aparecieran serenas, dul-ces y suaves.
Lejos quedaban las muecas e intentos por controlar la falta de visión, exponer las cuencas de los ojos ante los demás con el des-agradable encuentro de unos ojos glaucos, unas arrugas en la cara y el rostro fruto de no saber el efecto que producirían en los de-más.
Gracias a este trabajo diario por parte de los preparadores del Centro, Julio presentaba facciones agradables y sutilmente agra-ciadas y limpias, además sus oscuras gafas le daban ese... aire un tanto interesante, cuando no, un aspecto intelectual lejos de toda duda.
Su porte educado, la forma de vestir diríase que impecable, la empatía que despertaba con cuantas personas se relacionaba, le hacían ser acreedor a un trato recíproco, y conseguía que inmedia-tamente sintieran quienes tenían ocasión, el deseo de entablar con-versación con él.
Julio en esto del trato con la gente no tenía prejuicios.
Tanto le daba fueran altos o bajos rubios o morenos, blancos o negros, con bigote o calvos, hombres o mujeres, con todos trababa una cordial conversación a nada que apreciara en el otro un míni-mo interés en el asunto.
Se dejaba ayudar muchas veces más de lo que en realidad ne-cesitaba, era bastante autónomo en esta materia aunque no despre-ciaba la atención que pudiera dispensarle alguna persona, con tal
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de no defraudarla, sobre todo cuando tenía que cruzar alguna calle, subir al Tren, etc.
Cuando iba sentado en cualquier medio de locomoción y si al-guien no lo conocía, tan siquiera podría darse cuenta de su minus-valía.
Elegantemente vestido sin lujos pero limpio y bien aseado, con su incipiente barba bien cuidada, el pelo cortado al cepillo, sus zapatos impecablemente limpios daba aspecto de un gentleman más que un ciego inválido.
Solamente su plegado bastón telescópico blanco delataba la realidad de su situación.
Pero donde daba la nota sobresaliente Julio era en su modo de ser, su interior, la personalidad labrada a fuego que durante años de semi-internado en el Centro de la ESCI, habían logrado que fuera una persona de una integridad nobleza y honradez a toda prueba.
Estaba adornado de virtudes tales como: Inocencia, Candidez, Puntualidad, Simpatía, Honor, Gracejo, Etc.
Sabía escuchar al tiempo que trataba de aprender de toda situa-ción y de todos con quienes tenía ocasión de entablar conversa-ción. Se interesaba particularmente por los deportes, preguntaba por los resultados de los partidos, a veces con la sola intención de iniciar una conversación y que los demás, no él, se sintieran en sintonía con su presencia y daba argumentos y pautas que tal vez ni sentía, es decir su comportamiento denotaba que en definitiva era un dechado de virtudes.
Pero a Julio se le estaba haciendo cuesta arriba tener que tomar todos los días el Tren, luego el Metro y a veces el Autobús para ir al Centro a recoger los cupones, aunque lo estaban progra-mando para realizar entregas semanales y empezaba a darle vuel-tas, de cómo solucionar aquel problema.
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Él no tenía asignado como otros muchos minusválidos, un sitio concreto para realizar la venta de sus cupones, había elegido la calle de Bravo Murillo a pesar de que cada doscientos metros exis-tía un Kiosco de venta de los mismos, pero era tal el flujo de gente que a diario transitaba por esa calle que para nada condi-cionaba el éxito de su trabajo así como tampoco el hecho de que hubiera otros vendedores.
Su programa sin apenas variación era prácticamente todos los días el mismo. Salía de su casa a las ocho de la mañana tomaba el Tren de Cercanías que le dejaba en Nuevos Ministerios, subía la Calle Raimundo Fernández Villaverde hasta Cuatro caminos y se adentraba en Bravo Murillo hasta Tetuán, donde discurría su labor. Acostumbraba a desayunar en el Bar El Zafiro, tenía su cliente-la con la que intercambiaba además de los cupones todo tipo de comentarios acerca de la actualidad de las noticias que estaba al corriente, pues era un gran aficionado a escuchar la radio y también aficionado, aunque menos, a la televisión pese a “go-zar” como decía en tono jocoso, de no ver las imágenes, de tal manera que estaba siempre a la última en lo concerniente a la marcha de la liga de fútbol, deportes en general y sobre todo de la vida política en particular.
Para tomar el Tren, el Metro o el Autobús, quedaba de acuerdo con algún colega de una minusvalía inferior a la suya, es decir con una visión parcial apreciable y de esta forma valerse de la mejor forma posible, esta era una recomendación general hecha por parte de los responsables de la ESCI, la de coincidir siempre que fuera posible en los desplazamientos con algún colega de una minusva-lía mínima aunque tenía el inconveniente de tener que compartir con él sus experiencias o los avances en el asunto de la venta de los cupones y estrategias que a Julio no le interesaba descubrir, pues dependía en gran medida no airear su pericia en la captación de clientes, salvo que mediante estas confesiones correr el riesgo que su compañero le hiciera competencia.
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Por todo eso estaba en condiciones de buscarse un apartamento que le hiciera más cómoda la vida, sin el engorro de los desplaza-mientos.
Lo que ocurría era, pensaba Julio que proponer en su casa se-mejante decisión habría de llevarle tiempo, no quería que su fami-lia que precisamente había arrostrado todo tipo de sacrificios con tal de seguir junto a él pudiera sentirse ninguneada porque decidie-ra irse a vivir por su cuenta. Aunque bien pensado tal vez se decía Julio, sería un problema menor para la familia y una boca menos que tener en cuenta, aunque también echarían de menos su colabo-ración económica para nada desdeñable de su parte.
Pero sobre todo era importante para él sentirse “normal” al contrastar su manera de comportarse su forma de vivir, sus crite-rios personales, su “visión” de la vida, etc. Y esto solamente lo podía saber a través del criterio de alguien que como él se encon-trara en la misma o parecida situación.
Conocía el recorrido diario con precisión milimétrica y se des-plazaba con una naturalidad extraordinaria, conocía los baches de la calle, postes, farolas, contenedores de basura, que además de su putrefacto olor en alguna ocasión le había costado algún tro-piezo al ser cambiada su ubicación, algo que también le ocurría con las vallas protectoras de cualquier obra y que frecuentemente y casi a diario aparecían en su camino, además de las zanjas para la canalización del Gas, etc.
Sin embargo Julio cada día afianzaba más su comportamiento social alternaba con más personas, expandía el ámbito de sus amistades que en muchos casos era algo más que el simple trato de vendedor y comprador, participaba en tertulias donde era admitida su opinión en algunos casos muy autorizada y empezaba a notar que su condición de ciego, apenas mermaba su capacidad para relacionarse con la gente de su entorno habitual, en una pala-bra, que no se sentía en ningún caso discriminado por su condi-ción disminuida.
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En cambio la servidumbre a que se veía sometido todos los días y cierta dependencia de su acompañante, no evitaba que la amistad que hacía con él y que casi a diario se producía en sus desplazamientos fuera creciendo con este semi-invidente, y le ha-cía programar su vida sobre todo en los fines de semana de una manera diferente.
Además le servía para comprobar a Julio, que existían otras personas con inquietudes muy diferentes a las suyas, pues descu-bría en el amigo, según confesiones que este le realizaba, que su objetivo era ser escritor y que se dedicaba a lo de la escritura de una forma autodidacta y además tenía un repleto repertorio de escritos en Braille que algún día le enseñaría.
Este amigo-colega le informaba de que en el Centro de la ESCI existían lugares de encuentro especialmente acondicionados y de-bidamente programados para satisfacer las necesidades de sus so-cios y que en él se organizaban fiestas, bailes, guateques, excur-siones y un sin fin de actividades lúdicas que Julio empezaba a descubrir en la parte más gratificante gracias a las extensas ex-plicaciones que recibía por parte de su ya compañero Enrique... el invidente que se había convertido en su lazarillo.
A Enrique le encantaba entrar en el desconocido mundo de Ju-lio y pulsar sus opiniones, sus formas de entender las diferentes ocasiones en que coincidían físicamente, porque mentalmente es-taban a cien años luz, el uno del otro.
Quería recabar datos y sensaciones, formas de sentir de su compañero, sueños irrealizables, obsesiones, etc.
En una palabra estaba tratando de introducirse en el interior más recóndito de Julio como un auténtico experto en psicoanálisis, con el propósito de verter estos conocimientos en sus futuros es-critos.
La vida de Julio se vería alterada por esta nueva experiencia de contar con un inesperado colega, que estaba dispuesto para ayudarle en todo lo que él le permitiera y asiste con él a una es-
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pecie de Discoteca del Centro, donde amén de buena música hay otros atractivos tales como son las bebidas a bajo precio, la com-pañía de otras personas condicionadas como él y sobre todo el descubrimiento de otros invidentes del sexo femenino.
Además en éste nuevo lugar para Julio, se programan juegos específicos a su condición y donde tiene ocasión, esto es nuevo para él, el descubrimiento del cuerpo de una chica.
El tacto desarrollado especialmente en los invidentes al igual que el sentido del oído y el olfato, en esto la naturaleza pareciera haber querido suplir la carencia de la vista dando máxima calidad con ello a quienes sufren esta pérdida, en Julio era notorio.
Lo cierto es que Julio en uno de esos juegos-bailes coincide con una chica se tocan, se reconocen, se huelen, se sienten... Se en-cuentran...
Un nuevo concepto una nueva experiencia tiene lugar en ese momento que sería el principio inolvidable de una agradable sensación de la que Julio no había tenido noticia hasta entonces.
Se establece una comunicación además de corporal, verbal, se cuentan e intercambian modos y formas ininteligibles para el resto de los mortales y concurre en ellos eso que ha dado en llamarse filling, que no es otra cosa que una coincidencia de caracteres y una corriente de amistad algo más de lo normal.
Julio entra en una nueva interpretación y versión de la vida.
Ha encontrado un soporte más en el que afianzar sus sueños, en negro como quedó dicho anteriormente, pero esta vez con una luz especial que bien pudiera dársele el color rosa como en las novelas y películas de amor.
Más adelante sin que los días cuenten para él, solamente le sa-can de su rutina los momentos de encuentro cada vez más espera-dos con Lucía.
-Qué incongruencia se decía así mismo Julio- ella tiene el mismo nombre de la Patrona de los ciegos, tal vez por ello les
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pusieron este nombre, que a Julio se le antoja el más bonito del mundo.
En la ESCI organizan estos encuentros para que al tiempo de que sean lo más frecuente posible, también sirvan para conocerse mejor entre las parejas y si las coincidencias en lo que a gustos, proyectos, ilusiones, afinidades en definitiva se dan entre ellos, con vistas a establecer una relación algo más que de amistad, tam-bién sirva para alimentar esta nueva situación.
Ella es decir Lucía en versión de Julio, está adornada de mu-chos favores y condiciones que la naturaleza le ha regalado que no por el efecto del enamoramiento a priori le pasan desaper-cibidos, sino todo lo contrario, encuentra la persona con la que se siente más identificado a la vez que le ofrece un espacio de confianza y un asidero que hasta el momento en que la conoció nunca había tenido.
¡En definitiva la vida para Julio ha cambiado y de qué mane-ra...!
Muchos días entre semana pero sobre todo los Sábados Do-mingos y fiestas, cada vez pasan más tiempo juntos. Sus encuen-tros se producen además de en el Centro en lugares que a ambos les parece más obvio, El Retiro, Parque del Oeste, algu-na cafetería y casi siempre en lugares de poco bullicio donde puedan intercambiar conversaciones sin ser escuchados, en plazas y medios de transportes en los que pueden dominar la si-tuación, restaurantes que previamente han sido aconsejados por otros miembros invidentes en los que tienen una atención especial para con ellos.
Pero donde realmente se encuentran más cómodamente es en la “Disco” de la ESCI, porque además de estar debidamente acondi-cionada para los invidentes se dan todas las peculiaridades e intimidad necesarias para el conocimiento personal y corporal de las parejas.
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Tanto Lucía como Julio se están descubriendo en una faceta a la que no están acostumbrados es decir en el conocimiento físico...
Lucía descubre en Julio un ser: varonil, fino, atractivo, amable en sus expresiones, culto en sus argumentos, alegre en su compor-tamiento y muchos detalles que solamente la intuición femenina puede llegar a desvelar sin necesidad de ver con los ojos de la cara estos y mil rasgos que a cualquier persona digamos “normal”, pu-dieran pasarle inadvertidos.
Además las cálidas palabras de Julio sin llegar a ser promesas de nada, le hacen abrigar y gustar de unas sensaciones nuevas que confirman los múltiples sueños de llegar a sentirse como una per-sona normal dentro de sus limitaciones y de componer el futuro de su existencia con unas nuevas ilusiones que constata mediante el desarrollo y la fluida conversación de Julio que se ven plasmadas con el asentimiento de ambos.
En estos escarceos amorosos al igual que Lucía, Julio va des-cubriendo las formas del cuerpo de ella y recorre el contorno de todo él, ambos se precipitan en localizar las zonas erógenas que más les llama la atención e intercambian toques paralelos tratando de descubrir las diferencias que para los dos resultan ajenas, entran en una dinámica hasta entonces desconocida pero que les resulta gratificante y Julio se entretiene especialmente en la cara de Lucía. Diríase que encuentra tanta novedad en su entorno que le parece poco el tiempo que dedica a descubrir sus cejas, sus pes-tañas, los pómulos de su cara, el arranque de su cabello, los oí-dos... que repasa con sus ágiles manos una y otra vez... Sus la-bios que de manera irresistible aproxima a los suyos, los be-sa, acaricia, nota el temblor de Lucía al acercarse a ellos y un olor especial feromonal, hasta ese momento ignorado impregna a la pareja, como queriendo formar parte de tanto descubrimiento.
De lo que no cabe duda es que comienza un capítulo nuevo de encuentro para la pareja y son conscientes de lo que les está ocu-rriendo que es algo más que una simple amistad y ahora ya se hace “palpable” la sintonía entre ellos, que significa más que la
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coincidencia de compartir una ceguera de por vida y la conjunción de pensamientos y sentimientos, de gustos paralelos que van des-cubriendo a medida que sus encuentros se hacen ya imprescindi-bles, frecuentes y absolutamente necesarios.
Se van desencadenando en los dos, además de sus muchas afinidades también sus pequeños o grandes defectos (el tiempo lo dirá), como es el hecho y la tendencia que tiene Julio, y que Lucía considera desproporcionada, a magnificar pequeñeces tales como que se retrase más de cinco o diez minutos en sus citas, sin entender que este retraso es consustancial con la condición feme-nina, aparte de que en una gran ciudad es poco menos que imposi-ble ser puntuales hasta ese extremo y ella le declarará in-conscientemente, que siente celos de la amistad que le une con Enrique a quien hace responsable de que sus encuentros se prodi-guen menos que al principio de esta relación.
En efecto la amistad de Julio y Enrique ha llegado a tomar tal intensidad que ya programan sus visitas turísticas a lugares pro-puestos por el Centro sin contar con Lucía, quedan los dos para realizar excursiones por la ciudad y para el verano pretenden ir al pueblo de Julio que se encuentra en Asturias. Ya se “ven” reali-zando este viaje y gozando de la gastronomía local, así como acu-diendo a lugares que Julio conoce, tabernas, playas, etc.
Y es que Julio se siente cómodo, arropado y seguro con Enri-que y así se lo confiesa a Lucía.
La visión parcial de Enrique ofrece a Julio conocimientos y de-talles que de otra forma a él se le escaparían, hasta el extremo de interesarse tanto por sus vivencias que permanentemente le inquie-re para que le hable del desarrollo diario de su vida y quiere cono-cer pormenores de su familia, entorno, amistades, lugares que fre-cuenta cuando no está con él y todo porque, de una manera in-consciente pretende crear un paralelismo con su propia existen-cia, que le indique en aquellas facetas en las que debe cambiar o mejorar su propia conducta.
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En una palabra ha sublimado la amistad de Enrique por encima de todo.
Sin embargo Enrique partiendo de una idea kafkiana y tal vez envidiando la forma de ser de su amigo y su desenvolvimiento en la vida, sus relaciones con las personas, que no se le escapa está muy distante de las suyas, pretende y así se lo propone a Julio un desmesurado plan.
Consiste en que Julio le cuente sus deseos, frustraciones, conquistas en el plano profesional, ambiciones, sueños, propuestas de futuro, autonomía económica y asuntos relacionados con su nueva compañera Lucía.
Para que Julio no desconfíe de cuáles son sus propósitos e in-tenciones en este asunto de inmediato le aclara, que se trata de un intercambio mediante el cual contrastaran sus dos formas de vida y que él plasmará, con su inestimable ayuda, en una especie tesis o tratado que está preparando con la supervisión de su Preceptor, que es una reconocida autoridad en la materia y profesor emérito de la ESCI, quien se encargará de dirigir su trabajo para la obten-ción del título preceptivo, si como él pretende, llegar a ser Profesor de dicho Centro.
Le aclara que ha decidido realizar un trabajo que titulará “Cie-go por un día” una especie de estudio en el que se contem-plarán facetas hasta el momento no investigadas, que será un estudio realizado en el plano afectivo e interiorización del pen-samiento de las personas que como ellos tienen una difícil forma de expresión y que él será el máximo exponente en este estudio, porque mencionará su nombre en aplicación de la ley vigente, que contempla la participación libre y voluntaria de las personas para la publicación de trabajos de esta índole.
Enrique le explica que la diferencia entre los dos se basa es-pecialmente en que él ve, poco pero ve, que en consecuencia de esta gran diferencia, continua diciéndole, él tiene concien-cia de lo que percibe y siente rubor, recato, vergüenza, mie-do ante situaciones de intimidad que a Julio se le escapan y que las
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vive con la luz del velador apagada, es decir de una manera natu-ral.
Trata de hacerle comprender que en eso consistirá su estudio, en la diferencia de pensamiento y de comportamiento ante una misma situación del uno y del otro, le explica Enrique que él por tanto tiene ante sí un problema de autocensura que en cambio a Julio le pasa desapercibido. Será todo un análisis de la forma de vida de dos personas muy diferentes aunque a la vista del resto de los mortales, pueden parecer dos vidas paralelas.
Más adelante le comenta que cuando se encuentre dicho es-tudio en fase avanzada le dará a conocer el borrador, que con-feccionará en Braille como es preceptivo por parte del Centro, supuesto que de ser aprobado servirá de material de estudio para el resto de los alumnos del mismo y con el fin de que le dé su apro-bación si merece su confianza.
Enrique pretende ahondar en las intimidades tanto de Julio co-mo de las propias, con el fin de realizar un estudio comparativo de las necesidades y aspiraciones que un ser privado del sentido de la vista, al igual que les sucederá a los sordos u otros mi-nusválidos, y que no encuentran un foro de reconocimiento para sus limitaciones en la sociedad actual, que si bien no pone zanca-dillas en el desenvolvimiento diario de estas personas limitadas, tampoco facilita o apoya las reivindicaciones que de manera per-manente estos llevan a cabo y que son echadas en saco roto por parte de esta misma sociedad.
Pero Enrique se encuentra, y esto le asusta, conque ha de en-frentarse ante el reto de escribir, el solo hecho de tener que elegir un tema, el estilo narrativo, la ortodoxia establecida en los medios literarios, la localización de las palabras que expliquen sin ambi-güedad sus ideas, el engaño verdadero que ha de tener toda narra-ción para ser creíble y que sin embargo no descubra una autobio-grafía, cosa muy frecuente, le traen de cabeza.
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Ha de encontrar la coherencia y consistencia en el relato, para no despistar, hasta el punto de resultar aburrido, y todo esto no es fácil llevarlo al terreno de la práctica.
Para ello quiere interpretar la vida de Julio y establecer las diferencias con lo que cree saber y conocer de la propia.
En ese sentido le confiesa a Julio que envidia su capacidad de abstracción debido a su ceguera total, algo que él echa en falta y considera necesario para engendrar cualquier escrito.
En todo este tipo de disertaciones intercambian opiniones, pensamientos, modos de “ver” las posibles soluciones a sus pre-tensiones, pero sobre todo tratan de descubrirse uno en al otro y qué hay de común en sus formas de vida al parecer iguales.
Sin embargo Julio es consciente de que la vida de Enrique res-pecto a la suya tiene diferencias muy notables. De hecho su de-pendencia en el asunto de sus desplazamientos es indicativo que así como Enrique puede pasar perfectamente sin su compañía al menos para estas funciones, a él le es indispensable contar con esta ayuda.
No obstante ha conseguido meter en su conciencia la idea de que por primera vez alguien se toma interés por su persona por una razón distinta a la de la compasión, que era la idea que hasta el momento prevalecía en su mente.
Pese a todo él sabe que los sentimientos no son objetos siempre estáticos e inamovibles, son variables como lo son los estados de ánimo y las circunstancias que lo rodean.
Entiende que eso de la literatura es un puro artificio y que en la medida que Enrique sea capaz de hacerlo creíble, o disimulará este invento o descubrirá el engaño medido, controlado y no servirá de nada.
Julio que no se considera un paciente, descubre que está a pun-to de realizarse como persona, máxime cuando alguien como Enrique a quien él admira desde lo más profundo de su ser, se
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va a tomar la molestia o el trabajo de estudiarle a fondo, con sus virtudes y defectos, pero sobre todo, con ánimo de que su tra-bajo produzca el efecto deseado, que no es otro que la ayuda para otras personas que se encuentren en sus mismas circunstancias.
Por tanto a partir de estas conversaciones Julio promete a Enri-que que todo serán facilidades, y que le abrirá su corazón hasta límites solamente por él conocidos, y que en reciprocidad espera por su parte el mismo tratamiento. Dada la importancia y la eufo-ria que produce en Julio esta propuesta aceptada de antemano, siente el deseo de comunicárselo a Lucía en la primera ocasión que se presente. Pondrá en su conocimiento el nuevo proyecto animado tal vez, para sí ella quiere formar parte del mismo, porque sería un trío ideal y como tal, una nueva aportación y riqueza a este tratado.
Sin embargo no le suena bien a Lucía esto de descubrirse públicamente y poner a la luz sus intimidades, máxime cuando no sólo el recelo que le produce Enrique, porque le conoce poco, sino tanto más porque sus palabras le desconciertan y percibe en él un aire de autosuficiencia, supremacía, egolatría y otras “virtudes” de las que constantemente hace alarde, y también porque ésta com-plicidad con Julio es la causa de que cada día perciba que a veces, permanezca distante a ella fruto tal vez de que sus pensamien-tos no son los que al principio ella conocía, ahora más bien se siente como objeto de estudio por parte de ambos y como si estuviera siendo analizada y sirviendo de conejillo de Indias viviendo como en un escaparate.
Le hace saber a Enrique para que no crea que es una indocu-mentada, el sentido que para ella tiene eso de la literatura, que últimamente parece estar de moda y que magistralmente ha defi-nido Vargas Llosa diciendo aquello de: “La ficción es una mentira que encubre una profunda verdad”...
Por eso la obsesión rayana en la enfermedad que vive Enrique por el asunto, que le hace sentir la necesidad de escribir tanto co-mo de alimentarse, a ella esta postura le parece excesiva.
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Lucía abunda en ello y le hace ver a Julio que no todo ha de ser tema de estudio, que también existe una fantasía desbordante por parte de quienes nutren sus escritos, y que en definitiva todo el que escribe, está de algún modo hablando de sus propias experiencias y de esta forma pretende vivir sueños y realidades ocultos a través de personajes inventados, que le permiten materializar situaciones que quisieran haber sido y no pudieron ser.
Julio no daba crédito a las explicaciones que con tanto conven-cimiento y coherencia le estaba dando Lucía, un nuevo descubri-miento que le alentaba cada vez más, en su percepción de estar ante un ser, cuyo resultado era excepcional y sobrenatural.
En este sentido una tarde que se encontraban en la Biblioteca del Centro estudiando Lucía y varias compañeras más, hubo un momento determinado en el que coincidió en el Baño con Laura, una compañera muy especial con quien le unía algo más que com-partir clase, le cuenta cuáles son sus temores acerca de su relación ya conocida y pública con Julio.
Le hablaba de la nueva propuesta por parte de Enrique a Julio y requiere su opinión, puesto que se consideran amigas íntimas y no guardan secreto alguno.
Laura consciente de que no es el lugar ni el momento para ha-blar del asunto le dice: Mira Lucía, creo que tenemos que tratar este asunto adecuadamente...
Por eso, le dice Lucía
¿Qué lugar más íntimo que el Baño...?
Pero... ¿No te das cuenta que aquí pueden oírnos, sin que nos enteremos...?
Será mejor que a la salida de clase, nos veamos y hablemos del tema... dice Laura
De acuerdo... contesta Lucía.
A la salida nos vemos...
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¡Ciao!...
Nunca se hizo tan larga aquella hora de estudio a Lucía que por otra parte aprovechaba siempre con dedicación exclusiva en el avance de sus conocimientos, sin que significara para ella esfuerzo añadido conseguir calificaciones que estaban a la altura de sus trabajos, como bien se encargaban sus profesores de hacerlo saber al resto de sus alumnos, pues constantemente la estaban po-niendo como modelo.
La salida de clase y del Centro suponía llenar la calle de colori-do muy especial y la alegría del deber cumplido, se notaba en las manifestaciones de las chicas y chicos que con un controlado alboroto se dejaba sentir en el ambiente, unos se reunían para ir al bar próximo que conocían como su segunda casa y en el que pa-saban largas horas de charleta hablando: de sus inquietudes, espe-ranzas y avances o atrasos en sus estudios, exámenes finales y todo tipo de conversaciones que hacían referencia precisamente a la condición de compartirlo todo.
También conversaban acerca de los inconvenientes y privacio-nes, desaires y problemas de todo tipo que encontraban en el de-senvolvimiento de sus limitadas vidas teniendo en cuenta que mu-chos de los que pertenecían al Centro eran residentes provisiona-les en la Capital, pero sus lugares de origen distaban a veces cien-tos de kilómetros con lo cual el desafío era aún mayor.
Otras veces, y en reducidos grupos, se juntaban para comentar sus avances en cuanto a sus vidas sentimentales, y si alguien se sentía con alguna novedad que compartir o digna de ser tenida en cuenta.
Pero Lucía y Laura, que se encontraron inmediatamente como habían acordado, se separaron y despidieron del resto de sus com-pañeras con un cosquilleo que rondaba sus entresijos por abordar el tema que tenían pendiente, y ello les hizo abandonar el lugar casi precipitadamente, hasta el punto de que pudieron ser víctimas de atropello por un autobús, si no hubiera mediado la pericia y precauciones del conductor que conocedor de la zona, sabía de
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la existencia en aquellas inmediaciones de un lugar para la rehabi-litación de ciegos.
Repuestas del incidente Laura propuso a Lucía dirigirse a su casa por la proximidad, y también porque encontrarían el lugar propicio para lo que parecía una confidencia que exigía las máximas precauciones e intimidad. Pocos minutos más tarde se encontraban frente a la casa de Laura, que por primera vez iba acompañada como en esta ocasión por una amiga. La cosa prometía y valía la pena romper el secreto celosamente guardado, pues nadie sabía que vivía tan próximo al Centro al que acudía para realizar sus estudios.
Entraron en un ostentoso portal de mármoles y celosías y al di-rigirse al ascensor les abordó el Conserje, que dando muestras de servilismo y dirigiéndose a ellas dijo:
“Buenas tardes señorita Laura, enseguida llamo el ascensor” Laura consciente de la superioridad que ella tenía respecto al por-tero, tan siquiera contestó, lo que a Lucía le pareció una desconsi-deración por su parte, aunque no le reprochó nada en esta ocasión por sentirse desplazada. Subieron varios pisos Lucía calculó tres o cuatro, entraron en un hall donde Laura se manejaba con tal facili-dad, que quienquiera que la observara nunca podría pensar pade-ciera una minusvalía y ésta fuera la ceguera.
Dejaron sus prendas en una percha y cuando se dirigían al Sancta- Sanctorum de Laura, fueron interceptadas por la mamá de ésta, extrañada de que le acompañara otra chica, pues no era cos-tumbre por parte de Laura llevar a casa compañía.
Previa presentación protocolaria que a Lucía le pareció escasa y poco cariñosa, y desde luego no a lo que ella acostumbraba, se adentraron en un recinto al parecer espacioso, y en el que notaba algo raro Lucía nada más ubicarse en la misma, cual era que se trataba de una insonorización muy superior a la que habitualmente tenían en el Centro y que confirmó Laura al explicarle, que les había poco menos que “exigido” a sus padres una acústica perfec-ta en su cuarto de estar que a Lucia se le antojaba salón, pues en el
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espacio se topó con que había un tresillo grande, además de varias butacas y enseres, así como también una mesa con aparatos de sonido y un escritorio para Braille.
Lucía empezaba a sentir arrepentimiento por haber dado pábulo a su amiga acerca de sus interioridades, y sobre todo porque sentía una inferioridad manifiesta, si comparaba su cuarto con aquella estancia que suponía y suponía bien, eran una sola pieza de las muchas que habría en la casa.
Desconocía que el papá de Laura era un reconocido Magistra-do, perteneciente a una saga de juristas de tradición y presti-gio lejos de toda duda. Pese a que el motivo que les había traído a casa de Laura no era otro que Lucía le pusiera al co-rriente de lo parecía el idilio del año, no tuvo reparos en enseñarle lo que al parecer a Lucía deslumbraba tanto.
Notó Laura al tomarla de la mano que temblaba y jadeaba ante la novedad que representaba todo aquello y la llevó hasta una li-brería repleta de tomos encuadernados en sistema Braille, difíci-les de adquirir por su alto costo y junto a ellos, en otro estante, una colección de discos de vinilo, apenas ya utilizados, y una torre interminable de CDs clasificados por temas y autores, mediante una señal o banderola con signos para ciegos, determinando el título de la obra.
De entre ellos destacaban muchos de música clásica, con una solapa o banderín en Braille, que Lucía desgranaba emocionada entre sus dedos. Laura era una autoridad en materia de música, y especialmente en música clásica, tenía obras de: Haydn, Liszt, Mendelssohn, Bach, Tchaikovski, Korsakow, Bruckner, Berlioz, Mozart, Beethoven, Mahler, Grieg, Chopín, Vivaldi, Strauuss y muchas otras que le pareció prolijo enumerar a Lucía que debería sentirse abrumada, sin duda por la exhibición de los medios y co-nocimientos de su amiga.
No obstante a ella también le sonaban algunos de los au-tores que le había ido citando Laura, recreándose en sus conoci-mientos y confesándole que era muy aficionada a la música
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clásica porque, le venía de familia y que además su mamá era una virtuosa de la música y en un salón anexo, que más tarde si tenía interés le enseñaría, había un piano traído expresamente de Alemania, donde pasaba ratos inolvidables con su mamá y que también ella se limitaba a “porrear” de vez en cuando.
Le recordaba a Lucía que el verano anterior su mamá había participado en una especie de convocatoria-concurso de música para piano, que se celebraba todos los años en Santander, precisa-mente el lugar en el que tradicionalmente pasaban las vacaciones veraniegas y el lugar que también a ella más recuerdos le traía, porque allí vivía su abuela, de la que tenía una memoria inolvida-ble.
Lucía apabullada por cuanto estaba sucediendo y queriendo no parecer mojigata se atrevió a opinar acerca de la música de Vival-di. Le contó a Laura como en una ocasión estando ella en casa en su habitación y con las ventanas abiertas, de pronto percibió el sonido de un violín que interpretaba la Primavera de Vivaldi, ante tal música se transportó de inmediato a lugares que soñaba a su manera, pensó en cómo serían los ríos, los campos, las aves, etc. y ello le creo una especie de violencia en su interior muy difícil de explicar.
Una vez repuesta de tanta novedad retomaron el asunto que les había traído hasta la casa de Laura.
Lucía entró en el tema y comenzó hablando de Julio con tal en-tusiasmo y profusión de detalles que Laura mantenía la respi-ración contenida para no suspirar, pues ese idilio le tenía su-gestionada y sentía algo novedoso en su interior algo parecido a la envidia.
Continuaba Lucía contándole cómo había descubierto un mun-do nuevo desde que se relacionaba con Julio, y del cambio en su propia vida, de la manera de “ver” los acontecimientos y las cosas y cómo sus pensamientos se habían visto alterados al contrastar sus intimidades personales con las de Julio. Les parecía ser dos almas gemelas pero con muchas y notorias diferencias y habían
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mantenido conversaciones de cara al futuro, que ya no se en-tendía si no era en conjunto.
Hablaron ¡cómo no!, de la proposición de Enrique que a ella no le parecía adecuada, dado el poco tiempo de relaciones entre ellos y que le parecía un atropello a todas luces, con un pretexto que se le antojaba inventado y que lo único que pretendía tal vez, era mediante esta intromisión en sus vidas, encontrar refugio a sus frustraciones como escritor, que eran notorias y públicas, toda vez que a nadie se le ocultaba las veces que había intentado obtener del Centro que le financiaran y publicaran: boletines, guiones de teatro, relatos cortos, etc. sin conseguirlo.
Lucía animada por la atención que despertaban estas confiden-cias en su amiga, descubría ante ella proyectos inmediatos y a largo plazo que tenían la pareja, incluso algo que aún no estaba muy maduro pero que andaban negociando, unas vacaciones en Asturias de donde era Julio o tal vez en Andalucía de donde era la familia de ella.
Recordaba de cuando era niña, que sus padres la llevaron va-rios veranos a Huelva de donde eran oriundos, y pasaron una tem-porada allí, visitaron familiares y amigos, pero ella lo que re-cuerda con más cariño fueron los días de playa que pasaron en un camping junto con otros familiares de sus padres, así como que entabló una gran amistad con una niña de su edad.
Con Deli que era el nombre de esta niña, vivió días inolvida-bles, compartieron sueños y deseos, se bañaban en la playa, pasa-ban largas horas tumbadas en la arena escuchando el sonido de las olas, solamente interrumpido por el ladrido de algún perro o el volumen de un aparato de música, que les sacaba sobre todo a ella, de su arrobo y de un sueño imposible, que le transportaba a confi-nes imaginarios... volando...volando...
De nuevo y aterrizando, como decía Lucía cuando se pasaba el tiempo pensando en estas cosas, volvió a la realidad de los hechos. Se les había ido el tiempo rápidamente y era hora de volver a casa y tal vez precipitadamente, pues a Laura le hubiera encanta-
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do enseñarle otras dependencias de la casa, la acompañó hasta el portal y se despidieron eso sí, prometiéndose repetir la visita.
Otra vez volvía Lucía a establecer comparaciones con su vida y la de los demás.
Siempre le embargaba una especie de angustia que ella sabía disimular, pero que en el fondo de su corazón se manifestaba constantemente, a nada que viviera situaciones parecidas o iguales que las que acababa de tener.
Ella era consciente de que sufría un mundo cifrado de incógni-tas, una fatalidad que idealizaba aunque de una forma efímera, pues de inmediato la vida le hacía ser realista y volver de sus fan-tasías a la realidad de los hechos y de su oscuridad.
En su intimidad vivía y añoraba otra vida diferente y con otras claves distintas, sobre todo para entender los sonidos que se pro-ducían a su alrededor, el movimiento de las gentes, el tráfico, las caras de las demás personas, sus formas y volúmenes y tantas y cuantas incógnitas como existían en su pensamiento.
Por eso ahora tal vez quiere, inventarse historias y vivir situa-ciones como las que comparte con Julio, que es quien únicamente la interpreta en su realidad, quizás porque al propio tiempo sea la persona que debido a sus mismas carencias, entienda mejor que nadie cual son sus aspiraciones y sueños irrealizables.
De ahí que cuando escucha la radio se transporte a lugares ig-notos, que gracias a su desbordante fantasía ella convierte en una realidad diferente y es capaz de traducir esas imágenes amorfas en otras, legibles para personas como Julio y Laura, que son quienes comparten con ella al mismo tiempo que sus vidas, tam-bién su ceguera.
En una palabra comparten experiencias con las que van en-riqueciendo sus vidas a través de las vivencias unos de los otros y se produce una transmutación de sueños-realidades que combinan con la rutina diaria y que les sirve como tabla de salvación.
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Lo que no entiende es el cambio súbito que está apreciando en Julio. Ya no es el mismo que en principio conoció y ahora le en-cuentra hosco y más callado, pensativo, oculto, como abstraído. Piensa que en el mejor de los casos, no se debe a su injerencia personal en la forma de vida que él lleva, pues ella apenas le im-pone nada y cuando quiere proponerle algo, lo hace con la habili-dad y destreza suficientes como para que él no tenga necesidad de sentirse obligado a tener que claudicar de algunos de sus princi-pios.
Siempre que programan ir algún sitio, es previo consenso y sin alterar para nada el orden y rutinas que ambos tienen establecidas por tanto, supone Lucía que algo que se escapa a su conocimiento está sucediendo para que Julio se manifieste de esa otra manera que ella aún no ha descifrado. De lo que no tiene duda alguna es que su comportamiento respecto a ella, no es el mismo que cuan-do se conocieron, que si Julio no se encuentra a gusto co-mo al principio debe ser por causas ajenas a ella, y de lo que más segura está es que si Julio hubiera encontrado algún porqué, conociéndole como creé conocerle, ya le habría manifestado algo en ese sentido.
Lo que más incomoda a Lucía a la vez que le preocupa, son esos largos silencios que se producen cada vez con más asidui-dad, y que merma el calor de su relación. No entiende por más que trate de analizar, a que se debe este cambio por otra parte sin motivo aparente. Tal vez piensa que la influencia de Enrique es más perniciosa que lo que ella esperaba.
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CAPÍTULO II
Enrique está encantado con los progresos que realiza res-pecto a la amistad con Julio. La amistad que cada día se consoli-da y que no es otra cosa que la coincidencia con una persona en la que no hay dobleces, malicia, segundas lecturas, sino todo lo con-trario.
A medida que avanza el tiempo está más convencido de que Ju-lio ha entendido perfectamente que la experiencia que preten-de llevar a cabo y contar en un escrito a través de la confronta-ción de sus vidas, no persigue otra cosa que en primer lugar, encontrar los argumentos necesarios que en el Centro le piden para acceder a formar parte de la plantilla como Monitor en prime-ra instancia y más adelante como Preceptor o Conductor en la formación de inválidos totales.
Julio se ha acostumbrado a ver a través de Enrique y su vida en cierto modo depende de su amigo en tanto no decida cambiarse a un lugar más céntrico y que le libre de la tiranía diaria que su-pone para él la utilización de los medios de transporte.
Aprecia en la medida que le es posible el esfuerzo que está rea-lizando su amigo para llevar a cabo, no solo el estudio de su pro-pia vida sino más bien lo que persigue con ello, que no es otra cosa que ahondar en lo que significa la minusvalía que él mismo tiene respecto a la de un ciego total. De paso si este asunto pros-pera se librará de esta servidumbre, de la venta de los cupones que cada día anda más puteada, en palabras de Julio.
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Enrique sabe que son muchos los inconvenientes que han de soportar los ciegos para ganarse la vida, y todavía recuerda el in-cidente de cierta importancia que le ocurrió a Julio, no hacía tanto tiempo y que le tuvo postrado en cama una semana.
Ocurrió que un día como cualquier otro, al salir del Bar El Za-firo donde desayuna Julio, fue literalmente arrollado por una turba que corría sin mirar calle arriba huyendo de la policía. Se trataba de un grupo numerosísimo de “manteros” que alertados por la proximidad de la “pasma” y recogiendo lo más aceleradamente posible sus bártulos corrían en desbandada sin mirar hacia dónde y llevándose por delante a Julio que irrumpía en la calle en ese mo-mento.
No tuvo mayores consecuencias que unos moratones en la cara, una semana de inactividad y la constatación de que cada día era más difícil ganarse la vida en la calle y los peligros a que estaba sometido. Aunque reconocía Julio, que en este sentido él no podía quejarse, muchos ciegos se sabía habían sido objeto de robos me-diante el clásico “tirón” cuando no a punta de navaja.
Todo ello le llevó a Julio a acelerar la cuestión muy medi-tada de la solicitud para que le fuera concedida la compañía de un perro guía.
Los trámites eran engorrosos y las condiciones que debía reunir el solicitante poco menos que imposibles, el costo elevadísimo para una economía tan precaria como la suya, aunque no le falta-ban argumentos para dicha solicitud y en opinión de Enrique, no debía perder la esperanza pues lo sucedido tenía una alta valora-ción en puntos para la consecución del perro guía y debería explo-tarlo.
Ello le motivó hasta el punto de apuntarse a un cursillo de adaptación, en el que entre otras exigencias se analizaba el carác-ter del solicitante, pues no todos los invidentes eran compatibles para semejante empeño.
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Lo cierto es que este cúmulo de asuntos, circunstancias y enre-dos, le fueron si no mermando la relación con Lucía, sí al menos un enfriamiento en su comportamiento que comparativamente con el del principio era manifiestamente diferente.
Lucía como suele decirse no se apeaba del burro y achacaba es-ta forma de actuar por parte de Julio, a que Enrique le estaba “co-miendo el coco”. Vanos eran los esfuerzos por quitarle esa idea a Lucía de la cabeza tanto por parte de su novio como de su amigo, pues curiosamente se habían convertido el uno en la sombra del otro y esto le producía una especie de celos que sin llegar a ser punzantes, sí tenían todos los ingredientes para llegar a serlo.
Además decía Lucía cuantas veces tenía ocasión, manifestaba que su relación con Julio ya no era lo intima, exclusiva, privada como al principio y ahora tenía la sensación de estar siempre sien-do observada, vigilada, examinada y ello le producía una incomo-didad difícil de soportar y sobre todo de explicar.
Julio estaba dispuesto a reconocer que su amistad con Enrique había llegado a tales extremos que la verdad, era difícilmente compatible con un noviazgo y se habían convertido en trío en lu-gar de pareja y cuando él le hacía alguna carantoña a su novia era correspondido por ella pero de una manera diferente, sin ese calor que al principio desprendían sus caricias y llegó a pen-sar que realmente estaban condicionados por esa especie de “carabina” que sin darse cuenta se les había metido en sus vidas pegándose a ellos como una lapa.
Todavía no era demasiado tarde para arreglar el asunto y aún no habían tocado fondo.
Lucía abrigaba esperanzas de que Julio entendiera mediante es-te tipo de mensajes, como eran los que manifestaba últimamente de frialdad, desinterés, poca conversación, etc. que no era otra cosa que toques de atención muy meditados, para hacer caer en la cuenta a su novio que el asunto era cosa de dos no de tres, y en privado le decía aquello de: “dos son pareja, tres, multitud” espe-
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rando que Julio que era ciego pero no sordo, entendiera por donde iban los tiros.
Aunque Enrique no se daba por vencido pese a la actitud de Lucía, se deshacía en explicaciones y presentaba todo tipo de ar-gumentos tratando de convencerla de que era una situación muy puntual y que en el momento que tuviera recopilados los datos necesarios para emprender su trabajo, prometía no darles tanto la vara y sería un amigo más, sin la omnipresencia que en aquellos días él era el primero en reconocer, resultaba un tanto asfixiante e incómoda.
Pero a Lucía lo que le podía satisfacer, no eran las palabras sino los hechos, y ella estaba siendo testigo de excepción de cómo apenas contaban con ella para realizar planes, si no...
¿Cómo podría explicarse entonces que tuvieran poco menos que programadas las vacaciones de verano en Asturias sin que hubieran contado con ella para nada y tan siquiera para excluirla de dicho viaje...?
Porque ambos amigos tenían efectivamente muy avanzados los preparativos de lo que prometían ser unas vacaciones inolvidables y llenas de encanto, en las que para nada entraba el nuevo compromiso adquirido con Lucía por parte de Julio y especial-mente provocadas por Enrique, con vistas de avanzar en su trabajo y de esa forma poder presentarse a la convocatoria del nuevo cur-so en Septiembre.
Por esa razón hubieron de convenir en disimular ante ella no dando detalles o pormenores del viaje, y tratando de convencerla que lejos de ser un olvido, no habían querido decirle nada porque le reservaban tal sorpresa.
Con lo que no contaban ellos es que Lucía también tenía sus planes y que para nada decía iba a alterarlos, sobre todo porque la dependencia que aún tenía con sus padres, le obligaba a formar parte muy importante de la programación que estaban diseñando respecto a las vacaciones.
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Sus padres que por cierto todos los años con pocas diferencias, realizaban sus vacaciones en Huelva y este año no iba a ser dife-rente.
Allí tenía Lucía además de sus amistades de todos los años la amiga del alma de toda la vida, Delia, para con quien no tenía secreto alguno y con la que compartía sus sueños y medias reali-dades a través de sus esporádicas visitas.
Efectivamente esta discordancia en el programa vacacional re-presentaba un nuevo problema, que por parte alguna se presentaba de fácil solución.
Julio considerando que la situación creada en buena medida, se debía a su falta de tacto, buscó lo que en principio podría llegar a ser un buen plan.
Partirían las vacaciones en dos, una parte la pasarían juntos en Asturias y la otra mitad en Andalucía, solamente habría que acomodar las fechas a la familia de Lucía, que en principio no sabía si estarían de acuerdo con esta nueva proposición.
Pero desde luego a Lucía no le pareció nada fácil convencer a sus padres de la presencia de Julio en el periodo de vacaciones o... tal vez...
¿También sería la de Enrique..., se preguntaba...?
De ninguna manera...
Contestó éste, consciente de que ya había causado sufi-cientes problemas, como para además añadir otro, sin que signi-ficara en absoluto que esta decisión fuera definitiva para encontrar si no el perdón de Lucía, al menos una aceptación sobre el asunto.
Pasaban muchas horas en disertaciones semejantes, Lucía esta-ba ya hartándose de tener que “tragar” tanto y apenas encontraban momentos de intimidad y la privacidad que requiere una relación amorosa y estaba dispuesta a tirar por el camino de en medio, si esta cuestión no llegaba a término más pronto que tarde...
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Un acontecimiento vino a cambiar la situación, no se sabía si para bien o para mal, lo cierto es que en algo cambiaría sus vidas. Julio después de meditarlo mucho y hablarlo en su casa, cambiar impresiones con Enrique y sopesar cuánto de positivo y de negativo pudiera tener el asunto, decidió cambiarse de casa para vivir de manera autónoma en un apartamento tal y como llevaba rumiando desde hacía tiempo.
Lucía estaba de acuerdo con el nuevo cambio pues pensaba que así se verían más frecuentemente y viviría más estrechamente la relación, toda vez que ella vivía con su familia en el centro de la ciudad y consideraba que la cercanía de la vivienda de Julio pro-piciaría los encuentros.
Además esta era una buena fórmula para librase del “pesado” de Enrique, aunque por un momento cruzó por su mente la hipótesis de si no se irían a vivir juntos los dos amigos al mismo apartamento, en cuyo caso decidió Lucia, todo habría terminado.
Sin embargo no fue así.
Enrique animaba a Julio a dar este paso que consideraba muy beneficioso también para él, pues se quitaba de un plumazo tener que acompañarle casi de forma permanente todos los días, mu-chas veces teniendo que esperarle hasta la desesperación, lo que condicionaba en cierto modo también su vida.
No estaban tan de acuerdo en casa de Julio con esta solución, pero su padre decía, que era mayor de edad y muy cabal para tomar las propias decisiones.
La hermana mayor de Julio, Dorotea, animó en este asunto a Julio como no podía ser de otra manera, pues además de ver en el asunto una cuestión de carácter puramente doméstico, cuál era el cambio de habitación que suponía se realizaría a su marcha, ya que llevaba compartiendo con su hermana pequeña un cuarto desde hacía muchos años, tampoco era ajena que ello suponía una emancipación y autonomía que tenía bien merecida su hermano,
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merced a los esfuerzos que todos los días llevaba a cabo con la venta de los cupones de la ESCI.
Toda la familia colaboró en el traslado de los enseres de Julio a la nueva residencia.
Pocos... algunos libros, muchos discos, aparatos de música, bastante ropa y calzado, objetos de aseo personal, etc.
El nuevo apartamento estaba situado en una calle céntrica de Madrid, próxima a lo que Julio había dado en llamar su lugar de trabajo, es decir la calle Bravo Murillo.
Tenía un Conserje que en principio a la familia de Julio le pa-reció de lo más conveniente, pues una persona como él necesitaba de alguien que tuviera en cuenta su invalidez y colaborara hasta habituarse a la nueva casa.
El apartamento como tal, físicamente era pequeño, aunque suficiente para vivir una persona, lo cual alegraba a Lucía sobre-manera pues enterraba el demonio de los celos al menos en este terreno, de que fuera a compartirlo con Enrique.
Disponía de una especie de cocina que llamaba americana, con puertas de corredera que la mantenían fuera de la presencia del salón aunque prácticamente formaba parte de la misma pieza.
Tenía una habitación con ventana a un patio interior, pero un patio que nada tenía que ver con los conocidos por patios inte-riores de cualquier vivienda, hasta el punto de abrigar en su interior una pérgola con bancos de piedra y rodeado de plantas y flores de todo tipo y una fuente artesanal en medio del jardín, en una palabra un lugar ideal para tomar el sol en invierno y el fresco en verano.
El baño era pequeño pero funcional, el salón con un armario empotrado suficiente para colocar los enseres y ropas personales.
El apartamento estaba completamente amueblado y con electrodomésticos: sofá en el salón convertible en cama, una mesa
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de estudio, teléfono, dormitorio con una cama grande y el cuarto de baño eso sí equipado con lo mínimamente exigible.
Existían unos estantes de obra (Pladur) en el salón, donde Julio colocó sus discos, los libros en Braille y algunos recuerdos muy personales de acampadas o fiestas conmemorativas del Centro y que componían la totalidad del apartamento.
A Lucía le encantaba el apartamento, además no era necesario coger el ascensor pues era un primero, lo que facilitaba aún más el paso al mismo. Ella también se había fijado en una esporádica visita a la que le invitó Julio, que en todo el tiro de escaleras había una baranda, que estaba como a propósito para personas discapacitadas y además no había obstáculos en el camino pese a que eso desgraciadamente no se tenía en cuenta siempre, así como tampoco había una rampa que ya en algunos edificios se comen-zaban a construir y que los arquitectos tenían presente para facili-tar el acceso a personas disminuidas.
Julio quería dar una fiesta en el apartamento para celebrar el cambio y tal vez, pensó, que podía matar dos pájaros de un tiro pues el cumpleaños de Lucía estaba muy cercano a la fecha.
Lo que ocurría es que no sabía por dónde empezar y proponér-selo a Lucía significaba, que ella se percatara que pretendía al tiempo que inaugurar su independencia, dar por celebrada la fiesta de cumpleaños y ella no estaría dispuesta a perder ni un ápice de protagonismo, mezclando su cumpleaños con algo tan banal como mudarse de casa. Lo que menos esperaba Julio es que Lucía se le fuera a adelantar en la jugada y su sorpresa fue notable, pues cuando le exponía el proyecto de la fiesta, al tiempo de pedirle su colaboración en el asunto, le sorprendió ella diciéndole que sí, que había estado pensando en ello y además, aquí es donde entraba la novedad, tenía el propósito si a él no le parecía mal de invitar a su amiga Laura con la idea decía, de ver si se animaba Enrique y creaban una nueva pareja.
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Lucía no pensaba en otra cosa que fuera la de cómo volver a recuperar la confianza de Julio, que últimamente no parecía ir por buen camino. Tan siquiera había logrado un intercambio de pre-sentaciones familiares, y no porque ella no lo hubiera intentado, pues con motivo del traslado de Julio al apartamento, habían teni-do más de un buen pretexto para que este encuentro se produjera y ambas familias sabían perfectamente de la relación formal que mantenían, pero este paso que a Lucía le parecía de máxima nece-sidad, el de las presentaciones formales, aún no se había produci-do.
Y es que en casa de Lucía se había vuelto a desenterrar el re-cuerdo de una relación frustrada por parte de la niña, como la lla-maban cariñosamente, y era como mentar la soga en casa del ahorcado, remover el recuerdo de un pasado e infortunado noviaz-go.
Había tenido lugar unos seis meses atrás, y lo más grave, era que Lucía no había hablado todavía con Julio sobre el particular. Fue esta una relación de las de olvidar, a pesar de que duró más o menos un año, tiempo durante el cual Lucía fue muy desdichada, pese a que Roberto como se llamaba su pareja, siempre mantuvo sino un exquisito trato al menos se esforzaba en ello, mientras se mantuvo dicho noviazgo.
El hecho era que personalmente tenían caracteres muy encon-trados y al perspicaz talento del que podía hacer gala Lucía en el terreno intelectual se encontraba por el contrario el de Roberto también invidente, que era lo que se dice un auténtico zote.
Apenas se podía mantener una conversación coherente con él de cualquier tema que no fuese el trabajo, porque además al ser invidente Roberto acudía a diario al Taller del Centro de Rehabili-tación de la ESCI, donde se impartían cursos de mecánica y otras artes y oficios para alumnos que como él, apenas sentían atractivo alguno por el estudio. Era rudo en su trato con Lucía y no podían intercambiar opiniones acerca de sus estudios, pues nada tenían en
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común el fresado o torneado de piezas que él realizaba, con los avances en la carrera de ella.
En el aseo personal dejaba mucho que desear y olía mal con frecuencia y su boca exhalaba un aliento que había que eludir a toda costa.
Sin embargo nadie le había regalado un gran ramo de flores por su cumpleaños a Lucía, como el que trajeron de parte de Ro-berto a su casa, aunque en este sentido tampoco podía presupo-ner que con Julio no fuera a ser así, puesto que era el primer cumpleaños que iba a pasar con él.
Estos detalles de su novio impresionaron tanto a Lucía, que un día le invitó a comer a su casa y le presentó a sus padres. Roberto dio sobradas razones de mal comportamiento y falta de tacto, co-mo para que sobre todo la mamá aconsejara a Lucía, no seguir adelante con aquel noviazgo.
Por estas y otras apreciaciones ahora con Julio, con quien al pa-recer todo era diferente, no quería precipitarse y correr el riesgo de llevarlo a casa y volver a fracasar, mejor sería espe-rar algún tiempo hasta ver en que quedaba el asunto con Enrique y luego ya se vería si le presentaba a su familia o continuaba co-mo hasta ahora, casi clandestinamente saliendo con él.
Además de haber puesto en conocimiento de sus padres que te-nía una relación estable con Julio, éstos sentían el deseo de saber algo más de él, sobre todo porque habían notado cambios extraños en su hija.
En alguna ocasión en que se retrasaba más de lo acostumbrado para volver a casa, sobre todo en los fines de semana, Lucía tenía la coartada perfecta diciendo que se había entretenido en casa de Laura, repasando apuntes, cuando en realidad había estado con Julio.
En todo caso su mayoría de edad pese a su invalidez, le da-ba derecho más que suficiente para hacer de su vida lo que mejor y más conveniente le pareciera. Sin embargo, sus padres andaban
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un tanto preocupados, pues estos retrasos se producían cada vez con más frecuencia.
Para que la idea de crear una nueva pareja con Laura y Enrique pudiera prosperar Lucía se había trazado un plan, que necesaria-mente habría de dar resultado. Como había puesto en antece-dentes de sus sospechas a Laura, sobre el comportamiento de Enrique respecto a Julio y no había sido precisamente muy com-prensiva con la idea de éste, lo que procedía ahora era quitarle hierro al asunto para de esta forma no espantar a Laura de Enrique pues además y en defensa de sus recónditos intereses, estaba el lograr apartarlo de su novio y así emparejados, juntos pero no revueltos, sentirse más independiente y profundizar en la relación con Julio adecuadamente.
Lucía puso manos a la obra y hablo primero con Enrique, a quien no le pareció una idea descabellada, pues fueron tales las credenciales que le presentó Lucía de su amiga, que “vio” a una persona en Laura como si fuera un auténtico dechado de virtudes, ya se encargó Lucía de exagerar sus cualidades y minimizar sus defectos, que a decir verdad tampoco eran muchos.
Lástima confesaba Lucía a Enrique, no le fuera mucho lo de la música porque entonces sí que lo hubiera tenido fácil, pero salvo en una ocasión que le invitaron a un concierto, añadía Enrique, poco más se podía decir de su afición al bello canto. En todo caso coincidirían sin duda en lo de la literatura, y le hablaba de los vo-lúmenes que había “palpado” en casa de Laura, y del status social de su amiga que desde luego no era una chica al uso, sino una niña bien.
Una “pija” decía Enrique, tratando de quitar importancia a las descripciones que hacía Lucía de su amiga, y queriendo pasar de lo que realmente sentía, que era algo muy distinto en su fuero interno y que le estaba proporcionando un regusto e interés inusi-tados.
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Las preguntas a Lucía que se producían por parte de Laura, crecían a medida que avanzaban los días, esperanzada de que para el cumpleaños ya estuviera confirmada la asistencia de Enrique al guateque.
Lucía en esto tenía la convicción absoluta, de que el chico no pondría pegas, pues tampoco eran tantas las oportunidades que se le ofrecían a Enrique como para rechazar esta oferta.
Debidamente trabajado el asunto respecto a Laura de ello se encargaba Lucía, y como una nueva experiencia le decía a Enrique, que no estaría mal un intento de relacionarse con una persona del sexo opuesto, toda vez que aún no había pasado por ello en este campo, aunque tampoco al parecer, es que estuviera muy interesado.
En cambio Laura no olvidaba fácilmente las trifulcas que se vi-vían con frecuencia en su propia casa por parte de sus padres, lo que hacía que su interés sobre esta posible relación, fuera un tanto puesta en cuarentena.
Las relaciones de pareja en opinión de Laura, eran un simple camino para el fracaso en la convivencia, y tenía suficiente materia de juicio, como para opinar en este sentido.
No había más que recordar un enfrentamiento de sus padres gordísimo y que ella había tenido ocasión de contemplar y vivir días atrás.
Una noche, en que ella permanecía en ese duermevela que le acompañaba casi permanentemente, y que además no se explicaba muy bien porqué le ocurría esto, oyó desde su cuarto una desco-munal bronca por parte de sus padres, que terminó como casi siempre, en un amargo llanto de la madre.
Ella quiso saber y profundizar de que se trataba esta vez, que no era la primera, y se pasó con cautela al cuarto de la chica de servicio contiguo al suyo y más cercano al dormitorio del matrimonio que se encontraba vacío esa noche, porque Adela
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la sirvienta, había tenido que ir a su pueblo a la boda de un her-mano suyo.
Laura escuchó esa noche lo que nunca hubiera querido escu-char, asuntos que se temía eran la causa de estas zaragatas y los reproches de su padre, que se lamentaba siempre levantando la voz más de la cuenta, y que aquella noche al parecer ya había sobrepasado el tope y la capacidad de aguante del mismo, quien se manifestaba con una explosión incontrolada, hasta el punto de, al parecer, tomar una determinación de carácter irreversible.
El asunto según deducía Laura venía de atrás, de muy atrás, de cuando eran novios, pues la pareja había permanecido inalterable, es decir había sido fiel a su compromiso hasta el presente y de ello hacía ya más de cuarenta años.
Las quejas de su padre estaban según sus propias palabras más que justificadas.
Llevaba años el buen hombre tratando de hacer cambiar los principios pacatos mojigatos y morales de su esposa, estrecha por naturaleza y puede que un poco frígida.
Los errores de convicciones religiosas, la falsa moral imbuida en el Colegio de las Madres Monsesinas, y la Catequesis recibida en un pueblo más preocupado por él “¿Qué dirán?”, que por la auténtica formación de criterios, había hecho el resto...
Y el resto consistía en que su madre no entendía el matrimonio, como no fuera bajo el prisma de la procreación, principio religioso que había condicionado la felicidad del matrimonio, porque a par-tir del nacimiento de Laura y debido a su ceguera, ya no había posibilidad de correr riesgos, al menos por parte de su padre, de traer otra criatura a este mundo, otra desgraciada…
Estas y otra muchas cuestiones que en esa noche se desvelaron, por otra parte una de las más dolorosas para Laura, condicio-naron y alimentaron en gran medida, su rechazo a emparejarse con alguien de distinto sexo, y aún más con idea de mantener una relación de cara a un futuro matrimonio, lo que fue motivo
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suficiente para huir de cualquier ocasión que propiciara un encuen-tro de este tipo.
Esa vez Laura se prometió, que nunca sería como sus pa-dres, quienes con una actitud hipócrita pactada de cara a la gale-ría, pasaban ante los demás como un matrimonio feliz, pese a que de puertas adentro se vivía una auténtica tragedia. Laura tenía muy claro que nunca sería ni viviría como sus padres y se sentía, si no rechazada, sí al menos aceptada como un castigo que les había caído a la familia y ella era el producto de ese castigo, sus padres no habían tenido más remedio que soportar la invalidez con la que había nacido, aunque su crianza había corrido siempre por cuenta de Adela que en opinión de Laura era una santa y su auténtica ma-dre.
Laura al compararse con Lucía no encontraba explicación, a que unos padres, tal y como le había contado su amiga, pobres, inmigrantes, con una abultada familia y siendo Lucía una de las hijas que ocupaba un lugar intermedio, habían optado sin em-bargo por tener más hijos, a pesar del nacimiento de ella con ceguera. No es que se sintiera infravalorada por sus padres, pero sí se sentía como una carga que había que aceptar, una cruz que diría su religiosa madre.
Pero su padre que realmente la quería pese a todo, de lo que se sentía herido realmente, no era del hecho ya aceptado de haber tenido una hija con esa desgracia, sino que su mujer estuviera ce-rrada a toda relación conyugal, que no fuera la del estricto cum-plimiento del deber marital en el sentido más aséptico del término.
Aún con estos antecedentes, Laura se comprometió con Lucía, al menos a tratar de ser cortés con Enrique y no descon-siderada, entendiendo que era una coartada de Lucía para desenre-darse de él, aunque tampoco pensaba darle facilidades, en una primera entrevista antes del día del cumpleaños.
Lucía que sabía ya por su propia experiencia, que los primeros contactos no tienen que ser siempre los definitivos, albergaba la esperanza de que al menos le sirviera a Laura este primer encuen-
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tro, para sentar las bases de una futura relación. En este sentido Lucía no tuvo recato en comentarle, tal vez para que le sirviera a Laura de referencia, cómo había sido su primer noviazgo, con Roberto. Le puso en antecedentes de los motivos por el que se había roto esta relación, también y además fruto de que su madre buena conocedora del comportamiento de los hombres, había de-tectado que no era buen partido para su hija y esas eran las causas que ella llamaba de fuerza mayor.
Roberto tenía como único programa encajado en su cerril tes-tuz, el valor de la parte del cuerpo que procedía estrictamente de cintura para abajo de Lucía y en eso radicaba todo su encanto, y lo que realmente significaba para él.
Lucía se había dado cuenta de que el objetivo que perseguía Roberto solamente consistía, en sacar provecho propio de sus en-cuentros, saciar sus bajos instintos, que sin embargo ella fue poco a poco domeñando, la desmesurada pasión que demostraba en todo momento su novio y esa falta de tacto, junto con el descono-cimiento de los tiempos, hasta conseguir un equilibrio, que fuera dosificando los ardores del mismo y que ella tenía que controlar, cómo y cuándo podía y que para su desgracia no era siempre...
Le puso en conocimiento a Laura que lo normal en los chi-cos, es que si no encuentran a una chica fácil, a los dos días están cansados de ella y buscan otra que oponga menos resistencia, así manifiestan ellos su orgullo machista en la conquista y se sienten realizados cuando caen rendidas a sus deseos y de esa forma tan sutil alimentan su ego. Con estas y otras explicaciones, trataba de llevar al ánimo de Laura que, porque salieran una o varias veces juntos, no tenía que formalizarse necesariamente su relación con Enrique.
Ella por no ir más lejos decía, estuvo saliendo o viéndose con Julio de una manera informal casi cuatro meses, hasta que se libró de la persecución a que le sometía Roberto, que se empeñaba en que antes de romper su relación quería darle una serie de explica-ciones, de porqué su comportamiento era tan ordinario. Lucía le
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dio tiempo a explicarse, aunque su determinación en esta ruptura, que como queda dicho venía acompañada por los consejos de su madre, ya estaba tomada de antemano.
Al parecer en el Centro que también asistía Roberto como in-vidente, tampoco era un buen ejemplo de conducta, en opinión de sus maestros.
El Psicólogo se había tomado especial interés por analizar di-cho comportamiento, le había sometido a varias sesiones de tera-pia y había logrado descifrar, lo que motivaba un trato rebelde por parte del chico para los estudios, y lo que era peor, una actitud si no negativa, sí un tanto pasiva en el aprendizaje de una profesión que le diera cierta autonomía en un futuro.
Los responsables y tutores de dicho Centro habían adquirido una larga experiencia en casos de rebeldía y de conductas inade-cuadas, falta de adaptación familiar, rechazo a toda ayuda, etc.
Era el común denominador en una tarea que se presenta-ba siempre difícil, pues el tipo de chicos y chicas que asistían a el centro tenían además de su minusvalía, una serie de experiencias y connotaciones que habían vivido en el seno y el entorno familiar, totalmente negativas, cuando no realmente traumáticas.
Se sentían chicos diferentes, víctimas de tratos a veces vejato-rios y ello configuraba una manera de ser, que en algunos casos resultaba de difícil solución cambiar.
Roberto estaba avanzando de forma espectacular en este te-rreno a partir de las confesiones que su médico/psicólogo había “arrancado” de él y se sentía cada vez más querido por sí mismo, pues una de las razones de su comportamiento según decía el psi-cólogo, era que no sentía aprecio alguno por su propia persona, pero a raíz de varias conversaciones ya empezaba a sentirse, poco a poco, como los demás.
Las sesiones a que fue sometido como el resto de los pacientes, de este tipo de comportamientos, eran llevadas a cabo por profe-sionales propios del Centro que eran ciegos, y sabían muy bien los
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resortes que debían tocar para despertar en los chicos las reaccio-nes deseadas, con el fin de controlar su temperamento y conseguir que su disposición fuera más abierta, y de esta manera hacerles más receptivos a las directrices, que ellos conocían mejor que na-die, llevaban a buen puerto.
La cuestión de su problemática comentaba Roberto con Lucía, partía de su niñez y así se lo había confirmado el médico que le estaba tratando. La forma de comportarse con respecto a los demás era una rechazo natural, por los maltratos y abusos que ha-bía sufrido en una época de su vida, casi en su infancia.
Cuando tenía entre ocho y diez años, en el pueblo lo normal era como ocurría todos sus amigos, con los que se relacionaba a pesar de su ceguera, y con quienes compartía juegos y colegio, era andar por la iglesia, hacerse monaguillo, empleado en la BBC (bodas, bautizos, comuniones), decían con cierto cachondeo los chavales, asistir a los bautizos, bodas y entierros, y de paso disponer de algún dinerillo que el cura les daba en atención a sus ser-vicios.
Pero quien realmente ordenaba de acólitos a los muchachos, era el sacristán, un chico de unos dieciocho años que llevaba la voz cantante en estos asuntos.
Este individuo compartía esta actividad, con la de ayudante de mancebo en la botica del pueblo, además era acomodador en el cine, remendaba calzado en el taller de su padre, era aprendiz de todo y maestro de nada. A propósito de lo de maestro, también ayudaba en alguna ocasión a una de sus tías solterona, que tenía una escuela de párvulos o de los “cagones”, que se decía en el pueblo, con lo cual no había palillo en cuanto actividades, que hubiera dejado de tocar.
Pues bien, él era quien determinaba qué monaguillo era el que estaba preparado o no, para entonar el “Confiteor... el Introito ad altarae Dei... el Réquiem... el Suscípiat... etc. Quién debía tocar la campañilla en la Consagración, el que debía llevar el crucifijo o la manga en los entierros, quién debía atender al incensario o tocar
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las campanas, preparar las vinajeras de misa, y toda la liturgia, que estaba depositada en sus manos por parte del Sr. Cura, quien en estos menesteres de orden menor, había encomendado sus funcio-nes al sacristán.
Por tanto esta prerrogativa y supremacía, en los asuntos rela-cionados con el desempeño de las acciones previas a cualquier ceremonia, siempre dependían de la voluntad del sacristán.
Ello, como todo poder, conducía a la corrupción...
Quién no se sometía a los caprichos de dicho sacristán, era re-legado y ninguneado hasta lograr su deserción. Bastaba un informe por parte del sacristán, Gilterio, que así se llamaba ese auténtico hijo de puta, para que el sacerdote diera por terminado el contrato verbal de los subalternos.
El peaje que habría de pagarse para pertenecer a este desgra-ciado club de elegidos, era pasar por el aro de las aberraciones a que sometía este indeseable a los pobres monaguillos, que unas veces consistían o eran toques, manoseos, arrimos, besuqueos, masturbaciones y otras, la cosa llegaba hasta felaciones, que este pederasta obligaba a realizar a los niños.
Todo ello unido a la minusvalía de su ceguera que ya de por sí relegaban a un segundo plano a Roberto, habían hecho de él esto se lo descubrieron en el Centro, un auténtico renegado de las bue-nas costumbres, cuando no manifestaba un resabio casi natural a todo lo que le sonara, a buen trato y consideración y sobre todo si este comportamiento era administrado por alguien superior.
Este descubrimiento que fue tardío por parte de Roberto, ya había configurado en él una manera de ser, que se manifestaba en su trato negativo para con los demás y resultaba difícilmente com-patible con una relación de pareja.
Por tanto no tenía nada de extraño que Lucía permaneciera en guardia avisada después de esta experiencia casi traumática, moti-vo por el que quería poner en antecedentes a su amiga Laura, para
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que aprovechara la sabiduría que ella había adquirido, y que le sirviera para no equivocarse.
En todo caso, quedaba de manifiesto la condición humana, que pese a una experiencia negativa, no tenía sin embargo es-crúpulos, como era el caso de Lucía, en anteponer sus motivos personales para la consecución de un fin, aprovecharse de la situa-ción aún a costa de herir sentimientos, levantar susceptibilidades y clavar más el aguijón, como en el caso de Roberto, de su infortu-nio o sentirse victima involuntaria de un abuso...
De esta manera el asunto del cumpleaños quedaba más o me-nos amañado, solamente faltaban las correspondientes invitacio-nes, pues habría de ser un cumpleaños inolvidable, ya que no to-dos los días se cumplen veinticinco abriles...
Julio comentaba con Lucía que le parecía poco ortodoxo cele-brar dos acontecimientos en un mismo acto, que era poco menos como mezclar las churras con las merinas, además estaba el asun-to del espacio en el apartamento, que para dos personas estaba muy bien, pero para más gente resultaría agobiante.
Tampoco le parecía muy correcto que apenas aterrizado en el mismo llegara a ser motivo de comentarios, por montar juergas y seguramente en nada le favorecería la prórroga en el alquiler, si recibía alguna queja en este sentido el dueño del apartamento.
Lucía se percataba por estas declaraciones sorprendentemente, que al referirse a dos personas, para nada pensaba Julio invitar a este evento a su inseparable amigo, y no obstante la ingeniosa idea de juntar a su amiga con Enrique para nada era desechable, pues aunque en esta ocasión sirviera de poco, no faltarían otros eventos en que les resultaría más rentable.
De cualquier forma no creía oportuno Lucía dejar fuera del convite a su amiga, y suponía que tampoco quedaría muy satis-fecho Julio con la exclusión de Enrique, porque ello significaría como una pequeña traición y no reparó en considerarlo con él.
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Trataron ampliamente del particular, Lucía le expuso su plan para ligar a sus respectivos amigos y cómo si lo conseguían, serían un poco más autónomos, más como fue al principio, decía con cierta nostalgia Julio no aprobaba ni desaprobaba el plan, aunque le parecía un poco descabellado, desproporcionado y basado en unas apreciaciones por parte de Lucía, con las que no estaba para nada de acuerdo.
Encontraba en este “plan” una revancha, por parte de su novia en la que él no quería tomar partido, no obstante y tratando de darle un voto de confianza, le dijo que lo pensaría y más adelante ya se vería qué convenía hacer.
En lo que sí estuvieron de acuerdo, era en el asunto de realizar una cena de inauguración de su apartamento ellos dos solos, luego lo del cumpleaños, si a Lucía le apetecía como manifestaba cele-brarlo de manera solemne, ya habría forma de arreglarlo.
En este sentido proponía Julio celebrarlo por ejemplo en el Centro, y para ello podían hablar con Pepe que era el Conserje del Bar y contratarían un “fiestón” por todo lo alto, reservando ese día el Bar y la Discoteca para sus amigos e invitados, aunque para ello tuvieran que hablar con la Dirección del Centro. Por tanto queda-ba claro que la cena sería en intimidad, los dos y en el apartamen-to, un día diferente al cumpleaños.
De tal manera que Julio se encargó de preparar lo que sería una cena romántica, con flores, velas (aunque estas sobraban), cham-pán y un catering, basándose en platos chinos y delicias muy espe-ciales de un restaurante donde Julio solía comer y cenar en varias ocasiones.
A Lucía le parecía demasiado que nada más entrar a vivir en una casa, lo primero fuera una fiesta de esa índole, desde luego nada de ruidos pero ya se sabía que a Julio no se le podía contra-decir, salvo que se cabreara hasta el extremo de dar por zanjada toda la cuestión y ella no quería volver a sufrir otro abandono, esta vez por la parte contraria.
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Esa noche llegó pronto Lucía al apartamento, que se encontraba adornado con varios centros de flores y velas en las mesas, una cubitera para cubitos de hielo de las bebidas, vinos y cham-pán, platos combinados con diferentes tipos de canapés y una especie de sarcófago que guardaba en su interior, unas especiali-dades de comida china calientes que le había recomendado el chef del “Chino” donde Julio había hecho el encargo.
La tenue música componía y ayudaba a la creación de un idíli-co ambiente.
Nada más llegar Lucía, Julio la recibió con una copa de vino en la mano para brindar por tan novedoso motivo, y al mismo tiempo que depositaba en su cara un intenso beso de bienvenida, la acompañó con extremada delicadeza hasta la mesa preparada con todo lujo y detalles: cubiertos, servilletas, artilugios de todo tipo y el calor de las velas en el centro de la mesa que les acompa-ñaría durante la cena.
En opinión de Lucía fue una tarde-noche inolvidable, pues la cena que dio comienzo a las nueve, terminaría bien entrada la ma-drugada.
Ello motivó que Julio no consintiera que Lucía a esas altas ho-ras de la noche saliera para ir a su casa. Al principio hubo un poco de reticencia por parte de ella, que decía todo consistía en llamar un taxi, que además debería madrugar y mil excusas pero enseguida se disiparon ante la insistencia de Julio y también por-que se encontraba contenta y eufórica, fruto de la rica mesa china y seguramente por la falta de costumbre de tomar bebidas que no fueran Coca-Cola o de semejante factura, así que no supo oponer-se y sólo le quedó aceptar.
El problema principal para su oposición, para quedarse en el apartamento, no era otro que el que todas las mujeres arguyen en circunstancias parecidas: “No he traído ropa para dormir, ni para cambiarme, además de los potingues, desmaquilladores, lacas, etc.” aunque en el caso concreto de Lucía, este neceser se simpli-ficaba en extremo pues su condición de invidente, le hacía no
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descuidar su aspecto desde luego, pero tampoco tener que prestar esta dedicación exclusiva durante horas, que a casi todas las mujeres le es imprescindible.
En todo caso era una excusa que se veía obligada a dar, para no parecer una mujer fácil, y que se entregaba sin más a los capricho-sos deseos de Julio, que dicho sea de paso le había requerido en más de una ocasión, es decir en lo de pernoctar juntos.
Es muy normal en casi todas las mujeres, excepciones siempre hay, ha habido y habrá, no ceder en primera instancia, aunque sería su mayor deseo, a las proposiciones de un incipiente noviaz-go, solamente cuando ya está consolidado, cuando se tiene el firme convencimiento de que el novio es el hombre de su vida, y cuando quedan apenas horas para entrar en la Vicaría, entonces y sólo entonces, se entregan en la medida que ellas consideran necesario para mantener el fuego del deseo encendido.
Julio le proporcionó uno de sus pijamas, más que nada por cortesía porque no habiendo pasado más de media hora, sobraba el pijama de él y el de ella. Por otra parte lo del pi-jama en el caso de dos invidentes, era un artificio protocola-rio puesto que nada había que ver, aunque sí mucho que to-car.
Una música especialmente preparada para el acontecimiento con especial dedicación por parte de Julio, que tenía unos clientes dueños de una tienda de discos, y en la cual debidamente docu-mentado recopiló siguiendo los consejos de uno de los dependien-tes, una selección de música muy aparente y adecuada para una noche de amor, hizo el resto.
La noche resultó idílica, inolvidable, única y ello estrechó y afianzó más esta relación que se presentaba definitiva. Salieron juntos del apartamento bien entrada la mañana y saludaron al Con-serje para que éste entendiera que eran una pareja, de las llamadas estables y anunciándole con esta confirmación que el hecho se repetiría en más de una ocasión.
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Ya en el Centro de la ESCI acudieron a Pepe, para ponerle en antecedentes de sus pretensiones de celebrar la fiesta y tantear qué posibilidades tenían de éxito, pues quedaban pocas fechas para el cumpleaños de Lucía.
Por parte del encargado del Bar desde luego todo fueron facili-dades pues el evento se prometía de cierta importancia, los benefi-cios se verían incrementados y además se crearía un precedente, que a él le parecía de extraordinario interés. Quedaba solamente pendiente conseguir el permiso de la Dirección, porque no se podía excluir a nadie que en esa fecha quisiera utilizar los servi-cios tanto del Bar como de la Discoteca, pero de eso se encargaría él, que conocía como presentárselo al Director para que entrara al trapo sin remedio.
Ese mismo día Pepe les confirmó que tenían campo libre para su macro- fiesta, mini-fiesta corrigió Lucía, aunque en esto tampo-co estaban muy de acuerdo los dos novios, pues Julio dejó libre la iniciativa a Pepe para que él considerara cual debería ser el tamaño de dicha fiesta quién a su vez les dijo, que si dejaban el asunto en sus manos se comprometía a no hacerles quedar en mal lugar.
Hicieron una carta de invitación personal a los amigos comu-nes, pues ya todo les parecía cosa de los dos, y Julio estaba entu-siasmado con que su novia le considerara por fin como parte inte-grante en su vida. A Enrique le preparo Julio, para que recibiera de buen grado el emparejamiento con Laura y ella no abrigaba en el fondo ninguna esperanza de continuidad ya que apenas lo conocía y esperaba al menos de él un respeto y tratamiento de acuerdo a los conocimientos y cultura que Lucía le había anunciado y que éste hacía gala permanentemente, sobre todo delante de las fémi-nas.
Esa mañana, la del cumpleaños de Lucía, en su casa no entendía la razón por la que se hubiera levantado tan temprano que además era Domingo y esperaban celebrarlo en familia con desayuno, comida y todo el día en casa con ellos.
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Sin embargo Lucía tenía otros planes en los que no entraban para nada su familia.
Sonó el timbre de la puerta y al abrir, apareció Julio vestido con sus mejores galas y un ramo de flores, tan grande que oculta-ba la mitad de su cuerpo.
Lucía no dejó escapar el momento por ella esperado, para pre-sentar el novio a sus padres y familia. Era una oportunidad con todo a su favor, primero el acontecimiento del cumpleaños motivo por el que los padres jamás iban a contrariarla en nada que le pu-diera disgustar y en segundo término, porque la encontraban muy feliz.
En casa aceptaron de buen grado este tipo de atenciones, que distaban tanto de las anteriores manifestadas por Roberto de triste recuerdo. Y les pareció de lo más natural, que Lucía celebrara con su prometido semejante acontecimiento.
Lucía preparada de manera muy especial, ese día estaba radian-te y contenta, también se sentía un poco apabullada, por las mues-tras de cariño de todo quien se cruzaba con ella y la saludaba, no había pensado por un solo instante que un cumpleaños gozara de la trascendencia que parecía tener, hasta que descubrió en el asunto la mano de su amiga Laura, que había realizado unos letre-ros en Braille invitando a todo quien lo leyera, al acontecimiento que tendría lugar en la Disco ese día, con entrada y barra libre para quienes quisieran participar.
Las dos parejas al parecer de una manera provisional, y pa-ra no desairar a Lucía ese día, fueron al restaurante chino a comer juntos por primera vez.
No parecía ir mal la relación de Enrique y Laura, a juzgar por cómo se estaban desarrollando los hechos y en un intermedio mientras servían los postres, fueron al Baño, (parecía fuera el lu-gar pretendido para este tipo de confidencias), comentaban entre ellas, y contrastaron en que nivel se desenvolvía el encuentro que era a plena satisfacción de Laura. Por cierto, al propio tiempo en la
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mesa, el motivo de charla por parte de Julio y Enrique, como no podía ser de otra manera, era sobre el mismo tema.
El resto de la tarde hasta bien entrada la noche, transcurrió co-mo estaba previsto en la Discoteca de la ESCI, hubo un reci-bimiento tan emotivo por parte de los invitados, que más que un cumpleaños pareciera una boda y todos invitados y asistentes a la llegada de las dos parejas, prorrumpieron en unánime aplauso y la música en la que reconoció Lucía la mano de su amiga, otra vez presente en la elección de los temas, sonaba como nunca y se en-cendieron bengalas con el consiguiente riesgo de incendio, aunque para ello ya estaban advertidos Pepe y su cuadrilla, manteniendo el control sobre este improvisado homenaje.
Lucía no salía de su asombro, ni remotamente habría podido en sus alucinantes sueños imaginar, semejante recibimiento y ello jamás lo olvidaría, era fruto de la dedicación y muchas horas y dinero que su amiga había querido dedicarle en fecha tan inolvida-ble.
A Enrique también se le encendieron luces en su interior y cada vez aproximaba más sus apetencias a las de Laura, que para nada quería resultar absorbente y había descubierto en ella, no el clásico ligue de un día, el asunto era de índole diferente a otras veces, y creía que en esta ocasión había encontrado un mirlo blan-co y a su peculiar belleza, que con su media vista Enrique vislum-braba, también había descubierto una belleza oculta que alucinaba a este impenitente don Juan.
Eran muchas las coincidencias que encontraba en ella respecto a la imagen que él había idealizado, acerca de cómo debería ser la mujer que le conquistara para siempre.
Una tarde como la que estaba viviendo con Laura había disipa-do las dudas, que en un principio albergaba acerca de este provi-sional encuentro.
Él, que se dedicaba y pretendía hacer centro de sus actividades en eso de la literatura, encontraba fascinante los conocimientos
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que podía compartir con Laura, a cerca de autores tanto clásicos como contemporáneos y es que Laura le ponía en antecedentes, de que además de sus estudios en el Centro, compartía co-nocimientos adquiridos en su casa a través de sus padres y amista-des, que frecuentaban la misma y en donde tenían lugar tertulias a las que ella prestaba especial atención, pues se hablaba de Política, Historia, Finanzas y mil asuntos más, entre cafés, tés, güis-quis y pitanzas, que su madre preparaba para este tipo de tertulias y que se prolongaban en el tiempo.
En su casa se daban cita desde renombrados artistas de cine, teatro, ópera, autores de comedias, escritores, pintores a otros mu-chos artistas de las artes que eran fieles amigos de sus padres y a quienes éstos rendían tributo de admiración, cada vez que tenían la deferencia, y estas eran muchas, de visitar su casa
Al abandonar la casa, estas visitas, era tal el ambiente y olor de tabaco que se había generado en el salón, que se hacían necesario abrir las ventanas para purificar y despejar el sitio, lo que daba idea del tiempo que estas tertulias dedicaban a estos encuentros.
Además Enrique que para nada era tonto, se daba cuenta del es-tatus social a que pertenecía Laura, que nada tenía que ver con el resto de las personas con las que él trataba habitualmente, lo dela-taba su forma de vestir y las marcas de sus prendas, la disponibili-dad de dinero en efectivo muy superior a lo que ellos manejaban y siempre la primera en pagar consumiciones, en regalar perfumes, en comprar tiras de cupones que eran invendibles, y sobre todo que Laura no tenía necesidad de trabajar ni vender las tradiciona-les tiras, para llevar el tren de vida que era notorio, aprecia-ciones que él percibía gracias a su media vista que estos casos suponía un privilegio.
En este sentido siempre estaba alardeando Enrique de su buen humor y pronunciaba con solemnidad el dicho conocido de: “En el país de los ciegos el tuerto es el rey...” que lejos del dra-matismo que pudiera ocasionar en su círculo de amigos tal co-
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mentario, era recibido como una ingeniosa ocurrencia más del intelectual.
Por tanto el éxito en el experimento de Lucía estaba asegurado, el objetivo estaba cumplido, ya no tenía que temer por su intimi-dad con Julio pues era evidente, que la nueva pareja seguiría su trayectoria y no se inmiscuirían tanto en su pareja, como hasta el presente había sucedido.
Las visitas al apartamento se hicieron más frecuentes y pro-longadas en el tiempo, en él encontraban la intimidad y segu-ridad suficientes para dar rienda suelta a sus sentimientos, que a Lucía le estaba pareciendo que no eran los mismos que al principio y esto le provocaba una desazón que Julio empezó a no-tar.
Pensó éste que tal vez no era conveniente someter a Lucía a sus febriles propósitos, y que ello motivaba disgusto en su novia, que tal vez se estaba precipitando y estas cosas de los amoríos requie-ren tiempo, y una labor de persuasión y camelo que él había pro-vocado y acelerado, tratando de conseguir, en un corto espacio de tiempo, lo que requería de ella, y más le apetecía a él y eso no era positivo para la relación.
Consideraba Julio que se encontraban en una edad, en la que ya no había que andarse con tonterías, y que había que enfrentarse a los hechos con la consideración que merecen, que las pamplinas estaban bien para bisoños y adolescentes, pero ellos andaban me-tidos en una edad en la que a poco se descuidaran, como solía decirse hablando de estos asuntos, se les pasaría el arroz.
Así que trataba de hacer entender a su novia que el comporta-miento que en alguna ocasión, tal vez pudiera parecerle impropio por su parte, estaba motivado por la pasión y la elevada tempera-tura que suponía el roce y trato con ella.
Quería llevar a su ánimo que su comportamiento a veces bruto, no era más que la manifestación de su cariño desbordante hacia ella, que entendía era la mujer de su vida, y mil declaracio-
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nes en este sentido, que Lucía trataba de interpretar como lisonjas y no ataques a su intimidad.
El cortejo debería contar con medir muy bien los terrenos amo-rosos en que se mueve toda relación.
Julio se prometía un comportamiento más acorde, con el tiem-po que llevaban de relaciones, pero se le olvidaba, en cuanto se producía el encuentro con Lucía a quien consideraba como una conquista definitiva y no albergaba duda alguna respecto a esta situación.
Pero Lucía como toda mujer que se precie, le daba una de cal y otra de arena, de tal manera que Julio andaba hecho un lío, pues tan pronto le parecía que caía rendida a sus encantos naturales, como se distanciaba años luz de él.
Tanto que a veces a través del trato con ella, apreciaba una es-pecie de experiencia, que le creaba cierta inquietud o mosqueo porque ella, sabía cómo medir el tiempo y administrar las conce-siones sin hacer abandonar las esperanzas en el avance del encuen-tro amoroso, sabía cuándo tenía que decir no rotundo y sin pa-liativos, y por el contrario había ocasiones en las que parecía disolverse como un azucarillo en el café y su trato meloso para con él, lograba llegar hasta cotas incalculables, en una palabra que este comportamiento a Julio le traía por la calle de la amargura, pues nunca sabía qué ocurriría o que no, y esto le desconcertaba enormemente.
Todo se iba a aclarar en el momento en que Lucía, temiendo que Julio descubriera por terceras personas que había mantenido en secreto su relación con Roberto, y que le había ocultado a Julio pensando que sería improcedente hablarle del tema, salvo correr el riesgo de espantarle y ella para nada quería entrar en ese juego.
Pero estaba dispuesta a confesar la evidencia, y se hizo patente que no podía dejar pasar más tiempo sin manifestarle a Julio sus verdaderos propósitos, que no eran otros que demostrarle que es-
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taba olvidada y bien olvidada aquella anterior relación con Rober-to.
Julio a raíz de estas explicaciones, que ella trataba de ampliar, ya entendía muy bien la pericia y práctica que demostraba tener Lucía de las situaciones límite a que había llegado con él.
Ahora se explicaba muy bien, cómo sabía dosificar sus entregas para tenerle siempre en el borde del delirio, sin pasar a mayores.
Además se consideraba un tanto estafado por haber permitido a ella ser poseedora de sus sentimientos, y no ser correspondido en la misma medida.
¿Era ciertamente una experta en estos devaneos, y en sopesar hasta dónde podía llegar y de dónde no podía pasar...?
Él en cambio se entregaba a ella siempre que la ocasión así lo requería en alma y cuerpo, y ahora ¡Ay! se encontraba con que muy a su pesar no era compensado de igual forma.
Las lágrimas ante las confesiones de Lucía, aparecieron en los inexistentes ojos de Julio y rodaban por sus mejillas, y ella que palpaba con delicadeza su cara, conmovida por estas manifesta-ciones fue consciente de que llevaban a Julio, hasta el borde de la desesperación.
No dudó por un momento en sentirse responsable, y le decía que no interpretara su confesión como un acto premeditado, para herirle y causarle celos o cualquier otro sentimiento negativo, sino que lo entendiera como realmente era, una acto de valen-tía por su parte para que no quedara ninguna duda respecto de su entrega a él que quería ser una afirmación en su amor y se des-hacía en hacerle entender que si de otra manera hubiera tenido oculto este hecho, que además no tenía más importancia que la de haber sido un capítulo ya borrado de su vida, sería una verdadera traición, a su sincero comportamiento la ocultación del mismo.
Pero Julio no estaba para gaitas. Por mucho que se esforza-ba Lucía en explicarle estos y mil detalles más, no lograban con-
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vencerle de que había sido un simple fracaso sin más trascenden-cia y que no había habido mucho más.
Julio prefería no pronunciarse y por el momento se hizo el mártir y le creo un estado de culpabilidad a Lucía, que esperaba manejar a su antojo en el futuro y sacar provecho de esta situa-ción.
Ello no suponía una ruptura, pero sí un quebranto en sus rela-ciones ante un acontecimiento, tan inusitado como inesperado por parte de Julio. En todo caso se decía así mismo, que había llegado la ocasión de demostrarle a su novia, que él realmente tenía una gran capacidad de perdón aunque no de olvido, al fin y al cabo a él no le había conocido hasta después de Roberto y por tanto no podía considerarse una traición a algo inexistente.
Pero ese poso de saber que su novia no era de estreno, le tenía un tanto descolocado, aunque eso de no ser de estreno era mucho afirmar y en esto estaba siendo injusto, pues su comportamiento para con él, que ya se había consolidado como una pareja estable, para nada había resultado ser tarea fácil y había que habérselo trabajado y hasta qué punto...
Por tanto Julio decidió pasar página y disimular los muchos ce-los que se le venían encima, dar por sentado y apreciar el valor que realmente tenía la declaración de Lucía, y considerar una vez más, que su grandeza de alma consistía en no guardar para con él ningún secreto, lo cual debería sopesar de manera positiva.
Trató de hacérselo comprender a ella, aunque también conven-cerla que entendiera, que para un hombre no resultara fácil entrar sin más, en compartir sus sentimientos y no ser correspondido en la misma medida.
Lucía entendió que asumir por parte de Julio estas declaracio-nes suponía, además de tener buenas entendederas, poseer un gran corazón como el que tenía su novio.
También la tranquilidad de ánimo con la que ahora se encon-traba Lucía bien merecía el disgusto que habían tenido que afron-
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tar, sobre todo Julio, al conocer y hablar ampliamente de su rela-ción con Roberto para despejar toda duda y todo secreto lo cual le confortaba de manera muy singular.
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CAPÍTULO III
¡Y llegaron las que se prometían ser vacaciones del siglo...!
Después de tanto devaneo tuvieron el acuerdo de no desenterrar nunca más el hacha de guerra y olvidar y dejar aparcado el per-cance, por llamarlo de alguna forma, de la relación anterior de Lucía y continuar adelante como si nada hubiera ocurrido... Por ello se empezaron a preocupar de la cuestión de las vacaciones que ya estaba, como quien dice, a la vuelta de la esquina.
Ahora el asunto empezaba a tener que planificarse de otra manera a como tenían más o menos hilvanado Julio y su amigo, las cosas habían cambiado, puesto que la nueva pareja compuesta por Laura y Enrique parecía ir viento en popa y cada día era más notorio el avance en esta relación hasta el punto de haber adquiri-do cierta estabilidad e independencia, con lo cual planificaban sus salidas y encuentros sin contar con sus amigos en más de una oca-sión.
Sin embargo las vacaciones no podían ser de otra manera que programadas por las dos parejas en conjunto, lo que representaba una auténtica novedad y deberían prepararlas con todo lujo de detalles y el protagonismo debería ser al cincuenta por ciento.
En una cafetería una tarde se reunieron para hablar acerca del tema. En principio pensaban ir dos semanas al pueblo de Julio en Asturias y más tarde irían a Huelva, aunque en este sentido tanto Laura como Enrique también tenían mucho que decir.
Efectivamente, los planes que proponían ellos eran totalmente diferentes a lo previsto.
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La sorpresa vino por parte de Laura al proponer dejar para me-jor ocasión ir a Huelva y Asturias y disponerse a pasar una tempo-rada sin límite en el tiempo y en una casita que sus padres tenían en Torrevieja, junto al mar, con una parcela de proporciones más que considerables en el lugar que ella había pasado varios vera-nos y donde tenía amistades desde su niñez y añoraba desde hacía algunos años volver por allí.
Explicaba que estarían las dos parejas solos, aunque con la inestimable ayuda del ama de casa, es decir de Adela, que se ocu-paría de la intendencia y otras labores que de otra manera sería imposible llevar a cabo, que sus padres ni aparecerían por allí puesto que tenían un apretado programa de verano y con la asis-tencia de su padre a un Congreso en Estados Unidos y la “Semana de música de Santander” de su madre, que nunca se perdía.
Lo había propuesto en casa y al parecer todo habían sido facili-dades por parte de sus padres, ella pensaba que tales facilidades eran recíprocas, pues ellos se libraban de tener que llevarla a todas partes y Laura también salía ganando afirmando cada día más su propia independencia, ya que estaba hartándose de la protección a que la sometían sus padres permanentemente y tal vez motivada por su minusvalía.
Lucía parecía entusiasmada y desde luego mucho más segura con la presencia de su amiga y ya pensaba en voz alta diciendo, que tendría que comprarse un bikini nuevo, pues el que tenía hacía dos años que no le daba uso, debido a que le parecía fuera de moda y en eso ella era muy exigente y coqueta.
No hacía falta decía Laura , ella tenía en Torrevieja un ajuar verdaderamente importante, tanto de ropa de verano, como de bañadores, zapatillas, complementos, etc. además había echado culo decía con disimulado candor y más pecho, así que segu-ramente ya no podría ni ponérselo, en cambio a ella le ven-drían que ni pintado puesto que era algo más menudita.
Otro problema consistía en el desplazamiento apuntaba Julio, pues ya el viaje de cinco personas no era lo mismo que el de
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dos, pero hasta eso estaba previsto por parte de Laura. Adela se adelantaría unos días para acondicionar la casa, llenar la nevera y asuntos de orden menor, de tal forma que el chofer y ellos cuatro, irían unos días después.
El alborozo no pudo ser mayor por parte de todos, que en todo también estuvieron de acuerdo. Nunca habían imaginado que unas vacaciones que había que preparar con tanto detalle, hubie-ran sido en esta ocasión de tan fácil resultado.
Vacaciones que además se presentaban llenas de emocionantes novedades, pues era la primera vez por parte de todos, que goza-rían de auténtica libertad y camaradería inusitadas, fuera del pa-ternalismo familiar y esta vez en compañía de más que amigos, colegas.
Pese a todo Lucía no quería renunciar a sus vacaciones planifi-cadas y soñadas con sus padres, y le parecía además una traición a su amiga Delia, de la que conservaba un recuerdo entrañable y que solamente podía verla en periodo de vacaciones y además en esta ocasión que tenía tanto que contarle...
Julio mediaba en el asunto haciéndole “ver”, que habría tiempo para todo, también él ardía en deseos de llevarla a su pue-blo a conocer a los suyos, era cuestión de repartir bien el mes de vacaciones de que disponían.
Las vacaciones se presentaban por tanto muy diferentes a las anteriores, para todos ellos.
Laura impuso su criterio, convenció a sus amigos de que no se trataba de ningún tipo u orden de prioridades, sino de que había que ser prácticos y aprovechar el espacio de tiempo del que disponían en tanto sus padres estuvieran en el extranjero.
Pusieron manos a la obra y en unos días estuvieron ubicados en un chalet, que en principio reunía todos los requisitos necesarios y sobrados para el desenvolvimiento de personas minusválidas como ellos.
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Sus padres se habían encargado a lo largo de los años de pro-veer tanto las instalaciones peligrosas, como podía ser la piscina, los accesos a las habitaciones de la planta alta, así como a las es-tancias principales, de todo tipo de artilugios, asideros, pasamanos, etc. que hicieran normal la estancia de Laura y ahora les venía al pelo también a sus amigos.
Tanto los padres de Lucía y más aún los de Laura, estaban encantados de que las dos amigas encontraran acuerdo ante esta circunstancia de pasar por primera vez las vacaciones juntas, pues sin duda se sentirían más acompañadas, aunque en ningún mo-mento pusieron en antecedentes a sus padres, de que también compartirían estas vacaciones con sus parejas, motivo este por la que debieron advertir ampliamente a Adela, para que no les fuera con el cuento a los padres de Laura.
Todo resuelto, se disponían a pasar los mejores días de sus res-pectivas vidas, olvidar el trabajo diario, la venta de los cupones, los estudios, la rutina de casa, todo...
En la casa -chalet- no faltaba nada, el ambiente se prestaba a todo tipo de encuentros por parte de las parejas, y Adela disi-mulaba aquellos arrumacos que presenciaba de forma permanente y continuada y le parecía de lo más natural, que dos parejas jóve-nes llenas de vitalidad se recrearan en este tipo de afectos y que ella, soltera de nacimiento y sin posibilidad de cambio, añoraba y comprendía esta forma de comportamiento, que quisie-ra para sí misma.
Los días se sucedían de fiesta en fiesta, unas veces en la casa, otras invitados por amigos de Laura, que tenían el encargo especí-fico de sus padres de congeniar e invitarle a ella y sus amigos, para que no se sintieran discriminados y además por interés perso-nal de algunos de ellos que iba más allá de lo puramente amistoso, pues tenían tiendas de comestibles y las compras por parte de la familia de Laura suponían y formaban parte del “Agosto”, ya que eran de tal importancia que no podían renunciar a ellas por causa o disgusto alguno.
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Alguna noche Laura preparaba con la inestimable ayuda de Adela, que en ocasiones tenía que recurrir a reclutar asistentes, una cena con guateque incluido, con lo que trataba de correspon-der a las atenciones que tenían para con ella y sus amigos los co-nocidos del pueblo.
Enrique que alucinaba con el trato que recibían, tanto en casa de Laura como por parte de sus amistades, no las tenía todas con-sigo porque observaba que en ocasiones no estaba tan sólo como sería deseable, tenía la sensación de que alguno le estaba tratando de pisar el terreno. Con sus gafas oscuras a muchos les pasaba por alto, que él no era ciego totalmente y se permitían ciertas licencias para con Laura, que él interpretaba como atrevimiento, por parte de los conocidos de ella, que pensaban él no se enteraba.
Los celos aparecieron, aunque Laura no creía dar motivos para que así fuera y lejos de convencer a Enrique que no eran otra cosa que manifestaciones de cariño por parte de algunos de sus amigos, éste entendía que ella consentía en ese tipo de acciones, porque seguramente en su manera pura y limpia de ser, no entraban este tipo de consideraciones, pero que sin duda estaban adquiriendo carta de naturaleza y que para nada se parecían a las tiernas ma-nifestaciones de cariño que en su infancia pudieran haber compar-tido.
Sobre todo, decía con cierto dolor, las que había observado en Adolfo, un chico fornido con aspecto atlético y tostado por el sol de la playa, sabedor de sus atributos y encantos para con las muje-res y admirado por una pléyade de amigas que alimentaban su ego y que para más inri, esto lo confesaba con cierto dolor Enrique, tocaba la guitarra como los ángeles...
Y una noche en la oscuridad de la terraza, cerca de la piscina, junto al jardín que embriagaba con su aromática brisa el entorno y tocando la guitarra, fue testigo de cómo Laura se acercaba a él y le estampaba un beso, mientras éste dejando la guitarra aparte, correspondía con un abrazo que significaba algo más que una simple amistad.
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Tanto Laura así como también Lucía y Julio al ver muy contra-riado a su amigo, trataban de quitar hierro al asunto porque la cosa no tenía más importancia que la que se le quisiera dar, su-puesto que al cabo de pocos días este tipo de tertulias tocaría a su fin y aquí paz y después gloria.
Precisamente le decía Laura que en el fondo se sentía muy ha-lagada con este tipo de manifestaciones, y la lectura que ella hacía de este tipo de comportamientos no era otro que el esfuerzo que hacían los amigos del pueblo en caerles lo mejor posible, tanto a ella como a sus padres, pues precisamente los familiares de Adol-fo regentaban el mejor Supermercado de la localidad y ellos eran en verano uno de sus principales clientes.
Pero este toque de atención por parte de Enrique solo pretendía poner en claro, que caso de ser aceptado por Laura, sería él y sólo él, dueño de sus sentimientos y de su persona, algo que se temía Laura al ver la reacción que había suscitado en él un simple y lim-pio abrazo de amistad.
Lejos de sentirse contenta con estas manifestaciones, una turba-ción y desasosiego le embargaba respecto a las maneras que ma-nifestaba Enrique, lo cual podía llegar a poner en riesgo la conti-nuidad de su relación con él.
Comenzaron a prepararse para continuar las vacaciones, como tenían previsto, en principio en el pueblo de Lucía y acto seguido en Asturias concretamente en Cazones, un lugar paradisíaco según las explicaciones que se apresuraba a dar Julio, y que para nada le parecían suficientes, más bien decía , se quedaba corto...
Las cosas no ocurrían siempre como se deseaba. Los padres de Laura enterados, no se sabía bien por parte de quien, no consentían que se continuara con este tipo de conducta, es decir en conciencia de la mamá de Laura, esta forma de convivencia reuniones o como se quisieran llamar tenían un nombre y era pura y simplemente un amancebamiento o una comuna... Y para nada estaban dispuestos a consentir que su hija viviera de esa manera.
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Mediaron los padres de Lucía, que ante la contrariedad a los planes de su hija, no tuvieron reparo en hacerse cargo de la situa-ción y haciendo ver a los padres de Laura, que en su casa además de ser muy pequeña y solamente poder albergar a las dos niñas y ellos, no cabía ni entraba en sus planes, permitir que les acompa-ñaran los dos chicos, por muy novios que estos fueran.
Al fin consintieron los padres de Laura ante los plantea-mientos de su hija, y se encontraban más tranquilos con la pre-sencia de los padres de Lucía, no como ellos que habían propicia-do el desencuentro con su hija, debido a su permanente ausencia, anteponiendo la vigilancia de la hija a los proyectos profesionales del matrimonio a pesar de la importancia que pudieran tener para ellos estos acontecimientos.
En todo caso las advertencias y preámbulos que imponía la mamá de Laura eran de tal calibre, que difícilmente podrían cumplirse en su totalidad. Quería saber en todo momento, cuál era la situación no ya geográfica, que también, sino cómo se iba a cuidar, qué iba a comer, dónde se iba a vestir, qué cama iba a utilizar, qué libros para repasar los estudios se iba a llevar, qué médico le iba a atender caso de ponerse enferma... y así una lista interminable de cuidados y requisitos, que no solamente a Laura le hacían maldita gracia, sino que sus amigos se desternillaban de la risa, al comprobar cómo su “mamá”, cuidaba de ella hasta el ex-tremo de pretender ser acompañada por el ama Adela.
A los padres de Laura la convicción de que su hija en definitiva sería dueña de su vida y de sus actos, les creaba una sensación y un vacío que les hacía presentir que algo no habían hecho bien, y que en algo habían fallado y ello les producía una autentica sen-sación de impotencia y un traumático estado de ansiedad, casi de desesperación.
Laura era consciente de que su madre nada tenía que hacer con las advertencias que le estaba imponiendo, respecto a su rela-ción con Enrique y que al contrario, de lo que a ella pudiera in-teresarle, esto era cosa suya, que mayormente lo que le preocupa-
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ba con sinceridad eran sus cuidados físicos, le aseguraba por acti-va y pasiva que no le daría motivos para temer nada, y que sabía desenvolverse en este asunto como corresponde a una persona madura como ella, que además contaba con la inestimable presen-cia de su amiga, al parecer entendida en este tipo de materias, así como la vigilancia permanente de sus padres.
El reto a que ahora se enfrentaba Laura era constatar por sí misma si iba a ser capaz de valerse, prescindiendo de la ayuda de cámara de Adela, que se había convertido en su niñera desde pe-queña y le había creado una dependencia de mayor, por lo que necesitaba saber si podría prescindir de su tutela, sería una auténti-ca prueba de fuego, si al terminar el periodo de vacaciones, había sido capaz de superar con éxito y sin ayuda de Adela, las dificul-tades que debido a su ceguera se veía sometida todos los días…
Sería una prueba definitiva, pues ella que encontraba siempre en su habitación y en la casa todo dispuesto ropas, zapatos, peina-do, baño, todo... Ahora quería enfrentarse prescindiendo de esta ayuda como hacía Lucía, que en ese sentido era totalmente autó-noma y se sentía plenamente realizada sin apenas ayuda de su madre.
El padre de Laura aunque solamente fuera por esta expe-riencia, estaba de acuerdo en lo del viaje, pero exigía de Laura un permanente contacto telefónico y le comentaba, que si más allá de sus posibilidades en algún momento, se encontraba perdida o no controlaba la situación, solamente con indicárselo, iría personal-mente a buscarla.
Tanto Julio como Enrique entendieron muy bien esta postura por parte de los padres de Laura, que sin embargo los padres de Lucía no compartían completamente, pues consideraban que sus hijas tendrían que tener el recato y el comportamiento, acorde con la formación que estaban recibiendo y además pesaba también la mayoría de edad, que respetaban completamente.
En este sentido depositaban plena confianza en el comporta-miento de su hija Lucía, no era la primera vez que había abando-
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nado su casa, para ir a formar parte de algún Congreso, aunque siempre acompañada por Monitores del Centro y había dado muestras suficientes de saber defenderse en la vida, sin apenas ayuda por parte de sus padres.
En cambio, y tal vez por esta razón, comprendían muy bien aunque no lo compartieran, la postura de los papás de Laura, que la habían mimado hasta el extremo de ser dependiente para todo y entendían también la postura de la niña, de querer saber por sí misma si sería capaz de defenderse en adelante, sin la pesada sombra de sus padres.
Diez días, ni uno más, podían disfrutar en las playas de Huelva que eran muchas, y cada cual con características bien diferentes si como habían pactado, querían pasar el resto de las vacaciones en Asturias.
Lo primero que hizo Lucía fue contactar con Deli, su íntima amiga, quería compartir con ella además de los pocos días de va-caciones, la novedad de presentarle a Julio, de sentirse una más, pese a su condición de invidente, de convivir y compartir con ella esta nueva experiencia y demostrarle que era muy feliz...
Una vez en el pueblo y ya instalados, de la mejor forma posible en casa de los padres de Lucía, ahora se enfrentaban al hecho de tener que buscar alojamiento a los dos chicos, novios a todos los efectos de las niñas, pero que al parecer en el pueblo se hubiera visto como un escándalo, si se hubieran quedado bajo el mismo techo, algo totalmente imposible, pues la casa de los padres de Lucía disponía tan solo de una habitación y un cuarto en el que apenas cabía la cama donde se alojarían Laura y Lucía que aunque apretadas, por un corto espacio de tiempo podía pasar.
A Julio y sus amigos no les pareció mal la idea de Delia, que les había hecho una invitación para que fueran a visitarles a su chalet, junto a la playa y conocer a sus padres que se dedicaban a la pesca formando un equipo con sus tíos y hermanos. Además en su casa decía Delia, había sitio para alojar a los chicos, sin ningún problema.
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Sus padres de condición humilde, así como sus hermanos, to-dos dedicados a las faenas de la pesca eran acogedores y bue-na gente además muy alegres y formaban al atardecer unas juer-gas inolvidables.
Prácticamente todas las tardes después de haber pasado el día con la familia de Lucía, se reunían las dos parejas en casa de De-lia, con sus padres y hermanos, en el porche del hermoso chalet, cuyos cimientos eran acariciados por las olas de la playa.
Allí podían contemplarse maravillosas puestas de sol, por lo que contaba Delia, que eran únicas e inolvidables. Delia pro-curaba en honor a su amiga y también de sus compañeros, que no les faltara de nada, pese a su condición más bien humilde, ella era quien preparaba con esmero los pescaditos fritos y los mariscos de la pesca diaria de la que vivían.
Su padre sacaba el mejor de sus vinos, traídos de La Palma del Condado y guardados para ocasiones como aquella y los hermanos tocaban, uno la guitarra, el otro las castañuelas y el menor canta-ba fandanguillos y flamenco, de una forma envidiable al tiempo que muy en línea y dentro de los cánones establecidos en este arte. En este estado de casi éxtasis, les llegaba la hora de ir a casa sin apenas darse cuenta y Luis, uno de los hermanos de Delia tenía que coger su furgoneta y llevar a las chicas hasta su casa, pues esto era lo convenido.
Unas veces iban también acompañadas por Delia y otras se turnaban Julio y Enrique, con el fin de que a la vuelta no viniera sólo el conductor.
Pues bien, en uno de esos desplazamientos nocturnos, Luis le propuso a Enrique dar una vuelta por un lugar que decía conocer y que estaba lleno de turistas, mochileros... le decía con recochineo Luis a Enrique, pues se refería a ellos con cierto desprecio ya que se trataba de un tipo de turistas hippie, con poco poder económi-co y precisamente no eran muy bien vistos, pero en cambio había unas niñas también extranjeras que estaban de puta madre.
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Enrique en un acto de sinceridad le decía al hermano de Deli, que él estaba enamorado de Laura y que para nada quería disgus-tarla ya que consideraba una traición visitar esos lugares, y que además a él con su media vista de poco o nada le servirían y sin embargo para no desairar al hermano de Delia y su familia, a quienes debían el alojamiento y atenciones, además de forma de-sinteresada, tuvo que ceder a su propuesta o no supo negarse.
Luis había querido pulsar las intenciones de Enrique con aque-lla proposición, aunque para nada quería forzarle y menos aún sin que en la casa supieran que su retraso pudiera deberse a una esca-pada y no a cualquier tipo de accidente que por aquellos andurria-les eran muy frecuentes en tiempo de verano y que además de noche se producían fruto del exceso de bebida de los conductores, pues en la mayor parte de aquellos parajes pernoctaban en tiendas de campaña y cerca de las playas, multitud de turistas sobre todo extranjeros.
Pero el anzuelo por parte de Luis estaba echado y no fal-taría ocasión para llevarlo a efecto, era cuestión de tiempo y pa-ciencia y en este terreno como buen pescador que era, Luis tenía mucha pericia. Y es que los planes de este pescador, eran mucho más pretenciosos que lo que a Enrique pudieran parecerle e iban mucho más lejos...
Luis se había fijado de manera muy especial en Laura que in-cluso pese a ser invidente, le parecía una persona angelical y pura, guapa y con clase, elegante en su porte y fina, con respecto a lo que él estaba acostumbrado a tratar en su pueblo, muy parecida a las chicas de la capital (Huelva) de las pocas veces que Tenía oca-sión de visitar las discotecas, pues su pueblo distaba un largo trecho de la capital y además las labores de pesca, salvo en tempo-radas de descanso, apenas le daban tiempo para frecuentar estos ambientes.
En las intenciones o planes de Luis para poder acercarse con éxito a Laura, estaba en primer lugar, si no separar de ella a su novio sí al menos crearles un estado de enfado que propiciara
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cierta distancia entre la pareja, con esta forma primaria de enten-der las relaciones sentimentales por parte de Luis, pretendía que cuando se enterara Laura que había sido traicionada por su novio, en su desesperación se enrollaría con el primero que le ofreciera una oportunidad con tal de devolverle la pelota, y ahí es donde entraba Luis, con el campo expedito y libre y con una Laura de-sencantada y enfurecida, a poco que él se lo propusiera caería en sus brazos o en sus “redes” y como no podía ser de otra forma, allí estaría él para prestarle un hombro donde poder llorar su do-lor...
No contaba Luis con la fidelidad y el juramento que se habían hecho la pareja y tampoco con que Enrique, que no se fiaba de nadie vigilaba muy de cerca a quien se pudiera aproximar a un kilómetro de Laura porque todavía tenía clavado en el corazón el intento, bajo su punto de vista, el flirteo del tal Adolfo allá en To-rrevieja.
Pero ya se sabe que cuando a alguien se le mete entre ceja y ce-ja alguna cosa, no para hasta conseguir llevar a cabo su empeño y Luis que no olvidaba fácilmente las facciones agraciadas de Laura, cada día se acentuaba y aceleraba más en él, el hecho de satisfacer esa necesidad o al menos intentarlo, de ahí tanta planificación en hacer caer a Laura.
Los días pasaban a tal velocidad que ya estaban pensando en la vuelta a casa y emplear el resto de vacaciones, en Asturias, como tenían planificado y Luis se había propuesto llevar su plan de con-quista adelante pese a todo y cuanto antes. De tal manera, que habló con su hermana Delia para que tratara de convencer a sus amigos, que con el fin de facilitarles la vuelta a casa e incluso el viaje a Asturias, él se prestaba voluntario para llevarles hasta don-de fuera preciso, pues apenas tenían equipaje lo que facilitaba el uso de su furgoneta.
Decía que así de paso, conocerían Madrid porque si no se mo-rirían “burros”, como decían en su entorno, acerca de aquellos quienes nunca habían pisado la Capital, y después de realizar este
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viaje podrían presumir entre sus amigos, tanto él como su herma-na, de al menos haber visitado y pateado la Capital de España.
El ofrecimiento en cuanto al viaje, fue muy bien acogido por los invitados, pero no estaban dispuestos a consentir semejante esfuerzo y no les parecía de recibo, que además de haber sido objeto de mil atenciones por parte de la familia de Delia ahora además tuvieran que cargar con este nuevo. En cambio Delia veía también una buena fórmula para pasar más tiempo con su inse-parable amiga Lucía, podría ella entrar en el juego y aunque se trataba de su hermano y no pudiera considerarse pareja al uso, ello no impedía que les pudiera acompañar e incluso intercambiar unos días de vacaciones todos juntos. De esa forma a la vuelta a su pueblo, su hermano Luis tampoco se encontraría sólo.
Sin habérselo propuesto Delia había dado con la solución que a Lucía le parecía hecha a su medida. Como todo eran facilidades por parte de Luis, éste incluso se disponía a poner a punto la furgoneta, una MB (Mercedes) del año del hambre decía , pen-saba llevarla al taller para darle un repaso, cambiar el aceite, fil-tros, etc. Lo que se dice prepararla para un largo viaje, pues hacía bastante tiempo que la pobre furgoneta no gozaba de un respiro, siempre del pueblo a Huelva, que era el viaje más largo que tam-poco con muchas frecuencia se producía, lo normal era dentro del pueblo para repartir el pescado en las tiendas y bares, que eran sus clientes habituales. Además, decía Luis, la llevaría al taller de un amigo, donde la lavarían por dentro tratando de quitarle el olor a pescado y que habitualmente lo hacían a vapor porque daba unos resultados excelentes.
Salieron con dos días de anticipación a lo previsto porque de esta forma , pasarían por Sevilla pararían para visitarla despacio y también por Córdoba que tenía mucho que “ver”, descansarían en donde más les apeteciera, y así sin prisas hasta Madrid, con lo que encontraban una nueva excusa para hacer turismo de una forma inesperada. Estaban dispuestos si era preciso a dormir en Camping e incluso en la furgoneta la cuestión era aprovechar el
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tiempo, de estas novedosas vacaciones que poco a poco tenían trazas de llegar a ser inolvidables.
Las intentonas de Luis por conquistar a Laura cada día eran más visibles, rayaban en el ridículo, pues incluso le había llegado a proponer a Laura, realizar el viaje en el asiento del copiloto y es más había procurado que Delia coincidiera en el asiento trasero junto a Enrique y de esta manera tratar de conse-guir que éste, en algún momento del largo viaje apoyara la cabeza en el hombro de su hermana, para dar una cabezadita y él vigilaría por el retrovisor para ver si se producían progresos en el sentido que esperaba.
Con un día de adelanto llegaron a Madrid y con tiempo sufi-ciente para organizar el viaje a Asturias, ahora un tanto más com-plicado por haber aumentado el número de veraneantes.
Julio propuso que para alojar a la nueva pareja nada como el sofá cama de su apartamento, pero Laura que disponía de un case-rón inmenso y la habitación de Adela libre, con sus padres en el extranjero e instalaciones perfectas, con varios cuartos de baño, no podía consentirlo y acordaron que sería allí donde pernoctarían los invitados. Enrique estuvo conforme con el acuerdo, si bien exigió también él formar parte de la ocupación de la casa de Laura, ya que de esta forma pretendía avisar a Luis que se encontraba al tanto de sus aviesas intenciones y que no era de fiar.
De tal forma y dado que la casa de Laura reunía las condicio-nes óptimas, convinieron en que los días que faltaban para el nue-vo viaje y mientras organizaban todo, estarían sin separarse como una familia y como continuación de las vacaciones todos en la casa, donde además había piscina, habitaciones de sobra y todo lo necesario para sentirse cómodos. Efectivamente la casa era el pa-raíso, y excepto Laura todos estaban alucinados de los pormenores y detalles de que podían gozar en aquellas instalaciones, de pelícu-la decía Luis, pues tenía hasta garaje para la furgoneta.
El verdadero problema que se le venía encima a Julio, era có-mo poder alojar tanta gente en su pueblo, su casa era pequeña y
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para una pareja mal que peor sí podían apañárselas, pero la cosa había cambiado en cuanto al número de personas y de qué manera.
Lucía que también vivía las preocupaciones de su novio como propias, le facilitó la solución, comprarían una tienda de campa-ña para los chicos y ellas se apañarían como fuera en su casa, pues además el tiempo se presumía sería bueno, dada la estación del año y en cualquier camping serían bien recibidos.
No le hacía mucha gracia a Julio tener que compartir el sue-ño, con al fin y al cabo un desconocido, pero el intercambio de favores se imponía y el detalle de llevarles en la furgoneta bien valía el esfuerzo.
Enrique estaba encantado con esta novedad además él, decía, había toreado en plazas peores, y recordaba en voz alta, sobre todo un verano que fue de campamento con otros alumnos de la ESCI y el hacía las veces de Monitor. Le tocó dormir con cuatro alumnos que tenían de todo menos aseo personal, y un insufrible olor a pies embriagaba todo el entorno en diez metros a la redonda de la tienda, así que él después de aquella experiencia, no pondría ninguna pega a tal decisión.
Luis tampoco dijo nada, siempre le quedaría el recurso de dormir en la furgoneta, pero fue consciente de que las cosas se le ponían un tanto difíciles para la conquista que se había propuesto, aunque tal vez, pensaba eso sería lo mejor...Pues cada vez era más consciente de las dificultades que entrañaba tal empresa, de que el novio de Laura estaba con “ojo avizor” a cuanto sucedía alrededor de ella y que le había dado muestras de que no se fiaba ni de su padre, por tanto vano era su empeño.
A Julio le esperaba una sorpresa con la que no contaba.
En el buzón de su Apartamento había una carta de la ESCI, en ella le comunicaban se personara lo antes posible en el Centro. Asuntos relacionados con la adjudicación de un perro guía, reque-rían su presencia para darle instrucciones y se hiciera cargo del mismo lo antes posible. Lejos de suponer para él una alegría pues
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no era fácil la consecución de un perro de estas características, además de estar muy solicitados, le creó una especie de angustia, saber que tendría que acomodar su vida a la de este improvisado compañero.
Eran momentos realmente especiales y emocionantes, espera-dos y aunque por otro lado, estaba lo del viaje con prácticamente todo preparado, quedaba por saber que pegas o inconvenientes encontraría en sus amigos para que aceptaran esta nueva situación.
Pero la cita era ineludible y cuando tuvieron sus compañeros noticia del asunto, todo fueron felicitaciones y parabienes, ellos también entendían la contrariedad que suponía el mantenimiento de un animal, que a pesar de estar debidamente entrenado y edu-cado para la convivencia con un invidente, no por ello dejaba de ser un problema añadido.
Sin embargo estaban dispuestos, sobre todo Lucía, a compartir el cuidado de Nemo que así se llamaba el perro, y a recibirlo como un miembro más de la familia.
Aunque las cosas no iban a ser tan sencillas, cuando se presentó Julio en el Centro para hacerse cargo de Nemo, las condiciones eran entre otras muchas, que debería pasar algún tiempo en un Centro de Adaptación con el animal hasta familiarizarse con sus costumbres y cuidados, y que habría de habituarse a su voz, su paso y forma de caminar y entrenarse con un preparador especial para andar por la ciudad y mil y un requerimientos, que a priori no podían darse con facilidad.
Todo ello truncó de manera definitiva el asunto del veraneo en Asturias. La contrariedad mayor era para Luis y Delia que se verían obligados a tener que posponer este viaje o renunciar defi-nitivamente a él pues, al menos en quince días no le permitirían a Julio hacerse con los mandos del perro.
En todo caso decía Julio para suavizar la situación, siempre se ha dicho que veranear en Madrid y con dinero, era la mejor forma de pasar unas vacaciones, así que pasarían los onubenses estas
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vacaciones frustradas, con las dos parejas y en definitiva sería lo mismo, pues ellos el mar y la playa lo tenían siempre a pie y junto a su casa.
Julio se personó en casa de Laura con Nemo y tres entra-das para el fútbol nada menos que en el Bernabéu, También con la obligación que había adquirido de asistir todos los días a la Es-cuela de Especialización en Adiestramiento de perros para invi-dentes. Estaba convencido que su interés, aceleraría el periodo de adaptación, para que en lugar de un mes fueran quince días, en los que lograra le concedieran la licencia pertinente para ser dueño de un perro guía.
Se había comprometido a progresar en el cumplimiento por su parte de las normas establecidas, poniendo el máximo interés y las horas precisas para obtener el certificado de aptitud, en el menor espacio de tiempo posible, para de esta forma, pensaba Julio, no dar al traste con las vacaciones de sus compañeros, sería como... prorrogarlas un poco y el verano era largo con lo cual habría tiem-po para todo.
Luis no cabía de gozo dentro de sí, Julio le obsequiaba con una de las entradas al Bernabéu, y para una vez que venía a Madrid nada menos que iba a tener la oportunidad de visitar el campo del equipo de fútbol de sus sueños, el Real Madrid, él que no ha-bía tenido la ocasión de verlo como no fuera en la tele, como le ocurría con el Recreativo que era su segundo equipo, y mira por dónde se le presentaba esta ocasión, cuando lo contara a sus ami-gotes no se lo iban a creer...
El problema que se le presentaba a Julio consistía en que no había entradas para todos, había sido francamente difícil conse-guirlas pese o tal vez por esa razón, es decir ser verano. Julio tenía un amigo camarero que le facilitaba entradas y en esta ocasión haciendo un gran esfuerzo le proporcionaba, nada menos que tres.
Así que previo consenso con las mujeres, se decidió por una-nimidad que como el fútbol, al parecer les interesa más a los hom-bres, asistirían ellos tres, mientras las féminas estarían en la Dis-
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coteca de la ESCI y así de esta manera enseñarían a Deli, donde pasaban la mayor parte de los días de ocio.
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CAPÍTULO IV
Luis no podía creer lo que estaba viviendo, el Bernabéu que tantas veces había visto en la televisión, no tenía nada que ver con lo que ahora pisaba, observaba, vivía, se emocionaba, le acojonaba en una palabra...
Joder.... con el Bernabéu, decía...
Nunca podía haberse imaginado que tales proporciones y ade-más con el césped tan verde y reluciente, pudiera encontrarse en un sitio tan cerrado y tan céntrico de la ciudad... y con esa canti-dad de gente que se veían como muñecos en las gradas de enfren-te... y en los fondos, el famoso Fondo Sur... del que tantas veces había oído hablar y tantas entradas de acceso, tantas escaleras, y los ascensores, y el control, con medios desconocidos, electróni-cos, las pantallas de televisión de proporciones gigantescas co-mo las de cine...
Pero lo que más le llegó al alma a Luis, fue cuando encendie-ron las luces y se hizo el día. Esto no podía asimilarlo, tanto que a punto estuvo de que se le saltaran las lágrimas, y el vocerío que aumentó y el himno que comenzó a sonar y por las troneras que se encontraban cerca del terreno de juego comenzaron a salir: jugadores, árbitros, utileros, una enorme patulea acompaña-dos de toda la parafernalia que antecede al encuentro, un encuen-tro que a él se le antojaba de menor importancia, hasta el extremo de no conocer nada acerca del rival visitante.
Ahora comprendía muy bien algo que trataba de explicarse a sí mismo, y para lo que no encontraba respuesta y es que entendía
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perfectamente, porqué dos ciegos asistían a un encuentro de fút-bol, aunque fuera solamente por el gozo que deberían sentir, al estar inmersos en este ambiente y a él se le abrían nuevas vías de entendimiento y supo en ese momento, que no todo lo que entraba por la vista era siempre lo más importante.
Ante tal descomunal novedad y emoción Luis, apenas compar-tía sus sensaciones con los dos invidentes, que parecían encontrar-se en el ambiente como uno de tantos espectadores y sin que para nada se notara la ausencia de su vista, Enrique estaba provisto de sendos auriculares conectados a un transmisor de radio por los que seguía el desenlace del partido. En cambio Julio con la agudeza característica de su oído, estaba en otros asuntos. Imprevisible-mente habían coincidido junto a dos personas, que deberían ser muy amigos a juzgar por la conversación que estaban llevan-do a cabo, era una conversación que a Julio se le antojaba de una importancia y trascendencia inusual.
En medio del bullicio Julio se percataba de las confidencias que realizaba uno de los dos, al otro que al parecer no se atrevía a interrumpirle dada la seriedad del asunto.
Deducía Julio se trataba de una confesión muy grave y el pro-tagonista de la misma trataba de explicar, a su homólogo lo que le estaba ocurriendo... Nada menos estaba siendo víctima de un chantaje por parte de su jefe.
Se deshacía en explicaciones en medio del vocerío y pitos que en ese momento se estaba produciendo, por la hinchada del Real Madrid que había sido objeto de una sanción, por parte del árbi-tro, y que el público consideraba injusta, lo que propiciaba que Julio se percatara todavía mejor de la conversación, porque los conversadores se veían obligados a tener que levantar el tono de voz.
Todo parecía indicar, según continuaba explicando este buen señor, que estaba viviendo una auténtica tragedia en su familia. El jefe que además también lo era de su mujer, le había colocado en un brete, debería aceptar un trabajo mejor remunerado, pero fuera
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de Madrid con lo cual se tenía que ausentar por una temporada también de su mujer, que por arte de birlibirloque, había ascendido al puesto de Secretaria personal del mismo, tal como cuenta la Biblia que hizo el rey David con Urías, uno de sus generales, cuando situó a éste ante el peligro en primera línea de batalla para que lo mataran, y así encontrar el terreno libre para enrollarse con Betsabé su mujer decía compungido, pero con cierto aire de mofa a su amigo.
Si no aceptaba se vería relegado e incluso perdería su puesto de trabajo, además de correr el riesgo de que su mujer no entendiera semejante postura y tal vez se viera abandonado, pues ella estaba viviendo los mejores momentos profesionales de su carrera y por un infundado temor de su marido no pensaba abandonar este cho-llo.
El amigo que le escuchaba con la atención y el esfuerzo, que para nada facilitaban el ruido y el ambiente, no sabía que respon-derle, porque según deducía Julio de sus palabras, la mujer era un cañón de tía, un pibón como dicen ahora los chavales que estaba para mojar y para nada le extrañaba que su jefe, con el poderío económico que disponía le hubiera tendido una trampa tan sutil, con el fin de encontrar el terreno libre y propicio para sus propósitos que no eran otros que llevársela a la cama.
Este incidente le tenía a Julio un tanto desconectado del partido y de la atención que debía a sus compañeros. Pero la gravedad de la situación de la que estaba siendo testigo justificaba su au-sencia.
El marido que se encontraba a punto de ser abandonado y de-sesperaba porque no encontraba solución a sus problemas, apunta-ba como solución dar muerte a su jefe, a su mujer, y llegado el caso la del propio suicidio.
El amigo le apuntaba que no era necesario llegar a niveles tan drásticos, que nadie merecía morir por una causa de traición, que la indiferencia era la mejor moneda de cambio que podía ofrecer a su mujer ante esta conducta, desde luego reprobable, aunque que-
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daba por demostrar que las cosas fueran exactamente como conta-ba su amigo y no una ceguera por su parte, producida por los ce-los.
De todas formas para consolarle el amigo, le proponía una rela-ción fácil con una conocida suya, que sin duda no le defraudaría porque era público y notorio que los resultados siempre estaban a la altura de las exigencias del consumidor. En cuanto a lo de via-jar no le quedaba más remedio que aceptar, pues las novedosas normativas del derecho de los trabajadores contemplan la movili-dad geográfica a gusto del mandamás de turno.
Así las cosas, el partido llegó a su fin sin que a Julio le impor-tara en absoluto el resultado del mismo, pues él se encontraba dándole vueltas al asunto identificándose con la desgracia de aquel pobre hombre, que al parecer le había cambiado la vida sin comer-lo ni beberlo.
También el asunto de hacerse cargo del perro tenía a Julio ata-do de pies y manos, además era consciente del trastorno que había causado a sus amigos y quería arreglarlo a toda costa. Se dio cuen-ta de que a pesar que sus avances e interés por conseguir acelerar el adiestramiento del perro, eran vanos sus esfuerzos para de un tiro matar dos pájaros, o renunciaba a las vacaciones con sus ami-gos, o suspendía la adjudicación y entrenamiento de Nemo. Por otra parte estaban Luis y Delia que tenían pocos días para disfrutar de vacaciones y habían renunciado a estar con sus familiares de-mostrándoles, que muchas veces la amistad también une como los lazos de sangre.
Estaba dispuesto a dejar clara su postura, después de una larga conversación con Lucía determinaron que suspenderían las vaca-ciones a Cazones, pues el asunto del perro bien valía la pena el pequeño sacrificio que suponía aplazarlas por un mes.
En cambio no quisieron manifestar sus propósitos al resto de la pandilla para no disgustarles, pues estaban realmente ilusionados con los preparativos y la compra de la tienda de campaña, aco-
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piándose de víveres y todo lo necesario, con el fin de no perder tiempo que pensaban aprovechar al máximo en la playa.
Al fin y al cabo la idea había surgido antes del inconveniente del asunto del perro, y para nada estaba previsto que hubieran de cambiar de planes la panda por esta causa.
Cuando el resto de los componentes empezaban a inquietarse porque no se definía el viaje por parte de Julio, éste puso las cartas boca arriba y comentaba, que por un garbanzo no se deja de cocer la olla y que para nada debería interferir en sus proyectos el hecho de que él no pudiera acompañarles, es más, añadía que estaba dis-puesto a que Lucía les acompañara y él se incorporaría en cuanto le fuera posible.
Ante tal proposición obtuvo como respuesta un largo silencio por parte de todos, menos de Lucía, que de inmediato revindicó su derecho a decidir por sí misma, y poner de manifiesto que ella se incorporaría cuando Julio lo considerase oportuno, pero que de ninguna manera le dejaría en la estacada y a este comentario se unió su amiga Delia, que decía que a ella lo que realmente le im-portaba era estar con Lucía, con lo cual el asunto se ponía en claro y quedaba en manos del resto.
Ya empezaba a disolverse la camaradería de días pasados cada cual con sus mezquinos intereses anteponían sus apetencias sin tener en cuenta, lo que significaba de trastorno para Julio la si-tuación creada y que para nada estaba en su ánimo, sembrar dis-crepancias y el plan que pretendía no le parecía tan descabellado.
Al día siguiente sin nada decidido Luis y Delia, habían pen-sado que lo mejor era volverse a Huelva, y si les apetecía podían acompañarles Laura y Enrique y más adelante cuando todo se hu-biera resuelto volverían a juntarse nuevamente todos.
No estaba mal pensado en opinión de Lucía y Julio, así les quedaba bien claro hasta qué punto, estaban dispuestos sus amigos a sacrificarse por ellos y que muy al contrario ellos en su lugar
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habrían obrado de forma bien distinta, pero tampoco todos los días se tienen vacaciones y comprendían muy bien esta decisión.
Lucía acompañaba al día siguiente a Julio a la Escuela de Adiestramiento, se había encariñado con Nemo de tal manera que no tenía ninguna duda haber elegido estar con él antes que las va-caciones.
Nemo al olfatearles y verles daba síntomas de alegría me-neando el rabo y lanzándose en carrera a lamerle las manos, al tiempo que era recibido con igual alegría por parte de la pareja y administrándole todo tipo de caricias, hablándole como si formara parte de ellos mismos.
El Director les informaba que había surgido un imprevisto, cual era que el encargado de las prácticas de entrenamiento, había sido internado para una operación quirúrgica de emergencia, un caso que le tendría relegado en cama al menos durante un mes.
Por tanto se suspendían los entrenamientos y a menos que qui-sieran llevarse al perro, podían dejarlo allí en la Escuela hasta reiniciar nuevamente los ejercicios.
La cara de satisfacción de Julio demostraba que se quitaba de encima un gran peso, porque había quedado a medias tintas resuel-to el asunto de las vacaciones con sus amigos.
Lucía le animó para que se llevara el perro también de vaca-ciones, y así lo propusieron al director, este accedió advirtiéndoles que procuraran que no estuvieran mucho tiempo en ciudad, para lo que aún no estaba preparado el perro, e incluso le vendría bien la convivencia con un grupo y más en el campo o en la playa como le explicaban.
Asunto resuelto, todo volvía a ser como tenían pensado y sin cambiar un ápice de los proyectos que habían personalizado, ade-más el perro fue admitido como uno más y todos se prestaban para atender sus necesidades, lejos de representar una molestia se con-vertía en una agradable compañía, por eso aludía Julio el perro es
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el mejor amigo del hombre ante tal comentario todos dibujaron sus mejores sonrisas.
Pese a que se había puesto difícil el asunto del viaje a Cazones, muy temprano para que el día diera de sí, se encaminaba la furgo-neta de Luis con todos los macutos, avituallamiento, Nemo, las tiendas de campaña, que eran dos, no una como habían pensado, en fin decía Enrique que aquello se parecía más a una furgoneta de marroquíes a su paso por el Estrecho, que a unos felices veranean-tes.
La alegría que acompañaba a la pandilla se manifestaba en la cara de todos ellos y Delia que también rascaba como decía ella la guitarra, acompañaba las canciones que entonaban durante la larga travesía, que sin ningún plan previsto discurría con toda normali-dad y que la “Camella” como denominaba Luis a la furgoneta, se estaba portando, además añadía que jamás le había dejado tirado y esta vez no tenía por qué ser de otra manera.
Delia iba alojada en el asiento del copiloto, con lo cual el plan previsto por su hermano había fracasado, además de dejar al descubierto cuales eran sus intenciones y avisado por Enrique que estaba dispuesto al menor desliz a partirle la cara a Luis si era preciso.
En todo caso ante la proposición hecha personalmente a Laura ésta le había dejado bien claro, que ella prefería ir junto a su novio como no podía ser de otra forma, y que semejante invitación ha-bría estado bien hacérsela a una persona que no fuera invidente, pero que a ella tanto le daba ir atrás o adelante, aunque prefería ir junto a Enrique por encima de cualquier otra consideración. Du-rante el camino hasta llegar al destino que se hacía realmente largo hubo tiempo para descansar, tomar bocadillos y bebidas, cantar y para todo lo demás...
También para que Julio hablara de la conversación escuchada durante el partido de fútbol, de forma involuntaria pero que era algo que le tenía realmente preocupado, hasta el extremo de insistir en escuchar las noticias que dan por la radio, en la
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creencia de que el individuo del Bernabéu llevaría sus amenazas hasta sus últimas consecuencias.
Enrique le seguía la corriente y aprovechaba la oportunidad pa-ra poner el énfasis en comentar, que el asunto de la llamada vio-lencia de género, se había convertido en el pan nuestro de cada día y que la escala de valores dentro de la sociedad actual ya no era la misma que años atrás ya que la permisividad social en asun-tos relacionados con temas de familia educación, tolerancia, ma-trimonios de hecho, la homosexualidad, el amancebamiento y mil lacras más, se habían alojado en el seno de la sociedad de hoy día y apenas se le daba importancia a temas como el que había oído en el Bernabéu. Buena muestra de lo que comentaba, era el tipo de solución que le había aportado el amigo, a quien buscando tal vez ayuda le hacía estas dolorosas declaraciones, y nada más simple, le había dicho: te juntas con otra pareja y hasta que dure...
Julio podía entrever por el ardor que ponía su amigo en estas apreciaciones, un tono exacerbado como si la cosa le afectara a él de manera muy personal y no olvidaba que tenía muy hondo el estigma de los celos, pero en cuanto se rozaba aunque fuera por encima el tema, acudían a él y quedaban de manifiesto y a flor de piel y se consideraba una víctima más de tantas, un engañado en situaciones que apenas podía controlar, no dominaba el pensa-miento ni los sentimientos de Laura y esto le provocaba un estado de tensión difícilmente controlable.
Por el contrario Laura apenas había tenido en cuenta la invita-ción hecha con segundas intenciones por parte Luis, así como tampoco el incidente que solamente había sido apreciado por En-rique ocurrido con Adolfo. Ella estaba encantada con el asunto del viaje y con la camaradería que reinaba entre sus amigos, y lo que para ella era más importante, que se estaba dando cuenta de que podía prescindir perfectamente de Adela que se había convertido en su sombra, que realmente sentía que estaba siendo autónoma, y que sus padres apenas le traían tan siquiera un recuerdo, en una
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palabra cada día se encontraba más libre y aunque pudiera parecer una cursilada como suele decirse, más realizada.
Julio estaba realmente dichoso aunque con la obligación ines-perada de tener que atender a Nemo, sin embargo contaba con la ayuda de Lucía, que estaba decía ella exagerando el tono, enamo-rada del perro, nunca había sentido la sensación de seguridad que tenía cuando le llevaba del collar y que el perro parecía com-prender correspondiendo recíprocamente a sus atenciones.
Las preocupaciones de Julio por el alojamiento habían quedado disipadas con la adquisición de las tiendas de campaña y tan siquiera tendría que molestar a sus familiares, aunque le pare-cía una grosería no ir a visitarles y eso sí tenía muy claro, que haría felices a los suyos al presentarles a Lucía y también a sus amigos.
Llegaron bien anochecido a Cazones y se dirigieron a un Cam-ping que a Julio le merecía todas las garantías, aunque hubo un gran inconveniente con el que no contaban, cual era que se encon-traba cerrado, no sabía Julio si por la hora tardía en la que llega-ron, o tal vez, y aquí las dudas se convertían en temor, porque debido a lo avanzado de la temporada ya estuviera definitivamente cerrado.
En todo caso siempre les quedaba el recurso de las tiendas de campaña para lo cual, era necesario encontrar un lugar, seguro, limpio y con agua y para ello, Julio contaba con el ofrecimiento de un gran amigo de la infancia Félix, un poco tímido pero con quien siempre había hecho buenas migas, tal vez porque con él se sentía superior al tratarse de un minusválido y eso le creaba una sensa-ción de superioridad que motivaba que la amistad hubiera ido cre-ciendo a lo largo de los años.
En alguna ocasión había visitado Julio con sus padres la finca de Félix, que tenían muy cerca de la playa, y en la que había una casita perfectamente habilitada para pasar unas vacaciones sin ningún problema, y más de una vez le había recordado a Julio que no dejara de venir por el pueblo en vacaciones, por no tener ape-
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nas familiares con quien compartirlas, que para eso estaban los amigos y que él le ofrecía tanto su propia casa, como la finca, por si quería gozar de mayor independencia.
Gracias a este ofrecimiento, que le constaba a Julio lo hacía de corazón, el miedo a no saber donde alojar a sus amigos quedaba resuelto.
De todas maneras saldrían de dudas en un espacio de tiempo re-lativamente corto, sólo había que esperar unas horas y todo queda-ría aclarado.
En tanto se dispusieron a pasar la noche de la mejor forma po-sible, se acercaron hasta una playa no muy alejada del Camping y allí con los sacos de dormir, toallas, anorak y cuantos jerséis pu-dieron reunir prepararon un círculo donde pasarían la noche.
El lugar a medida que amanecía fue tomando vida y se llenaba de ruidos y gorjeos de aves, chillidos de gaviotas y el chocar con-tinuado del mar, en las finísimas arenas de la playa, el incipiente sol que bañaba el espacio, ponía al descubierto un peñasco enorme bajo el cual habían habilitado el improvisado albergue.
No podían haber elegido mejor sitio al abrigo de los vientos, casi lamiendo la orilla de la playa y con la sombra del imponente canchal, de tal forma que hasta bien entrada la mañana, nadie tenía prisa por despertar arrebujados en sus sacos.
Decidieron que aquel lugar era ideal, pero que había que buscar solución para las comidas y el aseo personal y para dormir y nada mejor que en el Camping, que además estaba la seguridad, que en aquel paraje, al parecer deshabitado y alejado del bullicio humano, podía suceder cualquier cosa.
Luis no se fiaba de haber tenido que dejar, aunque sin perte-nencias, la “Camella” que se encontraba bastante alejada incluso de su vista, y estaba de acuerdo en la decisión de ir al Camping.
En efecto pudieron comprobar que el recinto del Camping se cerraba a las doce la noche, si bien quedaba de guardia un encar-
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gado y solamente había que avisar mediante un timbre para acce-der al mismo, este detalle para ellos desconocido, hizo que pasaran la noche a la intemperie, pero en opinión de todos, había valido la pena...
Las instalaciones eran las necesarias y exigibles en este tipo de emplazamientos, se pagaba una cuota mínima y un plus adicional por el aparcamiento y vigilancia de vehículos, pero se tenía dere-cho al uso de todos los servicios de la instalación: cafetería, pisci-nas, baños, servicio de lavandería, supermercado, etc.
Además por tratarse de personas con minusvalía, tenían dere-cho a un descuento relativamente importante, así como acceso a un determinado tipo de instalaciones reservadas para este me-nester. Al propio tiempo se disponía de un servicio de catering para excursionistas, que por una cuantía bastante económica pre-paraban una bolsa de viaje o de picnic muy interesante.
Mira por dónde cosas del destino estando tramitando el asun-to de la estancia, de los días de permanencia y cuestiones admi-nistrativas, así como la asignación del lugar para acampar con las tiendas, etc.
De repente apareció un joven, con chaquetilla de camarero, que al oír la voz de Julio se acercó a éste con una gran alegría, se trataba nada menos que de Félix, el amigo íntimo de Julio desde la infancia, éste le explicaba a Julio, que había regañado en casa con sus padres, y se había independizado y trabajaba accidental-mente, hasta encontrar otra cosa le decía a Julio de camarero en el Camping.
Daba grandes muestras de júbilo por el encuentro y decía es-to hay que celebrarlo... y Julio le presentaba a sus amigos también con alegría desbordante, presumiendo sobre todo de su Lucía, que a Félix se le antojaba bonita de verdad, con sus enigmáticas gafas oscuras y un pañuelo al estilo francés alrededor de su cuello que le conferían cierto toque y aire de modernidad, que a Félix le llamó mucho la atención.
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Les prometía que mientras él estuviera allí esperaba que por poco tiempo no les faltaría de nada y les recomendaba que le tuvieran al corriente de cualquier incidencia y que estaba encanta-do de haber dado con ellos.
Ya se reunirían decía para hablar más despacio con Julio, acer-ca de porqué había decidido marcharse de casa, de esa forma tan poco ortodoxa y además quería convivir el tiempo libre del que dispusiera con ellos, con el fin de pasar un buen rato juntos como los que añoraban y recordaban con cierta nostalgia, en sus tiempos más inolvidables.
De tal manera que ahí quedó la cosa, aunque a decir verdad, todos estaban encantados de esta novedad y contentos de poder disponer de una ayuda muy especial en cualquier momento.
Félix le comentaba a Julio que tenía proyectos respecto a su vi-da, que pensaba marcharse a la Capital y que ya le pondría al co-rriente de cuáles eran sus intenciones.
Todos, o casi todos los días, pues algunos amanecía con esa llovizna característica, que llaman tanto en Asturias como en Gali-cia orvallo, se acopiaban de la correspondiente intendencia y se iban al sitio que habían descubierto por casualidad el pri-mer día, lo habían tomado como cosa propia, en él se habían afianzado y se encontraban tan cómodamente que no tenían nece-sidad para nada, de cambiar de lugar.
Habían dado con el paraje perfecto, hecho a su medida y pasa-ban la mayor parte del día tumbados en la arena de la playa alternando los baños, con momentos de relax y charla y algunos dormitando con absoluta comodidad.
En uno de esos momentos después de la comida, en el que todo se vuelve cansino, solamente alterado por el monótono sonido de las chicharras, cuando el calor aprieta y todo el mundo se entrega en los brazos de Morfeo, estaba a punto de ocurrir al-go, que cambiaría el rumbo de los acontecimientos y de sus vidas.
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Todos permanecían durmiendo encima de las toallas, bajo la som-bra del quitasol, acariciados por la brisa de la cercana orilla de la playa y muy cerca del Camping donde guardaban todas las pertenencias de uso menor.
Se encontraban relajados, en traje de baño, silenciosos, aban-donados y ajenos al discurrir de la vida, que además allí tenía es-casa presencia, salvo algún pescador o paseantes que habitaban en el Camping y se acercaban accidentalmente, por aquel lugar apar-tado aunque no lejano.
Lucía permanecía alejada del resto de los amigos, porque la noche anterior no había pegado ojo, debido a una urticaria que le llevaba por la calle de la amargura, y achacaba ella estaba produ-cida por haber ingerido parte de una lata de anchoas, pues recor-daba que en alguna ocasión había sufrido este tipo de intoxicación a la que era propensa. La cuestión es que se había separado del grupo, con la pretensión de dormir sin ser interrumpida por la conversación, sobre todo de Luis, que como buen andaluz estaba permanentemente contando chistes, chirigotas y sucedios, como decía él.
Estaba tumbada de una forma desenfadada y había perdido la conciencia, dejando a la vista parte de su anatomía desnuda. La toalla de baño que cubría su cuerpo, se había desplazado y dejaba entrever prácticamente su totalidad, además del azulón de su biki-ni, que por cierto en opinión de Enrique y también de Luis, le sen-taba maravillosamente, de lo cual se alegraba Laura su anterior propietaria.
Una gran parte de su cuerpo rosado y enrojecido por el sol de varios días, permanecía a la vista de todo quien pasara por el lugar, algo por otra parte nada llamativo, pues al fin y al cabo es-taban en una playa.
En un momento determinado notó como alguien, sin duda para ella del grupo, se acercaba y recomponía su ropa echándole por encima una cazadora, aunque la sorpresa la obtuvo acto seguido, cuando sin apenas darse cuenta, notó que una mano amordazaba
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su boca, ahogando sus gritos con los que en ese preciso instante comenzaba a tratar de alertar al resto del grupo, mientras otra mano descendía por sus muslos y bajaba su ropa interior, con fuerza y violencia... el resto del atropello se consumó antes de que tuviera conciencia, y hubiera podido conseguir deshacerse del in-truso, y gritar con todas sus fuerzas y sobreponerse de la agre-sión...
Pasados los primeros instantes de estupor por parte de Lucía, no le cabía duda alguna de que había sido objeto de una violación en toda regla, pues pensaba que si se hubiera acercado a ella Julio, como habitualmente lo hacía con idea de mantener con ella con-tacto sexual, en primer lugar, la hubiera despertado y segundo sus métodos eran más persuasivos, que el aquí te pillo y aquí te mato, puesto que existía una complicidad y una donación voluntaria y libre por parte de los dos y en tercer lugar, no le hubiera tapado la boca, ni agredido con el ímpetu y premura con que se habían pro-ducido los hechos. Así pues Lucía se encontraba con que había sido agredida sexualmente y, tan siquiera podía decir quién era el autor de semejante brutal atropello.
Solamente una cazadora vaquera, que en la huida del atacante había quedado tirada cerca del lugar de los hechos, podían ofrecer alguna pista sobre la persona implicada, aunque cazadoras de esa hechura había tal cantidad, que pensaba Lucía sería como buscar una aguja en un pajar.
De tal manera había ocurrido el hecho y en tan corto espacio de tiempo que, tan siquiera pudieron enterarse ninguno de los miembros del grupo, así que Lucía decidió no hablar del asunto, y se levantó sobresaltada, arregló lo mejor que pudo su poca ropa y se dirigió a la orilla de la playa para componerse, refrescarse, res-pirar hondo, muy hondo y de paso tratar de salir de su asombro.
Estaba dispuesta a guardar silencio sería lo mejor en su opinión y aprovechar que ninguno de sus amigos había sido testigo del asunto.
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Solamente quedaría en su interior y en el del violador, aunque le sobresaltaba sobre todo, que hubiera sido alguien conocido por-que empezaba a bullirle en la cabeza, una descabellada idea que tal vez pudiera tener relación con el asunto.
Dos días antes al de autos, como dirían los técnicos judiciales, habían dado un paseo por el pueblo de Cazones visitando tabernas de pescadores, que a Julio le traían gratísimos recuerdos de su niñez y juventud, habían estado visitando monumentos y escu-chando conciertos de gaitas, habían tomado en un “chigre “la famosa sidrina y mira por donde, se tropezaron en el más amplio sentido del término, con una excursión procedente de Avilés, que tenía la particularidad de estar promocionada por la ESCI, como indicaba unos carteles colgados a los costados del autobús.
Esta excursión estaba propiciada, porque en el Centro tenían programado abrir una especie de Escuela-Taller, o sucursal de la Organización de la ESCI, para lo cual habían reclutado a una serie de aprendices avanzados en la cuestión de mecánica y los Talleres serían apropiados a la tradición siderúrgica de Avilés, que tenía una importancia relevante, desde que se instauró en la localidad la empresa más importante en esta materia, es decir ENFIDESA.
Habían pensado en la dirección de la ESCI, que sería muy im-portante, la creación de un Centro en la localidad, con idea de dar cabida a los numerosos casos que tenían solicitada su en-trada en la Entidad, sobre todo casos de accidentados en ex-plosiones de las múltiples minas del entorno asturiano.
Quedaba poco para la inauguración de este Centro, pero los maestros y alumnos más avanzados, habían sido invitados para dar el espaldarazo y veredicto final de las instalaciones.
Eran una treintena de chicos, acompañados de sus monitores, todos ellos disminuidos semi invidentes que en un descanso de la actividad que el programa les brindaba, habían decidido visi-tar la costa asturiana y saborear los maravillosos mariscos y sus bebidas y como aún estaban en periodo estival, aprovechar la bo-nanza del tiempo para gozar de los merecidos baños en las playas.
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Esta excursión también incluía cosas del destino al tristemente célebre para Lucía, el tal Roberto, que lejos de disgustarse por encontrarse con ella, tan bien acompañada, por el contrario se llevó una gran alegría, lo cual resultaba sorprendente para los demás y sobre todo para la propia Lucía, dada la circunstancia de su fracasado anterior noviazgo.
No obstante, ella no le negó el saludo, sobre todo porque sería inútil puesto que los monitores, al observar un grupo en el que se encontraban varios invidentes, quisieron personarse ante ellos y preguntarles e indagar, qué hacían por aquellos pagos, así como informarse de qué lugares deberían visitar y cuales no mere-cía la pena, en fin era una presentación ineludible y además agra-dable, hasta que apareció la pesadilla de Roberto que revolvía las entrañas de Lucía.
A la vuelta al Camping ese día los silencios por parte de Julio eran evidentes, pues estaba realmente disgustado por haber tenido la desafortunada ocasión de conocer al Roberto ese de los cojones decía malhumorado, y sin querer cargar las tintas sobre el asunto del fortuito encuentro. Pero ahí en sólo eso, se quedó todo.
En cambio en la cabeza de Lucía ya empezaban a formarse to-do tipo de conjeturas, sin pies ni cabeza unas y con cierta presun-ción otras.
¿Y... si Roberto hubiera indagado por su cuenta y localizado el lugar en el que se encontraban, para aprovechar el descuido y realizar algo que a Lucía, no le cabía duda, era muy capaz de lle-var a cabo como venganza a su negativa a continuar un frustrado noviazgo...?
Porque...
¿Quién si no se hubiera atrevido a semejante tropelía...?
Y seguía pensando: Julio por supuesto que no, ese no era su estilo y además sólo tenía que pedírselo, sin necesidad de violencia y se hubiera visto correspondido...
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Luego...
La idea que rondaba por su cabeza, no era tan descabellada a no ser que... bueno esto ya le parecía a Lucía rayar en la alucina-ción...Quedaban de los allí presente Enrique y Luis...
Pero...
Enrique permanecía como siempre, enroscado literalmente y abrazado a Laura...
¿Y Luis...?
De ninguna forma, jamás hubiera producido semejante afrenta, ya no a ella, sino a su hermana Delia...
De tal manera que Lucía no sabía cómo entender, de parte de quién había sufrido este ataque, que además de la desazón que naturalmente sentía, así como el asco de sentirse sucia y manipu-lada, extorsionada, forzada, violentada... le quedaba ese come-come, que no sabía muy bien a donde le podía llevar.
En principio su silencio le resultaba fácil, pero poco a poco se fue haciendo insoportable, y terminó por contárselo a su amiga Delia.
Ésta no daba crédito a cuanto le relataba, y podía asegurarle que tanto Enrique, como su hermano, habían permanecido bajo la sombra del parasol todo el tiempo, pues ella había estado re-pasando una revista de “chismes” del corazón y en contadas oca-siones había cerrado los ojos para dar una cabezadita.
Pero el problema de Lucía era otro... no sabía muy bien, si de-bía decírselo a Julio y a el resto de la pandilla, o por el contrario debía seguir manteniendo silencio, porque la cosa tenía ciertamen-te tal gravedad, que en opinión de su amiga Delia, incluso podría constituir materia de delito, motivo por el que tal vez se viera en la obligación de denunciarlo ante las autoridades locales.
Eso no quería ni pensarlo Lucía, que se vería obligada a tener que dar explicaciones, de porqué se había apartado del resto
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de sus amigos, y qué hacía allí sola, o tal vez insinuarían que estaba propiciando el ataque y en definitiva, a ella con este tipo de aclaraciones ya nadie le iba a devolver, su intimidad robada a trai-ción y con violencia.
Lo que no tenía muy claro y, en esto si que le pedía consejo a su amiga, es si debería contárselo a Julio o por el contrario perma-necer callada como una tumba, aunque...
¿Y si se enteraba...?
¿No sería mejor contarle toda la verdad...?
¿Cómo reaccionaría...?
Tal vez... seguro que la abandonaría... Pues a punto estuvo de hacerlo cuando, le confesó lo de Roberto y en estas circunstancias y con la aparición de los mismos días atrás, sería fácil pensar que había vuelto a las andadas...
Desde luego comentaba con su amiga lo que a ella le ocurría no le ocurría a nadie...
Y lloraba de amargura como hasta aquel preciso instante jamás lo había hecho...
La pandilla ajena a la tragedia que vivía Lucía, despertó de su letargo y entonaron como de costumbre canciones, merendaron, pasaron el resto de la tarde entre baños y juegos y se hizo la no-che...
Aunque para Lucía oculta tras sus gafas oscuras, para ella siempre era de noche, la negritud de los acontecimientos vividos aquella tarde fatal, le hacían sentir más aún su triste y oscura exis-tencia. Y... ahora…
Se debatía entre confesarle a Julio su situación y correr el ries-go de perderle para siempre, o disimular cosa que resultaba real-mente difícil, y guardar en su interior aquel atropello del cual ella se sentía víctima y perjudicada, o definitivamente como le apunta-ba su amiga, ponerlo en conocimiento de la autoridades, con lo
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cual daría paso a una Investigación y que se aclararan los he-chos...
Pero al mismo tiempo propiciaría con sus declaraciones, un es-cándalo de proporciones más que significativas.
En esa larga noche que Lucía quisiera hubiera pasado lo más rápidamente posible, también volvió a ella la agresión en forma de pesadilla.
Un sudor frío invadía su frente, y despertó bruscamente y todos los presentes en la tienda de campaña fueron testigos de una espe-cie de histeria, que jamás habían tenido ocasión de contemplar.
Lucía parecía estar endemoniada, y daba gritos y alaridos inin-teligibles y se revolcaba, como si algo le estuviera produciendo un intenso dolor, y Julio que permanecía asustado a su lado, no sabía que le ocurría, no atinaba a qué hacer, sorprendido como el resto pensó que tal vez se trataba de un ataque producido por exceso de sol o nuevamente la manifestación de la intoxicación sufrida recientemente.
Alarmados llamaron a las asistencias del Camping, que prestos vinieron a sus tiendas, donde Delia ya tenía a Lucía sujeta en sus brazos, pese a todo no podía impedir que su cuerpo entrara en una fase de temblores intermitentes que era incapaz de con-trolar.
Los facultativos prescribieron se trataba de un ataque de ansie-dad sufrido tal vez, por los la novedosa forma de pasar el tiempo y por haber permanecido más de la cuenta, a la exposición del sol o también por una alimentación a la que no estaban acostumbrados, etc. Es decir nada grave que pudiera preocuparles, en todo caso le administraron un calmante vía oral y todo pareció volver a la normalidad.
Julio sin embargo se quedó muy preocupado, y cuando Lucía volvió en sí de su arrebato, le propuso ir al médico quién por cierto decía era muy conocido de su familia y recibirían un trato preferente...
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Pero Lucía que no paraba de gimotear y suspirar, se revol-vía diciendo que todo pasaría y que no era necesario visitar el mé-dico por una nadería.
Solamente su amiga Delia, estaba al tanto de lo ocurrido y tam-poco ella estaba decidida a tomar alguna medida con respecto al asunto, porque entendía correspondía la iniciativa a Lucía, que era la indicada en dar los pasos que creyera conveniente.
Lucía quería parecer tan normal como siempre, pero no le re-sultaba fácil permanecer en el silencio que se había impuesto, y esto le estaba creando una situación en la que ya nada le pa-recía igual, tanto le daba propusiera la pandilla ir o venir a tal o cual sitio, comprar esto o aquello para comer, ella que con Julio habían llevado siempre la iniciativa en todo, sintiéndose un poco anfitriones de sus invitados, en cambio ahora dejaba que recayera sobre su novio esta obligación y parecía estar ausente y nada le parecía ni bien o mal, a todo otorgaba, no se pronunciaba, y Julio se desesperaba pensando que el trastorno sufrido le parecía estar durando demasiado tiempo.
Delia que permanecía todo el tiempo posible junto a ella, pero con tacto para no levantar sospechas, de este súbito interés, le da-ba ánimo y sobre todo le decía, que debía abrir su corazón y sus sentimientos a los amigos, en particular a Julio y confesar lo que había sucedido, algo en lo que ella realmente no tenía ninguna responsabilidad, pues quedaba claro que en este caso era la vícti-ma y que, por otro lado tarde o temprano se vería en la necesidad de llevar a efecto, pues no encontraba otra forma de cerrar esa herida que no fuera desembuchándolo todo.
Pero Lucía para nada estaba dispuesta a dar ese paso, prometía a su amiga cambiar de actitud y disimular aún más lo sucedido, tratar de enterrar definitivamente el caso, y hacer de su vida aun-que con un esfuerzo sobrehumano, que pareciera como siempre de lo más natural.
Haría de tripas corazón decía.
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Se enfrentaría a una labor nada fácil, para lo cual reclamaba la colaboración de Delia así como su discreción, y si era posible el olvido de lo sucedido.
Lo que sí le pedía más encarecidamente era, que jamás dejara escapar de su boca algo que pudiera poner en guardia y levantar sospechas en su amiga Laura, porque esta sería la mejor forma de que nunca llegara a saber Julio nada de lo sucedido, pues la confianza que tenía con Laura era bien diferente de la que man-tenía con ella, y no la conocía en ese sentido, además pensaba que en este tipo de situaciones lo mejor era la discreción, pues no sa-bía cual podía ser su reacción al enterarse de lo sucedido.
En cuanto a Enrique quedaba claro, que con su media vista in-terpretaría las cosas de una forma diferente a ellos, y con su des-bordante imaginación crearía si no una novela, sí un folletín, que perjudicaría en todo caso las relaciones de ella y su novio.
De quien al parecer no había ninguna duda era de Luis, pues si como decía su hermana, había permanecido todo el tiempo junto al resto no había porqué hacerle sospechoso y además pensaba Lucía ella no era su tipo más bien si lo ocurrido hubiera sido con Laura entonces sí que hubiera sido el principal sospechoso.
Y volvía a darle vueltas y más vueltas al asunto...
¿Y si Luis en un arrebato de los que ellos los chicos llaman un calentón y teniendo una presa fácil al alcance sin sospechas, sin testigos al medio, hubiera aprovechado el descuido...?
Desde luego era para volverse loca y otra vez volvían los de-monios a su imaginación y la tristeza pese a sus propósitos de di-simulo hacían de nuevo presencia en ella pues para nada servían los juramentos que con Delia se había hecho...
¿Por qué era ella tan desgraciada...?
¿Sería que estaba obrando mal, fuera de los cánones esta-blecidos y esto era un castigo a dicha conducta...?
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Una y otra vez volvía a remachar sobre el tema, no encontraba sosiego a sus inquietudes, pensaba que sería imposible soportar esa carga ella sola y no daba medio euro en si sería capaz de aguantar aquello por mucho tiempo.
Los días de vacaciones estaban siendo intensos, muy del agrado por parte de todos e inolvidables, en todos los senti-dos, todo resultaba muy favorable pero se estaban acabando y había que apurar hasta el último hálito de los días.
Ya empezaban a preparase haciendo planes para la vuelta que sería a Madrid y luego Luis y Delia se volverían a Huelva. Lucía se apuntaba inesperadamente, a continuar sus vacaciones con De-lia y Luis.
Julio que no acababa de comprender a qué se debía semejante giro copernicano, que había notado un comportamiento al menos extraño en Lucía en los últimos días, comenzó a hacerse preguntas a las que no encontraba respuestas satisfactorias.
Ella en cambio daba la callada por respuesta a las múltiples in-terrogantes que por parte de Julio se producían acerca de que “al-go” le estaba sucediendo y que su cambio de actitud con respecto a él había sufrido un giro negativo que notaba cada vez que se acercaba a ella, que sentía como un distanciamiento, una frialdad, un estado de pasividad, que notaba de manera especial cuando reclamaba su atención en el aspecto íntimo de su relación.
Pero todo hacía suponer que seguía igual se esforzaba Lucía en hacerle comprender que para nada habían cambiado sus senti-mientos hacia él y que tal vez se había sentido mal últimamente debido a trastornos a que las mujeres estaban expuestas, etc.
Y bla... bla... bla... explicaciones que para nada dejaban tranqui-lo a Julio, sino todo lo contrario.
Comentaba Julio a su amigo Enrique, con idea de encontrar al-guna respuesta coherente al comportamiento de su novia, la acti-tud que en los últimos días tenía para con él y le ponía en antece-dentes por si él había observado algo en este sentido o tal vez su
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novia Laura le hubiera comentado algo al respecto, pues entre las mujeres según le parecía a él no había secretos en esto de los noviazgos, aunque solamente fuera para darse envidia de lo bien que iban las relaciones y a pesar de que a veces fuera todo lo con-trario, ellas lo hablaban siempre todo.
Sin embargo no solamente no le disipaba sus dudas su amigo, sino que aún le envolvía si cabe en otra nebulosa más sorprenden-te, cuando le dijo que sí, que él que lo veía todo decía con reco-chineo, había notado que desde el día que se encontraron en el pueblo con su inesperado ex, había notado como Lucía experi-mentó un cambio hasta en su forma de vestir aprovechando decía las prendas que Laura le había regalado junto con los bi-kinis, que por cierto no le estaban nada mal...
Ello creó en Julio un estado de incertidumbre y de pesar difícil de asimilar, pues pensaba que de igual modo que levantaba admi-ración en Enrique fiable bajo todos los puntos de vista, la forma de vestir de su novia también provocaría la misma sensación en cuan-tos la vieran y sobre todo en el cabrón de Roberto, que igual que su amigo veía poco, pero veía lo suficiente.
Y continuaba Julio elucubrando:
¿Mira que si se ha vuelto a despertar en Lucía la bestia ne-gra de su antiguo noviazgo...?
¿Y si se están viendo a mis espaldas...?
¿Y por qué de súbito se le ha metido en la cabeza a Lucía irse a Huelva con Delia...?
¿No sería que tenía allí alguna cita...?
Estos y mil pensamientos descabellados unos más en línea que otros, le llevaban a Julio por la calle de la amargura, probable-mente serían cosas del enamoramiento, se decía así mismo, tratan-do de encontrar un poco de paz en su interior que atravesaba una verdadera tormenta.
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Félix volvió a entrar en escena, esta vez cariacontecido, porque decía que su jefe había prescindido de sus servicios, senci-llamente le había despedido, por otra parte con toda razón aunque sin motivo aparente, pues actuaba como provisionalmente se había propuesto, es decir trabajaba en eso pero bien, cumpliendo todo cuanto se le encargaba y mientras encontraba otra cosa y no pen-saba para nada hacer carrera, en ser un barman de un Camping además, de temporada corta.
Había pensado como le insinuó en otra ocasión a su amigo abandonar definitivamente el pueblo e irse a Madrid para buscarse la vida.
Julio le animaba diciendo que para eso son y están los amigos que no tuviera ninguna duda de que lo que estuviera de su parte sería puesto de inmediato a su servicio y que contara con él para todo.
Félix muy agradecido por la oferta, le indicaba que por el momento lo que necesitaba era desplazarse a Madrid y aprove-chando que el Pisuerga pasa por Valladolid si no les resultaba muy engorroso le podrían acercar hasta la Capital cuando ellos tuvieran previsto el viaje de regreso.
Eso era cosa de Luis, le decía Julio, quien era el dueño de la furgoneta pero tenía la certeza de que no pondría pega alguna si Félix por su parte estaba dispuesto a colaborar con los gastos del viaje en la medida que acordaran.
Aunque eso era lo de menos, le decía Julio, lo importante es que haya plaza pues más bien iban justos con Nemo, el equipaje y todos ellos.
Luis apañó en la baca de la “Camella” todo lo que daba lugar para dejar vacante un sitio a Félix, ya que la furgoneta estaba auto-rizada para nueve plazas con el conductor y por tanto no habría el menor problema. A Nemo le colocaron en la parte trasera de la furgoneta y en el asiento inmediatamente siguiente Julio Lucía y Félix, en el delantero posterior al del conductor y copiloto
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en el que viajaban Luis y Delia, se situaban Laura y Enrique que alternaban para estirar las piernas con Félix.
Por el alojamiento en Madrid, hasta que encontrara otra co-sa, no tenía que preocuparse pues en el apartamento de Julio tenía un sitio que de momento, sin las comodidades a que estaría acos-tumbrado, podía valer perfectamente, además en la Capital había que apañárselas como mejor Dios diera a entender a ello se acostumbraría en poco tiempo le comentaba Julio tratando de ponerle en antecedentes de lo que le esperaba tener que afrontar y que no era fácil dejar el pueblo así sin más, que tendría que en-frentarse a mil y una vicisitudes, que con el tiempo se iría acostumbrando y como todo el mundo a la vuelta de dos días se habría acostumbrado a este tipo de vida realmente muy dis-tinta de la del pueblo...
No entendía muy bien Julio esa huida de su amigo acomodado en una familia bien del pueblo, con la vida resuelta para su futuro, si no ricos sí bien situados socialmente, sin hermanos con quienes tener que compartir la hacienda y una serie de prerrogativas a las que renunciaba de un plumazo con esta escapada.
Trataba de hallar alguna explicación a la conducta de Félix, pe-ro este dejaba entrever que su marcha se debía principalmente a un fracaso tenido con una chica que no le había comprendido en sus intenciones y que se había mofado de él dándole celos con otro y que no había podido soportarlo lo que había motivado ade-más de su desencanto su marcha del pueblo de aquella manera tan improvisada.
A Julio no le cabía ninguna duda pues conocía la timidez de su amigo que era notoria en el ámbito de los chicos y chicas del pue-blo y que por mucho que hubiera cambiado todavía le quedaba un gran trecho por recorrer en este terreno de las relaciones con el sexo opuesto.
El viaje transcurría con toda normalidad y el nuevo acompa-ñante lejos de representar un problema constituía una novedad que servía para paliar el tedio que producían las muchas horas en
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aquel recinto cerrado, que se estaba llenando a medida que pasaban los días.
Félix trataba de caer bien a la concurrencia, contaba con la im-pagable ayuda de Julio, que le hacía recordar situaciones de niños y aventuras que interesaban poco a los demás pero que a Julio le traían gratísimos recuerdos, vividos en su pueblo, sobre todo en las vacaciones en casa de sus abuelos paternos, en el campo, la playa, y mil peripecias que a titulo anecdótico, llegaban a formar parte del interés de los presentes.
Contaba Félix que era un técnico muy cualificado en cuestiones de informática y que dominaba todas las disciplinas más co-rrientes y también tenía conocimientos de alto grado en el asunto de programación y muy superior en tratamientos de textos, gráfi-cos, etc.
Con lo cual le aseguraba sobre todo Enrique que con aquellos conocimientos no le sería difícil encontrar trabajo en Madrid.
En ese sentido le daba Enrique grandes esperanzas, pues le de-cía que él conocía a unos amigos que se dedicaban a lo de maque-tación y composición de textos, junto con un local dedicado a fo-tocopias y todo tipo de trabajos de esta naturaleza y que andaban buscando alguien con características muy similares a las que decía poseer, que ya hablaría con ellos y probablemente tendría trabajo antes de lo que él imaginaba.
Lucía en cambio aunque hacía grandes esfuerzos por pasar desapercibida, para no demostrar que tenía un problema, y com-portarse como siempre, con la alegría que le caracterizaba, no lograba llevar tranquilidad a Julio que obstinadamente le pregun-taba una y otra vez que algo le estaba ocurriendo y que a él no le pasaba inadvertido.
Algo debió de percibir Laura, pues según comentarios que En-rique le manifestaba a Julio, todo daba a entender que sí, que su novia también tenía esa sensación de que algo había cambiado bruscamente en Lucía, que últimamente la notaba como más in-
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trovertida, más suya, menos abierta y además todo el grupo había notado que no tenía esa frescura y ese talante, que tan buenos ratos les hacía pasar con ella.
Su alegría había sufrido un nublado que a juzgar por Luis se le notaba hasta en la cara, no era la misma, no sabría muy bien que decir pero algo había cambiado el rostro de Lucía.
Todos hacían conjeturas, todos opinaban a espaldas de Lucía pero ninguno se atrevía a manifestar su opinión a las claras delante de ella y menos delante de Julio, a quien también notaban alterado y contrariado, incluso a veces de mal humor y que achacaban a que como habían terminado las vacaciones, sería una víctima de entre tantas, de lo que se había dado en llamar crisis postvaca-cional.
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CAPÍTULO V
Ya solo faltaba la opinión de Nemo y la iba a dar ¡cómo no!...
En una de las múltiples paradas que se veían obligados a reali-zar paradas técnicas, que denominaba Luis, para que la “Camella” recuperara el resuello ahora sobrecargada o para hacer pis y para echar un trago y desentumecer las piernas, etc. Nemo apareció jugueteando con lo que parecía una prenda de vestir, había sacado todo lo que contenía un petate que llevaba en su apartamento, y jugueteaba con ella a punto de deshacerla, al principio no le dieron importancia pero Enrique enfurecido, cogió una piedra con idea de asustar al perro aunque jamás se la hubiera tirado, porque se había dado cuenta de que se trataba de su cazadora vaquera, que aunque hacía días la había dado por extraviada, mira por donde volvía a aparecer y de aquella manera tan original siendo objeto de los jue-gos de Nemo.
Lucía cuando oyó que el perro jugueteaba con una cazadora vaquera cambió el color de su rostro, y se sintió a punto del des-mayo, por un momento creyó ser descubierta, porque ella había recogido y guardado la cazadora de marras, tal vez en la esperanza de que algún día sirviera de prueba y cargo del delito.
Delia que observaba esta alteración en su amiga, de inmediato quiso cambiar de tercio, se dirigió a Enrique diciéndole que no valía la pena recuperar la prenda, sobre todo después de mordis-queada y restregada por los suelos por parte de Nemo y sin perca-tarse de la importancia que para Lucía tenía el asunto de la cazado-ra.
Cuando decidieron emprender camino, Lucía en un aparte le pidió a su amiga que no permitiera que la prenda quedara aban-
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donada y que más adelante le explicaría el significado que esta cazadora tenía para ella, a lo que sin mayores complicaciones accedió Delia que se hizo cargo de la susodicha y la guardó entre sus pertenencias de mano y aquí paz y después gloria.
Por la noche ya en Madrid cuando el reparto de todos los cam-pistas se producía, Lucía invitó a su amiga Delia a ir a su casa, primero para de alguna manera devolverle el favor recibido en Huelva y en segundo lugar, lo que más convenció a Delia para decidirse, fue que andaba en ascuas esperando la explicación acer-ca de aquello tan importante sobre la cazadora que Lucía le había prometido, que le tenía en una intriga permanente de la que deseaba salir cuanto antes. Se alegraron de nuevo en casa de Lucía al ver a su hija un poco más delgada, pero sana y con aspecto sa-ludable por el color que había tomado del sol en la playa. También se alegraron de tener entre ellos a la que consideraban en esto no se equivocaban a la mejor amiga de su hija y querían cum-plimentarla por haberla tenido alojada en Huelva.
En la habitación de Lucía comenzaron las confidencias y de-talles acerca de la cazadora, que se había guardado para sí misma, le explicaba a Delia, que se trataba de la cazadora que había sido abandonada por la persona que le había forzado, que ella al salir corriendo hacia la playa estuvo a punto de caer al suelo al enre-dársele entre los pies, que la guardó con idea de si hubiera una investigación presentarlo como prueba y tirando del hilo, tal vez se llegara a saber quién había sido el culpable y le dieran merecido castigo, pues su vida se había visto alterada y de ¡qué manera!.
Pero lo que más asombro le había causado a Lucía y es lo que le produjo aquel arrebato, que a punto estuvo de descubrir públi-camente cuales eran sus secretos, fue la inesperada reacción de Enrique que todo apuntaba a que la cazadora era de su propiedad, que la había dado por extraviada y que indicaba con total seguri-dad dado el empeño en rescatarla, que para él tenía más importan-cia que el simple encuentro de una prenda dada por perdida.
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Delia no sabía qué opinar, trataba de llevar un poco de sosiego a Lucía, pues notaba como se estaba alterando, otra vez al borde de un ataque como el sufrido en el Camping.
Le decía que si las cosas fueran como ella sospechaba, para na-da Enrique se hubiera descubierto públicamente, le hubiera arrebatado la cazadora a Nemo y nadie le hubiera dado mayor importancia eso, decía Delia le descartaba por completo de haber participado en la acción...
En cambio Lucía estaba segura que el atropello del que había sido principal protagonista, necesariamente se tenía que haber pro-ducido por alguien que supiera de su incapacidad, de su ceguera, porque de esa forma el delito quedaría impune al no poder recono-cer al autor de tal felonía.
Pero ella no quería arrojar la toalla, en el Centro había una sec-ción de investigación, conocía a uno de los profesores y le confe-saría su problema, que además le serviría para desahogo de su corazón que estaba al borde de un ataque, allí investigaban entre otras cosas, la composición de los alimentos a raíz de una pequeña molécula, los materiales, empleados en los talleres, su tolerancia ante los esfuerzos requeridos y las prestaciones óptimas para el trabajo de diversos materiales así como todos los factores que se requieren de un Laboratorio de esa naturaleza.
Casi todas las semanas aparecía en dicho Laboratorio, una fur-goneta, con tierras, rocas, piedras de distintas procedencias y en él se analizaba, tanto su composición, como las características útiles para el empleo en la construcción o trabajos de cualquier naturale-za, también se analizaban lodos de pantanos, tierras húmicas y se definía que a través de su composición, cuál era el tipo de degra-dación en algún caso, o que remedio habría de emplearse para la recuperación de aquellas muestras.
Tenía la esperanza de que cuando pusiera en conocimiento de aquel profesor, por el que tenía auténtica devoción, pues le había ayudado en sus clases de física y química como nadie lo hubiera podido hacer, gracias a lo cual había obtenido en esta materia unas
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calificaciones sobresalientes, además en justa correspondencia le prestaría la ayuda y atención necesarias, sobre todo pensaba Lucía que ante su requerimiento, dicho profesor tomaría conciencia del abuso a que se había visto sometida, lo haría cosa suya y sin duda aportaría alguna solución al caso.
Delia tampoco sabía qué opinar acerca de las sospechas que a todas luces señalaban y acusaban a Enrique, no cabía la menor duda de que la prenda era suya, por otra parte...
¿Qué interés podía tener en rescatar una prenda que según todos los indicios le acusaban...?
Lo fácil hubiera sido no darse por aludido, y todo hubiera con-tinuado en el anonimato.
En estas divagaciones, llegó la mañana en la que había quedado reunirse para tomar el aperitivo en casa de Laura, todavía podían disponer durante unos días de las instalaciones de su casa, sus padres aun tardarían en volver.
Julio quedó con Lucía para ir al Centro a informarse de la fecha de reanudación de las clases de entrenamiento para el perro, ha-bían llegado en el momento justo, las clases empezarían en uno o dos días y convenía que Nemo no perdiera ni un ápice después de haber estado al libre albedrío, lo que no era nada bueno para un animal, aún sin terminar el proceso de su educación.
Tal vez por encontrarse otra vez en el ambiente de costumbre, porque se sentía acompañada de la familia, o sencillamente porque el tiempo lo entierra todo, Lucía presentaba otro talante más acorde con el que ella hacía gala siempre, sonreía, se arreglaba con más esmero, daba facilidades para entablar conversación con ella y todo esto a Julio no le pasaba desapercibido, aunque no era el momento de profundizar en la crisis sufrida recientemente, ya encontraría él la fórmula para enterarse a fondo de lo ocurrido, si es que había ocurrido algo, porque con las mujeres, se decía nunca se sabe, son como las veletas...
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Julio comenzaba su vida rutinaria de nuevo, ahora tenía el deber de asistir a la terminación del primer ciclo de formación de Nemo, acudía todos los días y los progresos en este sentido eran espectaculares.
Cuando salía a la ciudad con el perro, notaba la gran ayuda que representaba para él, ya no dependía de que alguna persona le avisara o incluso le ayudara para pasar en los semáforos, el perro con una instrucción adecuada sabía cuándo había de detener-se y cuando se podía pasar, Julio alucinaba con este tipo de deta-lles que se manifestaban no sólo en los pasos donde había semáfo-ros sino también en los que no había.
Además este tipo de perros guía, estaban acompañados de una identificación o permiso para entrar en todo tipo de estable-cimientos, sin ninguna restricción, tanto en Metro, Autobuses, Taxis y cualquier tipo de locales o locomoción públicos.
En el Bar ya había hecho sus amigos, no faltaba quien le ofre-ciera un trozo de una porra de churro a la hora del desayuno, pero curiosamente el no la aceptaba, hasta no recibir la orden de Julio, lo cual propiciaba todo tipo de comentarios, ensalzando las características de aquel singular animal.
En el apartamento, con la presencia de Enrique y algunas veces con la de Félix, el perro se manifestaba de una manera extraña con gruñidos y un aparente mal humor, era una sensación de enemis-tad la que manifestaba, enderezando las orejas y con una disposi-ción como preámbulo de un inminente ataque, sin embargo cuando venía Lucía e incluso Laura la alegría era manifiesta.
Este hecho sin aparente importancia le hizo a Julio tenerlo muy presente a la hora de comentarlo con los preparadores, siguiendo las indicaciones de los mismos, que habían advertido a los alum-nos pusieran en conocimiento cualquier comportamiento cambian-te, distinto, de agresividad, etc. que pudieran detectar en los pe-rros, pues era muy corriente que los animales en proceso de adap-tación sintieran celos de otras personas, o manifestaran algún comportamiento de enemistad en circunstancias que la casuística
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de sus archivos pondrían en claro. De tal manera que Julio puso en conocimiento de su entrenador, el comportamiento observado en la presencia de determinadas personas, quienes le corroboraron que ello podía deberse a varios factores, a que le hubieran amena-zado o pegado, algo que Julio descartaba, pues muy al contrario todos los que convivían en su entorno inmediato apreciaban y da-ban constantes muestras de cariño para con el perro.
También le apuntaban a Julio, porque detectara algún olor que en el subconsciente del perro le trajera malos recuerdos, de hecho se conocían casos y así estaban registrados en los archivos de la Institución, de perros que habían descubierto verdaderos enigmas en delitos que la policía no habrían sido capaces de descubrir si no hubiera sido por la mediación de los perros que también ellos adiestraban allí, para la detección de estupefacien-tes, explosivos o cualquier cosa a que quisieran dedicar el adies-tramiento de los perros.
No había más que contemplar el comportamiento de un perro “estrella” que habían entrenado y educado en el Centro, para lle-var a cabo papeles en la televisión y en bastantes películas, por lo que habían tenido muchas felicitaciones por su trabajo.
Sin embargo Julio no lograba compaginar el comportamiento del perro y la relación que pudiera tener con sus amigos, aunque era extraño que con Luis y con Félix, no se diera esta casualidad, tal vez pensaba Julio, porque apenas hacía unos días les había co-nocido...
En tanto Lucía había tenido una larga conversación con su an-tiguo Preceptor, encargado del Laboratorio e investigador muy reconocido en medios ajenos al Centro.
No era la primera vez que le requerían para el análisis y vere-dicto de materiales, que en casos muy dudosos, de hurtos en los que el delincuente no dejaba huellas, por un simple trozo de tela de una prenda de ropa olvidada, era capaz de determinar la natu-
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raleza del individuo, aunque no era tan simple según explicaba a Lucía, que le había contado como si de un confesor se trata-ra el asunto del que había sido víctima.
El doctor en la materia le había recomendado, que para él po-der intervenir de manera legal, debería constar una denuncia en el Departamento de Policía, sin este requisito, a cuantas conclusiones pudieran llegar, que sin duda podrían ser válidas , sin este requisito insistía, de la denuncia en la Policía, las pruebas valdrían poco o nada ante un juez.
Una vez denunciado los hechos, solicitaría del correspondiente Departamento de Policía, donde él tenía verdaderos amigos que además le debían favores, autorización para llevar adelante el asunto.
Pero a lo que Lucía se negaba precisamente era a eso, a poner una denuncia, que no traería más que problemas a ella y sus ami-gos, pues las circunstancias que envolvían el tema eran de tal opa-cidad, que en el mejor de los casos inculparían a alguien que tan siquiera tuviera que ver en el asunto.
Además estaba la publicidad que se le daría al aconteci-miento, con lo cual su secreto mejor guardado para con Julio, se desvanecería y perdería en ella su confianza y sus amigos al verse envueltos en este escándalo, la abandonarían sin remedio. Todo este asunto lo comentaba con Delia, no sabía qué hacer, si olvidar definitivamente todo, o tirar por el camino de en medio cayera quien cayera...
Su amiga no le apuntaba respuesta alguna, además se estaba preparando para volver a su pueblo y no podría mantener con ella este tipo de confidencias, se quedaría sola ante la situación y de no contárselo todo a su novio con pelos y señales, no le aconsejaba diera ese paso tan definitivo sin antes medir muy bien las conse-cuencias.
Todo parecía estar en contra de Lucía, nadie parecía interpretar su angustia y quien más quien menos se quitaba de en medio, a
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todos a quienes le contaba lo sucedido, éstos le daban una de cal y otra de arena, pero lo cierto es que el problema estaba ahí y cada día que pasaba se veía de más difícil solución.
Ella estaba dispuesta a renunciar a todo, pero algo en su inte-rior le invitaba a no ser cobarde, a denunciar este caso de abuso que además se encontraba rodeado de una singularidad pocas ve-ces contemplado, se trataba de un abuso que contaba con el agra-vante de haber sido perpetrado en una persona minusválida, lo que en su opinión le daba aún más trascendencia al asunto.
La vida de los componentes de la pandilla había vuelto a su habitual ritmo, Julio con la venta de sus cupones y con las clases de adiestramiento de Nemo, Enrique igualmente con la venta de cupones y su vida rutinaria, ahora menos complicada pues ya no tenía la obligación de acompañar todos los días a Julio, Luis y Delia poco menos que subidos en la “Camella “para emprender viaje de vuelta a Huelva y Laura en su casa ya con la omnipresen-cia de Adela, que se quejaba del montón de ropa acumulada du-rante su ausencia, con sus padres a punto de volver y la casa decía hecha unos zorros.
También Félix, parecía haber tenido contactos positivos para su trabajo y no precisamente por las recomendaciones de Enrique, él solito se las había apañado y había entrado en una Compañía que se dedicaban a la Industria Informática, además con posibili-dades de alcanzar metas de altos vuelos.
Sin embargo la ubicación de Lucía parecía estar en el aire, mientras que la vida discurría en su entorno, de manera ruti-naria y normal, ella estaba siendo presa de sus miedos y además comenzaba a dar síntomas de unos trastornos nuevos para ella.
Desde luego, la indecisión por su parte de confesarle a su novio lo sucedido, le estaba creando una situación de angustia, que po-cas veces había sentido, se encontraba en la tesitura de que si se lo decía mal y si él se enteraba peor, lo que le creaba una inestabili-dad emocional que no encontraba la forma de dar con la salida
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en este auténtico laberinto de Dédalo, sin la ayuda de un Íca-ro...
Lucía que era de carácter enfermizo, había pasado por situacio-nes realmente graves y se había enfrentado a ellas, luchado y ven-cido, pero lo que ahora sentía era como un rechazo a continuar viviendo, era miedo a enfrentarse con sus propios demonios, se había encerrado en un círculo del que estaba convencida, era difícil salir sin ayudas, su sentimiento de culpabilidad la tenía ate-nazada y era incapaz de dar con la clave para solucionar su pro-blema.
Su madre que estaba ojo avizor al comportamiento cambiante de su hija, notaba como estaba pasando por estados de verdadera preocupación, rehusaba hablar de lo que le pudiera pasar, no soltaba prenda en cuanto a si su relación con Julio marchaba por buen camino o no, las comidas que más le apetecían de siempre ahora le causaban náuseas, apenas quería salir, verse con sus amigos y un sin fin de motivos, que la madre se vio obligada a comentar con su marido.
Lo sorprendente era que Lucía mantenía un aspecto físico, di-gamos que envidiable, pese a todas estas contradicciones, sin embargo en el aspecto de su relación con los demás, era evidente que había un cambio sustancial, apenas hablaba si no se le interpelaba, la música en su cuarto era menos frecuente que antes y la asistencia al Centro, procuraba fuera la mínima exigible, siempre presentaba el alegato de que no se encontraba bien de salud últimamente y con eso tapaba la realidad de su estado aními-co.
La preocupación creciente de su madre, logró convencerla de que era necesario y tenía que ir al médico, ella en principio se ne-gaba pero ante la insistencia materna, al final accedió. La sorpresa fue mayúscula tanto para la madre como para la propia Lucía... estaba embarazada...
El médico, que en un principio sospechaba que algo así podría sucederle, que su embarazo ajeno tal vez a ella misma, era la
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causa principal de su estado, y que la preocupación de su madre nada tenía que ver con este asunto, no encontraba la manera de hacérselo saber, era consciente de que podía crearles un nuevo problema, que sin duda agravaría aún más, el que pare-cían tener en ese momento y no encontraba el modo menos trau-mático, para darles semejante noticia sin que se derrumbaran toda-vía más...
En efecto Lucía confirmó que había tenido dos faltas, que achacaba a los trastornos sufridos con motivo del ajetreo de las vacaciones y que de hecho su estado anímico que tanto preo-cupaba a todos, tal vez se debieran a esos trastornos, pero no que-ría darle mayor importancia.
Lo que no podía, ni estaba dispuesta a aceptar era lo del emba-razo, pues ya se sabe de las precauciones que los jóvenes toman hoy día y en su caso, no quedaba duda sobre el particular.
En cambio el médico, decía que los hechos eran tozudos y que su evidente embarazo, confirmado por los síntomas y la na-turaleza de su estado no dejaba lugar a dudas, sin embargo y para que a ella no le quedara duda alguna, le prescribiría un análisis en profundidad remitiéndola al tocólogo, quién confirmaría su estado de buena esperanza.
A Lucía se le vino el cielo encima, se le cayeron los palos del sombrajo, ahora sí que la había cagado y bien...
Su madre con tacto, pero con autoridad le pedía explicaciones, ella que había confiado en primer lugar en la madurez de su hija y en último término en la hombría de Julio, que le había parecido un muchacho de una integridad absoluta, así como en casa tenían una altísima valoración por su valía en conocimientos muy variados en distintos terrenos y temas de la vida, exigía ahora les fuera aclara-do el asunto de inmediato.
Lucía quiso cerciorarse de su estado y acudió al especialista, como prescribía su médico. Quiso ir al médico de su Mutua, don-de recibían un trato personalizado por ser invidentes.
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Previa exploración el medico confirmó su embarazo.
Lucía deshecha en llantos con desesperación extrema, sufrió uno de sus ataques de histerismo, el médico presente le calmaba diciéndole que para nada le venía bien en su estado ese tipo de comportamiento, que debería estar contenta, pues todos los datos de la exploración habían concluido con un buen diagnóstico y na-die se muere por estar embarazada.
Cuando se hubo calmado, el médico le hizo la gran pregunta: ¿Quieres continuar adelante con el embarazo, o no...?
¿Sabes que existen métodos, para interrumpir el embarazo...?
Pero Lucía en un mar de lágrimas, sollozaba por toda con-testación, lo cual propició que el médico entrara en detalles, te-miéndose lo que ella le confirmaba, que había sido forzada, y vio-lada.
El cambio del médico fue instantáneo, demudó las facciones de su cara, un estado de nerviosismo y enfado invadió su ánimo hasta entonces en calma, como si la agresión la hubiera sufrido él mis-mo, o mejor, su propia hija...
Ahora ya no había vuelta atrás, se veía en la necesidad y obli-gación de poner el caso en manos de la Justicia, emitiría un Parte Oficial a la Policía y al Juzgado, esto no podía quedar en el anonimato aparte de una agresión, significaba mucho más, un atropello a los derechos de un minusválido y esto estaba aún más penado por la Justicia, además de representar un delito a to-das luces despreciable, etc...
Lucía ya se veía ante un Tribunal aportando en su declaración pelos y señales de lo acontecido, eso precisamente era lo que ella trataba de evitar, pero ante la situación nueva del embarazo ya no tenía ninguna duda de que perdería a Julio y sería en el Centro considerada como la “violada”...
Le esperaba una ardua tarea por delante.
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Su madre, que como toda madre, comprendía muy bien la si-tuación en la que se encontraba su hija, quiso mostrarle todo tipo de atenciones, había sido muy injusta con ella dando por sentado que voluntariamente, o tal vez por descuido, había provocado que ahora estuviera en estado.
Quiso convencer una vez más, a su hija de que lo mejor era se-guir las indicaciones de los doctores, dejarse guiar en el caso por expertos en estos temas y más adelante ya se vería, cuando todo se desarrollara como era de esperar. Por la crianza de lo que había de venir, no tenía que preocuparse, ella se haría cargo de todo...
Con todo esto quería calmar a Lucía que no paraba de sollozar, respiraba entrecortadamente, entre hipos y se sonaba una y otra vez la nariz, hecha un mar de lágrimas y sin vislumbrar solución alguna.
No sabía si ya era tarde para contar con la ayuda de Julio, a quién le había ocultado todo, si era irreversible decírselo o no, si cambiaría en algo que le confesara todo o tal vez, por eso mismo provocaría su huida de ella.
Estas y mil consideraciones de parecido trazo, hundían a Lucía en un abismo de difícil salida.
A los pocos días se personaron en su casa, dos Agentes desco-nocidos, eran una mujer de unos treinta años y un hombre poco mayor que la anterior. Se presentaron como Agentes Judiciales de lo Penal, quienes habían sido asignados para el “caso” y deberían recabar todo tipo de detalles, aunque a Lucía le parecie-ran banales, sin importancia y sin relación alguna con lo ocurrido.
Lucía, ahora sí, ahora ya comprendía en el lío que andaba me-tida, hasta las cachas decía. Ella que había estado luchando por no sacar a la luz todo el asunto se veía comprometida y cualquier cosa que pudiera decir, no le cabía duda, sería interpretada asépti-camente, sin consideración, sin medir la repercusión que pudiera tener para su relación con Julio e incluso en el círculo de sus amis-tades más allegadas.
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Pero los Agentes Judiciales tenían que instruir un Informe pre-vio, aportar pruebas si las hubiere y una exhaustiva declaración jurada por parte de la víctima, le prometían que todo el caso sería y estaría rodeado del más absoluto secreto, por cuanto ella nada tenía que temer y nada trascendería fuera del ámbito de lo estric-tamente judicial.
Una vez realizada la Instrucción pasaría a la Jueza que se haría cargo del caso, se aportarían pruebas médicas, se aportarían nom-bres de personas, lugares y fechas que concurrieron el día de au-tos, y así hasta completar una declaración que a Lucía y a sus pa-dres les pareció prolija pero muy completa y que no dejaba nada en el tintero.
Aquel Informe representaba para Lucía volver a vivir, toda la tragedia, significaba también que sus amigos se vieran mezclados sin su consentimiento en un asunto que ella, demostrando falta de sinceridad les había ocultado, y pensaba que sería muy difícil que entendieran lo sucedido, y que pudieran perdonarle esta falta de confianza y sinceridad.
Pese a todo siempre tendría a su amiga Delia, que estaba al co-rriente de todo y ella sería su principal fiadora ante los amigos de que su comportamiento, había sido fruto de una colosal cobardía, y nada más.
Mientras la Instrucción del caso avanzaba, los días pasaban y Lucía empezaba a sufrir los síntomas de su estado, por las maña-nas se ponía malísima, devolvía, sufría mareos y náuseas y todos los inequívocos desarreglos que acompañan al embarazo, conoci-dos unos, menos conocidos otros.
Su madre se había convertido en su sombra, no la dejaba en ningún momento en tanto su hija no diera razón de haber aceptado su nueva situación, por otra parte nada fácil.
Julio había notado un cambio tan radical en su novia, que ya no podía disimular más su agobio, además ya no convivía con él en el apartamento su amigo Félix, que se había ido a vivir en una Resi-
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dencia con otros compañeros, unos eran estudiantes y varios tra-bajaban en la Empresa Informática en la que estaba escalando puestos a velocidad inusitada.
Por esa razón a Julio se le ocurrió que la mejor manera de acla-rar todo, era invitar a su novia a una cena romántica, como la que todavía perduraba en su recuerdo, olvidar toda sospecha por parte de los dos y volver a llevar una vida normal, como la de antes de las vacaciones, en las que al parecer todo se había vuelto del revés.
La negativa por parte de Lucía fue rotunda, alegaba que se encontraba en un estado de enfermedad casi permanente, que su-fría vómitos y mareos y que estaba en tratamiento médico, lo que no le permitía siquiera abandonar su casa y los cuidados de su ma-dre.
A Julio no le convencían este tipo de argumentos, y un día se presentó en su casa, primero para comprobar si realmente se en-contraba allí o era una excusa para rehuirle, y en segundo término para interesarse ante sus padres por la salud de su novia y tratar de aportar con su presencia parte a la solución a la misma.
Sus temores de que estaba siendo víctima de un engaño, se confirmaron, pues Lucía no estaba en casa y eso que era una hora avanzada, las diez de la noche.
Esta evidencia chocó con el asombro por parte de los padres, que descubrían, cómo él era ajeno de la asistencia a unas clases de relajación para embarazadas por parte de Lucía. Él no tenía cono-cimiento ni remoto del estado de su novia, se preguntaba cómo era posible que no le hubiera hecho sabedor de su embarazo, pues que él supiera decía en esto del embarazo siempre hay dos partes, a no ser que...
Y se produjo un elocuente silencio, que durante unos segun-dos llenaron de dudas su corazón...
Pensaba que tal vez habrían sufrido un descuido, un accidente, pero eso no era motivo para ocultar los hechos, que además a Julio no le parecía algo dramático y mucho menos traumático, como
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todo indicaba y ahora empezaba a comprender, que era lo que le estaba sucediendo a su novia.
Los padres de Lucía ya no pudieron seguir más tiempo guardando silencio, ante la confusión de Julio que una vez más daba sobradas razones de que era un hombre de palabra, dispuesto a cargar con las consecuencias de sus actos y que denotaba una grandeza de corazón fuera de toda duda. Lo difícil para ellos era dar el primer paso, hacerle comprender al pobre chico, que él nada tenía que ver en el asunto del embarazo, contarle la tragedia y entonces sí que comprendería la postura de Lucia, querían llevar a su ánimo y hacerle comprender que su novia no había tenido el suficiente cuajo para contarle toda la verdad ante el temor de verse abandonada por él, querían entrar en detalles que solamente cono-cía su hija, pero que a través de las declaraciones, que en algún momento ellos habían podido presenciar y conocían, tenían más o menos una idea de lo que ocurrió el fatal día en que su hija había sido violada.
Julio se hundió en el más oscuro y profundo de los abismos, ahora se abrían ante él todos los enigmas, sus fundados temores de que algo ocurría en su relación con Lucía, su extraño y brusco cambio en el comportamiento y sobre todo, esto era lo que más le dolía, la falta de confianza de su novia al ocultarle lo ocurrido aquel día y enterarse ahora, a estas alturas...
Pensaba que si ella hubiera dicho algo en el momento en que ocurrieron los hechos probablemente ya habrían dado con el violador, hubieran cursado en su pueblo la correspondiente de-nuncia, él hubiera hablado con amigos de su familia, entre quienes se encontraban abogados, y hasta un conocidísimo amigo suyo que era policía municipal y a nivel de pueblo hubieran dado con el autor de tal ignominia y no que aquí en la Capital, pasarían años entre legajos y papeles, citaciones y Mandamientos Judiciales para al final, tal vez tan siquiera saber quién había sido el au-tor de los hechos...
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Todo esto lo estaba diciendo en voz alta, al tiempo que para desahogarse, para que los padres de Lucía entendieran que él asu-mía las consecuencias de los hechos, aunque a Lucía no le entrara en la cabeza que también el asunto era cosa suya, todo cuanto le sucediera a ella para bien o para mal decía , me atañe muy perso-nalmente y no entiendo como Lucía, ha sido capaz de no contar conmigo en este asunto de tan grave importancia.
Eran más de las doce y Lucía no aparecía por casa, Julio igual que sus padres empezaban a ponerse nervioso, pues todos los días volvía a eso de las diez y media, más o menos. Llamaron al Cen-tro, pero nadie respondía el teléfono, un temor escondido en lo más hondo del corazón de la madre le decía que “algo” estaba ocu-rriendo.
Conocía muy bien a su hija y sabía de su capacidad de sufrimiento, estaba acostumbrada a encajar con filosofía el des-precio y ninguneo por parte de la gente, pero también sabía de su flojera para aceptar un caso que sobrepasaba con mucho su capa-cidad de aguante y no sabía, o quería no pensar, que hubiera toma-do la decisión de hacer alguna tontería...
Pusieron en conocimiento de su amiga Laura el retraso, por si hubiera ido allí, cosa que realizaba con frecuencia cuando decía que iba a pasar la noche “estudiando”, pero la negativa por parte de ésta confirmó, que en efecto era de suponer que le podía haber ocurrido algo serio para que no apareciera.
Laura dijo que la había visto, normal dentro de lo que a ella le parecía, en la clase de las cinco, pero su madre sabía que la asis-tencia a los ejercicios de gimnasia tenía lugar a partir de las ocho treinta de la tarde.
Julio pensó por un momento, aunque decía era una idea desca-bellada, que se hubiera podido marchar a Huelva con Delia y Luis, aunque cayó en la cuenta de que ya hacía días se había producido el viaje de regreso, o tal vez de cualquier otra manera; pero a esas horas, es decir después de las cinco en que había sido vista por Laura, le parecía imposible, además su madre compro-
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baba que no faltaba nada de sus enseres, que no fuera el petate que habitualmente llevaba todos los días a clase.
En este estado de cosas, con los nervios alterados por parte de todos, no quedaba otra salida que poner en conocimiento de la Policía la (no aparición) tan siquiera se atrevían a pensar en la desaparición de Lucía.
En aquel preciso instante, sonó el teléfono su padre se precipitó sobre la mesita en que se encontraba el aparato, antes que dejara de emitir la señal de llamada, al otro lado del hilo telefónico una voz trataba de llevar calma a su interlocutor, poniéndole en ante-cedentes de que su hija había sufrido un accidente y se encontra-ba ingresada en un Hospital, nada importante, pero debería per-manecer unas horas en observación dado su estado decía la anónima voz..
¿Pero a qué estado, se refería...?
Preguntaba el padre.
¿A un estado grave, debido al accidente, del que desconocían detalles, o a su estado de embarazo...?
La persona que informaba no quiso o no pudo entrar en deta-lles, lo cual produjo un estado de tensión aún mayor en todos ellos, que decidieron sin más dilación, llamar un taxi y personarse en el Hospital lo antes posible.
Durante el recorrido del camino, que se hizo eterno aunque el tráfico era fluido, cada uno de los ocupantes del taxi pensaba para sus adentros de manera bien distinta.
Julio pensaba que Lucía había podido ser atropellada por algún vehículo, pues últimamente andaba un poco distraída y como sonámbula, lastima se decía no tuviera la ayuda de un perro co-mo la que él gozaba y le estaba dando verdaderos y positivos fru-tos.
La madre quería abandonar la idea que rondaba por su cabeza y creía a su hija muy capaz de cometer una tontería tan grande, esto
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le rondaba intermitentemente por su cabeza, como la de quitarse la vida, pues una situación como la que ahora sufría Lucía po-día dar al traste con la entereza de la persona más equilibrada.
Y por último el padre de Lucía, que no salía de su asombro por los acontecimientos que le tocaba vivir, se culpaba de no haber prestado la atención debida a su hija, inmerso en el debatir diario del trabajo, tener que cuidar de la manutención de la familia, los gastos de la casa, los gastos del recién pasado verano, el coche, las pagatelas de todos los meses, que caían como agua y por el contrario el sueldo que se evaporaba como humo...
A la llegada al Hospital, en la UVI, se encontraba Lucía a quien no se le permitían visitas y excepcionalmente dejaron a Julio y su madre unos segundos, más que nada para que comproba-ran que se encontraba bien, dentro del trauma sufrido al caer por las escaleras del Metro...
Era la primera explicación que aportaban en el Hospital, todo quedaba claro Lucía había tropezado, rodado literalmente por las escaleras del Metro, un gran revuelo se preparó al darse cuenta la gente de que era invidente, sus pertenencias desparramadas por el suelo, las negras gafas rotas que dejaban al descubierto el hueco en las cuencas de sus ojos, el pelo alborotado, alguien con un mó-vil para llamar al 112 y salirse a las inmediaciones de la boca del Metro porque dentro la cobertura era mala, la llegada del SAMUR con sus luces y sirenas en marcha, la expectación de los curiosos y gentes que de pronto llenaron el recinto, el posterior análisis por parte de los facultativos, la inmovilización del cuerpo por si hubiera alguna rotura grave y por fin el traslado a toda mar-cha con Lucía al Hospital Gregorio Marañón, entrada por urgen-cias y todo esto ocurrido en un santiamén...
Aquella noche la pasaron en espera del alta de Lucía que se re-cuperaba favorablemente, había sido explorada y detectado su estado de embarazo, con las consiguientes precauciones que re-quería el caso.
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La administración de fármacos que prescribió el médico de guardia, eran acorde con su estado, de pronto... un desasosiego que alarmó a quienes estaban de guardia, reclamó la presencia del Jefe de Planta, le instalaron un gotero, comenzó de nuevo una ex-ploración más rigurosa que la anterior, Lucía en cambio comenza-ba a dar gritos que más bien parecían alaridos y aun con tales pre-cauciones se desencadenaron una serie de convulsiones y temblo-res precedentes a lo que los médicos llaman, un aborto...
Una involuntaria interrupción del embarazo que inevitablemen-te dieron al traste con su estado de buena esperanza.
De los presentes ante esa noticia, la única que se sintió decep-cionada fue la madre de Lucía, que había soñado con el momento de tener a la criatura en sus brazos, bajo su protección, había in-cluso pensado en lo que todas las abuelas..., si sería rubio o mo-reno, niña o niño, si tendría vista o le volvería a traer a la memoria el sufrimiento inenarrable, de cuando nació Lucía y le pusieron en antecedentes de que probablemente su hija tendría un defecto de vista de por vida, que poco a poco se fue confirmando cuando pudieron apreciar de manera palpable que carecía de la misma...
Julio se notaba aliviado al poder constatar que la vergüenza que podía suponer para Lucía, declararle su embarazo sin que él apa-rentemente tuviera nada que ver con el mismo, y pensaba en lo de aparentemente porque:
¿Cómo podía Lucía asegurar que ese embarazo no era suyo...
¿Qué constancia podía tener ella, de que no estuviera embara-zada, antes de haber sufrido el atropello de la violación...?
Y le daba vueltas y más vueltas tratando de encontrar, algún ar-gumento que le sirviera a Lucía y a él mismo, de que lo sucedido era obra del azar y que como tal el desenlace había tenido lugar de la misma forma.
En el Hospital le ponían en antecedentes a los familiares de que antes de ser dada de alta, tendrían que pasar por el despacho de la
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Administración a cumplimentar la documentación pertinente al caso.
En esta documentación de la que el padre de Lucía se hizo car-go, se daba cuenta, de cómo habían ocurrido los hechos, así como que durante la asistencia se había producido un aborto, todo ello confirmado por el Jefe de Guardia de esa noche en el Hospital, al tiempo que se ponía en conocimiento al Juzgado, remitiéndose copia de dicho parte.
Lucía repuesta del accidente fue trasladada a su casa en una ambulancia, con la recomendación específica por parte del doctor, de guardar cama durante un tiempo suficiente, hasta encontrarse recuperada debidamente.
Cuando se supo lo del accidente de Lucía, sus compañeros y algunos profesores la visitaron en su casa, sobre todo su amiga Laura, que entre otras cosas, mediante declaraciones más o menos veladas por parte de Lucía, intuyó que había algo más detrás del accidente que una simple casualidad, propiciada en parte por la invalidez de su amiga...
Para que a Laura no le quedara duda alguna de su verdadera amistad, y cuando Lucía le hubo puesto al corriente de todo lo sucedido, esta vez también de su secreto mejor guardado, lo de la violación y detalles tales como lo de la cazadora de Enrique, Laura descubría, que parecía que su amiga albergaba dudas de quién había sido el autor de la violación, y que todo apuntaba a su novio o al menos las pruebas como la cazadora así lo confirmaban, ca-zadora que por otra parte ella conocía muy bien, pues en alguna ocasión la había tenido entre sus manos, y reconocía per-fectamente una especie de bordado de águila imperial hecha con remaches que tenía en una de las mangas de la misma, que por cierto a Laura le parecía una extravagancia hortera y Enrique para no desagradarle procuraba ponerse en contadas ocasiones dicha prenda.
Al propio tiempo, le decía su amiga que si ella quería podía ha-blar con su padre, Magistrado en la Audiencia de Madrid, por si
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llegado el caso, estaría dispuesto a prestar ayuda a Lucía en estos hechos, a lo que respondía ella, que ya había causado demasiadas molestias a todos como para además implicar a su padre. En todo caso decía Laura, ahí quedaba la oferta por si consideraba necesa-rio, en algún momento de la Investigación, la intervención de su padre.
Laura inmediatamente que tuvo ocasión quiso aclarar con su novio el asunto de la cazadora. Apenas se “vio”, con él, le faltó tiempo para pedirle explicaciones sobre el asunto de la cazadora, le pedía explicarse por qué había demostrado tanto interés en re-cuperar una prenda, que sabía de antemano a ella no le hacía nin-guna gracia, le recordaba haberle pedido en más de una ocasión que se deshiciera de ella, pues además de muy ajada por el uso y el paso del tiempo, tenía aquel anagrama, o lo que fuera, de rema-ches que para nada iba con el carácter intelectual de Enrique.
Enrique a su vez, que no salía de su asombro al conocer con detalles lo sucedido a Lucía, se manifestaba ajeno a toda aquella película, que además le introducía como protagonista sospechoso en el guion de la misma.
Lamentaba profundamente que tanto Lucía como el propio Ju-lio no le hubieran comentado algo acerca de lo sucedido, ignoraba que el propio Julio se había enterado a raíz del accidente de Lu-cía y que por tanto esa era la causa, no otra, de no haberle co-mentado nada.
En cuanto a la cazadora, Enrique decía que él fue el primer sor-prendido, cuando vio a Nemo jugueteando con ella, puesto que hacía unos días desde que llegaron al Camping, que la había dado por perdida, y cuando por fin creía haberse deshecho de ella, la sorpresa fue encontrarla en semejantes circunstancias.
Continuaba diciendo que además, tan siquiera la había vuelto a tener en su poder, que no sabría decir donde había ido a parar y mil explicaciones que demostraban que no le había dado la impor-tancia que al parecer ahora tenía la prenda de marras.
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Laura le explicaba en tono acusador, todo lo que su amiga le había confesado, que fue un individuo quién la tapó con la cazado-ra que ahora se demostraba era de él, que tenía que explicar con toda claridad porqué se encontraba ese día y en su círculo de amis-tades el único vestigio físico de la agresión a Lucía, que ya habían puesto en conocimiento de las autoridades el caso, que no tardan-do mucho serían requeridos para prestar declaración y mil porme-nores que sembraban de inquietud y dudas su relación.
La frialdad con que se comportaba Julio daba que pensar a Lucía, o estaba realmente afectado por los hechos, que la ver-dad eran muy difíciles de asimilar, o tal vez y eso es lo que más le preocupaba, estaba tramando algún tipo de venganza, para con quién señalaban todas las evidencias había sido el autor de la vi-llanía.
Pero ya se sabe que la venganza es algo que se sirve en plato frío, Julio no soltaba prenda al respecto, solamente que se encon-traba muy afectado, diríase que como engañado, en ridículo, pensaba que con razón el engañado es siempre el último en enterarse y en esta ocasión, quedaba bien patente que así era...
Las citaciones del Juzgado, llegaron días más tarde, una gene-ral a todos los que habían estado inmersos en el día de los hechos para prestar declaración de forma individual, y otra personal a Lucía para testificar delante de una Juez y contrastar dicha decla-ración con la de sus compañeros.
Lucía contaba con la asistencia jurídica de un abogado del Cen-tro, que además era miembro honorario de la ESCI, célebre por sus actuaciones y muy conocido en los medios de comunicación, como la televisión y la radio.
La implicación en los hechos de los amigos de Lucía y Julio, había dado como resultado un legítimo distanciamiento de ellos, ya no se encontraban con la asiduidad que hasta el momento acos-tumbraban, se había creado entre ellos un muro de separación casi perceptible por quienes les conocían, habían dejado de frecuentar la Discoteca, eran la comidilla en el Centro y quien más y quien
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menos, hacía una interpretación de los hechos a su medida, unos aumentaban y otros sembraban carnaza para dar morbo al asunto, la cosa se desbordó y estaba llegando a unos extremos, que los responsables del Centro “aconsejaron” a la pareja afectada, deja-ran de asistir en lo posible a las actividades programadas, hasta que pasara la tormenta.
En realidad en la vida de Julio y Lucía aparentemente nada ha-bía cambiado, aunque en el fuero interno de Julio una nube presa-gio de tempestad se estaba fraguando y ni él podía medir sus con-secuencias.
Se había jurado tomar venganza del autor de la violación de su novia, tenía en mente trazado un plan que daría justo castigo al autor de su desgracia, tenía que ser un plan que actuara al margen de la Justicia, pues ya se sabe que ésta es lenta y tardía, cuando no ineficaz. Había hecho que el objetivo de su vida fuera la venganza, aunque le fuera en ello la vida, total decía ya estoy muerto...
Cada día que pasaba se enconaba más en su alma, la rabia, la impotencia y aumentaba su rencor. Ya no tenía la ilusión por Lu-cía de siempre, aunque sabía que en lo ocurrido, nada tenía ella que ver.
Tampoco se atrevía a abandonarla en la estacada, de ningu-na manera, pero sus sentimientos le delataban y era incapaz de comportarse con la alegría y franqueza con que venía actuando hasta el fatal momento.
En esto Lucía no se equivocaba, en casa era con frecuencia presa de ataques que le llevaban al borde de la desesperación por la impotencia, en uno de esos ataques y de una estantería que se encontraba repleta de recuerdos comenzó a romper objetos que otrora representaban para ella lo mejor de sí misma y de su vida, discos, libros, diplomas de reconocimientos de sus altas califica-ciones en los estudios, todo volaba por los aires, destrozando en un ataque de ira cuanto encontraba a su mano, en casa nunca la habían visto en este estado e incompresiblemente para sus padres
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quería desesperadamente borrar con su destrucción, recuerdos que formaban parte de su propia vida.
Quería olvidar su pasado, su presente y posiblemente su futuro y no encontraba otra forma más apropiada que destruyendo todo lo que representara algún recuerdo en su vida.
Sus padres no encontraban algo que pudiera servirle de con-suelo, se esforzaban por no contrariarla y ello posiblemente le llevaba al delirio, pues ella entendía que tanta complacencia, era sencillamente compasión.
Las dolorosas declaraciones a que se tuvo que someter, remo-vían sus entrañas, por muy suaves que estas pretendían ser, la aportación de detalles que solamente ella podía presentar, las pre-guntas que a ella le parecían dobles intenciones, las descripciones con todo el rigor en detalles, rayando la intimidad más absoluta, las dudas que sembraba en sus declaraciones y que insistentemente por parte de la Juez debería puntualizar más, ella como mujer sa-bía muy bien las teclas que tenía que tocar para llegar a lo más cerca posible de la realidad de los hechos, hacían que cada decla-ración fuera un auténtico infierno para Lucía.
La policía por su parte, estaba siguiendo un camino paralelo Al de la Investigación Judicial. Se había personado en el domicilio de cada uno de los testigos, si no oculares, sí a los menos presen-tes en el caso.
Comenzaron por un registro exhaustivo en el apartamento de Julio, indagaron y recabaron datos acerca de su forma de vida con el Conserje, siguieron sus pasos y se enteraron de su vida privada como jamás nadie hubiera supuesto.
No tenían prisa en aclarar lo que a todas luces tenían resuelto en su opinión, pero necesitaban pruebas fehacientes para inculpar al autor de los hechos y conocían a la Jueza que se encargaba del caso, que era muy solícita y tenía como norma no dar una prueba por buena, si ésta no estaba bien documentada.
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Visitaron la casa de Laura en busca de lo mismo, alguna pista, algún objeto, algo que les llevara a inculpar a alguien, que en este caso se trataba de un varón pero para nada descartaban la partici-pación de una mujer que tal vez por odio o por envidia, hubiera tenido participación en el caso.
También se llevaron de casa de Lucía la cazadora que prácti-camente señalaba a Enrique, como el autor material que contaba con más papeletas.
Faltaba el contrastar todo lo reunido con Delia y Luis, el hecho de que estuvieran fuera del ámbito de la Policía Judicial, no era motivo necesario para que abandonaran recabar cualquier infor-mación, de tal manera que para no causarles trastornos de despla-zamiento, cursaron la oportuna Orden para ser interrogados en Huelva. Sin que ello significara que abandonaban la posibilidad de hacerles comparecer en juicio público, que previamente les anun-ciarían.
Solamente quedaba, el posterior Informe que la Policía Cientí-fica presentaría del análisis de la prenda, que tan de cabeza traía a Enrique, que tan contrariada tenía a Laura, que tantas sospechas levantaba en Lucía, y que tan claro tenía Julio...
En el laboratorio de la ESCI, habían examinado la prenda con anterioridad, previo consentimiento de la Policía Judicial, dado que así tendrían dos versiones de la misma y servirían para casar los resultados.
Las pruebas que aportaron en este Laboratorio del Centro, que se mantenía por indicación de la Policía en el más absoluto silen-cio, arrojaban después de un escrupuloso análisis, como resul-tado final algo tan ambiguo como interesante.
Dicho informe decía así:
“Habiendo sido analizado el tejido de la prenda objeto de es-tudio, por parte de nuestros técnicos, en el Laboratorio de esta Entidad minuciosamente, diríase que milímetro a milímetro, se
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han encontrado restos de sustancias de al menos cuatro conteni-dos diferentes…
En primer examen se percibe una sustancia, que bien pudiera ser sudor corporal, con un característico olor diferenciado de otro, de similares características e incluso otro más, que suma algún que otro componente distinto, cual es una sustancia sali-na probablemente de agua de mar, lo que explicaría muy bien su estancia en una playa.
En segundo término, se han encontrado composiciones minera-les de un determinado tipo de tierra muy localizada, es decir res-tos ferruginosos, material procedente de un tipo de sal de hierro o tierra conteniendo ferrita, lo que demostraría que el perro restre-gó con virulencia la prenda en un suelo, cercano a una instala-ción minera de estas características.
Ante tales pruebas, no queda duda alguna que la prenda y las circunstancias que le acompañan, determinan definitivamente que ha sido “protagonista” del hecho, en el caso que nos ocu-pa”
Firmado el Jefe del Departamento:
Manuel Osorio
En todo caso, reunidas y vistas las declaraciones posteriores de todos los implicados, las pruebas presentadas y contrastadas por la Policía Científica, el Informe del Médico Forense que atendió a Lucía en el accidente, la prueba pericial llevada a cabo por la ES-CI, y cuanto se pudo recabar acerca de los hechos y por parte de todos los testigos, aún faltaba algo que la Jueza descubrió a través de estudiar concienzudamente los informes periciales de las pruebas presentadas.
No se había prestado atención a la declaración que Julio hiciera en su día del comportamiento de Nemo, respecto a Enrique en el apartamento del primero.
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La declaración de Julio, cuando se efectuó al principio y no se conocían tantos datos como fueron recopilándose después, era clara y precisa, el perro había demostrado un comportamiento extraño, hasta aquel momento desconocido, y consultado con sus preparadores, éstos daban por seguro que algo intuía el perro, que delataba de algún modo la implicación de Enrique.
Se volvió a repetir la escena que Julio había presenciado, esta vez en presencia de la Sra. Jueza, con taquígrafos y varios testi-gos, con el fin de dar fe de la misma.
Se citó a Julio a declarar con la asistencia de su perro, sin ad-vertirle previamente que Nemo sería objeto de atención por parte de los jueces así como su comportamiento, al mismo tiempo fueron citados Enrique y también Lucía, para que las sos-pechas no recayeran definitivamente en alguno de ellos.
Estaba a punto de procederse a lo que a todas luces parecía un denominado “Juicio de Dios”, que en el Medioevo se utilizaba con mucha frecuencia, sobre todo en casos de difícil solución.
Abierta la Sesión, pública y previamente anunciada, un Policía presentó a Nemo la cazadora, celosamente custodiada como prue-ba esencial del caso, el perro olfateó la cazadora, siendo todos los presentes testigos, de cómo se encrespaba su pelo y enderezaba las orejas, no cabía duda de que reconocía aquella prenda, quedaba por descubrir con qué persona, objeto, o lugar podía casar este comportamiento del perro.
Hicieron pasar primero a Julio y acto seguido a Lucía y sin mediar palabra, al personarse por orden del Ujier de la sala Enrique, el perro comenzó a dar síntomas aún más evidentes, amenazante comenzó a gruñir de la forma en que había descrito Julio en sus declaraciones y la cosa llegó aun a más, pues co-menzó a lanzar ladridos inequívocos al ver a Enrique.
Los comentarios empezaron a surgir de entre los asistentes, un murmullo acusador señalaba que el caso quedaba resuelto, la Sra. Jueza pidió silencio y amenazaba con desalojar la Sala si volvía a
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producirse cualquier tipo de interrupción, por parte del público presente.
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CAPÍTULO VI
No quedaban dudas, el olor que desprendía la cazadora era el mismo que percibía Nemo en la persona de Enrique, sin que ello significara que la prueba fuera definitiva, al menos había una pista de trabajo para continuar con el caso de forma más exhaustiva, teniendo como principal sospechoso a Enrique, propietario de la prenda.
La Jueza dictó encarcelamiento cautelar para Enrique, la prensa se hizo eco del caso, un juicio paralelo comenzó en los medios, los titulares no se hicieron esperar y toda esperanza de permanecer en el anonimato por parte de Lucía se vino abajo, a partir de aquel momento se había convertido en la protagonista necesaria de una noticia que tenía todas las trazas de ser portada de periódicos y revistas:
Era la Ciega violada, por un compañero, también ciego...
A Enrique se le asignó un abogado de Oficio, pero la ESCI, quiso mediar en el asunto y consiguió que un miembro de su Ga-binete Jurídico, tomara parte en la defensa del mismo, con el fin de aclarar y sacar a la luz la realidad de los hechos en primera persona, y también por lavar la cara de la Institución, que se veía envuelta en un escándalo sin precedentes.
El come-come que sentía Julio, ya no encontraba límites, por fin se hacía justicia se confirmaban sus temores, sus conjeturas habían llevado a lo que él más temía el cabronazo de su mejor amigo le había traicionado de la manera que solamente los cobar-des como él podían hacerlo, cargándose lo que él más quería, el
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honor y la honra de su novia con la que tenía previsto un futuro envidiable por vivir.
La desbordante fantasía literaria de su amigo, le había llevado a pergeñar el más horrible de los crímenes, abusando de la con-fianza sin límites de quién se consideraba su mejor amigo, acaba-ba de escribir la página más repugnante de su historia.
¡Pero no se quedaría el asunto terminado, así como así...!
Se perjuraba Julio y repetía... que, el tiempo lo diría...
Quince días separaban el gran juicio, desde que Enrique que permanecía en prisión preventiva, hasta que se nombró una nueva vista en la que ya estaban todos citados por la Juez.
Sería un juicio casi televisado, pues había tal expectación que los periodistas trataban de buscar acreditación para estar presente, en ésta que parecía ser la vista definitiva del caso ya denominado:
“La ciega violada”.
Despertó tanto morbo, que en los medios, no se hablaba de otra cosa, era la noticia de actualidad y se seguía con todo el inte-rés posible.
La Jueza que para nada estaba dispuesta a hacer un circo de este lamentable acontecimiento, no se pronunciaba en señalar la fecha definitiva de la vista, los abogados de Enrique estaban con-vencidos de que éste era inocente. No pudieron encontrar contra-dicción en ninguna de sus declaraciones, que al comparar una con otras, coincidían siempre en lo principal, con escasas diferencias de matices, pero siempre de fondo permanecía la insistencia de Enrique de que él no había tenido nada que ver en el asunto, a pesar de que las pruebas confirmaran que era el principal sos-pechoso, juraba y perjuraba por lo más sagrado, que nada tenía que ocultar acerca de su participación en los hechos, que se con-fesaba inocente y así lo seguiría manteniendo, aunque fuera con-denado.
Los abogados que llevaban el caso solicitaban de la Jueza el aplazamiento de la vista, hasta recabar más datos aunque no lograron que fuera excarcelado, como prevención y posible huida
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según indicaciones de la Sra. Jueza, muy estricta en la aplicación de la Ley en este sentido.
Mediante el repaso exhaustivo palabra por palabra, párrafo por párrafo, los abogados encontraron una situación, que Enrique se-ñalaba como importante y que apenas se le había dado relevan-cia, porque todo apuntaba que lo más fácil era cargarle a él con la sospecha, que por otra parte, se testimoniaba con las pruebas pre-sentadas.
Decía Enrique y decía bien que apenas se hablaba y se in-vestigaba acerca del asunto de Roberto, de su aparición súbita en el escenario de los hechos, en los días que se encontraban en Cazones, de su antiguo noviazgo con Lucía, del rechazo de ella y su familia, de su media vista de la que gozaba igual que él, Rober-to.
Les hablaba del saludo más que sospechoso, que con un rictus sarcástico en su cara delataba cierto aire de venganza, que sólo él pudo percibir y un sin fin de detalles sobre esta aparición, que en opinión de Enrique y también de los abogados, no habían sido investigados, ni poco ni mucho, sencillamente no habían sido in-vestigados.
Volvieron de nuevo sobre sus pasos, Policía Científica, aboga-dos de la causa, la propia Jueza y abrieron un anexo al proceso, para dar una oportunidad última, antes de condenar definitivamen-te a Enrique, con el fin de recabar nuevos datos sobre el personaje que ahora aparecía, también como implicado.
El día que tuvo lugar la excursión de la ESCI al pueblo de Ca-zones, donde casualmente se encontraba la pandilla compuesta por Lucía y sus allegados, coincidía en efecto con la fecha en que se cometió el delito que se estaba juzgando.
Nadie ponía en duda el encuentro que tuvo lugar en dicha lo-calidad, así como la alegría aparente que demostraba Roberto al encontrarse con una antigua amistad, con la que había algo más que una simple... eso, una simple amistad pues a juzgar por el comportamiento de ambos, existía un profundo conocimiento y las
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efusivas muestras de alegría propiciadas sobre todo por parte de Roberto, indicaban esta realidad.
En lo que no estaban para nada conformes los Técnicos Moni-tores, que aquel día acompañaban entre otros a Roberto, era en la acusación y su implicación en los hechos.
Era totalmente comprobable que el chico no se había separado del grupo en ningún momento, había tomado parte en todas las actividades programadas para el día de la inauguración del Centro que habían ido a visitar, igualmente había participado en la comi-da, actos y demostraciones de las máquinas que se inauguraban junto con los locales ese mismo día.
Además existía documentación gráfica abundante, en la que se podía demostrar su presencia, durante la hora en que se suponía habían ocurrido los hechos, solamente tenían que hurgar en los vídeos y fotografías que formaban parte del viaje y encontrarían una amplísima presencia en ellas de Roberto. Sus Preceptores po-nían, como no podía ser de otra forma, todos sus archivos a dispo-sición de la Policía.
Por tanto todo apuntaba que aunque no fuera descartado Rober-to como sospechoso implicado, tenía la coartada perfecta para no ser imputado en los hechos.
A los amigos de Lucía ya no les cabía duda de que las sospe-chas, confirmadas paso a paso, daban como principal sospechoso muy a pesar de todos a Enrique...
El comportamiento que tenía en su relación con Laura, ponía de manifiesto, que aunque aparentemente todo discurría por cauces “normales”, en realidad no era así.
Laura esquivaba el temperamento impetuoso de su novio y en más de una ocasión, éste se veía rechazado por ella, pero no tenía prisa alguna sería una ardua tarea, al final estaba seguro de conse-guir la entrega total de su novia, que se resistía a darle lo que Lu-cía facilitaba a su amigo sin rechistar, es decir perdía la cabeza por él como le comentaba a Laura en tono amenazante, diciéndole a Laura: ¡que, quién era Julio más que él!... para que su novia ape-
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nas pusiera pegas a la hora de requerir sus caricias, que eran pú-blicas y notorias y en cambio, él se veía obligado a trabajar-se, hasta un simple y mínimo beso, que más bien tenía que arrancárselo y siempre estaba comparando el acaramelado com-portamiento de Lucía con respecto al suyo.
Por tanto a nadie que conociera este estado de cosas, le extra-ñaba que Enrique en un ataque de celos y también de envidia, hu-biera aprovechado una ocasión propicia, como la de convivir to-dos juntos, en el Camping, en la playa, sin apenas testigos y haber abordado brutalmente a Lucía, que mantenía una conducta permi-siva con su novio y que Enrique consideraba y así lo esperaba, también tuviera para con él.
Lucía estaba convencida de que así habían ocurrido los hechos, que en opinión de la Jueza, no abrigaba duda alguna y además encontraba a Enrique muy capaz de llevar a efecto una cosa así, pues en alguna ocasión, como suele decirse le había tirado los tejos, y cuando se encontraba con la negativa por parte de ella, éste aludía que lo hacía para probar la fidelidad que decía tener a su querido amigo Julio, que no había mejor cosa que confirmar esta fidelidad con uno de sus más reconocidos amigos y que la prueba la había superado, con nota.
Por otra parte pensaba Lucía que de mucho tiempo atrás Enriquehabía notado la influencia de Lucía, respecto a la mengua de amistad con su novio, sentía como Julio cada día estaba más tiempo cosa por otra parte natural, con ella que con él, y esta merma de protagonismo le tenía relegado a un segundo puesto.
Por esa razón a Lucía no le cabía la menor duda, de que quisie-ra romper la armonía que existía entre ella y Julio, aunque fuese a costa de perder también su amistad, aquello que repetía como una frase lapidaria Enrique tan aficionado a las citas literarias: “hay que morir, matando”... y que en esta situación tenía tan infe-liz aplicación. Aunque el auténtico problema lo tenía Julio, que era incapaz de asumir que su mejor amigo hubiera sido condenado, aunque fuera preventivamente, acusado por el delito de violación de su novia.
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No podía conciliar el sueño y se juraba que algo tendría que hacer él, para que no quedara impune semejante afrenta.
Sus amigos más íntimos, los Preceptores que le habían ayudado durante el transcurso de su formación en el Centro, su familia y la misma Lucía, le advertían constantemente de que la situación a que se veía sometido Enrique, no quería decir que se diera por hecho que había sido el autor del delito.
Era uno de los pasos previos que se seguía en la Investigación y aunque las pruebas presentadas en el caso, respondían a señalar a Enrique como autor de los hechos, todavía faltaba la condena definitiva y entonces y solo entonces podía darse por bueno que el condenado fuera su amigo.
La intervención de los abogados que defendían el caso por par-te de Enrique habían dado como resultado que Roberto, no podía tan siquiera ser imputado en el caso, pues era irrelevante para la causa, que se hubiera encontrado “accidentalmente” con Lucía el día de autos. Por tanto y siguiendo el consejo de la Sra. Jueza, se habían visto en la obligación impuesta, de no molestar más al mismo.
El tiempo pasaba sin que alguna novedad llevara otra versión acerca del caso que la que se conocía, los medios informati-vos perdían interés por el caso, los amigos de Lucía y Julio cada uno estaba ya inmerso en sus obligaciones, Laura sumida en un mar de dudas respecto a la autoría, que si no se demostraba lo con-trario, daban como culpable a su novio.
Laura visitaba con cierta asiduidad a Enrique, aunque una tarde que se disponía a visitarlo, le anunciaron que había sido trasladado sin más, a otra prisión a las afueras de Madrid, nada menos que a la cárcel de Alcalá Meco. El tiempo que un detenido en los cala-bozos de los juzgados puede permanecer como preventivo, se ha-bía sobrepasado y las instalaciones deberían ser ocupadas por otros imputados.
Julio, definitivamente convencido de la culpabilidad de su ami-go, al ser trasladado a una cárcel de ámbito penal, corroboraba lo que para él no tenía duda alguna, comenzó a elucubrar el plan ur-
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dido en su cabeza y que ahora encontraba la posibilidad de mate-rializar y llevar a cabo. Julio sabía, que es opinión extendida en-tre el público en general, que a los presos que son condenados por delitos de violación o estupro, los internos no les miran con buenos ojos, no les perdonan lo que ellos consideran, que además de ser un delito, supone una vejación de tal calibre comparar lo suyo con aquello que consideran una bajeza y un crimen realizado con cobardía y burla, y no perdonan tener que compartir con semejantes individuos el resto de sus vidas.
Por tanto nada más enterarse del motivo de la condena, les someten a los más feroces castigos y vejaciones, haciendo de ellos chivo expiatorio de sus penas, al tiempo que vengarse de la sociedad de alguna manera por lo que les ocurre.
Aquí encontraría Julio el terreno mejor abonado, para llevar a buen término su plan...
En una de las disimuladas visitas que le llevaron a visitar a En-rique, que aún gozaba del privilegio de un régimen especial de visitas, al no tener todavía una sentencia en firme, Julio tenía dis-puesto entrar en contacto con alguno de los penados, para propo-nerle un plan que su opinión no podía fallar.
En primer lugar debería familiarizarse con el ambiente, para lo cual era absolutamente necesario, visitar asiduamente a su “ami-go” y de esta forma no levantar sospechas respecto a la autoría de su plan.
Después quedaba elegir y proponer un “trato”, por el que su venganza se llevara a efecto, con las máximas garantías de éxito, para lo cual era necesario tener conocimiento de la persona a quién encargar el asunto, algo que dado su estado de invalidez no le resultaría nada sencillo, sin descubrir sus intenciones y buscar ayuda.
Sería a través de uno de los abogados, encargado de la defensa de Enrique, buscaría la fórmula de entrar con él en el Estableci-miento Penitenciario a través de las visitas mediante una autoriza-ción específica de la Jueza, que entendía la postura de Julio como
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una manifestación de perdón y acercamiento a su amigo en este trance tan penoso para todos.
Había buscado la complicidad de Lucía, para que estuviera de acuerdo con él en el sentido, de perdonar pero no olvidar, de tal manera que nadie pudiera tener el más leve pensamiento de que el plan urdido por Julio, tuviera nada que ver con la venganza. No era fácil encontrar, tanto el momento, como la persona, idó-neos para llevar a cabo el asunto.
Pero el azar y el destino se aliaron con Julio, en una carambola que él jamás hubiera podido pensar.
Un guardia del Centro Penitenciario, era nada más y nada me-nos que un conocido semi invidente, con quién había impartido las clases de adiestramiento de Nemo, durante el cursillo que tenían establecido para la concesión de los animales.
Habían compartido durante tres meses que duró el cursillo de adiestramiento de los perros, mesa y mantel, además de coincidir en las clases tanto teóricas como de prácticas, pues siempre procu-raban emparejar un invidente total con otro parcial.
Cuando descubrió a Andrés Fernández Quijano, que así se lla-maba el guardián en cuestión, con un perro amaestrado que con-trolaba la entrada de paquetes, enseres y ropas que los familiares llevaban a los presos, pensó que los dioses, ansiosos como él por hacer justicia, le habían propiciado tal encuentro.
Después de los saludos de rigor, compartido también por el abogado, que encontraba un aliado en esta persona, para por lo menos aliviar las colas de los cacheos, el paso por el arco de segu-ridad y un sin fin de requisitos a que se veían sometidos, cada vez que se personaban en las instalaciones de la cárcel, quedaron él y Julio en verse, para celebrar el acontecimiento del feliz encuentro, aunque en opinión de Andrés, era triste haberse visto en circuns-tancias que se le antojaban, como poco, desgraciadas.
No había tiempo que perder y Julio permitió que el abogado abandonara las instalaciones sin ser acompañado por él, ha-bía quedado en verse con Andrés en la Cantina, habilitada
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para dar servicio de todo tipo, tanto de cafetería como res-tauración, a los muchos visitantes, familiares y gentes de toda índole, que a diario transitan por aquellas dependencias penitencia-rias.
Explicado los motivos que le habían llevado a Julio hasta aquel lugar, poniendo en antecedentes a Andrés de lo que significaba el caso para el resto de su vida, aseverando que la pena que le pudiera caer a su amigo, nunca satisfaría plenamente tanto a Lucía su novia, como a él, y que como no confiaba para nada en la Justicia, estaba dispuesto a pactar con el diablo decía si así fuera necesario, para tomarse la justicia por su mano.
Andrés, que convenía con él, en asegurar que entendía muy bien su postura y su pena, tratando de convencerle de que conside-raba un desvarío las declaraciones de Julio, en cambio se apresuró a decirle que le hablara con total confianza, de “ese” plan que de-cía tener concebido, por si pudiera ayudarle en algo, aunque sin comprometerse, pues le adelantaba que él estaba allí por su com-portamiento probado y que no dejaba lugar a dudas, que había sido elegido entre un numeroso grupo de aspirantes, para ejercer de vigilante con el perro adiestrado y por ser semi invi-dente, lo que le confería unos puntos a su favor en contra de lo que muchos pudieran pensar. Pero que en tanto, en cuanto estu-viera en su mano, sin rozar tan siquiera la legalidad, estaría dis-puesto a colaborar con él.
Tenía sus dudas respecto a abrir su corazón Julio, al parecer a éste escrupuloso amigo de la Justicia, pero había que encontrar-se en su pellejo, y ya se vería como actuaría cualquiera otro en su caso. En primer lugar advirtió a Andrés, que esperaba el más abso-luto de sus juramentos, para guardar discreción acerca de lo que le iba a revelar, confiaba en su moralidad, al parecer a prueba de bombas, y que si su plan no le parecía pensado a la medida de su conciencia, no comprometiera su acción con lo que le habría de revelar y echara por tierra los esfuerzos y las horas de sueño roba-das, para llevar a término un plan que se le antojaba, tenía prepa-rado hasta el último detalle, una obra de artesanía decía con cierto triunfalismo.
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En ascuas Andrés esperaba con impaciente expectación los de-talles y pormenores, de un plan que ni remotamente se le ocurría pudiera llevar a cabo un invidente en una cárcel de altísima segu-ridad, con los más sofisticados medios de control, alarmas, siste-mas de video con cámaras internas y externas, en fin un desplie-gue de medios como para desanimar al más pintado...
La sorpresa vino cuando Julio relataba los pormenores, a quién pretendía hacerle cómplice en su plan, para “eliminar” a Enrique, a su amigo. Andrés pensaba que lo que le iba a proponer era su excarcelación, con algún rocambolesco plan urdido en el silencio-so mundo interior de los ciegos, conocía las famosas películas de fugas de cárceles de alta seguridad, pero aquella propuesta le co-gió de sorpresa y en principio su reacción fue la de estupor, la de alguien cogido fuera de juego, no sabía cómo reaccionar, qué decir, se quedó fuera de combate.
Como disculpa inmediata y sin que Julio se sintiera ofendido, ventaja de la que disponía Andrés al estar tratando con un ciego total, le insinuaba que para que su colaboración en el asunto fuera eficaz necesitaría, conocer con pelos y señales ese plan del que estaban hablando y sin que ello supusiera de entrada que estaba dispuesto a ser parte activa del mismo.
Quiso aclarar Julio de inmediato, que no le iba a pedir nada que atentara contra sus principios, tanto morales como de lealtad debi-da a su cargo, que en nada le iba a implicar de lo que tuviera que arrepentirse, pero que sí había una cantidad importante de dinero dispuesta, para llevar el plan a buen fin.
El plan consistía en:
Encontrar una persona dentro de la cárcel, que por dinero, es-tuviera dispuesta a terminar con la vida de Enrique, haciendo pa-recer que éste había sufrido un percance o accidente, que por otra parte al ser medio ciego, era aún más fácil de realizar que con una persona sin este problema añadido.
Que había pensado en todo, en la discreción por la parte que le tocaba, es decir él depositaría el dinero, que era una canti-dad importante, en un lugar o cuenta, o se lo entregaría a la perso-
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na designada por el preso que llevaría a término su encargo, sin preguntar absolutamente nada.
Que por su colaboración y, aquí entraba en el negocio Andrés, también recibiría otra importante suma, al menos era ese el con-cepto que tenía él, del premio de unos cupones del sorteo de la ESCI, que se quedó con ellos y tocó.
Como tantas veces había pensado, tenía este dinero en previ-sión de su futuro, aunque el asunto de ahora parecía situarlo en primer lugar de importancia, lo había preparado con el fin de re-solver la papeleta de vivir con Lucía con desahogo y sin la de-pendencia de tener que contar a toda costa de la venta de cupones, todos los días.
Una vez encontrada la persona dispuesta al trato, que Andrés elegiría mejor que nadie, consumada la muerte de Enrique, aquí paz y después gloria, nada ni nadie podrían descubrir lo que a to-das luces había sido un desgraciado accidente. Suponía Julio, y aquí ya recababa información necesaria por parte de Andrés, que sin duda habría sitios peligrosos, donde un traspiés, un inesperado empujón, una zancadilla oportunamente puesta a Enrique, daría los frutos esperados.
Andrés no salía de su asombro, primero por la meticulosidad y el aporte con todo lujo de detalles con los que le apabullaba Julio, había pensado, no en una sino en varias intentonas, hasta conse-guir el objetivo, y por otra parte el plan urdido no dejaba huellas o rastros detectables, aun sometiendo el caso a una buena investiga-ción, pues no había sujeto posiblemente sospechoso de delito, por tratarse de un preso de pocos días de internamiento y ello hacía suponer, que apenas hubiera tenido tiempo para enemistarse con alguien, además la minusvalía de la víctima, facilitaba la creencia del accidente.
Este era en principio el plan, en líneas que denominaba Julio como maestras y que si lo consideraba de interés podía perfilar más, con minuciosidad de relojero, si Andrés requería más preci-sión.
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Andrés no quería ser tajante a la proposición de Julio y le pro-metió pensarlo, e incluso le puso fecha para contestarle, un par de días, no fuera que en opinión de Julio, por cualquier razón cambia-ran la estancia un tanto precaria de Enrique y su encuentro “provi-dencial” con él, quedara en el olvido.
Como las visitas de Julio tampoco daban que sospechar, sino más bien era de pensar, que lo hacía movido por demostrarle a su amigo que pese a todo, entendía que lo ocurrido había sido fruto de una pasión incontrolada, el abogado le invitaba tanta veces co-mo pasaba a recabar información de Enrique, ello propició que el encuentro con Andrés fuera frecuente y le informara de los avan-ces en el asunto, que casi en clave le aseguraba marchaban por buen camino.
Andrés había contactado con el Jefe de Celdas, en las que se encontraban los presos más peligrosos y extremadamente vigila-dos, de condenas a varios años de prisión por delitos de toda índo-le.
Por regla general, los internos eran carne de presidio, con un vocabulario patibulario, sin moral ni conciencia, difícilmente recuperables para la sociedad y estaban allí aparcados, sin espe-ranzas de volver a ser libres, al menos por muchos años.
Sin embargo al funcionario al que habló Andrés, le parecía en opinión de éste, y le comentaba que proponer un hecho así a cualquiera de los presos, era echar todavía más mierda sobre estas víctimas, a veces por culpa de la sociedad, era un deli-to aún mayor, aunque este no estuviera tipificado como tal. Su conciencia le decía, que aparte de ser una canallada la utiliza-ción de uno de estos deshechos humanos, que se adocenaban co-mo guiñapos y aprovechar su estado para llevar a cabo la satisfac-ción de una venganza, le parecía de tan cruel y refinado compor-tamiento, que solamente a un descerebrado pervertido se le podía ocurrir..
.Claro que como el dinero mueve montañas, cuando este sujeto supo que se trataba de una considerable suma, que vendría a aliviar la precariedad de sus mensualidades, no dudó por un mo-
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mento en señalar a quién reunía todas las papeletas para llevar adelante y con facilidad el negocio, que podía dar por conseguido y con éxito, pues conocía a la persona que por un puñado de euros, mataría a su propio padre y a su madre si fuera necesario.
El plan pues estaba en marcha...
La persona, que en opinión del Jefe de Galería, reunía las con-diciones adecuadas para llevar a término con eficacia el crimen, era el “Genio”.
Eugenio López Oñate, alias el “Genio”, diminutivo de su nom-bre y también por su aspecto y semejanza con la del genio que se representa en las ilustraciones de cuentos infantiles saliendo de la maravillosa lámpara de Aladino, un gigante calvo con coleta, con gran mostacho, de aspecto terrorífico, condenado por una cantidad de años, que para cumplirlos tendría que nacer varias veces, con un currículum que ponía los pelos de punta, fichado y considerado como altamente peligroso, había cometido todas las tropelías, que durante su larga carrera se pueden cometer dentro de un Centro Penitenciario, le habían sido retirado todos los privile-gios, que los penados pueden conseguir por su buena conducta, había infringido todas las normas establecidas, era pendenciero y dominaba la situación de intendencia clandestina, como ningún otro.
Por tanto, no cabía la menor duda de que sería el candidato prefecto, el ideal, pues era un individuo sin conciencia y sin es-crúpulos, sin nada que perder, además aceptaba cualquier encargo, siempre que hubiera al medio compensación económica o en es-pecia, pues era el Capo de las sustancias llamadas sicotrópicas, que en el recinto corrían como el agua.
Convenía determinar para la buena marcha del encargo recor-daba Andrés la cuantía, o gratificación asignada en cada caso y en orden a la participación y riesgo de cada persona que tomaría parte en el crimen, en la faena, puntualizaba Andrés, para quitar la connotación peyorativa del término “crimen”, así que Julio se vio en la necesidad de cuantificar el valor económico a que ascendía el premio para tan siniestra faena.
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En principio había pensado en diez mil euros, si le parecía bien a Andrés, pues tampoco estaba muy seguro de que fuera sufi-ciente y podía elevar la suma hasta los quince mil, si fuera nece-sario. Así se lo propuso a éste, quién no soltó prenda de si le pare-cía mucho o poco, tenía que convenir con su socio en este nego-cio, y pensaba que en principio no debía decirle nada al respecto.
Ya se frotaba las manos Andrés, pues esa cantidad para reunir-la, tenía que pasar mucho tiempo y que al Jefe de Galería le ven-dría que ni anillo al dedo, para cumplir con un capricho al que se estaba aficionando más de la cuenta y en su casa ya sospechaban algo, se había enrollado con una sudamericana y todo el dinero disponible para su conquista era poco.
Por otra parte convino con Andrés su cómplice, que al “Genio” con dos mil euros, que habría que traducírselos a pesetas, unas trescientas treinta y tantas mil, en números redondos, iría más que servido y conforme, pues apenas tenía necesidad de nada, ya que dominaba la situación de los negocios privados mejor que nadie, ambos sacarían pues una buena tajada sin apenas esfuerzo y lo que era mejor, sin levantar sospechas por parte de nadie, pues la discreción de la que gozaba el “Genio”, quedaba fuera de toda duda.
Julio andaba preocupado por el tiempo, el abogado de Enrique insinuaba que llevaba el caso tan avanzado, que probablemente en menos de un mes, quedaría visto para sentencia y era muy proba-ble, según su opinión profesional, que saliera libre de cargos bajo fianza.
Lo cual colocaba a Julio en el disparadero y si quería llevar su plan adelante debería obrar con celeridad, así se lo hizo saber a los secuaces que llevarían a cabo la acción y éstos le aseguraron, que en breve tendría noticias en este sentido.
Julio había cumplido con su parte en el trato, retiró de sus aho-rros la cantidad acordada con el asentimiento de Lucía, los deposi-tó en una bolsa de ropa, que presumiblemente había solicitado Enrique y el resto fue coser y cantar.
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No habría entrega de ropa, pero sí el reparto del botín y en un par de horas quedó resuelto el encargo.
En la Galería Tres, corredor Uno, en el que una fila india con-ducía a los reclusos en la hora de salir al Patio, encontró el mo-mento propicio el “Genio” para llevar a buen fin su crimen.
Enrique ocupaba uno de los últimos lugares de la fila, vigilados cada poco más de diez metros por un guardia armado, corredor adelante hacia las escaleras de bajada al patio, el “Genio” per-manecía en su celda hasta que la fila y el lugar donde se en-contraba Enrique coincidió con la puerta de entrada de la celda, la puerta había sido previamente calzada, para que no se cerrara totalmente dejando espacio para que pudiera salir y colocarse de-trás justamente de Enrique, su verdugo, el “Genio”.
Tenía premeditado el plan de arrojarle de un empujón, en un descuido del vigilante, que ya quedaba en último lugar de la fila, por la barandilla de la galería, era fijo que con la altura considera-ble que había desde la Galería hasta el piso bajo, quedara muerto en el acto, además podía interpretarse como un suicidio, pues no sería la primera vez y tampoco la última, que un preso se aprove-chaba de esta circunstancia para quitarse la vida y de los sufri-mientos que acarreaba la vida carcelaria.
Por si no encontraba la ocasión propicia y fallaba en el intento, algo que debido a su reputación no se podía permitir, el “Genio” tenía otro plan para llevar a cabo, ya una vez en el patio organi-zaría una gresca, cosa muy común entre los internos, cerca del lugar donde se encontrara Enrique, aprovechando el caos, el “Genio” se acercaría y le asestaría una certera puñalada con un punzón que privilegiadamente había conseguido, se dis-persaría entre el bullicio y nunca podrían inculparle, pues se en-contraría en un lugar fuera de sospechas, ya no era la primera vez y con toda probabilidad que no sería la última, que este plan había dado resultados satisfactorios.
Pero primero había que agotar las intenciones puestas en mar-cha con el primer plan, y el “Genio” situado tras Enrique le puso delante de los pasos de éste, a manera de zancadilla, sus plantí-
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grados pies, con los que tropezó Enrique, que además andaba con cierta dificultad debido a la poca luz de la Galería y ayudado por un ligero empujón se encontró precipitado al vacío... en un momento y sin mediar grito alguno quedó literalmente planchado en el piso de la salida al patio, rodeado de una incipiente mancha de sangre, que iba aumentando poco a poco...
El Guardia que ocupaba el último lugar, inmediatamente pul-só el botón de alarma, las puertas quedaron bloqueadas automáti-camente, todavía con algunos reclusos en la galería y otros ya en el patio, todos los guardias permanecían estáticos, apuntando con sus rifles para entrar en acción al menor movimiento de sospecha por parte de algún interno.
Las alarmas concentraron en el espacio del patio y de las gale-rías, a un significativo número de guardias armados.
Los sanitarios, con las sirenas de la ambulancia a toda mar-cha, se hicieron presentes en la escena, que todos contempla-ban con estupor, hasta que los internos fueron conducidos de nuevo a las celdas.
En un primer examen los facultativos pudieron comprobar, que Enrique todavía mantenía la respiración, aunque la cantidad de sangre perdida daba idea de la gravedad de la situación, fue de inmediato trasladado a la ambulancia y acto seguido al Hospital más próximo.
En ningún momento se supo en el Centro el periplo que reco-rrió Enrique en busca de salvar su vida, en un primer paso fue intervenido en el Hospital y de inmediato una vez estabilizado, con transfusiones de sangre y goteros fue llevado a una unidad específica, pues al parecer debería ser operado de urgencia, prác-ticamente las lesiones internas sufridas eran de tal consideración, que sería un milagro que saliera indemne.
Julio tuvo conocimiento del hecho, por parte del abogado, que comunicaba a sus familiares y amigos el doloroso “accidente” y que en principio, no podía aportar detalles dado el secreto en que se estaba llevando la operación aunque todo apuntaba, según le
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habían informado en el Centro a que había sido un intento de sui-cidio.
Laura permanecía incrédula, ante la forma en la que se estaban desarrollando los acontecimientos, el encarcelamiento de Enri-que, que según opinión de su padre, opinión autorizada de un profesional, decía que era excesiva, ante un delito que todavía no estaba totalmente probado ni sentenciado y más aún, sin que hu-biera pruebas fidedignas de que él fuera el autor de los hechos que se le imputaban, ahora el accidente, en circunstancias que estaban por determinar, el aplazamiento conseguido por los abogados para la nueva vista de la causa, todo le parecía que se estaba ocu-rriendo en un contexto un tanto irregular y que no conducía al es-clarecimiento de los hechos.
Por otra parte había algo que también le daba vueltas en la ca-beza a Laura, observaba una frialdad e indiferencia hacia ella y sobre todo hacia Enrique por parte de Lucía, que daba por sentado que la condena de Enrique venía a poner las cosas en su sitio.
Todo hacía presagiar que con la muerte de Enrique, quedaría saldado el asunto de la violación de Laura, ya no haría falta remo-ver más el asunto, el aplazamiento del juicio ya no tendría sentido, si no había culpable, no era necesario tal juicio, además las prue-bas eran contundentes y la Jueza tenía otros casos de más enver-gadura que aquel, con lo cual lo que procedía era el cierre del Su-mario.
Pero la Justicia, que evidentemente es lenta, no siempre es in-eficaz...
La Jueza había recabado el Informe de los hechos acaecidos en la cárcel referente al caso de Enrique.
Le habían aportado el Parte pericial de los facultativos que le atendían, no había muerto y por tanto seguía habiendo caso.
La frustración de Julio, no se hizo esperar, aunque ya no tenía sentido verse con los secuaces que habían acordado con él la
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“desaparición” de Enrique, no lo habían cumplido en los términos esperados.
Por esta razón su disimulo se convertía en una actitud, de pena ante lo sucedido, como correspondía a la pérdida de un amigo en definitiva, aunque en realidad en su fuero interno, él estaba caria-contecido por haber fallado en el intento de llevar a sus últimas consecuencias su plan y además haberse tenido que desprender de una importante cantidad de dinero, para nada...
Los abogados volvieron a darse cita, los imputados nuevamen-te fueron llamados al Juzgado, se abría de nuevo el caso, que en principio parecía haber tomado otros derroteros, pues los testigos desconocían que a sus espaldas, se habían producido citas y decla-raciones de manera individual, registros en las casas de los testi-gos en busca de pruebas, incluso las aportadas por Delia y Luis eran para ellos desconocidas, hasta aquel momento, en que se retomaba el caso.
En una de las declaraciones, de las denominadas rutinarias o de puro trámite, Lucía había asegurado y aportado un dato nuevo, cual era que el agresor llevaba el reloj en la mano o el antebrazo derecho, algo inusual y que en efecto correspondía tal característi-ca y costumbre también de Enrique.
Este nuevo descubrimiento, era de por sí sólo, tan importante como para dar por zanjada la causa, que se estaba dilatando en el tiempo, sin embargo, en opinión de los abogados, no era una prueba concluyente, aunque admitían que era de mucho peso y como tal entendían, que el encarcelamiento de Enrique había esta-do más que justificado.
Por otra parte, y esto era algo que dejaba entrever la Jueza, de lo poco que se conocía del sumario, ninguno de los testigos usaba habitualmente reloj, debido a su minusvalía, en cambio Enrique sí porque como se sabía, conservaba parte de su visión y acercándose mucho el reloj percibía la hora.
Todo pues seguía en pie, a la espera de que Enrique saliera o no adelante del accidente ocurrido en la cárcel.
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Los informes aseguraban que se encontraba en estado grave, sedado, semi-inconsciente e incapaz de facilitar datos acerca del percance que había sufrido. Los médicos como es habitual no se pronunciaban acerca del estado del herido, simplemente esperaban que su juventud y los cuidados que le administraban dieran con una salida satisfactoria, pero la gravedad de las heridas inter-nas, que afectaban principalmente a un pulmón dejaban una inte-rrogación sin respuesta en el caso.
Había pues que esperar esa mejoría, si se producía, para poder reiniciar el juicio, debía ser con Enrique presente como princi-pal imputado y eso era para largo.
Los amigos se reunían siempre que la ocasión se presentaba propicia para ello, aunque ya no era lo mismo de antes, las suspi-cacias de unos hacia los otros habían levantado un muro, entre ellos, difícilmente superable.
Pero muy a su pesar tenían que permanecer unidos pues cualquier incidente o separación aunque fuera involuntario, podía ser interpretado como una huida y motivo de sospechas por parte de la policía, que aunque parecía haber archivado el caso, nada estaba más lejos de la realidad.
Ahora lo principal se centraba en los hechos ocurridos en la cárcel, una investigación secreta estaba teniendo lugar analizando las circunstancias que rodeaban el caso, se investigaba escrupulo-samente datos tales como: personal que ese día se encontraba de servicio, vigilantes con nombres y apellidos, relación de los cambios de guardia en la que se estudiaba, si había variación res-pecto a otros días y una serie de comprobaciones y rutinas por donde encontrar alguna anomalía.
Todo parecía encontrarse en orden, nada había cambiado apa-rentemente como para llamar la atención del grupo que seguía la investigación, pero el chivato de turno que los agentes de la segu-ridad siempre tienen introducidos como topos, habían detectado una euforia un tanto especial del “Genio”, que hacía ostentación de poseer más dinero de lo habitual, e invitaba a sus amigos a
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unas rayitas gratis y a otros, les facilitaba paquetes de tabaco, que por lo general había que conseguir con un grandísimo esfuerzo.
Siguiendo este camino, comenzaron a tirar del hilo. Solamente había que dar un poco más de tiempo, esperar que los topos fueran recopilando datos, comprar la integridad de los amigos más pró-ximos al “Genio”, aunque eso era realmente difícil e improbable, así como el de algunos testigos directos en los hechos, pero era tal el miedo que tenían del “Genio”, que solamente un loco o conde-nado a morir, se atrevería a dar ese paso y hacer de chivato.
Recordaban algunos a lo que se atrevía el “Genio”, desafiando todas las normas establecidas, bastaba una orden en cualquier sen-tido para que él y su grupo de allegados hicieran todo lo contrario, de nada servían los castigos que pretendían ser ejemplares, más bien al contrario, cuando esto ocurría y era llevado a la Celda de Castigo, salía aún más reforzado en su calidad de burla-dor de las normas. En otra ocasión fue internado en una Celda oscura, sin agua, apenas con aire ni ventilación durante seis días, porque había presumido ante su “clac” de admiradores, cogiendo a un hermoso gato del Director de la Prisión nada menos, entre sus manazas, pisó el rabo del mismo y estirando hasta conseguir in-movilizarlo, con una mano le retorció el pescuezo, hasta causarle la muerte, la cosa no quedó ahí en un ataque de bravuconería se acercó hasta el despacho del Director y arrojó el cadáver del gato en la mesa, entre una montaña de papeles.
Pero su poco talento, su primaria forma de comportamiento, el infantilismo que demostraba tener, aun después de haber cometido una fechoría como la de Enrique, denotaban la poca malicia con que actuaba en todos los casos, daba la impresión que lo hacía por diversión, para romper la monotonía y el tedio que producía la permanencia tan dilatada en el tiempo de la cárcel y en casi todos los casos empujado por su proverbial fama, que le obligaba a permanecer permanentemente en el candelero.
Ese era precisamente su punto débil, que no consideraba como grave lo que acababa de perpetrar y presumía de ello en la pri-mera ocasión que tuvo, no tenía sentido para él si no llegaba a ser de conocimiento público que el autor de los hechos había
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sido él, para nada estaba dispuesto a permitir que se le adjudicara tamaño hecho a otra persona que no fuera él mismo, su prestigio y su fama podían verse mermados y para nada estaba dispuesto...
Por tanto comenzó a dar explicaciones, sin que nadie se las pi-diera, para que se extendiera por todo el Centro la noticia de que él había sido el autor de lo que pensaba había sido un asesinato, craso error, porque el Director que no dudaba por un momento que en efecto fuera el responsable del hecho, había sido alertado por los agentes que llevaban el caso para que no tomara medidas en el asunto, con el fin de recabar pruebas suficientes e imputar al autor, y a tenor de lo ocurrido le habían “ordenado” al Director, dejara tiempo suficiente para que quien hubiera perpetrado la au-toría del frustrado crimen, “cantara” y sobre todo tener la certeza absoluta de cuáles eran los motivos que habían propiciado un cri-men, que sin duda nadie entendía, dado el corto espacio de tiempo de la presencia de la víctima en la Prisión.
Como el “Genio” no encontraba eco suficiente que le elevara a la admiración y él necesitaba para mantener su ego que así fuera, empezó a señalar al Jefe de Galería, e insinuar que: “más de uno sabía muy bien de que estaba hablando”.
Poco a poco se fue cerrando el cerco de la Investigación y llegó la hora de interrogar al Jefe de Galería, éste había tenido en pocos días más llamadas telefónicas que de costumbre, que el denominaba de casa, pero que habían sido registradas en un libro y seguidas con el olfato que la Policía tiene en estos casos.
Se había descubierto, el derroche que había tenido con la sud-americana, los regalos ostentosos con que le había obsequiado en pocos días y al mismo tiempo el despecho de ésta, motivo por el que le llamaba con tanta frecuencia, al sentirse engañada nada menos que con una de sus hermanas. Declaraciones que estaba dispuesta la dolida amante, a llevar hasta sus últimas consecuen-cias, con tal de perjudicar a quien le había traicionado.
La Policía estaba configurando un puzle en el que los persona-jes investigados, estaban tomando una posición concreta en el ta-
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blero, pero faltaba alguien más para completarlo y nada mejor que interrogar al “Genio”, primero para que se sintiera importante y en segundo lugar para que, mediante una treta de la policía, se sintiera traicionado, de esa manera el “Genio”, no les cabía la me-nor duda cantaría hasta quedarse afónico si era preciso.
Pusieron el plan en marcha, llevaron al despacho del Director al Jefe de Galería y cuando se personaban con el “Genio” en el des-pacho, sacaron del mismo al Jefe de Galería, no sin antes percatar-se que el “Genio” observara, cómo se le llevaban esposado.
Picó el anzuelo, cantó y contó, lo del soborno, lo del ciego del perro que venía a ver a la víctima, el dinero que había cobrado y repartido en un santiamén, la participación en el negocio del Jefe de Galería, pormenores de cómo llevo a cabo la acción de arrojar por la baranda de la Tercera Galería a la persona que le habían señalado y que tan siquiera conocía y todos los detalles de la ope-ración que le fueron requeridos.
Pero lo que más indignó al “Genio” fue enterarse, de que ade-más de que su confesión coincidía al pie de la letra con la del Jefe de Galería, cosa totalmente incierta, pues éste apenas había conta-do nada, tal vez por dignidad y pundonor profesional, fue enterarse que Enrique no había muerto y que su intento había fracasado, aunque reconocía que era la primera vez que le hacían un encargo tan fácil de llevar a efecto y fallaba, se prometía poner más esme-ro en la próxima ocasión y contestaba con una frialdad, que tenía fuera de sí al propio Director y a cuantos se encontraban presente en aquel acto. En consecuencia efectuó una declaración de auto culpabilidad, que despejaba cualquier duda.
Se le situó en la Celda de Castigo al “Genio”, y por toda la cár-cel corrió la noticia, a nadie extrañaba que viniendo de parte de tan afamado y sanguinario autor, no se fuera a tomar una medida de escarmiento que sirviera de lección al resto de los presos, con lo cual ni se alegraban del asunto, ni querían hacer comentario alguno, en evitación de sufrir algún correctivo, si demostraban simpatía, como había pasado en otras ocasiones de parecida traza.
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Julio fue detenido ese mismo día, y conducido en presencia de la Jueza que instruía el caso de Lucía, y que ahora se veía en la necesidad de abrir un anexo con el asunto de la cárcel.
La Jueza tenía ante sí las declaraciones confirmadas, tanto del “Genio”, como de los dos funcionarios de la cárcel.
Advertía a Julio de que a partir de aquel momento, queda-ban en suspenso todas las declaraciones, que bajo juramento ha-bían realizado, si bien ello no eximía de la condena que pudiera imputarse, por perjurio y ocultación de pruebas en el caso.
Igualmente la Jueza dispuso fuera detenido en los calabozos del Juzgado, en prevención de juicio y en tanto no tuviera lugar la vista del caso.
Eugenio López Oñate, alias el “Genio”, Andrés Fernández Qui-jano y Julio Menéndez Aguilar, encausados en el mismo auto fue-ron requeridos para ser juzgados en vista pública, a los ocho días de los hechos, como rezaba en el tablón de anuncios del Juzgado de lo Penal, Nº 18, Sala B, de dicho Juzgado.
Otra vez los medios de comunicación, familiares y cono-cidos de los encausados, todos los amigos implicados en el caso de Lucía, incluidos Delia y Luis, citados por si se precisaba su declaración y que obligatoriamente tuvieron que personarse, con un abogado de oficio.
El caso se había complicado con nuevos delitos, perjurio, ex-torsión, intento de asesinato, homicidio frustrado, soborno y un montón de artículos del Código Civil y Penal conculcados que daban lugar en aquella vista.
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CAPÍTULO VII
El día del juicio...
Como era de esperar, las miradas que se cruzaban entre los asistentes eran de muy diferente índole, todos buscaban la presen-cia de la persona de Enrique, que en principio no se sabía si acu-diría a la vista o no, pues al menos la presencia de su abogado en la Sala creaba esa duda.
De inmediato y antes de que apareciera la Jueza, esta vez asistida por dos letrados, en una silla de ruedas apareció Enrique, cabizbajo, más delgado que de costumbre, con un gotero aplicado a su brazo, en el que se descubría para que no quedara duda el reloj efectivamente en el antebrazo derecho, junto a él dos policías encargados de su custodia, que a indicaciones de la Jueza tomaron asiento junto a él, uno a cada lado.
Dio lugar el comienzo de la vista, esta vez la solemnidad del auto, se manifestaba por las togas, tanto de la Jueza, como de sus acompañantes, con puñetas y emblemas o distintivos del Cuerpo del Colegio de Jueces del Estado.
Un Crucifijo junto con la Biblia componía el Tribunal, en una superficie más elevada del resto del estrado.
Enfrente del Tribunal, había una especie de púlpito para to-mar declaración a los testigos y acusados, una señorita con apara-to de taquigrafía, completaba el resto de la Sala que también apa-recía repleta de personas, familiares de los encausados y periodis-tas.
La Jueza advirtió a Lucía, que fue la primera en ser inte-rrogada, que antes de prestar juramento, pensara en las conse-
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cuencias de perjurio a que podía exponerse, delito tipificado, caso de producirse, con varios meses de cárcel, exigencia que hacía extensiva a cuantos iban a prestar declaración acto seguido.
Lucía entre sollozos comenzó su declaración, alegando que además de ser ella la víctima, ahora se encontraba imputada en un nuevo caso, en el que su participación involuntaria había sido in-ducida por la tardanza en hacerse justicia, esto lo decía aleccio-nada por su abogado que quería sentar como premisa, que su participación en el caso de intento de asesinato de Enrique, tenía como causa principal el tomarse la justicia por su mano, ante la desidia de los Tribunales de Justicia, que no terminaban con un veredicto final.
La reacción de la Jueza, así como de uno de los Magistrados que se encontraban en el tribunal, exigieron de Lucía que se abs-tuviera de hacer comentarios, y solamente contestara a lo que se le preguntara por parte de los abogados de la acusación y de ella misma.
En cambio Lucía o no quería entender o parecía estar dispuesta a ser expulsada del estrado, porque continuaba con su alegato, de que no se quería hacer justicia con ella, tal vez, decía levantando el tono de su voz porque era una pobre ciega, sin recursos, sin abogados de elite y porque su caso apenas tenía importancia.
Recriminada y advertida nuevamente, decidió no contestar a las preguntas que le hacían, tanto a las puramente técnicas, como las que directamente le afectaban y trataban de saber, hasta qué punto ella había participado en el caso de intento de asesi-nato de Enrique, su negativa fue tan rotunda, que tuvieron que prescindir de seguirle interrogando.
Se llamó acto seguido a Julio, que como el resto de los citados, permanecía en una sala contigua a la que se llevaba a cabo el jui-cio.
Apareció esposado, sereno, acompañado por una señorita con uniforme de policía, le fueron leídas en alto las mismas adverten-cias que a Lucía, tomo posición en el estrado y comenzaron a rea-
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lizársele las preguntas, con poca variación, que le acababan de hacer a su prometida.
Le fueron leídas las declaraciones, en los puntos más importan-tes que habían realizado los funcionarios asignados en el caso, en la que su colaboración como promotor no dejaba lugar a dudas y solamente la Jueza, quería corroborar en aquel acto, las que había realizado también él en presencia de sus abogados.
Julio admitió, como no podía ser de otra manera, que en efecto cuanto allí se mencionaba, correspondía con lo ocurrido, y que en su descargo tenía que decir, que había obrado cegado por la ira, el deshonor, la venganza y en definitiva la impotencia, ante tan criminal acto, como el que se había cometido con su novia.
Nada más hubo que añadir por parte de los abogados y presen-tes en el Tribunal, ante una declaración que se presentaba, con una claridad meridiana, respecto a la participación de los hechos por parte de Julio,
Llegaba el turno de Enrique, quizás el más esperado, sobre to-do por los reporteros de diferentes medios, que se encontraban en la Sala Ayudado por los policías que le daban escolta, fue llevado hasta la parte frontal del Tribunal, con la silla de ruedas y la para-fernalia de los goteros y vendajes que componían una estampa de Enrique patética.
Apenas levantaba la voz, posiblemente porque su enfisema pulmonar se lo impedía, ante lo cual la Jueza se prometió ser breve y solamente quería saber su aportación en el caso del que había sido víctima, sobre todo quería descubrir, si se trataba de un intento de suicidio, un atentado en toda regla, o simplemente un accidente, que había provocado el estado en el que ahora se encon-traba.
Enrique se limitó a decir, que apenas recordaba otra cosa que fuera la del momento en que se vio volando sin motor y terminó acto seguido en un aterrizaje forzoso... y que poco más podía de-cir.
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Ante tales manifestaciones, se dibujó una sonrisa en los asisten-tes, al comprobar que la brevedad de sus palabras contestaba al preámbulo de la Jueza, con total contundencia.
Tocó el turno a Laura, que más que declarar sobre los he-chos, lo que hizo fue opinar, seguramente siguiendo los consejos de su padre, ampliando tal vez, lo que su novio no pudo o no quiso decir: “que habían sido muy rápidos en condenar a Enrique, con unas débiles pruebas y que sin embargo, en esta ocasión en la que existían pruebas más que sobradas, todavía no existía una condena en firme”...
En cuanto a la declaración de Luis y Delia, podría decirse que carecía de relevancia, al menos en el caso que ahora se juz-gaba pues tan siquiera estaban presente, en el día que se pro-dujeron los hechos, por tanto quedaba en puro trámite adminis-trativo su presencia en el juicio, aunque naturalmente les había ocasionado trastornos, también es cierto que la compañía que su-puso para Lucía su apoyo, en momentos tan difíciles como los que estaba viviendo, bien valía la pena tanta molestia, que ellos daban por bien empleada.
Lo que realmente todo el mundo estaba esperando, eran las declaraciones de los funcionarios de la Prisión, autores materiales de los hechos y dónde se encontraban las claves de todo el tin-glado montado para llevar a buen puerto el atentado contra la vida de Enrique, no solamente la expectación levantada por la concatenación con los hechos anteriores, que afectaban a Lucía mayormente si no porque, ahora se esperaba por parte de los me-dios, un escarmiento ejemplar de la Justicia, ante la corrupción evidente que suponía para la Administración, el encausamiento de dos funcionarios.
La sorpresa vino cuando un Ujier del Juzgado, recibió la orden de desalojar la Sala, ahora lo que iba a tener lugar, en opinión de los componentes del Tribunal, debería llevarse a término a Sala cerrada, con la presencia solamente de los imputados, abogados y el propio Tribunal, más los miembros del Cuerpo de Seguridad del Estado allí presentes.
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Pasó a la Sala en primer lugar el Jefe de Galería, venía con uniforme y todos los atributos, emblemas e insignias y distintivos correspondientes a su cargo y años de prestación de servicios. Contrastaba su figura en medio de dos policías armados y tam-bién uniformados, aunque había que observar que tal vez en atención a su cargo, éste no permanecía esposado.
Antes de subir al estrado para serle leídas las instrucciones impuestas por el tribunal, sin que hubiera mediado palabra alguna, en un rápido movimiento, apenas percibido por los allí presentes, el Jefe de Galería arrebató de la pistolera el arma reglamentaria de uno de los guardias que le daban escolta, sin que éste pudiera ha-cer nada para evitarlo, salió huyendo por la puerta que le había conducido hasta la Sala, mientras todos se quedaron petrificados, ante lo ocurrido delante de sus propias narices.
Antes de dar alcance a la puerta de salida, alertados de la fu-ga de un preso, que no era la primera vez que se producía, los guardias de seguridad y los policías que, en número necesario, vigilan las dependencias, dieron al traste con las intenciones del Jefe de Galería abriendo fuego, y sin distinguir un objetivo claro, éste cayó... de un certero disparo, que terminó con su loca huida y muriendo en el acto.
El juicio pese a todos estos incidentes, cuyo alcance tan solo conocían los componentes del Tribunal, los policías, y nadie más, continuó con su vista, esta vez tomando todas las precauciones, como era de esperar, ante la presencia y el turno del “Genio”, quien gozaba de una reputación, que obligaba a tomar todo tipo de medidas.
Con una serenidad rayando en el desafío, apareció la figura im-ponente, gigantesca, chulesca y hasta sonriente del “Genio” en la Sala.
Una mirada profunda, de perdonavidas, que dirigió a la Sra. Jueza, estremeció las profundidades más recónditas y los entresi-jos de ésta, que no podría decir si se sintió amenazada, halagada o presa de la mirada fría y calculadora, de lo que a todas luces era el prototipo de asesino que no figuraba en los tratados de psico-
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logía más recientes. El “Genio” dio tales muestras de conformidad de lo que allí se estaba cociendo, que sorprendía su asentimiento, a los cargos que se le estaban imputando, casi sin pestañear y sin negar naturalmente la mayor, estuvo de acuerdo, en admitir haber sido el autor de los hechos y nada tenía que alegar...
Cuando fue preguntado acerca de su complicidad con el Jefe de Galería, escupió al suelo como toda respuesta, y nada respondió al preguntarle acerca de si conocía o no al vigilante, medio ciego que andaba por las dependencias penitenciarias, como tantos otros vigilando sobre todo los exteriores y accesos a la cárcel. Solamen-te quedaba la declaración de Andrés, de quién al parecer el único cargo que pesaba sobre él, era haber facilitado tanto el acceso del dinero para el soborno, como haber mediado en el trato de Julio con el Jefe de Galería y éste, no negó en ningún momento esta participación, aunque lo que realmente buscaba el Tribunal, era saber si su participación directa en los hechos había sido premedi-tada o sencillamente, como quedó probado, solamente una colabo-ración necesaria en el asunto.
El único que realmente salió perdiendo en todo el asunto, fue el Jefe de Galería, que murió en el intento de fuga perpetrado en los pasillos de las dependencias judiciales.
Así rezaba el documento que acompañaba su cadáver hasta el Anatómico Forense, donde le sería practicada la correspondiente autopsia, antes de que sus restos fueran trasladados a su localidad natal.
También Enrique no había salido bien parado en este asunto, pues aparte de haber estado a punto de perder la vida, todavía se debatía por salir adelante y si no llegaba pronto un trasplante de pulmón, su vida aparte de correr serio peligro, dependería siempre de asistencia hospitalaria.
Por otra parte la sentencia que pudiera caerle a Julio, a Lucía, a Andrés y sobre todo al “Genio”, estaba aún por dictar y un nuevo intervalo de tiempo se abría, lo que significaba que esto era como el cuento de nunca acabar, en opinión de Laura...
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Se sucedían los días, pero cada vez parecía estar más liado todo el asunto de Lucía, ahora con las complicaciones y con lo nuevo de Enrique, ella como los demás, tenía la sensa-ción de que su caso había perdido vigencia, ante la importancia del caso de Enrique, que se encontraba en fase de solución, y quien sabe si como le había ocurrido a ella, un nuevo aconteci-miento no daba al traste también con este.
Se estaba dando cuenta que su caso, realmente comparado con el de su ex amigo, carecía de importancia, si bien le había costado la pérdida de su novio y encontrarse encausada en unos hechos que todavía no sabía hasta que punto le podrían complicar su vi-da, había perdido la amistad y estima de su amiga Laura y en defi-nitiva lo que comenzó siendo un tropiezo por parte de Enrique, había terminado con auténticos tintes de tragedia.
Lucía que contaba con la colaboración del Centro, recababa in-formación por parte de los abogados que se habían personado en la causa, tratando de ver si era posible retirar los cargos, para que al menos Enrique se sintiera aliviado con esta decisión, aunque de poco le valdría a su novio tomar semejante postura, sin tan siquie-ra consultarlo con él.
Era una decisión poco meditada, y como le indicaban sus abo-gados, fruto seguramente de los días de angustia a que se habían visto obligados a vivir todos los encausados, por otra parte en nada cambiaría tanto la vida de Enrique principal imputado, que se enfrentaba a una lucha sin cuartel por salvar su vida, así como la de Julio que se sentiría frustrado, defraudado y sin dinero al haber intentado limpiar el nombre de una novia, ultrajada, man-cillada y violada.
Retirar los cargos, a estas alturas de la causa, sería poco menos que convenir en dar la razón a Enrique, que en ningún momento se había declarado culpable, a pesar de que todas las pruebas apunta-ban y demostraran lo contrario.
Además con ello no conseguiría acelerar el proceso, que mar-chaba en opinión de los letrados viento en popa, pues ellos tenían
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casos pendiente de veredicto que llevaban años esperando, y éste a raíz de lo sucedido en la cárcel, tenía visos de ser re-suelto en menos tiempo de lo previsto.
Le daban la razón en una cosa, y es que comprendían perfec-tamente el hastío a que había llegado con tanto embrollo, las com-plicaciones añadidas al caso, lo sucedido en los Juzgados, todo el trámite de una complejidad inteligible, para ellos que eran letra-dos, cuanto más para la gente de la calle, la evidente puesta en escena por parte de los medios, que habían mellado la convivencia entre los amigos y en las propias familias, que se encontraban se-ñaladas públicamente. Todo ello llegaba a causar tal deterioro en la vida corriente y ordenada de la gente, que no les extrañaba lle-garan a tomar decisiones como la que ahora apuntaba Lucía, con tal de acabar con este tipo de alteraciones, que habían hecho cam-biar su vida de manera determinante.
Sin embargo le aconsejaban se lo tomara con calma y cierta fi-losofía, los pasos ya estaban dados, lo que fuera a suceder ya no estaba en sus manos cambiarlo, tenía que estar preparada para todo, incluso para ser condenada por perjurio, ocultación de da-tos o cualquier imputación documentada que pudieran aportar sus Señorías.
Lo mejor era olvidar, que no abandonar, el asunto por una temporada, el tiempo todo lo allana decía uno de los abogados y cuando menos se lo esperara vendría la solución a sus proble-mas. Lucía les preguntaba a sus abogados, si tenía que permanecer en Madrid por si era requerida o podía ausentarse durante una temporada, tal y como le estaban aconsejando, con el fin de olvi-dar o mejor aparcar, todo el tema.
Habían pensado tanto Luis como Delia, que podía aprovechar el viaje de vuelta, una vez testificado ante el Tribunal, lo que le daría cierta calma que en estos momentos necesitaba, para refle-xionar y llevar un poco de paz a su conciencia.
Uno de los abogados dijo, que siempre que dejara constancia de los motivos por el que se ausentaba y también el lugar y la
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dirección exacta en la que pudiera ser localizada, creía que no se-ría difícil conseguir de la Jueza, dadas las circunstancias, un per-miso por un determinado número de días y bajo la responsabilidad de sus abogados.
Así se tramitó y Lucía se comprometía a estar de nuevo en Madrid, en un espacio no mayor de quince días hábiles, a presen-tarse diariamente en la comisaría o Cuartel de la Guardia Civil de la localidad donde ubicaría su residencia temporal y a guardar secreto de la vista y no efectuar declaración alguna en medios de comunicación y sobre todo, le hacía la Sra. Jueza res-ponsables del incumplimiento de alguna de estas normas a los abogados, que ella libre y voluntariamente había asignado para su defensa.
Lucía aunque eran muchos los requisitos que se obligaba a cumplir, quiso contar con la aprobación de Julio, pero le fue dene-gada la entrevista por estar incomunicado, por orden de la Jueza que llevaba la causa.
Aunque le parecía una traición, abandonar aunque fuera por un tiempo mínimo a su suerte a Julio, decidió darse unos días de descanso con su amiga Delia, que estaba encantada con esta deci-sión y prestarle toda su ayuda sin condiciones.
Mientras en los despachos de los abogados de las partes, se es-taba recibiendo el veredicto de las sentencias para cada uno de los imputados, era verdaderamente sorprendente la celeridad con que se habían resuelto las mismas y no recordaban en sus muchos años de carrera, que asuntos tan enrevesados, se hubieran solucionado en tan relativamente poco tiempo, por lo que se alegraban, pues todos tenían material suficiente en que ocuparse y un alivio de esta naturaleza era muy bien recibido.
Las sentencias quedaban a la espera de ser impugnadas o ele-vadas a otras Instancias Superiores, entiéndase al Tribunal Supre-mo o similar, por cuanto tenían un carácter puramente informativo y oficioso a los letrados, no pudiéndose hacer uso de las mismas, hasta que fueran públicas y comunicadas a los implicados.
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Eran sentencias en opinión de los juristas sujetas a ley, de difí-cil aplicación y muy trabajadas y meditadas, teniendo en cuenta la imputación en los hechos de varios funcionarios, y la posterior incidencia, con resultado de muerte por parte de uno de ellos, lo que podría llevar a tener que abrir un nuevo expediente por lo ocu-rrido en el Juzgado y que retrasaría en extremo la causa.
Por tanto había que felicitarse, en primer lugar por haberse con-seguido la resolución del caso, y después porque las penas pro-puestas para cada uno de los imputados, daban como consecuen-cia la magnanimidad de la Sra. Jueza, que sin duda se había cu-rrado bien el caso.
El documento oficial que se remitió a los abogados decía así:
Juzgado Nº 18, Sala B
“El Juez en Primera Instancia, Titular del Juzgado de lo Penal, hace saber”:
“Que, vista la causa por la que se imputa a los abajo seños, acusados en la participación de los hechos y cuyas circunstan-cias, lugares y fechas se indican, juzgados en vista pública y se-gún los artículos requeridos por la ley para este tipo de encausa-mientos, tiene a bien formular y formula la siguiente sentencia”:
“Que el acusado D. Julio Menéndez Aguilar, como autor- induc-tor de los hechos imputados, que dieron como consecuencia el acto criminal, llevado a efecto en la Prisión de Alcalá Meco, en las circunstancias que se describen en folio aparte, es res-ponsable de hecho y cohecho, siendo sentenciado en aplicación de la ley vigente, que para este delito se encuentra tipificado en los ar-tículos, que aparte se mencionan, y correspondientes al Código Civil y al Código Penal. Vengo a condenar y condeno al imputado: a Siete años de pena mayor, e indemnización a la víctima o sus familia-res, en la cuantía de seis mil euros”.
“A l acusado y juzgado D. Eugenio López Oñate, alias el “Genio”, reincidente, autor material de los hechos, en cumplimiento de va-rias condenas por delitos imputados con anterioridad a los hechos,
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con el agravante de alevosía, premeditación y estando privado de libertad.
Vengo a condenar y condeno al susodicho: a Diez y Seis años y un día de prisión mayor, y a la indemnización de doce mil euros en concepto de daños y perjuicios a la víctima o sus familiares”.
“Al acusado y juzgado D. Andrés Fernández Quijano, em-pleado Vigilante en Funciones de la Prisión de Alcalá Meco, igualmente al imputado en los hechos, se le condena: con la destitu-ción del cargo e inhabilitación para ostentar cargo público, por un periodo no superior a Diez años y a indemnizar a la víctima o sus familiares con la cantidad de tres mil euros”.
El caso desgraciado del funcionario, que a petición de sus compañeros, no se alude ni se hace público su nombre, no existen pruebas concluyentes de su causa, al ser interrumpida la misma por los hechos desgraciados, acaecidos en el propio Juzgado.
Todo lo cual pongo en conocimiento de Vuecencias, cuyas vidas guarde Dios muchos años.
Firmado:
La jueza del Tribunal
Laura herida en lo más profundo de su corazón, sin tener toda-vía nada claro en la participación del asunto de Lucía por parte de su novio, algo que en cambio todo el mundo daba por sentado, fue avisada desde el Hospital en el que se encontraba ingresado Enri-que, siempre con la compañía de un policía, que era relevado cada ocho horas por otro nuevo compañero, del empeoramiento de En-rique.
Sus constantes vitales habían variado en cosa de pocas horas, nada se podía hacer, como no fuera mitigarle los síntomas que acompañaban a su respiración cada vez con más complicaciones. El esperado trasplante que pudiera salvarle la vida, tardaba en llegar y el desenlace final, se presentaba en cualquier momen-to como definitivo.
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Esta vez acompañada por sus padres, se personaron en el Hospital, donde todo fueron facilidades, para presentarles la documentación requerida por parte del padre de Laura, que pare-cía interesarse por fin, en el asunto que tanta tristeza causaba en su hija.
También estaban allí familiares y allegados a Enrique, que se-guían la trayectoria del caso, que apenas habían tenido ocasión de conocer a Laura, y ahora ya era tarde, pues en los pasillos corrió la voz de que Enrique había fallecido...
La indignación de Laura y la emotividad del momento hicieron que montara un número de tal envergadura, que gracias a la mediación de su padre no llegó a mayores, pues ésta amenazante, se enfrentaba a facultativos, policías y a quién cayera en su ca-mino. Abandonaron el recinto, no sin antes personarse en el des-pacho de la Dirección del Hospital, presentarse con sus credencia-les el padre de Laura y exigir un informe exhaustivo y completo, del tratamiento seguido en el caso de Enrique, que debería estar disponible en la mesa de su despacho, en un espacio no superior a dos días, con tal contundencia pronunció este requerimiento, que el propio Director del Hospital, se comprometió personalmente a hacérselo llegar lo antes posible.
Al despedirse de los familiares de Enrique, el padre de Laura que comprendía la tensión del momento, quiso llevar a su ánimo un poco de esperanza, haciéndoles saber que se iba a hacer cargo del asunto aunque, desgraciadamente como le ocurría a su hija, nada ni nadie podía devolverles a su ser querido, pero al menos sí se haría justicia en un caso, que en opinión de su hija, de él mismo y a la vista de los acontecimientos, se había obrado con bastante negligencia, algo que él debido a su cargo, no iba a permitir ni podía dejar pasar por alto.
La noticia del fallecimiento de Enrique principal encausado en el delito de la violación de Lucía, corrió como la pólvora en los medios y se abrió de nuevo el filón, ya a nadie se le ocultaba que
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la trama y complicación que había adquirido el caso, era digno de un buen guion de cine o por lo menos de novela.
El culebrón estaba servido, era cuestión de prolongar en el tiempo el asunto, midiendo y dosificando la información, aunque los titulares de los periódicos aquel día eran evidentemente ten-denciosos y espectaculares y más aún en los medios tenidos por sensacionalistas y pasto sobre todo para revistas del género.
En efecto la publicidad de los medios, la televisión y la radio, pusieron en la primera plana de los tabloides, la noticia a grandes titulares aunque con una mínima explicación, con el fin de alimen-tar y dar largas a lo que se prometía una interminable fuente de noticias.
Los periódicos de ámbito nacional aquel día aparecieron con ti-tulares parecidos o casi iguales al siguiente:
“CASO DE LA CIEGA, VIOLADA POR UN COMPAÑERO“
EL PRINCIPAL SOSPECHOSO ACUSADO Y EN LA CÁRCEL, MUERE EN UN HOSPITAL ASESINADO POR UN SICARIO SOBORNADO, EN LAS PROPIAS DEPENDEN-CIAS PENITENCIARIAS”
Este era uno de los muchos titulares, aparecidos en la prensa y manipulado por un avezado periodista, que manejaba los hilos y la forma de llamar la atención de los lectores con singular maestría. En cambio no daba nada nuevo en el texto de su columna, que no fuera ya de dominio público, se dedicaba, abundando en lo cono-cido, a elucubrar, a dejar caminos abiertos, a sembrar dudas, pero no aportaba nada sustancial o primicia alguna.
En una palabra especulaba con lo que probablemente, nunca podría saberse, como era el hecho de que si faltaba el primer im-plicado, sobre quien recaían las sospechas, tal como habían de-mostrado las pruebas, ya difícilmente se podía probar algo por otra parte innecesario, cual era saber si había más cómplices en la agresión salvaje sufrida por parte de la víctima, la ciega.
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Otra vez se abrían las heridas en la pobre Lucía y su nombre volvía a aparecer en las portadas de periódicos y revistas, aun-que ella no pudiera verlo, las noticias le llegaban íntegramente y con tanto detalle, que le parecía estar viéndolas escritas, sobre todo en los titulares que dado el tamaño y color de los mismos aparecían espectaculares, como anuncios de cine, le decía su ami-ga Delia, que a petición de la propia Lucía no quería le fuera ocul-tado nada.
Gracias al menos que su imagen permanecía en el anonimato, su nombre podía ser relevante o no, pero su imagen nunca sería identificada con la de los titulares, aunque en un lugar tan pequeño como el pueblo donde se encontraba y dado la trascendencia del asunto, muchos de los habitantes de aquel lugar se preguntaban si ella no estaría empeñada, al menos, en conocer los intríngulis del asunto, aunque solo fuera por empatía con su estado y lo que en todo caso le había ocurrido a una persona como ella, limitada en sus funciones por causa de la ceguera.
Para no tener que dar explicaciones a las personas que ya co-menzaban a hacerse preguntas, en el parecer de Delia totalmente impertinentes, y por otra parte no poner en evidencia a sus ami-gos, que estaban en todo momento informándole de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, Lucía tenía previsto abandonar el pueblo, además de acudir al sepelio de Enrique, que se presumía sería doloroso para todos y para ella aún más, porque en cierto modo se sentía culpable de todo lo ocurri-do, a pesar de ser ella también una víctima.
Se encontraba en el dilema de que si no acudía, su falta podía dar lugar a que pensaran, se trataba de una venganza frustrada por encontrarse su novio en la cárcel y condenado por algo que a na-die se le escapaba, había sido preparado en colaboración con ella, a pesar de que no se hubiera podido probar nada en este sentido que hubiera podido inculparla.
Por otra parte si asistía al sepelio, se encontraría en una situa-ción bien comprometida, primero respecto a los familiares de En-
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rique, que sin duda tendrían muchas preguntas que realizarle, y en segundo término la presencia ineludible de la prensa, que la inter-pelarían para sonsacarle si ya se sentiría satisfecha y si creía que se había hecho justicia, aunque se hubiera llevado por delante a su ser más querido a Julio, quien en último extremo había pagado las consecuencias de ser víctima y verdugo, y cosas de parecido corte, a las que tendría que enfrentarse.
Todas estas consideraciones, que comentaba con sus amigos, que por supuesto estaban dispuestos a acompañarla, así como el dispositivo dispuesto para que un blindaje por parte de la Poli-cía lograra la privacidad de los asistentes a los Oficios fúne-bres, hicieron que la decisión de Lucía estuviera tomada, con todas sus consecuencias, para presentarse en el entierro de Enrique.
Sin otras consideraciones Luis y Delia prepararon la “Came-lla”, esta vez para algo bien distinto, a lo que habían vivido el ya remoto verano.
Ahora de nuevo se verían con sus amigos, algunos como Julio, encarcelado y condenado a una pena que daría al traste con todos su proyectos e ilusiones, con Laura a la que sin comerlo ni beberlo le habían arrebatado el amor de su vida y seguramente que con Roberto, que se había visto de forma tangencial envuelto en el asunto, aunque para su fortuna había salido indemne en el asunto.
Pero...
¿Qué había sido de Félix, de quien nunca se había hablado...?
Curiosamente Luis había recordado, que cuando se imputó a Enrique el asunto del reloj en la mano derecha, él creía recordar que también Félix tenía esa costumbre. Lucía dio un respingo en el asiento de la “Camella”, interpelando a Luis y preguntán-dole:
¿Cómo has podido tener oculto un dato tan significativo...?
¿No te das cuenta, de que este pequeño detalle, podía cambiar el curso de los acontecimientos...?
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Y continuaba diciendo, un tanto excitada:
Suponiendo que Félix, nada tuviera que ver con relación a los hechos...
¿Por qué, no se ha mencionado nada de este personaje, en el que nadie ha pensado... y que ahora aparece en escena...?
Luis se defendía como mejor podía, de lo que parecía tomar cuerpo de acusación por parte de Lucía, poco menos pareciera que él fuera un encubridor y se esforzaba en hacerle comprender a su amiga, que el comentario, se le había ocurrido de golpe, al pensar en la asistencia al entierro de todos los que habían compartido las vacaciones, sin más...
Todas estas y mil preguntas de parecida traza, empezaron a vo-lar sobre sus cabezas, estaban de acuerdo que aunque pareciera mentira, a ninguno se les había pasado por la imaginación implicar a Félix , que solamente les acompañó durante el via-je de regreso de vacaciones y a quien le unía una estrechísima amistad con Julio desde su niñez, además, si alguien tenía que haber mencionado a Félix, era precisamente Julio, quien convivió con él una temporada, aunque corta, en el apartamento y quien más datos conocería de su íntimo amigo.
De nuevo, volvieron a cabalgar los fantasmas, las suspicacias, las dudas...
Estaban tan hartos y hastiados de todo este asunto, que no vol-vieron a tocar el tema en todo el viaje...
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CAPÍTULO VIII
La “Camella” hacía acto de presencia ante un numeroso grupo que se apiñaba a las puertas del Instituto Anatómico Forense, cerca del Hospital de San Carlos, donde había pasado sus últimos días Enrique y también no muy lejos del Centro de la ESCI, así como de la casa de Laura.
Se estaba organizando el cortejo fúnebre para dar sepultura a los restos del infortunado. Junto a estos restos se encontraban sus familiares, una infinidad de coronas y ramos de flores, con cintas alusivas al nombre e identidad de sus donantes, entre los presentes destacaba sobre todos una señora muy compungida, que por su aspecto y edad bien pudiera ser la madre de Enrique.
No muy lejos de ella, acompañada por un Preceptor se encon-traba Laura, llorosa, afligida, y junto a ellos también se encontra-ban otros invidentes más, así como varios números de Agentes del Cuerpo de la Policía.
Lucía abrigaba todo tipo de temores en cuanto al recibimiento, pensaba que sería objeto, al aparecer allí de sopetón, de todo tipo de especulaciones, pero estaba preparada para todo..., incluso para darse media vuelta y desistir de su empeño en asistir al sepelio de Enrique por quien en el fondo sentía una profunda pena.
Nada pareció alterarse en el orden ante la aparición de Lucía Delia y Luis.
Lucía se adelantó de los tres, y pidió a Delia le llevara delante de Laura, esta al notar su presencia se fundió en un abrazo, sollo-
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zando con su amiga a la que daba por perdida y en aquel acto pa-recía recuperar de nuevo, se sucedieron los saludos con Delia y Luis y la que parecía la madre del difunto y que efectivamente lo era, dando un paso adelante, armándose de valor se deshizo de quienes estaban consolándola, y dirigiéndose hacia donde se en-contraba Lucía, sin mediar palabra, le propinó un bofetón, que estuvo a punto de dar con ella en el suelo, al tiempo que elevan-do su lastimera voz la increpaba diciéndole, que ella era la causa de tanta desgracia, algo que Lucía ya se le había pasado por la mente pudiera ocurrir.
Sin mostrar síntomas de enfado o malestar, entendiendo la postura de esa madre, que había perdido a su hijo en circunstan-cias realmente trágicas, Lucía no pronunció palabra se hizo un elocuente silencio, entre todos los presentes y no fue el asunto más allá.
Laura disculpaba el comportamiento de la mujer, y decía que sus actos eran producto de la desesperación le quitaba importan-cia, pues de hecho ella también era la primera vez que tenía cono-cimiento de su existencia y no había cruzado palabra alguna con ella.
Cuando se hubo organizado el cortejo fúnebre tanto Laura como Lucía y sus amigos de Huelva, decidieron no hacerse pre-sentes en el acto de cremación, pues no tenía sentido clavar más hondo el puñal de su dolor.
Acompañaron a Laura a su casa, ésta vez no por cortesía, sino porque necesitaba del desahogo con sus amigos, Laura insistió en que le acompañaran el mayor tiempo posible, al menos hasta que iniciaran el viaje de vuelta a su pueblo.
No supieron negarse a esta invitación, hecha por Laura con la vehemencia y el acompañamiento de sus lágrimas, Luis y Delia quedaron realmente sorprendidos de la grandeza y lujo que por todas partes se apreciaba en la casa, entendiendo ahora mejor que nunca lo sincera que era al compartir amistad, con personas como ellos y la propia Lucía, que ni en sus mejores sueños po-
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drían compararse con tanta opulencia, que además y en eso reco-nocían la humildad de Laura, jamás había hecho ostentación alguna de ello.
Consiguió Laura convencer a sus amigos, para que el resto de ese día compartieran con ella y su papá la mesa, pues era prácti-camente la hora de la comida, y tanto ella como su papá decía se sentirían muy honrados de comer con ellos.
Tanto atrevimiento creó un estado de nerviosismo en ellos que Laura apreció de inmediato, tratando de hacerles entender que la presencia de su padre no perturbaría para nada la sinceridad que ellos tenían entre sí, decía Laura para calmarles que tenía tal con-fianza con su padre, que conocía perfectamente por las descrip-ciones que ella le había dado acerca de sus amigos, quienes eran unos y otros.
A propósito de sinceridad, decía con cierta gravedad Laura, dirigiéndose a Lucía:
Quiero que sepas Lucía, que papá va a tomar cartas en el asunto de Enrique...
Está dispuesto a petición mía, llegar hasta sus últimas conse-cuencias, lo que significa que con toda probabilidad se volverá a reabrir el caso, tu caso, porque para nada ha quedado claro que fuera Enrique tu violador, aunque las pruebas presentadas por la Policía así lo atestiguaran.
Dice papá continuaba Laura que ha encontrado muchos de-fectos de forma en la Instrucción del Sumario y que su gabinete, que estudia el caso, ha encontrado suficientes pruebas como para revocar el mismo.
Tanto Lucía, en cuanto afectada principal, como sus amigos, escuchaban estas declaraciones de Laura, como suele decirse con la boca abierta, pues ellos habían dado el caso por zanjado, máxime cuando como en su caso, su novio Julio en un arrebato y llevado por la lealtad a ella, había cometido un delito, de la enver-gadura que todos conocían.
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No sabía por tanto qué contestar Lucía a su amiga, no sabía si tenía que alegrarse por la buena nueva que le anunciaba, o por el contrario, pensar en verse envuelta una vez más, y con esta ya sería la tercera vez, en los titulares de los periódicos, que sus auto-res como buitres aprovecharían para arrojarse contra ella una vez más.
Sonó la puerta de entrada y Adela recogió el maletín de mano que traía el señor, éste se adentró en el salón donde se encontra-ban los amigos y Laura, comenzaron las presentaciones, que aun-que obvias eran de rigor, y pudieron contrastar los visitantes que el padre de Laura tenía un temperamento, sereno y abierto y una dulzura y educación en sus palabras, que recordaban necesaria-mente a Laura.
El padre de Laura y sus invitados, ya sentados a la mesa para comenzar la comida, que serviría Adela, comenzó disculpando la ausencia de su esposa, que se encontraba reunida con unas amigas organizando la Campaña de Postulación contra el Cáncer, de la que formaba parte como Presidenta.
Decía alegrarse, al tiempo que les agradecía su presencia, de tener ocasión de conocerles y más concretamente en su casa, pues como suponía que su hija ya les habría puesto en antecedentes, en cualquier caso el encuentro se produciría no tardando mucho, puesto que se iba a encargar de abrir nuevamente los casos, tanto de Enrique como el de Julio, porque decía, y aquí prestaba aún más atención Lucía si cabe, tanto en uno como en otro, y aunque formaban parte del cuerpo de la Instrucción ambos, había encon-trado una serie de negligencias cometidas, desde luego sin nin-guna intención, que puede que hasta la pena que le habían pues-to a Julio pudiera verse alterada, para disminuirla por supuesto, toda vez que no había quedado claro que Julio obrara en sus caba-les, sino más bien motivado y sufriendo lo que en términos legales se denomina, locura transitoria, que de probarse psiquiátricamen-te, podrían hacer variar su condición en el caso de manera muy sustancial.
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Lucía que ya admiraba al padre de Laura, por la cadenciosa manera que tenía de hablar, por su tono mesurado y sus palabras que parecían escogidas, y que ella percibía sin verle el rostro, que debería ser de una serenidad sin paliativos, además su esmerada educación que se percibía nada más darle la mano para saludarle y mil detalles más, ahora quedaba tan a flor de piel esta admiración, que sintió deseos de abrazarle y llenarle de besos.
Ahora se abría ante ellos, ante todos, la posibilidad de hacer justicia, de medir muy bien la parte de culpabilidad que hubieran tenido cada una de ellos en los hechos, los mil y un detalles que saldrían a la luz de mano de un personaje, del prestigio y cate-goría del padre de Laura, que se prestaba a llevar este caso de forma voluntaria, aunque la especialidad principal de su carrera, fueran los asuntos relacionados con las Finanzas y la Hacienda pública. Al término de la comida pasaron al salón, donde sobre una mesita se encontraban varias bandejas con café y tés prepara-dos, junto con una bandeja de dulces y bombones y otra, con lico-res de varios gustos.
Volvieron sobre el asunto, hablaron de la situación creada para Julio, a instancias de Lucía, que encontraba la ocasión propicia, aunque inesperada, para darle vueltas al asunto. Ahora le contaba al papá de su amiga, algo que habían descubierto recientemente, cuando iniciaban el viaje de venida a Madrid para la asistencia al entierro de Enrique, (q.e.p.d.) decía Lucía santiguándose.
Se trataba del descubrimiento novedoso, de la existencia de un personaje nuevo, que todos habían dejado pasar por alto, y que mediante una observación por parte de Luis, a ella le parecía, po-día tener cierta importancia.
Tal personaje se trataba de un amigo de la infancia de Julio, con el que había mantenido una amistad relativa, pues Julio se fue del pueblo siendo niño y ahora al cabo de los años, casualmente apareció nada menos que en el Camping, lugar en el que ocurrie-ron los hechos desgraciados que desencadenaron toda la tragedia, que ya conocía y sería prolijo enumerar.
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Félix como se llamaba el personaje en cuestión, conti-nuaba diciendo Lucía, les facilitó su estancia en el Camping el pasado y desafortunado verano, a veces se presentaba en sus tien-das de campaña con un surtido de bocadillos para todos, obsequio de la casa decía, y otras con botellas de bebidas, artículos de aseo y limpieza de uso frecuente en el Camping. Nada tenía de extraño aquel comportamiento por otra parte, pues la amistad con Julio como queda dicho, era desde la infancia, que alimentada por las esporádicas visitas al pueblo por parte de Julio, aún permanecía viva.
Luego por desavenencias familiares, Félix decidió acompañar-les en su viaje de regreso a Madrid, donde estuvo conviviendo en el apartamento de Julio una temporada, hasta que se colocó en una empresa de Informática, se fue a vivir a una Residencia y nunca más apareció en sus vidas.
Chocaba este comportamiento, con un asunto que dada la pu-blicidad en los medios del caso, y conociéndoles aunque fuera de poco tiempo, no dejaba de ser extraño, no haber hecho acto de presencia, sobre todo ante la condena de Julio y los acontecimien-tos de tanta gravedad, aireados a bombo y platillo.
Para el padre de Laura, que escuchaba con atención cuanto allí se estaba relatando, no había lugar a dudas que ese era un elemento de principal importancia, que debería ponerse en cono-cimiento de las autoridades, como aportación de nuevos testigos y posibles pruebas, lo que sin duda conformaba materia suficiente para reabrir el caso.
Pidió a Lucia y a los dos amigos que acompañaban a su hija, si estaban dispuestos a prestar declaración en el Juzgado, les prome-tía que sería rápido, pues su presencia en el mismo era definitiva para abreviar la declaración y luego podrían emprender viaje. En cosa de media hora, se encontraban prestando declaración ante el Juez de Guardia de los Juzgados de Plaza de Castilla, con la pre-sencia del padre de Laura que se prestaba a ser Instructor, como letrado para el nuevo caso.
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Prometió el padre de Laura continuar con el asunto, hasta sus últimas consecuencias, asegurándoles al propio tiempo que serían molestados el menor número de veces posible, que instruiría el caso un colega suyo de eficacia probada y, que él por su cuenta, recabaría de las autoridades de Oviedo, cuantos informes pudieran aportar sobre el currículum del tal Félix, que tal vez no tuviera nada que ver en el nuevo caso, pero que era lo que preten-día probar, para descartar o empapelarle, caso que existieran prue-bas de su participación o colaboración, en los lamentables hechos que tuvieron como víctima a Lucía, ahora a Enrique y colateral-mente a Julio.
La policía había seguido las instrucciones de sus superiores, cursadas oficialmente por D. Daniel Conde Oteruelo Magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid, en las que decía literalmen-te:
“Se declara en busca y captura a D. Félix García Serrano, va-rón de unos veinticinco años, moreno, de un metro setenta de al-tura aproximadamente, unos ochenta kilos de peso, natural de Cazones (Asturias), posiblemente en la actualidad se encuentre residiendo en Madrid, en paradero desconocido y que su última residencia ha tenido lugar en la calle Castilla nº. 28 de la capital, habiéndose perdido la pista por un espacio de entre cinco a seis meses.
No es peligroso ni está armado, se le requiere para prestar declaración en hechos, posiblemente, imputables al individuo en cuestión...
”Seguía la petición, aportando algunas circunstancias más, que pudieran dar con el paradero, tal como el nombre de sus amistades, lugares que posiblemente podía frecuentar, dadas sus aficiones a la práctica del juego de bolos, y una innumerable lista de datos, que habían sido facilitados por el Ayuntamiento de la localidad de Cazones, a instancias del Secretario del Juzgado de Oviedo, compañero de estudios de D. Daniel, padre de Laura.
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Las investigaciones y pesquisas de la policía dieron como re-sultado el paradero de Félix.
Un domingo por la mañana, cuando se encontraba jugando, precisamente a los bolos, con varios paisanos en el parque del Retiro de Madrid, fue requerido por dos miembros de la Policía, que iban de paisano y previa identificación, procedieron a la de-tención de quien parecía ser la persona buscada.
Momentos antes en los vestuarios del recinto, en el que además había un Restaurante típicamente asturiano, recabaron los datos necesarios para efectuar con garantías la detención de Félix.
Solamente tuvieron que realizar una comprobación en los fi-cheros del Local, en el que se encontraban inscritos los participan-tes de la Federación Nacional de Bolos, en cuyo censo aparecía la identidad de Félix, que además respondía a la descripción exacta de que disponía la Policía Judicial.
La detención se llevó acabo sin llamar la atención de los pre-sentes, sobre todo porque en principio, solamente pesaba sobre el una más que justificada sospecha, pero solamente eso...
Deberían probarse los cargos que le fueran imputados, lo que requería un exquisito comportamiento por parte de los agen-tes de seguridad en su detención, que además tuvieron que hacer uso de la fórmula legal para este tipo de detención, que no ofre-cía ningún tipo de resistencia por parte del detenido.
Le fueron leídos sus derechos al detenido D. Félix García Se-rrano: a permanecer callado, a solamente pronunciarse en presen-cia de un letrado y advirtiéndole que quedaba a disposición de las autoridades judiciales para ser interrogado.
Conducido a las dependencias de los Juzgados de la Plaza de Castilla le fue incoado un expediente, previa declaración efectuada en presencia de un abogado de oficio, en turno de guardia.
La declaración de Félix no aportaba nada nuevo, corroboraba su amistad con Julio, daba por sentado que eran íntimos amigos,
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que no estaba al corriente de los cargos que se le imputaban en la agresión sufrida por parte de Lucía, y que en efecto el día de autos él prestaba servicio en el Camping cercano a donde se decía haber ocurrido los hechos, que acompañó a la pandilla en varias ocasio-nes con motivo de celebraciones de juergas, y que éstas duraban hasta bien entrada la madrugada, que conocía a Lucía novia de su amigo, porque él se la había presentado, que negaba con ro-tundidad su participación en lo que parecía ser una violación, que vino a Madrid en compañía de toda la pandilla y que el compor-tamiento tanto de parte de Lucía, de su amigo Julio, así como del resto de los amigos, fue siempre de lo más atenta que jamás hubie-ra él imaginado, hasta el extremo de haber pernoctado desde esa misma noche, y durante algún tiempo en el apartamento de Julio, lo que denotaba que para nada él pudiera estar implicado en la tropelía.
Declaraba con tal contundencia, que el Juez que le tomaba de-claración encontraba todo en su lugar, le decía que si realmente era inocente nada tenía que temer, pero que debería quedar a disposición judicial, para lo cual tenía que facilitarles su domici-lio y teléfono si ello era posible, para tenerle localizado en cual-quier momento.
Félix les facilitó todos los datos precisos: lugar donde vivía, donde trabajaba, teléfonos a los que podían llamar, caso de tener que ser localizado, horarios de trabajo y pormenores que le fueron requeridos.
Sin embargo el Juez quedaba un tanto perplejo ante las decla-raciones de Félix, que no tenía conocimiento al parecer, de todo el drama que antecedía a su detención y no acertaba a comprender como un caso que le afectaba tan de cerca, que había sido inten-samente aireado por los medios de comunicación de todo tipo, no le había podido salpicar en modo alguno, tratándose de una amis-tad como todo indicaba, muy cercana a una de sus víctimas, en este caso ya de dos, o según se mirara, de tres o más...
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Cuando Félix abandonaba las dependencias, después de haber prestado declaración, no le quedaba ninguna duda de que él había respondido a las preguntas que se le habían efectuado, con total sinceridad y también con contundencia, así se lo hizo saber su abogado cuando le presentó la declaración para que la firmara, asegurándole que posiblemente no sería requerido de nuevo ante tales declaraciones.
Lo que ignoraba Félix, es que a partir de aquel momento, en el que de nuevo pisaba la calle, dos agentes de paisano distintos a los que habían procedido a su detención, se convertirían en su sombra, le seguirían durante un tiempo, para tratar de cogerle in fraganti en algún error, y como señalado, como sospechoso de un caso, esto del seguimiento era una práctica llevada a cabo y algo que se hacía con todo individuo que fuera tenido como posible implicado en un caso cualquiera y más partiendo la orden de quien venía.
Lo que más preocupaba a Félix era en el estado que había quedado su reputación el Club de Bolos, al que asistía con asidui-dad y donde se encontraba con sus paisanos, formaba parte de un Campeonato y había dejado colgada una partida, pero apenas se percataron que lo que se producía era una detención, algo que pudo arreglar a su vuelta, cuando alegaba que se había visto impli-cado en una pelea de discoteca y había sido requerido para prestar declaración como testigo.
Todo quedó arreglado en el Club, pero la sorpresa vino cuando al llegar a su casa, el portero le anunciaba que dos Agentes, con un Mandamiento Judicial, habían procedido a efectuar un registro en sus dependencias, si bien le habían comunicado, que para no inter-ferir en la labor de la justicia, lo mejor sería que permaneciera ajeno a este registro, pero sobre todo, que de ninguna manera le informara de este registro legal, al inquilino del apartamento.
Naturalmente le faltó tiempo al portero para ponerle al tanto a Félix, quien quitándole importancia al asunto, volvía al alegato que había utilizado en la cancha de bolos y que al pare-
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cer había dado buenos resultados, en todo caso el agradecimien-to materializado en una buena propina por parte de Félix por esta información no se hizo esperar, algo por otra parte muy habitual en el caso de los porteros que pretenden sacar tajada de cualquier situación.
Lo que ahora preocupaba sobremanera a Félix, era si se les ocurría investigar en su entorno laboral.
Ahí sí, ahí tenía Félix algo que ocultar y muy probablemente rayando la ilegalidad, si no el delito.
Junto con un compañero de la empresa, aparte del trabajo en la misma, llevaban el mantenimiento de los ordenadores en una entidad bancaria fuera de las horas de trabajo, pero naturalmente en paralelo a la actividad que desarrollaba la empresa, que debi-do a este tipo de acciones llevadas a cabo por empleados sin escrúpulos, estaban siendo víctimas de una competencia desleal, desde todos los puntos de vista.
De lo que no tenía conciencia Félix, era de que uno de los agentes que había visitado su casa, llevaba la orden de hacerse con una prenda, a poder ser de invierno para que esta no fuera echada en falta por parte de su dueño, con el fin de mandarla al Laboratorio y establecer una comparación cualitativa, con los restos de sudor de la cazadora que se encontraba en el Juz-gado, prueba principal en la acusación y condena de Enrique.
Cuando D. Daniel tuvo el correspondiente informe del análisis de esta prueba, que era concluyente en el sentido de que corres-pondía una parte del análisis llevado a cabo con la cazadora, o al menos decía el informe, había sido usada por la misma persona que la anterior, ya no le cabía duda alguna que Félix tenía algo que ver en el delito y que para su desgracia se confirmaba lo que él llamaba un hecho de “libro”, como era que se había dado por evidente una prueba que no ofrecía ninguna duda de que perte-necía a Enrique, aparte de que él siempre sostuvo que en efecto era suya, aunque durante algún tiempo la había echado de menos.
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Junto con este informe D. Daniel, tenía otro tan revelador como el primero. Se trataba de un exhaustivo estudio llevado a cabo por el Secretario del Juzgado de Oviedo, colega suyo en los estudios de derecho, el cual había dado las órdenes oportunas para recabar de las autoridades de Cazones, todo aquello que tuviera que ver con Félix García Serrano, así como muy especialmente, las que pudieran proporcionarles en el Camping, donde había estado pres-tando sus servicios como camarero.
Todo apuntaba a que Félix había sido despedido del trabajo, por alguna anomalía que no se apuntaba en el informe, incluso no se tenía constancia, como era lo más normal cuando se producía un despido improcedente o no, pasara por la Oficina del INEM, y allí tampoco había antecedentes de ese despido, por cuanto con-cluía el informe, se había producido una irregularidad a todas lu-ces.
La mesa de despacho del padre de Laura se encontraba repleta de documentos relativos al caso, no quería hacer de menos a sus compañeros, por lo que pidió reabrir el caso y dar todo lo an-terior por zanjado.
Sería un nuevo caso, con aportación de nuevas pruebas e inclu-so nuevos testigos, con lo cual no hubo problemas de competencia con sus anteriores compañeros.
Le fue adjudicado el caso, nombró nuevos abogados de oficio, inició la citaciones y comenzaron los careos; incluso a Julio le comentaba su abogado, que para su fortuna habían vuelto a reabrir el caso, esta vez de la mano del padre de Laura, lo que le parecía a Julio que lejos de ser para él una buena noticia, más bien todavía le podía caer aún más el peso de la ley.
Su abogado trataba de hacerle comprender que una sentencia dictada, solamente se podía ver afectada para ser disminuida e incluso en algunos casos, elevadas a Instancias Superiores, revocadas mediante un indulto.
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No le podía asegurar que su caso fuera ese, pero el hecho de nuevas pruebas, si acaso, le podrían ser favorables, pues caso con-trario no hubieran removido otra vez un asunto dado por zanjado.
Y claro que había nuevas pruebas, nuevos testigos y nuevas de-claraciones, tan contundentes como las aportadas por Luis, Delia y Lucía en lo referente a la posición del reloj por parte de Félix en la mano derecha, detalle por otra parte que había de confirmarse en presencia de las partes, toda vez que el impu-tado podía cambiárselo de mano en el momento preciso en que se fuera a dar fe de esta prueba.
Por ello y para obrar con cierta astucia, que no pudiera alertar al sospechoso, se le citó al Juzgado con la asistencia de un letrado, para prestar una declaración ya con carácter resolutorio y que se suponía fuera concluyente, antes de incoar expediente en la causa.
A la puerta de entrada del Juzgado, como es preceptivo, to-das las personas, testigos, acusados, profesionales e incluso per-sonal autorizado, deben depositar sus pertenencias para pasar por el arco de seguridad, antes de personarse en la Sala a la que han sido citados.
Detrás del mostrador, en el que se depositan las pertenencias, se encontraba sin identificarse nada menos que D. Daniel, pen-diente en observar en vivo y con dos abogados, que le acompaña-ban para ser testigos del hecho, que tenía la seguridad se iba a pro-ducir.
En efecto Félix depositó, al igual que sus predecesores, todas sus pertenencias en una bandejita, efectos que le eran reintegrados una vez traspasado el arco de seguridad del detector de metales.
Cuando esto hubo ocurrido, los observadores pudieron com-probar que tanto al entrar en el arco, como al salir de éste, cómo Félix se quitaba el reloj de la mano derecha y luego volvía a po-nérselo de nuevo en le mismo lugar, con una familiaridad que de-lataba era habitual esa posición.
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El abogado de Félix tuvo que aceptar, aun haciendo constar que los medios empleados no eran los habituales, que efectivamente quedaba demostrado, que Félix llevaba siempre el reloj en la muñeca del antebrazo derecho, con lo cual el imputado se reafir-maba en asegurar que así era, los cuales no entendían que aplica-ción práctica tuviera que ver el asunto del reloj con el caso de la violada.
Además el abogado alegaba que si eso le implicaba, habría que analizar cuantas personas, en gran número también tienen esa cos-tumbre, ante lo cual el Fiscal no pudiendo contener más sus ga-nas de inculpar a Félix en el delito, empezó a enumerar lo que ni el propio Félix pensaba sería del dominio del Tribunal.
Tal era el caso de la coincidencia del olor y sudor de la caza-dora con otra prenda... más haber desaparecido del circulo de sus amigos cuando el imputado fue consciente de lo que había provo-cado entre la pandilla... haber sido expulsado sin indemnización del trabajo del Camping... su ausencia inesperada del apartamento de Julio... y que si quería más pruebas, todavía podía aportarle al menos media docena que formaban parte del Sumario.
Ante la evidencia de lo que allí estaba ocurriendo, Félix que comenzaba a derrumbarse, ahora sí, que no encontraba salida, ni coartada, ni nada que lo salvara y aconsejado por su abogado de-cidió hacer una confesión voluntariamente, bajo juramento, de su implicación en los hechos, ante la promesa por parte del Tribunal, que le serían tenidas en cuenta en forma de atenuantes, y en bene-ficios que pudieran darse en su defensa.
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CAPÍTULO IX
Félix contó con pelos y señales: cómo, cuándo, dónde y porqué ocurrieron los hechos.
Explicó con todo lujo de detalles, cómo movido tal vez por la envidia que le causaba ver a su amigo invidente, con una novia que aún invidente también, representaba para él algo inalcanzable, que en ningún momento se le pasó por la cabeza hacerle aquel daño, tanto a su amigo como a la propia víctima a quien co-nocía tan solo de unos días...
“Que, trató de acercarse a ella halagándola, con pequeños deta-lles de golosinas y cosas que hurtaba de la intendencia del Cam-ping y de un pequeño supermercado que había en el mismo...“
Que, había tratado en las pocas ocasiones que tuvo de hacerlo, conquistarla por lo legal, pero que ella no le prestaba la menor atención...“
Que, harto de tanto desprecio, lo intentó por la vía rápida y para ello robó la cazadora de Enrique, pensando que sería de Julio, con el fin de que si era descubierto en su intento, recayeran las culpas sobre su novio, quien al parecer no tenía ninguna necesidad de forzarla, pues él había espiado sus arrumacos y atenciones que se dispensaban como pareja lo que avivaba todavía más sus deseos y no desesperaba pensando, que en cualquier momento le pudiera confundir con su novio, de ahí lo de la cazadora, y accedería a su capricho...
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“Que, la ocasión se presentó propicia precisamente el día que su jefe le pilló robando una botella de champán, lo que colmó su paciencia y produjo como consecuencia su despido sin más, pues tampoco quería provocar un escándalo y trascendiera en el pueblo su conducta, para no avergonzar a sus padres...
D. Daniel que escuchaba atentamente, mientras una Secretaria tomaba toda la declaración, sin perder una tilde ni una coma de la misma, interrumpió para dirigirse a Félix diciéndole: si era cons-ciente de las declaraciones que estaba realizando y que luego de-bería firmar, a lo que Félix respondió, que sí, que era mucha la carga que llevaba soportando durante todo el tiempo transcurrido y que la única forma que contemplaba para salir de la situación, era haciendo que cayera sobre él todo el peso de la Ley.
Ante lo cual y haciendo un inciso, quiso quedar claro D. Da-niel, y le recordaba a Félix que se encontraba prestando decla-ración, sin ser coaccionado y con total libertad, al tiempo que ordenaba a la Secretaria, que así constara en Acta.
No quisieron los componentes del Tribunal entrar en detalles de cómo se produjo la violación, para no abundar en lo que había quedado definitivamente claro y las propias declaraciones de Félix así lo corroboraba al propio tiempo que su abogado, ante lo cual no había más que añadir.
No obstante y debido a la nefasta experiencia del proceso se-guido anteriormente por sus colegas, y ante la evidente publicidad que se daría al caso, al tener que celebrase en vista pública tal y como exigía el caso, quisieron asegurarse bien, por cuanto ordena-ron fuera realizada una prueba de ADN al nuevo testigo - inculpa-do, para ser comparado con las muestras obtenidas de semen, en las ropas de Lucía, que afortunadamente no habían sido des-truidas, y que junto con la cazadora, formaban parte del inventario en poder del Laboratorio de la Policía.
Esta prueba sería la que definitivamente limpiaría de toda sos-pecha el desgraciado nombre de Enrique, aunque a él desafortuna-
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damente le serviría de poco, si bien la familia lo agradecería so-bremanera.
Ya en casa, D. Daniel mantenía una conversación que conside-raba imprescindible con su hija, ya que pocas veces le había de-dicado tanto tiempo y ahora estaba convencido que era absolu-tamente necesario, sobre todo por las peni-glorias que estaba pasando.
A Laura lo que más le preocupaba, era ver el nombre de su amiga de nuevo en boca de todo el mundo, como si ya no hubiera sufrido y pasado por este infierno antes, así que le pedía a su padre que en lo que fuera posible, no le llamaran a prestar declaración al menos públicamente, lo cual decía D. Daniel no estaba en su mano, pues un caso que venía rebotado y con los antecedentes y el sensacionalismo que había despertado, era difícil que no se hiciera público, aparte que la Ley así lo exige.
De lo que más satisfecho se encontraba el padre de Laura, que repetía, que si el éxito que se había logrado en parte era fruto de su interés en el caso, sin duda se debía mucho más a su colaboración, y también estaba el hecho de hacer justicia al buen nombre de Enrique por quien ella, su hija, había sentido algo más que amis-tad y pretendía borrar de su pasado, esto que más bien tenía que entender, como un mal sueño o una pesadilla que estaba a punto de concluir.
Otra cosa bien distinta era la situación a la que se enfrentaba su amiga Lucía, que si bien por fin se sabría quien había sido el autor de su violación, para nada cambiaba la realidad de los hechos, quedaba marcada en su integridad para toda la vida y el hecho de haber perdido a su hijo, aunque fuera fruto de una violación, y sobre todo tener a su novio con una condena a cuestas, que le tendría apartado de ella un importante número de años, era poco menos que una condena de por vida también para ella.
Por todo ello se prometía, y prometía a su hija, darle una fiesta que le hiciera olvidar todo este asunto, ante lo que Laura no mos-traba gran entusiasmo, pues se decía para su interior que ya
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nada sería lo mismo, que una vez terminado todo el Proceso, lo más probable es que ni se volvieran a ver, pues la pandilla se en-contraba destrozada por tanto acontecimiento desgraciado y estan-do siempre en el punto de mira de los medios, que como cuervos, solamente esperaban el desenlace final fuera el que fuera, eso a ellos es lo que menos les importaba.
¿Y Nemo, que habría sido de él...?
Se preguntaba Laura..., tal vez podía ella hacerse cargo del pe-rro, en tanto saliera Julio de la cárcel, aunque claro eso le corres-pondería decidirlo o bien al Centro, o en segundo término a Lucía... en estas elucubraciones Laura se quedó dormida y su padre le puso una manta por encima, junto con un beso en la mejilla...
El gran juicio se presentaba ahora con las novedades apunta-das, como el Juicio del año y en los medios se frotaban las ma-nos, pues aparte de que se iba por fin a sacar a la luz un caso, que dado el tiempo transcurrido ya había sido, si no olvidado, sí quedado en un lugar fuera del interés del público, pues eran cons-cientes los redactores que unas noticias suceden a otras.
Pero precisamente los nuevos elementos aportados, desperta-ban de nuevo el interés tanto del público, que seguía con entu-siasmo este tipo de eventos, así como los propios profesionales de la judicatura, que estaban deseosos de saber de qué manera se desenvolvería el caso para no perjudicar y tan siquiera manchar el buen nombre de la Institución Jurídica Colegiada.
A esto dedicaba precisamente sus últimos retoques en el caso D. Daniel, que era consciente del cuidado con el que había de pasar por el mismo, para no crear una sensación de desidia en sus predecesores y quería presentar el asunto, como un caso nuevo y no continuidad del anterior, aunque los protagonistas casi todos fueran los mismos.
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Por ello apoyaba sus alegatos siempre, basándose en el nuevo testimonio presentado por Lucía, así como en las declaraciones del imputado, que era nuevo en escena para todos.
El día que se celebraba la vista, Félix se presentaba con sus mejores galas, tal vez animado por las esperanzas que le había creado su abogado, estaba increíblemente tranquilo y presentaba el aspecto de un auténtico ejecutivo, aunque su rostro cambió y quedó lívido, ante la entrada en la Sala de Lucía y Laura que se ayudaban de Nemo, el perro guía que se encontraba bajo la pro-tección y cuidados de Lucía.
Las dos avanzaron hasta colocarse en el lugar asignado y acompañadas por un Auxiliar de Sala.
Nada más pasar junto a Félix el perro, comenzó a olfatear, a gruñir y ponerse incómodo y nervioso algo que advirtió Lucía, que pudo intuir que su violador andaba muy cerca de donde pasaba, Laura arrastró literalmente, a su amiga al darse cuenta que dismi-nuía el ritmo de sus pasos, tratando tal vez de enfrentarse con el autor de sus desgracias.
Cuando estaba todo el Tribunal formado y el público más o menos en silencio, los medios en una parte especialmente reservada para ellos, los abogados de la defensa en sus lugares y todo a punto de comenzar, por una puerta lateral a la Sala y coin-cidente con el Estrado desde el cual prestaban declaración los testigos e imputados, apareció la figura hierática de Julio, con su traje negro, diríase que a tono con la solemnidad del momento, sus gafas oscuras, su bastoncillo blanco, su cara de un pálido apreciable, bien arreglada su barba, su impecable camisa blanca con corbata oscura, le daban realmente un realce muy especial, sobre todo porque contrastaba con los brillantes grilletes que ligaban sus manos.
A su aparición, Félix notaba como le recorría una corriente eléctrica por todo el cuerpo, le resultaba inquietante su presencia, pues ya conocía como se las gastaba su amigo y la prueba más patente era lo ocurrido con Enrique.
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El Juicio comenzó con precisión y dentro de la hora en que es-taba anunciado, las máquinas comenzaron a tabletear y dar fe de lo que allí estaba pasando.
Tomó la palabra el Sr. Presidente del Tribunal, D. Daniel, ha-ciendo las advertencias oportunas, tanto a los abogados y jueces, así como a los testigos y acusado, se dirigió al público en general y a los reporteros de los medios de comunicación en particular, advirtiéndoles de guardar compostura y cumplir las normas indi-cadas, diciendo que sólo lo haría una vez, y que no tendría reparo alguno en mandar desalojar la Sala al mínimo incidente.
Siguiendo el orden establecido, el Sr. Presidente llamó al Es-trado a Lucía, quien juró y se reafirmó en las declaraciones que públicamente leía una Secretaria, acto seguido dio lugar a la in-tervención de Julio, que permanecía sentado con dos guardias ar-mados uno a cada lado, quienes acompañaron a Julio hasta el Es-trado, éste solamente dio fe con su presencia de que todo cuanto acababa de corroborar su novia, era cierto y no tenía más que decir, una vez concluida su comparecencia, de nuevo fue sacado de la Sala.
Lucía tuvo que hacer un gran esfuerzo para retener a Nemo, que luchaba por desasirse de ella con el fin de seguir a Julio, esta iniciativa por parte del perro, vino a poner una nota nostálgica entre los asistentes, que de inmediato se identificaban con la tra-gedia que significaba también para el perro la separación de su amo.
Llegó el esperado turno de Félix, que subió al Estrado con so-lemnidad, casi con descaro y sin perder en ningún momento la serenidad y compostura, solamente cuando se le preguntó si cono-cía a la testigo y volvió la cara para encontrase de frente con Lucía y Laura, sintió la misma inquietud, que al descubrir en la Sala a Julio, Delia y a su hermano Luis.
Se mantuvo y reafirmó en sus anteriores declaraciones, sin enmendar nada de lo que le fue leído, aunque en su descargo añadió, previo permiso del Tribunal y aconsejado por sus aboga-
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dos, que quería hacer constar, que su acto fue una calentura de la que había dado suficientes signos de arrepentimiento y que apro-vechando la presencia de Lucía, quería pedirle disculpas pública-mente por el daño que le había ocasionado, que además, y aquí saltó la sorpresa, estaba dispuesto a reparar el daño que le había ocasionado, si ella consentía... casándose con ella... en ese instante aumentaron los murmullos en la Sala, y el Presidente obligó a guardar silencio, algo que ocurrió de inmediato.
Continuaba diciendo Félix con voz patética y balbuciente, ya a punto de romper en llanto, que estaba locamente enamorado de Lucía..., que se arrepentía de la barbaridad que había cometido, pero que fue mayor el atractivo que supuso para él, pasar por el lugar de los hechos y contemplar la dulzura y el candor con que se encontraba allí..., en la arena, dejando al descubierto parte de sus encantos naturales, a la vez que dejaba ver su ropa inte-rior y que... no pudo resistir el irrefrenable impulso de arrojarse sobre ella...
Ante semejante declaración interrumpió D. Daniel, preguntán-dole, que cómo podía explicar entonces, si fue como declaraba una casualidad el encuentro con Lucía, el robo de la cazadora y las circunstancias que acompañaban el caso, así como el permanente acoso a que sometía a Lucía cada vez que la ocasión era propicia, si todo lo ocurrido no era más bien producto de una maquinación premeditada, qué motivó que se apartara de la pandilla desapare-ciera de casa de Julio, el hecho de no haber aparecido ante los incidentes, que dieron con Enrique en la cárcel, etc. etc. etc...
A la vista de lo cual Félix ya sí, inmerso en un elocuente sollo-zo, no sabía o no podía contestar... Lucía irrumpió en lágrimas ante el cuadro que se representaba ante ella, con toda crudeza a la vez que con todo realismo y brutalidad.
Laura trataba de consolarle aunque eran vanos sus esfuerzos.
El juicio quedó aplazado hasta dar veredicto, y Félix fue incul-pado y declarado convicto y confeso, hasta pronunciarse sen-
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tencia definitiva en el caso, fue detenido y llevado en prisión preventiva.
No fueron necesarias las pruebas de ADN, que en todo caso D. Daniel se había encargado personalmente tenerlas al día, y que por otra parte arrojaban una información, que no dejaba lugar a dudas en cuanto la autoría de los hechos. Las pruebas de ADN realizadas a Félix, daban como resultado, que en efecto comparadas con las prendas examinadas, correspondían a la misma persona.
Además la confesión de Félix eliminaba cualquier duda al res-pecto, quedaba saber si este hecho, es decir el de su confesión es-pontánea, representaría algún atenuante en la sentencia que se le aplicara por el delito cometido.
Tanto el Fiscal como los abogados, estuvieron de acuerdo en convenir, que lo mejor sería dejar en manos del Jefe del Tribunal D. Daniel, quien tenía sobrada y probada carrera a sus espaldas, para discernir cual debería ser la sentencia y las penas correspon-dientes en un caso, que se decían, estaba siendo analizado con lupas.
De nuevo la prensa se hizo eco, esta vez quitando hierro al asunto y esperando de la benevolencia del Tribunal, apuntaban que sin duda, se habrían tenido en cuenta, no solamente el arre-pentimiento del acusado, sino también y muy especialmente la disposición del mismo para reparar el daño efectuado, llevándolo hasta sus últimas consecuencias, es decir tal y como había hecho saber, casándose con la víctima, si esta accedía a ello naturalmen-te.
Pero Lucía y también sus amigos no estaban para gaitas y les parecía que lo que Félix había logrado era hacerse, debido a su puesta en escena, sino una víctima, sí al menos conseguir caer en gracia a cuantos presenciaron su “actuación”, decía muy enfa-dad Lucía.
Por el contrario, los abogados y sobre todo Félix, como él mismo declaraba a la prensa, estaba dispuesto a aceptar el cum-
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plimiento de las penas que le pudieran ser impuestas por los jueces del caso, y una vez cumplidas mantenía su promesa de casarse con quien consideraba el amor de su vida, aun reconociendo el error de haber tirado por camino más corto y también el más erró-neo para llevar a buen fin sus deseos.
Los periodistas con tal de alimentar este auténtico filón, le insi-nuaban a Félix, que si había pensado en el consentimiento tanto de Lucía, como de Julio su novio, pese a estar preso por un tiem-po, a lo cual respondía totalmente convencido, que eso era lo que menos le preocupaba, pues su amor salvaría cuantas barreras se pudieran poner en su camino y que no desesperaba, que algún día Lucía le correspondiera en la misma medida.
El padre de Laura estaba realmente satisfecho del curso que ha-bía seguido la causa, y decía que por fin se sabría públicamente que la Justicia aun cuando pueda equivocarse, no siempre falla, que estaba pensando en una sentencia que aparte de ajustarse a Ley fuera especialmente modélica en su género.
Sabía que tenía que ser ejemplar, justa, proporcionada y sobre todo conforme a Ley, para que no pudiera ser recurrida y crear jurisprudencia llegado el caso.
Al padre de Laura no le resultaba fácil llegar a estas conclusio-nes, porque al ser parte interesada en el caso, corría el riesgo de dejarse llevar por los sentimientos de su hija, e influenciado por estar viviendo las consecuencias del delito, casi en primera perso-na, con la permanente presencia de Lucía en su casa.
Inesperadamente de esta forma llegó a la conclusión y así se lo hizo saber a sus colegas, que no dictaría sentencia en el ca-so, que expondría sus razones en el Colegio de Jueces del Estado, para a petición propia, ser relevado en el caso por alguien ajeno al mismo.
Fue nombrada una Comisión de Expertos en estos temas, ya que el caso personalizado por D. Daniel, en efecto tenía las perni-ciosas consecuencias de ser juez y parte en el asunto, de manera
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que les pareció a los miembros colegiados una posición de hones-tidad y la tomaron, como una de las muchas virtudes que adorna-ban la profesionalidad del padre de Laura.
Evidentemente la Prensa apremiaba permanentemente, con in-sinuaciones tales, como que la Administración daba largas para dejar enfriar el momento de la sentencia, que esperaban ansiosa-mente para ver si era una sentencia salomónica, o por el contrario sería una venganza, llevada hasta las últimas consecuencias, por parte de un Juez que se sabía era inflexible ante la Ley en casos de muy ajenos a su persona, pero en esta ocasión, afectaba muy de cerca a su hija y el entorno de la misma.
La vista para la sentencia se produjo dentro de los plazos que están estipulados para este tipo de casos.
Nuevamente reunido el Tribunal, ante la sorpresa de los me-dios, esta vez presidido por un Magistrado de la Audiencia Pro-vincial de Madrid, uno de los llamados Jueces Estrella, muy conocido en los medios, por haber llevado a cabo intervencio-nes de ámbito internacional, detenciones de bandas armadas, narcotraficantes, etc. y tratándose de una vista pública, todo hacía suponer que sería el boom de la noticia.
Afortunada o desgraciadamente, según se mire, no fue así y la vista se desarrolló en un más que discreto acto, apenas en unos minutos, se dictó una sentencia, que fue inesperada para unos, mínima para otros, justa para los más, pero que a nadie dejó indiferente o impasible.
Desde luego los abogados, jamás pensaron, que unos hechos como los que allí se estaban juzgando, fueran merecedores de una pena de seis meses y un día, debían haber pesado y mucho en el ánimo de los jueces, el arrepentimiento demostrado por Félix, para conseguir pasar por alto, más de uno y de dos de los artículos del Código Penal, infringidos flagrantemente en opinión del Fiscal, pese a lo cual nadie opuso recurso alguno y se dio por concluida la vista.
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Félix ingresó en la cárcel ese mismo día...
Fue conducido a un Centro Penitenciario de la provincia de To-ledo, lo que no impidió que a su llegada todo el personal de la Prisión, así como gran parte de los internos estuvieran al corriente del caso de Félix, gracias a la ventolera desatada por la prensa y los medios de comunicación de todo tipo.
Habían dispuesto los responsables de la Prisión, que a la llega-da del “nuevo” y dadas sus características personales, por lo mí-nimo de su sentencia, así como por el conocimiento que se tenía de él, fuera ubicado en la Galería de Preventivos, Celda. 72- con el Nº. 784 de orden.
Consideraban razonable, que dado que permanecería en la Pri-sión por un espacio corto de tiempo, no contaminarle con otros presos que tenían un dilatado currículum, proporcional a las con-denas de muchos años de penas que cumplir.
No tardó mucho Félix en hacerse acreedor al trato privilegiado del que estaba siendo objeto, se ofreció voluntariamente a colabo-rar en la Oficina de la Prisión y en ella puso al día la mecánica funcional de los ordenadores, algunos prehistóricos decía en rela-ción a los que él estaba acostumbrado a manejar.
Creó formularios para estadísticas, listados, etiquetas para los archivadores, partes diarios de incidencias, cartas modelo oficial y un sin fin de innovaciones, que tuvieron como resultado un cam-bio completo del aspecto de la Oficina de la Prisión, que ahora parecía un despacho de ejecutivo y no una ratonera, estado que sugería antes de la intervención de Félix.
Julio por el contrario se removía en una tormenta que daba lu-gar en el interior de su conciencia, muy superior a lo soportable por una persona humana.
Era tal el cúmulo de datos que bullían en su cabeza referente al asunto seguido con singular interés del nuevo caso, que le pa-recía que estaban cometiendo con Lucía y con él, un atropello
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de proporciones que jamás hubiera podido llegar a soñar, tan siquiera en sus frecuentes y negras pesadillas.
No podía entender como una persona que había violado en can-tidad y calidad un montón de artículos del Código Civil, del Códi-go Penal y de todos los códigos morales, tanto divinos como hu-manos, hubiera podido salir prácticamente ileso de tanto desatino.
Se sublevaba al comprobar, cómo quedaba manifiestamente explícito, por los muchos artículos de opinión que generaba la Prensa, que el autor de los hechos había burlado la Ley, y máxime cuando su expediente “gozaba” de todo tipo de agravantes: Alevo-sía, violación, abuso sexual, abuso de confianza, ocultación de pruebas, fuga, hurto, y todo tipo de tropelías cometidos con su novia.
Pero él para nada estaba dispuesto a permitir que el autor de los hechos se fuera de rositas...
En el silencio, impuesto por las muchas horas pasadas en la celda, estaba tramando la más espectacular de las venganzas que jamás hubiera parido persona humana alguna.
Julio tenía como compañero a un individuo de etnia gitana, que llevaba por alias el nombre de Fitipaldi, “Fiti” le llamaba todo el que trataba con este personaje.
Pesaba sobre él una larga condena por haber cometido un delito tipificado como Crimen Pasional y en los anales históricos de la Prisión existían numerosos casos de esta índole, aunque ninguno revestido de la frialdad y crueldad, con que había llevado a término su acción el “Fiti”.
El “Fiti” había sorprendido a su mujer in fraganti en su propia cama, en el tálamo nupcial, como decía su informe técnico lleva-do a cabo por un abogado de su misma etnia. Un mal día en que tuvo que volver a casa, a deshoras ya que le había surgido un “ne-gocio” de trapicheo y necesitaba un dinero que no llevaba encima, cual no fue su sorpresa, al llegar a su casa y encontrarse con que su mujer, que nunca le había dado motivos tan siquiera de celos, se
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encontraba “enroscada” a un payo, que más le valiera no haber nacido...
Se había tomado la justicia por su mano, algo que en el código gitano se interpretaba como haber hecho verdadera justicia.
El “Fiti” había segado de un certero tajo la yugular de quien había mancillado su hombría, al tiempo que su honra, como suele decirse sin despeinarse, y en el mismo acto a la mujer que le su-plicaba de rodillas perdón, pues al parecer el individuo le había sometido contra su voluntad, amenazándola con llevarle a los Tri-bunales por una deuda contraída por la familia que era incapaz de liquidar, a ésta la cogió por los pelos, la arrastró hasta la calle y desnuda en medio de un charco de sangre, la dejó a la vista de todos.
Esto en el ambiente carcelario se denominaba, echarle un par de cojones y era bien visto, por lo que el“Fiti” gozaba de conside-ración, respeto y reputación por parte de los presos, que demos-traban admiración hacia la persona autor de este tipo de “haza-ñas”.
Todo ello había propiciado que Fitipaldi gozara de cierta liber-tad en sus movimientos dentro de la cárcel, amén de ser un buen mecánico y de tener al día la puesta a punto de los vehículos de los funcionarios y algún que otro Jefe de la Prisión.
Además se encargaba de las chapuzas, que en todo colectivo se producen y es imprescindible disponer de una persona de variopin-tos conocimientos en la rama del bricolaje, mecánica casera, albañilería y cuanto se le ponía por delante.
Y esa persona era el “Fiti” quien reunía todas las características y hacían que fuera el idóneo para estas funciones.
Julio sabía que tenía que entrarle con la astucia y prudencia ne-cesarias, para no ser rechazado por Fitipaldi en un asunto de la envergadura que tenía pensado llevar a cabo.
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No se le podía comprar al gitano así como así, pues la integri-dad del “Fiti” estaba fuera de toda duda en ese terreno, si bien co-nocía su lado flojo, es decir podía decirse que la similitud de los hechos una violación en toda regla, que había sufrido su compañe-ro y la suya reunían tanta semejanza, que si alguien tuviera que juzgar la importancia de los hechos y el sufrimiento que causaba esa persona sería sin duda el “Fiti”, al haber sentido en propia carne el lacerante impulso de la venganza...
A él recurriría Julio para proponerle llevar a cabo una vengan-za, que dadas sus limitaciones físicas, nunca podría llevar a buen término sin su colaboración.
De esta manera llevaría a cabo la que Julio denominaba la ven-ganza del siglo...
Durante todo este tiempo...
Ya no podía Lucía soportar más tensión debido a los meses pa-sados en permanente punto de mira, no solo por parte de los me-dios sino también por parte de compañeros, amistades, familia y quienes se cruzaban en su camino a diario.
De tal manera que quiso, como suele decirse, poner tierra de por medio. Habló con Delia quien por enésima vez estuvo de acuerdo con ella en que se fuera a su tierra a pasar una temporada y de esta manera olvidarse si no del todo, si aliviarse de tanto re-cuerdo nefasto como estaba viviendo últimamente.
A Luis tampoco le desagradó la idea, ahora podría ser en cierto modo él también protagonista adjunto en su pueblo, en el que se estaba al día habida cuenta de lo sucedido con Lucía, su novio, los amigos, la muerte de Enrique y pormenores que se habían aireado en todo tipo de revistas, sobre todo de las llamadas Revistas del corazón, lo que había hecho que los asuntos relacionados con el caso de Lucía, hubieran adquirido tintes de novela, más bien de culebrón.
Pasaron varios meses sin que ninguno de los de la pandilla tu-viera noticias unos acerca de otros.
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Laura había retomado sus clases, pertenecía a una Coral Poli-fónica que había sido creada en el Centro y se programaba un Concierto con motivo del décimo aniversario de la fundación del Centro.
Laura en su afán por recuperar de nuevo la amistad un tanto deteriorada con la pandilla, se propuso invitarles personalmente a todos para el evento, que se presentaba con tal motivo y ade-más ella como parte activa en la Coral en la que protagonizaba varios números en solitario, pretendía tener junto a sí a quienes más le conocían en esa faceta, es decir a sus amigos.
Así lo hizo, y hete aquí que Lucía se presentó con Luis ya co-mo su nuevo novio formal, algo que sorprendió aunque agrada-blemente a Laura, que entendía muy bien que se hubiera refugiado en él, después de haber pasado tantas situaciones desagradables.
Sin embargo la presencia de Félix que también asistía al con-cierto desató todo tipo de comentarios, a nadie se le ocultaba que la situación era un tanto delicada, sobre todo para la pobre Lucía, que sin duda volvería a revivir de algún modo la tragedia que nun-ca podría olvidar.
Félix había cumplido su condena y además gozaba de un ex-pediente en el que de manera muy significativa, se le tenían en cuenta los servicios prestados en la Prisión y no solamente esto, si no que le habían propuesto de manera formal, pertenecer a la plantilla de funcionarios de prisiones, con un mínimo examen de ingreso.
Félix se estaba planteando esta posibilidad que ahora le ofrecía nada menos que ser funcionario del Cuerpo de Prisiones, pues su trabajo en la anterior empresa, así como sus colaboraciones extra-laborales se habían ido al garete, con motivo de su detención y tiempo pasado en la cárcel.
Una vez fuera de la cárcel, quería reanudar su vida en primer lugar pidiéndole perdón a Lucía, y tratando de hacer realidad la promesa de casarse con ella, tal y como había manifestado en sus
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declaraciones e inculpaciones del juicio que le había condenado a prisión.
Entre Luis y Félix se produjo un encuentro, desde todos los puntos de vista muy negativo, Lucía había abierto su corazón a Luis y para nada quería saber de los sentimientos, arrepentimien-tos, o vaya usted a saber qué, por parte de Félix, que tan siquiera logró ser escuchado por ella.
Luis dejó con claridad meridiana a su ex amigo, cuál era la postura con relación a su novia y también cual debería ser la suya, para que no le cupiera duda a Félix, le prohibió tan siquiera le fuera dirigida la palabra a Lucía, caso contrario se tendría que ate-ner a las consecuencias.
Delia procuraba mediar entre su hermano y Félix de una ma-nera decía ella civilizada, para evitar el choque que se venía ve-nir, ante lo cual tuvo que esgrimir una situación, que salvaría cualquier obstáculo si es que existía.
Pese a que la pareja recientemente compuesta por Luis y Lucía parecía preparada para evitar exclusivamente el encuentro des-agradable con Félix y también con Julio, nada más lejos de la realidad, era una relación de pareja de las denominadas estable y además tenía muy claro que llevarían esta relación hasta sus últi-mas consecuencias, es decir estaban hablando de casarse.
Laura confidente de Lucía, recibía la primicia de su íntima, al saber que esperaba un hijo, esta vez deseado y cuyo responsable era Luis. Delia también tenía noticias del asunto, pero no estaba autorizada a manifestarlo, en tanto el asunto de su hermano con Lucía no estuviera consolidado, cosa que al parecer, a partir de aquel momento era un hecho sin alternativa o vuelta atrás.
En casa de Lucía habían perdido toda esperanza de recuperar a su hija, ahora ya no sabían en que forma le habían afectado los asuntos que a ellos les parecía que podían haber condicionado su vida y que tal vez obraba motivada o movida por la venganza hacia Félix y puede que hacia Julio, con quienes les había unido
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el destino, tal vez sin ella proponérselo y ahora con este nuevo noviazgo, que ellos ni aprobaban ni ponían pegas, se encontra-ban de nuevo con un embarazo que podía complicar, además de la vida de su hija, la de ellos mismos...
En tanto Julio planificaba su desquite, de la manera más burda e inquietante, sin duda motivado por las noticias que le llegaban de parte de un amigo de la ESCI, el abogado que no pudo conse-guir librarle de la cárcel y que ahora se había convertido en confi-dente, gracias a las dádivas que Julio con frecuencia le ofrecía, para alimentar el hecho de que le tuviera al día de los movimien-tos, tanto de Félix como de Lucía, a quien había perdido para toda la vida.
Sus conversaciones con “Fiti” al parecer iban por buen camino. El último informe que le había proporcionado al respecto, decía que “Fiti” tenía contacto con una exprostituta, que le estaba sir-viendo de gancho para llevar a cabo las acciones que habían plani-ficado, la ruina de Félix, y que la exprostituta se la conocía con el nombre de “Maca”, es decir Macarena.
En efecto conociendo las debilidades en el terreno sexual de Félix, esta profesional, que por cierto se estaba rehabilitando en un Albergue de Reinserción, patrocinado por los Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid, Había vuelto a las andadas, es decir al comercio carnal de su cuerpo, pues la tal Macarena era mucha hembra para rechazar una oferta, sustancialmente económica, aun-que también con promesas de relaciones, como la que le había ofrecido el “Fiti”, motivo por el que tenía que demostrase así misma, que todavía era capaz de volver loco a un tipo, como al que le habían señalado debería seducir.
Félix que al verse en libertad se había hecho todo tipo de bue-nos propósitos, aún a su pesar, no supo o no pudo resistirse a los encantos de la “Maca”, que apareció en el club del que era asiduo Félix, una de tantas noches.
Macarena le tendió una trampa, le trastornó y le dio todo tipo de facilidades para que entrara al trapo, hasta el extremo de lograr
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hacerse hueco en la vida de Félix, de tal forma que el plan pre-visto solamente dependía de las órdenes que el “Fiti” quisiera darle, para llevarlo a término. Ya tenía a su víctima en el bote...
Lo que Julio quería y hacía saber a “Fiti” era eliminar a Félix definitivamente, y esta vez sin dejar rastro que pudiera incul-parle, aunque decía tampoco es que le importara mucho, pues cualquier cosa que le pudiera ocurrir a Félix, el primer sospechoso sin duda alguna sería él, con lo cual había que tomar todas las precauciones posibles.
Ya que disponían de la confianza de Macarena, quien estaba dispuesta a llevar a cabo la acción, el asunto tenía que parecer un auténtico accidente de los que a diario ocurren en las calles de Madrid, antes de que la amistad de ésta pudiera ser notoria y pudieran enlazar esta circunstancia con “Fiti” y como consecuen-cia con Julio.
Así que se le ofrecía un millón de las antiguas pesetas a Maca-rena y otro a “Fiti”, por servir de enlace en el crimen, eso sí, Julio esta vez exigía las garantías suficientes de éxito, antes de soltar un duro, a lo que le respondía “Fiti”, que por su parte, ya podía ir encargando los funerales de su amigo, pues tenía plena confianza en Macarena, además de la más absoluta discreción, tanto es así que se comprometía a no cobrar nada, mientras no quedara resuelto el “trabajo”.
Una mañana cuando Félix se disponía a atravesar la ca-lle de Bravo Murillo, próxima a la de su apartamento, una moto de gran cilindrada se lo llevó por delante, siendo poste-riormente arrollado por un coche que circulaba en sentido contra-rio.
La moto que era conducida por una persona, no se sabía si mujer o varón, según declaraciones de los testigos presenciales de los hechos, se dio a la fuga, una vez cometido el atropello...
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Félix fue conducido urgentemente por una unidad del Samur a un Centro de Urgencias, donde quedó ingresado en estado muy grave.
Estuvo varios días debatiéndose entre la vida y la muerte, a las seis semanas y tras dolorosísimas intervenciones y una larga es-tancia en el Hospital, rehabilitaciones, gimnasias y todo tipo de atenciones médicas, fue diagnosticado como tetrapléjico severo, dependiente por tanto de atención para cualquier función vital, e internado en un Hospital especializado en este tipo de tratamien-tos.
La Policía que comenzó haciendo todo tipo de conjeturas, no perdía de vista la posible participación en los hechos de Julio, tal y como él había supuesto, aunque relacionarle con aquel accidente era poco menos que imposible, dada la pulcritud con la que se ha-bía efectuado.
No obstante Julio quería rebajar la cuantía en el pago del en-cargo, pues si bien se había producido una rápida intervención por parte de “Fiti” en el tema, también era cierto que el éxito no era el esperado, aunque “Fiti” decía que dado el estado en el que había quedado la víctima, era todavía peor que si hubiera muerto y que por tanto se consideraba acreedor a recibir la cifra de dinero pactado, máxime habiéndole prometido a la “Maca” su parte, que ésta sí que no se andaba con tonterías y que de no cumplir con ella con lo pactado, la encontraba muy capaz de cor-tarle... lo que hiciera falta.
Todavía después de estas manifestaciones, se resistía Julio a cumplir con su parte en el trato, pero “Fiti” le dejó bien claro, apuntándole con la punta de una cheira al cuello, recordándole cuál era su especialidad para terminar con aquel asunto, ante lo cual Julio estuvo de acuerdo en el pago, no sin antes tratar de con-seguir dos por uno, es decir le proponía a “Fiti”, que ya que no se habían producido los hechos a su entera satisfacción, para resarcir-se de ello le ofrecía la oportunidad de acabar también con la vida de Luis, por el mismo precio.
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Tal era el grado de locura de Julio, que en su venganza, no reparaba en el daño que pudiera acarrear a Lucía, tanto desmán y sobre todo tanta sangre.
Pero “Fiti “decía, que eso era y formaba parte de un capítulo nuevo, que le aflojara lo convenido y que luego ya se vería si se llevaba a efecto o no.
Las transferencias del banco podían dar al traste con el anonimato de Julio en el asunto de Félix, debía obrar con pruden-cia al tiempo que no podía retrasarse más en el pago, pues “Fiti” se lo recordaba de manera inmisericorde todos los momentos del día y de la noche llegado el caso.
¿Cómo retirar dinero de una cuenta sin que figure en el extracto el movimiento del mismo...?
Esa era la gran pregunta que Julio realizaba a su abogado, con el fin de no declararle abiertamente, que necesitaba una can-tidad importante, algo así como dos millones de pesetas, para el pago de un trabajo encargado.
Existían varias fórmulas, como le apuntaba el abogado, entre las que se encontraba la de retirar diariamente una cantidad que al cabo de un tiempo resultaría importante, tenía el inconveniente que debería realizarse mediante reintegros en el Cajero automáti-co, lo cual significaba tener que hacer uso de la tarjeta de crédito además del nº secreto de la misma, algo a lo que Julio no estaba dispuesto a acceder.
Solamente mediante una transferencia, a un supuesto Centro Benéfico y luego rescatarlo, se podría justificar un desembolso de semejante cuantía, aunque existía otro medio decía el abogado cual era realizar una inversión en la compra de Bonos del Esta-do, que luego se podían traspasar o vender sin levantar sospe-chas.
La cosa es que Julio dejó en manos del experto este reintegro, que naturalmente en opinión del abogado, generaría una serie de gastos a los que debería hacer frente Julio.
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La cuestión es que los dos millones se vieron incrementados en otras quinientas mil pesetas más, en concepto de gastos de nego-ciación, eso sí, con todos los justificantes necesarios de la transfe-rencia. De esta manera logró saldar cuentas con “Fiti”, que le amenazaba no solo con delatarle, sino rebanarle el pescuezo cuan-do estuviera dormido.
Pero el problema estaba más bien ahora en Macarena, que ha-bía subcontratado los servicios de un guardacoches de un Carre-four, un melenudo delincuente habitual, ex drogata, ex legionario, y con unos antecedentes, capaz de hacer cambiar el color del ex-perto policía más templado.
Este delincuente exigía a Macarena además de las doscientas cincuenta mil pesetas acordadas, un polvo, algo en lo que Maca no tenía ni ponía reparo alguno, y además el arreglo de la pintura de la “cabra”, su moto, que había quedado dañada en el choque con Félix, y aquí es donde existía desacuerdo, porque el “Pelos” decía que otras cien mil de vellón, o iba con el cante a la “madera”, con lo que Macarena apenas resultaba agraciada, como no fuera con la pedrea...
Con todo este movimiento y situaciones, Julio andaba un tanto descolocado, había abandonado su propio aseo personal, su barba entrecana había crecido desmesuradamente, sus lentes oscuras presentaba uno de sus cristales con una rotura parcial, aunque eso a él no le suponía más trastornos que el de su aspecto, y poco a poco estaba abandonando, lo que para él había significado, parte de su personalidad.
La mayor preocupación de Julio consistía en encontrar la forma de redondear su “hazaña” y ahora para terminar con su propósito tenía que ajustar cuentas con Luis, otro traidor hijo de puta, que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se había apoderado de los sentimientos, de quien otrora ocupaba su corazón todas las horas del día, de Lucía.
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Si bien entendía, que tal vez, había tratado de consolar a su po-bre ex, aunque el fruto de este consuelo había quedado bien patente, pues Lucía estaba de nuevo en estado de buena esperan-za y esta vez porque así lo había decidido ella.
“Fiti” encontraba que el dinero que había recibido por parte de Julio, para nada solucionaba sus problemas, se había esfumado en poco tiempo y viendo lo fácil que le había resultado sacarle una buena cantidad, quiso tentar de nuevo a la suerte y le pro-ponía a Julio que le hablara del asunto de Luis, del dos por uno, que le había mencionado.
Aunque Julio ya estaba harto de tanto trato, que entre otras co-sas, le estaba costando la ruina y apenas le prestaba aten-ción, tampoco quería hacerle más daño a Lucía, pues al parecer, cada vez que tomaba iniciativas en el asunto, la última perjudicada siempre era ella.
Por una aparte “Fiti”, luego Macarena, y por último el macarra guardacoches, todos se habían quedado sin blanca antes de lo que ellos, que ya se consideraban ricos de por vida, se hubieran dado cuenta, estaban en la misma situación de siempre y querían más, de tal manera que no cesaban de presionar a Julio, para que les encargara un nuevo trabajo, y constantemente le extorsiona-ban, mediante la intervención de “Fiti”, diciendo que si no les daba más oportunidades le delatarían, con lo cual sus penas se verían incrementadas hasta el infinito.
Una mañana...
Julio apareció en su celda, que era la misma que la de “Fiti”, colgado de los barrotes de la pequeña ventana, por la cual, sola-mente se podía intuir que afuera en la calle, hubiera algo más que el cielo que se contemplaba desde la colchoneta, en la que pasaban largas horas, tanto en la oscuridad de la mente de Julio, como el la retorcida de “Fiti”.
El caso no tuvo más trascendencia, que la que se le da a un he-cho que se repetía, de vez en cuando, entre la población carcelaria,
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el suicidio, sin que se pusiera en duda la naturaleza del hecho y su autoría.
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CAPÍTULO X
Lo que tenía visos de terminar como una tragedia griega, en la que muere hasta el apuntador, ahora se convertía en una triste realidad.
El caso que necesariamente era retomado por el abogado de Ju-lio porque además de ejercer de defensor, también era su amigo, tenía todos los tintes de haber sido una venganza, o un ajuste de cuentas llevada a cabo por algún interno, o tal vez por encargo.
La familia quiso llegar hasta las últimas consecuencias, saber por qué Julio, había dispuesto de una importante cantidad de dinero en un corto espacio de tiempo, ya que sospechaban que todo era porque había sido víctima de un chantaje y que significa-ba la causa que había motivado su muerte.
No se pudo aclarar nada en este sentido, pero existían sobradas razones para pensar, que tanto el accidente de Félix, que había terminado prácticamente con su vida, así como la muerte de Julio, no eran fruto de la casualidad, sino un plan urdido con mucha ca-beza y que solamente una mente privilegiada y retorcida, había podido llevar a cabo.
El abogado decía, que ya no encontraba motivos coherentes pa-ra continuar con una investigación, que además de que se escapa-ba de su cometido, sería necesario contratar un detective y eso costaba mucho dinero y tiempo, y tampoco se podía asegurar, sir-viera para esclarecer los hechos.
La familia de Julio en cambio, no lo creía así, pensaba que den-tro de la cárcel existirían suficientes pruebas o datos para
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inculpar a un asesino a sueldo, pues las cantidades retiradas de la cuenta de Julio, correspondían efectivamente a las fechas en que habían sucedido los “accidentes”, con poca diferencia entre los hechos y los reembolsos de la cuenta y ellos estaban dispuestos a sacar a la luz todos estos datos.
Un descubrimiento que daría mucho que pensar a los abogados y también a la policía, era que la cuenta principal de Julio estaba además a nombre de Lucía...
Por tanto no se podía asegurar, que las cantidades retiradas de dicha cuenta, fueran realizadas de común acuerdo, por parte de los titulares de la misma, o no.
Ahí quedaban las dudas…
¿Sabía Lucía de la trama que seguía Julio...?
¿Era cómplice de su venganza...?
Cuando Enrique fue asesinado, porqué Lucía lejos de verter una sola lágrima, ¿sintió que un peso se le quitaba de encima...?
¿Qué significado tenía aquella llamada registrada en su telé-fono, cuyo número correspondía a una cabina de la Prisión de Alcalá Meco, que había descubierto la policía...?
¿Por qué Lucía en las fechas en que ocurrieron los hechos de la muerte de Enrique, no se encontraba en Madrid y sin embargo su móvil tenía varias llamadas realizadas desde la citada cabina...?
Según la policía todavía quedaba mucha tela que cortar en los casos que se seguían y cualquier hipótesis no debía ser desechada.
Laura recibía la noticia del nacimiento de una niña de Lucía y Luis, la alegría era todavía mayor, pues se le invitaba a participar en el acontecimiento tomando parte activa en él, es decir le pedían fuera la madrina de la niña en el bautizo que se anunciaba en un mes más o menos.
Lo más rápido que le fue posible, comunicaba Laura, a Luis y Lucía que se sentiría muy honrada en apadrinar el fruto de su
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amiga, para lo cual aportaba el nombre de la misma, si no habían pensado en otro y que le gustaría fuera el de Laura.
Mil felicitaciones por parte de Laura y también de sus ami-gos colmaron de felicidad y cambiaron el dolor por la alegría a Lucía, que se había aclimatado y hecho a la vida de su marido y de la familia del mismo y gozaba de la inestimable ayuda de De-lia, su cuñada y amiga y la vida aunque difícil para ella, trans-curría sin mayor dificultad.
Atrás habían quedado, tiempos de amargura, de pesar y ame-nazas.
Aunque en esto de las amenazas, Lucía confesaba a su mari-do, que de vez en cuando recibía llamadas de una voz anónima de mujer, exigiéndole cantidades de dinero, a cambio decía, de guar-dar silencio en un asunto, en el qué podía verse implicada una vez más.
En cambio el padre de Laura, no tenía muchas ganas de conce-der a su hija un capricho más, de los que estaba acostumbrada. Le parecía una solemne tontería, que después de tanto acontecimiento y escándalo, volviera a desenterrar la amistad con su amiga Lucía, después del trastorno que había causado y ahora que tan siquiera vivía en Madrid, de nuevo volver a las andadas.
Para no contrariarla, le propuso que se tomarían unas vacacio-nes, los tres miembros de la familia, y que serían en el extranjero, lo que motivaría una excusa para rechazar la invitación, que en opinión de D. Daniel, Lucía se había visto obligada a ofrecerle, en señal de agradecimiento. Además el desplazamiento hasta Andalu-cía en verano no era precisamente del agrado, tanto de la mamá de Laura como de él mismo, con lo cual el asunto quedaba zanjado.
La Policía abundaba en la Investigación sobre la muerte de Ju-lio, que por obvia que pudiera parecer, existían dudas razonables, que se hacían evidentes, a la vista de los resultados de la autopsia realizada sobre el cadáver.
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Al parecer, según los informes del forense, todo apuntaba que no se trataba de un caso de suicidio más, el cadáver presentaba signos inequívocos de haber sufrido una agresión antes del óbito, es decir no había muerto precisamente por ahorcamiento, como indicaban todas las pruebas, posiblemente decía el informe , se cuestionaba que hubiera sido asesinado antes colgado posterior-mente, pues unas marcas que aparecían en el examen minucioso de sus órganos internos, daban como resultado, una muerte por asfixia, con unas diferencias muy notables a la muerte por estran-gulamiento, que se producen al ser colgado el cuerpo.
Pero este no era el estilo clásico del “Fiti”, primer sospechoso por ser el compañero de celda de Julio, por cuanto la Investiga-ción seguía por otros derroteros, tratando de hallar nuevos datos que arrojaran un punto de luz en un caso, que se presentaba más que complejo, ante las manifestaciones vertidas en el informe del médico forense, que había practicado la autopsia.
La Policía no abandonaba cualquier hipótesis por absurda que esta pudiera parecer, comenzó un exhaustivo análisis de cuantos documentos pudieron recabar del Juzgado, la cárcel, el hospital, la ESCI, etc. no dejaron títere con cabeza.
En la cárcel, donde habían tenido lugar los hechos que termina-ron con la vida de Julio y que tocaba investigar en primer lugar, se solicitó la entrada de un “topo”, que durante un tiempo y con el consentimiento del Director de la misma, trataría de recopilar la mayor información posible sobre el caso.
Este topo fue alojado, como no podía ser de otra forma, en la celda que otrora ocupara Julio, aunque “Fiti”, fue trasladado para no levantar sospechas.
Los primeros días, que al “topo” le parecieron de auténtico in-fierno, pudo comprobar la cerrazón y hermetismo, por parte de todos los internos. Existía un código de honor y los chivatos eran eliminados de inmediato, por lo que nadie quería correr el riesgo de ser escabechado en cualquier rincón de la prisión.
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Durante días y semanas el policía camuflado, tuvo que pasar por las vicisitudes de cualquier penado, tales como comer la bazo-fia del rancho que allí se administraba, mediante lo cual había encontrado un clarísimo fraude, por parte de los intendentes, que mermaban y sustraían cantidades destinadas a la alimentación de los presos y que a las claras demostraban su interés para no cambiar bajo ningún concepto en el puesto de los relevos, para así continuar con tan sustancioso negocio.
Al mismo tiempo el “topo” tampoco era liberado de las faenas más bajas que le correspondieran en el “Diario de Cargos”, como eran las de limpieza de letrinas, barrer y fregar las dependencias del comedor, ropería, arreglo de parterres y campos de césped, limpieza de cristales, fregar hasta dar brillo a las galerías kilo-métricas, y mil funciones, que ponían a prueba al más duro de los reclusos y todo ese esfuerzo prácticamente, a cambio de nada...
Pero la preparación física y mental del funcionario introducido, no dejaba lugar a dudas, tras pasar por las aberraciones más fla-grantes, el objetivo que llevaba impreso en su mente, le daba alas para superar las mil y una vicisitudes a que se veía sometido cons-tantemente, el premio sería el reconocimiento de sus superiores y el ascenso a punto de serle concedido, hacían que este funcionario, profesional del tratamiento del delito, pasara desapercibido para la pacata mente de la mayoría de los internos, aunque a “Fiti” le re-sultaba un tanto extraño que este nuevo, habiendo sido puesto en antecedentes de lo ocurrido, tan siquiera en el comedor, que era donde mayormente se podían intercambiar confidencias, a cambio de la ración escasa de comida o cualquier otra chuchería de postre o golosina, no le hubiera hecho preguntas, aunque fuera por simple curiosidad, pues toda la prisión estaba muy alterada por lo ocurrido con el ciego, que al parecer gozaba de las simpatías de quienes se habían cruzado con él, en las pocas ocasiones que se tienen con determinado tipo de penados.
Fiti” se acercó hasta el lugar donde parecía no querer tomar parte el “topo”, en los juegos que se desarrollaban en el patio y
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que casi sin proponérselo, los internos acababan en tumulto y riña, en las que se saldaban pendencias y pequeñas deudas, casi siempre de honor, con heridos a veces graves y sin que los funcionarios de la prisión pusieran mucho empeño en ordenar y evitar este tipo de escaramuzas, que estaban, si no consentidas, al menos disimula-das, por la mayor parte de ellos.
Cuando el funcionario infiltrado entre los internos vio venir ha-cia él al “Fiti”, una especie de escalofrío recorrió la espina dorsal del mismo, no sabía qué intenciones se traía el “Fiti”, del que conocía al dedillo su amplísimo currículum vitae y aunque le pilló en guardia, temía ser descubierto, pues el instinto de quie-nes permanecen años en la cárcel, les hace desarrollar un olfato muy especial, para descubrir cualquier forma de impostura que pueda darse, y esto el funcionario lo sabía, era una cuestión que se aprendía en los libros.
¿Tío, tienes un pito...?, le espetó el “Fiti”...
No, contesto el funcionario casi con la voz apagada, es que no fumo...
El “Fiti” recorrió con su torva mirada todo el tallaje de su inter-locutor, escudriñándole, observándole, no dándole lugar a que se rehiciera de su inesperada presencia y apabullándole con más pre-guntas...
¿Cuánto te ha caído...?
¿Por qué te han trincado...?
¿Necesitas algo...?
Y mil preguntas, que estaban produciendo en el funcio-nario un deseo de partirle la cara, solamente por la costumbre de no tener que aguantar preguntas, pues era él quien las hacía en todos los casos.
Pero el oficio había que demostrarlo en situaciones precisamen-te como la que estaba viviendo pensaba el “topo” , algo para lo que nunca está uno suficientemente preparado, pues de la
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teoría a la práctica, existe una notable diferencia y bien que lo es-taba constatando.
En todo caso, ese era el momento para el que se había estado preparando de manera muy especial, asistido por psicólogos y peritos en esta materia y había llegado la hora, de poner en prácti-ca sus conocimientos al respecto.
Tratando de que no se le viera el plumero, el funcionario “to-po”, optó por entrarle de frente, para no crear dudas acerca de su presencia en la cárcel, y respondió al “Fiti” diciendo:
¿A ti que cojones te importan mis asuntos...?
¿Dónde huevos dice, que tenga yo que explicarte a ti, mi situa-ción?... Además, tanto te importa a ti lo mío, como a mí lo tuyo así, que aire...
“Fiti” se dio media vuelta y el “topo” respiró hondo, hasta ese preciso instante, no las tenía todas consigo, por menos, el “Fiti” le había cortado el cuello a más de uno.
Así que el funcionario a partir de aquel momento, se dijo a sí mismo, que debería nadar y guardar la ropa cuidando de su culo, en cualquier momento esperaba una agresión, pues nadie se había atrevido a tanto, en tan poco tiempo.
En el comedor “Fiti” logró, nadie sabe cómo, ni a través de qué mecanismos, sentarse justo enfrente del “topo”.
Cuando tuvo conciencia de la realidad de su presencia el “to-po”, en un acto reflejo, miró hacia donde se encontraba el funcio-nario armado más próximo a su ubicación, pues mucho se temía se prepararía cualquier reyerta, para ajustarle las cuentas, el frus-trado “Fiti”.
No ocurrió así, más bien todo lo contrario, el “Fiti”, con as-pecto sumiso, le dirigía la palabra, aunque era consciente de que el “topo” no le prestaba la menor atención, para hacerle saber, que su intromisión había sido motivada sencillamente, porque su anterior compañero y él mismo, habían ocupado la celda, donde ocurrieron
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los hechos que tal vez él no conocía, y a él se le había metido en el caletre, que algo no cuadraba en la muerte de Julio.
Que al estar todo el tiempo sin poder acceder a la celda que an-tes ocupara, no podía investigar si todo se encontraba en su sitio, si algo no encajaba en la fotografía que pudo contemplar, la maña-na en que Julio apareció fiambre en la celda.
Y...continuaba hablando y hablando y le insinuaba, precisa-mente lo que el funcionario quería saber, que tenía fundadas sos-pechas, confirmadas en la autopsia de Julio, que al parecer..., se-gún dicen..., en opinión de algunos..., Julio había sido asesinado y luego llevado a la celda, donde le colgaron de la reja, que a él esa noche, debieron echarle algún potingue, pues no fue consciente hasta bien entrada la madrugada de lo ocurrido, que si tal, que si cual, etc., etc.
En un acto de valentía, premeditado por el “topo”, le miró des-caradamente al “Fiti”, sabiendo lo que se jugaba y también para confirmar de nuevo, que era un interno con sus propios pro-blemas y que nada le importaba el caso de Julio y armándose de valor le dijo al “Fiti”:
Me tienes hasta los mismísimos de tanta charla, no sé cómo cojones te voy hacer entender, que bastante tengo con lo mío, como para encima tener que escuchar tanta película...
Así, que olvídame, y ve con la música a otra parte,
¿Vale...?
Pero el “Fiti”, lejos de arrugarse, cogió lo primero que tenía a mano y como un resorte saltó sobre la mesa, con el consiguiente alboroto, se lanzó contra el “topo” y a punto estuvo de estran-gular a aquel individuo, que se había atrevido a faltarle el respe-to...
Las cosas habían ido tan deprisa y tan lejos, que el Director de la prisión, llegó a temer por la integridad física del funcionario,
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e hizo llevar a este ante su presencia, para tener conocimiento de primera mano de lo ocurrido en el comedor, con el popular “Fiti”.
El “topo” le confesó al Director, que todo formaba parte de una estrategia debidamente calculada, y que tal y como él tenía previs-to los acontecimientos habían transcurrido al pie de la letra, eso sí, en lo sucesivo, procuraría medir bien sus cebos y llegado el caso le demostraría al “Fiti”, que él también tenía dos manos, no en balde era cinturón negro de judo, manifestaciones que devolvieron la confianza al Director, que pese a todo le advertía, no po-dían estar todo el día pendiente de sus asuntos, pues la cárcel daba trabajo hasta dejarlo de sobra, como para ocuparse específicamen-te de algo concreto.
Ante la actitud de desprecio que manifestaba el “topo”, “Fiti” usando de una estratagema, que sabía no le podía fallar, abusan-do tal vez de la libertad de movimientos de la que gozaba entre los Internos, se hizo con una toalla de baño y esperó al “topo” a la entrada de las duchas, fue visto y no visto, se lanzó a él, le cubrió con la toalla, casi amordazándole, le condujo arrastras hacia los baños y cuando todo parecía resolverse a favor del asal-tante, en un inesperado movimiento el “topo” se hizo con la situación y cambiaron las tornas, el “Fiti” rodó por los suelos, el “topo” le inmovilizó con una llave, muy propia dentro de las artes marciales, que dejó boquiabierto al agresor y también a los pre-sentes y quedando a merced de éste, cuando todo el mundo espe-raba que la respuesta sería romperle la cara y deshacerse de él de una vez por todas, el “topo” lo soltó tendiéndole la mano, si no en señal de amistad, sí al menos tratando de llevar a la mente de su agresor, que esta sería la última vez en aguantar sus impertinencias.
Todos los presentes, estuvieron de acuerdo en que “Fiti” había encontrado la horma de su zapato, no faltó quien dijo: a todo cerdo le llega su San Martín y el asunto quedó zanjado.
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Ahora sabía el funcionario que había quedado clara su postura, había eliminado toda duda acerca de porqué se encontraba entre gente de su misma calaña y estaba dispuesto llegado el caso, a enfrentarse con el matón de turno, y evidentemente esa demostra-ción de poderío era siempre bien vista y apreciada por la población reclusa.
Naturalmente él no había ido allí para echarse flores, ponerse medallas o quedar como un machito delante de gente, de la que a él le importaba un pimiento, tanto que se pudrieran allí, o que les tocara la lotería.
De tal manera que para no espantar las posibilidades de llevar su trabajo adelante, cambió de actitud, se familiarizó con el en-torno del “Fiti”, tratando de controlar a cuantos le vitoreaban y aplaudían sus hazañas, a cambio de un cigarrillo la mayor parte de las ocasiones.
El “topo” dio sobradas muestras de confianza a “Fiti”, como pa-ra que éste empezara a cantar por “soleares”, corría el riesgo de si ponía demasiado interés en el asunto, se mosqueara el “Fi-ti” y entonces sí que no darían ni un euro por su pellejo.
Ahora era el funcionario quien se hacía el encontradizo siempre que tenía ocasión con “Fiti”, aunque no quería tirarle de la lengua, quería que fuera él quien diera el primer paso, le prestaría poca atención y así “Fiti” descubriría sus cartas.
Una mañana de tormenta, en la que apenas se podía salir al pa-tio, el tiempo de esparcimiento tuvo lugar en dependencias cerradas, bibliotecas, salas de juegos, de música, etc. El “topo”, encontró el momento propicio para juntarse con “Fiti”, como en una inesperada casualidad, éste se sintió honrado y de inmediato mandó retirase a un compañero, que en ese momento se encontra-ba con él, con la autoridad que le caracterizaba en este tipo de acciones, ofreciendo ocupar su puesto al funcionario infiltrado en la cárcel.
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Comenzó el “topo”, casi pidiéndole disculpas por lo ocurrido y a punto estuvo de pronunciar la fatal palabra perdón, aunque se tuvo buen cuidado, pues ello hubiera supuesto un evidente signo de debilidad, que “Fiti” hubiera podido interpretar como una claudicación.
Una vez medidas las posturas, y asegurada la supremacía por parte del “topo, enseguida comenzó “Fiti” a confesarle: “que tal vez no hubiera interpretado bien cuáles eran sus intenciones, y que la conversación que había iniciado con él, no tenía más objetivo, que sacar adelante unas sospechas, que como le había anunciado, tenían mucho fundamento”. Pero al tiempo le contestaba el “to-po”: que no lograba entender en qué, o cómo, podría a él intere-sarse en el asunto.
Y, aquí vino la gran respuesta esperada...
“Fiti” le decía al “topo”, que si quería asegurarse una buena estancia en la cárcel, por el tiempo que tuviera que pasar allí, cosa que a él no le importaba un carajo, debería hacerse con un dinero extra que él estaba dispuesto a conseguirle, a poco que colaborara con él, en el esclarecimiento de los hechos ocurridos recientemente.
Continuaba contando, que el abogado de Julio le había prometido una “paga extra”, si encontraba al culpable o in-ductor del suicidio de Julio, aunque a él, al abogado no le cabía ninguna duda que había sido un suicidio, a pesar de que el parte del forense insinuara que había sido un asesinato.
“Fiti” estaba dispuesto a compartir con el “topo”, parte de sus prebendas, si como estaba tratando de llevar a su ánimo, colabo-raba con él en el esclarecimiento de los hechos, no en vano seguía manteniendo, que en la celda a la que le habían prohibido el acce-so, tenía que estar la clave de lo sucedido.
El “topo”, que se encontraba en la fase que más interés desper-taba para él, estuvo sosteniendo la mirada penetrante al “Fiti”,
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tratando de hacerle entender que por ese camino, sí estaba dispues-to a colaborar y diciéndole:
¿De qué cuantía de dinero, estamos hablando...?
“Fiti” pensando, que ya le tenía en el bote le decía:
De varios miles de euros...
Y el “topo” respondía:
Déjate de coñas Fiti... ¿de cuánto estamos hablando...?
Y “Fiti”, picando el cebo dijo:
A mi hace bien poco, por un “trabajo” en el que ape-nas tuve que intervenir, me dieron un kilo, de las antiguas pese-tas...
Así que estoy seguro, que la familia de Julio y también su abo-gado, pagarán lo que se les pida, si encontramos la punta del hilo que les ayude a desmadejar el ovillo en que encuentra envuelto este asunto.
¿Pero quién paga, dijo escéptico el “topo”: el abogado, la familia, o la madre que lo parió...?
Ante lo que “Fiti” dijo, que anteriores ocasiones, pues había habido varias, unas veces le traían el dinero entre las ropas del lavadero, otras el mismo abogado, cuando venía a tomar de-claración a Julio, y a veces lo recibía de gente, que previamente él señalaba en la calle, donde tenía dispuesto muchos y buenos con-tactos.
El mismo camino que sigue la “yerba” decía ya confiado el “Fiti”, pues le hablaba al “topo” como si ya est e se hubiera pro-nunciado y ya no hubiera vuelta atrás. El funcionario se daba cuenta que se estaba metiendo en una especie de arenas movedi-zas y descubría ante las declaraciones de “Fiti”, que la corrup-ción entre los funcionarios, que hacían la vista gorda, en muchas ocasiones llegaba más lejos de lo que él había supuesto, que los cacheos en las visitas eran selectivos y no como mandan las orde-
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nanzas con lo cual los abogados y gente oficial entraban y sacaban a su antojo, cuanto les fuera a proporcionar algún beneficio eco-nómico.
Pero el asunto de la Investigación no había hecho más que em-pezar y ahora que tenía ganada la confianza de “Fiti”, este le pon-dría en antecedentes, con el pretexto de colaborar con él, de deta-lles que jamás hubieran trascendido, de no ser de esta manera tal vez, pensaba no la más ortodoxa y limpia, pero tocaba jugar en un terreno en el que no caben contemplaciones.
“Fiti” le contaba, que el día de los hechos, que acabaron con la vida de su compañero de celda Julio, éste tenía en su poder un paquete con una suma importante de dinero, que al parecer le ha-bía entregado su abogado, no entendía muy bien con que objetivo, y que por más que había mirado en la celda, antes de que le trasla-daran para realizarle la autopsia, buscando en aquellos lugares, que sólo conocían Julio y él, no había podido dar con el paquete, que al ser trasladado de la celda y no pesar sobre él sospecha algu-na, tenía la completa seguridad que todo era fruto de una trama, llevada a cabo por los funcionarios y ahí es donde él empezaba a atar cabos.
El día anterior a los hechos, había encontrado a Julio al borde de la desesperación, pues su abogado le había hecho saber, que su ex novia había tenido un hijo, con un compañero con el que vive en la actualidad, y eso le produjo una tristeza y le hundió en una depresión y que a partir de ese momento no quiso ni probar boca-do ese día.
Seguía entonando una ristra de informaciones “Fiti”, que al “topo” le parecieron excesivas, y que no le llevarían a ninguna parte en la Investigación, pues eran cosas del ámbito personal que no le interesaba saber, así que interrumpiendo a “Fiti”, se adelantó a decir:
Bueno vamos a ver...
¿Cuál sería mi trabajo específico en este asunto...?
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Porque joder, no veo en qué puedo yo ayudarte, si no eres más explícito ¡coño!...
A lo que contestó “Fiti”
Mira yo llevo dándole vueltas, como te he dicho, al asunto, sospecho que los funcionarios ocultan algo y que aquí está “pringao” hasta el Director, así que si recurro a ti, es porque no sé ni por dónde cojones empezar...!
¿Me entiendes?...
Y bien dijo el funcionario ¿Por dónde empezamos...?
A lo cual respondió “Fiti”:
Mira, mañana toca lavandería, yo puedo enchufarte como ayu-dante mío y tu observas mientras yo cargo la ropa en las máqui-nas, si alguno de los funcionarios maneja algún paquete, no impor-ta que meta, como que saque y a partir de ahí verás que fácil resul-ta todo...
Miedo le estaba dando al “topo” enredarse en este tipo de In-vestigación, que a poco que se dedicara a ello, dejaría con el culo al aire a más de un compañero, pero tampoco podía ahora echarse atrás y desairar la confianza que había depositado en él, nada menos que el “Fiti”, el más prestigioso delincuente que nunca hubiera pisado la cárcel.
Así que a la mañana siguiente, sin conocer los resortes que “Fi-ti” había tenido que tocar, estaba en la lista de los encargados de la Lavandería, donde en opinión de éste, estaba o se encerraba la clave de la muerte de Julio.
La labor del “topo” consistía, en controlar los movimientos tan-to si eran sospechosos como no, de los funcionarios que vigila-ban el recinto y eso para un profesional no representaba pro-blema, aunque bien mirado, era como descubrir algo que ya se sabía, pero se quería mantener oculto, el trasiego sobre todo de estupefacientes, que para nada le parecía al “topo”, fuera a arrojar luz sobre el asunto de su incumbencia en aquella prisión.
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Todo transcurría con la monotonía y parsimonia con la que se toman el trabajo los internos, coincidente en esta faceta con la de los funcionarios: rutina, desidia, ambigüedad, desgana y cualquier cosa, menos algo que despertara el interés del funcionario “topo”.
Por la noche en lugar discreto, fuera del alcance de miradas inquisidoras “Fiti” y el “topo”, que formaban el tándem perfec-to para la Investigación (quien lo diría) pensaba el funcionario, cambiaban impresiones aportando algo que ya se sabía, como era que lo único que les preocupaba a los vigilantes, no era otra cosa, que la hora de salir del trabajo y poco más.
La desilusión por parte del “topo” empezaba a minar sus entre-sijos, tal vez pensaba había sobrestimado la valía, de quien era al fin y al cabo un delincuente, por mucho renombre que gozara en la cárcel, pero este le juraba que más bien pronto que tarde, darían con alguna pista que les llevaría a desentrañar el crimen y era cosa de saber esperar la ocasión y tenían todo el tiempo del mundo por delante...
Lo tendrás tú hijo de puta, pensaba el “topo” , que estaba ya empezando a dar síntomas de cansancio a la vista de lo poco que avanzaba la Investigación, y no sería por que estuviera acostum-brado a pasar horas frente a un edificio, esperando alguna anoma-lía en el discurrir de una puerta, o en el cambio de posición de una ventana, o un coche que aparcaba durante más o menos tiempo del previsible, etc.
Un nuevo día en la lavandería, un funcionario más de la cuenta según los cálculos del “topo”, porque algo se estaba cociendo y es aquí donde fue alertado por “Fiti”, de que en todo el tiem-po que llevaba prestando “servicio “en la Lavandería, jamás ha-bían mandado a uno más o distinto del que había esa mañana, lo que daba como consecuencia que había que prestar mayor atención a los movimientos de todos los funcionarios que eran cinco, y muy particularmente a los movimientos del “nuevo”.
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Nunca en los años que “Fiti” llevaba en el establecimiento ha-bía visto llevarse una colchoneta, que no estuviera deshecha, me-dio quemada, rota por los cuatro costados...
Sin embargo el hecho es que, estaban cargando en un furgón celular de la Prisión, la colchoneta que había estado viendo duran-te tanto tiempo en la celda y que pertenecía a Julio.
La identificó nada más verla, pues tenía una funda o sobrecu-bierta muy singular y Julio que se las daba de señorito, había conseguido permiso para que le trajeran, no sólo una funda del colchón, sino también de la almohada, para cubrir la mugre que decía no podía soportar, sobre todo su olor, que como es sabido en él era una característica superior.
Hasta ese momento “Fiti” comentaba con el “topo” que no en-contraba explicación posible a tal transporte y además el “topo” corroboraba, que efectivamente correspondía a su colchón y a su funda y que pediría le fuera devuelto inmediatamente, si encontra-ba alguna diferencia al volver a su celda, en menoscabo de su co-modidad.
No hubo lugar a reclamación en la celda había no una, sino dos, la de él y de su compañero, exactamente iguales a las del transpor-te al parecer clandestino.
Ahora la cosa se complicaba todavía más porque...
¿Adónde habían ido a parar la colchoneta y la almohada...?
¿Tal vez allí estaba la causa de la muerte de Julio... y por esa razón querían hacerlo desaparecer...?
¿Y si lo ponía en conocimiento del Director, no levantaría la liebre y si te he visto no me acuerdo...?
Por otra parte si no obraba con celeridad, puede que llegara tar-de a la hora de tratar de recuperar la prueba de... no sabía qué, pero que sin duda se trataba de algo anormal y diferente a la rutina de la cárcel.
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¿Por dónde empezar...?
Tenía la confianza más absoluta por parte de su Jefe, quizás el único que estaba al corriente de los progresos del “topo”, así como de las miserias, que se veía obligado a soportar para conse-guir alguna pista.
Esa noche pensaba llamarle para no levantar sospechas, desde el móvil que llevaba camuflado entre sus pertenencias y bien guardado a la vista, incluso de los funcionarios, algunos ni tenían conocimiento de que era un agente infiltrado, lo que dejaba todavía más libertad a éstos para obrar a sus anchas, aún delante de sus narices.
El jefe ordenó un seguimiento a dos agentes especialistas en estupefacientes, les puso en antecedentes de qué se trataba y que seguramente encontrarían algo que no tuviera que ver con drogas y de que ahí radicaba precisamente la Investigación.
A la mañana siguiente, el Furgón Celular de la Prisión desvió su ruta habitual, que consistía en ir a los Juzgados, esperar a la salida de los presos y volver a la Prisión, pero ese día cambió el contenido de los presos, por una colchoneta y una almohada, aun-que las precauciones y simulacro del transportes de presos, seguía con la parafernalia habitual: sirenas, luces azuladas, y una escolta policial motorizada guardando carrera.
El itinerario y destino se vio alterado, esta vez se dirigía hacia la calle Velázquez de Madrid, aparcamiento subterráneo del nº 18 de dicha calle y el Parking público que se encontraba en los bajos de la finca. Por tanto esto supuso una llamada de atención muy concreta, al grupo que seguía con todo tipo de medios, tanto hu-manos, como de transmisión de datos, voz e imágenes, pues toda la operación que se llevaba a cabo, estaba siendo grabada en video, por orden expresa de los superiores.
Apenas media hora fue suficiente para llevar a cabo una transacción, que se presumía era desde todos los puntos de vista ilegal, si no delictiva.
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Los agentes tenían orden de no intervenir, de dejar hacer, se trataba de llevar el asunto con tanta discreción como fuera posible y reunir cuantos más datos, circunstancias, y personas que inter-venían en la acción, lugar y hora exacta y mil datos que se pudie-ran aportar.
Nada más abandonar el Parking el Furgón Celular, los agentes especiales procedieron a una Investigación de forma clandestina, para no levantar sospechas.
Entraron en el Sótano de la Entreplanta, aparcaron su vehícu-lo y comenzaron una exhaustiva inspección, Planta por Planta, por si encontraban algo anormal.
Ahora realmente es cuando empezaba la labor de Información del “topo”, ahora era cuando a decir verdad, su vida podría correr peligro, si se descubría qué pintaba en este episodio, del que esta-ba empezando a ser protagonista junto con el “Fiti”.
Una llamada de su Jefe Superior le puso sobre aviso, para que no hiciera concesiones, en cuanto a tener al día al Director de la cárcel y para que sus avances en la Investigación, no delataran a ningún funcionario, era advertido de que si algo tenía que aclarar respecto a la conducta de alguno de los funcionarios, solamente hablara del asunto con él, exclusivamente con él, que si por cual-quier razón veía su vida correr algún peligro, sería relevado auto-máticamente, etc...
“Fiti” estaba negro con el asunto de la colchoneta, a el funcio-nario “topo”, le parecían apreciaciones novelescas por parte de su “colega”, alucinaciones de películas le decía en tono jocoso, lo que enervaba a “Fiti” y se defendía diciendo, que él no sabía de la Ceca a la Meca, que si conociera detalles, que solamente Julio y él conocían, no pensaría de esa forma y que si patatín y patatán, a lo que prestaba una atención muy especial el “topo”, disimulando no tomar interés en el asunto.
¿Y a qué estás esperando si realmente quieres que te ayude, decía el “topo”, para contarme todo lo que sepas...?
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El “Fiti” cayendo en la trampa comenzó a desembuchar, que si D. Manuel Montoya Regalado, el abogado de Julio para acá, que si Macarena Jiménez Bautista, la puta que ayudó a llevar a tér-mino el crimen de Félix para allá, que si la señorita Laura y que su padre, que si esto y lo de más allá...
El “topo” iba atando cabos, sin todavía tener respuesta exacta a sus múltiples preguntas, que soltaba descaradamente, al compro-bar que “Fiti” era una enciclopedia viviente en toda la trama. Así que se lanzó a saber, qué tenía que ver el abogado de Julio en todo este asunto, a lo que “Fiti” contestó, que todo...
Pues él era quien realizaba los pagos en efectivo que Julio or-denaba para llevar a buen puerto sus venganzas, porque conti-nuaba diciendo “Fiti”, Julio había depositado en él toda su con-fianza y tenía poderes para manejar sus cuentas bancarias, para retirar dinero, efectuar depósitos, en una palabra era dueño y señor de la situación de Julio.
Tanto que Julio le comentó en una ocasión, que estaba un poco escamado del comportamiento de D. Manuel, porque él había dispuesto dejar la mitad de todos sus bienes a Lucía y el abogado le trataba de convencer, contestándole que eso era, como ser puta y pagar la cama, algo que a Julio no le hizo mucha gracia, pero ya se sabe que cuando alguien da toda la confianza a otra persona, pierde la posibilidad de enmendar la plana.
El día que sucedió lo que sucedió, es decir la muerte de Julio, continuaba largando “Fiti” lo primero que hizo el abogado, fue presentarse en la cárcel, para tratar de recuperar el paquete de di-nero que Julio había exhibido en su presencia el día anterior.
Si tendría poder el abogado, que un funcionario le acompañó hasta la celda de Julio y tras un reconocimiento de los rincones salieron, “Fiti” esto no podía asegurarlo, si con el paquete de di-nero o no.
“Fiti” que de tonto no tenía un pelo, le había preguntado el día antes a Julio, que para qué tenía tanto dinero y este contestó
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que para pagar a uno que le estaba amenazando, y que ese uno era nada más y nada menos que el “Genio”, que se había percata-do que el abogado se había quedado con parte del botín, que Julio había dispuesto como pago de su trabajo, así que andaba amenazando a Julio que se atuviera a las consecuencias si no pa-gaba.
Tanto embrollo apenas cabía en la cabeza del “Fiti”, pero el “topo” empezaba a dar forma a todo el asunto, aunque era pronto para sacar conclusiones, todavía tenía que conocer de primera mano, qué pintaba en este concierto, Laura y su famoso papá...
El informe de lo que conocía, le fue pasado de inmediato a su Jefe, este que tenía más datos que los que conocía el “topo”, co-menzó a darse cuenta de que las piezas de este rompecabezas em-pezaban a encajar.
Las piezas principales eran:
D. Manuel Montoya Regalado, Colegiado nº. 280 del Colegio de Abogados de Madrid, había sido el nº. 1 de su promo-ción, y su emérito profesor, nada menos que D. Daniel Conde Oteruelo, ahora Magistrado de la Audiencia Nacional.
Que el tal D. Manuel Montoya regalado “casualmente” vivía en la calle Velázquez, y tenía su despacho de abogado en el nº 18 de la misma, que además compartía con otro, en el Centro de la ESCI.
Por tanto obviamente las pesquisas relacionadas con el caso de la cárcel, apuntaban a buen camino, solamente era cuestión de tiempo, depurar implicaciones, en el, o en los casos ocurridos, y un sujeto con acceso a los ciegos, de reconocido talento, harto demostrado en su trayectoria, al parecer sin escrúpulos, era el can-didato idóneo para ser motivo de un exhaustivo seguimiento.
¿Pero qué relación existía entre el caso y la colchoneta...?
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¿Qué otra cosa significaba sino una corrupción, por parte de los funcionarios de cárcel, que en principio usaban de los medios públicos, al parecer para intereses privados...?
¿Tenía o no conocimiento de lo que estaba sucediendo el Di-rector de la cárcel...?
¿No serían un cúmulo de casualidades, como había ocurrido otras veces y que al ser puestas en claro, se quedarían en aguas de borrajas y nada tenían que ver con el tema...?
Estas y otras muchas preguntas tenía entre manos el Jefe de la Investigación, y no le dejaban de dar vueltas en la cabeza a el “topo”, pensaba que la clave del asunto, podía estar en cual-quiera de los personajes, que estaban siendo objeto de la Investi-gación y que en muchas ocasiones, que él conocía debido a su oficio, las pruebas que aparentemente se presentaban con indiscu-tible contundencia, no siempre habían arrojado como resultado final ser las definitivas, como consecuencia, no debería precipitar-se en sus conclusiones y continuar con el asunto adelante.
La presión que ejercía el “topo” sobre su confidente el “Fiti” iba por buen camino, éste le soltaba, una tras otras, suculentas declaraciones como las que estaba contándole en la Lavandería:
Decía “Fiti” que sabía de buena tinta, y él tenía información de primera mano..., que Julio se había negado a seguir siendo extor-sionado con cantidades importantes de dinero..., que el “Genio” de nuevo había comenzado a disponer de “pasta”, como si le hubiera llegado una remesa nueva..., y que al parecer, según sus fuentes, este dinero le había sido proporcionado por el abogado y en co-mún acuerdo con el Director de la cárcel, que... de nuevo citaba sus fuentes , el día que Julio apareció ahorcado en la celda, el “Genio” fue internado en la Enfermería para que le operaran de un quiste, que llevaba en su cara de toda la vida, que casualida-des de la vida... el abogado ese día, fue visto en una animada conversación con el Director de la cárcel..., que los funcionarios obedecían órdenes del exterior al trasladar la colchoneta y la al-
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mohada, con la excusa de que tenían orden de ser analizadas por los expertos en la Investigación...
Que entre la población reclusa, existía la creencia de que Julio fue asesinado, porque había descubierto algo turbio, que eviden-ciaba la falta de integridad en los funcionarios de la prisión... que estaba seguro de estar dando pasos que le conducirían a la acla-ración de los hechos... y que era cosa de días, dar con el autor o autores, pues a estas alturas, no se podía descartar nada acerca de los hechos, que acabaron con la vida de Julio.
El “topo” comenzó a entender que el “Fiti”, o no le contaba to-do lo que sabía, o era tan listo que no daba explicaciones así porque sí, la cuestión es, que sin duda se estaba acercando a la solución del problema, que le había traído hasta la cárcel y no se sentía contento con su participación, ya era hora de mojarse y de dar su opinión válida o no al “Fiti”, con el fin de hacerle enten-der a éste, que él también tenía alguna idea al respecto.
La Policía conocía todas las circunstancias que habían rodeado la muerte de Julio, y en sus informes figuraban los datos que “Fiti” estaba aportando, aunque tenían que ser contrastados y ratificados ante un Juez, para tener valor de imputación. Era cuestión de se-guir dejando hacer al “topo” su trabajo y en el momento opor-tuno, cerrar la red con todos los sospechosos y someterles a un intenso interrogatorio, comparar declaraciones y efectuar careos entre los implicados y con toda seguridad dar con la solución del caso.
El “topo” tenía que ganarse lo que “Fiti” le había prometido, si no ponía interés en demostrarle a “Fiti” que su labor era exclusi-vamente buscando una prebenda, éste que era muy listo empezaría a dudar de su colaboración y todo el plan se iría al garete.
El jefe de el “topo” le había dado órdenes muy concretas para que dejara caer información privilegiada... cual era, el curso que se había seguido respecto a la colchoneta y la almohada, sacadas clandestinamente de la cárcel.
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Con ello se conseguiría hacerle llegar la noticia al Director y de paso que “Fiti”, confiara plenamente en el “topo”, con el fin de que confesara todo lo que sabía, si es que sabía algo más, pues hasta el momento presente, apenas había concretado nada de verdadera importancia.
En un alarde de conocimientos e inspiración, el “topo” le con-fesaba a “Fiti”, que el asunto de la colchoneta encerraba algo más que la implicación de unos pobres funcionarios, a quienes no les alcanzaba el dinero a fin de mes.
En la colchoneta había además de las pruebas inculpatorias de los ejecutores de la muerte de Julio, como quedaba demostrado en los informes del forense que había realizado la autopsia, do-cumentos que le habían sido facilitados a Julio por el abogado, en los que se recogían de manera... como en “clave “encubierta, los planes para llevar a cabo la venganza, por lo ocurrido a Lucía, novia de Julio.
“Fiti” escuchaba con la boca abierta las revelaciones que le ha-cía su colega, no acertando a comprender, de que medios se había valido que a él se le escapaban, por los que había llegado a estas conclusiones, que intuía pero no podía asegurar fueran exactas, pues Julio en este terreno había sido muy hermético con él y, ape-nas soltaba prenda.
El funcionario “topo”, queriendo rizar el rizo, le decía a “Fiti”:
Mira si yo dispusiera de cierta cantidad de dinero, podría avanzar en la búsqueda de nuevos datos, que estoy seguro arroja-rían luz sobre el asunto “Fiti” respondía:
Eso no es problema...
¿Cuánto necesitarías...?
El “topo”, consciente de que su plan marchaba por buen camino le dijo: Ahora en este momento, no te lo puedo decir...
Pero mañana, cuando haya hablado con mi contacto, podré sa-berlo...Tampoco quería correr el riesgo de adelantarle una suma,
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sin que su Jefe tuviera conocimiento de ello, pues habría que hacer un seguimiento, a la forma en que “Fiti” conseguía los recursos y eso era un juego paralelo, al que él no tenía acceso.
Pero “Fiti” se había quedado noqueado con las confidencias de su interlocutor y sin más preámbulo le espetó:
¿Oye...?
¿Y tú, como sabes esas cosas, acerca de la colchoneta...?
Por un momento, el “topo” sintió temblar el suelo bajo sus pies, ahora era uno de esos momentos, en los que su respuesta, aparte de ser rápida, debería ser concreta, creíble, y sobre todo simple para no despertar dudas acerca de su colega. El “topo” no lo dudó un momento, y dijo:
Me lo ha revelado el “Genio”...
Al “Fiti” le habían nombrado la “bicha”, la cuerda en casa del ahorcado, la competencia, el espejo en el que se miraba todo delincuente que se precie, para él representaba lo inaccesible, el ejemplo a seguir, el modelo por antonomasia, lo más...
Tan siquiera se paró a pensar en cómo había establecido con-tacto el “topo” con la jerarquía que representaba el “Genio” y su entorno en la cárcel, sencillamente se había quedado sin palabras, él que pensaba llevar la dirección del caso, ahora comprobaba, que tras todo el embrollo, se encontraba la mano maestra del “Genio”.
Fue suficiente esta información, para no querer saber más, y enseguida quiso retomar el protagonismo y continuó diciendo:
Pues casualmente el “Genio”, en mi opinión, y en la de los que colaboran conmigo, es parte implicada en la muerte de Julio...
No sé si sabrás continuaba , que el día anterior en el que ocu-rrieron los hechos... el “Genio” fue visto con el abogado de Julio y nada menos que en el despacho del Director y en presencia de éste..., por lo que se puede sacar en consecuencia, que no estarían hablando de la operación de su quiste, que formaba parte del mapa
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de la cara del “Genio”y además todos los datos confirman, que recibió una cantidad de dinero a cuenta, pues ese día todos fumaban: unos maría, otros tabaco rubio y algunos hasta en pipa, lo que significa que hubo una remesa de “yerba”, y eso no se adquiere así como así...
Con esta nueva aportación el “topo”, descargaba su disco duro a su jefe, que estaba componiendo un mapa, tan difícil de escudri-ñar como significativo, ya no había duda que en toda la trama existía una cabeza coordinadora, una mente refinadamente crimi-nal, con una frialdad y experiencia muy calculada, y fruto de un ansia de venganza o desquite, digno de figurar en los anales de la criminología más reconocida.
Efectivamente en la colchoneta que fue depositada dentro de un vehículo cuya propiedad se hallaba en vías de Investigación, se descubrió un paquete, que contenía además de un sobre con dine-ro, un atado de cartas y documentos que se estaban analizando, y un saquito en forma de funda de almohada vacío, pero con un olor a marihuana, que al grupo de policías expertos en estupefacientes, no les pasó desapercibido.
No quisieron requisar nada de lo depositado en el vehículo, hasta realizar un seguimiento, de cuál sería el destino o destinata-rio de dichas pruebas, y con ello conseguir, llegar más lejos en la Investigación.
Ase le facilitó una información parcial para no poner la Investi-gación en evidencia, de tal forma que se le iban suministrando datos, de escaso relieve policial, aunque suficientes, para sembrar inquietud y fijar la atención de “Fiti” en el asunto, y seguir gozan-do de su colaboración.
Al Jefe, que se sentía eufórico y orgulloso de su personal, so-lamente le faltaba una última fase, a punto de llevarse a cabo, cual era, saber el destino exacto de la prueba del Parking, para lo cual había ordenado una guardia permanente en dicho Parking, con la orden expresa de mantenerle informado al instante, de cualquier cambio que pudiera producirse relacionado con este asunto.
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CAPÍTULO XI
El “topo” se vio obligado a dar la cara ante “Fiti” y le dijo: que necesitaba quinientas mil pesetas, para comprar una información que les llevaría a un avance importante en el asunto. “Fiti” cabrea-do por la conversación mantenida con anterioridad le dijo:
¿No será para entregárselas a ese hijo de puta del “Genio”...? A lo que respondió el “topo”:
Por ahí van los tiros, pero no es exactamente para el “Genio”, sino para uno de sus secuaces, que está dispuesto a cantar, a espal-das de su jefe...
Esta declaración colmaba de alegría a “Fiti” que veía, como el “mito” de su vida, quedaba reducido a sufrir las miserias de todo ser humano, iba a ser, estaba siendo traicionado, por uno de su guardia pretoriana que se ocupaban, entre otros asuntos, de mantenerle bien resguardado en el patio, en el comedor, en las duchas, en todos los sitios, para que el muy cabrón se pudiera lle-nar de gloria con sus hazañas y ahora, en cambio tenía la posibilidad pensaba el “Fiti” , de ponerle en evidencia ante los suyos y de bajarle del pedestal y hasta tal vez poder él aspi-rar a ocupar su puesto...
La cantidad de dinero que había solicitado el “topo” no era problema, al día siguiente la tendría en su poder y “Fiti” en su locuacidad, ya viéndose encumbrado a lo más alto de la fama car-celaria se dejó escapar:
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Además mañana Miércoles viene “D. Abogado”, decía con cierto tonillode segundas intenciones, y no habrá problemas.
No tenía muy seguro el “topo” que el abogado de Julio, fuera quien proporcionaba el dinero y tal vez, pensaba que el título de (“D. Abogado”) correspondiera a otro personaje, a quien le hubie-ran bautizado con ese nombre, pero no le pareció oportuno pre-guntar la procedencia del dinero, pues con “Fiti” había que obrar con todo tipo de precauciones y sin embargo si le pareció opor-tuno poner este detalle en conocimiento de su Jefe, quien al parecer sí le dio bastante importancia a esta información.
En la cárcel todo continuaba igual, con sus rutinas, horarios, es-caramuzas, singularidades del “Genio”, y todo normal, excepto que el “topo”, efectivamente y tal vez tratando de no ser pillado en un renuncio por parte de “Fiti”, y que este le buscara las cos-quillas, había aproximado su postura al grupo del entorno del “Genio”, que como si de un personaje de película o un capo se tratara, había que pedir audiencia antes de ser recibido.
Se presentó el “topo” con el cuento de que sabía algo acerca del caso de la muerte de Julio... que además había sido primado con dinero, por parte de la familia, que estaba interesada en des-cubrir de qué forma se había producido su muerte y que estaba en disposición de llegar a cualquier trato, para desenmascarar, a los culpables...
Todo esto le sonaba al “Genio” a música celestial, y no tuvo in-conveniente en reunirse en el patio con semejante personaje, que hasta aquel momento, sabía que era quien ocupaba la celda del desaparecido Julio, pero nada más, también que había sido visto en alguna ocasión en compañía de “Fiti”, pero como tantos otros libre de cualquier sospecha, sobre todo porque su presencia en la cárcel había pasado desapercibida, hasta aquel instante para él.
El “Genio” hombre hermético y de pocas palabras, le dijo que fuera al grano de su proposición y se dejara de mariconadas, que a
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él no le iban. Con este primer envite dejó prácticamente al “topo” sin argumentos, y rehaciéndose del primer golpe bajo, le dijo:
Mira si no es de tu interés, me voy con la música a otra par-te... pues no faltará quien me escuche...
Nadie se había atrevido a hablarle en ese tono, por pri-mera vez al “Genio”, y fue eso precisamente, lo que le hizo en-trar en razones diciendo:
Bueno es que ya sabes, me vienen con cada cuento..., que para qué...,así que no te molestes, y di lo que tengas que decir...Este cambio de tono y de actitud, dio cierta confianza al “topo” que comenzó diciendo:
Dispongo de quinientas mil pesetas, para quien pueda propor-cionarme alguna información, o pista que lleve al descubrimiento de la muerte de Julio, el ciego que apareció colgado de la ventana en su celda, y que por cierto ahora ocupo yo, con otro interno..., tiene que ser una pista fiable, no un farol, y por eso acudo a ti, que según mis informaciones, eres de fiar...
El “Genio” crecido en su ego, consciente de que su fama tras-cendía extramuros de la cárcel, viendo que su prestigio había ido en aumento, a pesar de haber sido acusado de la muerte de Enri-que y que ahora venían hasta él, a su presencia, no entendía muy bien a través de qué sistema, pero lo cierto era que él jugaba con ventaja y le dijo al “topo” que sí..., que él sabía muy bien y cono-cía con detalles la muerte del ciego..., y que con éste van dos..., decía sonriendo y dejando al descubierto su mellada dentadura, alternada con dientes enfundados en oro unos, y en acero inoxida-ble otros...
El “topo” le hizo saber, que en virtud de la importancia de su información, la cantidad de dinero ofrecida a cambio sería en fun-ción de la misma, por cuanto debería ajustarse a presentar alguna novedad que alterara en algún modo, lo conocido hasta la fecha.
El “Genio”, una vez más, cegado por el brillo del dinero, le dijo que para él estaba claro, que todo había sido una trama lle-
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vada a cabo por el Director en connivencia, palabra que él había oído aunque no entendía muy bien el significado, con alguno de sus funcionarios y que precisamente, estaban situados en la La-vandería, por ser el lugar donde más tiempo permanecen los fun-cionarios sin ser relevados del cargo..., que tenía datos concretos de la participación de gente de la calle..., que todo apuntaba, a que era obra del abogado que llevaba la causa de Julio y le había trai-cionado..., pero que a él le constaba que no..., que el abogado pu-diera ser que fuera manipulado..., pero para nada estaba en el ajo de la cuestión...
El “topo” estaba siendo testigo de unas declaraciones, que aun-que las conocía, no podían ser fruto de un acuerdo tácito entre “Fiti” y el “Genio”, pues todo el mundo sabía que eran acérrimos y antagónicos enemigos, y no se podían soportar el uno al otro y que por tanto la verosimilitud de la confesión, de la que estaba siendo testigo directo, tenía toda la credibilidad posible.
Abundaba en el tema el “topo” diciendo, que si estaría dispues-to a firmar una declaración ante el Juez de cuanto le estaba contando, que mañana tendría su dinero y tal vez la posibilidad de una propina por su disposición a declarar ante la Justicia.
Que para ello debería contar con su palabra de honor, que no es que él la pusiera en duda, pero puede que los familiares sabedo-res de quien era el que estaba haciendo este tipo de manifestacio-nes, no se sentirían muy conformes, algo que entendía muy bien el “Genio” pero no le hizo ninguna gracia.
El “Genio” aseguraba que, el abogado a quien se refería “Fiti”, como “D. Abogado”, efectivamente era D. Manuel Montoya Re-galado, quien se encontraba en la “pecera” hablando con el Direc-tor y para sorpresa del “topo” “Fiti” fue llamado al despacho y le fue entregada la cantidad que había solicitado el día anterior.
El “topo” temblaba de miedo, era sabedor que estaba jugando con cartas marcadas y a dos bandas, en terreno muy peligroso, sería observado por al menos una docena de personas, entre ellas: “Fiti”, el “Genio”, los guardias, el propio Director, los guardaes-
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paldas de ambos contrincantes y tal vez por quien él menos pudie-ra imaginarse.
Había por tanto que andar con pies de plomo, no ser pillado in fraganti, tanto recibiendo el dinero, como dándoselo a el “Genio”, en una palabra, se encontraba realmente en una delicada situación, en la que no solo peligraba su persona sino toda la operación.
Durante todo el día “Fiti” estuvo esquivando la presencia del “topo”, así no se vería obligado a entregar el dinero sin más. Ha-bía sido advertido por sus “superiores”, de no entregar el dinero a el “topo” sin que hubiera la presencia de alguno de sus allegados, con ello querían confirmar dos cosas, primero a quien le era entre-gada esta suma y segundo que “Fiti” no se quedaría con ella.
Todo el día anduvieron jugando al perro y el gato, pues el “to-po” tenía instrucciones muy concretas, de no recibir ni dar el dine-ro públicamente, pues era obvio, que estarían controlando sus mo-vimientos, de tal manera que se vio obligado a poner en conoci-miento de el “Genio”, que ya tenía el dinero en su poder, aunque no era cierto y requerir de él, que le indicara el lugar dónde se lo podía entregar, a lo que éste le contestó, por medio de uno de sus subalternos, que se lo entregara a él mismo y a nadie más.
Pillado en un auténtico renuncio, el “topo “no tuvo más reme-dio que emplearse inventando, que el “Fiti” había localizado el lugar donde tenía el dinero preparado para la entrega y se lo había robado, que ahora tendría que entenderse con él o renunciar a di-cha cantidad.
Era la ocasión propicia para entablar un enfrentamiento con ambos matones, que se verían obligados a saldar sus muchas cuen-tas pendientes y en un acto, que al “topo” le libraba de paso de la presión a que se estaba siendo sometido por los dos.
Tan rápido se habían desencadenado los acontecimientos, que no había tenido tiempo de comunicar a su Jefe la nueva situación creada, así que obró por su cuenta, sin medir las consecuencias que esta acción podía provocar.
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Aquella tarde, efectivamente se desató un alboroto, como los que habitualmente se producían en el patio, y llamó la atención de el “topo”, que se personó en el punto donde tenía lugar una singu-lar pelea y que todos llevaban años esperando, el enfrentamiento de los dos personajes más sanguinarios del Centro Penitenciario, que jamás se hubiera podido encontrar en otro sitio.
El Director desde la ventana de su despacho contemplaba la es-cena y no solamente eso, sino que además había alertado a los vigilantes de no intervenir hasta bien desarrollada la pelea, que se presentaba emocionalmente, necesaria, decía , para el bien de los internos, que precisaban encontrar de vez en cuando un acon-tecimiento que sacudiera su aburrimiento.
“Fiti” esgrimía sus puños apretados como dos garfios, el “Ge-nio” un punzón artesanal, con un rudimentario mango de un trozo del palo de una escoba, ambos se lanzaron a muerte intercambian-do mandobles en el vacío, parecía estuvieran haciendo esgrima, pero permanecían atentos a los movimientos felinos, tanto el uno como el otro, el menor descuido o la mínima falta de concentra-ción, podía dar con uno de los dos contendientes en el duro sue-lo de cemento del patio.
Sin saber cómo, a los pies de “Fiti” apareció una cuchilla de zapatero, que en manos de éste se convertía en un arma mortal de necesidad, el “Genio” advertido de esta anomalía, se lanzó a pecho descubierto sobre su adversario, quien en un brusco movi-miento clavó la cuchilla en el abultado vientre de su enemigo, el “Genio” herido seguramente más profundamente en su pundonor, que en su físico, antes de caer al suelo, se agarró con fuerzas a su contrincante y le clavó el punzón en la espalda, ambos rodaron por el suelo como dos pingajos, sin apenas moverse, los silba-tos de los vigilantes comenzaron a emitir sonidos agudos, que los internos conocían y que deberían interpretar como una llamada al orden, tal como lo hicieron retirándose de inmediato del lugar de los hechos.
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El Director abandonó el despacho y dio instrucciones, se pre-sentó una patrulla especial armada hasta los dientes en el patio temiéndose lo peor, un motín o algo parecido, al tiempo una am-bulancia hizo presencia en el lugar de la escaramuza, fueron eva-cuados los dos cuerpos, dejando un corro de sangre en el cemento.
El Agente infiltrado, el “topo” D. José Pedrosa Aguilar, Subinspector Especialista en Homicidios, perteneciente a la Divi-sión de Estupefacientes, a punto de ascender a Inspector, daba por terminado su cometido a la vista de los acontecimientos, aunque ello dejara tantas dudas, como jamás hubiera podido ima-ginar.
Su jefe ordenaba el traslado inmediato, mediante un documen-to ficticio y oficioso dirigido al Director de la Prisión, ante la evi-dencia de los hechos y para que su integridad física fuera librada del peligro que suponía su permanencia en la cárcel.
El Director obrando en función de su autoridad y con el debido conocimiento de los Jueces, firmó dicho traslado, simulando para no despertar sospecha alguna, la estancia de aquel interno como la de uno más en sus dependencias y que por orden superior, aho-ra se le enviaba a otra Prisión, algo que por otra parte habitual-mente ocurría a diario.
Pedrosa fue conducido ante la presencia de su Jefe, quien se adelantó en primer lugar a felicitarle por su trabajo, concediéndole unas merecidas vacaciones a la vez que su nuevo rango y ascenso a Inspector, dentro de su actividad en el Escalafón del Cuerpo.
Habían ocurrido tantas cosas y en tan corto espacio de tiempo, que se hacía necesario recapitular, reunir toda la documenta-ción, hacer un examen minucioso de los acontecimientos y clari-ficar la participación de sospechosos, colaboradores necesarios, testigos, funcionarios, fechas y datos que una vez contrastados y depurados llevaran alguna luz en un caso, que se había ido com-plicando y había ido creciendo como las ramas a un árbol.
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Para ello, en opinión de los expertos que manejaban los hilos del caso, nada mejor que nombrar una Brigada Judicial especiali-zada en este tipo de embrollos y ajena a cualquier otro trabajo que les pudiera restar tiempo, dedicada exclusivamente al caso y a quienes el Jefe de la Investigación les pasó, esta auténtica pata-ta caliente.
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CAPÍTULO XII
En el Juzgado se preparaba la Instrucción del caso, con abun-dantes pruebas testificales y declaraciones juradas de parte de los implicados, pruebas materiales de los hechos y cuantos requisitos se habían recabado por parte de los agentes judiciales que llevaban el caso.
Esta vez el juicio se llevaría a cabo, a puerta cerrada, por ex-presa orden del Presidente del Tribunal, ante el circo mediático que se presumía iba a tener lugar, al relacionar el nuevo caso con los anteriores.
Sin embargo era inevitable la asistencia y cita a la vista, de los protagonistas implicados en los casos anteriores y eso le daría un nuevo morbo, difícil de evitar.
La vida de los involucrados en los hechos pasados y que de nuevo ocupaban los titulares de los tabloides, se había reorganiza-do y en muchos casos, alguno de ellos habían tratado de pasar pá-gina.
Todavía sin desenvolver el crimen, o suicidio de Julio, se había comunicado a quienes aún tenían algo que decir, o lo que es lo mismo, a los amigos y familiares de Julio, el fallecimiento de éste, sin especificar las causas o los motivos, ni tan siquiera la forma en que fue encontrado su cadáver... todo se encontraba bajo Sumario y el secreto en el caso era total.
Se cursaron las citaciones de nuevo, motivadas por un nuevo caso y se convocaba, a quienes de algún modo ya se habían visto
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enredados en otras ocasiones, con hechos de similares característi-cas y por guardar cierta relación con el mismo...
Este nuevo caso desencadenó, en Lucía sobre todo, unos sentimientos que solamente ella podía entender.
Ya no solamente se trataba de la muerte de Julio, que tanto ha-bía significado para ella en su vida, significaba un dolor y una frustración que se unía con al deseo de manifestar, que ella era la única responsable de toda la cadena de acontecimientos, que había provocado, desde aquel infortunado día en el que se le ocurrió separarse de la “peña”, para tomar el sol por su cuenta.
Por su mente pasaron las escenas de la película de los hechos en blanco y negro, sin adornos ni perifollos, en su más cruda realidad, de nuevo volvió a sentirse sucia, manchada, sin derecho a consideración alguna, motivo y causa de los males que había provocado su nefasta existencia, y mil y un epítetos, que ella se apropiaba, en su desesperación por no haber podido evitar tanto dolor...
Nada podía sacarla de su abismo, solamente el calor del cuer-pecito de su niña, el recuerdo de aquellas jornadas en el Centro de la ESCI, el amor de sus amigos y sobre todo de Laura, a quien no había vuelto a oír sus risas, ni sentido su buen humor, co-mo tampoco había tenido ocasión de apreciar su delicadeza en el trato, de volver a admirar sus conocimientos, de revivir los ratos pasados en la discoteca del Centro y en su casa, su olor... todo, le traía tan buenos recuerdos y le causaban tanta tristeza, que tenía que hacer un esfuerzo supremo para disimular ante los suyos.
Para su desgracia de nuevo se reavivaban todos estos recuerdos ante un hecho, que más dolor le producía... la muerte del hombre que más había amado en su vida..., la muerte de Julio, junto a la que ella misma moría también un poco...
Tenía que volver a enfrentarse otra vez, a lo mismo de siem-pre...
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Aunque esta vez, lo que menos le preocupaba, era la forma y el cómo, dónde, cuándo y porqué de la muerte de Julio...
No quería conocer detalles, ni nada que hubiera rodeado la muerte de su “ex”..., quería correr un tupido velo en todo el asunto y terminar cuanto antes..., no volver a verse envuelta en los titula-res y tan siquiera conocer pormenores..., quería vivir su dolor a solas y sin espectadores ni plañideras...,ella con su recuerdo y na-da más...
Pero los jueces, que abundaban en los documentos, y trataban de llevar luz sobre un caso, que se había enconado, como pocas veces ocurría, la mezcla de tantos ingredientes, la participación de tantos Departamentos, la Oficialidad de las pruebas que afectaban a tantos Estamentos Públicos, hacían realmente difícil pasar de puntillas sobre el caso, y necesitaban de la colaboración de toda persona o lugar que tuviera, aunque solamente fuera un ligero roce con todo ello.
El abogado de Julio fue citado a declarar ante el Juez, lo que llamó la atención del mismo, pues en pocas ocasiones se había visto a la otra parte de la Justicia, aunque como en este caso fuera solamente para declarar.
Una vez se hizo presente, pudo comprobar “in situ”, la cantidad de documentación reunida en torno a un caso de muerte, que se le antojaba una más, y que con frecuencia había contemplado en su despacho, pero en esta ocasión, le daba el “olor” de que no se trataba de un caso más, y que su singularidad había llevado al Juez a contemplar la implicación de cualquier persona, que hubiera tenido algo que ver con el fallecido.
Las preguntas que le hizo el Fiscal, algunas en su opinión cap-ciosas, no dejaban lugar a dudas al abogado, que andaban tras alguna pista todavía no desentrañada, y deducía que algo tenían que ver con su actuación, acerca de la administración de los bienes materiales de Julio.
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El Fiscal le hacía preguntas tan concretas como las siguientes:
¿Es cierto que su amistad con el fallecido, le había llevado a gozar de su confianza, hasta tener poder de firma en sus cuentas...?
¿Qué saldo arroja la cuenta del fallecido en la actualidad...?
¿Cuál era el saldo de la cuenta inicial...?
¿Cómo se explica que los diferentes reembolsos de las cuentas del finado, hayan tenido lugar precisamente, en fechas cercanas a los hechos ocurridos, que terminaron con resultados de muerte...?
Ante tal catarata de preguntas, el abogado dando señales de no perder la calma, contestaba con coartadas debidamente preparadas, para no incurrir en contradicción y poder al tiempo salvaguardar su estado profesional, aunque para nada le resultaba fácil conven-cer al Letrado, que continuaba diciendo:
¿Qué relación fuera del ámbito profesional, le une a Ud. con el Sr. Director de la Prisión, y con el cual se le ha visto en más de una ocasión...?
Ninguna...
Contestó el abogado, a punto de perder la serenidad.
Y enlazando con la anterior, volvió a preguntar el Fiscal:
¿Y con D. Daniel Conde Oteruelo...?
Aquí tuvo que hacer un gran esfuerzo el abogado, para no de-mostrar la sorpresa que suponía para él, que de pronto le pregunta-ran, por quien él más admiraba, como catedrático y profesional del Derecho, e inmediatamente respondió:
Una sincera admiración en el campo profesional y me honro con su amistad personal e insoslayable...
Pero el Fiscal insistía:
No me refiero en el terreno profesional, sino con relación al caso que nos ocupa...
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A lo que respondía de manera contundente el abogado:
¿No entiendo a dónde quiere ir a parar su Señoría...?
Pues está bien claro decía el Fiscal , A que si mantenía Ud. o no, algún trato o negocio fuera del orden jurídico, es decir a título personal, con el citado Magistrado...
Conteste, sí, o no...
Sí, contestó, un tanto compungido, el abogado.
No hay más preguntas Sr. Presidente, concluyó el Fiscal.
Puede retirase el declarante, terminó el Presidente...
Una vez en la calle, repuesto del asedio a que se había visto sometido por parte del Fiscal, el abogado comenzó a tener con-ciencia que algo que se le escapaba de su conocimiento, y se esta-ba creando junto a él un cerco, que no entendía muy bien a qué era debido, y por más que estrujaba su cerebro, no conseguía enlazar las preguntas tan directas y concretas, que le había formulado el Fiscal y que al parecer estaban dispuestas, previo consentimiento del Presidente del Tribunal, que instruía el caso...
Los dos imputados más “potables”, como se denominaba a quienes eran pruebas fiables ante un Tribunal, es decir “Fiti” y el “Genio”, todavía coleaban en un Hospital, aunque eran duros de pelar, cada cual con sus heridas producidas por unas armas, que además de peligrosas, gozaban del agravante de que al ser clan-destinas portaban todo tipo de gérmenes de carácter infeccio-so, por causa de ser éstas ocultadas en los sitios más recónditos del cuerpo para no ser descubiertas, es decir que si no te morías al ser agredido de una puñalada, quedaba el peligro añadido de coger una infección de difícil cura.
En ello se encontraban ambos presidiarios, al parecer “Fiti” era el menos grave, aunque respiraba con dificultad ya el punzón ha-bía atravesado una costilla, algo nunca visto decían los médicos, porque tenía perforada, como si lo hubieran hecho con una aguja, el hueso de una de ellas, sin tan siquiera romperla es decir lim-
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piamente, pero tocando a la salida parte de un pulmón y de ello se estaba recuperando inusitadamente el “Fiti”, quien quedaría en pocas fechas listo para su reinserción en la cárcel y poder aportar un testimonio, más importante de lo que siquiera él podía imagi-nar.
En estado más grave se encontraba el “Genio”, pese a su corpu-lencia, la puñalada asestada en el vientre, había evolucionado in-teresando en su trayectoria parte del intestino grueso, había sido operado y vuelto a intervenir a los posos días, de una infección que se presentaba como muy grave y de muy difícil solución, aunque en estos asuntos los médicos nunca abandonan y tampoco se pronuncian en establecer un diagnóstico definitivo.
Mientras esto sucedía...
Un vehículo oficial, hacia acto presencia en la calle en la que se encontraba el domicilio de D. Daniel Conde Oteruelo, a bordo de este vehículo, además de dos guardias armados, uno de los cuales era el propio conductor, se encontraban el Presidente del Tribunal, el Fiscal y una Señorita Taquígrafa.
Habían concertado una entrevista privada, aunque reuniendo toda la formalidad que requería el caso, para que el Magistrado prestara declaración, en un asunto, que en opinión del Juez Ins-tructor, “algo “tenía que ver, el citado Magistrado y para no dar que hablar a los medios, habían propuesto este cauce, que además de legal, se utilizaba en casos de muy concretos de re-nombrados personajes.
Fueron atendidos personalmente por D. Daniel, que daba mues-tras de la tranquilidad y serenidad que proporciona el oficio, sabía que se trataría de un puro trámite, que se veían obligados a llevar a cabo, quienes se habían hecho cargo del caso de la muerte de Julio.
Quiso el Magistrado obsequiarles con alguna bebida en señal de que eran bien recibidos, pero el Presidente, haciéndose eco de la voz de todos rehusó, agradeciéndole la gentileza y diciendo
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que para nada querían alargar aquel acto, que se encontraba en la obligación de ejecutar, muy a su pesar.
Aturdidos por la magnificencia de la casa, los funcionarios ad-miraban el recargado, aunque funcional despacho, barroco en to-dos sus términos, con ediciones de auténticas joyas literarias, co-lecciones de códigos encuadernados en piel, los estantes que cu-brían las paredes del despacho estaban llenas de tomos de libros, bien alineados por ediciones, tal vez únicas en su género, por ma-terias, por autores, por fechas de edición, todo en un orden tan perfecto, que nadie podría dudar de que aquel lugar, fuera un san-tuario de la Ley.
En el mismo despacho podían contemplarse, en el poco espacio que dejaban libre los libros en las paredes, auténticos originales de cuadros de pintura, de autores bien conocidos, con sus dorados letreros al pie de los mismos y una candileja, que difuminaba una tenue luz en la cabecera de cada uno de ellos, una gran mesa de despacho a tono con la decoración y repleta de un ordenado mon-tón de carpetas, documentos en perfecto orden, un escritorio de piel repujada, tintero de cristal tallado, varios sillones de piel ne-gra, que conferían al despacho una categoría a tono con tan alto mandatario.
Se le hacía realmente difícil al Presidente, que tenía la misiva de realizar una serie de preguntas a D. Daniel relacionadas con el caso, pensar tan solo por un instante, en la implicación sospe-chosa por parte de tan cualificado y exquisito Magistrado, era una temeridad, a la que nadie en su sano juicio, quisiera enfrentarse.
Pasaron al capítulo de preguntas y aquí llegó la turbación de D. Daniel.
En tono solemne preguntaba el Presidente:
¿Podría su Señoría indicar, que relación le une al Sr. Director de la Prisión de Alcalá Meco, que no sea la puramente profesio-nal...?
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Y al igual que hiciera el Fiscal, con el abogado, continuó el Presidente diciendo:
¿Y con D. Manuel Montoya Regalado...?
¿Tiene su Señoría algo que decir acerca de un vehículo, to-do terreno, sito en el Parking de la C/ Velázquez, nº. 18...?
¿Cómo es que figura a nombre de su hija, si su hija perdone su Señoría no puede conducir...?
Ante estas preguntas, para las que desde luego no tenía contes-tación su Señoría, que era consciente de lo comprometidas que resultaban, máxime cuando la Señorita, que tomaba apuntes, te-cleaba su aparato de taquigrafía en todo momento, tomó aliento y se dispuso a responder, no sin antes establecer como preámbulo, que esperaba estuviera bien justificada, la presencia de aquella comitiva en su casa y que las respuestas a las preguntas, que sin dolo alguno realizaría por su parte, podría hacerlas buenas en cualquier momento y ante cualquier Tribunal, de Instancias Supe-riores que fuera requerido, de esta forma un tanto sibilina, quería dar a entender, que aunque ahora declarara lo que fuere, podría ser recurrido en cualquier momento ante el Tribunal Supremo, dado el carácter y categoría de su cargo.
No obstante haciendo gala de su mucho oficio comenzó dicien-do:
Solamente conozco al Director de la Prisión, de referencias por la prensa, en casos que nada tienen que ver conmigo, tan siquiera profesionalmente y por supuesto personalmente nada tengo en común con tal persona...
Respecto al Sr. Montoya continuaba diciendo el Magistrado
Aquí sí, que además de una relación profesional, pues fui su maestro, tengo una especial amistad, sobrevenida después de los lamentables sucesos, en que me vi involucrado y como sabrá su Señoría abandoné, al rozar el caso con mi persona y la de mi hija
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y evitar una supuesta incompatibilidad, que hubiera podido ser interpretada como connivencia en aquel caso...
Por último, solamente me queda aclarar... que en lo que se re-fiere a el vehículo, que su Señoría ha mencionado, puedo ates-tiguar con documentos, que en la actualidad no pertenece a mi hija ni a ningún otro miembro de mi familia, aunque efectivamen-te, fue un regalo “sentimental” a mi hija, a sabiendas que ella nun-ca podría conducirlo, aunque sí su mamá y yo mismo, cuando iba de caza...
El Presidente quiso dar por concluida la visita, no ahondar más en puntos, que para él estaban muy claros, no se pronunció en ningún momento durante el trayecto que les devolvía a los Juzga-dos.
Nada más entrar en su despacho y una vez verse librado de tan intempestiva visita, el Magistrado D. Daniel padre de Laura, daba instrucciones a la Gestoría, en el sentido de simular un cambio o extravío de documentos del vehículo y que se hicieran responsa-bles de un olvido o atraso, en hacer la transferencia, a un com-prador que previamente estuviera limpio, pues no quería ha-cer aún más difícil la Investigación, que sin duda se llevaría a cabo acerca del vehículo.
Se trataba de hacer desaparecer una prueba testimonial, que le acercaba y comprometía con un delito, cual era, ser propieta-rio de un vehículo que servía para camuflar pruebas, drogas, o no estaba muy claro qué...
Había que demostrar con papeles, que el vehículo había sido transferido con anterioridad a los hechos, y que por desidia o error de la Gestoría, aún se encontraban sin confirmar, tiempo más que suficiente para que un buen gestor, y en esto D. Daniel no abriga-ba duda alguna, tuviera ocasión de poner todo en orden, aunque para ello hubiera que falsificar datos, fechas, nombres, o lo que hiciera falta.
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Era mucho el trabajo que le proporcionaba D. Daniel a la Gestoría, directa o indirectamente y el Gestor titular de la misma, no podía negarse ante esta petición personal del Magistra-do.
El Director de la Prisión, había sido puesto en cuarentena y vi-gilancia permanente, sin que él mismo tuviera conciencia de ser punto de mira, por parte de un funcionario, que aspiraba a ocupar su puesto caso de este ser destituido, si como parecía estaba en-vuelto en la trama de la muerte de Julio.
Todo el asunto pues se encontraba en el aire, nadie se atrevía a hincar el diente a un caso, que sin duda habría de resolverse, me-diante la dedicación de muchas horas de trabajo y poniendo en entredicho muchas de las funciones, que son tenidas por modéli-cas, en los medios e Instituciones del Estado.
En tanto...
Lucía la principal protagonista de todo el culebrón, se había ca-sado con Luis, el hermano de su mejor amiga, ahora también su cuñada.
Además fruto de esa matrimonio, tenían una preciosa niña que llevaba por nombre Laura, por expreso deseo de quien iba a ser su madrina, aunque desafortunadamente, (Un viaje imprevisto al extranjero con sus padres, se lo impidieron), lo cual no fue motivo suficiente para evitar que Laura se hiciera presente, me-diante el envío de un regalazo, que a Lucía le hizo muchísima ilu-sión.
Le había hecho llegar nada menos que una canastilla acompa-ñada de un ajuar con todo tipo de ropas y prendas personales, jabones, perfumes y colonias de baño, en tal cantidad que seguramente en dos años Lucía no tendría que preocuparse de nada.
También para la mamá ¡cómo no!... Detalles muy personales e íntimos, que solamente Lucía interpretaba en toda su dimensión, y que denotaban una delicadeza, que una amiga como Laura, en su
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condición de niña bien, tenía como costumbre hacer para con sus amigas preferidas.
Pero a Lucía le era muy difícil olvidar lo que en poco menos de dos años le había ocurrido, los acontecimientos que habían hecho y cambiado por completo su vida y constantemente se la notaba sumida en una profunda tristeza, de la que solamente se reponía, cuando tenía entre sus brazos a la niña, que nunca podría ver...
Antes del mortal desenlace de Julio, prácticamente a los pocos días de nacer su niña, Lucía un buen día había recibido una carta de parte de D. Manuel Montoya Regalado, abogado de Julio e íntimo amigo de este, en la que se le manifestaba, entre otros asuntos, el deseo por parte de Julio, su ex novio, que aceptara una cuantiosa suma de dinero, como regalo al nacimiento de su hija y en concepto de ser perdonado por el daño, irreparable que en muchos casos, había producido su conducta.
Lucía consultó con Luis esta novedad y aunque a él le pa-recía que en este asunto, ella era quien debería tener la última palabra, tratándose del porvenir de su niña, no dudó en aceptarlo y de paso dar por zanjada la amistad o el recuerdo con Julio.
Pero a Lucía le era poco menos que imposible enterrar tantas ilusiones ahora frustradas, haber tenido que abandonar precipita-damente la Capital para irse a vivir a un mísero pueblo, casarse con un hombre, que aunque bueno, jamás le vería el rostro, ape-chugar con tanta ignominia, como se había vertido en los periódi-cos, acerca de su implicación en los casos de muerte habidas, y sin embargo ella quería seguir creyendo en las personas y la prueba la tenía allí mismo...
Julio antes de ser el más perjudicado en todo este asunto, había querido tener para con Lucía, con quien todavía guardaba un gran recuerdo de amor y que solamente por el hecho de escribirle ya demostraba que pensaba en ella, además quería tener la delicadeza de reconocer, que el fruto del que a él le hubiera gustado formar parte una hija, ahora pertenecía a otro hombre, lo que no mermaba
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para nada su cariño, sino al contrario y quería premiarlo acompa-ñándolo con un buen regalo, que serviría para que jamás fuera relegado al olvido…
El abogado requería la presencia de Lucia, para firmar una es-pecie de testamento o últimas voluntades, en el que las perte-nencias de Julio y parte del dinero de unas cuentas, en las que solamente él figuraba como titular, quería fueran puestas a nombre de la niña Laura, con lo que el reconocimiento explícito por parte de Julio no dejaba lugar a dudas, del amor que aún le profesaba a título post mortem.
Entre las pocas pertenencias que Julio dejaba a su ex, había una especie de diario precintado, con una taxativa nota que decía:
“Para ser entregado a Lucía Hidalgo Cosculluela, en caso de que se produzca mi muerte de forma ocasional, fortuita o moti-vada por fuerza mayor”...
Siguiendo sus últimos deseos, el abogado ejerciendo de notario, se había citado con Lucía, para hacerle entrega de semejante misi-va.
Cuando Lucía fue puesta al corriente, de las circunstancias en que se había producido la muerte de Julio, una profunda tristeza invadió su ser, y algo le decía en su interior, que ella era en gran parte la causa de tanta desgracia, no obstante le consolaba saber, que su ex también había sido víctima, como ella, de un cúmulo de situaciones, que habían desembocado en los hechos, por todos lamentablemente conocidos.
El paquete que Julio había ordenado fuera entregado a Lucía, era el mismo que había ocultado entre sus pertenencias, y más concretamente en la colchoneta, en la que había dormido du-rante su permanencia en la Prisión. Su contenido era de absoluto secreto y probablemente contenía las pruebas, de tanto desatino y el último cabo que atar, para desenredar la trama de esta tragedia, que había dado como resultado final tanta desgracia y tanto mal para todos.
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Pero este paquete era también la prueba, que como consecuen-cia de una Investigación llevada a cabo por un equipo de especia-listas, gozaba y formaba parte del secreto del Sumario y estaba en poder del Juez, no se había hecho público su contenido, era cono-cido solamente por tres miembros, que componían el Jurado que tenía el encargo de custodiarlo y abrirlo en presencia de Lucía, a quien iba dirigido y había que respetar la última voluntad del finado.
Por tanto se requirió, mediante Mandamiento Judicial, la pre-sencia de Lucía acompañada de un abogado, en su caso el muy conocido por la Audiencia, D. Manuel Montoya Regalado, que ejercía las veces de albacea de la familia de Julio Méndez Aguilar y de Lucía.
El momento gozaba de toda la solemnidad que estos casos re-quieren, en una Sala en presencia del Presidente, nombrado para el acto, siguiendo las instrucciones que marca el Protocolo para este tipo de asuntos y acompañados por los familiares directos del fi-nado y por la propia Lucía, se procedió a la entrega de un paquete, que no era otra cosa, que una caja de hojalata forrada de papel y con una cinta bien anudada a su rededor.
A Lucía le temblaban las manos y todo el cuerpo, cuando le en-tregaban dicho encargo, no sabía si debería abrirlo allí, en presen-cia de las personas que se encontraban en el acto, o por el contra-rio llevárselo a su casa y tranquilamente, con su marido presente, examinar su contenido.
Nadie le dictó instrucciones en ese sentido, así que ella obró en consecuencia y agradeciendo la custodia del ignorado contenido del paquete, decidió llevárselo a su domicilio, donde en privado tendría lugar su apertura.
El abogado, influido y presionado por los familiares de Julio, le rogaba a Lucía, que si no tenía inconveniente, invitara a los mismos a presenciar el contenido de la caja, pero ella sin dudarlo tan sólo un segundo y prorrumpiendo en lágrimas dijo:
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¿Dónde estaban Vds. el día en que Julio, llevado de su sed de venganza, perpetró los horribles crímenes de que se le ha acusa-do...?
Ante lo cual Dorotea, hermana mayor de Julio que se encon-traba entre los familiares, dijo:
En eso no tienes razón alguna, pues es bien sabido que nuestro hermano Julio, perdió la cabeza por ti y nunca más quiso saber de la familia, desde el momento que salió de casa para irse a vivir al apartamento...
En todo caso comprendemos, que estos asuntos son cosa tuya solamente y por tanto, nosotros nada tenemos que objetar, allá tú y tuconciencia...
Con lo que dieron por concluida la visita o reunión, a la que habían sido citados.
Efectivamente en su casa Lucía, eso sí, en presencia de su ma-rido y también del abogado, procedía a abrir la caja, que todo in-dicaba podría arrojar algo de verdad sobre la muerte de Julio, o tal vez no...
Para no alargar la espera, Luis el marido de Lucía, procedió a su apertura y en la caja había...
Papeles en Braille, documentos del Registro de la Propiedad, cartas, tarjetas de visita, una flor marchita por el paso del tiempo, un reloj con los números en relieve, un CD. Al parecer de música y lo más intrigante, una cinta de casete envuelta en celofán, que abría un nuevo misterio...
Todo el inventario, que en apariencia correspondía a una entre-ga de pertenencias, de valor sentimental, más que de otra índole, hizo abandonar el interés que había demostrado tener el abogado en el asunto, así que se despidió, no sin antes ofrecerse para cual-quier incidencia que pudiera presentársele a Lucía, que respiraba aliviada con su despedida.
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Lucía analizaba entre lágrimas, lo que solamente ella podía en-contrar e interpretar, como el último adiós por parte de Julio, que había querido fuera para ella...
Reconocía los documentos en Braille, uno a uno, en los que le daba fundadas muestras del amor, qué había significado en su vida y recuerdos olvidados que se hacían presente en aquel mo-mento... de situaciones y proyectos generados por la pareja en un tiempo, que ahora aparecía tan lejano...
El título de una propiedad en Cazones, a la que hacía alusión el documento, se trataba de algo que Lucía no quería ni recordar, una parcela de terreno, con una pequeña casiña, que el abuelo de Julio había dejado a su nombre en herencia, con la seguridad de que en algún momento, sería el refugio de sus últimos días y la sorpren-dente cinta de audio, que ahora Lucía temía tener que escuchar, pues sin duda en ella, se recogería la voz de quien estaba descu-briendo cosas del destino , habría sido el amor de su vida.
Sin duda los trabajos llevado a cabo por la Brigada Especial que se había nombrado para el caso, se hubieran enriquecido con el alijo y hubieran dado la mitad de su reino, por saber el conteni-do del famoso paquete, sacado de forma clandestina de la cárcel.
Solamente a Lucía correspondía dar este paso, y nadie podía obligarla a que lo hiciera.
Su marido Luis, ante la serie de datos que a él se le escapaban y sabedor de cuanto esfuerzo había costado hacer llegar hasta Lucía este paquete, en vista de que el contenido prácticamente, exceptuando el título de propiedad del terreno en el pueblo de Ju-lio, apenas tenía valor alguno, como no fuera el sentimental y eso lo mejor era darlo por olvidado, animaba a Lucía a entregarlo a las autoridades, quienes tal vez podrían encontrar algo de interés en los documentos.
Igualmente convencida Lucía por estas apreciaciones, que las consideraba sensatas, decidió que en efecto llevaría las pertenen-cias al Juzgado, que para nada le podían perjudicar y además por-
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que era justo que después del trabajo por conseguir estas pruebas, como le había indicado el abogado, fueran ellos quienes determi-naran la importancia o no de las mismas.
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CAPÍTULO XIII
La cinta, la cinta era la clave del todo el embrollo...
En dicha cinta o grabación, de la propia voz de Julio, que casi podría interpretarse a manera de testamento, había tan sustanciosas declaraciones, que el Presidente del Tribunal las juzgó de tal importancia, que resultaban absolutamente necesarias como prue-bas para poder cerrar el caso, de manera definitiva y terminante.
Julio temiendo que en cualquier momento, siendo consciente de que su vida estaba realmente amenazada de muerte, se viera cor-tada de forma traumática, como en realidad ocurrió, daba pelos y señales de cómo y porqué, se había formado dentro de su men-te un rencor y sed de venganza, pocas veces contemplado tan siquiera en los libros más famosos de Novela Negra.
En la misma, se nombraba a las personas que habían colabora-do con él, previo pago de importantes sumas de dinero y cómo ellos eran quienes le habían motivado para llevar adelante sus ac-tos, de los que se declaraba, no obstante, enteramente culpable al tiempo que arrepentido.
Eran tantos los datos que aportaba, de fechas, lugares, personas y circunstancias concurrentes en los hechos, que el Presidente a la vista de ello dispuso, que fueran realizadas varias copias de aque-lla grabación, para distribuirlas entre los profesionales afines con el caso y de esta manera aportaran su opinión acerca de la verosi-militud, tanto de las declaraciones vertidas por Julio en ella, así como para seguir las pistas en la Investigación, que seguramente,
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al contar con estos nuevos elementos, podría tomar otros derrote-ros...
Tan sólo quedaba convencer al resto de los componentes del Tribunal, de la veracidad probada de estas declaraciones, que se admitiera como prueba la cinta ahora en su poder y al parecer original, pues le había sido entregada por la propia Lucía, sin des-precintar el celofán que la envolvía, ante el temor de encontrarse con alguna desagradable sorpresa, que le hubiera costado mucho admitir.
Costaba mucho dar crédito, efectivamente, a lo que allí manifestaba Julio, era una declaración al fin y al cabo venida del más allá y precisamente esa circunstancia daba mayor validez a la misma, pues el último y único motivo de la misma, era dejar claro una serie de acontecimientos que tenían como protagonista al propio finado y ningún provecho esperaba sacar de ello, como no fuera dejar limpio el nombre de alguno de los implicados.
Dejaba claro Julio, que había dispuesto de una cantidad de di-nero que rondaba los setenta y cinco mil euros, más de doce mi-llones de las antiguas pesetas, de aquella vez que la suerte pasó por su lado y se agarró a ella, al no devolver unos cupones y resul-tar agraciado con el primer premio, ese dinero que hubiera sido parte de la felicidad en su inmediato futuro con su novia Lu-cía, fue destinado a comprar voluntades, a tapar bocas, a conseguir impunidad, a tener cierto poder dentro y fuera de la cárcel...
De ese dinero una parte, la mitad aproximadamente, se encon-traba depositada en una cuenta a nombre de Lucía, y el resto había servido para, en primer lugar comprar al Director de la cárcel, sin cuya colaboración jamás Julio hubiera conseguido lle-var adelante su plan, otra parte importante, y que no se determina-ba la cuantía, la había depositado en manos de su abogado D. Manuel Montoya Regalado, su amigo y asesor jurídico, en quien tenía depositada toda su confianza, y el resto, en pagar la mano ejecutora de los crímenes horrendos, de los que ahora se confesaba autor- inductor y arrepentido.
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La cinta que continuaba hablando como un libro abierto con-templaba, la participación del Magistrado D. Daniel Conde Ote-ruelo, a quien según las manifestaciones que hacía en ella Julio consideraba el “Inductor” y maestro y quien había planificado toda la puesta en escena.
El día en que el Magistrado decidió dejar el asunto en manos de otros colegas, para no verse involucrado, tuvo una reunión pri-vada con Julio, en la que llegaron a el acuerdo tácito y secreto de llevar adelante un plan urdido por el Magistrado y que en opinión de éste no podía fallar, pues él había calculado los pros y los contras y contaba con las suficientes coartadas estudiadas, gracias a los conocimientos de su oficio, para no llegar a ser des-cubiertos, aún con pruebas inculpatorias que él se encargaría de destruir.
A el Magistrado le había motivado, colaborar con Julio en este asunto, entre otras razones, una que el encontraba la más impor-tante y de tipo personal, la evidente parsimonia con que se movía la Justicia en un asunto que le tocaba tan de cerca, que entendía que bien le podía haber ocurrido a su hija y que solamente habría que cambiar el nombre, para sentirse herido en lo que más quería en este mundo, su hija Laura.
Por esa razón principalmente, se había decidido a convertirse en el brazo ejecutor de una venganza, que difícilmente podría ser descubierta, al conocer él mejor que nadie, los mecanismos y fun-cionamiento de la Administración.
Además la connotación sexual del caso de la violación de Lu-cía, le había exacerbado de tal manera... en un asunto que para él era tabú, terreno en el que sufría una frustración permanente, al sentirse rechazado por su mujer, que había conseguido, que odiara especialmente todo lo que tuviera que ver con el sexo y mucho más con abusos sexuales..., eso le sacaba de quicio como le había confesado a Julio , por cuanto entendía mejor que nadie, cómo se sentía Julio, en el caso que originó todo el desarrollo que acompa-
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ñaron los desgraciados incidentes, con resultados de crímenes odiosos ante Dios y los hombres...
En la cinta o grabación Julio dejaba en entredicho, las funcio-nes del abogado que se decía su amigo, pues los hechos demostra-ron que se quedaba con parte del dinero, previsto para los sobor-nos o pagos a los secuaces que llevaban a cabo los encargos de Julio.
Esta falta de integridad por parte del abogado había logrado que los individuos que tenían que llevar a buen término los “encargos” programados por D. Daniel y que Julio financiaba, usaran y abusaran de la confianza de Julio para llegar a extorsio-narle, amenazándole a él y a Lucía, primero con delatarle, y luego de muerte...
Además en la cinta también se hablaba de la corrupción, por todos conocida y consentida, de los funcionarios de la Prisión, comenzando por su Director y terminando por los que vigilaban los patios, comedores, retretes y quienes se prestaban a todo tipo de sobornos, y que a veces se vendían por cantidades irrisorias facilitadas por su abogado, en concepto de prestaciones extraordi-narias, que no eran otras que hacer la vista gorda.
En estas declaraciones Julio no dejaba títere con cabeza, eran unas declaraciones espontáneas, en las que tan sustanciosas pistas encontraban el equipo que trataba de arrojar coherencia con los hechos que se conocían y que no hacía otra cosa que corroborar esta realidad.
En la cinta tenía un recuerdo muy especial para los familiares de Félix García Serrano, su amigo de la infancia y principal cau-sante de tanta desgracia, al tiempo que les pedía perdón, aunque entendía que estos no estarían dispuestos a concedérselo.
Así mismo obraba, con la memoria de Enrique, una víctima más de las muchas circunstancias que rodearon el caso y también ¡cómo no! a su muy querido amigo Andrés Fernández Quijano, quien sin comerlo ni beberlo, se vio envuelto en un lío por hacerle
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un favor que le costó el puesto y a punto estuvo de costarle algo más.
Quiso tener un entrañable recuerdo para Laura, Delia y aunque con mucho dolor, también para Luis, quien le había usur-pado el puesto que Lucía tenía reservado para él, aunque reco-nociendo que tal vez no hubiera podido encontrar mejor parti-do, a pesar del poco tiempo del que había dispuesto y apenas tratado para conocerle mejor, de lo cual se felicitaba.
Sin embargo la gran declaración que todos esperaban, el moti-vo por el que ponía fin a su vida, o la forma en que llevó a efec-to semejante suicidio y los pormenores, que tanto el Fiscal, así como el abogado de Julio esperaba, brillaba por su ausencia...
Algo relativo a un suicidio, quedaba ni siquiera entre velado, como suele ocurrir en circunstancias parecidas, solamente se apre-ciaba un temor y un miedo cerval a verse quitado de en medio, mediante manos ajenas, por no poder cumplir las promesas hechas a sus secuaces, que encontraban motivos suficientes de incumpli-miento por parte de Julio, y eso en los ambientes carcela-rios, se paga muy caro y Julio lo sabía.
Al final la cinta concluía... con una confesión de arrepentimien-to que se transcribe a continuación, dado que en opinión de este modesto autor, no tiene desperdicio y que decía así:
“Yo Julio Menéndez Aguilar, mayor de edad, invidente y en plenas facultades mentales, ante las amenazas de que estoy siendo objeto en esta Prisión de Alcalá Meco, quiero que mis razona-mientos y actitudes que dejo en esta grabación, sirvan para en primer lugar, lavar el buen nombre de personas que se han visto implicadas en los hechos, de los que me considero y declaro abso-lutamente responsable y culpable a todos los efectos...
Dejo en manos de mi querida Lucía Hidalgo Cosculluela, mis pocas pertenencias, así como la propiedad de la presente graba-ción, con el fin de que ella obre en consecuencia y, que me consta lo hará...
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Quiero dejar constancia en esta cinta de grabación, de mi arrepentimiento por los hechos que directa o indirectamente ha-yan podido implicar a terceras personas y los daños que hayan podido producirse por causa de mi intervención...
Espero que Dios y los familiares de las víctimas, de las que soy el único responsable, puedan perdonarme más pronto que tarde, pues mi vida se ha convertido ya en un infierno...
Doy las gracias a quienes se hayan tomado la molestia, aunque ello forme parte de su oficio, en llevar adelante la Inves-tigación de cuanto aquí se manifiesta de forma libre y espontá-nea...
Adiós...
En otra parte de la grabación se decía:
A ti, mi querida Lucía:
¿Cómo poder hacerte comprender, que todo lo sucedido ha si-do solamente una manifestación, de mi amor hacia ti...?
¿Cómo hacerte entender, que mi vida ya no valía nada, sin la esperanza de recuperar tus caricias, sin esperar oír tu voz, sin el olor de tu pelo, sin el sabor de tu boca...?
No, no... Así no vale la pena vivir...
Sé que ya perteneces a otro, no me parece mal, pues mi con-dena cada día es más larga y mis días cada vez son más cortos...
Estoy siendo amenazado permanentemente, y extorsionado, me costa que mi vida, vale un pimiento...
Hay personas con mucho poder, que están implicadas en mis asuntos y dispuestas a eliminarme..., si llega el caso..., antes de que salga alguna declaración de mi boca, en este sentido y están dispuestos antes de ser descubiertos llegar a lo que haga falta...
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Puedes hablar con tu amiga Laura de este tema..., puede que ella..., mejor que nadie, te aporte las claves y pruebas suficientes para que puedas interpretar mi desaparición de este mundo..., que solamente me ha proporcionado desdicha..., aunque el haberte conocido puede considerarse, como pago a tanto sufrimiento...
Quédate, con nuestro común y entrañable amigo Nemo..., él nunca te defraudará y será un permanente recuerdo vivo de nues-tro cariño..., hasta siempre..., cariño mío..., te estaré esperando, allí donde la luz es diferente y donde todos somos iguales...
FIN
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ÍNDICE
PREÁMBULO. Una novela con trama ............................................ 3
CAPÍTULO I. De Asturias a Madrid ............................................... 5
CAPÍTULO II. Un perro guía por compañero ............................... 31
CAPÍTULO III. Unas vacaciones soñadas .................................... 63
CAPÍTULO IV. El estadio Santiago Bernabéu ............................. 81
CAPÍTULO V. Análisis de una pista policial .............................. 109
CAPÍTULO VI. Un juicio público............................................... 137
CAPÍTULO VII. La vista del juicio y condena ........................... 161
CAPÍTULO VIII. Drama carcelario ............................................ 177
CAPÍTULO IX. Inculpación voluntaria de los hechos ................ 191
CAPÍTULO X. Como una tragedia griega .................................. 215
CAPÍTULO XI. Corrupción en la cárcel ..................................... 241
CAPÍTULO XII. Juicio a puerta cerrada ..................................... 249
CAPÍTULO XIII. La cinta de casette .......................................... 265
ÍNDICE ........................................................................................ 273
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FLORENTINO SANTOS BARBERO
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DEDICATORIA
Para todos a quienes nunca alguien les ha dedicado un li-bro, una flor, una canción o cualquier muestra de Amor...
Floren
PREÁMBULO
Papá: Escribe una novela que tenga trama, me pedía mi hijo Paco en un e-mail esta mañana...
Acaso sea este el motivo por el que comienzo este escrito.
Porque realmente otra cosa no me mueve a ello no siento atrac-ción alguna, no solamente en esto de la escritura, además última-mente he perdido interés por otros muchos asuntos sin duda sín-tomas de vejez, de vejez galopante, no en vano ya he cumplido los sesenta y cuatro.
Y dicho sea de paso, tampoco hace falta tener mucha imagina-ción o viajar a países exóticos y disponer de un buen relato, etc. para obtener un guion o lo que es lo mismo disponer de una tra-ma novelesca, basta simplemente fijarse en lo que ocurre en nuestro entorno a diario, tener un mínimo de sensibilidad, obser-var con cierta atención y tendremos la mejor novela de la historia.
En este sentido me llamó mucho la atención, hasta el punto de conservarlo todavía, un artículo escrito por Umbral en La Esfera de El Mundo, página 16, sábado 2 de Enero de 1999.
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Se titula: El imperio o Rudyard Kipling. Dicho artículo es una crónica sobre el Nobel Kipling, en el que se dicen lindezas como: “Hacia los quince años publica Kipling sus primeros poemas, y luego una novela, que más vale olvidar, La luz que se apaga, con el sugestivo y fatalón tema de un pintor que pierde la vis-ta”...Y sigue Umbral diciendo: “sabido es que toda novela, drama o película con traumatismo corporal es necesariamente un engendro. El sentar como base de una historia una enfermedad grave, y mejor irremediable, no revela sino falta de imagina-ción, y pocas escapan a esta ley”...
Comienzo pues mi novela “CIEGO POR UN DÍA” Pese a todo, faltaría más, usando de mi cinismo al más puro esti-lo socrático, voy a continuar con el asunto, mal que le pese a Um-bral o a quien encuentre en el camino.
Con tales premisas, sin pedir permiso a nadie, siguiendo un de-seo esta vez confesable, de agradar a los míos y más concretamen-te a mi hijo Paco, que como queda dicho así me lo ha solicitado, me dispongo por primera vez en esto de la escritura, delante del ordenador, en directo, sin apuntes previos, sin guion alguno, sin fichas y nada de nada para engendrar algo que por lo menos me sirva para ocupar mis muchas horas de ocio
¡A ello vamos...!
Marzo de 2004
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CAPÍTULO I
Julio es un ciego que vende cupones en la calle Bravo Murillo de Madrid.
Todos los días se levanta temprano para ir a recoger las tiras de cupones que debe tratar de vender a diario puesto que el sustento de su persona y sus exigencias en el orden económico dependen en gran medida de la venta de dichos cupones.
Julio que nació ciego tiene un concepto de las cosas, la vida, las personas, los animales y de la ciudad muy particular.
Entre sus negros sueños, negros porque carecen de color, presiente que no todo es así es decir de color negro, ya con la edad que tiene, veintidós años cumplidos, intuye que la vida no es tan lineal como para él se representa. Ha de tener color, for-mas, sonido, tamaño, volumen y medidas que a él se le escapan.
Cuando aparece la Primavera esta constatación se hace más evidente, el trino de los pájaros, el perfume de las chicas cuando pasan cerca de él, el ruido motorizado de la ciudad, que aumenta en intensidad al tiempo que la bonanza meteorológica se hace pa-tente y se consolida, todo le hace saber que existe un mundo tan diverso y diferente que solamente intuye a través de las conversa-ciones y palabras que la gente le dirige cuando se acercan para comprar el cupón.
También cuando el involuntario contacto de la mano de alguna fémina al comprar el cupón, hace vibrar algo recóndito en su inte-rior. Él sabe que toda sombra tiene al menos el color de su propia
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existencia, la corporeidad de la sombra hace que esta tenga forma y por tanto cierto color.
Cuando nació Julio en un lejano pueblo de Asturias, en su casa nada hacía presagiar que fuera ciego.
El embarazo transcurrió con toda normalidad, el parto se desa-rrolló bajo la vigilancia de su abuela y del médico local y la noti-cia del nacimiento de un nuevo hijo en el seno de la familia fue muy bien recibido por todos sus miembros.
Una rara e incipiente enfermedad que fue desarrollándose a medida que avanzaban los días confirmó que el niño de pocos meses no veía, que era ciego.
Como la esperanza es lo último que se pierde la familia no es-catimó en gastos y siguiendo los consejos de su médico de cabe-cera, se trasladaron a Madrid pensando con buen criterio que si allí que disponían de todos los medios posibles para el trata-miento de la enfermedad no sacaban adelante el asunto, difícil-mente en el pueblo podrían hacer nada al respecto.
Fueron días, meses y años de grandes esperanzas a la vez que de grandes frustraciones, lo cierto es que fue pasando el tiempo y el problema de la ceguera de Julio se hacía patente. Los médicos que trataban su enfermedad no arrojaban la toalla, y tam-poco le daban el angustioso veredicto de: “no hay nada que hacer”.
Una vez en Madrid y apoyándose en lo conocido, es decir su familia, se disponían a sufrir cuanto hiciera falta y fuera necesario con tal de lograr la curación del niño.
Al principio estuvieron alojados él y su madre, en casa de unos familiares con numerosa prole, con problemas de desempleo por parte del cabeza de familia, con recursos muy limitados y con una mínima aportación por parte de ellos pues la gente que ve-nía del pueblo disponía de lo mínimo imprescindible.
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El tiempo transcurría, sin que nada cambiara para bien en lo concerniente a la visión del chico, todo eran promesas, falsas expectativas y dar largas en el tiempo.
El padre de Julio y una de sus hermanas ya mocita, se plantea-ron ir a vivir a la Capital puesto que el tiempo avanzaba, y a ins-tancias de la abuela se proponían ir a echar una mano en el asunto a su mujer y hermano a sabiendas de que ese paso les llevaría a tener que afrontar con valentía una situación para la que duda-ban estar preparados. Efectivamente con una formación primaria, sin oficio definido y con escasos medios para salir adelante, pudo más el corazón que la razón y emprendieron la ardua tarea de acompañar en la aventura a su familia más querida.
Fueron tiempos difíciles ya lo eran para quienes habían nacido en la capital, así que para ellos a quienes habría de sumarse la novedad de una vida tan diferente a la del pueblo la dificultad de moverse con la soltura precisa, el cambio en los hábitos de vida, enfrentarse todos los días a problemas que jamás habían soñado, aunque siempre motivados por la esperanza de la curación de Julio que les daba alas para enfrentarse a todos los inconvenientes del diario discurrir.
El padre pidió trabajo en la construcción como peón, pues tam-poco tenía conocimientos específicos que le hicieran acreedor a otro empleo, lo suyo de toda la vida había sido las labores del campo y lo relacionado con el cuidado y cría del ganado. Luisa una hermana de Julio encontró trabajo en la casa de unos señores que veraneaban en su pueblo, mediante credenciales del cura local.
La vida de estos improvisados huéspedes, que se hizo in-sostenible en casa de los familiares en la que vivían en precario, dio lugar a liarse la manta a la cabeza y entrar de alquiler en un piso próximo al de sus parientes que por tratarse de gente conoci-da y del barrio, tuvieron la delicadeza en admitirles sin las garan-tías pertinentes de tener que adelantar dos mensualidades, algo por otra parte imposible de cumplir por parte de los advenedizos arrendatarios.
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El chico seguía pese a todos los esfuerzos meritorios por parte de los facultativos sin ver... y poco a poco se fueron haciendo a la idea en el seno familiar de que la curación de Julio si esta fuera posible, sería a largo plazo y ello les fue llevando a admitir de una manera inexorable que Julio sería ciego de por vida.
Una recomendación por parte de los señores donde servía Luisa, facilitó la entrada del chico en un Centro Especial para Ciegos (ESCI), donde además de recibir una educación permanen-te y adecuada a sus minusvalías recibían el tratamiento específico en cada caso, según el grado que exigiera cada enfermedad.
De tal manera que todos los días la madre de Julio tenía que desplazarse hasta el mencionado Centro para dejar al mucha-cho y recogerle al atardecer, esto significaba además de un gasto difícilmente soportable, una dedicación y empleo de tiempo que restaba al trabajo en casa para atender a la casa y a su marido.
Como Dios aprieta pero no ahoga la mujer encontró solución a su problema porque un día le propuso el Gerente del Centro de la ESCI trabajar en las labores de limpieza y ella muy gustosa aceptó.
El chico crecía y se adaptaba a su situación que por otra parte no le era ajena ni nueva, puesto que había nacido con ella, y con el transcurso del tiempo la familia se fue afianzando a la situación de la ciudad lo que dio lugar a que se plantearan recuperar al res-to de la familia, otros dos hijos en edad de dar problemas, una niña de dieciséis años y un mozalbete de dieciocho, trayéndoselos a Madrid.
Ni que decir tiene que las penalidades que pasaron hasta hacerse a la vida de la capital fueron tan variadas, como los días que transcurrieron hasta que Julio parecía valerse por sí mismo.
El Chico avanzaba en sus conocimientos académicos a la vez que recibía lecciones de cómo comportarse respecto a las demás personas, sus propios compañeros y técnicas para suplir en la me-dida de lo posible la carencia de su vista.
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Fueron años de preparación que dieron como resultado una formación muy superior en algunos casos, a la de chicos de su misma edad y sin discapacidad alguna.
La concentración en el aprendizaje del Braille fue una dedica-ción muy especial por parte de Julio, sabedor de que en gran parte y gracias al inventor francés de este sistema su vida y su futuro dependerían de ello.
Mediante el dominio de esta forma de lectura/escritura, se fue aficionando a escritos que le facilitaba el Centro, obteniendo con-ciencia de la existencia de además de su entorno más inmediato, de un mundo por descubrir de: colores... amaneceres... estrellas... mares... ciudades... etc...
Su interés por saber tuvo resultados inmediatos, le concedieron en el Centro licencia para establecerse como vendedor de cupones, algo que a todo quien se dedicaba a ello le solucionaba la vida al menos en las exigencias más necesarias.
De tal forma que Julio ya no tenía que acudir al Centro con tanta frecuencia, como no fuera por interés personal para seguir estudiando, recabar información o entrega de cupones sobrantes.
Su independencia se hizo notoria apenas necesitaba del apoyo de su familia y se desenvolvía en la vida como una persona válida, colaboraba con los gastos de la casa como otro más y se permitía obsequiar con regalos en cada ocasión propicia a los miembros de su familia, consciente del sacrificio que habían llevado a cabo buscando la solución a su vida.
En la ESCI le consideraban como uno de sus vendedores modelo, fruto no sólo del empeño que Julio había puesto en salir adelante, sino también de la dedicación específica por parte del Centro en este tipo de enseñanzas, lo que corroboraba el éxito y finalidad del mismo.
A Julio desplazarse todos los días desde la periferia a la ciudad le resultaba engorroso aunque a la vez gratificante.
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Le habían educado en la ESCI para ser una persona cortés y amable, cordial, refinada y que cayera bien a todo quien le tratara. Y sobre todo le habían inculcado entre múltiples disciplinas, la de tener un aspecto físico, pese a sus limitaciones, para resultar atrac-tivo a la vista de los demás.
Las facciones de su cara que por carecer de modelo pudieran resultar menos agraciadas de lo que en realidad eran, habían sido trabajadas en el Centro con el fin de que aparecieran serenas, dul-ces y suaves.
Lejos quedaban las muecas e intentos por controlar la falta de visión, exponer las cuencas de los ojos ante los demás con el des-agradable encuentro de unos ojos glaucos, unas arrugas en la cara y el rostro fruto de no saber el efecto que producirían en los de-más.
Gracias a este trabajo diario por parte de los preparadores del Centro, Julio presentaba facciones agradables y sutilmente agra-ciadas y limpias, además sus oscuras gafas le daban ese... aire un tanto interesante, cuando no, un aspecto intelectual lejos de toda duda.
Su porte educado, la forma de vestir diríase que impecable, la empatía que despertaba con cuantas personas se relacionaba, le hacían ser acreedor a un trato recíproco, y conseguía que inmedia-tamente sintieran quienes tenían ocasión, el deseo de entablar con-versación con él.
Julio en esto del trato con la gente no tenía prejuicios.
Tanto le daba fueran altos o bajos rubios o morenos, blancos o negros, con bigote o calvos, hombres o mujeres, con todos trababa una cordial conversación a nada que apreciara en el otro un míni-mo interés en el asunto.
Se dejaba ayudar muchas veces más de lo que en realidad ne-cesitaba, era bastante autónomo en esta materia aunque no despre-ciaba la atención que pudiera dispensarle alguna persona, con tal
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de no defraudarla, sobre todo cuando tenía que cruzar alguna calle, subir al Tren, etc.
Cuando iba sentado en cualquier medio de locomoción y si al-guien no lo conocía, tan siquiera podría darse cuenta de su minus-valía.
Elegantemente vestido sin lujos pero limpio y bien aseado, con su incipiente barba bien cuidada, el pelo cortado al cepillo, sus zapatos impecablemente limpios daba aspecto de un gentleman más que un ciego inválido.
Solamente su plegado bastón telescópico blanco delataba la realidad de su situación.
Pero donde daba la nota sobresaliente Julio era en su modo de ser, su interior, la personalidad labrada a fuego que durante años de semi-internado en el Centro de la ESCI, habían logrado que fuera una persona de una integridad nobleza y honradez a toda prueba.
Estaba adornado de virtudes tales como: Inocencia, Candidez, Puntualidad, Simpatía, Honor, Gracejo, Etc.
Sabía escuchar al tiempo que trataba de aprender de toda situa-ción y de todos con quienes tenía ocasión de entablar conversa-ción. Se interesaba particularmente por los deportes, preguntaba por los resultados de los partidos, a veces con la sola intención de iniciar una conversación y que los demás, no él, se sintieran en sintonía con su presencia y daba argumentos y pautas que tal vez ni sentía, es decir su comportamiento denotaba que en definitiva era un dechado de virtudes.
Pero a Julio se le estaba haciendo cuesta arriba tener que tomar todos los días el Tren, luego el Metro y a veces el Autobús para ir al Centro a recoger los cupones, aunque lo estaban progra-mando para realizar entregas semanales y empezaba a darle vuel-tas, de cómo solucionar aquel problema.
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Él no tenía asignado como otros muchos minusválidos, un sitio concreto para realizar la venta de sus cupones, había elegido la calle de Bravo Murillo a pesar de que cada doscientos metros exis-tía un Kiosco de venta de los mismos, pero era tal el flujo de gente que a diario transitaba por esa calle que para nada condi-cionaba el éxito de su trabajo así como tampoco el hecho de que hubiera otros vendedores.
Su programa sin apenas variación era prácticamente todos los días el mismo. Salía de su casa a las ocho de la mañana tomaba el Tren de Cercanías que le dejaba en Nuevos Ministerios, subía la Calle Raimundo Fernández Villaverde hasta Cuatro caminos y se adentraba en Bravo Murillo hasta Tetuán, donde discurría su labor. Acostumbraba a desayunar en el Bar El Zafiro, tenía su cliente-la con la que intercambiaba además de los cupones todo tipo de comentarios acerca de la actualidad de las noticias que estaba al corriente, pues era un gran aficionado a escuchar la radio y también aficionado, aunque menos, a la televisión pese a “go-zar” como decía en tono jocoso, de no ver las imágenes, de tal manera que estaba siempre a la última en lo concerniente a la marcha de la liga de fútbol, deportes en general y sobre todo de la vida política en particular.
Para tomar el Tren, el Metro o el Autobús, quedaba de acuerdo con algún colega de una minusvalía inferior a la suya, es decir con una visión parcial apreciable y de esta forma valerse de la mejor forma posible, esta era una recomendación general hecha por parte de los responsables de la ESCI, la de coincidir siempre que fuera posible en los desplazamientos con algún colega de una minusva-lía mínima aunque tenía el inconveniente de tener que compartir con él sus experiencias o los avances en el asunto de la venta de los cupones y estrategias que a Julio no le interesaba descubrir, pues dependía en gran medida no airear su pericia en la captación de clientes, salvo que mediante estas confesiones correr el riesgo que su compañero le hiciera competencia.
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Por todo eso estaba en condiciones de buscarse un apartamento que le hiciera más cómoda la vida, sin el engorro de los desplaza-mientos.
Lo que ocurría era, pensaba Julio que proponer en su casa se-mejante decisión habría de llevarle tiempo, no quería que su fami-lia que precisamente había arrostrado todo tipo de sacrificios con tal de seguir junto a él pudiera sentirse ninguneada porque decidie-ra irse a vivir por su cuenta. Aunque bien pensado tal vez se decía Julio, sería un problema menor para la familia y una boca menos que tener en cuenta, aunque también echarían de menos su colabo-ración económica para nada desdeñable de su parte.
Pero sobre todo era importante para él sentirse “normal” al contrastar su manera de comportarse su forma de vivir, sus crite-rios personales, su “visión” de la vida, etc. Y esto solamente lo podía saber a través del criterio de alguien que como él se encon-trara en la misma o parecida situación.
Conocía el recorrido diario con precisión milimétrica y se des-plazaba con una naturalidad extraordinaria, conocía los baches de la calle, postes, farolas, contenedores de basura, que además de su putrefacto olor en alguna ocasión le había costado algún tro-piezo al ser cambiada su ubicación, algo que también le ocurría con las vallas protectoras de cualquier obra y que frecuentemente y casi a diario aparecían en su camino, además de las zanjas para la canalización del Gas, etc.
Sin embargo Julio cada día afianzaba más su comportamiento social alternaba con más personas, expandía el ámbito de sus amistades que en muchos casos era algo más que el simple trato de vendedor y comprador, participaba en tertulias donde era admitida su opinión en algunos casos muy autorizada y empezaba a notar que su condición de ciego, apenas mermaba su capacidad para relacionarse con la gente de su entorno habitual, en una pala-bra, que no se sentía en ningún caso discriminado por su condi-ción disminuida.
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En cambio la servidumbre a que se veía sometido todos los días y cierta dependencia de su acompañante, no evitaba que la amistad que hacía con él y que casi a diario se producía en sus desplazamientos fuera creciendo con este semi-invidente, y le ha-cía programar su vida sobre todo en los fines de semana de una manera diferente.
Además le servía para comprobar a Julio, que existían otras personas con inquietudes muy diferentes a las suyas, pues descu-bría en el amigo, según confesiones que este le realizaba, que su objetivo era ser escritor y que se dedicaba a lo de la escritura de una forma autodidacta y además tenía un repleto repertorio de escritos en Braille que algún día le enseñaría.
Este amigo-colega le informaba de que en el Centro de la ESCI existían lugares de encuentro especialmente acondicionados y de-bidamente programados para satisfacer las necesidades de sus so-cios y que en él se organizaban fiestas, bailes, guateques, excur-siones y un sin fin de actividades lúdicas que Julio empezaba a descubrir en la parte más gratificante gracias a las extensas ex-plicaciones que recibía por parte de su ya compañero Enrique... el invidente que se había convertido en su lazarillo.
A Enrique le encantaba entrar en el desconocido mundo de Ju-lio y pulsar sus opiniones, sus formas de entender las diferentes ocasiones en que coincidían físicamente, porque mentalmente es-taban a cien años luz, el uno del otro.
Quería recabar datos y sensaciones, formas de sentir de su compañero, sueños irrealizables, obsesiones, etc.
En una palabra estaba tratando de introducirse en el interior más recóndito de Julio como un auténtico experto en psicoanálisis, con el propósito de verter estos conocimientos en sus futuros es-critos.
La vida de Julio se vería alterada por esta nueva experiencia de contar con un inesperado colega, que estaba dispuesto para ayudarle en todo lo que él le permitiera y asiste con él a una es-
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pecie de Discoteca del Centro, donde amén de buena música hay otros atractivos tales como son las bebidas a bajo precio, la com-pañía de otras personas condicionadas como él y sobre todo el descubrimiento de otros invidentes del sexo femenino.
Además en éste nuevo lugar para Julio, se programan juegos específicos a su condición y donde tiene ocasión, esto es nuevo para él, el descubrimiento del cuerpo de una chica.
El tacto desarrollado especialmente en los invidentes al igual que el sentido del oído y el olfato, en esto la naturaleza pareciera haber querido suplir la carencia de la vista dando máxima calidad con ello a quienes sufren esta pérdida, en Julio era notorio.
Lo cierto es que Julio en uno de esos juegos-bailes coincide con una chica se tocan, se reconocen, se huelen, se sienten... Se en-cuentran...
Un nuevo concepto una nueva experiencia tiene lugar en ese momento que sería el principio inolvidable de una agradable sensación de la que Julio no había tenido noticia hasta entonces.
Se establece una comunicación además de corporal, verbal, se cuentan e intercambian modos y formas ininteligibles para el resto de los mortales y concurre en ellos eso que ha dado en llamarse filling, que no es otra cosa que una coincidencia de caracteres y una corriente de amistad algo más de lo normal.
Julio entra en una nueva interpretación y versión de la vida.
Ha encontrado un soporte más en el que afianzar sus sueños, en negro como quedó dicho anteriormente, pero esta vez con una luz especial que bien pudiera dársele el color rosa como en las novelas y películas de amor.
Más adelante sin que los días cuenten para él, solamente le sa-can de su rutina los momentos de encuentro cada vez más espera-dos con Lucía.
-Qué incongruencia se decía así mismo Julio- ella tiene el mismo nombre de la Patrona de los ciegos, tal vez por ello les
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pusieron este nombre, que a Julio se le antoja el más bonito del mundo.
En la ESCI organizan estos encuentros para que al tiempo de que sean lo más frecuente posible, también sirvan para conocerse mejor entre las parejas y si las coincidencias en lo que a gustos, proyectos, ilusiones, afinidades en definitiva se dan entre ellos, con vistas a establecer una relación algo más que de amistad, tam-bién sirva para alimentar esta nueva situación.
Ella es decir Lucía en versión de Julio, está adornada de mu-chos favores y condiciones que la naturaleza le ha regalado que no por el efecto del enamoramiento a priori le pasan desaper-cibidos, sino todo lo contrario, encuentra la persona con la que se siente más identificado a la vez que le ofrece un espacio de confianza y un asidero que hasta el momento en que la conoció nunca había tenido.
¡En definitiva la vida para Julio ha cambiado y de qué mane-ra...!
Muchos días entre semana pero sobre todo los Sábados Do-mingos y fiestas, cada vez pasan más tiempo juntos. Sus encuen-tros se producen además de en el Centro en lugares que a ambos les parece más obvio, El Retiro, Parque del Oeste, algu-na cafetería y casi siempre en lugares de poco bullicio donde puedan intercambiar conversaciones sin ser escuchados, en plazas y medios de transportes en los que pueden dominar la si-tuación, restaurantes que previamente han sido aconsejados por otros miembros invidentes en los que tienen una atención especial para con ellos.
Pero donde realmente se encuentran más cómodamente es en la “Disco” de la ESCI, porque además de estar debidamente acondi-cionada para los invidentes se dan todas las peculiaridades e intimidad necesarias para el conocimiento personal y corporal de las parejas.
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Tanto Lucía como Julio se están descubriendo en una faceta a la que no están acostumbrados es decir en el conocimiento físico...
Lucía descubre en Julio un ser: varonil, fino, atractivo, amable en sus expresiones, culto en sus argumentos, alegre en su compor-tamiento y muchos detalles que solamente la intuición femenina puede llegar a desvelar sin necesidad de ver con los ojos de la cara estos y mil rasgos que a cualquier persona digamos “normal”, pu-dieran pasarle inadvertidos.
Además las cálidas palabras de Julio sin llegar a ser promesas de nada, le hacen abrigar y gustar de unas sensaciones nuevas que confirman los múltiples sueños de llegar a sentirse como una per-sona normal dentro de sus limitaciones y de componer el futuro de su existencia con unas nuevas ilusiones que constata mediante el desarrollo y la fluida conversación de Julio que se ven plasmadas con el asentimiento de ambos.
En estos escarceos amorosos al igual que Lucía, Julio va des-cubriendo las formas del cuerpo de ella y recorre el contorno de todo él, ambos se precipitan en localizar las zonas erógenas que más les llama la atención e intercambian toques paralelos tratando de descubrir las diferencias que para los dos resultan ajenas, entran en una dinámica hasta entonces desconocida pero que les resulta gratificante y Julio se entretiene especialmente en la cara de Lucía. Diríase que encuentra tanta novedad en su entorno que le parece poco el tiempo que dedica a descubrir sus cejas, sus pes-tañas, los pómulos de su cara, el arranque de su cabello, los oí-dos... que repasa con sus ágiles manos una y otra vez... Sus la-bios que de manera irresistible aproxima a los suyos, los be-sa, acaricia, nota el temblor de Lucía al acercarse a ellos y un olor especial feromonal, hasta ese momento ignorado impregna a la pareja, como queriendo formar parte de tanto descubrimiento.
De lo que no cabe duda es que comienza un capítulo nuevo de encuentro para la pareja y son conscientes de lo que les está ocu-rriendo que es algo más que una simple amistad y ahora ya se hace “palpable” la sintonía entre ellos, que significa más que la
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coincidencia de compartir una ceguera de por vida y la conjunción de pensamientos y sentimientos, de gustos paralelos que van des-cubriendo a medida que sus encuentros se hacen ya imprescindi-bles, frecuentes y absolutamente necesarios.
Se van desencadenando en los dos, además de sus muchas afinidades también sus pequeños o grandes defectos (el tiempo lo dirá), como es el hecho y la tendencia que tiene Julio, y que Lucía considera desproporcionada, a magnificar pequeñeces tales como que se retrase más de cinco o diez minutos en sus citas, sin entender que este retraso es consustancial con la condición feme-nina, aparte de que en una gran ciudad es poco menos que imposi-ble ser puntuales hasta ese extremo y ella le declarará in-conscientemente, que siente celos de la amistad que le une con Enrique a quien hace responsable de que sus encuentros se prodi-guen menos que al principio de esta relación.
En efecto la amistad de Julio y Enrique ha llegado a tomar tal intensidad que ya programan sus visitas turísticas a lugares pro-puestos por el Centro sin contar con Lucía, quedan los dos para realizar excursiones por la ciudad y para el verano pretenden ir al pueblo de Julio que se encuentra en Asturias. Ya se “ven” reali-zando este viaje y gozando de la gastronomía local, así como acu-diendo a lugares que Julio conoce, tabernas, playas, etc.
Y es que Julio se siente cómodo, arropado y seguro con Enri-que y así se lo confiesa a Lucía.
La visión parcial de Enrique ofrece a Julio conocimientos y de-talles que de otra forma a él se le escaparían, hasta el extremo de interesarse tanto por sus vivencias que permanentemente le inquie-re para que le hable del desarrollo diario de su vida y quiere cono-cer pormenores de su familia, entorno, amistades, lugares que fre-cuenta cuando no está con él y todo porque, de una manera in-consciente pretende crear un paralelismo con su propia existen-cia, que le indique en aquellas facetas en las que debe cambiar o mejorar su propia conducta.
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En una palabra ha sublimado la amistad de Enrique por encima de todo.
Sin embargo Enrique partiendo de una idea kafkiana y tal vez envidiando la forma de ser de su amigo y su desenvolvimiento en la vida, sus relaciones con las personas, que no se le escapa está muy distante de las suyas, pretende y así se lo propone a Julio un desmesurado plan.
Consiste en que Julio le cuente sus deseos, frustraciones, conquistas en el plano profesional, ambiciones, sueños, propuestas de futuro, autonomía económica y asuntos relacionados con su nueva compañera Lucía.
Para que Julio no desconfíe de cuáles son sus propósitos e in-tenciones en este asunto de inmediato le aclara, que se trata de un intercambio mediante el cual contrastaran sus dos formas de vida y que él plasmará, con su inestimable ayuda, en una especie tesis o tratado que está preparando con la supervisión de su Preceptor, que es una reconocida autoridad en la materia y profesor emérito de la ESCI, quien se encargará de dirigir su trabajo para la obten-ción del título preceptivo, si como él pretende, llegar a ser Profesor de dicho Centro.
Le aclara que ha decidido realizar un trabajo que titulará “Cie-go por un día” una especie de estudio en el que se contem-plarán facetas hasta el momento no investigadas, que será un estudio realizado en el plano afectivo e interiorización del pen-samiento de las personas que como ellos tienen una difícil forma de expresión y que él será el máximo exponente en este estudio, porque mencionará su nombre en aplicación de la ley vigente, que contempla la participación libre y voluntaria de las personas para la publicación de trabajos de esta índole.
Enrique le explica que la diferencia entre los dos se basa es-pecialmente en que él ve, poco pero ve, que en consecuencia de esta gran diferencia, continua diciéndole, él tiene concien-cia de lo que percibe y siente rubor, recato, vergüenza, mie-do ante situaciones de intimidad que a Julio se le escapan y que las
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vive con la luz del velador apagada, es decir de una manera natu-ral.
Trata de hacerle comprender que en eso consistirá su estudio, en la diferencia de pensamiento y de comportamiento ante una misma situación del uno y del otro, le explica Enrique que él por tanto tiene ante sí un problema de autocensura que en cambio a Julio le pasa desapercibido. Será todo un análisis de la forma de vida de dos personas muy diferentes aunque a la vista del resto de los mortales, pueden parecer dos vidas paralelas.
Más adelante le comenta que cuando se encuentre dicho es-tudio en fase avanzada le dará a conocer el borrador, que con-feccionará en Braille como es preceptivo por parte del Centro, supuesto que de ser aprobado servirá de material de estudio para el resto de los alumnos del mismo y con el fin de que le dé su apro-bación si merece su confianza.
Enrique pretende ahondar en las intimidades tanto de Julio co-mo de las propias, con el fin de realizar un estudio comparativo de las necesidades y aspiraciones que un ser privado del sentido de la vista, al igual que les sucederá a los sordos u otros mi-nusválidos, y que no encuentran un foro de reconocimiento para sus limitaciones en la sociedad actual, que si bien no pone zanca-dillas en el desenvolvimiento diario de estas personas limitadas, tampoco facilita o apoya las reivindicaciones que de manera per-manente estos llevan a cabo y que son echadas en saco roto por parte de esta misma sociedad.
Pero Enrique se encuentra, y esto le asusta, conque ha de en-frentarse ante el reto de escribir, el solo hecho de tener que elegir un tema, el estilo narrativo, la ortodoxia establecida en los medios literarios, la localización de las palabras que expliquen sin ambi-güedad sus ideas, el engaño verdadero que ha de tener toda narra-ción para ser creíble y que sin embargo no descubra una autobio-grafía, cosa muy frecuente, le traen de cabeza.
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Ha de encontrar la coherencia y consistencia en el relato, para no despistar, hasta el punto de resultar aburrido, y todo esto no es fácil llevarlo al terreno de la práctica.
Para ello quiere interpretar la vida de Julio y establecer las diferencias con lo que cree saber y conocer de la propia.
En ese sentido le confiesa a Julio que envidia su capacidad de abstracción debido a su ceguera total, algo que él echa en falta y considera necesario para engendrar cualquier escrito.
En todo este tipo de disertaciones intercambian opiniones, pensamientos, modos de “ver” las posibles soluciones a sus pre-tensiones, pero sobre todo tratan de descubrirse uno en al otro y qué hay de común en sus formas de vida al parecer iguales.
Sin embargo Julio es consciente de que la vida de Enrique res-pecto a la suya tiene diferencias muy notables. De hecho su de-pendencia en el asunto de sus desplazamientos es indicativo que así como Enrique puede pasar perfectamente sin su compañía al menos para estas funciones, a él le es indispensable contar con esta ayuda.
No obstante ha conseguido meter en su conciencia la idea de que por primera vez alguien se toma interés por su persona por una razón distinta a la de la compasión, que era la idea que hasta el momento prevalecía en su mente.
Pese a todo él sabe que los sentimientos no son objetos siempre estáticos e inamovibles, son variables como lo son los estados de ánimo y las circunstancias que lo rodean.
Entiende que eso de la literatura es un puro artificio y que en la medida que Enrique sea capaz de hacerlo creíble, o disimulará este invento o descubrirá el engaño medido, controlado y no servirá de nada.
Julio que no se considera un paciente, descubre que está a pun-to de realizarse como persona, máxime cuando alguien como Enrique a quien él admira desde lo más profundo de su ser, se
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va a tomar la molestia o el trabajo de estudiarle a fondo, con sus virtudes y defectos, pero sobre todo, con ánimo de que su tra-bajo produzca el efecto deseado, que no es otro que la ayuda para otras personas que se encuentren en sus mismas circunstancias.
Por tanto a partir de estas conversaciones Julio promete a Enri-que que todo serán facilidades, y que le abrirá su corazón hasta límites solamente por él conocidos, y que en reciprocidad espera por su parte el mismo tratamiento. Dada la importancia y la eufo-ria que produce en Julio esta propuesta aceptada de antemano, siente el deseo de comunicárselo a Lucía en la primera ocasión que se presente. Pondrá en su conocimiento el nuevo proyecto animado tal vez, para sí ella quiere formar parte del mismo, porque sería un trío ideal y como tal, una nueva aportación y riqueza a este tratado.
Sin embargo no le suena bien a Lucía esto de descubrirse públicamente y poner a la luz sus intimidades, máxime cuando no sólo el recelo que le produce Enrique, porque le conoce poco, sino tanto más porque sus palabras le desconciertan y percibe en él un aire de autosuficiencia, supremacía, egolatría y otras “virtudes” de las que constantemente hace alarde, y también porque ésta com-plicidad con Julio es la causa de que cada día perciba que a veces, permanezca distante a ella fruto tal vez de que sus pensamien-tos no son los que al principio ella conocía, ahora más bien se siente como objeto de estudio por parte de ambos y como si estuviera siendo analizada y sirviendo de conejillo de Indias viviendo como en un escaparate.
Le hace saber a Enrique para que no crea que es una indocu-mentada, el sentido que para ella tiene eso de la literatura, que últimamente parece estar de moda y que magistralmente ha defi-nido Vargas Llosa diciendo aquello de: “La ficción es una mentira que encubre una profunda verdad”...
Por eso la obsesión rayana en la enfermedad que vive Enrique por el asunto, que le hace sentir la necesidad de escribir tanto co-mo de alimentarse, a ella esta postura le parece excesiva.
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Lucía abunda en ello y le hace ver a Julio que no todo ha de ser tema de estudio, que también existe una fantasía desbordante por parte de quienes nutren sus escritos, y que en definitiva todo el que escribe, está de algún modo hablando de sus propias experiencias y de esta forma pretende vivir sueños y realidades ocultos a través de personajes inventados, que le permiten materializar situaciones que quisieran haber sido y no pudieron ser.
Julio no daba crédito a las explicaciones que con tanto conven-cimiento y coherencia le estaba dando Lucía, un nuevo descubri-miento que le alentaba cada vez más, en su percepción de estar ante un ser, cuyo resultado era excepcional y sobrenatural.
En este sentido una tarde que se encontraban en la Biblioteca del Centro estudiando Lucía y varias compañeras más, hubo un momento determinado en el que coincidió en el Baño con Laura, una compañera muy especial con quien le unía algo más que com-partir clase, le cuenta cuáles son sus temores acerca de su relación ya conocida y pública con Julio.
Le hablaba de la nueva propuesta por parte de Enrique a Julio y requiere su opinión, puesto que se consideran amigas íntimas y no guardan secreto alguno.
Laura consciente de que no es el lugar ni el momento para ha-blar del asunto le dice: Mira Lucía, creo que tenemos que tratar este asunto adecuadamente...
Por eso, le dice Lucía
¿Qué lugar más íntimo que el Baño...?
Pero... ¿No te das cuenta que aquí pueden oírnos, sin que nos enteremos...?
Será mejor que a la salida de clase, nos veamos y hablemos del tema... dice Laura
De acuerdo... contesta Lucía.
A la salida nos vemos...
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¡Ciao!...
Nunca se hizo tan larga aquella hora de estudio a Lucía que por otra parte aprovechaba siempre con dedicación exclusiva en el avance de sus conocimientos, sin que significara para ella esfuerzo añadido conseguir calificaciones que estaban a la altura de sus trabajos, como bien se encargaban sus profesores de hacerlo saber al resto de sus alumnos, pues constantemente la estaban po-niendo como modelo.
La salida de clase y del Centro suponía llenar la calle de colori-do muy especial y la alegría del deber cumplido, se notaba en las manifestaciones de las chicas y chicos que con un controlado alboroto se dejaba sentir en el ambiente, unos se reunían para ir al bar próximo que conocían como su segunda casa y en el que pa-saban largas horas de charleta hablando: de sus inquietudes, espe-ranzas y avances o atrasos en sus estudios, exámenes finales y todo tipo de conversaciones que hacían referencia precisamente a la condición de compartirlo todo.
También conversaban acerca de los inconvenientes y privacio-nes, desaires y problemas de todo tipo que encontraban en el de-senvolvimiento de sus limitadas vidas teniendo en cuenta que mu-chos de los que pertenecían al Centro eran residentes provisiona-les en la Capital, pero sus lugares de origen distaban a veces cien-tos de kilómetros con lo cual el desafío era aún mayor.
Otras veces, y en reducidos grupos, se juntaban para comentar sus avances en cuanto a sus vidas sentimentales, y si alguien se sentía con alguna novedad que compartir o digna de ser tenida en cuenta.
Pero Lucía y Laura, que se encontraron inmediatamente como habían acordado, se separaron y despidieron del resto de sus com-pañeras con un cosquilleo que rondaba sus entresijos por abordar el tema que tenían pendiente, y ello les hizo abandonar el lugar casi precipitadamente, hasta el punto de que pudieron ser víctimas de atropello por un autobús, si no hubiera mediado la pericia y precauciones del conductor que conocedor de la zona, sabía de
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la existencia en aquellas inmediaciones de un lugar para la rehabi-litación de ciegos.
Repuestas del incidente Laura propuso a Lucía dirigirse a su casa por la proximidad, y también porque encontrarían el lugar propicio para lo que parecía una confidencia que exigía las máximas precauciones e intimidad. Pocos minutos más tarde se encontraban frente a la casa de Laura, que por primera vez iba acompañada como en esta ocasión por una amiga. La cosa prometía y valía la pena romper el secreto celosamente guardado, pues nadie sabía que vivía tan próximo al Centro al que acudía para realizar sus estudios.
Entraron en un ostentoso portal de mármoles y celosías y al di-rigirse al ascensor les abordó el Conserje, que dando muestras de servilismo y dirigiéndose a ellas dijo:
“Buenas tardes señorita Laura, enseguida llamo el ascensor” Laura consciente de la superioridad que ella tenía respecto al por-tero, tan siquiera contestó, lo que a Lucía le pareció una desconsi-deración por su parte, aunque no le reprochó nada en esta ocasión por sentirse desplazada. Subieron varios pisos Lucía calculó tres o cuatro, entraron en un hall donde Laura se manejaba con tal facili-dad, que quienquiera que la observara nunca podría pensar pade-ciera una minusvalía y ésta fuera la ceguera.
Dejaron sus prendas en una percha y cuando se dirigían al Sancta- Sanctorum de Laura, fueron interceptadas por la mamá de ésta, extrañada de que le acompañara otra chica, pues no era cos-tumbre por parte de Laura llevar a casa compañía.
Previa presentación protocolaria que a Lucía le pareció escasa y poco cariñosa, y desde luego no a lo que ella acostumbraba, se adentraron en un recinto al parecer espacioso, y en el que notaba algo raro Lucía nada más ubicarse en la misma, cual era que se trataba de una insonorización muy superior a la que habitualmente tenían en el Centro y que confirmó Laura al explicarle, que les había poco menos que “exigido” a sus padres una acústica perfec-ta en su cuarto de estar que a Lucia se le antojaba salón, pues en el
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espacio se topó con que había un tresillo grande, además de varias butacas y enseres, así como también una mesa con aparatos de sonido y un escritorio para Braille.
Lucía empezaba a sentir arrepentimiento por haber dado pábulo a su amiga acerca de sus interioridades, y sobre todo porque sentía una inferioridad manifiesta, si comparaba su cuarto con aquella estancia que suponía y suponía bien, eran una sola pieza de las muchas que habría en la casa.
Desconocía que el papá de Laura era un reconocido Magistra-do, perteneciente a una saga de juristas de tradición y presti-gio lejos de toda duda. Pese a que el motivo que les había traído a casa de Laura no era otro que Lucía le pusiera al co-rriente de lo parecía el idilio del año, no tuvo reparos en enseñarle lo que al parecer a Lucía deslumbraba tanto.
Notó Laura al tomarla de la mano que temblaba y jadeaba ante la novedad que representaba todo aquello y la llevó hasta una li-brería repleta de tomos encuadernados en sistema Braille, difíci-les de adquirir por su alto costo y junto a ellos, en otro estante, una colección de discos de vinilo, apenas ya utilizados, y una torre interminable de CDs clasificados por temas y autores, mediante una señal o banderola con signos para ciegos, determinando el título de la obra.
De entre ellos destacaban muchos de música clásica, con una solapa o banderín en Braille, que Lucía desgranaba emocionada entre sus dedos. Laura era una autoridad en materia de música, y especialmente en música clásica, tenía obras de: Haydn, Liszt, Mendelssohn, Bach, Tchaikovski, Korsakow, Bruckner, Berlioz, Mozart, Beethoven, Mahler, Grieg, Chopín, Vivaldi, Strauuss y muchas otras que le pareció prolijo enumerar a Lucía que debería sentirse abrumada, sin duda por la exhibición de los medios y co-nocimientos de su amiga.
No obstante a ella también le sonaban algunos de los au-tores que le había ido citando Laura, recreándose en sus conoci-mientos y confesándole que era muy aficionada a la música
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clásica porque, le venía de familia y que además su mamá era una virtuosa de la música y en un salón anexo, que más tarde si tenía interés le enseñaría, había un piano traído expresamente de Alemania, donde pasaba ratos inolvidables con su mamá y que también ella se limitaba a “porrear” de vez en cuando.
Le recordaba a Lucía que el verano anterior su mamá había participado en una especie de convocatoria-concurso de música para piano, que se celebraba todos los años en Santander, precisa-mente el lugar en el que tradicionalmente pasaban las vacaciones veraniegas y el lugar que también a ella más recuerdos le traía, porque allí vivía su abuela, de la que tenía una memoria inolvida-ble.
Lucía apabullada por cuanto estaba sucediendo y queriendo no parecer mojigata se atrevió a opinar acerca de la música de Vival-di. Le contó a Laura como en una ocasión estando ella en casa en su habitación y con las ventanas abiertas, de pronto percibió el sonido de un violín que interpretaba la Primavera de Vivaldi, ante tal música se transportó de inmediato a lugares que soñaba a su manera, pensó en cómo serían los ríos, los campos, las aves, etc. y ello le creo una especie de violencia en su interior muy difícil de explicar.
Una vez repuesta de tanta novedad retomaron el asunto que les había traído hasta la casa de Laura.
Lucía entró en el tema y comenzó hablando de Julio con tal en-tusiasmo y profusión de detalles que Laura mantenía la respi-ración contenida para no suspirar, pues ese idilio le tenía su-gestionada y sentía algo novedoso en su interior algo parecido a la envidia.
Continuaba Lucía contándole cómo había descubierto un mun-do nuevo desde que se relacionaba con Julio, y del cambio en su propia vida, de la manera de “ver” los acontecimientos y las cosas y cómo sus pensamientos se habían visto alterados al contrastar sus intimidades personales con las de Julio. Les parecía ser dos almas gemelas pero con muchas y notorias diferencias y habían
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mantenido conversaciones de cara al futuro, que ya no se en-tendía si no era en conjunto.
Hablaron ¡cómo no!, de la proposición de Enrique que a ella no le parecía adecuada, dado el poco tiempo de relaciones entre ellos y que le parecía un atropello a todas luces, con un pretexto que se le antojaba inventado y que lo único que pretendía tal vez, era mediante esta intromisión en sus vidas, encontrar refugio a sus frustraciones como escritor, que eran notorias y públicas, toda vez que a nadie se le ocultaba las veces que había intentado obtener del Centro que le financiaran y publicaran: boletines, guiones de teatro, relatos cortos, etc. sin conseguirlo.
Lucía animada por la atención que despertaban estas confiden-cias en su amiga, descubría ante ella proyectos inmediatos y a largo plazo que tenían la pareja, incluso algo que aún no estaba muy maduro pero que andaban negociando, unas vacaciones en Asturias de donde era Julio o tal vez en Andalucía de donde era la familia de ella.
Recordaba de cuando era niña, que sus padres la llevaron va-rios veranos a Huelva de donde eran oriundos, y pasaron una tem-porada allí, visitaron familiares y amigos, pero ella lo que re-cuerda con más cariño fueron los días de playa que pasaron en un camping junto con otros familiares de sus padres, así como que entabló una gran amistad con una niña de su edad.
Con Deli que era el nombre de esta niña, vivió días inolvida-bles, compartieron sueños y deseos, se bañaban en la playa, pasa-ban largas horas tumbadas en la arena escuchando el sonido de las olas, solamente interrumpido por el ladrido de algún perro o el volumen de un aparato de música, que les sacaba sobre todo a ella, de su arrobo y de un sueño imposible, que le transportaba a confi-nes imaginarios... volando...volando...
De nuevo y aterrizando, como decía Lucía cuando se pasaba el tiempo pensando en estas cosas, volvió a la realidad de los hechos. Se les había ido el tiempo rápidamente y era hora de volver a casa y tal vez precipitadamente, pues a Laura le hubiera encanta-
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do enseñarle otras dependencias de la casa, la acompañó hasta el portal y se despidieron eso sí, prometiéndose repetir la visita.
Otra vez volvía Lucía a establecer comparaciones con su vida y la de los demás.
Siempre le embargaba una especie de angustia que ella sabía disimular, pero que en el fondo de su corazón se manifestaba constantemente, a nada que viviera situaciones parecidas o iguales que las que acababa de tener.
Ella era consciente de que sufría un mundo cifrado de incógni-tas, una fatalidad que idealizaba aunque de una forma efímera, pues de inmediato la vida le hacía ser realista y volver de sus fan-tasías a la realidad de los hechos y de su oscuridad.
En su intimidad vivía y añoraba otra vida diferente y con otras claves distintas, sobre todo para entender los sonidos que se pro-ducían a su alrededor, el movimiento de las gentes, el tráfico, las caras de las demás personas, sus formas y volúmenes y tantas y cuantas incógnitas como existían en su pensamiento.
Por eso ahora tal vez quiere, inventarse historias y vivir situa-ciones como las que comparte con Julio, que es quien únicamente la interpreta en su realidad, quizás porque al propio tiempo sea la persona que debido a sus mismas carencias, entienda mejor que nadie cual son sus aspiraciones y sueños irrealizables.
De ahí que cuando escucha la radio se transporte a lugares ig-notos, que gracias a su desbordante fantasía ella convierte en una realidad diferente y es capaz de traducir esas imágenes amorfas en otras, legibles para personas como Julio y Laura, que son quienes comparten con ella al mismo tiempo que sus vidas, tam-bién su ceguera.
En una palabra comparten experiencias con las que van en-riqueciendo sus vidas a través de las vivencias unos de los otros y se produce una transmutación de sueños-realidades que combinan con la rutina diaria y que les sirve como tabla de salvación.
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Lo que no entiende es el cambio súbito que está apreciando en Julio. Ya no es el mismo que en principio conoció y ahora le en-cuentra hosco y más callado, pensativo, oculto, como abstraído. Piensa que en el mejor de los casos, no se debe a su injerencia personal en la forma de vida que él lleva, pues ella apenas le im-pone nada y cuando quiere proponerle algo, lo hace con la habili-dad y destreza suficientes como para que él no tenga necesidad de sentirse obligado a tener que claudicar de algunos de sus princi-pios.
Siempre que programan ir algún sitio, es previo consenso y sin alterar para nada el orden y rutinas que ambos tienen establecidas por tanto, supone Lucía que algo que se escapa a su conocimiento está sucediendo para que Julio se manifieste de esa otra manera que ella aún no ha descifrado. De lo que no tiene duda alguna es que su comportamiento respecto a ella, no es el mismo que cuan-do se conocieron, que si Julio no se encuentra a gusto co-mo al principio debe ser por causas ajenas a ella, y de lo que más segura está es que si Julio hubiera encontrado algún porqué, conociéndole como creé conocerle, ya le habría manifestado algo en ese sentido.
Lo que más incomoda a Lucía a la vez que le preocupa, son esos largos silencios que se producen cada vez con más asidui-dad, y que merma el calor de su relación. No entiende por más que trate de analizar, a que se debe este cambio por otra parte sin motivo aparente. Tal vez piensa que la influencia de Enrique es más perniciosa que lo que ella esperaba.
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CAPÍTULO II
Enrique está encantado con los progresos que realiza res-pecto a la amistad con Julio. La amistad que cada día se consoli-da y que no es otra cosa que la coincidencia con una persona en la que no hay dobleces, malicia, segundas lecturas, sino todo lo con-trario.
A medida que avanza el tiempo está más convencido de que Ju-lio ha entendido perfectamente que la experiencia que preten-de llevar a cabo y contar en un escrito a través de la confronta-ción de sus vidas, no persigue otra cosa que en primer lugar, encontrar los argumentos necesarios que en el Centro le piden para acceder a formar parte de la plantilla como Monitor en prime-ra instancia y más adelante como Preceptor o Conductor en la formación de inválidos totales.
Julio se ha acostumbrado a ver a través de Enrique y su vida en cierto modo depende de su amigo en tanto no decida cambiarse a un lugar más céntrico y que le libre de la tiranía diaria que su-pone para él la utilización de los medios de transporte.
Aprecia en la medida que le es posible el esfuerzo que está rea-lizando su amigo para llevar a cabo, no solo el estudio de su pro-pia vida sino más bien lo que persigue con ello, que no es otra cosa que ahondar en lo que significa la minusvalía que él mismo tiene respecto a la de un ciego total. De paso si este asunto pros-pera se librará de esta servidumbre, de la venta de los cupones que cada día anda más puteada, en palabras de Julio.
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Enrique sabe que son muchos los inconvenientes que han de soportar los ciegos para ganarse la vida, y todavía recuerda el in-cidente de cierta importancia que le ocurrió a Julio, no hacía tanto tiempo y que le tuvo postrado en cama una semana.
Ocurrió que un día como cualquier otro, al salir del Bar El Za-firo donde desayuna Julio, fue literalmente arrollado por una turba que corría sin mirar calle arriba huyendo de la policía. Se trataba de un grupo numerosísimo de “manteros” que alertados por la proximidad de la “pasma” y recogiendo lo más aceleradamente posible sus bártulos corrían en desbandada sin mirar hacia dónde y llevándose por delante a Julio que irrumpía en la calle en ese mo-mento.
No tuvo mayores consecuencias que unos moratones en la cara, una semana de inactividad y la constatación de que cada día era más difícil ganarse la vida en la calle y los peligros a que estaba sometido. Aunque reconocía Julio, que en este sentido él no podía quejarse, muchos ciegos se sabía habían sido objeto de robos me-diante el clásico “tirón” cuando no a punta de navaja.
Todo ello le llevó a Julio a acelerar la cuestión muy medi-tada de la solicitud para que le fuera concedida la compañía de un perro guía.
Los trámites eran engorrosos y las condiciones que debía reunir el solicitante poco menos que imposibles, el costo elevadísimo para una economía tan precaria como la suya, aunque no le falta-ban argumentos para dicha solicitud y en opinión de Enrique, no debía perder la esperanza pues lo sucedido tenía una alta valora-ción en puntos para la consecución del perro guía y debería explo-tarlo.
Ello le motivó hasta el punto de apuntarse a un cursillo de adaptación, en el que entre otras exigencias se analizaba el carác-ter del solicitante, pues no todos los invidentes eran compatibles para semejante empeño.
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Lo cierto es que este cúmulo de asuntos, circunstancias y enre-dos, le fueron si no mermando la relación con Lucía, sí al menos un enfriamiento en su comportamiento que comparativamente con el del principio era manifiestamente diferente.
Lucía como suele decirse no se apeaba del burro y achacaba es-ta forma de actuar por parte de Julio, a que Enrique le estaba “co-miendo el coco”. Vanos eran los esfuerzos por quitarle esa idea a Lucía de la cabeza tanto por parte de su novio como de su amigo, pues curiosamente se habían convertido el uno en la sombra del otro y esto le producía una especie de celos que sin llegar a ser punzantes, sí tenían todos los ingredientes para llegar a serlo.
Además decía Lucía cuantas veces tenía ocasión, manifestaba que su relación con Julio ya no era lo intima, exclusiva, privada como al principio y ahora tenía la sensación de estar siempre sien-do observada, vigilada, examinada y ello le producía una incomo-didad difícil de soportar y sobre todo de explicar.
Julio estaba dispuesto a reconocer que su amistad con Enrique había llegado a tales extremos que la verdad, era difícilmente compatible con un noviazgo y se habían convertido en trío en lu-gar de pareja y cuando él le hacía alguna carantoña a su novia era correspondido por ella pero de una manera diferente, sin ese calor que al principio desprendían sus caricias y llegó a pen-sar que realmente estaban condicionados por esa especie de “carabina” que sin darse cuenta se les había metido en sus vidas pegándose a ellos como una lapa.
Todavía no era demasiado tarde para arreglar el asunto y aún no habían tocado fondo.
Lucía abrigaba esperanzas de que Julio entendiera mediante es-te tipo de mensajes, como eran los que manifestaba últimamente de frialdad, desinterés, poca conversación, etc. que no era otra cosa que toques de atención muy meditados, para hacer caer en la cuenta a su novio que el asunto era cosa de dos no de tres, y en privado le decía aquello de: “dos son pareja, tres, multitud” espe-
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rando que Julio que era ciego pero no sordo, entendiera por donde iban los tiros.
Aunque Enrique no se daba por vencido pese a la actitud de Lucía, se deshacía en explicaciones y presentaba todo tipo de ar-gumentos tratando de convencerla de que era una situación muy puntual y que en el momento que tuviera recopilados los datos necesarios para emprender su trabajo, prometía no darles tanto la vara y sería un amigo más, sin la omnipresencia que en aquellos días él era el primero en reconocer, resultaba un tanto asfixiante e incómoda.
Pero a Lucía lo que le podía satisfacer, no eran las palabras sino los hechos, y ella estaba siendo testigo de excepción de cómo apenas contaban con ella para realizar planes, si no...
¿Cómo podría explicarse entonces que tuvieran poco menos que programadas las vacaciones de verano en Asturias sin que hubieran contado con ella para nada y tan siquiera para excluirla de dicho viaje...?
Porque ambos amigos tenían efectivamente muy avanzados los preparativos de lo que prometían ser unas vacaciones inolvidables y llenas de encanto, en las que para nada entraba el nuevo compromiso adquirido con Lucía por parte de Julio y especial-mente provocadas por Enrique, con vistas de avanzar en su trabajo y de esa forma poder presentarse a la convocatoria del nuevo cur-so en Septiembre.
Por esa razón hubieron de convenir en disimular ante ella no dando detalles o pormenores del viaje, y tratando de convencerla que lejos de ser un olvido, no habían querido decirle nada porque le reservaban tal sorpresa.
Con lo que no contaban ellos es que Lucía también tenía sus planes y que para nada decía iba a alterarlos, sobre todo porque la dependencia que aún tenía con sus padres, le obligaba a formar parte muy importante de la programación que estaban diseñando respecto a las vacaciones.
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Sus padres que por cierto todos los años con pocas diferencias, realizaban sus vacaciones en Huelva y este año no iba a ser dife-rente.
Allí tenía Lucía además de sus amistades de todos los años la amiga del alma de toda la vida, Delia, para con quien no tenía secreto alguno y con la que compartía sus sueños y medias reali-dades a través de sus esporádicas visitas.
Efectivamente esta discordancia en el programa vacacional re-presentaba un nuevo problema, que por parte alguna se presentaba de fácil solución.
Julio considerando que la situación creada en buena medida, se debía a su falta de tacto, buscó lo que en principio podría llegar a ser un buen plan.
Partirían las vacaciones en dos, una parte la pasarían juntos en Asturias y la otra mitad en Andalucía, solamente habría que acomodar las fechas a la familia de Lucía, que en principio no sabía si estarían de acuerdo con esta nueva proposición.
Pero desde luego a Lucía no le pareció nada fácil convencer a sus padres de la presencia de Julio en el periodo de vacaciones o... tal vez...
¿También sería la de Enrique..., se preguntaba...?
De ninguna manera...
Contestó éste, consciente de que ya había causado sufi-cientes problemas, como para además añadir otro, sin que signi-ficara en absoluto que esta decisión fuera definitiva para encontrar si no el perdón de Lucía, al menos una aceptación sobre el asunto.
Pasaban muchas horas en disertaciones semejantes, Lucía esta-ba ya hartándose de tener que “tragar” tanto y apenas encontraban momentos de intimidad y la privacidad que requiere una relación amorosa y estaba dispuesta a tirar por el camino de en medio, si esta cuestión no llegaba a término más pronto que tarde...
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Un acontecimiento vino a cambiar la situación, no se sabía si para bien o para mal, lo cierto es que en algo cambiaría sus vidas. Julio después de meditarlo mucho y hablarlo en su casa, cambiar impresiones con Enrique y sopesar cuánto de positivo y de negativo pudiera tener el asunto, decidió cambiarse de casa para vivir de manera autónoma en un apartamento tal y como llevaba rumiando desde hacía tiempo.
Lucía estaba de acuerdo con el nuevo cambio pues pensaba que así se verían más frecuentemente y viviría más estrechamente la relación, toda vez que ella vivía con su familia en el centro de la ciudad y consideraba que la cercanía de la vivienda de Julio pro-piciaría los encuentros.
Además esta era una buena fórmula para librase del “pesado” de Enrique, aunque por un momento cruzó por su mente la hipótesis de si no se irían a vivir juntos los dos amigos al mismo apartamento, en cuyo caso decidió Lucia, todo habría terminado.
Sin embargo no fue así.
Enrique animaba a Julio a dar este paso que consideraba muy beneficioso también para él, pues se quitaba de un plumazo tener que acompañarle casi de forma permanente todos los días, mu-chas veces teniendo que esperarle hasta la desesperación, lo que condicionaba en cierto modo también su vida.
No estaban tan de acuerdo en casa de Julio con esta solución, pero su padre decía, que era mayor de edad y muy cabal para tomar las propias decisiones.
La hermana mayor de Julio, Dorotea, animó en este asunto a Julio como no podía ser de otra manera, pues además de ver en el asunto una cuestión de carácter puramente doméstico, cuál era el cambio de habitación que suponía se realizaría a su marcha, ya que llevaba compartiendo con su hermana pequeña un cuarto desde hacía muchos años, tampoco era ajena que ello suponía una emancipación y autonomía que tenía bien merecida su hermano,
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merced a los esfuerzos que todos los días llevaba a cabo con la venta de los cupones de la ESCI.
Toda la familia colaboró en el traslado de los enseres de Julio a la nueva residencia.
Pocos... algunos libros, muchos discos, aparatos de música, bastante ropa y calzado, objetos de aseo personal, etc.
El nuevo apartamento estaba situado en una calle céntrica de Madrid, próxima a lo que Julio había dado en llamar su lugar de trabajo, es decir la calle Bravo Murillo.
Tenía un Conserje que en principio a la familia de Julio le pa-reció de lo más conveniente, pues una persona como él necesitaba de alguien que tuviera en cuenta su invalidez y colaborara hasta habituarse a la nueva casa.
El apartamento como tal, físicamente era pequeño, aunque suficiente para vivir una persona, lo cual alegraba a Lucía sobre-manera pues enterraba el demonio de los celos al menos en este terreno, de que fuera a compartirlo con Enrique.
Disponía de una especie de cocina que llamaba americana, con puertas de corredera que la mantenían fuera de la presencia del salón aunque prácticamente formaba parte de la misma pieza.
Tenía una habitación con ventana a un patio interior, pero un patio que nada tenía que ver con los conocidos por patios inte-riores de cualquier vivienda, hasta el punto de abrigar en su interior una pérgola con bancos de piedra y rodeado de plantas y flores de todo tipo y una fuente artesanal en medio del jardín, en una palabra un lugar ideal para tomar el sol en invierno y el fresco en verano.
El baño era pequeño pero funcional, el salón con un armario empotrado suficiente para colocar los enseres y ropas personales.
El apartamento estaba completamente amueblado y con electrodomésticos: sofá en el salón convertible en cama, una mesa
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de estudio, teléfono, dormitorio con una cama grande y el cuarto de baño eso sí equipado con lo mínimamente exigible.
Existían unos estantes de obra (Pladur) en el salón, donde Julio colocó sus discos, los libros en Braille y algunos recuerdos muy personales de acampadas o fiestas conmemorativas del Centro y que componían la totalidad del apartamento.
A Lucía le encantaba el apartamento, además no era necesario coger el ascensor pues era un primero, lo que facilitaba aún más el paso al mismo. Ella también se había fijado en una esporádica visita a la que le invitó Julio, que en todo el tiro de escaleras había una baranda, que estaba como a propósito para personas discapacitadas y además no había obstáculos en el camino pese a que eso desgraciadamente no se tenía en cuenta siempre, así como tampoco había una rampa que ya en algunos edificios se comen-zaban a construir y que los arquitectos tenían presente para facili-tar el acceso a personas disminuidas.
Julio quería dar una fiesta en el apartamento para celebrar el cambio y tal vez, pensó, que podía matar dos pájaros de un tiro pues el cumpleaños de Lucía estaba muy cercano a la fecha.
Lo que ocurría es que no sabía por dónde empezar y proponér-selo a Lucía significaba, que ella se percatara que pretendía al tiempo que inaugurar su independencia, dar por celebrada la fiesta de cumpleaños y ella no estaría dispuesta a perder ni un ápice de protagonismo, mezclando su cumpleaños con algo tan banal como mudarse de casa. Lo que menos esperaba Julio es que Lucía se le fuera a adelantar en la jugada y su sorpresa fue notable, pues cuando le exponía el proyecto de la fiesta, al tiempo de pedirle su colaboración en el asunto, le sorprendió ella diciéndole que sí, que había estado pensando en ello y además, aquí es donde entraba la novedad, tenía el propósito si a él no le parecía mal de invitar a su amiga Laura con la idea decía, de ver si se animaba Enrique y creaban una nueva pareja.
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Lucía no pensaba en otra cosa que fuera la de cómo volver a recuperar la confianza de Julio, que últimamente no parecía ir por buen camino. Tan siquiera había logrado un intercambio de pre-sentaciones familiares, y no porque ella no lo hubiera intentado, pues con motivo del traslado de Julio al apartamento, habían teni-do más de un buen pretexto para que este encuentro se produjera y ambas familias sabían perfectamente de la relación formal que mantenían, pero este paso que a Lucía le parecía de máxima nece-sidad, el de las presentaciones formales, aún no se había produci-do.
Y es que en casa de Lucía se había vuelto a desenterrar el re-cuerdo de una relación frustrada por parte de la niña, como la lla-maban cariñosamente, y era como mentar la soga en casa del ahorcado, remover el recuerdo de un pasado e infortunado noviaz-go.
Había tenido lugar unos seis meses atrás, y lo más grave, era que Lucía no había hablado todavía con Julio sobre el particular. Fue esta una relación de las de olvidar, a pesar de que duró más o menos un año, tiempo durante el cual Lucía fue muy desdichada, pese a que Roberto como se llamaba su pareja, siempre mantuvo sino un exquisito trato al menos se esforzaba en ello, mientras se mantuvo dicho noviazgo.
El hecho era que personalmente tenían caracteres muy encon-trados y al perspicaz talento del que podía hacer gala Lucía en el terreno intelectual se encontraba por el contrario el de Roberto también invidente, que era lo que se dice un auténtico zote.
Apenas se podía mantener una conversación coherente con él de cualquier tema que no fuese el trabajo, porque además al ser invidente Roberto acudía a diario al Taller del Centro de Rehabili-tación de la ESCI, donde se impartían cursos de mecánica y otras artes y oficios para alumnos que como él, apenas sentían atractivo alguno por el estudio. Era rudo en su trato con Lucía y no podían intercambiar opiniones acerca de sus estudios, pues nada tenían en
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común el fresado o torneado de piezas que él realizaba, con los avances en la carrera de ella.
En el aseo personal dejaba mucho que desear y olía mal con frecuencia y su boca exhalaba un aliento que había que eludir a toda costa.
Sin embargo nadie le había regalado un gran ramo de flores por su cumpleaños a Lucía, como el que trajeron de parte de Ro-berto a su casa, aunque en este sentido tampoco podía presupo-ner que con Julio no fuera a ser así, puesto que era el primer cumpleaños que iba a pasar con él.
Estos detalles de su novio impresionaron tanto a Lucía, que un día le invitó a comer a su casa y le presentó a sus padres. Roberto dio sobradas razones de mal comportamiento y falta de tacto, co-mo para que sobre todo la mamá aconsejara a Lucía, no seguir adelante con aquel noviazgo.
Por estas y otras apreciaciones ahora con Julio, con quien al pa-recer todo era diferente, no quería precipitarse y correr el riesgo de llevarlo a casa y volver a fracasar, mejor sería espe-rar algún tiempo hasta ver en que quedaba el asunto con Enrique y luego ya se vería si le presentaba a su familia o continuaba co-mo hasta ahora, casi clandestinamente saliendo con él.
Además de haber puesto en conocimiento de sus padres que te-nía una relación estable con Julio, éstos sentían el deseo de saber algo más de él, sobre todo porque habían notado cambios extraños en su hija.
En alguna ocasión en que se retrasaba más de lo acostumbrado para volver a casa, sobre todo en los fines de semana, Lucía tenía la coartada perfecta diciendo que se había entretenido en casa de Laura, repasando apuntes, cuando en realidad había estado con Julio.
En todo caso su mayoría de edad pese a su invalidez, le da-ba derecho más que suficiente para hacer de su vida lo que mejor y más conveniente le pareciera. Sin embargo, sus padres andaban
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un tanto preocupados, pues estos retrasos se producían cada vez con más frecuencia.
Para que la idea de crear una nueva pareja con Laura y Enrique pudiera prosperar Lucía se había trazado un plan, que necesaria-mente habría de dar resultado. Como había puesto en antece-dentes de sus sospechas a Laura, sobre el comportamiento de Enrique respecto a Julio y no había sido precisamente muy com-prensiva con la idea de éste, lo que procedía ahora era quitarle hierro al asunto para de esta forma no espantar a Laura de Enrique pues además y en defensa de sus recónditos intereses, estaba el lograr apartarlo de su novio y así emparejados, juntos pero no revueltos, sentirse más independiente y profundizar en la relación con Julio adecuadamente.
Lucía puso manos a la obra y hablo primero con Enrique, a quien no le pareció una idea descabellada, pues fueron tales las credenciales que le presentó Lucía de su amiga, que “vio” a una persona en Laura como si fuera un auténtico dechado de virtudes, ya se encargó Lucía de exagerar sus cualidades y minimizar sus defectos, que a decir verdad tampoco eran muchos.
Lástima confesaba Lucía a Enrique, no le fuera mucho lo de la música porque entonces sí que lo hubiera tenido fácil, pero salvo en una ocasión que le invitaron a un concierto, añadía Enrique, poco más se podía decir de su afición al bello canto. En todo caso coincidirían sin duda en lo de la literatura, y le hablaba de los vo-lúmenes que había “palpado” en casa de Laura, y del status social de su amiga que desde luego no era una chica al uso, sino una niña bien.
Una “pija” decía Enrique, tratando de quitar importancia a las descripciones que hacía Lucía de su amiga, y queriendo pasar de lo que realmente sentía, que era algo muy distinto en su fuero interno y que le estaba proporcionando un regusto e interés inusi-tados.
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Las preguntas a Lucía que se producían por parte de Laura, crecían a medida que avanzaban los días, esperanzada de que para el cumpleaños ya estuviera confirmada la asistencia de Enrique al guateque.
Lucía en esto tenía la convicción absoluta, de que el chico no pondría pegas, pues tampoco eran tantas las oportunidades que se le ofrecían a Enrique como para rechazar esta oferta.
Debidamente trabajado el asunto respecto a Laura de ello se encargaba Lucía, y como una nueva experiencia le decía a Enrique, que no estaría mal un intento de relacionarse con una persona del sexo opuesto, toda vez que aún no había pasado por ello en este campo, aunque tampoco al parecer, es que estuviera muy interesado.
En cambio Laura no olvidaba fácilmente las trifulcas que se vi-vían con frecuencia en su propia casa por parte de sus padres, lo que hacía que su interés sobre esta posible relación, fuera un tanto puesta en cuarentena.
Las relaciones de pareja en opinión de Laura, eran un simple camino para el fracaso en la convivencia, y tenía suficiente materia de juicio, como para opinar en este sentido.
No había más que recordar un enfrentamiento de sus padres gordísimo y que ella había tenido ocasión de contemplar y vivir días atrás.
Una noche, en que ella permanecía en ese duermevela que le acompañaba casi permanentemente, y que además no se explicaba muy bien porqué le ocurría esto, oyó desde su cuarto una desco-munal bronca por parte de sus padres, que terminó como casi siempre, en un amargo llanto de la madre.
Ella quiso saber y profundizar de que se trataba esta vez, que no era la primera, y se pasó con cautela al cuarto de la chica de servicio contiguo al suyo y más cercano al dormitorio del matrimonio que se encontraba vacío esa noche, porque Adela
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la sirvienta, había tenido que ir a su pueblo a la boda de un her-mano suyo.
Laura escuchó esa noche lo que nunca hubiera querido escu-char, asuntos que se temía eran la causa de estas zaragatas y los reproches de su padre, que se lamentaba siempre levantando la voz más de la cuenta, y que aquella noche al parecer ya había sobrepasado el tope y la capacidad de aguante del mismo, quien se manifestaba con una explosión incontrolada, hasta el punto de, al parecer, tomar una determinación de carácter irreversible.
El asunto según deducía Laura venía de atrás, de muy atrás, de cuando eran novios, pues la pareja había permanecido inalterable, es decir había sido fiel a su compromiso hasta el presente y de ello hacía ya más de cuarenta años.
Las quejas de su padre estaban según sus propias palabras más que justificadas.
Llevaba años el buen hombre tratando de hacer cambiar los principios pacatos mojigatos y morales de su esposa, estrecha por naturaleza y puede que un poco frígida.
Los errores de convicciones religiosas, la falsa moral imbuida en el Colegio de las Madres Monsesinas, y la Catequesis recibida en un pueblo más preocupado por él “¿Qué dirán?”, que por la auténtica formación de criterios, había hecho el resto...
Y el resto consistía en que su madre no entendía el matrimonio, como no fuera bajo el prisma de la procreación, principio religioso que había condicionado la felicidad del matrimonio, porque a par-tir del nacimiento de Laura y debido a su ceguera, ya no había posibilidad de correr riesgos, al menos por parte de su padre, de traer otra criatura a este mundo, otra desgraciada…
Estas y otra muchas cuestiones que en esa noche se desvelaron, por otra parte una de las más dolorosas para Laura, condicio-naron y alimentaron en gran medida, su rechazo a emparejarse con alguien de distinto sexo, y aún más con idea de mantener una relación de cara a un futuro matrimonio, lo que fue motivo
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suficiente para huir de cualquier ocasión que propiciara un encuen-tro de este tipo.
Esa vez Laura se prometió, que nunca sería como sus pa-dres, quienes con una actitud hipócrita pactada de cara a la gale-ría, pasaban ante los demás como un matrimonio feliz, pese a que de puertas adentro se vivía una auténtica tragedia. Laura tenía muy claro que nunca sería ni viviría como sus padres y se sentía, si no rechazada, sí al menos aceptada como un castigo que les había caído a la familia y ella era el producto de ese castigo, sus padres no habían tenido más remedio que soportar la invalidez con la que había nacido, aunque su crianza había corrido siempre por cuenta de Adela que en opinión de Laura era una santa y su auténtica ma-dre.
Laura al compararse con Lucía no encontraba explicación, a que unos padres, tal y como le había contado su amiga, pobres, inmigrantes, con una abultada familia y siendo Lucía una de las hijas que ocupaba un lugar intermedio, habían optado sin em-bargo por tener más hijos, a pesar del nacimiento de ella con ceguera. No es que se sintiera infravalorada por sus padres, pero sí se sentía como una carga que había que aceptar, una cruz que diría su religiosa madre.
Pero su padre que realmente la quería pese a todo, de lo que se sentía herido realmente, no era del hecho ya aceptado de haber tenido una hija con esa desgracia, sino que su mujer estuviera ce-rrada a toda relación conyugal, que no fuera la del estricto cum-plimiento del deber marital en el sentido más aséptico del término.
Aún con estos antecedentes, Laura se comprometió con Lucía, al menos a tratar de ser cortés con Enrique y no descon-siderada, entendiendo que era una coartada de Lucía para desenre-darse de él, aunque tampoco pensaba darle facilidades, en una primera entrevista antes del día del cumpleaños.
Lucía que sabía ya por su propia experiencia, que los primeros contactos no tienen que ser siempre los definitivos, albergaba la esperanza de que al menos le sirviera a Laura este primer encuen-
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tro, para sentar las bases de una futura relación. En este sentido Lucía no tuvo recato en comentarle, tal vez para que le sirviera a Laura de referencia, cómo había sido su primer noviazgo, con Roberto. Le puso en antecedentes de los motivos por el que se había roto esta relación, también y además fruto de que su madre buena conocedora del comportamiento de los hombres, había de-tectado que no era buen partido para su hija y esas eran las causas que ella llamaba de fuerza mayor.
Roberto tenía como único programa encajado en su cerril tes-tuz, el valor de la parte del cuerpo que procedía estrictamente de cintura para abajo de Lucía y en eso radicaba todo su encanto, y lo que realmente significaba para él.
Lucía se había dado cuenta de que el objetivo que perseguía Roberto solamente consistía, en sacar provecho propio de sus en-cuentros, saciar sus bajos instintos, que sin embargo ella fue poco a poco domeñando, la desmesurada pasión que demostraba en todo momento su novio y esa falta de tacto, junto con el descono-cimiento de los tiempos, hasta conseguir un equilibrio, que fuera dosificando los ardores del mismo y que ella tenía que controlar, cómo y cuándo podía y que para su desgracia no era siempre...
Le puso en conocimiento a Laura que lo normal en los chi-cos, es que si no encuentran a una chica fácil, a los dos días están cansados de ella y buscan otra que oponga menos resistencia, así manifiestan ellos su orgullo machista en la conquista y se sienten realizados cuando caen rendidas a sus deseos y de esa forma tan sutil alimentan su ego. Con estas y otras explicaciones, trataba de llevar al ánimo de Laura que, porque salieran una o varias veces juntos, no tenía que formalizarse necesariamente su relación con Enrique.
Ella por no ir más lejos decía, estuvo saliendo o viéndose con Julio de una manera informal casi cuatro meses, hasta que se libró de la persecución a que le sometía Roberto, que se empeñaba en que antes de romper su relación quería darle una serie de explica-ciones, de porqué su comportamiento era tan ordinario. Lucía le
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dio tiempo a explicarse, aunque su determinación en esta ruptura, que como queda dicho venía acompañada por los consejos de su madre, ya estaba tomada de antemano.
Al parecer en el Centro que también asistía Roberto como in-vidente, tampoco era un buen ejemplo de conducta, en opinión de sus maestros.
El Psicólogo se había tomado especial interés por analizar di-cho comportamiento, le había sometido a varias sesiones de tera-pia y había logrado descifrar, lo que motivaba un trato rebelde por parte del chico para los estudios, y lo que era peor, una actitud si no negativa, sí un tanto pasiva en el aprendizaje de una profesión que le diera cierta autonomía en un futuro.
Los responsables y tutores de dicho Centro habían adquirido una larga experiencia en casos de rebeldía y de conductas inade-cuadas, falta de adaptación familiar, rechazo a toda ayuda, etc.
Era el común denominador en una tarea que se presenta-ba siempre difícil, pues el tipo de chicos y chicas que asistían a el centro tenían además de su minusvalía, una serie de experiencias y connotaciones que habían vivido en el seno y el entorno familiar, totalmente negativas, cuando no realmente traumáticas.
Se sentían chicos diferentes, víctimas de tratos a veces vejato-rios y ello configuraba una manera de ser, que en algunos casos resultaba de difícil solución cambiar.
Roberto estaba avanzando de forma espectacular en este te-rreno a partir de las confesiones que su médico/psicólogo había “arrancado” de él y se sentía cada vez más querido por sí mismo, pues una de las razones de su comportamiento según decía el psi-cólogo, era que no sentía aprecio alguno por su propia persona, pero a raíz de varias conversaciones ya empezaba a sentirse, poco a poco, como los demás.
Las sesiones a que fue sometido como el resto de los pacientes, de este tipo de comportamientos, eran llevadas a cabo por profe-sionales propios del Centro que eran ciegos, y sabían muy bien los
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resortes que debían tocar para despertar en los chicos las reaccio-nes deseadas, con el fin de controlar su temperamento y conseguir que su disposición fuera más abierta, y de esta manera hacerles más receptivos a las directrices, que ellos conocían mejor que na-die, llevaban a buen puerto.
La cuestión de su problemática comentaba Roberto con Lucía, partía de su niñez y así se lo había confirmado el médico que le estaba tratando. La forma de comportarse con respecto a los demás era una rechazo natural, por los maltratos y abusos que ha-bía sufrido en una época de su vida, casi en su infancia.
Cuando tenía entre ocho y diez años, en el pueblo lo normal era como ocurría todos sus amigos, con los que se relacionaba a pesar de su ceguera, y con quienes compartía juegos y colegio, era andar por la iglesia, hacerse monaguillo, empleado en la BBC (bodas, bautizos, comuniones), decían con cierto cachondeo los chavales, asistir a los bautizos, bodas y entierros, y de paso disponer de algún dinerillo que el cura les daba en atención a sus ser-vicios.
Pero quien realmente ordenaba de acólitos a los muchachos, era el sacristán, un chico de unos dieciocho años que llevaba la voz cantante en estos asuntos.
Este individuo compartía esta actividad, con la de ayudante de mancebo en la botica del pueblo, además era acomodador en el cine, remendaba calzado en el taller de su padre, era aprendiz de todo y maestro de nada. A propósito de lo de maestro, también ayudaba en alguna ocasión a una de sus tías solterona, que tenía una escuela de párvulos o de los “cagones”, que se decía en el pueblo, con lo cual no había palillo en cuanto actividades, que hubiera dejado de tocar.
Pues bien, él era quien determinaba qué monaguillo era el que estaba preparado o no, para entonar el “Confiteor... el Introito ad altarae Dei... el Réquiem... el Suscípiat... etc. Quién debía tocar la campañilla en la Consagración, el que debía llevar el crucifijo o la manga en los entierros, quién debía atender al incensario o tocar
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las campanas, preparar las vinajeras de misa, y toda la liturgia, que estaba depositada en sus manos por parte del Sr. Cura, quien en estos menesteres de orden menor, había encomendado sus funcio-nes al sacristán.
Por tanto esta prerrogativa y supremacía, en los asuntos rela-cionados con el desempeño de las acciones previas a cualquier ceremonia, siempre dependían de la voluntad del sacristán.
Ello, como todo poder, conducía a la corrupción...
Quién no se sometía a los caprichos de dicho sacristán, era re-legado y ninguneado hasta lograr su deserción. Bastaba un informe por parte del sacristán, Gilterio, que así se llamaba ese auténtico hijo de puta, para que el sacerdote diera por terminado el contrato verbal de los subalternos.
El peaje que habría de pagarse para pertenecer a este desgra-ciado club de elegidos, era pasar por el aro de las aberraciones a que sometía este indeseable a los pobres monaguillos, que unas veces consistían o eran toques, manoseos, arrimos, besuqueos, masturbaciones y otras, la cosa llegaba hasta felaciones, que este pederasta obligaba a realizar a los niños.
Todo ello unido a la minusvalía de su ceguera que ya de por sí relegaban a un segundo plano a Roberto, habían hecho de él esto se lo descubrieron en el Centro, un auténtico renegado de las bue-nas costumbres, cuando no manifestaba un resabio casi natural a todo lo que le sonara, a buen trato y consideración y sobre todo si este comportamiento era administrado por alguien superior.
Este descubrimiento que fue tardío por parte de Roberto, ya había configurado en él una manera de ser, que se manifestaba en su trato negativo para con los demás y resultaba difícilmente com-patible con una relación de pareja.
Por tanto no tenía nada de extraño que Lucía permaneciera en guardia avisada después de esta experiencia casi traumática, moti-vo por el que quería poner en antecedentes a su amiga Laura, para
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que aprovechara la sabiduría que ella había adquirido, y que le sirviera para no equivocarse.
En todo caso, quedaba de manifiesto la condición humana, que pese a una experiencia negativa, no tenía sin embargo es-crúpulos, como era el caso de Lucía, en anteponer sus motivos personales para la consecución de un fin, aprovecharse de la situa-ción aún a costa de herir sentimientos, levantar susceptibilidades y clavar más el aguijón, como en el caso de Roberto, de su infortu-nio o sentirse victima involuntaria de un abuso...
De esta manera el asunto del cumpleaños quedaba más o me-nos amañado, solamente faltaban las correspondientes invitacio-nes, pues habría de ser un cumpleaños inolvidable, ya que no to-dos los días se cumplen veinticinco abriles...
Julio comentaba con Lucía que le parecía poco ortodoxo cele-brar dos acontecimientos en un mismo acto, que era poco menos como mezclar las churras con las merinas, además estaba el asun-to del espacio en el apartamento, que para dos personas estaba muy bien, pero para más gente resultaría agobiante.
Tampoco le parecía muy correcto que apenas aterrizado en el mismo llegara a ser motivo de comentarios, por montar juergas y seguramente en nada le favorecería la prórroga en el alquiler, si recibía alguna queja en este sentido el dueño del apartamento.
Lucía se percataba por estas declaraciones sorprendentemente, que al referirse a dos personas, para nada pensaba Julio invitar a este evento a su inseparable amigo, y no obstante la ingeniosa idea de juntar a su amiga con Enrique para nada era desechable, pues aunque en esta ocasión sirviera de poco, no faltarían otros eventos en que les resultaría más rentable.
De cualquier forma no creía oportuno Lucía dejar fuera del convite a su amiga, y suponía que tampoco quedaría muy satis-fecho Julio con la exclusión de Enrique, porque ello significaría como una pequeña traición y no reparó en considerarlo con él.
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Trataron ampliamente del particular, Lucía le expuso su plan para ligar a sus respectivos amigos y cómo si lo conseguían, serían un poco más autónomos, más como fue al principio, decía con cierta nostalgia Julio no aprobaba ni desaprobaba el plan, aunque le parecía un poco descabellado, desproporcionado y basado en unas apreciaciones por parte de Lucía, con las que no estaba para nada de acuerdo.
Encontraba en este “plan” una revancha, por parte de su novia en la que él no quería tomar partido, no obstante y tratando de darle un voto de confianza, le dijo que lo pensaría y más adelante ya se vería qué convenía hacer.
En lo que sí estuvieron de acuerdo, era en el asunto de realizar una cena de inauguración de su apartamento ellos dos solos, luego lo del cumpleaños, si a Lucía le apetecía como manifestaba cele-brarlo de manera solemne, ya habría forma de arreglarlo.
En este sentido proponía Julio celebrarlo por ejemplo en el Centro, y para ello podían hablar con Pepe que era el Conserje del Bar y contratarían un “fiestón” por todo lo alto, reservando ese día el Bar y la Discoteca para sus amigos e invitados, aunque para ello tuvieran que hablar con la Dirección del Centro. Por tanto queda-ba claro que la cena sería en intimidad, los dos y en el apartamen-to, un día diferente al cumpleaños.
De tal manera que Julio se encargó de preparar lo que sería una cena romántica, con flores, velas (aunque estas sobraban), cham-pán y un catering, basándose en platos chinos y delicias muy espe-ciales de un restaurante donde Julio solía comer y cenar en varias ocasiones.
A Lucía le parecía demasiado que nada más entrar a vivir en una casa, lo primero fuera una fiesta de esa índole, desde luego nada de ruidos pero ya se sabía que a Julio no se le podía contra-decir, salvo que se cabreara hasta el extremo de dar por zanjada toda la cuestión y ella no quería volver a sufrir otro abandono, esta vez por la parte contraria.
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Esa noche llegó pronto Lucía al apartamento, que se encontraba adornado con varios centros de flores y velas en las mesas, una cubitera para cubitos de hielo de las bebidas, vinos y cham-pán, platos combinados con diferentes tipos de canapés y una especie de sarcófago que guardaba en su interior, unas especiali-dades de comida china calientes que le había recomendado el chef del “Chino” donde Julio había hecho el encargo.
La tenue música componía y ayudaba a la creación de un idíli-co ambiente.
Nada más llegar Lucía, Julio la recibió con una copa de vino en la mano para brindar por tan novedoso motivo, y al mismo tiempo que depositaba en su cara un intenso beso de bienvenida, la acompañó con extremada delicadeza hasta la mesa preparada con todo lujo y detalles: cubiertos, servilletas, artilugios de todo tipo y el calor de las velas en el centro de la mesa que les acompa-ñaría durante la cena.
En opinión de Lucía fue una tarde-noche inolvidable, pues la cena que dio comienzo a las nueve, terminaría bien entrada la ma-drugada.
Ello motivó que Julio no consintiera que Lucía a esas altas ho-ras de la noche saliera para ir a su casa. Al principio hubo un poco de reticencia por parte de ella, que decía todo consistía en llamar un taxi, que además debería madrugar y mil excusas pero enseguida se disiparon ante la insistencia de Julio y también por-que se encontraba contenta y eufórica, fruto de la rica mesa china y seguramente por la falta de costumbre de tomar bebidas que no fueran Coca-Cola o de semejante factura, así que no supo oponer-se y sólo le quedó aceptar.
El problema principal para su oposición, para quedarse en el apartamento, no era otro que el que todas las mujeres arguyen en circunstancias parecidas: “No he traído ropa para dormir, ni para cambiarme, además de los potingues, desmaquilladores, lacas, etc.” aunque en el caso concreto de Lucía, este neceser se simpli-ficaba en extremo pues su condición de invidente, le hacía no
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descuidar su aspecto desde luego, pero tampoco tener que prestar esta dedicación exclusiva durante horas, que a casi todas las mujeres le es imprescindible.
En todo caso era una excusa que se veía obligada a dar, para no parecer una mujer fácil, y que se entregaba sin más a los capricho-sos deseos de Julio, que dicho sea de paso le había requerido en más de una ocasión, es decir en lo de pernoctar juntos.
Es muy normal en casi todas las mujeres, excepciones siempre hay, ha habido y habrá, no ceder en primera instancia, aunque sería su mayor deseo, a las proposiciones de un incipiente noviaz-go, solamente cuando ya está consolidado, cuando se tiene el firme convencimiento de que el novio es el hombre de su vida, y cuando quedan apenas horas para entrar en la Vicaría, entonces y sólo entonces, se entregan en la medida que ellas consideran necesario para mantener el fuego del deseo encendido.
Julio le proporcionó uno de sus pijamas, más que nada por cortesía porque no habiendo pasado más de media hora, sobraba el pijama de él y el de ella. Por otra parte lo del pi-jama en el caso de dos invidentes, era un artificio protocola-rio puesto que nada había que ver, aunque sí mucho que to-car.
Una música especialmente preparada para el acontecimiento con especial dedicación por parte de Julio, que tenía unos clientes dueños de una tienda de discos, y en la cual debidamente docu-mentado recopiló siguiendo los consejos de uno de los dependien-tes, una selección de música muy aparente y adecuada para una noche de amor, hizo el resto.
La noche resultó idílica, inolvidable, única y ello estrechó y afianzó más esta relación que se presentaba definitiva. Salieron juntos del apartamento bien entrada la mañana y saludaron al Con-serje para que éste entendiera que eran una pareja, de las llamadas estables y anunciándole con esta confirmación que el hecho se repetiría en más de una ocasión.
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Ya en el Centro de la ESCI acudieron a Pepe, para ponerle en antecedentes de sus pretensiones de celebrar la fiesta y tantear qué posibilidades tenían de éxito, pues quedaban pocas fechas para el cumpleaños de Lucía.
Por parte del encargado del Bar desde luego todo fueron facili-dades pues el evento se prometía de cierta importancia, los benefi-cios se verían incrementados y además se crearía un precedente, que a él le parecía de extraordinario interés. Quedaba solamente pendiente conseguir el permiso de la Dirección, porque no se podía excluir a nadie que en esa fecha quisiera utilizar los servi-cios tanto del Bar como de la Discoteca, pero de eso se encargaría él, que conocía como presentárselo al Director para que entrara al trapo sin remedio.
Ese mismo día Pepe les confirmó que tenían campo libre para su macro- fiesta, mini-fiesta corrigió Lucía, aunque en esto tampo-co estaban muy de acuerdo los dos novios, pues Julio dejó libre la iniciativa a Pepe para que él considerara cual debería ser el tamaño de dicha fiesta quién a su vez les dijo, que si dejaban el asunto en sus manos se comprometía a no hacerles quedar en mal lugar.
Hicieron una carta de invitación personal a los amigos comu-nes, pues ya todo les parecía cosa de los dos, y Julio estaba entu-siasmado con que su novia le considerara por fin como parte inte-grante en su vida. A Enrique le preparo Julio, para que recibiera de buen grado el emparejamiento con Laura y ella no abrigaba en el fondo ninguna esperanza de continuidad ya que apenas lo conocía y esperaba al menos de él un respeto y tratamiento de acuerdo a los conocimientos y cultura que Lucía le había anunciado y que éste hacía gala permanentemente, sobre todo delante de las fémi-nas.
Esa mañana, la del cumpleaños de Lucía, en su casa no entendía la razón por la que se hubiera levantado tan temprano que además era Domingo y esperaban celebrarlo en familia con desayuno, comida y todo el día en casa con ellos.
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Sin embargo Lucía tenía otros planes en los que no entraban para nada su familia.
Sonó el timbre de la puerta y al abrir, apareció Julio vestido con sus mejores galas y un ramo de flores, tan grande que oculta-ba la mitad de su cuerpo.
Lucía no dejó escapar el momento por ella esperado, para pre-sentar el novio a sus padres y familia. Era una oportunidad con todo a su favor, primero el acontecimiento del cumpleaños motivo por el que los padres jamás iban a contrariarla en nada que le pu-diera disgustar y en segundo término, porque la encontraban muy feliz.
En casa aceptaron de buen grado este tipo de atenciones, que distaban tanto de las anteriores manifestadas por Roberto de triste recuerdo. Y les pareció de lo más natural, que Lucía celebrara con su prometido semejante acontecimiento.
Lucía preparada de manera muy especial, ese día estaba radian-te y contenta, también se sentía un poco apabullada, por las mues-tras de cariño de todo quien se cruzaba con ella y la saludaba, no había pensado por un solo instante que un cumpleaños gozara de la trascendencia que parecía tener, hasta que descubrió en el asunto la mano de su amiga Laura, que había realizado unos letre-ros en Braille invitando a todo quien lo leyera, al acontecimiento que tendría lugar en la Disco ese día, con entrada y barra libre para quienes quisieran participar.
Las dos parejas al parecer de una manera provisional, y pa-ra no desairar a Lucía ese día, fueron al restaurante chino a comer juntos por primera vez.
No parecía ir mal la relación de Enrique y Laura, a juzgar por cómo se estaban desarrollando los hechos y en un intermedio mientras servían los postres, fueron al Baño, (parecía fuera el lu-gar pretendido para este tipo de confidencias), comentaban entre ellas, y contrastaron en que nivel se desenvolvía el encuentro que era a plena satisfacción de Laura. Por cierto, al propio tiempo en la
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mesa, el motivo de charla por parte de Julio y Enrique, como no podía ser de otra manera, era sobre el mismo tema.
El resto de la tarde hasta bien entrada la noche, transcurrió co-mo estaba previsto en la Discoteca de la ESCI, hubo un reci-bimiento tan emotivo por parte de los invitados, que más que un cumpleaños pareciera una boda y todos invitados y asistentes a la llegada de las dos parejas, prorrumpieron en unánime aplauso y la música en la que reconoció Lucía la mano de su amiga, otra vez presente en la elección de los temas, sonaba como nunca y se en-cendieron bengalas con el consiguiente riesgo de incendio, aunque para ello ya estaban advertidos Pepe y su cuadrilla, manteniendo el control sobre este improvisado homenaje.
Lucía no salía de su asombro, ni remotamente habría podido en sus alucinantes sueños imaginar, semejante recibimiento y ello jamás lo olvidaría, era fruto de la dedicación y muchas horas y dinero que su amiga había querido dedicarle en fecha tan inolvida-ble.
A Enrique también se le encendieron luces en su interior y cada vez aproximaba más sus apetencias a las de Laura, que para nada quería resultar absorbente y había descubierto en ella, no el clásico ligue de un día, el asunto era de índole diferente a otras veces, y creía que en esta ocasión había encontrado un mirlo blan-co y a su peculiar belleza, que con su media vista Enrique vislum-braba, también había descubierto una belleza oculta que alucinaba a este impenitente don Juan.
Eran muchas las coincidencias que encontraba en ella respecto a la imagen que él había idealizado, acerca de cómo debería ser la mujer que le conquistara para siempre.
Una tarde como la que estaba viviendo con Laura había disipa-do las dudas, que en un principio albergaba acerca de este provi-sional encuentro.
Él, que se dedicaba y pretendía hacer centro de sus actividades en eso de la literatura, encontraba fascinante los conocimientos
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que podía compartir con Laura, a cerca de autores tanto clásicos como contemporáneos y es que Laura le ponía en antecedentes, de que además de sus estudios en el Centro, compartía co-nocimientos adquiridos en su casa a través de sus padres y amista-des, que frecuentaban la misma y en donde tenían lugar tertulias a las que ella prestaba especial atención, pues se hablaba de Política, Historia, Finanzas y mil asuntos más, entre cafés, tés, güis-quis y pitanzas, que su madre preparaba para este tipo de tertulias y que se prolongaban en el tiempo.
En su casa se daban cita desde renombrados artistas de cine, teatro, ópera, autores de comedias, escritores, pintores a otros mu-chos artistas de las artes que eran fieles amigos de sus padres y a quienes éstos rendían tributo de admiración, cada vez que tenían la deferencia, y estas eran muchas, de visitar su casa
Al abandonar la casa, estas visitas, era tal el ambiente y olor de tabaco que se había generado en el salón, que se hacían necesario abrir las ventanas para purificar y despejar el sitio, lo que daba idea del tiempo que estas tertulias dedicaban a estos encuentros.
Además Enrique que para nada era tonto, se daba cuenta del es-tatus social a que pertenecía Laura, que nada tenía que ver con el resto de las personas con las que él trataba habitualmente, lo dela-taba su forma de vestir y las marcas de sus prendas, la disponibili-dad de dinero en efectivo muy superior a lo que ellos manejaban y siempre la primera en pagar consumiciones, en regalar perfumes, en comprar tiras de cupones que eran invendibles, y sobre todo que Laura no tenía necesidad de trabajar ni vender las tradiciona-les tiras, para llevar el tren de vida que era notorio, aprecia-ciones que él percibía gracias a su media vista que estos casos suponía un privilegio.
En este sentido siempre estaba alardeando Enrique de su buen humor y pronunciaba con solemnidad el dicho conocido de: “En el país de los ciegos el tuerto es el rey...” que lejos del dra-matismo que pudiera ocasionar en su círculo de amigos tal co-
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mentario, era recibido como una ingeniosa ocurrencia más del intelectual.
Por tanto el éxito en el experimento de Lucía estaba asegurado, el objetivo estaba cumplido, ya no tenía que temer por su intimi-dad con Julio pues era evidente, que la nueva pareja seguiría su trayectoria y no se inmiscuirían tanto en su pareja, como hasta el presente había sucedido.
Las visitas al apartamento se hicieron más frecuentes y pro-longadas en el tiempo, en él encontraban la intimidad y segu-ridad suficientes para dar rienda suelta a sus sentimientos, que a Lucía le estaba pareciendo que no eran los mismos que al principio y esto le provocaba una desazón que Julio empezó a no-tar.
Pensó éste que tal vez no era conveniente someter a Lucía a sus febriles propósitos, y que ello motivaba disgusto en su novia, que tal vez se estaba precipitando y estas cosas de los amoríos requie-ren tiempo, y una labor de persuasión y camelo que él había pro-vocado y acelerado, tratando de conseguir, en un corto espacio de tiempo, lo que requería de ella, y más le apetecía a él y eso no era positivo para la relación.
Consideraba Julio que se encontraban en una edad, en la que ya no había que andarse con tonterías, y que había que enfrentarse a los hechos con la consideración que merecen, que las pamplinas estaban bien para bisoños y adolescentes, pero ellos andaban me-tidos en una edad en la que a poco se descuidaran, como solía decirse hablando de estos asuntos, se les pasaría el arroz.
Así que trataba de hacer entender a su novia que el comporta-miento que en alguna ocasión, tal vez pudiera parecerle impropio por su parte, estaba motivado por la pasión y la elevada tempera-tura que suponía el roce y trato con ella.
Quería llevar a su ánimo que su comportamiento a veces bruto, no era más que la manifestación de su cariño desbordante hacia ella, que entendía era la mujer de su vida, y mil declaracio-
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nes en este sentido, que Lucía trataba de interpretar como lisonjas y no ataques a su intimidad.
El cortejo debería contar con medir muy bien los terrenos amo-rosos en que se mueve toda relación.
Julio se prometía un comportamiento más acorde, con el tiem-po que llevaban de relaciones, pero se le olvidaba, en cuanto se producía el encuentro con Lucía a quien consideraba como una conquista definitiva y no albergaba duda alguna respecto a esta situación.
Pero Lucía como toda mujer que se precie, le daba una de cal y otra de arena, de tal manera que Julio andaba hecho un lío, pues tan pronto le parecía que caía rendida a sus encantos naturales, como se distanciaba años luz de él.
Tanto que a veces a través del trato con ella, apreciaba una es-pecie de experiencia, que le creaba cierta inquietud o mosqueo porque ella, sabía cómo medir el tiempo y administrar las conce-siones sin hacer abandonar las esperanzas en el avance del encuen-tro amoroso, sabía cuándo tenía que decir no rotundo y sin pa-liativos, y por el contrario había ocasiones en las que parecía disolverse como un azucarillo en el café y su trato meloso para con él, lograba llegar hasta cotas incalculables, en una palabra que este comportamiento a Julio le traía por la calle de la amargura, pues nunca sabía qué ocurriría o que no, y esto le desconcertaba enormemente.
Todo se iba a aclarar en el momento en que Lucía, temiendo que Julio descubriera por terceras personas que había mantenido en secreto su relación con Roberto, y que le había ocultado a Julio pensando que sería improcedente hablarle del tema, salvo correr el riesgo de espantarle y ella para nada quería entrar en ese juego.
Pero estaba dispuesta a confesar la evidencia, y se hizo patente que no podía dejar pasar más tiempo sin manifestarle a Julio sus verdaderos propósitos, que no eran otros que demostrarle que es-
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taba olvidada y bien olvidada aquella anterior relación con Rober-to.
Julio a raíz de estas explicaciones, que ella trataba de ampliar, ya entendía muy bien la pericia y práctica que demostraba tener Lucía de las situaciones límite a que había llegado con él.
Ahora se explicaba muy bien, cómo sabía dosificar sus entregas para tenerle siempre en el borde del delirio, sin pasar a mayores.
Además se consideraba un tanto estafado por haber permitido a ella ser poseedora de sus sentimientos, y no ser correspondido en la misma medida.
¿Era ciertamente una experta en estos devaneos, y en sopesar hasta dónde podía llegar y de dónde no podía pasar...?
Él en cambio se entregaba a ella siempre que la ocasión así lo requería en alma y cuerpo, y ahora ¡Ay! se encontraba con que muy a su pesar no era compensado de igual forma.
Las lágrimas ante las confesiones de Lucía, aparecieron en los inexistentes ojos de Julio y rodaban por sus mejillas, y ella que palpaba con delicadeza su cara, conmovida por estas manifesta-ciones fue consciente de que llevaban a Julio, hasta el borde de la desesperación.
No dudó por un momento en sentirse responsable, y le decía que no interpretara su confesión como un acto premeditado, para herirle y causarle celos o cualquier otro sentimiento negativo, sino que lo entendiera como realmente era, una acto de valen-tía por su parte para que no quedara ninguna duda respecto de su entrega a él que quería ser una afirmación en su amor y se des-hacía en hacerle entender que si de otra manera hubiera tenido oculto este hecho, que además no tenía más importancia que la de haber sido un capítulo ya borrado de su vida, sería una verdadera traición, a su sincero comportamiento la ocultación del mismo.
Pero Julio no estaba para gaitas. Por mucho que se esforza-ba Lucía en explicarle estos y mil detalles más, no lograban con-
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vencerle de que había sido un simple fracaso sin más trascenden-cia y que no había habido mucho más.
Julio prefería no pronunciarse y por el momento se hizo el mártir y le creo un estado de culpabilidad a Lucía, que esperaba manejar a su antojo en el futuro y sacar provecho de esta situa-ción.
Ello no suponía una ruptura, pero sí un quebranto en sus rela-ciones ante un acontecimiento, tan inusitado como inesperado por parte de Julio. En todo caso se decía así mismo, que había llegado la ocasión de demostrarle a su novia, que él realmente tenía una gran capacidad de perdón aunque no de olvido, al fin y al cabo a él no le había conocido hasta después de Roberto y por tanto no podía considerarse una traición a algo inexistente.
Pero ese poso de saber que su novia no era de estreno, le tenía un tanto descolocado, aunque eso de no ser de estreno era mucho afirmar y en esto estaba siendo injusto, pues su comportamiento para con él, que ya se había consolidado como una pareja estable, para nada había resultado ser tarea fácil y había que habérselo trabajado y hasta qué punto...
Por tanto Julio decidió pasar página y disimular los muchos ce-los que se le venían encima, dar por sentado y apreciar el valor que realmente tenía la declaración de Lucía, y considerar una vez más, que su grandeza de alma consistía en no guardar para con él ningún secreto, lo cual debería sopesar de manera positiva.
Trató de hacérselo comprender a ella, aunque también conven-cerla que entendiera, que para un hombre no resultara fácil entrar sin más, en compartir sus sentimientos y no ser correspondido en la misma medida.
Lucía entendió que asumir por parte de Julio estas declaracio-nes suponía, además de tener buenas entendederas, poseer un gran corazón como el que tenía su novio.
También la tranquilidad de ánimo con la que ahora se encon-traba Lucía bien merecía el disgusto que habían tenido que afron-
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tar, sobre todo Julio, al conocer y hablar ampliamente de su rela-ción con Roberto para despejar toda duda y todo secreto lo cual le confortaba de manera muy singular.
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CAPÍTULO III
¡Y llegaron las que se prometían ser vacaciones del siglo...!
Después de tanto devaneo tuvieron el acuerdo de no desenterrar nunca más el hacha de guerra y olvidar y dejar aparcado el per-cance, por llamarlo de alguna forma, de la relación anterior de Lucía y continuar adelante como si nada hubiera ocurrido... Por ello se empezaron a preocupar de la cuestión de las vacaciones que ya estaba, como quien dice, a la vuelta de la esquina.
Ahora el asunto empezaba a tener que planificarse de otra manera a como tenían más o menos hilvanado Julio y su amigo, las cosas habían cambiado, puesto que la nueva pareja compuesta por Laura y Enrique parecía ir viento en popa y cada día era más notorio el avance en esta relación hasta el punto de haber adquiri-do cierta estabilidad e independencia, con lo cual planificaban sus salidas y encuentros sin contar con sus amigos en más de una oca-sión.
Sin embargo las vacaciones no podían ser de otra manera que programadas por las dos parejas en conjunto, lo que representaba una auténtica novedad y deberían prepararlas con todo lujo de detalles y el protagonismo debería ser al cincuenta por ciento.
En una cafetería una tarde se reunieron para hablar acerca del tema. En principio pensaban ir dos semanas al pueblo de Julio en Asturias y más tarde irían a Huelva, aunque en este sentido tanto Laura como Enrique también tenían mucho que decir.
Efectivamente, los planes que proponían ellos eran totalmente diferentes a lo previsto.
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La sorpresa vino por parte de Laura al proponer dejar para me-jor ocasión ir a Huelva y Asturias y disponerse a pasar una tempo-rada sin límite en el tiempo y en una casita que sus padres tenían en Torrevieja, junto al mar, con una parcela de proporciones más que considerables en el lugar que ella había pasado varios vera-nos y donde tenía amistades desde su niñez y añoraba desde hacía algunos años volver por allí.
Explicaba que estarían las dos parejas solos, aunque con la inestimable ayuda del ama de casa, es decir de Adela, que se ocu-paría de la intendencia y otras labores que de otra manera sería imposible llevar a cabo, que sus padres ni aparecerían por allí puesto que tenían un apretado programa de verano y con la asis-tencia de su padre a un Congreso en Estados Unidos y la “Semana de música de Santander” de su madre, que nunca se perdía.
Lo había propuesto en casa y al parecer todo habían sido facili-dades por parte de sus padres, ella pensaba que tales facilidades eran recíprocas, pues ellos se libraban de tener que llevarla a todas partes y Laura también salía ganando afirmando cada día más su propia independencia, ya que estaba hartándose de la protección a que la sometían sus padres permanentemente y tal vez motivada por su minusvalía.
Lucía parecía entusiasmada y desde luego mucho más segura con la presencia de su amiga y ya pensaba en voz alta diciendo, que tendría que comprarse un bikini nuevo, pues el que tenía hacía dos años que no le daba uso, debido a que le parecía fuera de moda y en eso ella era muy exigente y coqueta.
No hacía falta decía Laura , ella tenía en Torrevieja un ajuar verdaderamente importante, tanto de ropa de verano, como de bañadores, zapatillas, complementos, etc. además había echado culo decía con disimulado candor y más pecho, así que segu-ramente ya no podría ni ponérselo, en cambio a ella le ven-drían que ni pintado puesto que era algo más menudita.
Otro problema consistía en el desplazamiento apuntaba Julio, pues ya el viaje de cinco personas no era lo mismo que el de
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dos, pero hasta eso estaba previsto por parte de Laura. Adela se adelantaría unos días para acondicionar la casa, llenar la nevera y asuntos de orden menor, de tal forma que el chofer y ellos cuatro, irían unos días después.
El alborozo no pudo ser mayor por parte de todos, que en todo también estuvieron de acuerdo. Nunca habían imaginado que unas vacaciones que había que preparar con tanto detalle, hubie-ran sido en esta ocasión de tan fácil resultado.
Vacaciones que además se presentaban llenas de emocionantes novedades, pues era la primera vez por parte de todos, que goza-rían de auténtica libertad y camaradería inusitadas, fuera del pa-ternalismo familiar y esta vez en compañía de más que amigos, colegas.
Pese a todo Lucía no quería renunciar a sus vacaciones planifi-cadas y soñadas con sus padres, y le parecía además una traición a su amiga Delia, de la que conservaba un recuerdo entrañable y que solamente podía verla en periodo de vacaciones y además en esta ocasión que tenía tanto que contarle...
Julio mediaba en el asunto haciéndole “ver”, que habría tiempo para todo, también él ardía en deseos de llevarla a su pue-blo a conocer a los suyos, era cuestión de repartir bien el mes de vacaciones de que disponían.
Las vacaciones se presentaban por tanto muy diferentes a las anteriores, para todos ellos.
Laura impuso su criterio, convenció a sus amigos de que no se trataba de ningún tipo u orden de prioridades, sino de que había que ser prácticos y aprovechar el espacio de tiempo del que disponían en tanto sus padres estuvieran en el extranjero.
Pusieron manos a la obra y en unos días estuvieron ubicados en un chalet, que en principio reunía todos los requisitos necesarios y sobrados para el desenvolvimiento de personas minusválidas como ellos.
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Sus padres se habían encargado a lo largo de los años de pro-veer tanto las instalaciones peligrosas, como podía ser la piscina, los accesos a las habitaciones de la planta alta, así como a las es-tancias principales, de todo tipo de artilugios, asideros, pasamanos, etc. que hicieran normal la estancia de Laura y ahora les venía al pelo también a sus amigos.
Tanto los padres de Lucía y más aún los de Laura, estaban encantados de que las dos amigas encontraran acuerdo ante esta circunstancia de pasar por primera vez las vacaciones juntas, pues sin duda se sentirían más acompañadas, aunque en ningún mo-mento pusieron en antecedentes a sus padres, de que también compartirían estas vacaciones con sus parejas, motivo este por la que debieron advertir ampliamente a Adela, para que no les fuera con el cuento a los padres de Laura.
Todo resuelto, se disponían a pasar los mejores días de sus res-pectivas vidas, olvidar el trabajo diario, la venta de los cupones, los estudios, la rutina de casa, todo...
En la casa -chalet- no faltaba nada, el ambiente se prestaba a todo tipo de encuentros por parte de las parejas, y Adela disi-mulaba aquellos arrumacos que presenciaba de forma permanente y continuada y le parecía de lo más natural, que dos parejas jóve-nes llenas de vitalidad se recrearan en este tipo de afectos y que ella, soltera de nacimiento y sin posibilidad de cambio, añoraba y comprendía esta forma de comportamiento, que quisie-ra para sí misma.
Los días se sucedían de fiesta en fiesta, unas veces en la casa, otras invitados por amigos de Laura, que tenían el encargo especí-fico de sus padres de congeniar e invitarle a ella y sus amigos, para que no se sintieran discriminados y además por interés perso-nal de algunos de ellos que iba más allá de lo puramente amistoso, pues tenían tiendas de comestibles y las compras por parte de la familia de Laura suponían y formaban parte del “Agosto”, ya que eran de tal importancia que no podían renunciar a ellas por causa o disgusto alguno.
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Alguna noche Laura preparaba con la inestimable ayuda de Adela, que en ocasiones tenía que recurrir a reclutar asistentes, una cena con guateque incluido, con lo que trataba de correspon-der a las atenciones que tenían para con ella y sus amigos los co-nocidos del pueblo.
Enrique que alucinaba con el trato que recibían, tanto en casa de Laura como por parte de sus amistades, no las tenía todas con-sigo porque observaba que en ocasiones no estaba tan sólo como sería deseable, tenía la sensación de que alguno le estaba tratando de pisar el terreno. Con sus gafas oscuras a muchos les pasaba por alto, que él no era ciego totalmente y se permitían ciertas licencias para con Laura, que él interpretaba como atrevimiento, por parte de los conocidos de ella, que pensaban él no se enteraba.
Los celos aparecieron, aunque Laura no creía dar motivos para que así fuera y lejos de convencer a Enrique que no eran otra cosa que manifestaciones de cariño por parte de algunos de sus amigos, éste entendía que ella consentía en ese tipo de acciones, porque seguramente en su manera pura y limpia de ser, no entraban este tipo de consideraciones, pero que sin duda estaban adquiriendo carta de naturaleza y que para nada se parecían a las tiernas ma-nifestaciones de cariño que en su infancia pudieran haber compar-tido.
Sobre todo, decía con cierto dolor, las que había observado en Adolfo, un chico fornido con aspecto atlético y tostado por el sol de la playa, sabedor de sus atributos y encantos para con las muje-res y admirado por una pléyade de amigas que alimentaban su ego y que para más inri, esto lo confesaba con cierto dolor Enrique, tocaba la guitarra como los ángeles...
Y una noche en la oscuridad de la terraza, cerca de la piscina, junto al jardín que embriagaba con su aromática brisa el entorno y tocando la guitarra, fue testigo de cómo Laura se acercaba a él y le estampaba un beso, mientras éste dejando la guitarra aparte, correspondía con un abrazo que significaba algo más que una simple amistad.
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Tanto Laura así como también Lucía y Julio al ver muy contra-riado a su amigo, trataban de quitar hierro al asunto porque la cosa no tenía más importancia que la que se le quisiera dar, su-puesto que al cabo de pocos días este tipo de tertulias tocaría a su fin y aquí paz y después gloria.
Precisamente le decía Laura que en el fondo se sentía muy ha-lagada con este tipo de manifestaciones, y la lectura que ella hacía de este tipo de comportamientos no era otro que el esfuerzo que hacían los amigos del pueblo en caerles lo mejor posible, tanto a ella como a sus padres, pues precisamente los familiares de Adol-fo regentaban el mejor Supermercado de la localidad y ellos eran en verano uno de sus principales clientes.
Pero este toque de atención por parte de Enrique solo pretendía poner en claro, que caso de ser aceptado por Laura, sería él y sólo él, dueño de sus sentimientos y de su persona, algo que se temía Laura al ver la reacción que había suscitado en él un simple y lim-pio abrazo de amistad.
Lejos de sentirse contenta con estas manifestaciones, una turba-ción y desasosiego le embargaba respecto a las maneras que ma-nifestaba Enrique, lo cual podía llegar a poner en riesgo la conti-nuidad de su relación con él.
Comenzaron a prepararse para continuar las vacaciones, como tenían previsto, en principio en el pueblo de Lucía y acto seguido en Asturias concretamente en Cazones, un lugar paradisíaco según las explicaciones que se apresuraba a dar Julio, y que para nada le parecían suficientes, más bien decía , se quedaba corto...
Las cosas no ocurrían siempre como se deseaba. Los padres de Laura enterados, no se sabía bien por parte de quien, no consentían que se continuara con este tipo de conducta, es decir en conciencia de la mamá de Laura, esta forma de convivencia reuniones o como se quisieran llamar tenían un nombre y era pura y simplemente un amancebamiento o una comuna... Y para nada estaban dispuestos a consentir que su hija viviera de esa manera.
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Mediaron los padres de Lucía, que ante la contrariedad a los planes de su hija, no tuvieron reparo en hacerse cargo de la situa-ción y haciendo ver a los padres de Laura, que en su casa además de ser muy pequeña y solamente poder albergar a las dos niñas y ellos, no cabía ni entraba en sus planes, permitir que les acompa-ñaran los dos chicos, por muy novios que estos fueran.
Al fin consintieron los padres de Laura ante los plantea-mientos de su hija, y se encontraban más tranquilos con la pre-sencia de los padres de Lucía, no como ellos que habían propicia-do el desencuentro con su hija, debido a su permanente ausencia, anteponiendo la vigilancia de la hija a los proyectos profesionales del matrimonio a pesar de la importancia que pudieran tener para ellos estos acontecimientos.
En todo caso las advertencias y preámbulos que imponía la mamá de Laura eran de tal calibre, que difícilmente podrían cumplirse en su totalidad. Quería saber en todo momento, cuál era la situación no ya geográfica, que también, sino cómo se iba a cuidar, qué iba a comer, dónde se iba a vestir, qué cama iba a utilizar, qué libros para repasar los estudios se iba a llevar, qué médico le iba a atender caso de ponerse enferma... y así una lista interminable de cuidados y requisitos, que no solamente a Laura le hacían maldita gracia, sino que sus amigos se desternillaban de la risa, al comprobar cómo su “mamá”, cuidaba de ella hasta el ex-tremo de pretender ser acompañada por el ama Adela.
A los padres de Laura la convicción de que su hija en definitiva sería dueña de su vida y de sus actos, les creaba una sensación y un vacío que les hacía presentir que algo no habían hecho bien, y que en algo habían fallado y ello les producía una autentica sen-sación de impotencia y un traumático estado de ansiedad, casi de desesperación.
Laura era consciente de que su madre nada tenía que hacer con las advertencias que le estaba imponiendo, respecto a su rela-ción con Enrique y que al contrario, de lo que a ella pudiera in-teresarle, esto era cosa suya, que mayormente lo que le preocupa-
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ba con sinceridad eran sus cuidados físicos, le aseguraba por acti-va y pasiva que no le daría motivos para temer nada, y que sabía desenvolverse en este asunto como corresponde a una persona madura como ella, que además contaba con la inestimable presen-cia de su amiga, al parecer entendida en este tipo de materias, así como la vigilancia permanente de sus padres.
El reto a que ahora se enfrentaba Laura era constatar por sí misma si iba a ser capaz de valerse, prescindiendo de la ayuda de cámara de Adela, que se había convertido en su niñera desde pe-queña y le había creado una dependencia de mayor, por lo que necesitaba saber si podría prescindir de su tutela, sería una auténti-ca prueba de fuego, si al terminar el periodo de vacaciones, había sido capaz de superar con éxito y sin ayuda de Adela, las dificul-tades que debido a su ceguera se veía sometida todos los días…
Sería una prueba definitiva, pues ella que encontraba siempre en su habitación y en la casa todo dispuesto ropas, zapatos, peina-do, baño, todo... Ahora quería enfrentarse prescindiendo de esta ayuda como hacía Lucía, que en ese sentido era totalmente autó-noma y se sentía plenamente realizada sin apenas ayuda de su madre.
El padre de Laura aunque solamente fuera por esta expe-riencia, estaba de acuerdo en lo del viaje, pero exigía de Laura un permanente contacto telefónico y le comentaba, que si más allá de sus posibilidades en algún momento, se encontraba perdida o no controlaba la situación, solamente con indicárselo, iría personal-mente a buscarla.
Tanto Julio como Enrique entendieron muy bien esta postura por parte de los padres de Laura, que sin embargo los padres de Lucía no compartían completamente, pues consideraban que sus hijas tendrían que tener el recato y el comportamiento, acorde con la formación que estaban recibiendo y además pesaba también la mayoría de edad, que respetaban completamente.
En este sentido depositaban plena confianza en el comporta-miento de su hija Lucía, no era la primera vez que había abando-
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nado su casa, para ir a formar parte de algún Congreso, aunque siempre acompañada por Monitores del Centro y había dado muestras suficientes de saber defenderse en la vida, sin apenas ayuda por parte de sus padres.
En cambio, y tal vez por esta razón, comprendían muy bien aunque no lo compartieran, la postura de los papás de Laura, que la habían mimado hasta el extremo de ser dependiente para todo y entendían también la postura de la niña, de querer saber por sí misma si sería capaz de defenderse en adelante, sin la pesada sombra de sus padres.
Diez días, ni uno más, podían disfrutar en las playas de Huelva que eran muchas, y cada cual con características bien diferentes si como habían pactado, querían pasar el resto de las vacaciones en Asturias.
Lo primero que hizo Lucía fue contactar con Deli, su íntima amiga, quería compartir con ella además de los pocos días de va-caciones, la novedad de presentarle a Julio, de sentirse una más, pese a su condición de invidente, de convivir y compartir con ella esta nueva experiencia y demostrarle que era muy feliz...
Una vez en el pueblo y ya instalados, de la mejor forma posible en casa de los padres de Lucía, ahora se enfrentaban al hecho de tener que buscar alojamiento a los dos chicos, novios a todos los efectos de las niñas, pero que al parecer en el pueblo se hubiera visto como un escándalo, si se hubieran quedado bajo el mismo techo, algo totalmente imposible, pues la casa de los padres de Lucía disponía tan solo de una habitación y un cuarto en el que apenas cabía la cama donde se alojarían Laura y Lucía que aunque apretadas, por un corto espacio de tiempo podía pasar.
A Julio y sus amigos no les pareció mal la idea de Delia, que les había hecho una invitación para que fueran a visitarles a su chalet, junto a la playa y conocer a sus padres que se dedicaban a la pesca formando un equipo con sus tíos y hermanos. Además en su casa decía Delia, había sitio para alojar a los chicos, sin ningún problema.
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Sus padres de condición humilde, así como sus hermanos, to-dos dedicados a las faenas de la pesca eran acogedores y bue-na gente además muy alegres y formaban al atardecer unas juer-gas inolvidables.
Prácticamente todas las tardes después de haber pasado el día con la familia de Lucía, se reunían las dos parejas en casa de De-lia, con sus padres y hermanos, en el porche del hermoso chalet, cuyos cimientos eran acariciados por las olas de la playa.
Allí podían contemplarse maravillosas puestas de sol, por lo que contaba Delia, que eran únicas e inolvidables. Delia pro-curaba en honor a su amiga y también de sus compañeros, que no les faltara de nada, pese a su condición más bien humilde, ella era quien preparaba con esmero los pescaditos fritos y los mariscos de la pesca diaria de la que vivían.
Su padre sacaba el mejor de sus vinos, traídos de La Palma del Condado y guardados para ocasiones como aquella y los hermanos tocaban, uno la guitarra, el otro las castañuelas y el menor canta-ba fandanguillos y flamenco, de una forma envidiable al tiempo que muy en línea y dentro de los cánones establecidos en este arte. En este estado de casi éxtasis, les llegaba la hora de ir a casa sin apenas darse cuenta y Luis, uno de los hermanos de Delia tenía que coger su furgoneta y llevar a las chicas hasta su casa, pues esto era lo convenido.
Unas veces iban también acompañadas por Delia y otras se turnaban Julio y Enrique, con el fin de que a la vuelta no viniera sólo el conductor.
Pues bien, en uno de esos desplazamientos nocturnos, Luis le propuso a Enrique dar una vuelta por un lugar que decía conocer y que estaba lleno de turistas, mochileros... le decía con recochineo Luis a Enrique, pues se refería a ellos con cierto desprecio ya que se trataba de un tipo de turistas hippie, con poco poder económi-co y precisamente no eran muy bien vistos, pero en cambio había unas niñas también extranjeras que estaban de puta madre.
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Enrique en un acto de sinceridad le decía al hermano de Deli, que él estaba enamorado de Laura y que para nada quería disgus-tarla ya que consideraba una traición visitar esos lugares, y que además a él con su media vista de poco o nada le servirían y sin embargo para no desairar al hermano de Delia y su familia, a quienes debían el alojamiento y atenciones, además de forma de-sinteresada, tuvo que ceder a su propuesta o no supo negarse.
Luis había querido pulsar las intenciones de Enrique con aque-lla proposición, aunque para nada quería forzarle y menos aún sin que en la casa supieran que su retraso pudiera deberse a una esca-pada y no a cualquier tipo de accidente que por aquellos andurria-les eran muy frecuentes en tiempo de verano y que además de noche se producían fruto del exceso de bebida de los conductores, pues en la mayor parte de aquellos parajes pernoctaban en tiendas de campaña y cerca de las playas, multitud de turistas sobre todo extranjeros.
Pero el anzuelo por parte de Luis estaba echado y no fal-taría ocasión para llevarlo a efecto, era cuestión de tiempo y pa-ciencia y en este terreno como buen pescador que era, Luis tenía mucha pericia. Y es que los planes de este pescador, eran mucho más pretenciosos que lo que a Enrique pudieran parecerle e iban mucho más lejos...
Luis se había fijado de manera muy especial en Laura que in-cluso pese a ser invidente, le parecía una persona angelical y pura, guapa y con clase, elegante en su porte y fina, con respecto a lo que él estaba acostumbrado a tratar en su pueblo, muy parecida a las chicas de la capital (Huelva) de las pocas veces que Tenía oca-sión de visitar las discotecas, pues su pueblo distaba un largo trecho de la capital y además las labores de pesca, salvo en tempo-radas de descanso, apenas le daban tiempo para frecuentar estos ambientes.
En las intenciones o planes de Luis para poder acercarse con éxito a Laura, estaba en primer lugar, si no separar de ella a su novio sí al menos crearles un estado de enfado que propiciara
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cierta distancia entre la pareja, con esta forma primaria de enten-der las relaciones sentimentales por parte de Luis, pretendía que cuando se enterara Laura que había sido traicionada por su novio, en su desesperación se enrollaría con el primero que le ofreciera una oportunidad con tal de devolverle la pelota, y ahí es donde entraba Luis, con el campo expedito y libre y con una Laura de-sencantada y enfurecida, a poco que él se lo propusiera caería en sus brazos o en sus “redes” y como no podía ser de otra forma, allí estaría él para prestarle un hombro donde poder llorar su do-lor...
No contaba Luis con la fidelidad y el juramento que se habían hecho la pareja y tampoco con que Enrique, que no se fiaba de nadie vigilaba muy de cerca a quien se pudiera aproximar a un kilómetro de Laura porque todavía tenía clavado en el corazón el intento, bajo su punto de vista, el flirteo del tal Adolfo allá en To-rrevieja.
Pero ya se sabe que cuando a alguien se le mete entre ceja y ce-ja alguna cosa, no para hasta conseguir llevar a cabo su empeño y Luis que no olvidaba fácilmente las facciones agraciadas de Laura, cada día se acentuaba y aceleraba más en él, el hecho de satisfacer esa necesidad o al menos intentarlo, de ahí tanta planificación en hacer caer a Laura.
Los días pasaban a tal velocidad que ya estaban pensando en la vuelta a casa y emplear el resto de vacaciones, en Asturias, como tenían planificado y Luis se había propuesto llevar su plan de con-quista adelante pese a todo y cuanto antes. De tal manera, que habló con su hermana Delia para que tratara de convencer a sus amigos, que con el fin de facilitarles la vuelta a casa e incluso el viaje a Asturias, él se prestaba voluntario para llevarles hasta don-de fuera preciso, pues apenas tenían equipaje lo que facilitaba el uso de su furgoneta.
Decía que así de paso, conocerían Madrid porque si no se mo-rirían “burros”, como decían en su entorno, acerca de aquellos quienes nunca habían pisado la Capital, y después de realizar este
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viaje podrían presumir entre sus amigos, tanto él como su herma-na, de al menos haber visitado y pateado la Capital de España.
El ofrecimiento en cuanto al viaje, fue muy bien acogido por los invitados, pero no estaban dispuestos a consentir semejante esfuerzo y no les parecía de recibo, que además de haber sido objeto de mil atenciones por parte de la familia de Delia ahora además tuvieran que cargar con este nuevo. En cambio Delia veía también una buena fórmula para pasar más tiempo con su inse-parable amiga Lucía, podría ella entrar en el juego y aunque se trataba de su hermano y no pudiera considerarse pareja al uso, ello no impedía que les pudiera acompañar e incluso intercambiar unos días de vacaciones todos juntos. De esa forma a la vuelta a su pueblo, su hermano Luis tampoco se encontraría sólo.
Sin habérselo propuesto Delia había dado con la solución que a Lucía le parecía hecha a su medida. Como todo eran facilidades por parte de Luis, éste incluso se disponía a poner a punto la furgoneta, una MB (Mercedes) del año del hambre decía , pen-saba llevarla al taller para darle un repaso, cambiar el aceite, fil-tros, etc. Lo que se dice prepararla para un largo viaje, pues hacía bastante tiempo que la pobre furgoneta no gozaba de un respiro, siempre del pueblo a Huelva, que era el viaje más largo que tam-poco con muchas frecuencia se producía, lo normal era dentro del pueblo para repartir el pescado en las tiendas y bares, que eran sus clientes habituales. Además, decía Luis, la llevaría al taller de un amigo, donde la lavarían por dentro tratando de quitarle el olor a pescado y que habitualmente lo hacían a vapor porque daba unos resultados excelentes.
Salieron con dos días de anticipación a lo previsto porque de esta forma , pasarían por Sevilla pararían para visitarla despacio y también por Córdoba que tenía mucho que “ver”, descansarían en donde más les apeteciera, y así sin prisas hasta Madrid, con lo que encontraban una nueva excusa para hacer turismo de una forma inesperada. Estaban dispuestos si era preciso a dormir en Camping e incluso en la furgoneta la cuestión era aprovechar el
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tiempo, de estas novedosas vacaciones que poco a poco tenían trazas de llegar a ser inolvidables.
Las intentonas de Luis por conquistar a Laura cada día eran más visibles, rayaban en el ridículo, pues incluso le había llegado a proponer a Laura, realizar el viaje en el asiento del copiloto y es más había procurado que Delia coincidiera en el asiento trasero junto a Enrique y de esta manera tratar de conse-guir que éste, en algún momento del largo viaje apoyara la cabeza en el hombro de su hermana, para dar una cabezadita y él vigilaría por el retrovisor para ver si se producían progresos en el sentido que esperaba.
Con un día de adelanto llegaron a Madrid y con tiempo sufi-ciente para organizar el viaje a Asturias, ahora un tanto más com-plicado por haber aumentado el número de veraneantes.
Julio propuso que para alojar a la nueva pareja nada como el sofá cama de su apartamento, pero Laura que disponía de un case-rón inmenso y la habitación de Adela libre, con sus padres en el extranjero e instalaciones perfectas, con varios cuartos de baño, no podía consentirlo y acordaron que sería allí donde pernoctarían los invitados. Enrique estuvo conforme con el acuerdo, si bien exigió también él formar parte de la ocupación de la casa de Laura, ya que de esta forma pretendía avisar a Luis que se encontraba al tanto de sus aviesas intenciones y que no era de fiar.
De tal forma y dado que la casa de Laura reunía las condicio-nes óptimas, convinieron en que los días que faltaban para el nue-vo viaje y mientras organizaban todo, estarían sin separarse como una familia y como continuación de las vacaciones todos en la casa, donde además había piscina, habitaciones de sobra y todo lo necesario para sentirse cómodos. Efectivamente la casa era el pa-raíso, y excepto Laura todos estaban alucinados de los pormenores y detalles de que podían gozar en aquellas instalaciones, de pelícu-la decía Luis, pues tenía hasta garaje para la furgoneta.
El verdadero problema que se le venía encima a Julio, era có-mo poder alojar tanta gente en su pueblo, su casa era pequeña y
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para una pareja mal que peor sí podían apañárselas, pero la cosa había cambiado en cuanto al número de personas y de qué manera.
Lucía que también vivía las preocupaciones de su novio como propias, le facilitó la solución, comprarían una tienda de campa-ña para los chicos y ellas se apañarían como fuera en su casa, pues además el tiempo se presumía sería bueno, dada la estación del año y en cualquier camping serían bien recibidos.
No le hacía mucha gracia a Julio tener que compartir el sue-ño, con al fin y al cabo un desconocido, pero el intercambio de favores se imponía y el detalle de llevarles en la furgoneta bien valía el esfuerzo.
Enrique estaba encantado con esta novedad además él, decía, había toreado en plazas peores, y recordaba en voz alta, sobre todo un verano que fue de campamento con otros alumnos de la ESCI y el hacía las veces de Monitor. Le tocó dormir con cuatro alumnos que tenían de todo menos aseo personal, y un insufrible olor a pies embriagaba todo el entorno en diez metros a la redonda de la tienda, así que él después de aquella experiencia, no pondría ninguna pega a tal decisión.
Luis tampoco dijo nada, siempre le quedaría el recurso de dormir en la furgoneta, pero fue consciente de que las cosas se le ponían un tanto difíciles para la conquista que se había propuesto, aunque tal vez, pensaba eso sería lo mejor...Pues cada vez era más consciente de las dificultades que entrañaba tal empresa, de que el novio de Laura estaba con “ojo avizor” a cuanto sucedía alrededor de ella y que le había dado muestras de que no se fiaba ni de su padre, por tanto vano era su empeño.
A Julio le esperaba una sorpresa con la que no contaba.
En el buzón de su Apartamento había una carta de la ESCI, en ella le comunicaban se personara lo antes posible en el Centro. Asuntos relacionados con la adjudicación de un perro guía, reque-rían su presencia para darle instrucciones y se hiciera cargo del mismo lo antes posible. Lejos de suponer para él una alegría pues
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no era fácil la consecución de un perro de estas características, además de estar muy solicitados, le creó una especie de angustia, saber que tendría que acomodar su vida a la de este improvisado compañero.
Eran momentos realmente especiales y emocionantes, espera-dos y aunque por otro lado, estaba lo del viaje con prácticamente todo preparado, quedaba por saber que pegas o inconvenientes encontraría en sus amigos para que aceptaran esta nueva situación.
Pero la cita era ineludible y cuando tuvieron sus compañeros noticia del asunto, todo fueron felicitaciones y parabienes, ellos también entendían la contrariedad que suponía el mantenimiento de un animal, que a pesar de estar debidamente entrenado y edu-cado para la convivencia con un invidente, no por ello dejaba de ser un problema añadido.
Sin embargo estaban dispuestos, sobre todo Lucía, a compartir el cuidado de Nemo que así se llamaba el perro, y a recibirlo como un miembro más de la familia.
Aunque las cosas no iban a ser tan sencillas, cuando se presentó Julio en el Centro para hacerse cargo de Nemo, las condiciones eran entre otras muchas, que debería pasar algún tiempo en un Centro de Adaptación con el animal hasta familiarizarse con sus costumbres y cuidados, y que habría de habituarse a su voz, su paso y forma de caminar y entrenarse con un preparador especial para andar por la ciudad y mil y un requerimientos, que a priori no podían darse con facilidad.
Todo ello truncó de manera definitiva el asunto del veraneo en Asturias. La contrariedad mayor era para Luis y Delia que se verían obligados a tener que posponer este viaje o renunciar defi-nitivamente a él pues, al menos en quince días no le permitirían a Julio hacerse con los mandos del perro.
En todo caso decía Julio para suavizar la situación, siempre se ha dicho que veranear en Madrid y con dinero, era la mejor forma de pasar unas vacaciones, así que pasarían los onubenses estas
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vacaciones frustradas, con las dos parejas y en definitiva sería lo mismo, pues ellos el mar y la playa lo tenían siempre a pie y junto a su casa.
Julio se personó en casa de Laura con Nemo y tres entra-das para el fútbol nada menos que en el Bernabéu, También con la obligación que había adquirido de asistir todos los días a la Es-cuela de Especialización en Adiestramiento de perros para invi-dentes. Estaba convencido que su interés, aceleraría el periodo de adaptación, para que en lugar de un mes fueran quince días, en los que lograra le concedieran la licencia pertinente para ser dueño de un perro guía.
Se había comprometido a progresar en el cumplimiento por su parte de las normas establecidas, poniendo el máximo interés y las horas precisas para obtener el certificado de aptitud, en el menor espacio de tiempo posible, para de esta forma, pensaba Julio, no dar al traste con las vacaciones de sus compañeros, sería como... prorrogarlas un poco y el verano era largo con lo cual habría tiem-po para todo.
Luis no cabía de gozo dentro de sí, Julio le obsequiaba con una de las entradas al Bernabéu, y para una vez que venía a Madrid nada menos que iba a tener la oportunidad de visitar el campo del equipo de fútbol de sus sueños, el Real Madrid, él que no ha-bía tenido la ocasión de verlo como no fuera en la tele, como le ocurría con el Recreativo que era su segundo equipo, y mira por dónde se le presentaba esta ocasión, cuando lo contara a sus ami-gotes no se lo iban a creer...
El problema que se le presentaba a Julio consistía en que no había entradas para todos, había sido francamente difícil conse-guirlas pese o tal vez por esa razón, es decir ser verano. Julio tenía un amigo camarero que le facilitaba entradas y en esta ocasión haciendo un gran esfuerzo le proporcionaba, nada menos que tres.
Así que previo consenso con las mujeres, se decidió por una-nimidad que como el fútbol, al parecer les interesa más a los hom-bres, asistirían ellos tres, mientras las féminas estarían en la Dis-
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coteca de la ESCI y así de esta manera enseñarían a Deli, donde pasaban la mayor parte de los días de ocio.
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CAPÍTULO IV
Luis no podía creer lo que estaba viviendo, el Bernabéu que tantas veces había visto en la televisión, no tenía nada que ver con lo que ahora pisaba, observaba, vivía, se emocionaba, le acojonaba en una palabra...
Joder.... con el Bernabéu, decía...
Nunca podía haberse imaginado que tales proporciones y ade-más con el césped tan verde y reluciente, pudiera encontrarse en un sitio tan cerrado y tan céntrico de la ciudad... y con esa canti-dad de gente que se veían como muñecos en las gradas de enfren-te... y en los fondos, el famoso Fondo Sur... del que tantas veces había oído hablar y tantas entradas de acceso, tantas escaleras, y los ascensores, y el control, con medios desconocidos, electróni-cos, las pantallas de televisión de proporciones gigantescas co-mo las de cine...
Pero lo que más le llegó al alma a Luis, fue cuando encendie-ron las luces y se hizo el día. Esto no podía asimilarlo, tanto que a punto estuvo de que se le saltaran las lágrimas, y el vocerío que aumentó y el himno que comenzó a sonar y por las troneras que se encontraban cerca del terreno de juego comenzaron a salir: jugadores, árbitros, utileros, una enorme patulea acompaña-dos de toda la parafernalia que antecede al encuentro, un encuen-tro que a él se le antojaba de menor importancia, hasta el extremo de no conocer nada acerca del rival visitante.
Ahora comprendía muy bien algo que trataba de explicarse a sí mismo, y para lo que no encontraba respuesta y es que entendía
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perfectamente, porqué dos ciegos asistían a un encuentro de fút-bol, aunque fuera solamente por el gozo que deberían sentir, al estar inmersos en este ambiente y a él se le abrían nuevas vías de entendimiento y supo en ese momento, que no todo lo que entraba por la vista era siempre lo más importante.
Ante tal descomunal novedad y emoción Luis, apenas compar-tía sus sensaciones con los dos invidentes, que parecían encontrar-se en el ambiente como uno de tantos espectadores y sin que para nada se notara la ausencia de su vista, Enrique estaba provisto de sendos auriculares conectados a un transmisor de radio por los que seguía el desenlace del partido. En cambio Julio con la agudeza característica de su oído, estaba en otros asuntos. Imprevisible-mente habían coincidido junto a dos personas, que deberían ser muy amigos a juzgar por la conversación que estaban llevan-do a cabo, era una conversación que a Julio se le antojaba de una importancia y trascendencia inusual.
En medio del bullicio Julio se percataba de las confidencias que realizaba uno de los dos, al otro que al parecer no se atrevía a interrumpirle dada la seriedad del asunto.
Deducía Julio se trataba de una confesión muy grave y el pro-tagonista de la misma trataba de explicar, a su homólogo lo que le estaba ocurriendo... Nada menos estaba siendo víctima de un chantaje por parte de su jefe.
Se deshacía en explicaciones en medio del vocerío y pitos que en ese momento se estaba produciendo, por la hinchada del Real Madrid que había sido objeto de una sanción, por parte del árbi-tro, y que el público consideraba injusta, lo que propiciaba que Julio se percatara todavía mejor de la conversación, porque los conversadores se veían obligados a tener que levantar el tono de voz.
Todo parecía indicar, según continuaba explicando este buen señor, que estaba viviendo una auténtica tragedia en su familia. El jefe que además también lo era de su mujer, le había colocado en un brete, debería aceptar un trabajo mejor remunerado, pero fuera
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de Madrid con lo cual se tenía que ausentar por una temporada también de su mujer, que por arte de birlibirloque, había ascendido al puesto de Secretaria personal del mismo, tal como cuenta la Biblia que hizo el rey David con Urías, uno de sus generales, cuando situó a éste ante el peligro en primera línea de batalla para que lo mataran, y así encontrar el terreno libre para enrollarse con Betsabé su mujer decía compungido, pero con cierto aire de mofa a su amigo.
Si no aceptaba se vería relegado e incluso perdería su puesto de trabajo, además de correr el riesgo de que su mujer no entendiera semejante postura y tal vez se viera abandonado, pues ella estaba viviendo los mejores momentos profesionales de su carrera y por un infundado temor de su marido no pensaba abandonar este cho-llo.
El amigo que le escuchaba con la atención y el esfuerzo, que para nada facilitaban el ruido y el ambiente, no sabía que respon-derle, porque según deducía Julio de sus palabras, la mujer era un cañón de tía, un pibón como dicen ahora los chavales que estaba para mojar y para nada le extrañaba que su jefe, con el poderío económico que disponía le hubiera tendido una trampa tan sutil, con el fin de encontrar el terreno libre y propicio para sus propósitos que no eran otros que llevársela a la cama.
Este incidente le tenía a Julio un tanto desconectado del partido y de la atención que debía a sus compañeros. Pero la gravedad de la situación de la que estaba siendo testigo justificaba su au-sencia.
El marido que se encontraba a punto de ser abandonado y de-sesperaba porque no encontraba solución a sus problemas, apunta-ba como solución dar muerte a su jefe, a su mujer, y llegado el caso la del propio suicidio.
El amigo le apuntaba que no era necesario llegar a niveles tan drásticos, que nadie merecía morir por una causa de traición, que la indiferencia era la mejor moneda de cambio que podía ofrecer a su mujer ante esta conducta, desde luego reprobable, aunque que-
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daba por demostrar que las cosas fueran exactamente como conta-ba su amigo y no una ceguera por su parte, producida por los ce-los.
De todas formas para consolarle el amigo, le proponía una rela-ción fácil con una conocida suya, que sin duda no le defraudaría porque era público y notorio que los resultados siempre estaban a la altura de las exigencias del consumidor. En cuanto a lo de via-jar no le quedaba más remedio que aceptar, pues las novedosas normativas del derecho de los trabajadores contemplan la movili-dad geográfica a gusto del mandamás de turno.
Así las cosas, el partido llegó a su fin sin que a Julio le impor-tara en absoluto el resultado del mismo, pues él se encontraba dándole vueltas al asunto identificándose con la desgracia de aquel pobre hombre, que al parecer le había cambiado la vida sin comer-lo ni beberlo.
También el asunto de hacerse cargo del perro tenía a Julio ata-do de pies y manos, además era consciente del trastorno que había causado a sus amigos y quería arreglarlo a toda costa. Se dio cuen-ta de que a pesar que sus avances e interés por conseguir acelerar el adiestramiento del perro, eran vanos sus esfuerzos para de un tiro matar dos pájaros, o renunciaba a las vacaciones con sus ami-gos, o suspendía la adjudicación y entrenamiento de Nemo. Por otra parte estaban Luis y Delia que tenían pocos días para disfrutar de vacaciones y habían renunciado a estar con sus familiares de-mostrándoles, que muchas veces la amistad también une como los lazos de sangre.
Estaba dispuesto a dejar clara su postura, después de una larga conversación con Lucía determinaron que suspenderían las vaca-ciones a Cazones, pues el asunto del perro bien valía la pena el pequeño sacrificio que suponía aplazarlas por un mes.
En cambio no quisieron manifestar sus propósitos al resto de la pandilla para no disgustarles, pues estaban realmente ilusionados con los preparativos y la compra de la tienda de campaña, aco-
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piándose de víveres y todo lo necesario, con el fin de no perder tiempo que pensaban aprovechar al máximo en la playa.
Al fin y al cabo la idea había surgido antes del inconveniente del asunto del perro, y para nada estaba previsto que hubieran de cambiar de planes la panda por esta causa.
Cuando el resto de los componentes empezaban a inquietarse porque no se definía el viaje por parte de Julio, éste puso las cartas boca arriba y comentaba, que por un garbanzo no se deja de cocer la olla y que para nada debería interferir en sus proyectos el hecho de que él no pudiera acompañarles, es más, añadía que estaba dis-puesto a que Lucía les acompañara y él se incorporaría en cuanto le fuera posible.
Ante tal proposición obtuvo como respuesta un largo silencio por parte de todos, menos de Lucía, que de inmediato revindicó su derecho a decidir por sí misma, y poner de manifiesto que ella se incorporaría cuando Julio lo considerase oportuno, pero que de ninguna manera le dejaría en la estacada y a este comentario se unió su amiga Delia, que decía que a ella lo que realmente le im-portaba era estar con Lucía, con lo cual el asunto se ponía en claro y quedaba en manos del resto.
Ya empezaba a disolverse la camaradería de días pasados cada cual con sus mezquinos intereses anteponían sus apetencias sin tener en cuenta, lo que significaba de trastorno para Julio la si-tuación creada y que para nada estaba en su ánimo, sembrar dis-crepancias y el plan que pretendía no le parecía tan descabellado.
Al día siguiente sin nada decidido Luis y Delia, habían pen-sado que lo mejor era volverse a Huelva, y si les apetecía podían acompañarles Laura y Enrique y más adelante cuando todo se hu-biera resuelto volverían a juntarse nuevamente todos.
No estaba mal pensado en opinión de Lucía y Julio, así les quedaba bien claro hasta qué punto, estaban dispuestos sus amigos a sacrificarse por ellos y que muy al contrario ellos en su lugar
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habrían obrado de forma bien distinta, pero tampoco todos los días se tienen vacaciones y comprendían muy bien esta decisión.
Lucía acompañaba al día siguiente a Julio a la Escuela de Adiestramiento, se había encariñado con Nemo de tal manera que no tenía ninguna duda haber elegido estar con él antes que las va-caciones.
Nemo al olfatearles y verles daba síntomas de alegría me-neando el rabo y lanzándose en carrera a lamerle las manos, al tiempo que era recibido con igual alegría por parte de la pareja y administrándole todo tipo de caricias, hablándole como si formara parte de ellos mismos.
El Director les informaba que había surgido un imprevisto, cual era que el encargado de las prácticas de entrenamiento, había sido internado para una operación quirúrgica de emergencia, un caso que le tendría relegado en cama al menos durante un mes.
Por tanto se suspendían los entrenamientos y a menos que qui-sieran llevarse al perro, podían dejarlo allí en la Escuela hasta reiniciar nuevamente los ejercicios.
La cara de satisfacción de Julio demostraba que se quitaba de encima un gran peso, porque había quedado a medias tintas resuel-to el asunto de las vacaciones con sus amigos.
Lucía le animó para que se llevara el perro también de vaca-ciones, y así lo propusieron al director, este accedió advirtiéndoles que procuraran que no estuvieran mucho tiempo en ciudad, para lo que aún no estaba preparado el perro, e incluso le vendría bien la convivencia con un grupo y más en el campo o en la playa como le explicaban.
Asunto resuelto, todo volvía a ser como tenían pensado y sin cambiar un ápice de los proyectos que habían personalizado, ade-más el perro fue admitido como uno más y todos se prestaban para atender sus necesidades, lejos de representar una molestia se con-vertía en una agradable compañía, por eso aludía Julio el perro es
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el mejor amigo del hombre ante tal comentario todos dibujaron sus mejores sonrisas.
Pese a que se había puesto difícil el asunto del viaje a Cazones, muy temprano para que el día diera de sí, se encaminaba la furgo-neta de Luis con todos los macutos, avituallamiento, Nemo, las tiendas de campaña, que eran dos, no una como habían pensado, en fin decía Enrique que aquello se parecía más a una furgoneta de marroquíes a su paso por el Estrecho, que a unos felices veranean-tes.
La alegría que acompañaba a la pandilla se manifestaba en la cara de todos ellos y Delia que también rascaba como decía ella la guitarra, acompañaba las canciones que entonaban durante la larga travesía, que sin ningún plan previsto discurría con toda normali-dad y que la “Camella” como denominaba Luis a la furgoneta, se estaba portando, además añadía que jamás le había dejado tirado y esta vez no tenía por qué ser de otra manera.
Delia iba alojada en el asiento del copiloto, con lo cual el plan previsto por su hermano había fracasado, además de dejar al descubierto cuales eran sus intenciones y avisado por Enrique que estaba dispuesto al menor desliz a partirle la cara a Luis si era preciso.
En todo caso ante la proposición hecha personalmente a Laura ésta le había dejado bien claro, que ella prefería ir junto a su novio como no podía ser de otra forma, y que semejante invitación ha-bría estado bien hacérsela a una persona que no fuera invidente, pero que a ella tanto le daba ir atrás o adelante, aunque prefería ir junto a Enrique por encima de cualquier otra consideración. Du-rante el camino hasta llegar al destino que se hacía realmente largo hubo tiempo para descansar, tomar bocadillos y bebidas, cantar y para todo lo demás...
También para que Julio hablara de la conversación escuchada durante el partido de fútbol, de forma involuntaria pero que era algo que le tenía realmente preocupado, hasta el extremo de insistir en escuchar las noticias que dan por la radio, en la
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creencia de que el individuo del Bernabéu llevaría sus amenazas hasta sus últimas consecuencias.
Enrique le seguía la corriente y aprovechaba la oportunidad pa-ra poner el énfasis en comentar, que el asunto de la llamada vio-lencia de género, se había convertido en el pan nuestro de cada día y que la escala de valores dentro de la sociedad actual ya no era la misma que años atrás ya que la permisividad social en asun-tos relacionados con temas de familia educación, tolerancia, ma-trimonios de hecho, la homosexualidad, el amancebamiento y mil lacras más, se habían alojado en el seno de la sociedad de hoy día y apenas se le daba importancia a temas como el que había oído en el Bernabéu. Buena muestra de lo que comentaba, era el tipo de solución que le había aportado el amigo, a quien buscando tal vez ayuda le hacía estas dolorosas declaraciones, y nada más simple, le había dicho: te juntas con otra pareja y hasta que dure...
Julio podía entrever por el ardor que ponía su amigo en estas apreciaciones, un tono exacerbado como si la cosa le afectara a él de manera muy personal y no olvidaba que tenía muy hondo el estigma de los celos, pero en cuanto se rozaba aunque fuera por encima el tema, acudían a él y quedaban de manifiesto y a flor de piel y se consideraba una víctima más de tantas, un engañado en situaciones que apenas podía controlar, no dominaba el pensa-miento ni los sentimientos de Laura y esto le provocaba un estado de tensión difícilmente controlable.
Por el contrario Laura apenas había tenido en cuenta la invita-ción hecha con segundas intenciones por parte Luis, así como tampoco el incidente que solamente había sido apreciado por En-rique ocurrido con Adolfo. Ella estaba encantada con el asunto del viaje y con la camaradería que reinaba entre sus amigos, y lo que para ella era más importante, que se estaba dando cuenta de que podía prescindir perfectamente de Adela que se había convertido en su sombra, que realmente sentía que estaba siendo autónoma, y que sus padres apenas le traían tan siquiera un recuerdo, en una
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palabra cada día se encontraba más libre y aunque pudiera parecer una cursilada como suele decirse, más realizada.
Julio estaba realmente dichoso aunque con la obligación ines-perada de tener que atender a Nemo, sin embargo contaba con la ayuda de Lucía, que estaba decía ella exagerando el tono, enamo-rada del perro, nunca había sentido la sensación de seguridad que tenía cuando le llevaba del collar y que el perro parecía com-prender correspondiendo recíprocamente a sus atenciones.
Las preocupaciones de Julio por el alojamiento habían quedado disipadas con la adquisición de las tiendas de campaña y tan siquiera tendría que molestar a sus familiares, aunque le pare-cía una grosería no ir a visitarles y eso sí tenía muy claro, que haría felices a los suyos al presentarles a Lucía y también a sus amigos.
Llegaron bien anochecido a Cazones y se dirigieron a un Cam-ping que a Julio le merecía todas las garantías, aunque hubo un gran inconveniente con el que no contaban, cual era que se encon-traba cerrado, no sabía Julio si por la hora tardía en la que llega-ron, o tal vez, y aquí las dudas se convertían en temor, porque debido a lo avanzado de la temporada ya estuviera definitivamente cerrado.
En todo caso siempre les quedaba el recurso de las tiendas de campaña para lo cual, era necesario encontrar un lugar, seguro, limpio y con agua y para ello, Julio contaba con el ofrecimiento de un gran amigo de la infancia Félix, un poco tímido pero con quien siempre había hecho buenas migas, tal vez porque con él se sentía superior al tratarse de un minusválido y eso le creaba una sensa-ción de superioridad que motivaba que la amistad hubiera ido cre-ciendo a lo largo de los años.
En alguna ocasión había visitado Julio con sus padres la finca de Félix, que tenían muy cerca de la playa, y en la que había una casita perfectamente habilitada para pasar unas vacaciones sin ningún problema, y más de una vez le había recordado a Julio que no dejara de venir por el pueblo en vacaciones, por no tener ape-
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nas familiares con quien compartirlas, que para eso estaban los amigos y que él le ofrecía tanto su propia casa, como la finca, por si quería gozar de mayor independencia.
Gracias a este ofrecimiento, que le constaba a Julio lo hacía de corazón, el miedo a no saber donde alojar a sus amigos quedaba resuelto.
De todas maneras saldrían de dudas en un espacio de tiempo re-lativamente corto, sólo había que esperar unas horas y todo queda-ría aclarado.
En tanto se dispusieron a pasar la noche de la mejor forma po-sible, se acercaron hasta una playa no muy alejada del Camping y allí con los sacos de dormir, toallas, anorak y cuantos jerséis pu-dieron reunir prepararon un círculo donde pasarían la noche.
El lugar a medida que amanecía fue tomando vida y se llenaba de ruidos y gorjeos de aves, chillidos de gaviotas y el chocar con-tinuado del mar, en las finísimas arenas de la playa, el incipiente sol que bañaba el espacio, ponía al descubierto un peñasco enorme bajo el cual habían habilitado el improvisado albergue.
No podían haber elegido mejor sitio al abrigo de los vientos, casi lamiendo la orilla de la playa y con la sombra del imponente canchal, de tal forma que hasta bien entrada la mañana, nadie tenía prisa por despertar arrebujados en sus sacos.
Decidieron que aquel lugar era ideal, pero que había que buscar solución para las comidas y el aseo personal y para dormir y nada mejor que en el Camping, que además estaba la seguridad, que en aquel paraje, al parecer deshabitado y alejado del bullicio humano, podía suceder cualquier cosa.
Luis no se fiaba de haber tenido que dejar, aunque sin perte-nencias, la “Camella” que se encontraba bastante alejada incluso de su vista, y estaba de acuerdo en la decisión de ir al Camping.
En efecto pudieron comprobar que el recinto del Camping se cerraba a las doce la noche, si bien quedaba de guardia un encar-
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gado y solamente había que avisar mediante un timbre para acce-der al mismo, este detalle para ellos desconocido, hizo que pasaran la noche a la intemperie, pero en opinión de todos, había valido la pena...
Las instalaciones eran las necesarias y exigibles en este tipo de emplazamientos, se pagaba una cuota mínima y un plus adicional por el aparcamiento y vigilancia de vehículos, pero se tenía dere-cho al uso de todos los servicios de la instalación: cafetería, pisci-nas, baños, servicio de lavandería, supermercado, etc.
Además por tratarse de personas con minusvalía, tenían dere-cho a un descuento relativamente importante, así como acceso a un determinado tipo de instalaciones reservadas para este me-nester. Al propio tiempo se disponía de un servicio de catering para excursionistas, que por una cuantía bastante económica pre-paraban una bolsa de viaje o de picnic muy interesante.
Mira por dónde cosas del destino estando tramitando el asun-to de la estancia, de los días de permanencia y cuestiones admi-nistrativas, así como la asignación del lugar para acampar con las tiendas, etc.
De repente apareció un joven, con chaquetilla de camarero, que al oír la voz de Julio se acercó a éste con una gran alegría, se trataba nada menos que de Félix, el amigo íntimo de Julio desde la infancia, éste le explicaba a Julio, que había regañado en casa con sus padres, y se había independizado y trabajaba accidental-mente, hasta encontrar otra cosa le decía a Julio de camarero en el Camping.
Daba grandes muestras de júbilo por el encuentro y decía es-to hay que celebrarlo... y Julio le presentaba a sus amigos también con alegría desbordante, presumiendo sobre todo de su Lucía, que a Félix se le antojaba bonita de verdad, con sus enigmáticas gafas oscuras y un pañuelo al estilo francés alrededor de su cuello que le conferían cierto toque y aire de modernidad, que a Félix le llamó mucho la atención.
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Les prometía que mientras él estuviera allí esperaba que por poco tiempo no les faltaría de nada y les recomendaba que le tuvieran al corriente de cualquier incidencia y que estaba encanta-do de haber dado con ellos.
Ya se reunirían decía para hablar más despacio con Julio, acer-ca de porqué había decidido marcharse de casa, de esa forma tan poco ortodoxa y además quería convivir el tiempo libre del que dispusiera con ellos, con el fin de pasar un buen rato juntos como los que añoraban y recordaban con cierta nostalgia, en sus tiempos más inolvidables.
De tal manera que ahí quedó la cosa, aunque a decir verdad, todos estaban encantados de esta novedad y contentos de poder disponer de una ayuda muy especial en cualquier momento.
Félix le comentaba a Julio que tenía proyectos respecto a su vi-da, que pensaba marcharse a la Capital y que ya le pondría al co-rriente de cuáles eran sus intenciones.
Todos, o casi todos los días, pues algunos amanecía con esa llovizna característica, que llaman tanto en Asturias como en Gali-cia orvallo, se acopiaban de la correspondiente intendencia y se iban al sitio que habían descubierto por casualidad el pri-mer día, lo habían tomado como cosa propia, en él se habían afianzado y se encontraban tan cómodamente que no tenían nece-sidad para nada, de cambiar de lugar.
Habían dado con el paraje perfecto, hecho a su medida y pasa-ban la mayor parte del día tumbados en la arena de la playa alternando los baños, con momentos de relax y charla y algunos dormitando con absoluta comodidad.
En uno de esos momentos después de la comida, en el que todo se vuelve cansino, solamente alterado por el monótono sonido de las chicharras, cuando el calor aprieta y todo el mundo se entrega en los brazos de Morfeo, estaba a punto de ocurrir al-go, que cambiaría el rumbo de los acontecimientos y de sus vidas.
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Todos permanecían durmiendo encima de las toallas, bajo la som-bra del quitasol, acariciados por la brisa de la cercana orilla de la playa y muy cerca del Camping donde guardaban todas las pertenencias de uso menor.
Se encontraban relajados, en traje de baño, silenciosos, aban-donados y ajenos al discurrir de la vida, que además allí tenía es-casa presencia, salvo algún pescador o paseantes que habitaban en el Camping y se acercaban accidentalmente, por aquel lugar apar-tado aunque no lejano.
Lucía permanecía alejada del resto de los amigos, porque la noche anterior no había pegado ojo, debido a una urticaria que le llevaba por la calle de la amargura, y achacaba ella estaba produ-cida por haber ingerido parte de una lata de anchoas, pues recor-daba que en alguna ocasión había sufrido este tipo de intoxicación a la que era propensa. La cuestión es que se había separado del grupo, con la pretensión de dormir sin ser interrumpida por la conversación, sobre todo de Luis, que como buen andaluz estaba permanentemente contando chistes, chirigotas y sucedios, como decía él.
Estaba tumbada de una forma desenfadada y había perdido la conciencia, dejando a la vista parte de su anatomía desnuda. La toalla de baño que cubría su cuerpo, se había desplazado y dejaba entrever prácticamente su totalidad, además del azulón de su biki-ni, que por cierto en opinión de Enrique y también de Luis, le sen-taba maravillosamente, de lo cual se alegraba Laura su anterior propietaria.
Una gran parte de su cuerpo rosado y enrojecido por el sol de varios días, permanecía a la vista de todo quien pasara por el lugar, algo por otra parte nada llamativo, pues al fin y al cabo es-taban en una playa.
En un momento determinado notó como alguien, sin duda para ella del grupo, se acercaba y recomponía su ropa echándole por encima una cazadora, aunque la sorpresa la obtuvo acto seguido, cuando sin apenas darse cuenta, notó que una mano amordazaba
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su boca, ahogando sus gritos con los que en ese preciso instante comenzaba a tratar de alertar al resto del grupo, mientras otra mano descendía por sus muslos y bajaba su ropa interior, con fuerza y violencia... el resto del atropello se consumó antes de que tuviera conciencia, y hubiera podido conseguir deshacerse del in-truso, y gritar con todas sus fuerzas y sobreponerse de la agre-sión...
Pasados los primeros instantes de estupor por parte de Lucía, no le cabía duda alguna de que había sido objeto de una violación en toda regla, pues pensaba que si se hubiera acercado a ella Julio, como habitualmente lo hacía con idea de mantener con ella con-tacto sexual, en primer lugar, la hubiera despertado y segundo sus métodos eran más persuasivos, que el aquí te pillo y aquí te mato, puesto que existía una complicidad y una donación voluntaria y libre por parte de los dos y en tercer lugar, no le hubiera tapado la boca, ni agredido con el ímpetu y premura con que se habían pro-ducido los hechos. Así pues Lucía se encontraba con que había sido agredida sexualmente y, tan siquiera podía decir quién era el autor de semejante brutal atropello.
Solamente una cazadora vaquera, que en la huida del atacante había quedado tirada cerca del lugar de los hechos, podían ofrecer alguna pista sobre la persona implicada, aunque cazadoras de esa hechura había tal cantidad, que pensaba Lucía sería como buscar una aguja en un pajar.
De tal manera había ocurrido el hecho y en tan corto espacio de tiempo que, tan siquiera pudieron enterarse ninguno de los miembros del grupo, así que Lucía decidió no hablar del asunto, y se levantó sobresaltada, arregló lo mejor que pudo su poca ropa y se dirigió a la orilla de la playa para componerse, refrescarse, res-pirar hondo, muy hondo y de paso tratar de salir de su asombro.
Estaba dispuesta a guardar silencio sería lo mejor en su opinión y aprovechar que ninguno de sus amigos había sido testigo del asunto.
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Solamente quedaría en su interior y en el del violador, aunque le sobresaltaba sobre todo, que hubiera sido alguien conocido por-que empezaba a bullirle en la cabeza, una descabellada idea que tal vez pudiera tener relación con el asunto.
Dos días antes al de autos, como dirían los técnicos judiciales, habían dado un paseo por el pueblo de Cazones visitando tabernas de pescadores, que a Julio le traían gratísimos recuerdos de su niñez y juventud, habían estado visitando monumentos y escu-chando conciertos de gaitas, habían tomado en un “chigre “la famosa sidrina y mira por donde, se tropezaron en el más amplio sentido del término, con una excursión procedente de Avilés, que tenía la particularidad de estar promocionada por la ESCI, como indicaba unos carteles colgados a los costados del autobús.
Esta excursión estaba propiciada, porque en el Centro tenían programado abrir una especie de Escuela-Taller, o sucursal de la Organización de la ESCI, para lo cual habían reclutado a una serie de aprendices avanzados en la cuestión de mecánica y los Talleres serían apropiados a la tradición siderúrgica de Avilés, que tenía una importancia relevante, desde que se instauró en la localidad la empresa más importante en esta materia, es decir ENFIDESA.
Habían pensado en la dirección de la ESCI, que sería muy im-portante, la creación de un Centro en la localidad, con idea de dar cabida a los numerosos casos que tenían solicitada su en-trada en la Entidad, sobre todo casos de accidentados en ex-plosiones de las múltiples minas del entorno asturiano.
Quedaba poco para la inauguración de este Centro, pero los maestros y alumnos más avanzados, habían sido invitados para dar el espaldarazo y veredicto final de las instalaciones.
Eran una treintena de chicos, acompañados de sus monitores, todos ellos disminuidos semi invidentes que en un descanso de la actividad que el programa les brindaba, habían decidido visi-tar la costa asturiana y saborear los maravillosos mariscos y sus bebidas y como aún estaban en periodo estival, aprovechar la bo-nanza del tiempo para gozar de los merecidos baños en las playas.
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Esta excursión también incluía cosas del destino al tristemente célebre para Lucía, el tal Roberto, que lejos de disgustarse por encontrarse con ella, tan bien acompañada, por el contrario se llevó una gran alegría, lo cual resultaba sorprendente para los demás y sobre todo para la propia Lucía, dada la circunstancia de su fracasado anterior noviazgo.
No obstante, ella no le negó el saludo, sobre todo porque sería inútil puesto que los monitores, al observar un grupo en el que se encontraban varios invidentes, quisieron personarse ante ellos y preguntarles e indagar, qué hacían por aquellos pagos, así como informarse de qué lugares deberían visitar y cuales no mere-cía la pena, en fin era una presentación ineludible y además agra-dable, hasta que apareció la pesadilla de Roberto que revolvía las entrañas de Lucía.
A la vuelta al Camping ese día los silencios por parte de Julio eran evidentes, pues estaba realmente disgustado por haber tenido la desafortunada ocasión de conocer al Roberto ese de los cojones decía malhumorado, y sin querer cargar las tintas sobre el asunto del fortuito encuentro. Pero ahí en sólo eso, se quedó todo.
En cambio en la cabeza de Lucía ya empezaban a formarse to-do tipo de conjeturas, sin pies ni cabeza unas y con cierta presun-ción otras.
¿Y... si Roberto hubiera indagado por su cuenta y localizado el lugar en el que se encontraban, para aprovechar el descuido y realizar algo que a Lucía, no le cabía duda, era muy capaz de lle-var a cabo como venganza a su negativa a continuar un frustrado noviazgo...?
Porque...
¿Quién si no se hubiera atrevido a semejante tropelía...?
Y seguía pensando: Julio por supuesto que no, ese no era su estilo y además sólo tenía que pedírselo, sin necesidad de violencia y se hubiera visto correspondido...
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Luego...
La idea que rondaba por su cabeza, no era tan descabellada a no ser que... bueno esto ya le parecía a Lucía rayar en la alucina-ción...Quedaban de los allí presente Enrique y Luis...
Pero...
Enrique permanecía como siempre, enroscado literalmente y abrazado a Laura...
¿Y Luis...?
De ninguna forma, jamás hubiera producido semejante afrenta, ya no a ella, sino a su hermana Delia...
De tal manera que Lucía no sabía cómo entender, de parte de quién había sufrido este ataque, que además de la desazón que naturalmente sentía, así como el asco de sentirse sucia y manipu-lada, extorsionada, forzada, violentada... le quedaba ese come-come, que no sabía muy bien a donde le podía llevar.
En principio su silencio le resultaba fácil, pero poco a poco se fue haciendo insoportable, y terminó por contárselo a su amiga Delia.
Ésta no daba crédito a cuanto le relataba, y podía asegurarle que tanto Enrique, como su hermano, habían permanecido bajo la sombra del parasol todo el tiempo, pues ella había estado re-pasando una revista de “chismes” del corazón y en contadas oca-siones había cerrado los ojos para dar una cabezadita.
Pero el problema de Lucía era otro... no sabía muy bien, si de-bía decírselo a Julio y a el resto de la pandilla, o por el contrario debía seguir manteniendo silencio, porque la cosa tenía ciertamen-te tal gravedad, que en opinión de su amiga Delia, incluso podría constituir materia de delito, motivo por el que tal vez se viera en la obligación de denunciarlo ante las autoridades locales.
Eso no quería ni pensarlo Lucía, que se vería obligada a tener que dar explicaciones, de porqué se había apartado del resto
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de sus amigos, y qué hacía allí sola, o tal vez insinuarían que estaba propiciando el ataque y en definitiva, a ella con este tipo de aclaraciones ya nadie le iba a devolver, su intimidad robada a trai-ción y con violencia.
Lo que no tenía muy claro y, en esto si que le pedía consejo a su amiga, es si debería contárselo a Julio o por el contrario perma-necer callada como una tumba, aunque...
¿Y si se enteraba...?
¿No sería mejor contarle toda la verdad...?
¿Cómo reaccionaría...?
Tal vez... seguro que la abandonaría... Pues a punto estuvo de hacerlo cuando, le confesó lo de Roberto y en estas circunstancias y con la aparición de los mismos días atrás, sería fácil pensar que había vuelto a las andadas...
Desde luego comentaba con su amiga lo que a ella le ocurría no le ocurría a nadie...
Y lloraba de amargura como hasta aquel preciso instante jamás lo había hecho...
La pandilla ajena a la tragedia que vivía Lucía, despertó de su letargo y entonaron como de costumbre canciones, merendaron, pasaron el resto de la tarde entre baños y juegos y se hizo la no-che...
Aunque para Lucía oculta tras sus gafas oscuras, para ella siempre era de noche, la negritud de los acontecimientos vividos aquella tarde fatal, le hacían sentir más aún su triste y oscura exis-tencia. Y... ahora…
Se debatía entre confesarle a Julio su situación y correr el ries-go de perderle para siempre, o disimular cosa que resultaba real-mente difícil, y guardar en su interior aquel atropello del cual ella se sentía víctima y perjudicada, o definitivamente como le apunta-ba su amiga, ponerlo en conocimiento de la autoridades, con lo
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cual daría paso a una Investigación y que se aclararan los he-chos...
Pero al mismo tiempo propiciaría con sus declaraciones, un es-cándalo de proporciones más que significativas.
En esa larga noche que Lucía quisiera hubiera pasado lo más rápidamente posible, también volvió a ella la agresión en forma de pesadilla.
Un sudor frío invadía su frente, y despertó bruscamente y todos los presentes en la tienda de campaña fueron testigos de una espe-cie de histeria, que jamás habían tenido ocasión de contemplar.
Lucía parecía estar endemoniada, y daba gritos y alaridos inin-teligibles y se revolcaba, como si algo le estuviera produciendo un intenso dolor, y Julio que permanecía asustado a su lado, no sabía que le ocurría, no atinaba a qué hacer, sorprendido como el resto pensó que tal vez se trataba de un ataque producido por exceso de sol o nuevamente la manifestación de la intoxicación sufrida recientemente.
Alarmados llamaron a las asistencias del Camping, que prestos vinieron a sus tiendas, donde Delia ya tenía a Lucía sujeta en sus brazos, pese a todo no podía impedir que su cuerpo entrara en una fase de temblores intermitentes que era incapaz de con-trolar.
Los facultativos prescribieron se trataba de un ataque de ansie-dad sufrido tal vez, por los la novedosa forma de pasar el tiempo y por haber permanecido más de la cuenta, a la exposición del sol o también por una alimentación a la que no estaban acostumbrados, etc. Es decir nada grave que pudiera preocuparles, en todo caso le administraron un calmante vía oral y todo pareció volver a la normalidad.
Julio sin embargo se quedó muy preocupado, y cuando Lucía volvió en sí de su arrebato, le propuso ir al médico quién por cierto decía era muy conocido de su familia y recibirían un trato preferente...
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Pero Lucía que no paraba de gimotear y suspirar, se revol-vía diciendo que todo pasaría y que no era necesario visitar el mé-dico por una nadería.
Solamente su amiga Delia, estaba al tanto de lo ocurrido y tam-poco ella estaba decidida a tomar alguna medida con respecto al asunto, porque entendía correspondía la iniciativa a Lucía, que era la indicada en dar los pasos que creyera conveniente.
Lucía quería parecer tan normal como siempre, pero no le re-sultaba fácil permanecer en el silencio que se había impuesto, y esto le estaba creando una situación en la que ya nada le pa-recía igual, tanto le daba propusiera la pandilla ir o venir a tal o cual sitio, comprar esto o aquello para comer, ella que con Julio habían llevado siempre la iniciativa en todo, sintiéndose un poco anfitriones de sus invitados, en cambio ahora dejaba que recayera sobre su novio esta obligación y parecía estar ausente y nada le parecía ni bien o mal, a todo otorgaba, no se pronunciaba, y Julio se desesperaba pensando que el trastorno sufrido le parecía estar durando demasiado tiempo.
Delia que permanecía todo el tiempo posible junto a ella, pero con tacto para no levantar sospechas, de este súbito interés, le da-ba ánimo y sobre todo le decía, que debía abrir su corazón y sus sentimientos a los amigos, en particular a Julio y confesar lo que había sucedido, algo en lo que ella realmente no tenía ninguna responsabilidad, pues quedaba claro que en este caso era la vícti-ma y que, por otro lado tarde o temprano se vería en la necesidad de llevar a efecto, pues no encontraba otra forma de cerrar esa herida que no fuera desembuchándolo todo.
Pero Lucía para nada estaba dispuesta a dar ese paso, prometía a su amiga cambiar de actitud y disimular aún más lo sucedido, tratar de enterrar definitivamente el caso, y hacer de su vida aun-que con un esfuerzo sobrehumano, que pareciera como siempre de lo más natural.
Haría de tripas corazón decía.
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Se enfrentaría a una labor nada fácil, para lo cual reclamaba la colaboración de Delia así como su discreción, y si era posible el olvido de lo sucedido.
Lo que sí le pedía más encarecidamente era, que jamás dejara escapar de su boca algo que pudiera poner en guardia y levantar sospechas en su amiga Laura, porque esta sería la mejor forma de que nunca llegara a saber Julio nada de lo sucedido, pues la confianza que tenía con Laura era bien diferente de la que man-tenía con ella, y no la conocía en ese sentido, además pensaba que en este tipo de situaciones lo mejor era la discreción, pues no sa-bía cual podía ser su reacción al enterarse de lo sucedido.
En cuanto a Enrique quedaba claro, que con su media vista in-terpretaría las cosas de una forma diferente a ellos, y con su des-bordante imaginación crearía si no una novela, sí un folletín, que perjudicaría en todo caso las relaciones de ella y su novio.
De quien al parecer no había ninguna duda era de Luis, pues si como decía su hermana, había permanecido todo el tiempo junto al resto no había porqué hacerle sospechoso y además pensaba Lucía ella no era su tipo más bien si lo ocurrido hubiera sido con Laura entonces sí que hubiera sido el principal sospechoso.
Y volvía a darle vueltas y más vueltas al asunto...
¿Y si Luis en un arrebato de los que ellos los chicos llaman un calentón y teniendo una presa fácil al alcance sin sospechas, sin testigos al medio, hubiera aprovechado el descuido...?
Desde luego era para volverse loca y otra vez volvían los de-monios a su imaginación y la tristeza pese a sus propósitos de di-simulo hacían de nuevo presencia en ella pues para nada servían los juramentos que con Delia se había hecho...
¿Por qué era ella tan desgraciada...?
¿Sería que estaba obrando mal, fuera de los cánones esta-blecidos y esto era un castigo a dicha conducta...?
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Una y otra vez volvía a remachar sobre el tema, no encontraba sosiego a sus inquietudes, pensaba que sería imposible soportar esa carga ella sola y no daba medio euro en si sería capaz de aguantar aquello por mucho tiempo.
Los días de vacaciones estaban siendo intensos, muy del agrado por parte de todos e inolvidables, en todos los senti-dos, todo resultaba muy favorable pero se estaban acabando y había que apurar hasta el último hálito de los días.
Ya empezaban a preparase haciendo planes para la vuelta que sería a Madrid y luego Luis y Delia se volverían a Huelva. Lucía se apuntaba inesperadamente, a continuar sus vacaciones con De-lia y Luis.
Julio que no acababa de comprender a qué se debía semejante giro copernicano, que había notado un comportamiento al menos extraño en Lucía en los últimos días, comenzó a hacerse preguntas a las que no encontraba respuestas satisfactorias.
Ella en cambio daba la callada por respuesta a las múltiples in-terrogantes que por parte de Julio se producían acerca de que “al-go” le estaba sucediendo y que su cambio de actitud con respecto a él había sufrido un giro negativo que notaba cada vez que se acercaba a ella, que sentía como un distanciamiento, una frialdad, un estado de pasividad, que notaba de manera especial cuando reclamaba su atención en el aspecto íntimo de su relación.
Pero todo hacía suponer que seguía igual se esforzaba Lucía en hacerle comprender que para nada habían cambiado sus senti-mientos hacia él y que tal vez se había sentido mal últimamente debido a trastornos a que las mujeres estaban expuestas, etc.
Y bla... bla... bla... explicaciones que para nada dejaban tranqui-lo a Julio, sino todo lo contrario.
Comentaba Julio a su amigo Enrique, con idea de encontrar al-guna respuesta coherente al comportamiento de su novia, la acti-tud que en los últimos días tenía para con él y le ponía en antece-dentes por si él había observado algo en este sentido o tal vez su
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novia Laura le hubiera comentado algo al respecto, pues entre las mujeres según le parecía a él no había secretos en esto de los noviazgos, aunque solamente fuera para darse envidia de lo bien que iban las relaciones y a pesar de que a veces fuera todo lo con-trario, ellas lo hablaban siempre todo.
Sin embargo no solamente no le disipaba sus dudas su amigo, sino que aún le envolvía si cabe en otra nebulosa más sorprenden-te, cuando le dijo que sí, que él que lo veía todo decía con reco-chineo, había notado que desde el día que se encontraron en el pueblo con su inesperado ex, había notado como Lucía experi-mentó un cambio hasta en su forma de vestir aprovechando decía las prendas que Laura le había regalado junto con los bi-kinis, que por cierto no le estaban nada mal...
Ello creó en Julio un estado de incertidumbre y de pesar difícil de asimilar, pues pensaba que de igual modo que levantaba admi-ración en Enrique fiable bajo todos los puntos de vista, la forma de vestir de su novia también provocaría la misma sensación en cuan-tos la vieran y sobre todo en el cabrón de Roberto, que igual que su amigo veía poco, pero veía lo suficiente.
Y continuaba Julio elucubrando:
¿Mira que si se ha vuelto a despertar en Lucía la bestia ne-gra de su antiguo noviazgo...?
¿Y si se están viendo a mis espaldas...?
¿Y por qué de súbito se le ha metido en la cabeza a Lucía irse a Huelva con Delia...?
¿No sería que tenía allí alguna cita...?
Estos y mil pensamientos descabellados unos más en línea que otros, le llevaban a Julio por la calle de la amargura, probable-mente serían cosas del enamoramiento, se decía así mismo, tratan-do de encontrar un poco de paz en su interior que atravesaba una verdadera tormenta.
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Félix volvió a entrar en escena, esta vez cariacontecido, porque decía que su jefe había prescindido de sus servicios, senci-llamente le había despedido, por otra parte con toda razón aunque sin motivo aparente, pues actuaba como provisionalmente se había propuesto, es decir trabajaba en eso pero bien, cumpliendo todo cuanto se le encargaba y mientras encontraba otra cosa y no pen-saba para nada hacer carrera, en ser un barman de un Camping además, de temporada corta.
Había pensado como le insinuó en otra ocasión a su amigo abandonar definitivamente el pueblo e irse a Madrid para buscarse la vida.
Julio le animaba diciendo que para eso son y están los amigos que no tuviera ninguna duda de que lo que estuviera de su parte sería puesto de inmediato a su servicio y que contara con él para todo.
Félix muy agradecido por la oferta, le indicaba que por el momento lo que necesitaba era desplazarse a Madrid y aprove-chando que el Pisuerga pasa por Valladolid si no les resultaba muy engorroso le podrían acercar hasta la Capital cuando ellos tuvieran previsto el viaje de regreso.
Eso era cosa de Luis, le decía Julio, quien era el dueño de la furgoneta pero tenía la certeza de que no pondría pega alguna si Félix por su parte estaba dispuesto a colaborar con los gastos del viaje en la medida que acordaran.
Aunque eso era lo de menos, le decía Julio, lo importante es que haya plaza pues más bien iban justos con Nemo, el equipaje y todos ellos.
Luis apañó en la baca de la “Camella” todo lo que daba lugar para dejar vacante un sitio a Félix, ya que la furgoneta estaba auto-rizada para nueve plazas con el conductor y por tanto no habría el menor problema. A Nemo le colocaron en la parte trasera de la furgoneta y en el asiento inmediatamente siguiente Julio Lucía y Félix, en el delantero posterior al del conductor y copiloto
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en el que viajaban Luis y Delia, se situaban Laura y Enrique que alternaban para estirar las piernas con Félix.
Por el alojamiento en Madrid, hasta que encontrara otra co-sa, no tenía que preocuparse pues en el apartamento de Julio tenía un sitio que de momento, sin las comodidades a que estaría acos-tumbrado, podía valer perfectamente, además en la Capital había que apañárselas como mejor Dios diera a entender a ello se acostumbraría en poco tiempo le comentaba Julio tratando de ponerle en antecedentes de lo que le esperaba tener que afrontar y que no era fácil dejar el pueblo así sin más, que tendría que en-frentarse a mil y una vicisitudes, que con el tiempo se iría acostumbrando y como todo el mundo a la vuelta de dos días se habría acostumbrado a este tipo de vida realmente muy dis-tinta de la del pueblo...
No entendía muy bien Julio esa huida de su amigo acomodado en una familia bien del pueblo, con la vida resuelta para su futuro, si no ricos sí bien situados socialmente, sin hermanos con quienes tener que compartir la hacienda y una serie de prerrogativas a las que renunciaba de un plumazo con esta escapada.
Trataba de hallar alguna explicación a la conducta de Félix, pe-ro este dejaba entrever que su marcha se debía principalmente a un fracaso tenido con una chica que no le había comprendido en sus intenciones y que se había mofado de él dándole celos con otro y que no había podido soportarlo lo que había motivado ade-más de su desencanto su marcha del pueblo de aquella manera tan improvisada.
A Julio no le cabía ninguna duda pues conocía la timidez de su amigo que era notoria en el ámbito de los chicos y chicas del pue-blo y que por mucho que hubiera cambiado todavía le quedaba un gran trecho por recorrer en este terreno de las relaciones con el sexo opuesto.
El viaje transcurría con toda normalidad y el nuevo acompa-ñante lejos de representar un problema constituía una novedad que servía para paliar el tedio que producían las muchas horas en
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aquel recinto cerrado, que se estaba llenando a medida que pasaban los días.
Félix trataba de caer bien a la concurrencia, contaba con la im-pagable ayuda de Julio, que le hacía recordar situaciones de niños y aventuras que interesaban poco a los demás pero que a Julio le traían gratísimos recuerdos, vividos en su pueblo, sobre todo en las vacaciones en casa de sus abuelos paternos, en el campo, la playa, y mil peripecias que a titulo anecdótico, llegaban a formar parte del interés de los presentes.
Contaba Félix que era un técnico muy cualificado en cuestiones de informática y que dominaba todas las disciplinas más co-rrientes y también tenía conocimientos de alto grado en el asunto de programación y muy superior en tratamientos de textos, gráfi-cos, etc.
Con lo cual le aseguraba sobre todo Enrique que con aquellos conocimientos no le sería difícil encontrar trabajo en Madrid.
En ese sentido le daba Enrique grandes esperanzas, pues le de-cía que él conocía a unos amigos que se dedicaban a lo de maque-tación y composición de textos, junto con un local dedicado a fo-tocopias y todo tipo de trabajos de esta naturaleza y que andaban buscando alguien con características muy similares a las que decía poseer, que ya hablaría con ellos y probablemente tendría trabajo antes de lo que él imaginaba.
Lucía en cambio aunque hacía grandes esfuerzos por pasar desapercibida, para no demostrar que tenía un problema, y com-portarse como siempre, con la alegría que le caracterizaba, no lograba llevar tranquilidad a Julio que obstinadamente le pregun-taba una y otra vez que algo le estaba ocurriendo y que a él no le pasaba inadvertido.
Algo debió de percibir Laura, pues según comentarios que En-rique le manifestaba a Julio, todo daba a entender que sí, que su novia también tenía esa sensación de que algo había cambiado bruscamente en Lucía, que últimamente la notaba como más in-
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trovertida, más suya, menos abierta y además todo el grupo había notado que no tenía esa frescura y ese talante, que tan buenos ratos les hacía pasar con ella.
Su alegría había sufrido un nublado que a juzgar por Luis se le notaba hasta en la cara, no era la misma, no sabría muy bien que decir pero algo había cambiado el rostro de Lucía.
Todos hacían conjeturas, todos opinaban a espaldas de Lucía pero ninguno se atrevía a manifestar su opinión a las claras delante de ella y menos delante de Julio, a quien también notaban alterado y contrariado, incluso a veces de mal humor y que achacaban a que como habían terminado las vacaciones, sería una víctima de entre tantas, de lo que se había dado en llamar crisis postvaca-cional.
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CAPÍTULO V
Ya solo faltaba la opinión de Nemo y la iba a dar ¡cómo no!...
En una de las múltiples paradas que se veían obligados a reali-zar paradas técnicas, que denominaba Luis, para que la “Camella” recuperara el resuello ahora sobrecargada o para hacer pis y para echar un trago y desentumecer las piernas, etc. Nemo apareció jugueteando con lo que parecía una prenda de vestir, había sacado todo lo que contenía un petate que llevaba en su apartamento, y jugueteaba con ella a punto de deshacerla, al principio no le dieron importancia pero Enrique enfurecido, cogió una piedra con idea de asustar al perro aunque jamás se la hubiera tirado, porque se había dado cuenta de que se trataba de su cazadora vaquera, que aunque hacía días la había dado por extraviada, mira por donde volvía a aparecer y de aquella manera tan original siendo objeto de los jue-gos de Nemo.
Lucía cuando oyó que el perro jugueteaba con una cazadora vaquera cambió el color de su rostro, y se sintió a punto del des-mayo, por un momento creyó ser descubierta, porque ella había recogido y guardado la cazadora de marras, tal vez en la esperanza de que algún día sirviera de prueba y cargo del delito.
Delia que observaba esta alteración en su amiga, de inmediato quiso cambiar de tercio, se dirigió a Enrique diciéndole que no valía la pena recuperar la prenda, sobre todo después de mordis-queada y restregada por los suelos por parte de Nemo y sin perca-tarse de la importancia que para Lucía tenía el asunto de la cazado-ra.
Cuando decidieron emprender camino, Lucía en un aparte le pidió a su amiga que no permitiera que la prenda quedara aban-
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donada y que más adelante le explicaría el significado que esta cazadora tenía para ella, a lo que sin mayores complicaciones accedió Delia que se hizo cargo de la susodicha y la guardó entre sus pertenencias de mano y aquí paz y después gloria.
Por la noche ya en Madrid cuando el reparto de todos los cam-pistas se producía, Lucía invitó a su amiga Delia a ir a su casa, primero para de alguna manera devolverle el favor recibido en Huelva y en segundo lugar, lo que más convenció a Delia para decidirse, fue que andaba en ascuas esperando la explicación acer-ca de aquello tan importante sobre la cazadora que Lucía le había prometido, que le tenía en una intriga permanente de la que deseaba salir cuanto antes. Se alegraron de nuevo en casa de Lucía al ver a su hija un poco más delgada, pero sana y con aspecto sa-ludable por el color que había tomado del sol en la playa. También se alegraron de tener entre ellos a la que consideraban en esto no se equivocaban a la mejor amiga de su hija y querían cum-plimentarla por haberla tenido alojada en Huelva.
En la habitación de Lucía comenzaron las confidencias y de-talles acerca de la cazadora, que se había guardado para sí misma, le explicaba a Delia, que se trataba de la cazadora que había sido abandonada por la persona que le había forzado, que ella al salir corriendo hacia la playa estuvo a punto de caer al suelo al enre-dársele entre los pies, que la guardó con idea de si hubiera una investigación presentarlo como prueba y tirando del hilo, tal vez se llegara a saber quién había sido el culpable y le dieran merecido castigo, pues su vida se había visto alterada y de ¡qué manera!.
Pero lo que más asombro le había causado a Lucía y es lo que le produjo aquel arrebato, que a punto estuvo de descubrir públi-camente cuales eran sus secretos, fue la inesperada reacción de Enrique que todo apuntaba a que la cazadora era de su propiedad, que la había dado por extraviada y que indicaba con total seguri-dad dado el empeño en rescatarla, que para él tenía más importan-cia que el simple encuentro de una prenda dada por perdida.
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Delia no sabía qué opinar, trataba de llevar un poco de sosiego a Lucía, pues notaba como se estaba alterando, otra vez al borde de un ataque como el sufrido en el Camping.
Le decía que si las cosas fueran como ella sospechaba, para na-da Enrique se hubiera descubierto públicamente, le hubiera arrebatado la cazadora a Nemo y nadie le hubiera dado mayor importancia eso, decía Delia le descartaba por completo de haber participado en la acción...
En cambio Lucía estaba segura que el atropello del que había sido principal protagonista, necesariamente se tenía que haber pro-ducido por alguien que supiera de su incapacidad, de su ceguera, porque de esa forma el delito quedaría impune al no poder recono-cer al autor de tal felonía.
Pero ella no quería arrojar la toalla, en el Centro había una sec-ción de investigación, conocía a uno de los profesores y le confe-saría su problema, que además le serviría para desahogo de su corazón que estaba al borde de un ataque, allí investigaban entre otras cosas, la composición de los alimentos a raíz de una pequeña molécula, los materiales, empleados en los talleres, su tolerancia ante los esfuerzos requeridos y las prestaciones óptimas para el trabajo de diversos materiales así como todos los factores que se requieren de un Laboratorio de esa naturaleza.
Casi todas las semanas aparecía en dicho Laboratorio, una fur-goneta, con tierras, rocas, piedras de distintas procedencias y en él se analizaba, tanto su composición, como las características útiles para el empleo en la construcción o trabajos de cualquier naturale-za, también se analizaban lodos de pantanos, tierras húmicas y se definía que a través de su composición, cuál era el tipo de degra-dación en algún caso, o que remedio habría de emplearse para la recuperación de aquellas muestras.
Tenía la esperanza de que cuando pusiera en conocimiento de aquel profesor, por el que tenía auténtica devoción, pues le había ayudado en sus clases de física y química como nadie lo hubiera podido hacer, gracias a lo cual había obtenido en esta materia unas
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calificaciones sobresalientes, además en justa correspondencia le prestaría la ayuda y atención necesarias, sobre todo pensaba Lucía que ante su requerimiento, dicho profesor tomaría conciencia del abuso a que se había visto sometida, lo haría cosa suya y sin duda aportaría alguna solución al caso.
Delia tampoco sabía qué opinar acerca de las sospechas que a todas luces señalaban y acusaban a Enrique, no cabía la menor duda de que la prenda era suya, por otra parte...
¿Qué interés podía tener en rescatar una prenda que según todos los indicios le acusaban...?
Lo fácil hubiera sido no darse por aludido, y todo hubiera con-tinuado en el anonimato.
En estas divagaciones, llegó la mañana en la que había quedado reunirse para tomar el aperitivo en casa de Laura, todavía podían disponer durante unos días de las instalaciones de su casa, sus padres aun tardarían en volver.
Julio quedó con Lucía para ir al Centro a informarse de la fecha de reanudación de las clases de entrenamiento para el perro, ha-bían llegado en el momento justo, las clases empezarían en uno o dos días y convenía que Nemo no perdiera ni un ápice después de haber estado al libre albedrío, lo que no era nada bueno para un animal, aún sin terminar el proceso de su educación.
Tal vez por encontrarse otra vez en el ambiente de costumbre, porque se sentía acompañada de la familia, o sencillamente porque el tiempo lo entierra todo, Lucía presentaba otro talante más acorde con el que ella hacía gala siempre, sonreía, se arreglaba con más esmero, daba facilidades para entablar conversación con ella y todo esto a Julio no le pasaba desapercibido, aunque no era el momento de profundizar en la crisis sufrida recientemente, ya encontraría él la fórmula para enterarse a fondo de lo ocurrido, si es que había ocurrido algo, porque con las mujeres, se decía nunca se sabe, son como las veletas...
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Julio comenzaba su vida rutinaria de nuevo, ahora tenía el deber de asistir a la terminación del primer ciclo de formación de Nemo, acudía todos los días y los progresos en este sentido eran espectaculares.
Cuando salía a la ciudad con el perro, notaba la gran ayuda que representaba para él, ya no dependía de que alguna persona le avisara o incluso le ayudara para pasar en los semáforos, el perro con una instrucción adecuada sabía cuándo había de detener-se y cuando se podía pasar, Julio alucinaba con este tipo de deta-lles que se manifestaban no sólo en los pasos donde había semáfo-ros sino también en los que no había.
Además este tipo de perros guía, estaban acompañados de una identificación o permiso para entrar en todo tipo de estable-cimientos, sin ninguna restricción, tanto en Metro, Autobuses, Taxis y cualquier tipo de locales o locomoción públicos.
En el Bar ya había hecho sus amigos, no faltaba quien le ofre-ciera un trozo de una porra de churro a la hora del desayuno, pero curiosamente el no la aceptaba, hasta no recibir la orden de Julio, lo cual propiciaba todo tipo de comentarios, ensalzando las características de aquel singular animal.
En el apartamento, con la presencia de Enrique y algunas veces con la de Félix, el perro se manifestaba de una manera extraña con gruñidos y un aparente mal humor, era una sensación de enemis-tad la que manifestaba, enderezando las orejas y con una disposi-ción como preámbulo de un inminente ataque, sin embargo cuando venía Lucía e incluso Laura la alegría era manifiesta.
Este hecho sin aparente importancia le hizo a Julio tenerlo muy presente a la hora de comentarlo con los preparadores, siguiendo las indicaciones de los mismos, que habían advertido a los alum-nos pusieran en conocimiento cualquier comportamiento cambian-te, distinto, de agresividad, etc. que pudieran detectar en los pe-rros, pues era muy corriente que los animales en proceso de adap-tación sintieran celos de otras personas, o manifestaran algún comportamiento de enemistad en circunstancias que la casuística
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de sus archivos pondrían en claro. De tal manera que Julio puso en conocimiento de su entrenador, el comportamiento observado en la presencia de determinadas personas, quienes le corroboraron que ello podía deberse a varios factores, a que le hubieran amena-zado o pegado, algo que Julio descartaba, pues muy al contrario todos los que convivían en su entorno inmediato apreciaban y da-ban constantes muestras de cariño para con el perro.
También le apuntaban a Julio, porque detectara algún olor que en el subconsciente del perro le trajera malos recuerdos, de hecho se conocían casos y así estaban registrados en los archivos de la Institución, de perros que habían descubierto verdaderos enigmas en delitos que la policía no habrían sido capaces de descubrir si no hubiera sido por la mediación de los perros que también ellos adiestraban allí, para la detección de estupefacien-tes, explosivos o cualquier cosa a que quisieran dedicar el adies-tramiento de los perros.
No había más que contemplar el comportamiento de un perro “estrella” que habían entrenado y educado en el Centro, para lle-var a cabo papeles en la televisión y en bastantes películas, por lo que habían tenido muchas felicitaciones por su trabajo.
Sin embargo Julio no lograba compaginar el comportamiento del perro y la relación que pudiera tener con sus amigos, aunque era extraño que con Luis y con Félix, no se diera esta casualidad, tal vez pensaba Julio, porque apenas hacía unos días les había co-nocido...
En tanto Lucía había tenido una larga conversación con su an-tiguo Preceptor, encargado del Laboratorio e investigador muy reconocido en medios ajenos al Centro.
No era la primera vez que le requerían para el análisis y vere-dicto de materiales, que en casos muy dudosos, de hurtos en los que el delincuente no dejaba huellas, por un simple trozo de tela de una prenda de ropa olvidada, era capaz de determinar la natu-
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raleza del individuo, aunque no era tan simple según explicaba a Lucía, que le había contado como si de un confesor se trata-ra el asunto del que había sido víctima.
El doctor en la materia le había recomendado, que para él po-der intervenir de manera legal, debería constar una denuncia en el Departamento de Policía, sin este requisito, a cuantas conclusiones pudieran llegar, que sin duda podrían ser válidas , sin este requisito insistía, de la denuncia en la Policía, las pruebas valdrían poco o nada ante un juez.
Una vez denunciado los hechos, solicitaría del correspondiente Departamento de Policía, donde él tenía verdaderos amigos que además le debían favores, autorización para llevar adelante el asunto.
Pero a lo que Lucía se negaba precisamente era a eso, a poner una denuncia, que no traería más que problemas a ella y sus ami-gos, pues las circunstancias que envolvían el tema eran de tal opa-cidad, que en el mejor de los casos inculparían a alguien que tan siquiera tuviera que ver en el asunto.
Además estaba la publicidad que se le daría al aconteci-miento, con lo cual su secreto mejor guardado para con Julio, se desvanecería y perdería en ella su confianza y sus amigos al verse envueltos en este escándalo, la abandonarían sin remedio. Todo este asunto lo comentaba con Delia, no sabía qué hacer, si olvidar definitivamente todo, o tirar por el camino de en medio cayera quien cayera...
Su amiga no le apuntaba respuesta alguna, además se estaba preparando para volver a su pueblo y no podría mantener con ella este tipo de confidencias, se quedaría sola ante la situación y de no contárselo todo a su novio con pelos y señales, no le aconsejaba diera ese paso tan definitivo sin antes medir muy bien las conse-cuencias.
Todo parecía estar en contra de Lucía, nadie parecía interpretar su angustia y quien más quien menos se quitaba de en medio, a
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todos a quienes le contaba lo sucedido, éstos le daban una de cal y otra de arena, pero lo cierto es que el problema estaba ahí y cada día que pasaba se veía de más difícil solución.
Ella estaba dispuesta a renunciar a todo, pero algo en su inte-rior le invitaba a no ser cobarde, a denunciar este caso de abuso que además se encontraba rodeado de una singularidad pocas ve-ces contemplado, se trataba de un abuso que contaba con el agra-vante de haber sido perpetrado en una persona minusválida, lo que en su opinión le daba aún más trascendencia al asunto.
La vida de los componentes de la pandilla había vuelto a su habitual ritmo, Julio con la venta de sus cupones y con las clases de adiestramiento de Nemo, Enrique igualmente con la venta de cupones y su vida rutinaria, ahora menos complicada pues ya no tenía la obligación de acompañar todos los días a Julio, Luis y Delia poco menos que subidos en la “Camella “para emprender viaje de vuelta a Huelva y Laura en su casa ya con la omnipresen-cia de Adela, que se quejaba del montón de ropa acumulada du-rante su ausencia, con sus padres a punto de volver y la casa decía hecha unos zorros.
También Félix, parecía haber tenido contactos positivos para su trabajo y no precisamente por las recomendaciones de Enrique, él solito se las había apañado y había entrado en una Compañía que se dedicaban a la Industria Informática, además con posibili-dades de alcanzar metas de altos vuelos.
Sin embargo la ubicación de Lucía parecía estar en el aire, mientras que la vida discurría en su entorno, de manera ruti-naria y normal, ella estaba siendo presa de sus miedos y además comenzaba a dar síntomas de unos trastornos nuevos para ella.
Desde luego, la indecisión por su parte de confesarle a su novio lo sucedido, le estaba creando una situación de angustia, que po-cas veces había sentido, se encontraba en la tesitura de que si se lo decía mal y si él se enteraba peor, lo que le creaba una inestabili-dad emocional que no encontraba la forma de dar con la salida
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en este auténtico laberinto de Dédalo, sin la ayuda de un Íca-ro...
Lucía que era de carácter enfermizo, había pasado por situacio-nes realmente graves y se había enfrentado a ellas, luchado y ven-cido, pero lo que ahora sentía era como un rechazo a continuar viviendo, era miedo a enfrentarse con sus propios demonios, se había encerrado en un círculo del que estaba convencida, era difícil salir sin ayudas, su sentimiento de culpabilidad la tenía ate-nazada y era incapaz de dar con la clave para solucionar su pro-blema.
Su madre que estaba ojo avizor al comportamiento cambiante de su hija, notaba como estaba pasando por estados de verdadera preocupación, rehusaba hablar de lo que le pudiera pasar, no soltaba prenda en cuanto a si su relación con Julio marchaba por buen camino o no, las comidas que más le apetecían de siempre ahora le causaban náuseas, apenas quería salir, verse con sus amigos y un sin fin de motivos, que la madre se vio obligada a comentar con su marido.
Lo sorprendente era que Lucía mantenía un aspecto físico, di-gamos que envidiable, pese a todas estas contradicciones, sin embargo en el aspecto de su relación con los demás, era evidente que había un cambio sustancial, apenas hablaba si no se le interpelaba, la música en su cuarto era menos frecuente que antes y la asistencia al Centro, procuraba fuera la mínima exigible, siempre presentaba el alegato de que no se encontraba bien de salud últimamente y con eso tapaba la realidad de su estado aními-co.
La preocupación creciente de su madre, logró convencerla de que era necesario y tenía que ir al médico, ella en principio se ne-gaba pero ante la insistencia materna, al final accedió. La sorpresa fue mayúscula tanto para la madre como para la propia Lucía... estaba embarazada...
El médico, que en un principio sospechaba que algo así podría sucederle, que su embarazo ajeno tal vez a ella misma, era la
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causa principal de su estado, y que la preocupación de su madre nada tenía que ver con este asunto, no encontraba la manera de hacérselo saber, era consciente de que podía crearles un nuevo problema, que sin duda agravaría aún más, el que pare-cían tener en ese momento y no encontraba el modo menos trau-mático, para darles semejante noticia sin que se derrumbaran toda-vía más...
En efecto Lucía confirmó que había tenido dos faltas, que achacaba a los trastornos sufridos con motivo del ajetreo de las vacaciones y que de hecho su estado anímico que tanto preo-cupaba a todos, tal vez se debieran a esos trastornos, pero no que-ría darle mayor importancia.
Lo que no podía, ni estaba dispuesta a aceptar era lo del emba-razo, pues ya se sabe de las precauciones que los jóvenes toman hoy día y en su caso, no quedaba duda sobre el particular.
En cambio el médico, decía que los hechos eran tozudos y que su evidente embarazo, confirmado por los síntomas y la na-turaleza de su estado no dejaba lugar a dudas, sin embargo y para que a ella no le quedara duda alguna, le prescribiría un análisis en profundidad remitiéndola al tocólogo, quién confirmaría su estado de buena esperanza.
A Lucía se le vino el cielo encima, se le cayeron los palos del sombrajo, ahora sí que la había cagado y bien...
Su madre con tacto, pero con autoridad le pedía explicaciones, ella que había confiado en primer lugar en la madurez de su hija y en último término en la hombría de Julio, que le había parecido un muchacho de una integridad absoluta, así como en casa tenían una altísima valoración por su valía en conocimientos muy variados en distintos terrenos y temas de la vida, exigía ahora les fuera aclara-do el asunto de inmediato.
Lucía quiso cerciorarse de su estado y acudió al especialista, como prescribía su médico. Quiso ir al médico de su Mutua, don-de recibían un trato personalizado por ser invidentes.
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Previa exploración el medico confirmó su embarazo.
Lucía deshecha en llantos con desesperación extrema, sufrió uno de sus ataques de histerismo, el médico presente le calmaba diciéndole que para nada le venía bien en su estado ese tipo de comportamiento, que debería estar contenta, pues todos los datos de la exploración habían concluido con un buen diagnóstico y na-die se muere por estar embarazada.
Cuando se hubo calmado, el médico le hizo la gran pregunta: ¿Quieres continuar adelante con el embarazo, o no...?
¿Sabes que existen métodos, para interrumpir el embarazo...?
Pero Lucía en un mar de lágrimas, sollozaba por toda con-testación, lo cual propició que el médico entrara en detalles, te-miéndose lo que ella le confirmaba, que había sido forzada, y vio-lada.
El cambio del médico fue instantáneo, demudó las facciones de su cara, un estado de nerviosismo y enfado invadió su ánimo hasta entonces en calma, como si la agresión la hubiera sufrido él mis-mo, o mejor, su propia hija...
Ahora ya no había vuelta atrás, se veía en la necesidad y obli-gación de poner el caso en manos de la Justicia, emitiría un Parte Oficial a la Policía y al Juzgado, esto no podía quedar en el anonimato aparte de una agresión, significaba mucho más, un atropello a los derechos de un minusválido y esto estaba aún más penado por la Justicia, además de representar un delito a to-das luces despreciable, etc...
Lucía ya se veía ante un Tribunal aportando en su declaración pelos y señales de lo acontecido, eso precisamente era lo que ella trataba de evitar, pero ante la situación nueva del embarazo ya no tenía ninguna duda de que perdería a Julio y sería en el Centro considerada como la “violada”...
Le esperaba una ardua tarea por delante.
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Su madre, que como toda madre, comprendía muy bien la si-tuación en la que se encontraba su hija, quiso mostrarle todo tipo de atenciones, había sido muy injusta con ella dando por sentado que voluntariamente, o tal vez por descuido, había provocado que ahora estuviera en estado.
Quiso convencer una vez más, a su hija de que lo mejor era se-guir las indicaciones de los doctores, dejarse guiar en el caso por expertos en estos temas y más adelante ya se vería, cuando todo se desarrollara como era de esperar. Por la crianza de lo que había de venir, no tenía que preocuparse, ella se haría cargo de todo...
Con todo esto quería calmar a Lucía que no paraba de sollozar, respiraba entrecortadamente, entre hipos y se sonaba una y otra vez la nariz, hecha un mar de lágrimas y sin vislumbrar solución alguna.
No sabía si ya era tarde para contar con la ayuda de Julio, a quién le había ocultado todo, si era irreversible decírselo o no, si cambiaría en algo que le confesara todo o tal vez, por eso mismo provocaría su huida de ella.
Estas y mil consideraciones de parecido trazo, hundían a Lucía en un abismo de difícil salida.
A los pocos días se personaron en su casa, dos Agentes desco-nocidos, eran una mujer de unos treinta años y un hombre poco mayor que la anterior. Se presentaron como Agentes Judiciales de lo Penal, quienes habían sido asignados para el “caso” y deberían recabar todo tipo de detalles, aunque a Lucía le parecie-ran banales, sin importancia y sin relación alguna con lo ocurrido.
Lucía, ahora sí, ahora ya comprendía en el lío que andaba me-tida, hasta las cachas decía. Ella que había estado luchando por no sacar a la luz todo el asunto se veía comprometida y cualquier cosa que pudiera decir, no le cabía duda, sería interpretada asépti-camente, sin consideración, sin medir la repercusión que pudiera tener para su relación con Julio e incluso en el círculo de sus amis-tades más allegadas.
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Pero los Agentes Judiciales tenían que instruir un Informe pre-vio, aportar pruebas si las hubiere y una exhaustiva declaración jurada por parte de la víctima, le prometían que todo el caso sería y estaría rodeado del más absoluto secreto, por cuanto ella nada tenía que temer y nada trascendería fuera del ámbito de lo estric-tamente judicial.
Una vez realizada la Instrucción pasaría a la Jueza que se haría cargo del caso, se aportarían pruebas médicas, se aportarían nom-bres de personas, lugares y fechas que concurrieron el día de au-tos, y así hasta completar una declaración que a Lucía y a sus pa-dres les pareció prolija pero muy completa y que no dejaba nada en el tintero.
Aquel Informe representaba para Lucía volver a vivir, toda la tragedia, significaba también que sus amigos se vieran mezclados sin su consentimiento en un asunto que ella, demostrando falta de sinceridad les había ocultado, y pensaba que sería muy difícil que entendieran lo sucedido, y que pudieran perdonarle esta falta de confianza y sinceridad.
Pese a todo siempre tendría a su amiga Delia, que estaba al co-rriente de todo y ella sería su principal fiadora ante los amigos de que su comportamiento, había sido fruto de una colosal cobardía, y nada más.
Mientras la Instrucción del caso avanzaba, los días pasaban y Lucía empezaba a sufrir los síntomas de su estado, por las maña-nas se ponía malísima, devolvía, sufría mareos y náuseas y todos los inequívocos desarreglos que acompañan al embarazo, conoci-dos unos, menos conocidos otros.
Su madre se había convertido en su sombra, no la dejaba en ningún momento en tanto su hija no diera razón de haber aceptado su nueva situación, por otra parte nada fácil.
Julio había notado un cambio tan radical en su novia, que ya no podía disimular más su agobio, además ya no convivía con él en el apartamento su amigo Félix, que se había ido a vivir en una Resi-
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dencia con otros compañeros, unos eran estudiantes y varios tra-bajaban en la Empresa Informática en la que estaba escalando puestos a velocidad inusitada.
Por esa razón a Julio se le ocurrió que la mejor manera de acla-rar todo, era invitar a su novia a una cena romántica, como la que todavía perduraba en su recuerdo, olvidar toda sospecha por parte de los dos y volver a llevar una vida normal, como la de antes de las vacaciones, en las que al parecer todo se había vuelto del revés.
La negativa por parte de Lucía fue rotunda, alegaba que se encontraba en un estado de enfermedad casi permanente, que su-fría vómitos y mareos y que estaba en tratamiento médico, lo que no le permitía siquiera abandonar su casa y los cuidados de su ma-dre.
A Julio no le convencían este tipo de argumentos, y un día se presentó en su casa, primero para comprobar si realmente se en-contraba allí o era una excusa para rehuirle, y en segundo término para interesarse ante sus padres por la salud de su novia y tratar de aportar con su presencia parte a la solución a la misma.
Sus temores de que estaba siendo víctima de un engaño, se confirmaron, pues Lucía no estaba en casa y eso que era una hora avanzada, las diez de la noche.
Esta evidencia chocó con el asombro por parte de los padres, que descubrían, cómo él era ajeno de la asistencia a unas clases de relajación para embarazadas por parte de Lucía. Él no tenía cono-cimiento ni remoto del estado de su novia, se preguntaba cómo era posible que no le hubiera hecho sabedor de su embarazo, pues que él supiera decía en esto del embarazo siempre hay dos partes, a no ser que...
Y se produjo un elocuente silencio, que durante unos segun-dos llenaron de dudas su corazón...
Pensaba que tal vez habrían sufrido un descuido, un accidente, pero eso no era motivo para ocultar los hechos, que además a Julio no le parecía algo dramático y mucho menos traumático, como
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todo indicaba y ahora empezaba a comprender, que era lo que le estaba sucediendo a su novia.
Los padres de Lucía ya no pudieron seguir más tiempo guardando silencio, ante la confusión de Julio que una vez más daba sobradas razones de que era un hombre de palabra, dispuesto a cargar con las consecuencias de sus actos y que denotaba una grandeza de corazón fuera de toda duda. Lo difícil para ellos era dar el primer paso, hacerle comprender al pobre chico, que él nada tenía que ver en el asunto del embarazo, contarle la tragedia y entonces sí que comprendería la postura de Lucia, querían llevar a su ánimo y hacerle comprender que su novia no había tenido el suficiente cuajo para contarle toda la verdad ante el temor de verse abandonada por él, querían entrar en detalles que solamente cono-cía su hija, pero que a través de las declaraciones, que en algún momento ellos habían podido presenciar y conocían, tenían más o menos una idea de lo que ocurrió el fatal día en que su hija había sido violada.
Julio se hundió en el más oscuro y profundo de los abismos, ahora se abrían ante él todos los enigmas, sus fundados temores de que algo ocurría en su relación con Lucía, su extraño y brusco cambio en el comportamiento y sobre todo, esto era lo que más le dolía, la falta de confianza de su novia al ocultarle lo ocurrido aquel día y enterarse ahora, a estas alturas...
Pensaba que si ella hubiera dicho algo en el momento en que ocurrieron los hechos probablemente ya habrían dado con el violador, hubieran cursado en su pueblo la correspondiente de-nuncia, él hubiera hablado con amigos de su familia, entre quienes se encontraban abogados, y hasta un conocidísimo amigo suyo que era policía municipal y a nivel de pueblo hubieran dado con el autor de tal ignominia y no que aquí en la Capital, pasarían años entre legajos y papeles, citaciones y Mandamientos Judiciales para al final, tal vez tan siquiera saber quién había sido el au-tor de los hechos...
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Todo esto lo estaba diciendo en voz alta, al tiempo que para desahogarse, para que los padres de Lucía entendieran que él asu-mía las consecuencias de los hechos, aunque a Lucía no le entrara en la cabeza que también el asunto era cosa suya, todo cuanto le sucediera a ella para bien o para mal decía , me atañe muy perso-nalmente y no entiendo como Lucía, ha sido capaz de no contar conmigo en este asunto de tan grave importancia.
Eran más de las doce y Lucía no aparecía por casa, Julio igual que sus padres empezaban a ponerse nervioso, pues todos los días volvía a eso de las diez y media, más o menos. Llamaron al Cen-tro, pero nadie respondía el teléfono, un temor escondido en lo más hondo del corazón de la madre le decía que “algo” estaba ocu-rriendo.
Conocía muy bien a su hija y sabía de su capacidad de sufrimiento, estaba acostumbrada a encajar con filosofía el des-precio y ninguneo por parte de la gente, pero también sabía de su flojera para aceptar un caso que sobrepasaba con mucho su capa-cidad de aguante y no sabía, o quería no pensar, que hubiera toma-do la decisión de hacer alguna tontería...
Pusieron en conocimiento de su amiga Laura el retraso, por si hubiera ido allí, cosa que realizaba con frecuencia cuando decía que iba a pasar la noche “estudiando”, pero la negativa por parte de ésta confirmó, que en efecto era de suponer que le podía haber ocurrido algo serio para que no apareciera.
Laura dijo que la había visto, normal dentro de lo que a ella le parecía, en la clase de las cinco, pero su madre sabía que la asis-tencia a los ejercicios de gimnasia tenía lugar a partir de las ocho treinta de la tarde.
Julio pensó por un momento, aunque decía era una idea desca-bellada, que se hubiera podido marchar a Huelva con Delia y Luis, aunque cayó en la cuenta de que ya hacía días se había producido el viaje de regreso, o tal vez de cualquier otra manera; pero a esas horas, es decir después de las cinco en que había sido vista por Laura, le parecía imposible, además su madre compro-
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baba que no faltaba nada de sus enseres, que no fuera el petate que habitualmente llevaba todos los días a clase.
En este estado de cosas, con los nervios alterados por parte de todos, no quedaba otra salida que poner en conocimiento de la Policía la (no aparición) tan siquiera se atrevían a pensar en la desaparición de Lucía.
En aquel preciso instante, sonó el teléfono su padre se precipitó sobre la mesita en que se encontraba el aparato, antes que dejara de emitir la señal de llamada, al otro lado del hilo telefónico una voz trataba de llevar calma a su interlocutor, poniéndole en ante-cedentes de que su hija había sufrido un accidente y se encontra-ba ingresada en un Hospital, nada importante, pero debería per-manecer unas horas en observación dado su estado decía la anónima voz..
¿Pero a qué estado, se refería...?
Preguntaba el padre.
¿A un estado grave, debido al accidente, del que desconocían detalles, o a su estado de embarazo...?
La persona que informaba no quiso o no pudo entrar en deta-lles, lo cual produjo un estado de tensión aún mayor en todos ellos, que decidieron sin más dilación, llamar un taxi y personarse en el Hospital lo antes posible.
Durante el recorrido del camino, que se hizo eterno aunque el tráfico era fluido, cada uno de los ocupantes del taxi pensaba para sus adentros de manera bien distinta.
Julio pensaba que Lucía había podido ser atropellada por algún vehículo, pues últimamente andaba un poco distraída y como sonámbula, lastima se decía no tuviera la ayuda de un perro co-mo la que él gozaba y le estaba dando verdaderos y positivos fru-tos.
La madre quería abandonar la idea que rondaba por su cabeza y creía a su hija muy capaz de cometer una tontería tan grande, esto
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le rondaba intermitentemente por su cabeza, como la de quitarse la vida, pues una situación como la que ahora sufría Lucía po-día dar al traste con la entereza de la persona más equilibrada.
Y por último el padre de Lucía, que no salía de su asombro por los acontecimientos que le tocaba vivir, se culpaba de no haber prestado la atención debida a su hija, inmerso en el debatir diario del trabajo, tener que cuidar de la manutención de la familia, los gastos de la casa, los gastos del recién pasado verano, el coche, las pagatelas de todos los meses, que caían como agua y por el contrario el sueldo que se evaporaba como humo...
A la llegada al Hospital, en la UVI, se encontraba Lucía a quien no se le permitían visitas y excepcionalmente dejaron a Julio y su madre unos segundos, más que nada para que comproba-ran que se encontraba bien, dentro del trauma sufrido al caer por las escaleras del Metro...
Era la primera explicación que aportaban en el Hospital, todo quedaba claro Lucía había tropezado, rodado literalmente por las escaleras del Metro, un gran revuelo se preparó al darse cuenta la gente de que era invidente, sus pertenencias desparramadas por el suelo, las negras gafas rotas que dejaban al descubierto el hueco en las cuencas de sus ojos, el pelo alborotado, alguien con un mó-vil para llamar al 112 y salirse a las inmediaciones de la boca del Metro porque dentro la cobertura era mala, la llegada del SAMUR con sus luces y sirenas en marcha, la expectación de los curiosos y gentes que de pronto llenaron el recinto, el posterior análisis por parte de los facultativos, la inmovilización del cuerpo por si hubiera alguna rotura grave y por fin el traslado a toda mar-cha con Lucía al Hospital Gregorio Marañón, entrada por urgen-cias y todo esto ocurrido en un santiamén...
Aquella noche la pasaron en espera del alta de Lucía que se re-cuperaba favorablemente, había sido explorada y detectado su estado de embarazo, con las consiguientes precauciones que re-quería el caso.
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La administración de fármacos que prescribió el médico de guardia, eran acorde con su estado, de pronto... un desasosiego que alarmó a quienes estaban de guardia, reclamó la presencia del Jefe de Planta, le instalaron un gotero, comenzó de nuevo una ex-ploración más rigurosa que la anterior, Lucía en cambio comenza-ba a dar gritos que más bien parecían alaridos y aun con tales pre-cauciones se desencadenaron una serie de convulsiones y temblo-res precedentes a lo que los médicos llaman, un aborto...
Una involuntaria interrupción del embarazo que inevitablemen-te dieron al traste con su estado de buena esperanza.
De los presentes ante esa noticia, la única que se sintió decep-cionada fue la madre de Lucía, que había soñado con el momento de tener a la criatura en sus brazos, bajo su protección, había in-cluso pensado en lo que todas las abuelas..., si sería rubio o mo-reno, niña o niño, si tendría vista o le volvería a traer a la memoria el sufrimiento inenarrable, de cuando nació Lucía y le pusieron en antecedentes de que probablemente su hija tendría un defecto de vista de por vida, que poco a poco se fue confirmando cuando pudieron apreciar de manera palpable que carecía de la misma...
Julio se notaba aliviado al poder constatar que la vergüenza que podía suponer para Lucía, declararle su embarazo sin que él apa-rentemente tuviera nada que ver con el mismo, y pensaba en lo de aparentemente porque:
¿Cómo podía Lucía asegurar que ese embarazo no era suyo...
¿Qué constancia podía tener ella, de que no estuviera embara-zada, antes de haber sufrido el atropello de la violación...?
Y le daba vueltas y más vueltas tratando de encontrar, algún ar-gumento que le sirviera a Lucía y a él mismo, de que lo sucedido era obra del azar y que como tal el desenlace había tenido lugar de la misma forma.
En el Hospital le ponían en antecedentes a los familiares de que antes de ser dada de alta, tendrían que pasar por el despacho de la
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Administración a cumplimentar la documentación pertinente al caso.
En esta documentación de la que el padre de Lucía se hizo car-go, se daba cuenta, de cómo habían ocurrido los hechos, así como que durante la asistencia se había producido un aborto, todo ello confirmado por el Jefe de Guardia de esa noche en el Hospital, al tiempo que se ponía en conocimiento al Juzgado, remitiéndose copia de dicho parte.
Lucía repuesta del accidente fue trasladada a su casa en una ambulancia, con la recomendación específica por parte del doctor, de guardar cama durante un tiempo suficiente, hasta encontrarse recuperada debidamente.
Cuando se supo lo del accidente de Lucía, sus compañeros y algunos profesores la visitaron en su casa, sobre todo su amiga Laura, que entre otras cosas, mediante declaraciones más o menos veladas por parte de Lucía, intuyó que había algo más detrás del accidente que una simple casualidad, propiciada en parte por la invalidez de su amiga...
Para que a Laura no le quedara duda alguna de su verdadera amistad, y cuando Lucía le hubo puesto al corriente de todo lo sucedido, esta vez también de su secreto mejor guardado, lo de la violación y detalles tales como lo de la cazadora de Enrique, Laura descubría, que parecía que su amiga albergaba dudas de quién había sido el autor de la violación, y que todo apuntaba a su novio o al menos las pruebas como la cazadora así lo confirmaban, ca-zadora que por otra parte ella conocía muy bien, pues en alguna ocasión la había tenido entre sus manos, y reconocía per-fectamente una especie de bordado de águila imperial hecha con remaches que tenía en una de las mangas de la misma, que por cierto a Laura le parecía una extravagancia hortera y Enrique para no desagradarle procuraba ponerse en contadas ocasiones dicha prenda.
Al propio tiempo, le decía su amiga que si ella quería podía ha-blar con su padre, Magistrado en la Audiencia de Madrid, por si
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llegado el caso, estaría dispuesto a prestar ayuda a Lucía en estos hechos, a lo que respondía ella, que ya había causado demasiadas molestias a todos como para además implicar a su padre. En todo caso decía Laura, ahí quedaba la oferta por si consideraba necesa-rio, en algún momento de la Investigación, la intervención de su padre.
Laura inmediatamente que tuvo ocasión quiso aclarar con su novio el asunto de la cazadora. Apenas se “vio”, con él, le faltó tiempo para pedirle explicaciones sobre el asunto de la cazadora, le pedía explicarse por qué había demostrado tanto interés en re-cuperar una prenda, que sabía de antemano a ella no le hacía nin-guna gracia, le recordaba haberle pedido en más de una ocasión que se deshiciera de ella, pues además de muy ajada por el uso y el paso del tiempo, tenía aquel anagrama, o lo que fuera, de rema-ches que para nada iba con el carácter intelectual de Enrique.
Enrique a su vez, que no salía de su asombro al conocer con detalles lo sucedido a Lucía, se manifestaba ajeno a toda aquella película, que además le introducía como protagonista sospechoso en el guion de la misma.
Lamentaba profundamente que tanto Lucía como el propio Ju-lio no le hubieran comentado algo acerca de lo sucedido, ignoraba que el propio Julio se había enterado a raíz del accidente de Lu-cía y que por tanto esa era la causa, no otra, de no haberle co-mentado nada.
En cuanto a la cazadora, Enrique decía que él fue el primer sor-prendido, cuando vio a Nemo jugueteando con ella, puesto que hacía unos días desde que llegaron al Camping, que la había dado por perdida, y cuando por fin creía haberse deshecho de ella, la sorpresa fue encontrarla en semejantes circunstancias.
Continuaba diciendo que además, tan siquiera la había vuelto a tener en su poder, que no sabría decir donde había ido a parar y mil explicaciones que demostraban que no le había dado la impor-tancia que al parecer ahora tenía la prenda de marras.
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Laura le explicaba en tono acusador, todo lo que su amiga le había confesado, que fue un individuo quién la tapó con la cazado-ra que ahora se demostraba era de él, que tenía que explicar con toda claridad porqué se encontraba ese día y en su círculo de amis-tades el único vestigio físico de la agresión a Lucía, que ya habían puesto en conocimiento de las autoridades el caso, que no tardan-do mucho serían requeridos para prestar declaración y mil porme-nores que sembraban de inquietud y dudas su relación.
La frialdad con que se comportaba Julio daba que pensar a Lucía, o estaba realmente afectado por los hechos, que la ver-dad eran muy difíciles de asimilar, o tal vez y eso es lo que más le preocupaba, estaba tramando algún tipo de venganza, para con quién señalaban todas las evidencias había sido el autor de la vi-llanía.
Pero ya se sabe que la venganza es algo que se sirve en plato frío, Julio no soltaba prenda al respecto, solamente que se encon-traba muy afectado, diríase que como engañado, en ridículo, pensaba que con razón el engañado es siempre el último en enterarse y en esta ocasión, quedaba bien patente que así era...
Las citaciones del Juzgado, llegaron días más tarde, una gene-ral a todos los que habían estado inmersos en el día de los hechos para prestar declaración de forma individual, y otra personal a Lucía para testificar delante de una Juez y contrastar dicha decla-ración con la de sus compañeros.
Lucía contaba con la asistencia jurídica de un abogado del Cen-tro, que además era miembro honorario de la ESCI, célebre por sus actuaciones y muy conocido en los medios de comunicación, como la televisión y la radio.
La implicación en los hechos de los amigos de Lucía y Julio, había dado como resultado un legítimo distanciamiento de ellos, ya no se encontraban con la asiduidad que hasta el momento acos-tumbraban, se había creado entre ellos un muro de separación casi perceptible por quienes les conocían, habían dejado de frecuentar la Discoteca, eran la comidilla en el Centro y quien más y quien
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menos, hacía una interpretación de los hechos a su medida, unos aumentaban y otros sembraban carnaza para dar morbo al asunto, la cosa se desbordó y estaba llegando a unos extremos, que los responsables del Centro “aconsejaron” a la pareja afectada, deja-ran de asistir en lo posible a las actividades programadas, hasta que pasara la tormenta.
En realidad en la vida de Julio y Lucía aparentemente nada ha-bía cambiado, aunque en el fuero interno de Julio una nube presa-gio de tempestad se estaba fraguando y ni él podía medir sus con-secuencias.
Se había jurado tomar venganza del autor de la violación de su novia, tenía en mente trazado un plan que daría justo castigo al autor de su desgracia, tenía que ser un plan que actuara al margen de la Justicia, pues ya se sabe que ésta es lenta y tardía, cuando no ineficaz. Había hecho que el objetivo de su vida fuera la venganza, aunque le fuera en ello la vida, total decía ya estoy muerto...
Cada día que pasaba se enconaba más en su alma, la rabia, la impotencia y aumentaba su rencor. Ya no tenía la ilusión por Lu-cía de siempre, aunque sabía que en lo ocurrido, nada tenía ella que ver.
Tampoco se atrevía a abandonarla en la estacada, de ningu-na manera, pero sus sentimientos le delataban y era incapaz de comportarse con la alegría y franqueza con que venía actuando hasta el fatal momento.
En esto Lucía no se equivocaba, en casa era con frecuencia presa de ataques que le llevaban al borde de la desesperación por la impotencia, en uno de esos ataques y de una estantería que se encontraba repleta de recuerdos comenzó a romper objetos que otrora representaban para ella lo mejor de sí misma y de su vida, discos, libros, diplomas de reconocimientos de sus altas califica-ciones en los estudios, todo volaba por los aires, destrozando en un ataque de ira cuanto encontraba a su mano, en casa nunca la habían visto en este estado e incompresiblemente para sus padres
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quería desesperadamente borrar con su destrucción, recuerdos que formaban parte de su propia vida.
Quería olvidar su pasado, su presente y posiblemente su futuro y no encontraba otra forma más apropiada que destruyendo todo lo que representara algún recuerdo en su vida.
Sus padres no encontraban algo que pudiera servirle de con-suelo, se esforzaban por no contrariarla y ello posiblemente le llevaba al delirio, pues ella entendía que tanta complacencia, era sencillamente compasión.
Las dolorosas declaraciones a que se tuvo que someter, remo-vían sus entrañas, por muy suaves que estas pretendían ser, la aportación de detalles que solamente ella podía presentar, las pre-guntas que a ella le parecían dobles intenciones, las descripciones con todo el rigor en detalles, rayando la intimidad más absoluta, las dudas que sembraba en sus declaraciones y que insistentemente por parte de la Juez debería puntualizar más, ella como mujer sa-bía muy bien las teclas que tenía que tocar para llegar a lo más cerca posible de la realidad de los hechos, hacían que cada decla-ración fuera un auténtico infierno para Lucía.
La policía por su parte, estaba siguiendo un camino paralelo Al de la Investigación Judicial. Se había personado en el domicilio de cada uno de los testigos, si no oculares, sí a los menos presen-tes en el caso.
Comenzaron por un registro exhaustivo en el apartamento de Julio, indagaron y recabaron datos acerca de su forma de vida con el Conserje, siguieron sus pasos y se enteraron de su vida privada como jamás nadie hubiera supuesto.
No tenían prisa en aclarar lo que a todas luces tenían resuelto en su opinión, pero necesitaban pruebas fehacientes para inculpar al autor de los hechos y conocían a la Jueza que se encargaba del caso, que era muy solícita y tenía como norma no dar una prueba por buena, si ésta no estaba bien documentada.
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Visitaron la casa de Laura en busca de lo mismo, alguna pista, algún objeto, algo que les llevara a inculpar a alguien, que en este caso se trataba de un varón pero para nada descartaban la partici-pación de una mujer que tal vez por odio o por envidia, hubiera tenido participación en el caso.
También se llevaron de casa de Lucía la cazadora que prácti-camente señalaba a Enrique, como el autor material que contaba con más papeletas.
Faltaba el contrastar todo lo reunido con Delia y Luis, el hecho de que estuvieran fuera del ámbito de la Policía Judicial, no era motivo necesario para que abandonaran recabar cualquier infor-mación, de tal manera que para no causarles trastornos de despla-zamiento, cursaron la oportuna Orden para ser interrogados en Huelva. Sin que ello significara que abandonaban la posibilidad de hacerles comparecer en juicio público, que previamente les anun-ciarían.
Solamente quedaba, el posterior Informe que la Policía Cientí-fica presentaría del análisis de la prenda, que tan de cabeza traía a Enrique, que tan contrariada tenía a Laura, que tantas sospechas levantaba en Lucía, y que tan claro tenía Julio...
En el laboratorio de la ESCI, habían examinado la prenda con anterioridad, previo consentimiento de la Policía Judicial, dado que así tendrían dos versiones de la misma y servirían para casar los resultados.
Las pruebas que aportaron en este Laboratorio del Centro, que se mantenía por indicación de la Policía en el más absoluto silen-cio, arrojaban después de un escrupuloso análisis, como resul-tado final algo tan ambiguo como interesante.
Dicho informe decía así:
“Habiendo sido analizado el tejido de la prenda objeto de es-tudio, por parte de nuestros técnicos, en el Laboratorio de esta Entidad minuciosamente, diríase que milímetro a milímetro, se
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han encontrado restos de sustancias de al menos cuatro conteni-dos diferentes…
En primer examen se percibe una sustancia, que bien pudiera ser sudor corporal, con un característico olor diferenciado de otro, de similares características e incluso otro más, que suma algún que otro componente distinto, cual es una sustancia sali-na probablemente de agua de mar, lo que explicaría muy bien su estancia en una playa.
En segundo término, se han encontrado composiciones minera-les de un determinado tipo de tierra muy localizada, es decir res-tos ferruginosos, material procedente de un tipo de sal de hierro o tierra conteniendo ferrita, lo que demostraría que el perro restre-gó con virulencia la prenda en un suelo, cercano a una instala-ción minera de estas características.
Ante tales pruebas, no queda duda alguna que la prenda y las circunstancias que le acompañan, determinan definitivamente que ha sido “protagonista” del hecho, en el caso que nos ocu-pa”
Firmado el Jefe del Departamento:
Manuel Osorio
En todo caso, reunidas y vistas las declaraciones posteriores de todos los implicados, las pruebas presentadas y contrastadas por la Policía Científica, el Informe del Médico Forense que atendió a Lucía en el accidente, la prueba pericial llevada a cabo por la ES-CI, y cuanto se pudo recabar acerca de los hechos y por parte de todos los testigos, aún faltaba algo que la Jueza descubrió a través de estudiar concienzudamente los informes periciales de las pruebas presentadas.
No se había prestado atención a la declaración que Julio hiciera en su día del comportamiento de Nemo, respecto a Enrique en el apartamento del primero.
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La declaración de Julio, cuando se efectuó al principio y no se conocían tantos datos como fueron recopilándose después, era clara y precisa, el perro había demostrado un comportamiento extraño, hasta aquel momento desconocido, y consultado con sus preparadores, éstos daban por seguro que algo intuía el perro, que delataba de algún modo la implicación de Enrique.
Se volvió a repetir la escena que Julio había presenciado, esta vez en presencia de la Sra. Jueza, con taquígrafos y varios testi-gos, con el fin de dar fe de la misma.
Se citó a Julio a declarar con la asistencia de su perro, sin ad-vertirle previamente que Nemo sería objeto de atención por parte de los jueces así como su comportamiento, al mismo tiempo fueron citados Enrique y también Lucía, para que las sos-pechas no recayeran definitivamente en alguno de ellos.
Estaba a punto de procederse a lo que a todas luces parecía un denominado “Juicio de Dios”, que en el Medioevo se utilizaba con mucha frecuencia, sobre todo en casos de difícil solución.
Abierta la Sesión, pública y previamente anunciada, un Policía presentó a Nemo la cazadora, celosamente custodiada como prue-ba esencial del caso, el perro olfateó la cazadora, siendo todos los presentes testigos, de cómo se encrespaba su pelo y enderezaba las orejas, no cabía duda de que reconocía aquella prenda, quedaba por descubrir con qué persona, objeto, o lugar podía casar este comportamiento del perro.
Hicieron pasar primero a Julio y acto seguido a Lucía y sin mediar palabra, al personarse por orden del Ujier de la sala Enrique, el perro comenzó a dar síntomas aún más evidentes, amenazante comenzó a gruñir de la forma en que había descrito Julio en sus declaraciones y la cosa llegó aun a más, pues co-menzó a lanzar ladridos inequívocos al ver a Enrique.
Los comentarios empezaron a surgir de entre los asistentes, un murmullo acusador señalaba que el caso quedaba resuelto, la Sra. Jueza pidió silencio y amenazaba con desalojar la Sala si volvía a
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producirse cualquier tipo de interrupción, por parte del público presente.
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CAPÍTULO VI
No quedaban dudas, el olor que desprendía la cazadora era el mismo que percibía Nemo en la persona de Enrique, sin que ello significara que la prueba fuera definitiva, al menos había una pista de trabajo para continuar con el caso de forma más exhaustiva, teniendo como principal sospechoso a Enrique, propietario de la prenda.
La Jueza dictó encarcelamiento cautelar para Enrique, la prensa se hizo eco del caso, un juicio paralelo comenzó en los medios, los titulares no se hicieron esperar y toda esperanza de permanecer en el anonimato por parte de Lucía se vino abajo, a partir de aquel momento se había convertido en la protagonista necesaria de una noticia que tenía todas las trazas de ser portada de periódicos y revistas:
Era la Ciega violada, por un compañero, también ciego...
A Enrique se le asignó un abogado de Oficio, pero la ESCI, quiso mediar en el asunto y consiguió que un miembro de su Ga-binete Jurídico, tomara parte en la defensa del mismo, con el fin de aclarar y sacar a la luz la realidad de los hechos en primera persona, y también por lavar la cara de la Institución, que se veía envuelta en un escándalo sin precedentes.
El come-come que sentía Julio, ya no encontraba límites, por fin se hacía justicia se confirmaban sus temores, sus conjeturas habían llevado a lo que él más temía el cabronazo de su mejor amigo le había traicionado de la manera que solamente los cobar-des como él podían hacerlo, cargándose lo que él más quería, el
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honor y la honra de su novia con la que tenía previsto un futuro envidiable por vivir.
La desbordante fantasía literaria de su amigo, le había llevado a pergeñar el más horrible de los crímenes, abusando de la con-fianza sin límites de quién se consideraba su mejor amigo, acaba-ba de escribir la página más repugnante de su historia.
¡Pero no se quedaría el asunto terminado, así como así...!
Se perjuraba Julio y repetía... que, el tiempo lo diría...
Quince días separaban el gran juicio, desde que Enrique que permanecía en prisión preventiva, hasta que se nombró una nueva vista en la que ya estaban todos citados por la Juez.
Sería un juicio casi televisado, pues había tal expectación que los periodistas trataban de buscar acreditación para estar presente, en ésta que parecía ser la vista definitiva del caso ya denominado:
“La ciega violada”.
Despertó tanto morbo, que en los medios, no se hablaba de otra cosa, era la noticia de actualidad y se seguía con todo el inte-rés posible.
La Jueza que para nada estaba dispuesta a hacer un circo de este lamentable acontecimiento, no se pronunciaba en señalar la fecha definitiva de la vista, los abogados de Enrique estaban con-vencidos de que éste era inocente. No pudieron encontrar contra-dicción en ninguna de sus declaraciones, que al comparar una con otras, coincidían siempre en lo principal, con escasas diferencias de matices, pero siempre de fondo permanecía la insistencia de Enrique de que él no había tenido nada que ver en el asunto, a pesar de que las pruebas confirmaran que era el principal sos-pechoso, juraba y perjuraba por lo más sagrado, que nada tenía que ocultar acerca de su participación en los hechos, que se con-fesaba inocente y así lo seguiría manteniendo, aunque fuera con-denado.
Los abogados que llevaban el caso solicitaban de la Jueza el aplazamiento de la vista, hasta recabar más datos aunque no lograron que fuera excarcelado, como prevención y posible huida
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según indicaciones de la Sra. Jueza, muy estricta en la aplicación de la Ley en este sentido.
Mediante el repaso exhaustivo palabra por palabra, párrafo por párrafo, los abogados encontraron una situación, que Enrique se-ñalaba como importante y que apenas se le había dado relevan-cia, porque todo apuntaba que lo más fácil era cargarle a él con la sospecha, que por otra parte, se testimoniaba con las pruebas pre-sentadas.
Decía Enrique y decía bien que apenas se hablaba y se in-vestigaba acerca del asunto de Roberto, de su aparición súbita en el escenario de los hechos, en los días que se encontraban en Cazones, de su antiguo noviazgo con Lucía, del rechazo de ella y su familia, de su media vista de la que gozaba igual que él, Rober-to.
Les hablaba del saludo más que sospechoso, que con un rictus sarcástico en su cara delataba cierto aire de venganza, que sólo él pudo percibir y un sin fin de detalles sobre esta aparición, que en opinión de Enrique y también de los abogados, no habían sido investigados, ni poco ni mucho, sencillamente no habían sido in-vestigados.
Volvieron de nuevo sobre sus pasos, Policía Científica, aboga-dos de la causa, la propia Jueza y abrieron un anexo al proceso, para dar una oportunidad última, antes de condenar definitivamen-te a Enrique, con el fin de recabar nuevos datos sobre el personaje que ahora aparecía, también como implicado.
El día que tuvo lugar la excursión de la ESCI al pueblo de Ca-zones, donde casualmente se encontraba la pandilla compuesta por Lucía y sus allegados, coincidía en efecto con la fecha en que se cometió el delito que se estaba juzgando.
Nadie ponía en duda el encuentro que tuvo lugar en dicha lo-calidad, así como la alegría aparente que demostraba Roberto al encontrarse con una antigua amistad, con la que había algo más que una simple... eso, una simple amistad pues a juzgar por el comportamiento de ambos, existía un profundo conocimiento y las
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efusivas muestras de alegría propiciadas sobre todo por parte de Roberto, indicaban esta realidad.
En lo que no estaban para nada conformes los Técnicos Moni-tores, que aquel día acompañaban entre otros a Roberto, era en la acusación y su implicación en los hechos.
Era totalmente comprobable que el chico no se había separado del grupo en ningún momento, había tomado parte en todas las actividades programadas para el día de la inauguración del Centro que habían ido a visitar, igualmente había participado en la comi-da, actos y demostraciones de las máquinas que se inauguraban junto con los locales ese mismo día.
Además existía documentación gráfica abundante, en la que se podía demostrar su presencia, durante la hora en que se suponía habían ocurrido los hechos, solamente tenían que hurgar en los vídeos y fotografías que formaban parte del viaje y encontrarían una amplísima presencia en ellas de Roberto. Sus Preceptores po-nían, como no podía ser de otra forma, todos sus archivos a dispo-sición de la Policía.
Por tanto todo apuntaba que aunque no fuera descartado Rober-to como sospechoso implicado, tenía la coartada perfecta para no ser imputado en los hechos.
A los amigos de Lucía ya no les cabía duda de que las sospe-chas, confirmadas paso a paso, daban como principal sospechoso muy a pesar de todos a Enrique...
El comportamiento que tenía en su relación con Laura, ponía de manifiesto, que aunque aparentemente todo discurría por cauces “normales”, en realidad no era así.
Laura esquivaba el temperamento impetuoso de su novio y en más de una ocasión, éste se veía rechazado por ella, pero no tenía prisa alguna sería una ardua tarea, al final estaba seguro de conse-guir la entrega total de su novia, que se resistía a darle lo que Lu-cía facilitaba a su amigo sin rechistar, es decir perdía la cabeza por él como le comentaba a Laura en tono amenazante, diciéndole a Laura: ¡que, quién era Julio más que él!... para que su novia ape-
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nas pusiera pegas a la hora de requerir sus caricias, que eran pú-blicas y notorias y en cambio, él se veía obligado a trabajar-se, hasta un simple y mínimo beso, que más bien tenía que arrancárselo y siempre estaba comparando el acaramelado com-portamiento de Lucía con respecto al suyo.
Por tanto a nadie que conociera este estado de cosas, le extra-ñaba que Enrique en un ataque de celos y también de envidia, hu-biera aprovechado una ocasión propicia, como la de convivir to-dos juntos, en el Camping, en la playa, sin apenas testigos y haber abordado brutalmente a Lucía, que mantenía una conducta permi-siva con su novio y que Enrique consideraba y así lo esperaba, también tuviera para con él.
Lucía estaba convencida de que así habían ocurrido los hechos, que en opinión de la Jueza, no abrigaba duda alguna y además encontraba a Enrique muy capaz de llevar a efecto una cosa así, pues en alguna ocasión, como suele decirse le había tirado los tejos, y cuando se encontraba con la negativa por parte de ella, éste aludía que lo hacía para probar la fidelidad que decía tener a su querido amigo Julio, que no había mejor cosa que confirmar esta fidelidad con uno de sus más reconocidos amigos y que la prueba la había superado, con nota.
Por otra parte pensaba Lucía que de mucho tiempo atrás Enriquehabía notado la influencia de Lucía, respecto a la mengua de amistad con su novio, sentía como Julio cada día estaba más tiempo cosa por otra parte natural, con ella que con él, y esta merma de protagonismo le tenía relegado a un segundo puesto.
Por esa razón a Lucía no le cabía la menor duda, de que quisie-ra romper la armonía que existía entre ella y Julio, aunque fuese a costa de perder también su amistad, aquello que repetía como una frase lapidaria Enrique tan aficionado a las citas literarias: “hay que morir, matando”... y que en esta situación tenía tan infe-liz aplicación. Aunque el auténtico problema lo tenía Julio, que era incapaz de asumir que su mejor amigo hubiera sido condenado, aunque fuera preventivamente, acusado por el delito de violación de su novia.
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No podía conciliar el sueño y se juraba que algo tendría que hacer él, para que no quedara impune semejante afrenta.
Sus amigos más íntimos, los Preceptores que le habían ayudado durante el transcurso de su formación en el Centro, su familia y la misma Lucía, le advertían constantemente de que la situación a que se veía sometido Enrique, no quería decir que se diera por hecho que había sido el autor del delito.
Era uno de los pasos previos que se seguía en la Investigación y aunque las pruebas presentadas en el caso, respondían a señalar a Enrique como autor de los hechos, todavía faltaba la condena definitiva y entonces y solo entonces podía darse por bueno que el condenado fuera su amigo.
La intervención de los abogados que defendían el caso por par-te de Enrique habían dado como resultado que Roberto, no podía tan siquiera ser imputado en el caso, pues era irrelevante para la causa, que se hubiera encontrado “accidentalmente” con Lucía el día de autos. Por tanto y siguiendo el consejo de la Sra. Jueza, se habían visto en la obligación impuesta, de no molestar más al mismo.
El tiempo pasaba sin que alguna novedad llevara otra versión acerca del caso que la que se conocía, los medios informati-vos perdían interés por el caso, los amigos de Lucía y Julio cada uno estaba ya inmerso en sus obligaciones, Laura sumida en un mar de dudas respecto a la autoría, que si no se demostraba lo con-trario, daban como culpable a su novio.
Laura visitaba con cierta asiduidad a Enrique, aunque una tarde que se disponía a visitarlo, le anunciaron que había sido trasladado sin más, a otra prisión a las afueras de Madrid, nada menos que a la cárcel de Alcalá Meco. El tiempo que un detenido en los cala-bozos de los juzgados puede permanecer como preventivo, se ha-bía sobrepasado y las instalaciones deberían ser ocupadas por otros imputados.
Julio, definitivamente convencido de la culpabilidad de su ami-go, al ser trasladado a una cárcel de ámbito penal, corroboraba lo que para él no tenía duda alguna, comenzó a elucubrar el plan ur-
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dido en su cabeza y que ahora encontraba la posibilidad de mate-rializar y llevar a cabo. Julio sabía, que es opinión extendida en-tre el público en general, que a los presos que son condenados por delitos de violación o estupro, los internos no les miran con buenos ojos, no les perdonan lo que ellos consideran, que además de ser un delito, supone una vejación de tal calibre comparar lo suyo con aquello que consideran una bajeza y un crimen realizado con cobardía y burla, y no perdonan tener que compartir con semejantes individuos el resto de sus vidas.
Por tanto nada más enterarse del motivo de la condena, les someten a los más feroces castigos y vejaciones, haciendo de ellos chivo expiatorio de sus penas, al tiempo que vengarse de la sociedad de alguna manera por lo que les ocurre.
Aquí encontraría Julio el terreno mejor abonado, para llevar a buen término su plan...
En una de las disimuladas visitas que le llevaron a visitar a En-rique, que aún gozaba del privilegio de un régimen especial de visitas, al no tener todavía una sentencia en firme, Julio tenía dis-puesto entrar en contacto con alguno de los penados, para propo-nerle un plan que su opinión no podía fallar.
En primer lugar debería familiarizarse con el ambiente, para lo cual era absolutamente necesario, visitar asiduamente a su “ami-go” y de esta forma no levantar sospechas respecto a la autoría de su plan.
Después quedaba elegir y proponer un “trato”, por el que su venganza se llevara a efecto, con las máximas garantías de éxito, para lo cual era necesario tener conocimiento de la persona a quién encargar el asunto, algo que dado su estado de invalidez no le resultaría nada sencillo, sin descubrir sus intenciones y buscar ayuda.
Sería a través de uno de los abogados, encargado de la defensa de Enrique, buscaría la fórmula de entrar con él en el Estableci-miento Penitenciario a través de las visitas mediante una autoriza-ción específica de la Jueza, que entendía la postura de Julio como
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una manifestación de perdón y acercamiento a su amigo en este trance tan penoso para todos.
Había buscado la complicidad de Lucía, para que estuviera de acuerdo con él en el sentido, de perdonar pero no olvidar, de tal manera que nadie pudiera tener el más leve pensamiento de que el plan urdido por Julio, tuviera nada que ver con la venganza. No era fácil encontrar, tanto el momento, como la persona, idó-neos para llevar a cabo el asunto.
Pero el azar y el destino se aliaron con Julio, en una carambola que él jamás hubiera podido pensar.
Un guardia del Centro Penitenciario, era nada más y nada me-nos que un conocido semi invidente, con quién había impartido las clases de adiestramiento de Nemo, durante el cursillo que tenían establecido para la concesión de los animales.
Habían compartido durante tres meses que duró el cursillo de adiestramiento de los perros, mesa y mantel, además de coincidir en las clases tanto teóricas como de prácticas, pues siempre procu-raban emparejar un invidente total con otro parcial.
Cuando descubrió a Andrés Fernández Quijano, que así se lla-maba el guardián en cuestión, con un perro amaestrado que con-trolaba la entrada de paquetes, enseres y ropas que los familiares llevaban a los presos, pensó que los dioses, ansiosos como él por hacer justicia, le habían propiciado tal encuentro.
Después de los saludos de rigor, compartido también por el abogado, que encontraba un aliado en esta persona, para por lo menos aliviar las colas de los cacheos, el paso por el arco de segu-ridad y un sin fin de requisitos a que se veían sometidos, cada vez que se personaban en las instalaciones de la cárcel, quedaron él y Julio en verse, para celebrar el acontecimiento del feliz encuentro, aunque en opinión de Andrés, era triste haberse visto en circuns-tancias que se le antojaban, como poco, desgraciadas.
No había tiempo que perder y Julio permitió que el abogado abandonara las instalaciones sin ser acompañado por él, ha-bía quedado en verse con Andrés en la Cantina, habilitada
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para dar servicio de todo tipo, tanto de cafetería como res-tauración, a los muchos visitantes, familiares y gentes de toda índole, que a diario transitan por aquellas dependencias penitencia-rias.
Explicado los motivos que le habían llevado a Julio hasta aquel lugar, poniendo en antecedentes a Andrés de lo que significaba el caso para el resto de su vida, aseverando que la pena que le pudiera caer a su amigo, nunca satisfaría plenamente tanto a Lucía su novia, como a él, y que como no confiaba para nada en la Justicia, estaba dispuesto a pactar con el diablo decía si así fuera necesario, para tomarse la justicia por su mano.
Andrés, que convenía con él, en asegurar que entendía muy bien su postura y su pena, tratando de convencerle de que conside-raba un desvarío las declaraciones de Julio, en cambio se apresuró a decirle que le hablara con total confianza, de “ese” plan que de-cía tener concebido, por si pudiera ayudarle en algo, aunque sin comprometerse, pues le adelantaba que él estaba allí por su com-portamiento probado y que no dejaba lugar a dudas, que había sido elegido entre un numeroso grupo de aspirantes, para ejercer de vigilante con el perro adiestrado y por ser semi invi-dente, lo que le confería unos puntos a su favor en contra de lo que muchos pudieran pensar. Pero que en tanto, en cuanto estu-viera en su mano, sin rozar tan siquiera la legalidad, estaría dis-puesto a colaborar con él.
Tenía sus dudas respecto a abrir su corazón Julio, al parecer a éste escrupuloso amigo de la Justicia, pero había que encontrar-se en su pellejo, y ya se vería como actuaría cualquiera otro en su caso. En primer lugar advirtió a Andrés, que esperaba el más abso-luto de sus juramentos, para guardar discreción acerca de lo que le iba a revelar, confiaba en su moralidad, al parecer a prueba de bombas, y que si su plan no le parecía pensado a la medida de su conciencia, no comprometiera su acción con lo que le habría de revelar y echara por tierra los esfuerzos y las horas de sueño roba-das, para llevar a término un plan que se le antojaba, tenía prepa-rado hasta el último detalle, una obra de artesanía decía con cierto triunfalismo.
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En ascuas Andrés esperaba con impaciente expectación los de-talles y pormenores, de un plan que ni remotamente se le ocurría pudiera llevar a cabo un invidente en una cárcel de altísima segu-ridad, con los más sofisticados medios de control, alarmas, siste-mas de video con cámaras internas y externas, en fin un desplie-gue de medios como para desanimar al más pintado...
La sorpresa vino cuando Julio relataba los pormenores, a quién pretendía hacerle cómplice en su plan, para “eliminar” a Enrique, a su amigo. Andrés pensaba que lo que le iba a proponer era su excarcelación, con algún rocambolesco plan urdido en el silencio-so mundo interior de los ciegos, conocía las famosas películas de fugas de cárceles de alta seguridad, pero aquella propuesta le co-gió de sorpresa y en principio su reacción fue la de estupor, la de alguien cogido fuera de juego, no sabía cómo reaccionar, qué decir, se quedó fuera de combate.
Como disculpa inmediata y sin que Julio se sintiera ofendido, ventaja de la que disponía Andrés al estar tratando con un ciego total, le insinuaba que para que su colaboración en el asunto fuera eficaz necesitaría, conocer con pelos y señales ese plan del que estaban hablando y sin que ello supusiera de entrada que estaba dispuesto a ser parte activa del mismo.
Quiso aclarar Julio de inmediato, que no le iba a pedir nada que atentara contra sus principios, tanto morales como de lealtad debi-da a su cargo, que en nada le iba a implicar de lo que tuviera que arrepentirse, pero que sí había una cantidad importante de dinero dispuesta, para llevar el plan a buen fin.
El plan consistía en:
Encontrar una persona dentro de la cárcel, que por dinero, es-tuviera dispuesta a terminar con la vida de Enrique, haciendo pa-recer que éste había sufrido un percance o accidente, que por otra parte al ser medio ciego, era aún más fácil de realizar que con una persona sin este problema añadido.
Que había pensado en todo, en la discreción por la parte que le tocaba, es decir él depositaría el dinero, que era una canti-dad importante, en un lugar o cuenta, o se lo entregaría a la perso-
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na designada por el preso que llevaría a término su encargo, sin preguntar absolutamente nada.
Que por su colaboración y, aquí entraba en el negocio Andrés, también recibiría otra importante suma, al menos era ese el con-cepto que tenía él, del premio de unos cupones del sorteo de la ESCI, que se quedó con ellos y tocó.
Como tantas veces había pensado, tenía este dinero en previ-sión de su futuro, aunque el asunto de ahora parecía situarlo en primer lugar de importancia, lo había preparado con el fin de re-solver la papeleta de vivir con Lucía con desahogo y sin la de-pendencia de tener que contar a toda costa de la venta de cupones, todos los días.
Una vez encontrada la persona dispuesta al trato, que Andrés elegiría mejor que nadie, consumada la muerte de Enrique, aquí paz y después gloria, nada ni nadie podrían descubrir lo que a to-das luces había sido un desgraciado accidente. Suponía Julio, y aquí ya recababa información necesaria por parte de Andrés, que sin duda habría sitios peligrosos, donde un traspiés, un inesperado empujón, una zancadilla oportunamente puesta a Enrique, daría los frutos esperados.
Andrés no salía de su asombro, primero por la meticulosidad y el aporte con todo lujo de detalles con los que le apabullaba Julio, había pensado, no en una sino en varias intentonas, hasta conse-guir el objetivo, y por otra parte el plan urdido no dejaba huellas o rastros detectables, aun sometiendo el caso a una buena investiga-ción, pues no había sujeto posiblemente sospechoso de delito, por tratarse de un preso de pocos días de internamiento y ello hacía suponer, que apenas hubiera tenido tiempo para enemistarse con alguien, además la minusvalía de la víctima, facilitaba la creencia del accidente.
Este era en principio el plan, en líneas que denominaba Julio como maestras y que si lo consideraba de interés podía perfilar más, con minuciosidad de relojero, si Andrés requería más preci-sión.
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Andrés no quería ser tajante a la proposición de Julio y le pro-metió pensarlo, e incluso le puso fecha para contestarle, un par de días, no fuera que en opinión de Julio, por cualquier razón cambia-ran la estancia un tanto precaria de Enrique y su encuentro “provi-dencial” con él, quedara en el olvido.
Como las visitas de Julio tampoco daban que sospechar, sino más bien era de pensar, que lo hacía movido por demostrarle a su amigo que pese a todo, entendía que lo ocurrido había sido fruto de una pasión incontrolada, el abogado le invitaba tanta veces co-mo pasaba a recabar información de Enrique, ello propició que el encuentro con Andrés fuera frecuente y le informara de los avan-ces en el asunto, que casi en clave le aseguraba marchaban por buen camino.
Andrés había contactado con el Jefe de Celdas, en las que se encontraban los presos más peligrosos y extremadamente vigila-dos, de condenas a varios años de prisión por delitos de toda índo-le.
Por regla general, los internos eran carne de presidio, con un vocabulario patibulario, sin moral ni conciencia, difícilmente recuperables para la sociedad y estaban allí aparcados, sin espe-ranzas de volver a ser libres, al menos por muchos años.
Sin embargo al funcionario al que habló Andrés, le parecía en opinión de éste, y le comentaba que proponer un hecho así a cualquiera de los presos, era echar todavía más mierda sobre estas víctimas, a veces por culpa de la sociedad, era un deli-to aún mayor, aunque este no estuviera tipificado como tal. Su conciencia le decía, que aparte de ser una canallada la utiliza-ción de uno de estos deshechos humanos, que se adocenaban co-mo guiñapos y aprovechar su estado para llevar a cabo la satisfac-ción de una venganza, le parecía de tan cruel y refinado compor-tamiento, que solamente a un descerebrado pervertido se le podía ocurrir..
.Claro que como el dinero mueve montañas, cuando este sujeto supo que se trataba de una considerable suma, que vendría a aliviar la precariedad de sus mensualidades, no dudó por un mo-
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mento en señalar a quién reunía todas las papeletas para llevar adelante y con facilidad el negocio, que podía dar por conseguido y con éxito, pues conocía a la persona que por un puñado de euros, mataría a su propio padre y a su madre si fuera necesario.
El plan pues estaba en marcha...
La persona, que en opinión del Jefe de Galería, reunía las con-diciones adecuadas para llevar a término con eficacia el crimen, era el “Genio”.
Eugenio López Oñate, alias el “Genio”, diminutivo de su nom-bre y también por su aspecto y semejanza con la del genio que se representa en las ilustraciones de cuentos infantiles saliendo de la maravillosa lámpara de Aladino, un gigante calvo con coleta, con gran mostacho, de aspecto terrorífico, condenado por una cantidad de años, que para cumplirlos tendría que nacer varias veces, con un currículum que ponía los pelos de punta, fichado y considerado como altamente peligroso, había cometido todas las tropelías, que durante su larga carrera se pueden cometer dentro de un Centro Penitenciario, le habían sido retirado todos los privile-gios, que los penados pueden conseguir por su buena conducta, había infringido todas las normas establecidas, era pendenciero y dominaba la situación de intendencia clandestina, como ningún otro.
Por tanto, no cabía la menor duda de que sería el candidato prefecto, el ideal, pues era un individuo sin conciencia y sin es-crúpulos, sin nada que perder, además aceptaba cualquier encargo, siempre que hubiera al medio compensación económica o en es-pecia, pues era el Capo de las sustancias llamadas sicotrópicas, que en el recinto corrían como el agua.
Convenía determinar para la buena marcha del encargo recor-daba Andrés la cuantía, o gratificación asignada en cada caso y en orden a la participación y riesgo de cada persona que tomaría parte en el crimen, en la faena, puntualizaba Andrés, para quitar la connotación peyorativa del término “crimen”, así que Julio se vio en la necesidad de cuantificar el valor económico a que ascendía el premio para tan siniestra faena.
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En principio había pensado en diez mil euros, si le parecía bien a Andrés, pues tampoco estaba muy seguro de que fuera sufi-ciente y podía elevar la suma hasta los quince mil, si fuera nece-sario. Así se lo propuso a éste, quién no soltó prenda de si le pare-cía mucho o poco, tenía que convenir con su socio en este nego-cio, y pensaba que en principio no debía decirle nada al respecto.
Ya se frotaba las manos Andrés, pues esa cantidad para reunir-la, tenía que pasar mucho tiempo y que al Jefe de Galería le ven-dría que ni anillo al dedo, para cumplir con un capricho al que se estaba aficionando más de la cuenta y en su casa ya sospechaban algo, se había enrollado con una sudamericana y todo el dinero disponible para su conquista era poco.
Por otra parte convino con Andrés su cómplice, que al “Genio” con dos mil euros, que habría que traducírselos a pesetas, unas trescientas treinta y tantas mil, en números redondos, iría más que servido y conforme, pues apenas tenía necesidad de nada, ya que dominaba la situación de los negocios privados mejor que nadie, ambos sacarían pues una buena tajada sin apenas esfuerzo y lo que era mejor, sin levantar sospechas por parte de nadie, pues la discreción de la que gozaba el “Genio”, quedaba fuera de toda duda.
Julio andaba preocupado por el tiempo, el abogado de Enrique insinuaba que llevaba el caso tan avanzado, que probablemente en menos de un mes, quedaría visto para sentencia y era muy proba-ble, según su opinión profesional, que saliera libre de cargos bajo fianza.
Lo cual colocaba a Julio en el disparadero y si quería llevar su plan adelante debería obrar con celeridad, así se lo hizo saber a los secuaces que llevarían a cabo la acción y éstos le aseguraron, que en breve tendría noticias en este sentido.
Julio había cumplido con su parte en el trato, retiró de sus aho-rros la cantidad acordada con el asentimiento de Lucía, los deposi-tó en una bolsa de ropa, que presumiblemente había solicitado Enrique y el resto fue coser y cantar.
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No habría entrega de ropa, pero sí el reparto del botín y en un par de horas quedó resuelto el encargo.
En la Galería Tres, corredor Uno, en el que una fila india con-ducía a los reclusos en la hora de salir al Patio, encontró el mo-mento propicio el “Genio” para llevar a buen fin su crimen.
Enrique ocupaba uno de los últimos lugares de la fila, vigilados cada poco más de diez metros por un guardia armado, corredor adelante hacia las escaleras de bajada al patio, el “Genio” per-manecía en su celda hasta que la fila y el lugar donde se en-contraba Enrique coincidió con la puerta de entrada de la celda, la puerta había sido previamente calzada, para que no se cerrara totalmente dejando espacio para que pudiera salir y colocarse de-trás justamente de Enrique, su verdugo, el “Genio”.
Tenía premeditado el plan de arrojarle de un empujón, en un descuido del vigilante, que ya quedaba en último lugar de la fila, por la barandilla de la galería, era fijo que con la altura considera-ble que había desde la Galería hasta el piso bajo, quedara muerto en el acto, además podía interpretarse como un suicidio, pues no sería la primera vez y tampoco la última, que un preso se aprove-chaba de esta circunstancia para quitarse la vida y de los sufri-mientos que acarreaba la vida carcelaria.
Por si no encontraba la ocasión propicia y fallaba en el intento, algo que debido a su reputación no se podía permitir, el “Genio” tenía otro plan para llevar a cabo, ya una vez en el patio organi-zaría una gresca, cosa muy común entre los internos, cerca del lugar donde se encontrara Enrique, aprovechando el caos, el “Genio” se acercaría y le asestaría una certera puñalada con un punzón que privilegiadamente había conseguido, se dis-persaría entre el bullicio y nunca podrían inculparle, pues se en-contraría en un lugar fuera de sospechas, ya no era la primera vez y con toda probabilidad que no sería la última, que este plan había dado resultados satisfactorios.
Pero primero había que agotar las intenciones puestas en mar-cha con el primer plan, y el “Genio” situado tras Enrique le puso delante de los pasos de éste, a manera de zancadilla, sus plantí-
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grados pies, con los que tropezó Enrique, que además andaba con cierta dificultad debido a la poca luz de la Galería y ayudado por un ligero empujón se encontró precipitado al vacío... en un momento y sin mediar grito alguno quedó literalmente planchado en el piso de la salida al patio, rodeado de una incipiente mancha de sangre, que iba aumentando poco a poco...
El Guardia que ocupaba el último lugar, inmediatamente pul-só el botón de alarma, las puertas quedaron bloqueadas automáti-camente, todavía con algunos reclusos en la galería y otros ya en el patio, todos los guardias permanecían estáticos, apuntando con sus rifles para entrar en acción al menor movimiento de sospecha por parte de algún interno.
Las alarmas concentraron en el espacio del patio y de las gale-rías, a un significativo número de guardias armados.
Los sanitarios, con las sirenas de la ambulancia a toda mar-cha, se hicieron presentes en la escena, que todos contempla-ban con estupor, hasta que los internos fueron conducidos de nuevo a las celdas.
En un primer examen los facultativos pudieron comprobar, que Enrique todavía mantenía la respiración, aunque la cantidad de sangre perdida daba idea de la gravedad de la situación, fue de inmediato trasladado a la ambulancia y acto seguido al Hospital más próximo.
En ningún momento se supo en el Centro el periplo que reco-rrió Enrique en busca de salvar su vida, en un primer paso fue intervenido en el Hospital y de inmediato una vez estabilizado, con transfusiones de sangre y goteros fue llevado a una unidad específica, pues al parecer debería ser operado de urgencia, prác-ticamente las lesiones internas sufridas eran de tal consideración, que sería un milagro que saliera indemne.
Julio tuvo conocimiento del hecho, por parte del abogado, que comunicaba a sus familiares y amigos el doloroso “accidente” y que en principio, no podía aportar detalles dado el secreto en que se estaba llevando la operación aunque todo apuntaba, según le
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habían informado en el Centro a que había sido un intento de sui-cidio.
Laura permanecía incrédula, ante la forma en la que se estaban desarrollando los acontecimientos, el encarcelamiento de Enri-que, que según opinión de su padre, opinión autorizada de un profesional, decía que era excesiva, ante un delito que todavía no estaba totalmente probado ni sentenciado y más aún, sin que hu-biera pruebas fidedignas de que él fuera el autor de los hechos que se le imputaban, ahora el accidente, en circunstancias que estaban por determinar, el aplazamiento conseguido por los abogados para la nueva vista de la causa, todo le parecía que se estaba ocu-rriendo en un contexto un tanto irregular y que no conducía al es-clarecimiento de los hechos.
Por otra parte había algo que también le daba vueltas en la ca-beza a Laura, observaba una frialdad e indiferencia hacia ella y sobre todo hacia Enrique por parte de Lucía, que daba por sentado que la condena de Enrique venía a poner las cosas en su sitio.
Todo hacía presagiar que con la muerte de Enrique, quedaría saldado el asunto de la violación de Laura, ya no haría falta remo-ver más el asunto, el aplazamiento del juicio ya no tendría sentido, si no había culpable, no era necesario tal juicio, además las prue-bas eran contundentes y la Jueza tenía otros casos de más enver-gadura que aquel, con lo cual lo que procedía era el cierre del Su-mario.
Pero la Justicia, que evidentemente es lenta, no siempre es in-eficaz...
La Jueza había recabado el Informe de los hechos acaecidos en la cárcel referente al caso de Enrique.
Le habían aportado el Parte pericial de los facultativos que le atendían, no había muerto y por tanto seguía habiendo caso.
La frustración de Julio, no se hizo esperar, aunque ya no tenía sentido verse con los secuaces que habían acordado con él la
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“desaparición” de Enrique, no lo habían cumplido en los términos esperados.
Por esta razón su disimulo se convertía en una actitud, de pena ante lo sucedido, como correspondía a la pérdida de un amigo en definitiva, aunque en realidad en su fuero interno, él estaba caria-contecido por haber fallado en el intento de llevar a sus últimas consecuencias su plan y además haberse tenido que desprender de una importante cantidad de dinero, para nada...
Los abogados volvieron a darse cita, los imputados nuevamen-te fueron llamados al Juzgado, se abría de nuevo el caso, que en principio parecía haber tomado otros derroteros, pues los testigos desconocían que a sus espaldas, se habían producido citas y decla-raciones de manera individual, registros en las casas de los testi-gos en busca de pruebas, incluso las aportadas por Delia y Luis eran para ellos desconocidas, hasta aquel momento, en que se retomaba el caso.
En una de las declaraciones, de las denominadas rutinarias o de puro trámite, Lucía había asegurado y aportado un dato nuevo, cual era que el agresor llevaba el reloj en la mano o el antebrazo derecho, algo inusual y que en efecto correspondía tal característi-ca y costumbre también de Enrique.
Este nuevo descubrimiento, era de por sí sólo, tan importante como para dar por zanjada la causa, que se estaba dilatando en el tiempo, sin embargo, en opinión de los abogados, no era una prueba concluyente, aunque admitían que era de mucho peso y como tal entendían, que el encarcelamiento de Enrique había esta-do más que justificado.
Por otra parte, y esto era algo que dejaba entrever la Jueza, de lo poco que se conocía del sumario, ninguno de los testigos usaba habitualmente reloj, debido a su minusvalía, en cambio Enrique sí porque como se sabía, conservaba parte de su visión y acercándose mucho el reloj percibía la hora.
Todo pues seguía en pie, a la espera de que Enrique saliera o no adelante del accidente ocurrido en la cárcel.
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Los informes aseguraban que se encontraba en estado grave, sedado, semi-inconsciente e incapaz de facilitar datos acerca del percance que había sufrido. Los médicos como es habitual no se pronunciaban acerca del estado del herido, simplemente esperaban que su juventud y los cuidados que le administraban dieran con una salida satisfactoria, pero la gravedad de las heridas inter-nas, que afectaban principalmente a un pulmón dejaban una inte-rrogación sin respuesta en el caso.
Había pues que esperar esa mejoría, si se producía, para poder reiniciar el juicio, debía ser con Enrique presente como princi-pal imputado y eso era para largo.
Los amigos se reunían siempre que la ocasión se presentaba propicia para ello, aunque ya no era lo mismo de antes, las suspi-cacias de unos hacia los otros habían levantado un muro, entre ellos, difícilmente superable.
Pero muy a su pesar tenían que permanecer unidos pues cualquier incidente o separación aunque fuera involuntario, podía ser interpretado como una huida y motivo de sospechas por parte de la policía, que aunque parecía haber archivado el caso, nada estaba más lejos de la realidad.
Ahora lo principal se centraba en los hechos ocurridos en la cárcel, una investigación secreta estaba teniendo lugar analizando las circunstancias que rodeaban el caso, se investigaba escrupulo-samente datos tales como: personal que ese día se encontraba de servicio, vigilantes con nombres y apellidos, relación de los cambios de guardia en la que se estudiaba, si había variación res-pecto a otros días y una serie de comprobaciones y rutinas por donde encontrar alguna anomalía.
Todo parecía encontrarse en orden, nada había cambiado apa-rentemente como para llamar la atención del grupo que seguía la investigación, pero el chivato de turno que los agentes de la segu-ridad siempre tienen introducidos como topos, habían detectado una euforia un tanto especial del “Genio”, que hacía ostentación de poseer más dinero de lo habitual, e invitaba a sus amigos a
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unas rayitas gratis y a otros, les facilitaba paquetes de tabaco, que por lo general había que conseguir con un grandísimo esfuerzo.
Siguiendo este camino, comenzaron a tirar del hilo. Solamente había que dar un poco más de tiempo, esperar que los topos fueran recopilando datos, comprar la integridad de los amigos más pró-ximos al “Genio”, aunque eso era realmente difícil e improbable, así como el de algunos testigos directos en los hechos, pero era tal el miedo que tenían del “Genio”, que solamente un loco o conde-nado a morir, se atrevería a dar ese paso y hacer de chivato.
Recordaban algunos a lo que se atrevía el “Genio”, desafiando todas las normas establecidas, bastaba una orden en cualquier sen-tido para que él y su grupo de allegados hicieran todo lo contrario, de nada servían los castigos que pretendían ser ejemplares, más bien al contrario, cuando esto ocurría y era llevado a la Celda de Castigo, salía aún más reforzado en su calidad de burla-dor de las normas. En otra ocasión fue internado en una Celda oscura, sin agua, apenas con aire ni ventilación durante seis días, porque había presumido ante su “clac” de admiradores, cogiendo a un hermoso gato del Director de la Prisión nada menos, entre sus manazas, pisó el rabo del mismo y estirando hasta conseguir in-movilizarlo, con una mano le retorció el pescuezo, hasta causarle la muerte, la cosa no quedó ahí en un ataque de bravuconería se acercó hasta el despacho del Director y arrojó el cadáver del gato en la mesa, entre una montaña de papeles.
Pero su poco talento, su primaria forma de comportamiento, el infantilismo que demostraba tener, aun después de haber cometido una fechoría como la de Enrique, denotaban la poca malicia con que actuaba en todos los casos, daba la impresión que lo hacía por diversión, para romper la monotonía y el tedio que producía la permanencia tan dilatada en el tiempo de la cárcel y en casi todos los casos empujado por su proverbial fama, que le obligaba a permanecer permanentemente en el candelero.
Ese era precisamente su punto débil, que no consideraba como grave lo que acababa de perpetrar y presumía de ello en la pri-mera ocasión que tuvo, no tenía sentido para él si no llegaba a ser de conocimiento público que el autor de los hechos había
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sido él, para nada estaba dispuesto a permitir que se le adjudicara tamaño hecho a otra persona que no fuera él mismo, su prestigio y su fama podían verse mermados y para nada estaba dispuesto...
Por tanto comenzó a dar explicaciones, sin que nadie se las pi-diera, para que se extendiera por todo el Centro la noticia de que él había sido el autor de lo que pensaba había sido un asesinato, craso error, porque el Director que no dudaba por un momento que en efecto fuera el responsable del hecho, había sido alertado por los agentes que llevaban el caso para que no tomara medidas en el asunto, con el fin de recabar pruebas suficientes e imputar al autor, y a tenor de lo ocurrido le habían “ordenado” al Director, dejara tiempo suficiente para que quien hubiera perpetrado la au-toría del frustrado crimen, “cantara” y sobre todo tener la certeza absoluta de cuáles eran los motivos que habían propiciado un cri-men, que sin duda nadie entendía, dado el corto espacio de tiempo de la presencia de la víctima en la Prisión.
Como el “Genio” no encontraba eco suficiente que le elevara a la admiración y él necesitaba para mantener su ego que así fuera, empezó a señalar al Jefe de Galería, e insinuar que: “más de uno sabía muy bien de que estaba hablando”.
Poco a poco se fue cerrando el cerco de la Investigación y llegó la hora de interrogar al Jefe de Galería, éste había tenido en pocos días más llamadas telefónicas que de costumbre, que el denominaba de casa, pero que habían sido registradas en un libro y seguidas con el olfato que la Policía tiene en estos casos.
Se había descubierto, el derroche que había tenido con la sud-americana, los regalos ostentosos con que le había obsequiado en pocos días y al mismo tiempo el despecho de ésta, motivo por el que le llamaba con tanta frecuencia, al sentirse engañada nada menos que con una de sus hermanas. Declaraciones que estaba dispuesta la dolida amante, a llevar hasta sus últimas consecuen-cias, con tal de perjudicar a quien le había traicionado.
La Policía estaba configurando un puzle en el que los persona-jes investigados, estaban tomando una posición concreta en el ta-
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blero, pero faltaba alguien más para completarlo y nada mejor que interrogar al “Genio”, primero para que se sintiera importante y en segundo lugar para que, mediante una treta de la policía, se sintiera traicionado, de esa manera el “Genio”, no les cabía la me-nor duda cantaría hasta quedarse afónico si era preciso.
Pusieron el plan en marcha, llevaron al despacho del Director al Jefe de Galería y cuando se personaban con el “Genio” en el des-pacho, sacaron del mismo al Jefe de Galería, no sin antes percatar-se que el “Genio” observara, cómo se le llevaban esposado.
Picó el anzuelo, cantó y contó, lo del soborno, lo del ciego del perro que venía a ver a la víctima, el dinero que había cobrado y repartido en un santiamén, la participación en el negocio del Jefe de Galería, pormenores de cómo llevo a cabo la acción de arrojar por la baranda de la Tercera Galería a la persona que le habían señalado y que tan siquiera conocía y todos los detalles de la ope-ración que le fueron requeridos.
Pero lo que más indignó al “Genio” fue enterarse, de que ade-más de que su confesión coincidía al pie de la letra con la del Jefe de Galería, cosa totalmente incierta, pues éste apenas había conta-do nada, tal vez por dignidad y pundonor profesional, fue enterarse que Enrique no había muerto y que su intento había fracasado, aunque reconocía que era la primera vez que le hacían un encargo tan fácil de llevar a efecto y fallaba, se prometía poner más esme-ro en la próxima ocasión y contestaba con una frialdad, que tenía fuera de sí al propio Director y a cuantos se encontraban presente en aquel acto. En consecuencia efectuó una declaración de auto culpabilidad, que despejaba cualquier duda.
Se le situó en la Celda de Castigo al “Genio”, y por toda la cár-cel corrió la noticia, a nadie extrañaba que viniendo de parte de tan afamado y sanguinario autor, no se fuera a tomar una medida de escarmiento que sirviera de lección al resto de los presos, con lo cual ni se alegraban del asunto, ni querían hacer comentario alguno, en evitación de sufrir algún correctivo, si demostraban simpatía, como había pasado en otras ocasiones de parecida traza.
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Julio fue detenido ese mismo día, y conducido en presencia de la Jueza que instruía el caso de Lucía, y que ahora se veía en la necesidad de abrir un anexo con el asunto de la cárcel.
La Jueza tenía ante sí las declaraciones confirmadas, tanto del “Genio”, como de los dos funcionarios de la cárcel.
Advertía a Julio de que a partir de aquel momento, queda-ban en suspenso todas las declaraciones, que bajo juramento ha-bían realizado, si bien ello no eximía de la condena que pudiera imputarse, por perjurio y ocultación de pruebas en el caso.
Igualmente la Jueza dispuso fuera detenido en los calabozos del Juzgado, en prevención de juicio y en tanto no tuviera lugar la vista del caso.
Eugenio López Oñate, alias el “Genio”, Andrés Fernández Qui-jano y Julio Menéndez Aguilar, encausados en el mismo auto fue-ron requeridos para ser juzgados en vista pública, a los ocho días de los hechos, como rezaba en el tablón de anuncios del Juzgado de lo Penal, Nº 18, Sala B, de dicho Juzgado.
Otra vez los medios de comunicación, familiares y cono-cidos de los encausados, todos los amigos implicados en el caso de Lucía, incluidos Delia y Luis, citados por si se precisaba su declaración y que obligatoriamente tuvieron que personarse, con un abogado de oficio.
El caso se había complicado con nuevos delitos, perjurio, ex-torsión, intento de asesinato, homicidio frustrado, soborno y un montón de artículos del Código Civil y Penal conculcados que daban lugar en aquella vista.
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CAPÍTULO VII
El día del juicio...
Como era de esperar, las miradas que se cruzaban entre los asistentes eran de muy diferente índole, todos buscaban la presen-cia de la persona de Enrique, que en principio no se sabía si acu-diría a la vista o no, pues al menos la presencia de su abogado en la Sala creaba esa duda.
De inmediato y antes de que apareciera la Jueza, esta vez asistida por dos letrados, en una silla de ruedas apareció Enrique, cabizbajo, más delgado que de costumbre, con un gotero aplicado a su brazo, en el que se descubría para que no quedara duda el reloj efectivamente en el antebrazo derecho, junto a él dos policías encargados de su custodia, que a indicaciones de la Jueza tomaron asiento junto a él, uno a cada lado.
Dio lugar el comienzo de la vista, esta vez la solemnidad del auto, se manifestaba por las togas, tanto de la Jueza, como de sus acompañantes, con puñetas y emblemas o distintivos del Cuerpo del Colegio de Jueces del Estado.
Un Crucifijo junto con la Biblia componía el Tribunal, en una superficie más elevada del resto del estrado.
Enfrente del Tribunal, había una especie de púlpito para to-mar declaración a los testigos y acusados, una señorita con apara-to de taquigrafía, completaba el resto de la Sala que también apa-recía repleta de personas, familiares de los encausados y periodis-tas.
La Jueza advirtió a Lucía, que fue la primera en ser inte-rrogada, que antes de prestar juramento, pensara en las conse-
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cuencias de perjurio a que podía exponerse, delito tipificado, caso de producirse, con varios meses de cárcel, exigencia que hacía extensiva a cuantos iban a prestar declaración acto seguido.
Lucía entre sollozos comenzó su declaración, alegando que además de ser ella la víctima, ahora se encontraba imputada en un nuevo caso, en el que su participación involuntaria había sido in-ducida por la tardanza en hacerse justicia, esto lo decía aleccio-nada por su abogado que quería sentar como premisa, que su participación en el caso de intento de asesinato de Enrique, tenía como causa principal el tomarse la justicia por su mano, ante la desidia de los Tribunales de Justicia, que no terminaban con un veredicto final.
La reacción de la Jueza, así como de uno de los Magistrados que se encontraban en el tribunal, exigieron de Lucía que se abs-tuviera de hacer comentarios, y solamente contestara a lo que se le preguntara por parte de los abogados de la acusación y de ella misma.
En cambio Lucía o no quería entender o parecía estar dispuesta a ser expulsada del estrado, porque continuaba con su alegato, de que no se quería hacer justicia con ella, tal vez, decía levantando el tono de su voz porque era una pobre ciega, sin recursos, sin abogados de elite y porque su caso apenas tenía importancia.
Recriminada y advertida nuevamente, decidió no contestar a las preguntas que le hacían, tanto a las puramente técnicas, como las que directamente le afectaban y trataban de saber, hasta qué punto ella había participado en el caso de intento de asesi-nato de Enrique, su negativa fue tan rotunda, que tuvieron que prescindir de seguirle interrogando.
Se llamó acto seguido a Julio, que como el resto de los citados, permanecía en una sala contigua a la que se llevaba a cabo el jui-cio.
Apareció esposado, sereno, acompañado por una señorita con uniforme de policía, le fueron leídas en alto las mismas adverten-cias que a Lucía, tomo posición en el estrado y comenzaron a rea-
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lizársele las preguntas, con poca variación, que le acababan de hacer a su prometida.
Le fueron leídas las declaraciones, en los puntos más importan-tes que habían realizado los funcionarios asignados en el caso, en la que su colaboración como promotor no dejaba lugar a dudas y solamente la Jueza, quería corroborar en aquel acto, las que había realizado también él en presencia de sus abogados.
Julio admitió, como no podía ser de otra manera, que en efecto cuanto allí se mencionaba, correspondía con lo ocurrido, y que en su descargo tenía que decir, que había obrado cegado por la ira, el deshonor, la venganza y en definitiva la impotencia, ante tan criminal acto, como el que se había cometido con su novia.
Nada más hubo que añadir por parte de los abogados y presen-tes en el Tribunal, ante una declaración que se presentaba, con una claridad meridiana, respecto a la participación de los hechos por parte de Julio,
Llegaba el turno de Enrique, quizás el más esperado, sobre to-do por los reporteros de diferentes medios, que se encontraban en la Sala Ayudado por los policías que le daban escolta, fue llevado hasta la parte frontal del Tribunal, con la silla de ruedas y la para-fernalia de los goteros y vendajes que componían una estampa de Enrique patética.
Apenas levantaba la voz, posiblemente porque su enfisema pulmonar se lo impedía, ante lo cual la Jueza se prometió ser breve y solamente quería saber su aportación en el caso del que había sido víctima, sobre todo quería descubrir, si se trataba de un intento de suicidio, un atentado en toda regla, o simplemente un accidente, que había provocado el estado en el que ahora se encon-traba.
Enrique se limitó a decir, que apenas recordaba otra cosa que fuera la del momento en que se vio volando sin motor y terminó acto seguido en un aterrizaje forzoso... y que poco más podía de-cir.
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Ante tales manifestaciones, se dibujó una sonrisa en los asisten-tes, al comprobar que la brevedad de sus palabras contestaba al preámbulo de la Jueza, con total contundencia.
Tocó el turno a Laura, que más que declarar sobre los he-chos, lo que hizo fue opinar, seguramente siguiendo los consejos de su padre, ampliando tal vez, lo que su novio no pudo o no quiso decir: “que habían sido muy rápidos en condenar a Enrique, con unas débiles pruebas y que sin embargo, en esta ocasión en la que existían pruebas más que sobradas, todavía no existía una condena en firme”...
En cuanto a la declaración de Luis y Delia, podría decirse que carecía de relevancia, al menos en el caso que ahora se juz-gaba pues tan siquiera estaban presente, en el día que se pro-dujeron los hechos, por tanto quedaba en puro trámite adminis-trativo su presencia en el juicio, aunque naturalmente les había ocasionado trastornos, también es cierto que la compañía que su-puso para Lucía su apoyo, en momentos tan difíciles como los que estaba viviendo, bien valía la pena tanta molestia, que ellos daban por bien empleada.
Lo que realmente todo el mundo estaba esperando, eran las declaraciones de los funcionarios de la Prisión, autores materiales de los hechos y dónde se encontraban las claves de todo el tin-glado montado para llevar a buen puerto el atentado contra la vida de Enrique, no solamente la expectación levantada por la concatenación con los hechos anteriores, que afectaban a Lucía mayormente si no porque, ahora se esperaba por parte de los me-dios, un escarmiento ejemplar de la Justicia, ante la corrupción evidente que suponía para la Administración, el encausamiento de dos funcionarios.
La sorpresa vino cuando un Ujier del Juzgado, recibió la orden de desalojar la Sala, ahora lo que iba a tener lugar, en opinión de los componentes del Tribunal, debería llevarse a término a Sala cerrada, con la presencia solamente de los imputados, abogados y el propio Tribunal, más los miembros del Cuerpo de Seguridad del Estado allí presentes.
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Pasó a la Sala en primer lugar el Jefe de Galería, venía con uniforme y todos los atributos, emblemas e insignias y distintivos correspondientes a su cargo y años de prestación de servicios. Contrastaba su figura en medio de dos policías armados y tam-bién uniformados, aunque había que observar que tal vez en atención a su cargo, éste no permanecía esposado.
Antes de subir al estrado para serle leídas las instrucciones impuestas por el tribunal, sin que hubiera mediado palabra alguna, en un rápido movimiento, apenas percibido por los allí presentes, el Jefe de Galería arrebató de la pistolera el arma reglamentaria de uno de los guardias que le daban escolta, sin que éste pudiera ha-cer nada para evitarlo, salió huyendo por la puerta que le había conducido hasta la Sala, mientras todos se quedaron petrificados, ante lo ocurrido delante de sus propias narices.
Antes de dar alcance a la puerta de salida, alertados de la fu-ga de un preso, que no era la primera vez que se producía, los guardias de seguridad y los policías que, en número necesario, vigilan las dependencias, dieron al traste con las intenciones del Jefe de Galería abriendo fuego, y sin distinguir un objetivo claro, éste cayó... de un certero disparo, que terminó con su loca huida y muriendo en el acto.
El juicio pese a todos estos incidentes, cuyo alcance tan solo conocían los componentes del Tribunal, los policías, y nadie más, continuó con su vista, esta vez tomando todas las precauciones, como era de esperar, ante la presencia y el turno del “Genio”, quien gozaba de una reputación, que obligaba a tomar todo tipo de medidas.
Con una serenidad rayando en el desafío, apareció la figura im-ponente, gigantesca, chulesca y hasta sonriente del “Genio” en la Sala.
Una mirada profunda, de perdonavidas, que dirigió a la Sra. Jueza, estremeció las profundidades más recónditas y los entresi-jos de ésta, que no podría decir si se sintió amenazada, halagada o presa de la mirada fría y calculadora, de lo que a todas luces era el prototipo de asesino que no figuraba en los tratados de psico-
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logía más recientes. El “Genio” dio tales muestras de conformidad de lo que allí se estaba cociendo, que sorprendía su asentimiento, a los cargos que se le estaban imputando, casi sin pestañear y sin negar naturalmente la mayor, estuvo de acuerdo, en admitir haber sido el autor de los hechos y nada tenía que alegar...
Cuando fue preguntado acerca de su complicidad con el Jefe de Galería, escupió al suelo como toda respuesta, y nada respondió al preguntarle acerca de si conocía o no al vigilante, medio ciego que andaba por las dependencias penitenciarias, como tantos otros vigilando sobre todo los exteriores y accesos a la cárcel. Solamen-te quedaba la declaración de Andrés, de quién al parecer el único cargo que pesaba sobre él, era haber facilitado tanto el acceso del dinero para el soborno, como haber mediado en el trato de Julio con el Jefe de Galería y éste, no negó en ningún momento esta participación, aunque lo que realmente buscaba el Tribunal, era saber si su participación directa en los hechos había sido premedi-tada o sencillamente, como quedó probado, solamente una colabo-ración necesaria en el asunto.
El único que realmente salió perdiendo en todo el asunto, fue el Jefe de Galería, que murió en el intento de fuga perpetrado en los pasillos de las dependencias judiciales.
Así rezaba el documento que acompañaba su cadáver hasta el Anatómico Forense, donde le sería practicada la correspondiente autopsia, antes de que sus restos fueran trasladados a su localidad natal.
También Enrique no había salido bien parado en este asunto, pues aparte de haber estado a punto de perder la vida, todavía se debatía por salir adelante y si no llegaba pronto un trasplante de pulmón, su vida aparte de correr serio peligro, dependería siempre de asistencia hospitalaria.
Por otra parte la sentencia que pudiera caerle a Julio, a Lucía, a Andrés y sobre todo al “Genio”, estaba aún por dictar y un nuevo intervalo de tiempo se abría, lo que significaba que esto era como el cuento de nunca acabar, en opinión de Laura...
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Se sucedían los días, pero cada vez parecía estar más liado todo el asunto de Lucía, ahora con las complicaciones y con lo nuevo de Enrique, ella como los demás, tenía la sensa-ción de que su caso había perdido vigencia, ante la importancia del caso de Enrique, que se encontraba en fase de solución, y quien sabe si como le había ocurrido a ella, un nuevo aconteci-miento no daba al traste también con este.
Se estaba dando cuenta que su caso, realmente comparado con el de su ex amigo, carecía de importancia, si bien le había costado la pérdida de su novio y encontrarse encausada en unos hechos que todavía no sabía hasta que punto le podrían complicar su vi-da, había perdido la amistad y estima de su amiga Laura y en defi-nitiva lo que comenzó siendo un tropiezo por parte de Enrique, había terminado con auténticos tintes de tragedia.
Lucía que contaba con la colaboración del Centro, recababa in-formación por parte de los abogados que se habían personado en la causa, tratando de ver si era posible retirar los cargos, para que al menos Enrique se sintiera aliviado con esta decisión, aunque de poco le valdría a su novio tomar semejante postura, sin tan siquie-ra consultarlo con él.
Era una decisión poco meditada, y como le indicaban sus abo-gados, fruto seguramente de los días de angustia a que se habían visto obligados a vivir todos los encausados, por otra parte en nada cambiaría tanto la vida de Enrique principal imputado, que se enfrentaba a una lucha sin cuartel por salvar su vida, así como la de Julio que se sentiría frustrado, defraudado y sin dinero al haber intentado limpiar el nombre de una novia, ultrajada, man-cillada y violada.
Retirar los cargos, a estas alturas de la causa, sería poco menos que convenir en dar la razón a Enrique, que en ningún momento se había declarado culpable, a pesar de que todas las pruebas apunta-ban y demostraran lo contrario.
Además con ello no conseguiría acelerar el proceso, que mar-chaba en opinión de los letrados viento en popa, pues ellos tenían
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casos pendiente de veredicto que llevaban años esperando, y éste a raíz de lo sucedido en la cárcel, tenía visos de ser re-suelto en menos tiempo de lo previsto.
Le daban la razón en una cosa, y es que comprendían perfec-tamente el hastío a que había llegado con tanto embrollo, las com-plicaciones añadidas al caso, lo sucedido en los Juzgados, todo el trámite de una complejidad inteligible, para ellos que eran letra-dos, cuanto más para la gente de la calle, la evidente puesta en escena por parte de los medios, que habían mellado la convivencia entre los amigos y en las propias familias, que se encontraban se-ñaladas públicamente. Todo ello llegaba a causar tal deterioro en la vida corriente y ordenada de la gente, que no les extrañaba lle-garan a tomar decisiones como la que ahora apuntaba Lucía, con tal de acabar con este tipo de alteraciones, que habían hecho cam-biar su vida de manera determinante.
Sin embargo le aconsejaban se lo tomara con calma y cierta fi-losofía, los pasos ya estaban dados, lo que fuera a suceder ya no estaba en sus manos cambiarlo, tenía que estar preparada para todo, incluso para ser condenada por perjurio, ocultación de da-tos o cualquier imputación documentada que pudieran aportar sus Señorías.
Lo mejor era olvidar, que no abandonar, el asunto por una temporada, el tiempo todo lo allana decía uno de los abogados y cuando menos se lo esperara vendría la solución a sus proble-mas. Lucía les preguntaba a sus abogados, si tenía que permanecer en Madrid por si era requerida o podía ausentarse durante una temporada, tal y como le estaban aconsejando, con el fin de olvi-dar o mejor aparcar, todo el tema.
Habían pensado tanto Luis como Delia, que podía aprovechar el viaje de vuelta, una vez testificado ante el Tribunal, lo que le daría cierta calma que en estos momentos necesitaba, para refle-xionar y llevar un poco de paz a su conciencia.
Uno de los abogados dijo, que siempre que dejara constancia de los motivos por el que se ausentaba y también el lugar y la
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dirección exacta en la que pudiera ser localizada, creía que no se-ría difícil conseguir de la Jueza, dadas las circunstancias, un per-miso por un determinado número de días y bajo la responsabilidad de sus abogados.
Así se tramitó y Lucía se comprometía a estar de nuevo en Madrid, en un espacio no mayor de quince días hábiles, a presen-tarse diariamente en la comisaría o Cuartel de la Guardia Civil de la localidad donde ubicaría su residencia temporal y a guardar secreto de la vista y no efectuar declaración alguna en medios de comunicación y sobre todo, le hacía la Sra. Jueza res-ponsables del incumplimiento de alguna de estas normas a los abogados, que ella libre y voluntariamente había asignado para su defensa.
Lucía aunque eran muchos los requisitos que se obligaba a cumplir, quiso contar con la aprobación de Julio, pero le fue dene-gada la entrevista por estar incomunicado, por orden de la Jueza que llevaba la causa.
Aunque le parecía una traición, abandonar aunque fuera por un tiempo mínimo a su suerte a Julio, decidió darse unos días de descanso con su amiga Delia, que estaba encantada con esta deci-sión y prestarle toda su ayuda sin condiciones.
Mientras en los despachos de los abogados de las partes, se es-taba recibiendo el veredicto de las sentencias para cada uno de los imputados, era verdaderamente sorprendente la celeridad con que se habían resuelto las mismas y no recordaban en sus muchos años de carrera, que asuntos tan enrevesados, se hubieran solucionado en tan relativamente poco tiempo, por lo que se alegraban, pues todos tenían material suficiente en que ocuparse y un alivio de esta naturaleza era muy bien recibido.
Las sentencias quedaban a la espera de ser impugnadas o ele-vadas a otras Instancias Superiores, entiéndase al Tribunal Supre-mo o similar, por cuanto tenían un carácter puramente informativo y oficioso a los letrados, no pudiéndose hacer uso de las mismas, hasta que fueran públicas y comunicadas a los implicados.
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Eran sentencias en opinión de los juristas sujetas a ley, de difí-cil aplicación y muy trabajadas y meditadas, teniendo en cuenta la imputación en los hechos de varios funcionarios, y la posterior incidencia, con resultado de muerte por parte de uno de ellos, lo que podría llevar a tener que abrir un nuevo expediente por lo ocu-rrido en el Juzgado y que retrasaría en extremo la causa.
Por tanto había que felicitarse, en primer lugar por haberse con-seguido la resolución del caso, y después porque las penas pro-puestas para cada uno de los imputados, daban como consecuen-cia la magnanimidad de la Sra. Jueza, que sin duda se había cu-rrado bien el caso.
El documento oficial que se remitió a los abogados decía así:
Juzgado Nº 18, Sala B
“El Juez en Primera Instancia, Titular del Juzgado de lo Penal, hace saber”:
“Que, vista la causa por la que se imputa a los abajo seños, acusados en la participación de los hechos y cuyas circunstan-cias, lugares y fechas se indican, juzgados en vista pública y se-gún los artículos requeridos por la ley para este tipo de encausa-mientos, tiene a bien formular y formula la siguiente sentencia”:
“Que el acusado D. Julio Menéndez Aguilar, como autor- induc-tor de los hechos imputados, que dieron como consecuencia el acto criminal, llevado a efecto en la Prisión de Alcalá Meco, en las circunstancias que se describen en folio aparte, es res-ponsable de hecho y cohecho, siendo sentenciado en aplicación de la ley vigente, que para este delito se encuentra tipificado en los ar-tículos, que aparte se mencionan, y correspondientes al Código Civil y al Código Penal. Vengo a condenar y condeno al imputado: a Siete años de pena mayor, e indemnización a la víctima o sus familia-res, en la cuantía de seis mil euros”.
“A l acusado y juzgado D. Eugenio López Oñate, alias el “Genio”, reincidente, autor material de los hechos, en cumplimiento de va-rias condenas por delitos imputados con anterioridad a los hechos,
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con el agravante de alevosía, premeditación y estando privado de libertad.
Vengo a condenar y condeno al susodicho: a Diez y Seis años y un día de prisión mayor, y a la indemnización de doce mil euros en concepto de daños y perjuicios a la víctima o sus familiares”.
“Al acusado y juzgado D. Andrés Fernández Quijano, em-pleado Vigilante en Funciones de la Prisión de Alcalá Meco, igualmente al imputado en los hechos, se le condena: con la destitu-ción del cargo e inhabilitación para ostentar cargo público, por un periodo no superior a Diez años y a indemnizar a la víctima o sus familiares con la cantidad de tres mil euros”.
El caso desgraciado del funcionario, que a petición de sus compañeros, no se alude ni se hace público su nombre, no existen pruebas concluyentes de su causa, al ser interrumpida la misma por los hechos desgraciados, acaecidos en el propio Juzgado.
Todo lo cual pongo en conocimiento de Vuecencias, cuyas vidas guarde Dios muchos años.
Firmado:
La jueza del Tribunal
Laura herida en lo más profundo de su corazón, sin tener toda-vía nada claro en la participación del asunto de Lucía por parte de su novio, algo que en cambio todo el mundo daba por sentado, fue avisada desde el Hospital en el que se encontraba ingresado Enri-que, siempre con la compañía de un policía, que era relevado cada ocho horas por otro nuevo compañero, del empeoramiento de En-rique.
Sus constantes vitales habían variado en cosa de pocas horas, nada se podía hacer, como no fuera mitigarle los síntomas que acompañaban a su respiración cada vez con más complicaciones. El esperado trasplante que pudiera salvarle la vida, tardaba en llegar y el desenlace final, se presentaba en cualquier momen-to como definitivo.
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Esta vez acompañada por sus padres, se personaron en el Hospital, donde todo fueron facilidades, para presentarles la documentación requerida por parte del padre de Laura, que pare-cía interesarse por fin, en el asunto que tanta tristeza causaba en su hija.
También estaban allí familiares y allegados a Enrique, que se-guían la trayectoria del caso, que apenas habían tenido ocasión de conocer a Laura, y ahora ya era tarde, pues en los pasillos corrió la voz de que Enrique había fallecido...
La indignación de Laura y la emotividad del momento hicieron que montara un número de tal envergadura, que gracias a la mediación de su padre no llegó a mayores, pues ésta amenazante, se enfrentaba a facultativos, policías y a quién cayera en su ca-mino. Abandonaron el recinto, no sin antes personarse en el des-pacho de la Dirección del Hospital, presentarse con sus credencia-les el padre de Laura y exigir un informe exhaustivo y completo, del tratamiento seguido en el caso de Enrique, que debería estar disponible en la mesa de su despacho, en un espacio no superior a dos días, con tal contundencia pronunció este requerimiento, que el propio Director del Hospital, se comprometió personalmente a hacérselo llegar lo antes posible.
Al despedirse de los familiares de Enrique, el padre de Laura que comprendía la tensión del momento, quiso llevar a su ánimo un poco de esperanza, haciéndoles saber que se iba a hacer cargo del asunto aunque, desgraciadamente como le ocurría a su hija, nada ni nadie podía devolverles a su ser querido, pero al menos sí se haría justicia en un caso, que en opinión de su hija, de él mismo y a la vista de los acontecimientos, se había obrado con bastante negligencia, algo que él debido a su cargo, no iba a permitir ni podía dejar pasar por alto.
La noticia del fallecimiento de Enrique principal encausado en el delito de la violación de Lucía, corrió como la pólvora en los medios y se abrió de nuevo el filón, ya a nadie se le ocultaba que
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la trama y complicación que había adquirido el caso, era digno de un buen guion de cine o por lo menos de novela.
El culebrón estaba servido, era cuestión de prolongar en el tiempo el asunto, midiendo y dosificando la información, aunque los titulares de los periódicos aquel día eran evidentemente ten-denciosos y espectaculares y más aún en los medios tenidos por sensacionalistas y pasto sobre todo para revistas del género.
En efecto la publicidad de los medios, la televisión y la radio, pusieron en la primera plana de los tabloides, la noticia a grandes titulares aunque con una mínima explicación, con el fin de alimen-tar y dar largas a lo que se prometía una interminable fuente de noticias.
Los periódicos de ámbito nacional aquel día aparecieron con ti-tulares parecidos o casi iguales al siguiente:
“CASO DE LA CIEGA, VIOLADA POR UN COMPAÑERO“
EL PRINCIPAL SOSPECHOSO ACUSADO Y EN LA CÁRCEL, MUERE EN UN HOSPITAL ASESINADO POR UN SICARIO SOBORNADO, EN LAS PROPIAS DEPENDEN-CIAS PENITENCIARIAS”
Este era uno de los muchos titulares, aparecidos en la prensa y manipulado por un avezado periodista, que manejaba los hilos y la forma de llamar la atención de los lectores con singular maestría. En cambio no daba nada nuevo en el texto de su columna, que no fuera ya de dominio público, se dedicaba, abundando en lo cono-cido, a elucubrar, a dejar caminos abiertos, a sembrar dudas, pero no aportaba nada sustancial o primicia alguna.
En una palabra especulaba con lo que probablemente, nunca podría saberse, como era el hecho de que si faltaba el primer im-plicado, sobre quien recaían las sospechas, tal como habían de-mostrado las pruebas, ya difícilmente se podía probar algo por otra parte innecesario, cual era saber si había más cómplices en la agresión salvaje sufrida por parte de la víctima, la ciega.
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Otra vez se abrían las heridas en la pobre Lucía y su nombre volvía a aparecer en las portadas de periódicos y revistas, aun-que ella no pudiera verlo, las noticias le llegaban íntegramente y con tanto detalle, que le parecía estar viéndolas escritas, sobre todo en los titulares que dado el tamaño y color de los mismos aparecían espectaculares, como anuncios de cine, le decía su ami-ga Delia, que a petición de la propia Lucía no quería le fuera ocul-tado nada.
Gracias al menos que su imagen permanecía en el anonimato, su nombre podía ser relevante o no, pero su imagen nunca sería identificada con la de los titulares, aunque en un lugar tan pequeño como el pueblo donde se encontraba y dado la trascendencia del asunto, muchos de los habitantes de aquel lugar se preguntaban si ella no estaría empeñada, al menos, en conocer los intríngulis del asunto, aunque solo fuera por empatía con su estado y lo que en todo caso le había ocurrido a una persona como ella, limitada en sus funciones por causa de la ceguera.
Para no tener que dar explicaciones a las personas que ya co-menzaban a hacerse preguntas, en el parecer de Delia totalmente impertinentes, y por otra parte no poner en evidencia a sus ami-gos, que estaban en todo momento informándole de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, Lucía tenía previsto abandonar el pueblo, además de acudir al sepelio de Enrique, que se presumía sería doloroso para todos y para ella aún más, porque en cierto modo se sentía culpable de todo lo ocurri-do, a pesar de ser ella también una víctima.
Se encontraba en el dilema de que si no acudía, su falta podía dar lugar a que pensaran, se trataba de una venganza frustrada por encontrarse su novio en la cárcel y condenado por algo que a na-die se le escapaba, había sido preparado en colaboración con ella, a pesar de que no se hubiera podido probar nada en este sentido que hubiera podido inculparla.
Por otra parte si asistía al sepelio, se encontraría en una situa-ción bien comprometida, primero respecto a los familiares de En-
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rique, que sin duda tendrían muchas preguntas que realizarle, y en segundo término la presencia ineludible de la prensa, que la inter-pelarían para sonsacarle si ya se sentiría satisfecha y si creía que se había hecho justicia, aunque se hubiera llevado por delante a su ser más querido a Julio, quien en último extremo había pagado las consecuencias de ser víctima y verdugo, y cosas de parecido corte, a las que tendría que enfrentarse.
Todas estas consideraciones, que comentaba con sus amigos, que por supuesto estaban dispuestos a acompañarla, así como el dispositivo dispuesto para que un blindaje por parte de la Poli-cía lograra la privacidad de los asistentes a los Oficios fúne-bres, hicieron que la decisión de Lucía estuviera tomada, con todas sus consecuencias, para presentarse en el entierro de Enrique.
Sin otras consideraciones Luis y Delia prepararon la “Came-lla”, esta vez para algo bien distinto, a lo que habían vivido el ya remoto verano.
Ahora de nuevo se verían con sus amigos, algunos como Julio, encarcelado y condenado a una pena que daría al traste con todos su proyectos e ilusiones, con Laura a la que sin comerlo ni beberlo le habían arrebatado el amor de su vida y seguramente que con Roberto, que se había visto de forma tangencial envuelto en el asunto, aunque para su fortuna había salido indemne en el asunto.
Pero...
¿Qué había sido de Félix, de quien nunca se había hablado...?
Curiosamente Luis había recordado, que cuando se imputó a Enrique el asunto del reloj en la mano derecha, él creía recordar que también Félix tenía esa costumbre. Lucía dio un respingo en el asiento de la “Camella”, interpelando a Luis y preguntán-dole:
¿Cómo has podido tener oculto un dato tan significativo...?
¿No te das cuenta, de que este pequeño detalle, podía cambiar el curso de los acontecimientos...?
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Y continuaba diciendo, un tanto excitada:
Suponiendo que Félix, nada tuviera que ver con relación a los hechos...
¿Por qué, no se ha mencionado nada de este personaje, en el que nadie ha pensado... y que ahora aparece en escena...?
Luis se defendía como mejor podía, de lo que parecía tomar cuerpo de acusación por parte de Lucía, poco menos pareciera que él fuera un encubridor y se esforzaba en hacerle comprender a su amiga, que el comentario, se le había ocurrido de golpe, al pensar en la asistencia al entierro de todos los que habían compartido las vacaciones, sin más...
Todas estas y mil preguntas de parecida traza, empezaron a vo-lar sobre sus cabezas, estaban de acuerdo que aunque pareciera mentira, a ninguno se les había pasado por la imaginación implicar a Félix , que solamente les acompañó durante el via-je de regreso de vacaciones y a quien le unía una estrechísima amistad con Julio desde su niñez, además, si alguien tenía que haber mencionado a Félix, era precisamente Julio, quien convivió con él una temporada, aunque corta, en el apartamento y quien más datos conocería de su íntimo amigo.
De nuevo, volvieron a cabalgar los fantasmas, las suspicacias, las dudas...
Estaban tan hartos y hastiados de todo este asunto, que no vol-vieron a tocar el tema en todo el viaje...
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CAPÍTULO VIII
La “Camella” hacía acto de presencia ante un numeroso grupo que se apiñaba a las puertas del Instituto Anatómico Forense, cerca del Hospital de San Carlos, donde había pasado sus últimos días Enrique y también no muy lejos del Centro de la ESCI, así como de la casa de Laura.
Se estaba organizando el cortejo fúnebre para dar sepultura a los restos del infortunado. Junto a estos restos se encontraban sus familiares, una infinidad de coronas y ramos de flores, con cintas alusivas al nombre e identidad de sus donantes, entre los presentes destacaba sobre todos una señora muy compungida, que por su aspecto y edad bien pudiera ser la madre de Enrique.
No muy lejos de ella, acompañada por un Preceptor se encon-traba Laura, llorosa, afligida, y junto a ellos también se encontra-ban otros invidentes más, así como varios números de Agentes del Cuerpo de la Policía.
Lucía abrigaba todo tipo de temores en cuanto al recibimiento, pensaba que sería objeto, al aparecer allí de sopetón, de todo tipo de especulaciones, pero estaba preparada para todo..., incluso para darse media vuelta y desistir de su empeño en asistir al sepelio de Enrique por quien en el fondo sentía una profunda pena.
Nada pareció alterarse en el orden ante la aparición de Lucía Delia y Luis.
Lucía se adelantó de los tres, y pidió a Delia le llevara delante de Laura, esta al notar su presencia se fundió en un abrazo, sollo-
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zando con su amiga a la que daba por perdida y en aquel acto pa-recía recuperar de nuevo, se sucedieron los saludos con Delia y Luis y la que parecía la madre del difunto y que efectivamente lo era, dando un paso adelante, armándose de valor se deshizo de quienes estaban consolándola, y dirigiéndose hacia donde se en-contraba Lucía, sin mediar palabra, le propinó un bofetón, que estuvo a punto de dar con ella en el suelo, al tiempo que elevan-do su lastimera voz la increpaba diciéndole, que ella era la causa de tanta desgracia, algo que Lucía ya se le había pasado por la mente pudiera ocurrir.
Sin mostrar síntomas de enfado o malestar, entendiendo la postura de esa madre, que había perdido a su hijo en circunstan-cias realmente trágicas, Lucía no pronunció palabra se hizo un elocuente silencio, entre todos los presentes y no fue el asunto más allá.
Laura disculpaba el comportamiento de la mujer, y decía que sus actos eran producto de la desesperación le quitaba importan-cia, pues de hecho ella también era la primera vez que tenía cono-cimiento de su existencia y no había cruzado palabra alguna con ella.
Cuando se hubo organizado el cortejo fúnebre tanto Laura como Lucía y sus amigos de Huelva, decidieron no hacerse pre-sentes en el acto de cremación, pues no tenía sentido clavar más hondo el puñal de su dolor.
Acompañaron a Laura a su casa, ésta vez no por cortesía, sino porque necesitaba del desahogo con sus amigos, Laura insistió en que le acompañaran el mayor tiempo posible, al menos hasta que iniciaran el viaje de vuelta a su pueblo.
No supieron negarse a esta invitación, hecha por Laura con la vehemencia y el acompañamiento de sus lágrimas, Luis y Delia quedaron realmente sorprendidos de la grandeza y lujo que por todas partes se apreciaba en la casa, entendiendo ahora mejor que nunca lo sincera que era al compartir amistad, con personas como ellos y la propia Lucía, que ni en sus mejores sueños po-
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drían compararse con tanta opulencia, que además y en eso reco-nocían la humildad de Laura, jamás había hecho ostentación alguna de ello.
Consiguió Laura convencer a sus amigos, para que el resto de ese día compartieran con ella y su papá la mesa, pues era prácti-camente la hora de la comida, y tanto ella como su papá decía se sentirían muy honrados de comer con ellos.
Tanto atrevimiento creó un estado de nerviosismo en ellos que Laura apreció de inmediato, tratando de hacerles entender que la presencia de su padre no perturbaría para nada la sinceridad que ellos tenían entre sí, decía Laura para calmarles que tenía tal con-fianza con su padre, que conocía perfectamente por las descrip-ciones que ella le había dado acerca de sus amigos, quienes eran unos y otros.
A propósito de sinceridad, decía con cierta gravedad Laura, dirigiéndose a Lucía:
Quiero que sepas Lucía, que papá va a tomar cartas en el asunto de Enrique...
Está dispuesto a petición mía, llegar hasta sus últimas conse-cuencias, lo que significa que con toda probabilidad se volverá a reabrir el caso, tu caso, porque para nada ha quedado claro que fuera Enrique tu violador, aunque las pruebas presentadas por la Policía así lo atestiguaran.
Dice papá continuaba Laura que ha encontrado muchos de-fectos de forma en la Instrucción del Sumario y que su gabinete, que estudia el caso, ha encontrado suficientes pruebas como para revocar el mismo.
Tanto Lucía, en cuanto afectada principal, como sus amigos, escuchaban estas declaraciones de Laura, como suele decirse con la boca abierta, pues ellos habían dado el caso por zanjado, máxime cuando como en su caso, su novio Julio en un arrebato y llevado por la lealtad a ella, había cometido un delito, de la enver-gadura que todos conocían.
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No sabía por tanto qué contestar Lucía a su amiga, no sabía si tenía que alegrarse por la buena nueva que le anunciaba, o por el contrario, pensar en verse envuelta una vez más, y con esta ya sería la tercera vez, en los titulares de los periódicos, que sus auto-res como buitres aprovecharían para arrojarse contra ella una vez más.
Sonó la puerta de entrada y Adela recogió el maletín de mano que traía el señor, éste se adentró en el salón donde se encontra-ban los amigos y Laura, comenzaron las presentaciones, que aun-que obvias eran de rigor, y pudieron contrastar los visitantes que el padre de Laura tenía un temperamento, sereno y abierto y una dulzura y educación en sus palabras, que recordaban necesaria-mente a Laura.
El padre de Laura y sus invitados, ya sentados a la mesa para comenzar la comida, que serviría Adela, comenzó disculpando la ausencia de su esposa, que se encontraba reunida con unas amigas organizando la Campaña de Postulación contra el Cáncer, de la que formaba parte como Presidenta.
Decía alegrarse, al tiempo que les agradecía su presencia, de tener ocasión de conocerles y más concretamente en su casa, pues como suponía que su hija ya les habría puesto en antecedentes, en cualquier caso el encuentro se produciría no tardando mucho, puesto que se iba a encargar de abrir nuevamente los casos, tanto de Enrique como el de Julio, porque decía, y aquí prestaba aún más atención Lucía si cabe, tanto en uno como en otro, y aunque formaban parte del cuerpo de la Instrucción ambos, había encon-trado una serie de negligencias cometidas, desde luego sin nin-guna intención, que puede que hasta la pena que le habían pues-to a Julio pudiera verse alterada, para disminuirla por supuesto, toda vez que no había quedado claro que Julio obrara en sus caba-les, sino más bien motivado y sufriendo lo que en términos legales se denomina, locura transitoria, que de probarse psiquiátricamen-te, podrían hacer variar su condición en el caso de manera muy sustancial.
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Lucía que ya admiraba al padre de Laura, por la cadenciosa manera que tenía de hablar, por su tono mesurado y sus palabras que parecían escogidas, y que ella percibía sin verle el rostro, que debería ser de una serenidad sin paliativos, además su esmerada educación que se percibía nada más darle la mano para saludarle y mil detalles más, ahora quedaba tan a flor de piel esta admiración, que sintió deseos de abrazarle y llenarle de besos.
Ahora se abría ante ellos, ante todos, la posibilidad de hacer justicia, de medir muy bien la parte de culpabilidad que hubieran tenido cada una de ellos en los hechos, los mil y un detalles que saldrían a la luz de mano de un personaje, del prestigio y cate-goría del padre de Laura, que se prestaba a llevar este caso de forma voluntaria, aunque la especialidad principal de su carrera, fueran los asuntos relacionados con las Finanzas y la Hacienda pública. Al término de la comida pasaron al salón, donde sobre una mesita se encontraban varias bandejas con café y tés prepara-dos, junto con una bandeja de dulces y bombones y otra, con lico-res de varios gustos.
Volvieron sobre el asunto, hablaron de la situación creada para Julio, a instancias de Lucía, que encontraba la ocasión propicia, aunque inesperada, para darle vueltas al asunto. Ahora le contaba al papá de su amiga, algo que habían descubierto recientemente, cuando iniciaban el viaje de venida a Madrid para la asistencia al entierro de Enrique, (q.e.p.d.) decía Lucía santiguándose.
Se trataba del descubrimiento novedoso, de la existencia de un personaje nuevo, que todos habían dejado pasar por alto, y que mediante una observación por parte de Luis, a ella le parecía, po-día tener cierta importancia.
Tal personaje se trataba de un amigo de la infancia de Julio, con el que había mantenido una amistad relativa, pues Julio se fue del pueblo siendo niño y ahora al cabo de los años, casualmente apareció nada menos que en el Camping, lugar en el que ocurrie-ron los hechos desgraciados que desencadenaron toda la tragedia, que ya conocía y sería prolijo enumerar.
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Félix como se llamaba el personaje en cuestión, conti-nuaba diciendo Lucía, les facilitó su estancia en el Camping el pasado y desafortunado verano, a veces se presentaba en sus tien-das de campaña con un surtido de bocadillos para todos, obsequio de la casa decía, y otras con botellas de bebidas, artículos de aseo y limpieza de uso frecuente en el Camping. Nada tenía de extraño aquel comportamiento por otra parte, pues la amistad con Julio como queda dicho, era desde la infancia, que alimentada por las esporádicas visitas al pueblo por parte de Julio, aún permanecía viva.
Luego por desavenencias familiares, Félix decidió acompañar-les en su viaje de regreso a Madrid, donde estuvo conviviendo en el apartamento de Julio una temporada, hasta que se colocó en una empresa de Informática, se fue a vivir a una Residencia y nunca más apareció en sus vidas.
Chocaba este comportamiento, con un asunto que dada la pu-blicidad en los medios del caso, y conociéndoles aunque fuera de poco tiempo, no dejaba de ser extraño, no haber hecho acto de presencia, sobre todo ante la condena de Julio y los acontecimien-tos de tanta gravedad, aireados a bombo y platillo.
Para el padre de Laura, que escuchaba con atención cuanto allí se estaba relatando, no había lugar a dudas que ese era un elemento de principal importancia, que debería ponerse en cono-cimiento de las autoridades, como aportación de nuevos testigos y posibles pruebas, lo que sin duda conformaba materia suficiente para reabrir el caso.
Pidió a Lucia y a los dos amigos que acompañaban a su hija, si estaban dispuestos a prestar declaración en el Juzgado, les prome-tía que sería rápido, pues su presencia en el mismo era definitiva para abreviar la declaración y luego podrían emprender viaje. En cosa de media hora, se encontraban prestando declaración ante el Juez de Guardia de los Juzgados de Plaza de Castilla, con la pre-sencia del padre de Laura que se prestaba a ser Instructor, como letrado para el nuevo caso.
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Prometió el padre de Laura continuar con el asunto, hasta sus últimas consecuencias, asegurándoles al propio tiempo que serían molestados el menor número de veces posible, que instruiría el caso un colega suyo de eficacia probada y, que él por su cuenta, recabaría de las autoridades de Oviedo, cuantos informes pudieran aportar sobre el currículum del tal Félix, que tal vez no tuviera nada que ver en el nuevo caso, pero que era lo que preten-día probar, para descartar o empapelarle, caso que existieran prue-bas de su participación o colaboración, en los lamentables hechos que tuvieron como víctima a Lucía, ahora a Enrique y colateral-mente a Julio.
La policía había seguido las instrucciones de sus superiores, cursadas oficialmente por D. Daniel Conde Oteruelo Magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid, en las que decía literalmen-te:
“Se declara en busca y captura a D. Félix García Serrano, va-rón de unos veinticinco años, moreno, de un metro setenta de al-tura aproximadamente, unos ochenta kilos de peso, natural de Cazones (Asturias), posiblemente en la actualidad se encuentre residiendo en Madrid, en paradero desconocido y que su última residencia ha tenido lugar en la calle Castilla nº. 28 de la capital, habiéndose perdido la pista por un espacio de entre cinco a seis meses.
No es peligroso ni está armado, se le requiere para prestar declaración en hechos, posiblemente, imputables al individuo en cuestión...
”Seguía la petición, aportando algunas circunstancias más, que pudieran dar con el paradero, tal como el nombre de sus amistades, lugares que posiblemente podía frecuentar, dadas sus aficiones a la práctica del juego de bolos, y una innumerable lista de datos, que habían sido facilitados por el Ayuntamiento de la localidad de Cazones, a instancias del Secretario del Juzgado de Oviedo, compañero de estudios de D. Daniel, padre de Laura.
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Las investigaciones y pesquisas de la policía dieron como re-sultado el paradero de Félix.
Un domingo por la mañana, cuando se encontraba jugando, precisamente a los bolos, con varios paisanos en el parque del Retiro de Madrid, fue requerido por dos miembros de la Policía, que iban de paisano y previa identificación, procedieron a la de-tención de quien parecía ser la persona buscada.
Momentos antes en los vestuarios del recinto, en el que además había un Restaurante típicamente asturiano, recabaron los datos necesarios para efectuar con garantías la detención de Félix.
Solamente tuvieron que realizar una comprobación en los fi-cheros del Local, en el que se encontraban inscritos los participan-tes de la Federación Nacional de Bolos, en cuyo censo aparecía la identidad de Félix, que además respondía a la descripción exacta de que disponía la Policía Judicial.
La detención se llevó acabo sin llamar la atención de los pre-sentes, sobre todo porque en principio, solamente pesaba sobre el una más que justificada sospecha, pero solamente eso...
Deberían probarse los cargos que le fueran imputados, lo que requería un exquisito comportamiento por parte de los agen-tes de seguridad en su detención, que además tuvieron que hacer uso de la fórmula legal para este tipo de detención, que no ofre-cía ningún tipo de resistencia por parte del detenido.
Le fueron leídos sus derechos al detenido D. Félix García Se-rrano: a permanecer callado, a solamente pronunciarse en presen-cia de un letrado y advirtiéndole que quedaba a disposición de las autoridades judiciales para ser interrogado.
Conducido a las dependencias de los Juzgados de la Plaza de Castilla le fue incoado un expediente, previa declaración efectuada en presencia de un abogado de oficio, en turno de guardia.
La declaración de Félix no aportaba nada nuevo, corroboraba su amistad con Julio, daba por sentado que eran íntimos amigos,
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que no estaba al corriente de los cargos que se le imputaban en la agresión sufrida por parte de Lucía, y que en efecto el día de autos él prestaba servicio en el Camping cercano a donde se decía haber ocurrido los hechos, que acompañó a la pandilla en varias ocasio-nes con motivo de celebraciones de juergas, y que éstas duraban hasta bien entrada la madrugada, que conocía a Lucía novia de su amigo, porque él se la había presentado, que negaba con ro-tundidad su participación en lo que parecía ser una violación, que vino a Madrid en compañía de toda la pandilla y que el compor-tamiento tanto de parte de Lucía, de su amigo Julio, así como del resto de los amigos, fue siempre de lo más atenta que jamás hubie-ra él imaginado, hasta el extremo de haber pernoctado desde esa misma noche, y durante algún tiempo en el apartamento de Julio, lo que denotaba que para nada él pudiera estar implicado en la tropelía.
Declaraba con tal contundencia, que el Juez que le tomaba de-claración encontraba todo en su lugar, le decía que si realmente era inocente nada tenía que temer, pero que debería quedar a disposición judicial, para lo cual tenía que facilitarles su domici-lio y teléfono si ello era posible, para tenerle localizado en cual-quier momento.
Félix les facilitó todos los datos precisos: lugar donde vivía, donde trabajaba, teléfonos a los que podían llamar, caso de tener que ser localizado, horarios de trabajo y pormenores que le fueron requeridos.
Sin embargo el Juez quedaba un tanto perplejo ante las decla-raciones de Félix, que no tenía conocimiento al parecer, de todo el drama que antecedía a su detención y no acertaba a comprender como un caso que le afectaba tan de cerca, que había sido inten-samente aireado por los medios de comunicación de todo tipo, no le había podido salpicar en modo alguno, tratándose de una amis-tad como todo indicaba, muy cercana a una de sus víctimas, en este caso ya de dos, o según se mirara, de tres o más...
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Cuando Félix abandonaba las dependencias, después de haber prestado declaración, no le quedaba ninguna duda de que él había respondido a las preguntas que se le habían efectuado, con total sinceridad y también con contundencia, así se lo hizo saber su abogado cuando le presentó la declaración para que la firmara, asegurándole que posiblemente no sería requerido de nuevo ante tales declaraciones.
Lo que ignoraba Félix, es que a partir de aquel momento, en el que de nuevo pisaba la calle, dos agentes de paisano distintos a los que habían procedido a su detención, se convertirían en su sombra, le seguirían durante un tiempo, para tratar de cogerle in fraganti en algún error, y como señalado, como sospechoso de un caso, esto del seguimiento era una práctica llevada a cabo y algo que se hacía con todo individuo que fuera tenido como posible implicado en un caso cualquiera y más partiendo la orden de quien venía.
Lo que más preocupaba a Félix era en el estado que había quedado su reputación el Club de Bolos, al que asistía con asidui-dad y donde se encontraba con sus paisanos, formaba parte de un Campeonato y había dejado colgada una partida, pero apenas se percataron que lo que se producía era una detención, algo que pudo arreglar a su vuelta, cuando alegaba que se había visto impli-cado en una pelea de discoteca y había sido requerido para prestar declaración como testigo.
Todo quedó arreglado en el Club, pero la sorpresa vino cuando al llegar a su casa, el portero le anunciaba que dos Agentes, con un Mandamiento Judicial, habían procedido a efectuar un registro en sus dependencias, si bien le habían comunicado, que para no inter-ferir en la labor de la justicia, lo mejor sería que permaneciera ajeno a este registro, pero sobre todo, que de ninguna manera le informara de este registro legal, al inquilino del apartamento.
Naturalmente le faltó tiempo al portero para ponerle al tanto a Félix, quien quitándole importancia al asunto, volvía al alegato que había utilizado en la cancha de bolos y que al pare-
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cer había dado buenos resultados, en todo caso el agradecimien-to materializado en una buena propina por parte de Félix por esta información no se hizo esperar, algo por otra parte muy habitual en el caso de los porteros que pretenden sacar tajada de cualquier situación.
Lo que ahora preocupaba sobremanera a Félix, era si se les ocurría investigar en su entorno laboral.
Ahí sí, ahí tenía Félix algo que ocultar y muy probablemente rayando la ilegalidad, si no el delito.
Junto con un compañero de la empresa, aparte del trabajo en la misma, llevaban el mantenimiento de los ordenadores en una entidad bancaria fuera de las horas de trabajo, pero naturalmente en paralelo a la actividad que desarrollaba la empresa, que debi-do a este tipo de acciones llevadas a cabo por empleados sin escrúpulos, estaban siendo víctimas de una competencia desleal, desde todos los puntos de vista.
De lo que no tenía conciencia Félix, era de que uno de los agentes que había visitado su casa, llevaba la orden de hacerse con una prenda, a poder ser de invierno para que esta no fuera echada en falta por parte de su dueño, con el fin de mandarla al Laboratorio y establecer una comparación cualitativa, con los restos de sudor de la cazadora que se encontraba en el Juz-gado, prueba principal en la acusación y condena de Enrique.
Cuando D. Daniel tuvo el correspondiente informe del análisis de esta prueba, que era concluyente en el sentido de que corres-pondía una parte del análisis llevado a cabo con la cazadora, o al menos decía el informe, había sido usada por la misma persona que la anterior, ya no le cabía duda alguna que Félix tenía algo que ver en el delito y que para su desgracia se confirmaba lo que él llamaba un hecho de “libro”, como era que se había dado por evidente una prueba que no ofrecía ninguna duda de que perte-necía a Enrique, aparte de que él siempre sostuvo que en efecto era suya, aunque durante algún tiempo la había echado de menos.
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Junto con este informe D. Daniel, tenía otro tan revelador como el primero. Se trataba de un exhaustivo estudio llevado a cabo por el Secretario del Juzgado de Oviedo, colega suyo en los estudios de derecho, el cual había dado las órdenes oportunas para recabar de las autoridades de Cazones, todo aquello que tuviera que ver con Félix García Serrano, así como muy especialmente, las que pudieran proporcionarles en el Camping, donde había estado pres-tando sus servicios como camarero.
Todo apuntaba a que Félix había sido despedido del trabajo, por alguna anomalía que no se apuntaba en el informe, incluso no se tenía constancia, como era lo más normal cuando se producía un despido improcedente o no, pasara por la Oficina del INEM, y allí tampoco había antecedentes de ese despido, por cuanto con-cluía el informe, se había producido una irregularidad a todas lu-ces.
La mesa de despacho del padre de Laura se encontraba repleta de documentos relativos al caso, no quería hacer de menos a sus compañeros, por lo que pidió reabrir el caso y dar todo lo an-terior por zanjado.
Sería un nuevo caso, con aportación de nuevas pruebas e inclu-so nuevos testigos, con lo cual no hubo problemas de competencia con sus anteriores compañeros.
Le fue adjudicado el caso, nombró nuevos abogados de oficio, inició la citaciones y comenzaron los careos; incluso a Julio le comentaba su abogado, que para su fortuna habían vuelto a reabrir el caso, esta vez de la mano del padre de Laura, lo que le parecía a Julio que lejos de ser para él una buena noticia, más bien todavía le podía caer aún más el peso de la ley.
Su abogado trataba de hacerle comprender que una sentencia dictada, solamente se podía ver afectada para ser disminuida e incluso en algunos casos, elevadas a Instancias Superiores, revocadas mediante un indulto.
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No le podía asegurar que su caso fuera ese, pero el hecho de nuevas pruebas, si acaso, le podrían ser favorables, pues caso con-trario no hubieran removido otra vez un asunto dado por zanjado.
Y claro que había nuevas pruebas, nuevos testigos y nuevas de-claraciones, tan contundentes como las aportadas por Luis, Delia y Lucía en lo referente a la posición del reloj por parte de Félix en la mano derecha, detalle por otra parte que había de confirmarse en presencia de las partes, toda vez que el impu-tado podía cambiárselo de mano en el momento preciso en que se fuera a dar fe de esta prueba.
Por ello y para obrar con cierta astucia, que no pudiera alertar al sospechoso, se le citó al Juzgado con la asistencia de un letrado, para prestar una declaración ya con carácter resolutorio y que se suponía fuera concluyente, antes de incoar expediente en la causa.
A la puerta de entrada del Juzgado, como es preceptivo, to-das las personas, testigos, acusados, profesionales e incluso per-sonal autorizado, deben depositar sus pertenencias para pasar por el arco de seguridad, antes de personarse en la Sala a la que han sido citados.
Detrás del mostrador, en el que se depositan las pertenencias, se encontraba sin identificarse nada menos que D. Daniel, pen-diente en observar en vivo y con dos abogados, que le acompaña-ban para ser testigos del hecho, que tenía la seguridad se iba a pro-ducir.
En efecto Félix depositó, al igual que sus predecesores, todas sus pertenencias en una bandejita, efectos que le eran reintegrados una vez traspasado el arco de seguridad del detector de metales.
Cuando esto hubo ocurrido, los observadores pudieron com-probar que tanto al entrar en el arco, como al salir de éste, cómo Félix se quitaba el reloj de la mano derecha y luego volvía a po-nérselo de nuevo en le mismo lugar, con una familiaridad que de-lataba era habitual esa posición.
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El abogado de Félix tuvo que aceptar, aun haciendo constar que los medios empleados no eran los habituales, que efectivamente quedaba demostrado, que Félix llevaba siempre el reloj en la muñeca del antebrazo derecho, con lo cual el imputado se reafir-maba en asegurar que así era, los cuales no entendían que aplica-ción práctica tuviera que ver el asunto del reloj con el caso de la violada.
Además el abogado alegaba que si eso le implicaba, habría que analizar cuantas personas, en gran número también tienen esa cos-tumbre, ante lo cual el Fiscal no pudiendo contener más sus ga-nas de inculpar a Félix en el delito, empezó a enumerar lo que ni el propio Félix pensaba sería del dominio del Tribunal.
Tal era el caso de la coincidencia del olor y sudor de la caza-dora con otra prenda... más haber desaparecido del circulo de sus amigos cuando el imputado fue consciente de lo que había provo-cado entre la pandilla... haber sido expulsado sin indemnización del trabajo del Camping... su ausencia inesperada del apartamento de Julio... y que si quería más pruebas, todavía podía aportarle al menos media docena que formaban parte del Sumario.
Ante la evidencia de lo que allí estaba ocurriendo, Félix que comenzaba a derrumbarse, ahora sí, que no encontraba salida, ni coartada, ni nada que lo salvara y aconsejado por su abogado de-cidió hacer una confesión voluntariamente, bajo juramento, de su implicación en los hechos, ante la promesa por parte del Tribunal, que le serían tenidas en cuenta en forma de atenuantes, y en bene-ficios que pudieran darse en su defensa.
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CAPÍTULO IX
Félix contó con pelos y señales: cómo, cuándo, dónde y porqué ocurrieron los hechos.
Explicó con todo lujo de detalles, cómo movido tal vez por la envidia que le causaba ver a su amigo invidente, con una novia que aún invidente también, representaba para él algo inalcanzable, que en ningún momento se le pasó por la cabeza hacerle aquel daño, tanto a su amigo como a la propia víctima a quien co-nocía tan solo de unos días...
“Que, trató de acercarse a ella halagándola, con pequeños deta-lles de golosinas y cosas que hurtaba de la intendencia del Cam-ping y de un pequeño supermercado que había en el mismo...“
Que, había tratado en las pocas ocasiones que tuvo de hacerlo, conquistarla por lo legal, pero que ella no le prestaba la menor atención...“
Que, harto de tanto desprecio, lo intentó por la vía rápida y para ello robó la cazadora de Enrique, pensando que sería de Julio, con el fin de que si era descubierto en su intento, recayeran las culpas sobre su novio, quien al parecer no tenía ninguna necesidad de forzarla, pues él había espiado sus arrumacos y atenciones que se dispensaban como pareja lo que avivaba todavía más sus deseos y no desesperaba pensando, que en cualquier momento le pudiera confundir con su novio, de ahí lo de la cazadora, y accedería a su capricho...
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“Que, la ocasión se presentó propicia precisamente el día que su jefe le pilló robando una botella de champán, lo que colmó su paciencia y produjo como consecuencia su despido sin más, pues tampoco quería provocar un escándalo y trascendiera en el pueblo su conducta, para no avergonzar a sus padres...
D. Daniel que escuchaba atentamente, mientras una Secretaria tomaba toda la declaración, sin perder una tilde ni una coma de la misma, interrumpió para dirigirse a Félix diciéndole: si era cons-ciente de las declaraciones que estaba realizando y que luego de-bería firmar, a lo que Félix respondió, que sí, que era mucha la carga que llevaba soportando durante todo el tiempo transcurrido y que la única forma que contemplaba para salir de la situación, era haciendo que cayera sobre él todo el peso de la Ley.
Ante lo cual y haciendo un inciso, quiso quedar claro D. Da-niel, y le recordaba a Félix que se encontraba prestando decla-ración, sin ser coaccionado y con total libertad, al tiempo que ordenaba a la Secretaria, que así constara en Acta.
No quisieron los componentes del Tribunal entrar en detalles de cómo se produjo la violación, para no abundar en lo que había quedado definitivamente claro y las propias declaraciones de Félix así lo corroboraba al propio tiempo que su abogado, ante lo cual no había más que añadir.
No obstante y debido a la nefasta experiencia del proceso se-guido anteriormente por sus colegas, y ante la evidente publicidad que se daría al caso, al tener que celebrase en vista pública tal y como exigía el caso, quisieron asegurarse bien, por cuanto ordena-ron fuera realizada una prueba de ADN al nuevo testigo - inculpa-do, para ser comparado con las muestras obtenidas de semen, en las ropas de Lucía, que afortunadamente no habían sido des-truidas, y que junto con la cazadora, formaban parte del inventario en poder del Laboratorio de la Policía.
Esta prueba sería la que definitivamente limpiaría de toda sos-pecha el desgraciado nombre de Enrique, aunque a él desafortuna-
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damente le serviría de poco, si bien la familia lo agradecería so-bremanera.
Ya en casa, D. Daniel mantenía una conversación que conside-raba imprescindible con su hija, ya que pocas veces le había de-dicado tanto tiempo y ahora estaba convencido que era absolu-tamente necesario, sobre todo por las peni-glorias que estaba pasando.
A Laura lo que más le preocupaba, era ver el nombre de su amiga de nuevo en boca de todo el mundo, como si ya no hubiera sufrido y pasado por este infierno antes, así que le pedía a su padre que en lo que fuera posible, no le llamaran a prestar declaración al menos públicamente, lo cual decía D. Daniel no estaba en su mano, pues un caso que venía rebotado y con los antecedentes y el sensacionalismo que había despertado, era difícil que no se hiciera público, aparte que la Ley así lo exige.
De lo que más satisfecho se encontraba el padre de Laura, que repetía, que si el éxito que se había logrado en parte era fruto de su interés en el caso, sin duda se debía mucho más a su colaboración, y también estaba el hecho de hacer justicia al buen nombre de Enrique por quien ella, su hija, había sentido algo más que amis-tad y pretendía borrar de su pasado, esto que más bien tenía que entender, como un mal sueño o una pesadilla que estaba a punto de concluir.
Otra cosa bien distinta era la situación a la que se enfrentaba su amiga Lucía, que si bien por fin se sabría quien había sido el autor de su violación, para nada cambiaba la realidad de los hechos, quedaba marcada en su integridad para toda la vida y el hecho de haber perdido a su hijo, aunque fuera fruto de una violación, y sobre todo tener a su novio con una condena a cuestas, que le tendría apartado de ella un importante número de años, era poco menos que una condena de por vida también para ella.
Por todo ello se prometía, y prometía a su hija, darle una fiesta que le hiciera olvidar todo este asunto, ante lo que Laura no mos-traba gran entusiasmo, pues se decía para su interior que ya
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nada sería lo mismo, que una vez terminado todo el Proceso, lo más probable es que ni se volvieran a ver, pues la pandilla se en-contraba destrozada por tanto acontecimiento desgraciado y estan-do siempre en el punto de mira de los medios, que como cuervos, solamente esperaban el desenlace final fuera el que fuera, eso a ellos es lo que menos les importaba.
¿Y Nemo, que habría sido de él...?
Se preguntaba Laura..., tal vez podía ella hacerse cargo del pe-rro, en tanto saliera Julio de la cárcel, aunque claro eso le corres-pondería decidirlo o bien al Centro, o en segundo término a Lucía... en estas elucubraciones Laura se quedó dormida y su padre le puso una manta por encima, junto con un beso en la mejilla...
El gran juicio se presentaba ahora con las novedades apunta-das, como el Juicio del año y en los medios se frotaban las ma-nos, pues aparte de que se iba por fin a sacar a la luz un caso, que dado el tiempo transcurrido ya había sido, si no olvidado, sí quedado en un lugar fuera del interés del público, pues eran cons-cientes los redactores que unas noticias suceden a otras.
Pero precisamente los nuevos elementos aportados, desperta-ban de nuevo el interés tanto del público, que seguía con entu-siasmo este tipo de eventos, así como los propios profesionales de la judicatura, que estaban deseosos de saber de qué manera se desenvolvería el caso para no perjudicar y tan siquiera manchar el buen nombre de la Institución Jurídica Colegiada.
A esto dedicaba precisamente sus últimos retoques en el caso D. Daniel, que era consciente del cuidado con el que había de pasar por el mismo, para no crear una sensación de desidia en sus predecesores y quería presentar el asunto, como un caso nuevo y no continuidad del anterior, aunque los protagonistas casi todos fueran los mismos.
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Por ello apoyaba sus alegatos siempre, basándose en el nuevo testimonio presentado por Lucía, así como en las declaraciones del imputado, que era nuevo en escena para todos.
El día que se celebraba la vista, Félix se presentaba con sus mejores galas, tal vez animado por las esperanzas que le había creado su abogado, estaba increíblemente tranquilo y presentaba el aspecto de un auténtico ejecutivo, aunque su rostro cambió y quedó lívido, ante la entrada en la Sala de Lucía y Laura que se ayudaban de Nemo, el perro guía que se encontraba bajo la pro-tección y cuidados de Lucía.
Las dos avanzaron hasta colocarse en el lugar asignado y acompañadas por un Auxiliar de Sala.
Nada más pasar junto a Félix el perro, comenzó a olfatear, a gruñir y ponerse incómodo y nervioso algo que advirtió Lucía, que pudo intuir que su violador andaba muy cerca de donde pasaba, Laura arrastró literalmente, a su amiga al darse cuenta que dismi-nuía el ritmo de sus pasos, tratando tal vez de enfrentarse con el autor de sus desgracias.
Cuando estaba todo el Tribunal formado y el público más o menos en silencio, los medios en una parte especialmente reservada para ellos, los abogados de la defensa en sus lugares y todo a punto de comenzar, por una puerta lateral a la Sala y coin-cidente con el Estrado desde el cual prestaban declaración los testigos e imputados, apareció la figura hierática de Julio, con su traje negro, diríase que a tono con la solemnidad del momento, sus gafas oscuras, su bastoncillo blanco, su cara de un pálido apreciable, bien arreglada su barba, su impecable camisa blanca con corbata oscura, le daban realmente un realce muy especial, sobre todo porque contrastaba con los brillantes grilletes que ligaban sus manos.
A su aparición, Félix notaba como le recorría una corriente eléctrica por todo el cuerpo, le resultaba inquietante su presencia, pues ya conocía como se las gastaba su amigo y la prueba más patente era lo ocurrido con Enrique.
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El Juicio comenzó con precisión y dentro de la hora en que es-taba anunciado, las máquinas comenzaron a tabletear y dar fe de lo que allí estaba pasando.
Tomó la palabra el Sr. Presidente del Tribunal, D. Daniel, ha-ciendo las advertencias oportunas, tanto a los abogados y jueces, así como a los testigos y acusado, se dirigió al público en general y a los reporteros de los medios de comunicación en particular, advirtiéndoles de guardar compostura y cumplir las normas indi-cadas, diciendo que sólo lo haría una vez, y que no tendría reparo alguno en mandar desalojar la Sala al mínimo incidente.
Siguiendo el orden establecido, el Sr. Presidente llamó al Es-trado a Lucía, quien juró y se reafirmó en las declaraciones que públicamente leía una Secretaria, acto seguido dio lugar a la in-tervención de Julio, que permanecía sentado con dos guardias ar-mados uno a cada lado, quienes acompañaron a Julio hasta el Es-trado, éste solamente dio fe con su presencia de que todo cuanto acababa de corroborar su novia, era cierto y no tenía más que decir, una vez concluida su comparecencia, de nuevo fue sacado de la Sala.
Lucía tuvo que hacer un gran esfuerzo para retener a Nemo, que luchaba por desasirse de ella con el fin de seguir a Julio, esta iniciativa por parte del perro, vino a poner una nota nostálgica entre los asistentes, que de inmediato se identificaban con la tra-gedia que significaba también para el perro la separación de su amo.
Llegó el esperado turno de Félix, que subió al Estrado con so-lemnidad, casi con descaro y sin perder en ningún momento la serenidad y compostura, solamente cuando se le preguntó si cono-cía a la testigo y volvió la cara para encontrase de frente con Lucía y Laura, sintió la misma inquietud, que al descubrir en la Sala a Julio, Delia y a su hermano Luis.
Se mantuvo y reafirmó en sus anteriores declaraciones, sin enmendar nada de lo que le fue leído, aunque en su descargo añadió, previo permiso del Tribunal y aconsejado por sus aboga-
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dos, que quería hacer constar, que su acto fue una calentura de la que había dado suficientes signos de arrepentimiento y que apro-vechando la presencia de Lucía, quería pedirle disculpas pública-mente por el daño que le había ocasionado, que además, y aquí saltó la sorpresa, estaba dispuesto a reparar el daño que le había ocasionado, si ella consentía... casándose con ella... en ese instante aumentaron los murmullos en la Sala, y el Presidente obligó a guardar silencio, algo que ocurrió de inmediato.
Continuaba diciendo Félix con voz patética y balbuciente, ya a punto de romper en llanto, que estaba locamente enamorado de Lucía..., que se arrepentía de la barbaridad que había cometido, pero que fue mayor el atractivo que supuso para él, pasar por el lugar de los hechos y contemplar la dulzura y el candor con que se encontraba allí..., en la arena, dejando al descubierto parte de sus encantos naturales, a la vez que dejaba ver su ropa inte-rior y que... no pudo resistir el irrefrenable impulso de arrojarse sobre ella...
Ante semejante declaración interrumpió D. Daniel, preguntán-dole, que cómo podía explicar entonces, si fue como declaraba una casualidad el encuentro con Lucía, el robo de la cazadora y las circunstancias que acompañaban el caso, así como el permanente acoso a que sometía a Lucía cada vez que la ocasión era propicia, si todo lo ocurrido no era más bien producto de una maquinación premeditada, qué motivó que se apartara de la pandilla desapare-ciera de casa de Julio, el hecho de no haber aparecido ante los incidentes, que dieron con Enrique en la cárcel, etc. etc. etc...
A la vista de lo cual Félix ya sí, inmerso en un elocuente sollo-zo, no sabía o no podía contestar... Lucía irrumpió en lágrimas ante el cuadro que se representaba ante ella, con toda crudeza a la vez que con todo realismo y brutalidad.
Laura trataba de consolarle aunque eran vanos sus esfuerzos.
El juicio quedó aplazado hasta dar veredicto, y Félix fue incul-pado y declarado convicto y confeso, hasta pronunciarse sen-
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tencia definitiva en el caso, fue detenido y llevado en prisión preventiva.
No fueron necesarias las pruebas de ADN, que en todo caso D. Daniel se había encargado personalmente tenerlas al día, y que por otra parte arrojaban una información, que no dejaba lugar a dudas en cuanto la autoría de los hechos. Las pruebas de ADN realizadas a Félix, daban como resultado, que en efecto comparadas con las prendas examinadas, correspondían a la misma persona.
Además la confesión de Félix eliminaba cualquier duda al res-pecto, quedaba saber si este hecho, es decir el de su confesión es-pontánea, representaría algún atenuante en la sentencia que se le aplicara por el delito cometido.
Tanto el Fiscal como los abogados, estuvieron de acuerdo en convenir, que lo mejor sería dejar en manos del Jefe del Tribunal D. Daniel, quien tenía sobrada y probada carrera a sus espaldas, para discernir cual debería ser la sentencia y las penas correspon-dientes en un caso, que se decían, estaba siendo analizado con lupas.
De nuevo la prensa se hizo eco, esta vez quitando hierro al asunto y esperando de la benevolencia del Tribunal, apuntaban que sin duda, se habrían tenido en cuenta, no solamente el arre-pentimiento del acusado, sino también y muy especialmente la disposición del mismo para reparar el daño efectuado, llevándolo hasta sus últimas consecuencias, es decir tal y como había hecho saber, casándose con la víctima, si esta accedía a ello naturalmen-te.
Pero Lucía y también sus amigos no estaban para gaitas y les parecía que lo que Félix había logrado era hacerse, debido a su puesta en escena, sino una víctima, sí al menos conseguir caer en gracia a cuantos presenciaron su “actuación”, decía muy enfa-dad Lucía.
Por el contrario, los abogados y sobre todo Félix, como él mismo declaraba a la prensa, estaba dispuesto a aceptar el cum-
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plimiento de las penas que le pudieran ser impuestas por los jueces del caso, y una vez cumplidas mantenía su promesa de casarse con quien consideraba el amor de su vida, aun reconociendo el error de haber tirado por camino más corto y también el más erró-neo para llevar a buen fin sus deseos.
Los periodistas con tal de alimentar este auténtico filón, le insi-nuaban a Félix, que si había pensado en el consentimiento tanto de Lucía, como de Julio su novio, pese a estar preso por un tiem-po, a lo cual respondía totalmente convencido, que eso era lo que menos le preocupaba, pues su amor salvaría cuantas barreras se pudieran poner en su camino y que no desesperaba, que algún día Lucía le correspondiera en la misma medida.
El padre de Laura estaba realmente satisfecho del curso que ha-bía seguido la causa, y decía que por fin se sabría públicamente que la Justicia aun cuando pueda equivocarse, no siempre falla, que estaba pensando en una sentencia que aparte de ajustarse a Ley fuera especialmente modélica en su género.
Sabía que tenía que ser ejemplar, justa, proporcionada y sobre todo conforme a Ley, para que no pudiera ser recurrida y crear jurisprudencia llegado el caso.
Al padre de Laura no le resultaba fácil llegar a estas conclusio-nes, porque al ser parte interesada en el caso, corría el riesgo de dejarse llevar por los sentimientos de su hija, e influenciado por estar viviendo las consecuencias del delito, casi en primera perso-na, con la permanente presencia de Lucía en su casa.
Inesperadamente de esta forma llegó a la conclusión y así se lo hizo saber a sus colegas, que no dictaría sentencia en el ca-so, que expondría sus razones en el Colegio de Jueces del Estado, para a petición propia, ser relevado en el caso por alguien ajeno al mismo.
Fue nombrada una Comisión de Expertos en estos temas, ya que el caso personalizado por D. Daniel, en efecto tenía las perni-ciosas consecuencias de ser juez y parte en el asunto, de manera
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que les pareció a los miembros colegiados una posición de hones-tidad y la tomaron, como una de las muchas virtudes que adorna-ban la profesionalidad del padre de Laura.
Evidentemente la Prensa apremiaba permanentemente, con in-sinuaciones tales, como que la Administración daba largas para dejar enfriar el momento de la sentencia, que esperaban ansiosa-mente para ver si era una sentencia salomónica, o por el contrario sería una venganza, llevada hasta las últimas consecuencias, por parte de un Juez que se sabía era inflexible ante la Ley en casos de muy ajenos a su persona, pero en esta ocasión, afectaba muy de cerca a su hija y el entorno de la misma.
La vista para la sentencia se produjo dentro de los plazos que están estipulados para este tipo de casos.
Nuevamente reunido el Tribunal, ante la sorpresa de los me-dios, esta vez presidido por un Magistrado de la Audiencia Pro-vincial de Madrid, uno de los llamados Jueces Estrella, muy conocido en los medios, por haber llevado a cabo intervencio-nes de ámbito internacional, detenciones de bandas armadas, narcotraficantes, etc. y tratándose de una vista pública, todo hacía suponer que sería el boom de la noticia.
Afortunada o desgraciadamente, según se mire, no fue así y la vista se desarrolló en un más que discreto acto, apenas en unos minutos, se dictó una sentencia, que fue inesperada para unos, mínima para otros, justa para los más, pero que a nadie dejó indiferente o impasible.
Desde luego los abogados, jamás pensaron, que unos hechos como los que allí se estaban juzgando, fueran merecedores de una pena de seis meses y un día, debían haber pesado y mucho en el ánimo de los jueces, el arrepentimiento demostrado por Félix, para conseguir pasar por alto, más de uno y de dos de los artículos del Código Penal, infringidos flagrantemente en opinión del Fiscal, pese a lo cual nadie opuso recurso alguno y se dio por concluida la vista.
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Félix ingresó en la cárcel ese mismo día...
Fue conducido a un Centro Penitenciario de la provincia de To-ledo, lo que no impidió que a su llegada todo el personal de la Prisión, así como gran parte de los internos estuvieran al corriente del caso de Félix, gracias a la ventolera desatada por la prensa y los medios de comunicación de todo tipo.
Habían dispuesto los responsables de la Prisión, que a la llega-da del “nuevo” y dadas sus características personales, por lo mí-nimo de su sentencia, así como por el conocimiento que se tenía de él, fuera ubicado en la Galería de Preventivos, Celda. 72- con el Nº. 784 de orden.
Consideraban razonable, que dado que permanecería en la Pri-sión por un espacio corto de tiempo, no contaminarle con otros presos que tenían un dilatado currículum, proporcional a las con-denas de muchos años de penas que cumplir.
No tardó mucho Félix en hacerse acreedor al trato privilegiado del que estaba siendo objeto, se ofreció voluntariamente a colabo-rar en la Oficina de la Prisión y en ella puso al día la mecánica funcional de los ordenadores, algunos prehistóricos decía en rela-ción a los que él estaba acostumbrado a manejar.
Creó formularios para estadísticas, listados, etiquetas para los archivadores, partes diarios de incidencias, cartas modelo oficial y un sin fin de innovaciones, que tuvieron como resultado un cam-bio completo del aspecto de la Oficina de la Prisión, que ahora parecía un despacho de ejecutivo y no una ratonera, estado que sugería antes de la intervención de Félix.
Julio por el contrario se removía en una tormenta que daba lu-gar en el interior de su conciencia, muy superior a lo soportable por una persona humana.
Era tal el cúmulo de datos que bullían en su cabeza referente al asunto seguido con singular interés del nuevo caso, que le pa-recía que estaban cometiendo con Lucía y con él, un atropello
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de proporciones que jamás hubiera podido llegar a soñar, tan siquiera en sus frecuentes y negras pesadillas.
No podía entender como una persona que había violado en can-tidad y calidad un montón de artículos del Código Civil, del Códi-go Penal y de todos los códigos morales, tanto divinos como hu-manos, hubiera podido salir prácticamente ileso de tanto desatino.
Se sublevaba al comprobar, cómo quedaba manifiestamente explícito, por los muchos artículos de opinión que generaba la Prensa, que el autor de los hechos había burlado la Ley, y máxime cuando su expediente “gozaba” de todo tipo de agravantes: Alevo-sía, violación, abuso sexual, abuso de confianza, ocultación de pruebas, fuga, hurto, y todo tipo de tropelías cometidos con su novia.
Pero él para nada estaba dispuesto a permitir que el autor de los hechos se fuera de rositas...
En el silencio, impuesto por las muchas horas pasadas en la celda, estaba tramando la más espectacular de las venganzas que jamás hubiera parido persona humana alguna.
Julio tenía como compañero a un individuo de etnia gitana, que llevaba por alias el nombre de Fitipaldi, “Fiti” le llamaba todo el que trataba con este personaje.
Pesaba sobre él una larga condena por haber cometido un delito tipificado como Crimen Pasional y en los anales históricos de la Prisión existían numerosos casos de esta índole, aunque ninguno revestido de la frialdad y crueldad, con que había llevado a término su acción el “Fiti”.
El “Fiti” había sorprendido a su mujer in fraganti en su propia cama, en el tálamo nupcial, como decía su informe técnico lleva-do a cabo por un abogado de su misma etnia. Un mal día en que tuvo que volver a casa, a deshoras ya que le había surgido un “ne-gocio” de trapicheo y necesitaba un dinero que no llevaba encima, cual no fue su sorpresa, al llegar a su casa y encontrarse con que su mujer, que nunca le había dado motivos tan siquiera de celos, se
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encontraba “enroscada” a un payo, que más le valiera no haber nacido...
Se había tomado la justicia por su mano, algo que en el código gitano se interpretaba como haber hecho verdadera justicia.
El “Fiti” había segado de un certero tajo la yugular de quien había mancillado su hombría, al tiempo que su honra, como suele decirse sin despeinarse, y en el mismo acto a la mujer que le su-plicaba de rodillas perdón, pues al parecer el individuo le había sometido contra su voluntad, amenazándola con llevarle a los Tri-bunales por una deuda contraída por la familia que era incapaz de liquidar, a ésta la cogió por los pelos, la arrastró hasta la calle y desnuda en medio de un charco de sangre, la dejó a la vista de todos.
Esto en el ambiente carcelario se denominaba, echarle un par de cojones y era bien visto, por lo que el“Fiti” gozaba de conside-ración, respeto y reputación por parte de los presos, que demos-traban admiración hacia la persona autor de este tipo de “haza-ñas”.
Todo ello había propiciado que Fitipaldi gozara de cierta liber-tad en sus movimientos dentro de la cárcel, amén de ser un buen mecánico y de tener al día la puesta a punto de los vehículos de los funcionarios y algún que otro Jefe de la Prisión.
Además se encargaba de las chapuzas, que en todo colectivo se producen y es imprescindible disponer de una persona de variopin-tos conocimientos en la rama del bricolaje, mecánica casera, albañilería y cuanto se le ponía por delante.
Y esa persona era el “Fiti” quien reunía todas las características y hacían que fuera el idóneo para estas funciones.
Julio sabía que tenía que entrarle con la astucia y prudencia ne-cesarias, para no ser rechazado por Fitipaldi en un asunto de la envergadura que tenía pensado llevar a cabo.
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No se le podía comprar al gitano así como así, pues la integri-dad del “Fiti” estaba fuera de toda duda en ese terreno, si bien co-nocía su lado flojo, es decir podía decirse que la similitud de los hechos una violación en toda regla, que había sufrido su compañe-ro y la suya reunían tanta semejanza, que si alguien tuviera que juzgar la importancia de los hechos y el sufrimiento que causaba esa persona sería sin duda el “Fiti”, al haber sentido en propia carne el lacerante impulso de la venganza...
A él recurriría Julio para proponerle llevar a cabo una vengan-za, que dadas sus limitaciones físicas, nunca podría llevar a buen término sin su colaboración.
De esta manera llevaría a cabo la que Julio denominaba la ven-ganza del siglo...
Durante todo este tiempo...
Ya no podía Lucía soportar más tensión debido a los meses pa-sados en permanente punto de mira, no solo por parte de los me-dios sino también por parte de compañeros, amistades, familia y quienes se cruzaban en su camino a diario.
De tal manera que quiso, como suele decirse, poner tierra de por medio. Habló con Delia quien por enésima vez estuvo de acuerdo con ella en que se fuera a su tierra a pasar una temporada y de esta manera olvidarse si no del todo, si aliviarse de tanto re-cuerdo nefasto como estaba viviendo últimamente.
A Luis tampoco le desagradó la idea, ahora podría ser en cierto modo él también protagonista adjunto en su pueblo, en el que se estaba al día habida cuenta de lo sucedido con Lucía, su novio, los amigos, la muerte de Enrique y pormenores que se habían aireado en todo tipo de revistas, sobre todo de las llamadas Revistas del corazón, lo que había hecho que los asuntos relacionados con el caso de Lucía, hubieran adquirido tintes de novela, más bien de culebrón.
Pasaron varios meses sin que ninguno de los de la pandilla tu-viera noticias unos acerca de otros.
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Laura había retomado sus clases, pertenecía a una Coral Poli-fónica que había sido creada en el Centro y se programaba un Concierto con motivo del décimo aniversario de la fundación del Centro.
Laura en su afán por recuperar de nuevo la amistad un tanto deteriorada con la pandilla, se propuso invitarles personalmente a todos para el evento, que se presentaba con tal motivo y ade-más ella como parte activa en la Coral en la que protagonizaba varios números en solitario, pretendía tener junto a sí a quienes más le conocían en esa faceta, es decir a sus amigos.
Así lo hizo, y hete aquí que Lucía se presentó con Luis ya co-mo su nuevo novio formal, algo que sorprendió aunque agrada-blemente a Laura, que entendía muy bien que se hubiera refugiado en él, después de haber pasado tantas situaciones desagradables.
Sin embargo la presencia de Félix que también asistía al con-cierto desató todo tipo de comentarios, a nadie se le ocultaba que la situación era un tanto delicada, sobre todo para la pobre Lucía, que sin duda volvería a revivir de algún modo la tragedia que nun-ca podría olvidar.
Félix había cumplido su condena y además gozaba de un ex-pediente en el que de manera muy significativa, se le tenían en cuenta los servicios prestados en la Prisión y no solamente esto, si no que le habían propuesto de manera formal, pertenecer a la plantilla de funcionarios de prisiones, con un mínimo examen de ingreso.
Félix se estaba planteando esta posibilidad que ahora le ofrecía nada menos que ser funcionario del Cuerpo de Prisiones, pues su trabajo en la anterior empresa, así como sus colaboraciones extra-laborales se habían ido al garete, con motivo de su detención y tiempo pasado en la cárcel.
Una vez fuera de la cárcel, quería reanudar su vida en primer lugar pidiéndole perdón a Lucía, y tratando de hacer realidad la promesa de casarse con ella, tal y como había manifestado en sus
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declaraciones e inculpaciones del juicio que le había condenado a prisión.
Entre Luis y Félix se produjo un encuentro, desde todos los puntos de vista muy negativo, Lucía había abierto su corazón a Luis y para nada quería saber de los sentimientos, arrepentimien-tos, o vaya usted a saber qué, por parte de Félix, que tan siquiera logró ser escuchado por ella.
Luis dejó con claridad meridiana a su ex amigo, cuál era la postura con relación a su novia y también cual debería ser la suya, para que no le cupiera duda a Félix, le prohibió tan siquiera le fuera dirigida la palabra a Lucía, caso contrario se tendría que ate-ner a las consecuencias.
Delia procuraba mediar entre su hermano y Félix de una ma-nera decía ella civilizada, para evitar el choque que se venía ve-nir, ante lo cual tuvo que esgrimir una situación, que salvaría cualquier obstáculo si es que existía.
Pese a que la pareja recientemente compuesta por Luis y Lucía parecía preparada para evitar exclusivamente el encuentro des-agradable con Félix y también con Julio, nada más lejos de la realidad, era una relación de pareja de las denominadas estable y además tenía muy claro que llevarían esta relación hasta sus últi-mas consecuencias, es decir estaban hablando de casarse.
Laura confidente de Lucía, recibía la primicia de su íntima, al saber que esperaba un hijo, esta vez deseado y cuyo responsable era Luis. Delia también tenía noticias del asunto, pero no estaba autorizada a manifestarlo, en tanto el asunto de su hermano con Lucía no estuviera consolidado, cosa que al parecer, a partir de aquel momento era un hecho sin alternativa o vuelta atrás.
En casa de Lucía habían perdido toda esperanza de recuperar a su hija, ahora ya no sabían en que forma le habían afectado los asuntos que a ellos les parecía que podían haber condicionado su vida y que tal vez obraba motivada o movida por la venganza hacia Félix y puede que hacia Julio, con quienes les había unido
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el destino, tal vez sin ella proponérselo y ahora con este nuevo noviazgo, que ellos ni aprobaban ni ponían pegas, se encontra-ban de nuevo con un embarazo que podía complicar, además de la vida de su hija, la de ellos mismos...
En tanto Julio planificaba su desquite, de la manera más burda e inquietante, sin duda motivado por las noticias que le llegaban de parte de un amigo de la ESCI, el abogado que no pudo conse-guir librarle de la cárcel y que ahora se había convertido en confi-dente, gracias a las dádivas que Julio con frecuencia le ofrecía, para alimentar el hecho de que le tuviera al día de los movimien-tos, tanto de Félix como de Lucía, a quien había perdido para toda la vida.
Sus conversaciones con “Fiti” al parecer iban por buen camino. El último informe que le había proporcionado al respecto, decía que “Fiti” tenía contacto con una exprostituta, que le estaba sir-viendo de gancho para llevar a cabo las acciones que habían plani-ficado, la ruina de Félix, y que la exprostituta se la conocía con el nombre de “Maca”, es decir Macarena.
En efecto conociendo las debilidades en el terreno sexual de Félix, esta profesional, que por cierto se estaba rehabilitando en un Albergue de Reinserción, patrocinado por los Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid, Había vuelto a las andadas, es decir al comercio carnal de su cuerpo, pues la tal Macarena era mucha hembra para rechazar una oferta, sustancialmente económica, aun-que también con promesas de relaciones, como la que le había ofrecido el “Fiti”, motivo por el que tenía que demostrase así misma, que todavía era capaz de volver loco a un tipo, como al que le habían señalado debería seducir.
Félix que al verse en libertad se había hecho todo tipo de bue-nos propósitos, aún a su pesar, no supo o no pudo resistirse a los encantos de la “Maca”, que apareció en el club del que era asiduo Félix, una de tantas noches.
Macarena le tendió una trampa, le trastornó y le dio todo tipo de facilidades para que entrara al trapo, hasta el extremo de lograr
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hacerse hueco en la vida de Félix, de tal forma que el plan pre-visto solamente dependía de las órdenes que el “Fiti” quisiera darle, para llevarlo a término. Ya tenía a su víctima en el bote...
Lo que Julio quería y hacía saber a “Fiti” era eliminar a Félix definitivamente, y esta vez sin dejar rastro que pudiera incul-parle, aunque decía tampoco es que le importara mucho, pues cualquier cosa que le pudiera ocurrir a Félix, el primer sospechoso sin duda alguna sería él, con lo cual había que tomar todas las precauciones posibles.
Ya que disponían de la confianza de Macarena, quien estaba dispuesta a llevar a cabo la acción, el asunto tenía que parecer un auténtico accidente de los que a diario ocurren en las calles de Madrid, antes de que la amistad de ésta pudiera ser notoria y pudieran enlazar esta circunstancia con “Fiti” y como consecuen-cia con Julio.
Así que se le ofrecía un millón de las antiguas pesetas a Maca-rena y otro a “Fiti”, por servir de enlace en el crimen, eso sí, Julio esta vez exigía las garantías suficientes de éxito, antes de soltar un duro, a lo que le respondía “Fiti”, que por su parte, ya podía ir encargando los funerales de su amigo, pues tenía plena confianza en Macarena, además de la más absoluta discreción, tanto es así que se comprometía a no cobrar nada, mientras no quedara resuelto el “trabajo”.
Una mañana cuando Félix se disponía a atravesar la ca-lle de Bravo Murillo, próxima a la de su apartamento, una moto de gran cilindrada se lo llevó por delante, siendo poste-riormente arrollado por un coche que circulaba en sentido contra-rio.
La moto que era conducida por una persona, no se sabía si mujer o varón, según declaraciones de los testigos presenciales de los hechos, se dio a la fuga, una vez cometido el atropello...
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Félix fue conducido urgentemente por una unidad del Samur a un Centro de Urgencias, donde quedó ingresado en estado muy grave.
Estuvo varios días debatiéndose entre la vida y la muerte, a las seis semanas y tras dolorosísimas intervenciones y una larga es-tancia en el Hospital, rehabilitaciones, gimnasias y todo tipo de atenciones médicas, fue diagnosticado como tetrapléjico severo, dependiente por tanto de atención para cualquier función vital, e internado en un Hospital especializado en este tipo de tratamien-tos.
La Policía que comenzó haciendo todo tipo de conjeturas, no perdía de vista la posible participación en los hechos de Julio, tal y como él había supuesto, aunque relacionarle con aquel accidente era poco menos que imposible, dada la pulcritud con la que se ha-bía efectuado.
No obstante Julio quería rebajar la cuantía en el pago del en-cargo, pues si bien se había producido una rápida intervención por parte de “Fiti” en el tema, también era cierto que el éxito no era el esperado, aunque “Fiti” decía que dado el estado en el que había quedado la víctima, era todavía peor que si hubiera muerto y que por tanto se consideraba acreedor a recibir la cifra de dinero pactado, máxime habiéndole prometido a la “Maca” su parte, que ésta sí que no se andaba con tonterías y que de no cumplir con ella con lo pactado, la encontraba muy capaz de cor-tarle... lo que hiciera falta.
Todavía después de estas manifestaciones, se resistía Julio a cumplir con su parte en el trato, pero “Fiti” le dejó bien claro, apuntándole con la punta de una cheira al cuello, recordándole cuál era su especialidad para terminar con aquel asunto, ante lo cual Julio estuvo de acuerdo en el pago, no sin antes tratar de con-seguir dos por uno, es decir le proponía a “Fiti”, que ya que no se habían producido los hechos a su entera satisfacción, para resarcir-se de ello le ofrecía la oportunidad de acabar también con la vida de Luis, por el mismo precio.
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Tal era el grado de locura de Julio, que en su venganza, no reparaba en el daño que pudiera acarrear a Lucía, tanto desmán y sobre todo tanta sangre.
Pero “Fiti “decía, que eso era y formaba parte de un capítulo nuevo, que le aflojara lo convenido y que luego ya se vería si se llevaba a efecto o no.
Las transferencias del banco podían dar al traste con el anonimato de Julio en el asunto de Félix, debía obrar con pruden-cia al tiempo que no podía retrasarse más en el pago, pues “Fiti” se lo recordaba de manera inmisericorde todos los momentos del día y de la noche llegado el caso.
¿Cómo retirar dinero de una cuenta sin que figure en el extracto el movimiento del mismo...?
Esa era la gran pregunta que Julio realizaba a su abogado, con el fin de no declararle abiertamente, que necesitaba una can-tidad importante, algo así como dos millones de pesetas, para el pago de un trabajo encargado.
Existían varias fórmulas, como le apuntaba el abogado, entre las que se encontraba la de retirar diariamente una cantidad que al cabo de un tiempo resultaría importante, tenía el inconveniente que debería realizarse mediante reintegros en el Cajero automáti-co, lo cual significaba tener que hacer uso de la tarjeta de crédito además del nº secreto de la misma, algo a lo que Julio no estaba dispuesto a acceder.
Solamente mediante una transferencia, a un supuesto Centro Benéfico y luego rescatarlo, se podría justificar un desembolso de semejante cuantía, aunque existía otro medio decía el abogado cual era realizar una inversión en la compra de Bonos del Esta-do, que luego se podían traspasar o vender sin levantar sospe-chas.
La cosa es que Julio dejó en manos del experto este reintegro, que naturalmente en opinión del abogado, generaría una serie de gastos a los que debería hacer frente Julio.
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La cuestión es que los dos millones se vieron incrementados en otras quinientas mil pesetas más, en concepto de gastos de nego-ciación, eso sí, con todos los justificantes necesarios de la transfe-rencia. De esta manera logró saldar cuentas con “Fiti”, que le amenazaba no solo con delatarle, sino rebanarle el pescuezo cuan-do estuviera dormido.
Pero el problema estaba más bien ahora en Macarena, que ha-bía subcontratado los servicios de un guardacoches de un Carre-four, un melenudo delincuente habitual, ex drogata, ex legionario, y con unos antecedentes, capaz de hacer cambiar el color del ex-perto policía más templado.
Este delincuente exigía a Macarena además de las doscientas cincuenta mil pesetas acordadas, un polvo, algo en lo que Maca no tenía ni ponía reparo alguno, y además el arreglo de la pintura de la “cabra”, su moto, que había quedado dañada en el choque con Félix, y aquí es donde existía desacuerdo, porque el “Pelos” decía que otras cien mil de vellón, o iba con el cante a la “madera”, con lo que Macarena apenas resultaba agraciada, como no fuera con la pedrea...
Con todo este movimiento y situaciones, Julio andaba un tanto descolocado, había abandonado su propio aseo personal, su barba entrecana había crecido desmesuradamente, sus lentes oscuras presentaba uno de sus cristales con una rotura parcial, aunque eso a él no le suponía más trastornos que el de su aspecto, y poco a poco estaba abandonando, lo que para él había significado, parte de su personalidad.
La mayor preocupación de Julio consistía en encontrar la forma de redondear su “hazaña” y ahora para terminar con su propósito tenía que ajustar cuentas con Luis, otro traidor hijo de puta, que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se había apoderado de los sentimientos, de quien otrora ocupaba su corazón todas las horas del día, de Lucía.
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Si bien entendía, que tal vez, había tratado de consolar a su po-bre ex, aunque el fruto de este consuelo había quedado bien patente, pues Lucía estaba de nuevo en estado de buena esperan-za y esta vez porque así lo había decidido ella.
“Fiti” encontraba que el dinero que había recibido por parte de Julio, para nada solucionaba sus problemas, se había esfumado en poco tiempo y viendo lo fácil que le había resultado sacarle una buena cantidad, quiso tentar de nuevo a la suerte y le pro-ponía a Julio que le hablara del asunto de Luis, del dos por uno, que le había mencionado.
Aunque Julio ya estaba harto de tanto trato, que entre otras co-sas, le estaba costando la ruina y apenas le prestaba aten-ción, tampoco quería hacerle más daño a Lucía, pues al parecer, cada vez que tomaba iniciativas en el asunto, la última perjudicada siempre era ella.
Por una aparte “Fiti”, luego Macarena, y por último el macarra guardacoches, todos se habían quedado sin blanca antes de lo que ellos, que ya se consideraban ricos de por vida, se hubieran dado cuenta, estaban en la misma situación de siempre y querían más, de tal manera que no cesaban de presionar a Julio, para que les encargara un nuevo trabajo, y constantemente le extorsiona-ban, mediante la intervención de “Fiti”, diciendo que si no les daba más oportunidades le delatarían, con lo cual sus penas se verían incrementadas hasta el infinito.
Una mañana...
Julio apareció en su celda, que era la misma que la de “Fiti”, colgado de los barrotes de la pequeña ventana, por la cual, sola-mente se podía intuir que afuera en la calle, hubiera algo más que el cielo que se contemplaba desde la colchoneta, en la que pasaban largas horas, tanto en la oscuridad de la mente de Julio, como el la retorcida de “Fiti”.
El caso no tuvo más trascendencia, que la que se le da a un he-cho que se repetía, de vez en cuando, entre la población carcelaria,
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el suicidio, sin que se pusiera en duda la naturaleza del hecho y su autoría.
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CAPÍTULO X
Lo que tenía visos de terminar como una tragedia griega, en la que muere hasta el apuntador, ahora se convertía en una triste realidad.
El caso que necesariamente era retomado por el abogado de Ju-lio porque además de ejercer de defensor, también era su amigo, tenía todos los tintes de haber sido una venganza, o un ajuste de cuentas llevada a cabo por algún interno, o tal vez por encargo.
La familia quiso llegar hasta las últimas consecuencias, saber por qué Julio, había dispuesto de una importante cantidad de dinero en un corto espacio de tiempo, ya que sospechaban que todo era porque había sido víctima de un chantaje y que significa-ba la causa que había motivado su muerte.
No se pudo aclarar nada en este sentido, pero existían sobradas razones para pensar, que tanto el accidente de Félix, que había terminado prácticamente con su vida, así como la muerte de Julio, no eran fruto de la casualidad, sino un plan urdido con mucha ca-beza y que solamente una mente privilegiada y retorcida, había podido llevar a cabo.
El abogado decía, que ya no encontraba motivos coherentes pa-ra continuar con una investigación, que además de que se escapa-ba de su cometido, sería necesario contratar un detective y eso costaba mucho dinero y tiempo, y tampoco se podía asegurar, sir-viera para esclarecer los hechos.
La familia de Julio en cambio, no lo creía así, pensaba que den-tro de la cárcel existirían suficientes pruebas o datos para
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inculpar a un asesino a sueldo, pues las cantidades retiradas de la cuenta de Julio, correspondían efectivamente a las fechas en que habían sucedido los “accidentes”, con poca diferencia entre los hechos y los reembolsos de la cuenta y ellos estaban dispuestos a sacar a la luz todos estos datos.
Un descubrimiento que daría mucho que pensar a los abogados y también a la policía, era que la cuenta principal de Julio estaba además a nombre de Lucía...
Por tanto no se podía asegurar, que las cantidades retiradas de dicha cuenta, fueran realizadas de común acuerdo, por parte de los titulares de la misma, o no.
Ahí quedaban las dudas…
¿Sabía Lucía de la trama que seguía Julio...?
¿Era cómplice de su venganza...?
Cuando Enrique fue asesinado, porqué Lucía lejos de verter una sola lágrima, ¿sintió que un peso se le quitaba de encima...?
¿Qué significado tenía aquella llamada registrada en su telé-fono, cuyo número correspondía a una cabina de la Prisión de Alcalá Meco, que había descubierto la policía...?
¿Por qué Lucía en las fechas en que ocurrieron los hechos de la muerte de Enrique, no se encontraba en Madrid y sin embargo su móvil tenía varias llamadas realizadas desde la citada cabina...?
Según la policía todavía quedaba mucha tela que cortar en los casos que se seguían y cualquier hipótesis no debía ser desechada.
Laura recibía la noticia del nacimiento de una niña de Lucía y Luis, la alegría era todavía mayor, pues se le invitaba a participar en el acontecimiento tomando parte activa en él, es decir le pedían fuera la madrina de la niña en el bautizo que se anunciaba en un mes más o menos.
Lo más rápido que le fue posible, comunicaba Laura, a Luis y Lucía que se sentiría muy honrada en apadrinar el fruto de su
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amiga, para lo cual aportaba el nombre de la misma, si no habían pensado en otro y que le gustaría fuera el de Laura.
Mil felicitaciones por parte de Laura y también de sus ami-gos colmaron de felicidad y cambiaron el dolor por la alegría a Lucía, que se había aclimatado y hecho a la vida de su marido y de la familia del mismo y gozaba de la inestimable ayuda de De-lia, su cuñada y amiga y la vida aunque difícil para ella, trans-curría sin mayor dificultad.
Atrás habían quedado, tiempos de amargura, de pesar y ame-nazas.
Aunque en esto de las amenazas, Lucía confesaba a su mari-do, que de vez en cuando recibía llamadas de una voz anónima de mujer, exigiéndole cantidades de dinero, a cambio decía, de guar-dar silencio en un asunto, en el qué podía verse implicada una vez más.
En cambio el padre de Laura, no tenía muchas ganas de conce-der a su hija un capricho más, de los que estaba acostumbrada. Le parecía una solemne tontería, que después de tanto acontecimiento y escándalo, volviera a desenterrar la amistad con su amiga Lucía, después del trastorno que había causado y ahora que tan siquiera vivía en Madrid, de nuevo volver a las andadas.
Para no contrariarla, le propuso que se tomarían unas vacacio-nes, los tres miembros de la familia, y que serían en el extranjero, lo que motivaría una excusa para rechazar la invitación, que en opinión de D. Daniel, Lucía se había visto obligada a ofrecerle, en señal de agradecimiento. Además el desplazamiento hasta Andalu-cía en verano no era precisamente del agrado, tanto de la mamá de Laura como de él mismo, con lo cual el asunto quedaba zanjado.
La Policía abundaba en la Investigación sobre la muerte de Ju-lio, que por obvia que pudiera parecer, existían dudas razonables, que se hacían evidentes, a la vista de los resultados de la autopsia realizada sobre el cadáver.
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Al parecer, según los informes del forense, todo apuntaba que no se trataba de un caso de suicidio más, el cadáver presentaba signos inequívocos de haber sufrido una agresión antes del óbito, es decir no había muerto precisamente por ahorcamiento, como indicaban todas las pruebas, posiblemente decía el informe , se cuestionaba que hubiera sido asesinado antes colgado posterior-mente, pues unas marcas que aparecían en el examen minucioso de sus órganos internos, daban como resultado, una muerte por asfixia, con unas diferencias muy notables a la muerte por estran-gulamiento, que se producen al ser colgado el cuerpo.
Pero este no era el estilo clásico del “Fiti”, primer sospechoso por ser el compañero de celda de Julio, por cuanto la Investiga-ción seguía por otros derroteros, tratando de hallar nuevos datos que arrojaran un punto de luz en un caso, que se presentaba más que complejo, ante las manifestaciones vertidas en el informe del médico forense, que había practicado la autopsia.
La Policía no abandonaba cualquier hipótesis por absurda que esta pudiera parecer, comenzó un exhaustivo análisis de cuantos documentos pudieron recabar del Juzgado, la cárcel, el hospital, la ESCI, etc. no dejaron títere con cabeza.
En la cárcel, donde habían tenido lugar los hechos que termina-ron con la vida de Julio y que tocaba investigar en primer lugar, se solicitó la entrada de un “topo”, que durante un tiempo y con el consentimiento del Director de la misma, trataría de recopilar la mayor información posible sobre el caso.
Este topo fue alojado, como no podía ser de otra forma, en la celda que otrora ocupara Julio, aunque “Fiti”, fue trasladado para no levantar sospechas.
Los primeros días, que al “topo” le parecieron de auténtico in-fierno, pudo comprobar la cerrazón y hermetismo, por parte de todos los internos. Existía un código de honor y los chivatos eran eliminados de inmediato, por lo que nadie quería correr el riesgo de ser escabechado en cualquier rincón de la prisión.
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Durante días y semanas el policía camuflado, tuvo que pasar por las vicisitudes de cualquier penado, tales como comer la bazo-fia del rancho que allí se administraba, mediante lo cual había encontrado un clarísimo fraude, por parte de los intendentes, que mermaban y sustraían cantidades destinadas a la alimentación de los presos y que a las claras demostraban su interés para no cambiar bajo ningún concepto en el puesto de los relevos, para así continuar con tan sustancioso negocio.
Al mismo tiempo el “topo” tampoco era liberado de las faenas más bajas que le correspondieran en el “Diario de Cargos”, como eran las de limpieza de letrinas, barrer y fregar las dependencias del comedor, ropería, arreglo de parterres y campos de césped, limpieza de cristales, fregar hasta dar brillo a las galerías kilo-métricas, y mil funciones, que ponían a prueba al más duro de los reclusos y todo ese esfuerzo prácticamente, a cambio de nada...
Pero la preparación física y mental del funcionario introducido, no dejaba lugar a dudas, tras pasar por las aberraciones más fla-grantes, el objetivo que llevaba impreso en su mente, le daba alas para superar las mil y una vicisitudes a que se veía sometido cons-tantemente, el premio sería el reconocimiento de sus superiores y el ascenso a punto de serle concedido, hacían que este funcionario, profesional del tratamiento del delito, pasara desapercibido para la pacata mente de la mayoría de los internos, aunque a “Fiti” le re-sultaba un tanto extraño que este nuevo, habiendo sido puesto en antecedentes de lo ocurrido, tan siquiera en el comedor, que era donde mayormente se podían intercambiar confidencias, a cambio de la ración escasa de comida o cualquier otra chuchería de postre o golosina, no le hubiera hecho preguntas, aunque fuera por simple curiosidad, pues toda la prisión estaba muy alterada por lo ocurrido con el ciego, que al parecer gozaba de las simpatías de quienes se habían cruzado con él, en las pocas ocasiones que se tienen con determinado tipo de penados.
Fiti” se acercó hasta el lugar donde parecía no querer tomar parte el “topo”, en los juegos que se desarrollaban en el patio y
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que casi sin proponérselo, los internos acababan en tumulto y riña, en las que se saldaban pendencias y pequeñas deudas, casi siempre de honor, con heridos a veces graves y sin que los funcionarios de la prisión pusieran mucho empeño en ordenar y evitar este tipo de escaramuzas, que estaban, si no consentidas, al menos disimula-das, por la mayor parte de ellos.
Cuando el funcionario infiltrado entre los internos vio venir ha-cia él al “Fiti”, una especie de escalofrío recorrió la espina dorsal del mismo, no sabía qué intenciones se traía el “Fiti”, del que conocía al dedillo su amplísimo currículum vitae y aunque le pilló en guardia, temía ser descubierto, pues el instinto de quie-nes permanecen años en la cárcel, les hace desarrollar un olfato muy especial, para descubrir cualquier forma de impostura que pueda darse, y esto el funcionario lo sabía, era una cuestión que se aprendía en los libros.
¿Tío, tienes un pito...?, le espetó el “Fiti”...
No, contesto el funcionario casi con la voz apagada, es que no fumo...
El “Fiti” recorrió con su torva mirada todo el tallaje de su inter-locutor, escudriñándole, observándole, no dándole lugar a que se rehiciera de su inesperada presencia y apabullándole con más pre-guntas...
¿Cuánto te ha caído...?
¿Por qué te han trincado...?
¿Necesitas algo...?
Y mil preguntas, que estaban produciendo en el funcio-nario un deseo de partirle la cara, solamente por la costumbre de no tener que aguantar preguntas, pues era él quien las hacía en todos los casos.
Pero el oficio había que demostrarlo en situaciones precisamen-te como la que estaba viviendo pensaba el “topo” , algo para lo que nunca está uno suficientemente preparado, pues de la
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teoría a la práctica, existe una notable diferencia y bien que lo es-taba constatando.
En todo caso, ese era el momento para el que se había estado preparando de manera muy especial, asistido por psicólogos y peritos en esta materia y había llegado la hora, de poner en prácti-ca sus conocimientos al respecto.
Tratando de que no se le viera el plumero, el funcionario “to-po”, optó por entrarle de frente, para no crear dudas acerca de su presencia en la cárcel, y respondió al “Fiti” diciendo:
¿A ti que cojones te importan mis asuntos...?
¿Dónde huevos dice, que tenga yo que explicarte a ti, mi situa-ción?... Además, tanto te importa a ti lo mío, como a mí lo tuyo así, que aire...
“Fiti” se dio media vuelta y el “topo” respiró hondo, hasta ese preciso instante, no las tenía todas consigo, por menos, el “Fiti” le había cortado el cuello a más de uno.
Así que el funcionario a partir de aquel momento, se dijo a sí mismo, que debería nadar y guardar la ropa cuidando de su culo, en cualquier momento esperaba una agresión, pues nadie se había atrevido a tanto, en tan poco tiempo.
En el comedor “Fiti” logró, nadie sabe cómo, ni a través de qué mecanismos, sentarse justo enfrente del “topo”.
Cuando tuvo conciencia de la realidad de su presencia el “to-po”, en un acto reflejo, miró hacia donde se encontraba el funcio-nario armado más próximo a su ubicación, pues mucho se temía se prepararía cualquier reyerta, para ajustarle las cuentas, el frus-trado “Fiti”.
No ocurrió así, más bien todo lo contrario, el “Fiti”, con as-pecto sumiso, le dirigía la palabra, aunque era consciente de que el “topo” no le prestaba la menor atención, para hacerle saber, que su intromisión había sido motivada sencillamente, porque su anterior compañero y él mismo, habían ocupado la celda, donde ocurrieron
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los hechos que tal vez él no conocía, y a él se le había metido en el caletre, que algo no cuadraba en la muerte de Julio.
Que al estar todo el tiempo sin poder acceder a la celda que an-tes ocupara, no podía investigar si todo se encontraba en su sitio, si algo no encajaba en la fotografía que pudo contemplar, la maña-na en que Julio apareció fiambre en la celda.
Y...continuaba hablando y hablando y le insinuaba, precisa-mente lo que el funcionario quería saber, que tenía fundadas sos-pechas, confirmadas en la autopsia de Julio, que al parecer..., se-gún dicen..., en opinión de algunos..., Julio había sido asesinado y luego llevado a la celda, donde le colgaron de la reja, que a él esa noche, debieron echarle algún potingue, pues no fue consciente hasta bien entrada la madrugada de lo ocurrido, que si tal, que si cual, etc., etc.
En un acto de valentía, premeditado por el “topo”, le miró des-caradamente al “Fiti”, sabiendo lo que se jugaba y también para confirmar de nuevo, que era un interno con sus propios pro-blemas y que nada le importaba el caso de Julio y armándose de valor le dijo al “Fiti”:
Me tienes hasta los mismísimos de tanta charla, no sé cómo cojones te voy hacer entender, que bastante tengo con lo mío, como para encima tener que escuchar tanta película...
Así, que olvídame, y ve con la música a otra parte,
¿Vale...?
Pero el “Fiti”, lejos de arrugarse, cogió lo primero que tenía a mano y como un resorte saltó sobre la mesa, con el consiguiente alboroto, se lanzó contra el “topo” y a punto estuvo de estran-gular a aquel individuo, que se había atrevido a faltarle el respe-to...
Las cosas habían ido tan deprisa y tan lejos, que el Director de la prisión, llegó a temer por la integridad física del funcionario,
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e hizo llevar a este ante su presencia, para tener conocimiento de primera mano de lo ocurrido en el comedor, con el popular “Fiti”.
El “topo” le confesó al Director, que todo formaba parte de una estrategia debidamente calculada, y que tal y como él tenía previs-to los acontecimientos habían transcurrido al pie de la letra, eso sí, en lo sucesivo, procuraría medir bien sus cebos y llegado el caso le demostraría al “Fiti”, que él también tenía dos manos, no en balde era cinturón negro de judo, manifestaciones que devolvieron la confianza al Director, que pese a todo le advertía, no po-dían estar todo el día pendiente de sus asuntos, pues la cárcel daba trabajo hasta dejarlo de sobra, como para ocuparse específicamen-te de algo concreto.
Ante la actitud de desprecio que manifestaba el “topo”, “Fiti” usando de una estratagema, que sabía no le podía fallar, abusan-do tal vez de la libertad de movimientos de la que gozaba entre los Internos, se hizo con una toalla de baño y esperó al “topo” a la entrada de las duchas, fue visto y no visto, se lanzó a él, le cubrió con la toalla, casi amordazándole, le condujo arrastras hacia los baños y cuando todo parecía resolverse a favor del asal-tante, en un inesperado movimiento el “topo” se hizo con la situación y cambiaron las tornas, el “Fiti” rodó por los suelos, el “topo” le inmovilizó con una llave, muy propia dentro de las artes marciales, que dejó boquiabierto al agresor y también a los pre-sentes y quedando a merced de éste, cuando todo el mundo espe-raba que la respuesta sería romperle la cara y deshacerse de él de una vez por todas, el “topo” lo soltó tendiéndole la mano, si no en señal de amistad, sí al menos tratando de llevar a la mente de su agresor, que esta sería la última vez en aguantar sus impertinencias.
Todos los presentes, estuvieron de acuerdo en que “Fiti” había encontrado la horma de su zapato, no faltó quien dijo: a todo cerdo le llega su San Martín y el asunto quedó zanjado.
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Ahora sabía el funcionario que había quedado clara su postura, había eliminado toda duda acerca de porqué se encontraba entre gente de su misma calaña y estaba dispuesto llegado el caso, a enfrentarse con el matón de turno, y evidentemente esa demostra-ción de poderío era siempre bien vista y apreciada por la población reclusa.
Naturalmente él no había ido allí para echarse flores, ponerse medallas o quedar como un machito delante de gente, de la que a él le importaba un pimiento, tanto que se pudrieran allí, o que les tocara la lotería.
De tal manera que para no espantar las posibilidades de llevar su trabajo adelante, cambió de actitud, se familiarizó con el en-torno del “Fiti”, tratando de controlar a cuantos le vitoreaban y aplaudían sus hazañas, a cambio de un cigarrillo la mayor parte de las ocasiones.
El “topo” dio sobradas muestras de confianza a “Fiti”, como pa-ra que éste empezara a cantar por “soleares”, corría el riesgo de si ponía demasiado interés en el asunto, se mosqueara el “Fi-ti” y entonces sí que no darían ni un euro por su pellejo.
Ahora era el funcionario quien se hacía el encontradizo siempre que tenía ocasión con “Fiti”, aunque no quería tirarle de la lengua, quería que fuera él quien diera el primer paso, le prestaría poca atención y así “Fiti” descubriría sus cartas.
Una mañana de tormenta, en la que apenas se podía salir al pa-tio, el tiempo de esparcimiento tuvo lugar en dependencias cerradas, bibliotecas, salas de juegos, de música, etc. El “topo”, encontró el momento propicio para juntarse con “Fiti”, como en una inesperada casualidad, éste se sintió honrado y de inmediato mandó retirase a un compañero, que en ese momento se encontra-ba con él, con la autoridad que le caracterizaba en este tipo de acciones, ofreciendo ocupar su puesto al funcionario infiltrado en la cárcel.
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Comenzó el “topo”, casi pidiéndole disculpas por lo ocurrido y a punto estuvo de pronunciar la fatal palabra perdón, aunque se tuvo buen cuidado, pues ello hubiera supuesto un evidente signo de debilidad, que “Fiti” hubiera podido interpretar como una claudicación.
Una vez medidas las posturas, y asegurada la supremacía por parte del “topo, enseguida comenzó “Fiti” a confesarle: “que tal vez no hubiera interpretado bien cuáles eran sus intenciones, y que la conversación que había iniciado con él, no tenía más objetivo, que sacar adelante unas sospechas, que como le había anunciado, tenían mucho fundamento”. Pero al tiempo le contestaba el “to-po”: que no lograba entender en qué, o cómo, podría a él intere-sarse en el asunto.
Y, aquí vino la gran respuesta esperada...
“Fiti” le decía al “topo”, que si quería asegurarse una buena estancia en la cárcel, por el tiempo que tuviera que pasar allí, cosa que a él no le importaba un carajo, debería hacerse con un dinero extra que él estaba dispuesto a conseguirle, a poco que colaborara con él, en el esclarecimiento de los hechos ocurridos recientemente.
Continuaba contando, que el abogado de Julio le había prometido una “paga extra”, si encontraba al culpable o in-ductor del suicidio de Julio, aunque a él, al abogado no le cabía ninguna duda que había sido un suicidio, a pesar de que el parte del forense insinuara que había sido un asesinato.
“Fiti” estaba dispuesto a compartir con el “topo”, parte de sus prebendas, si como estaba tratando de llevar a su ánimo, colabo-raba con él en el esclarecimiento de los hechos, no en vano seguía manteniendo, que en la celda a la que le habían prohibido el acce-so, tenía que estar la clave de lo sucedido.
El “topo”, que se encontraba en la fase que más interés desper-taba para él, estuvo sosteniendo la mirada penetrante al “Fiti”,
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tratando de hacerle entender que por ese camino, sí estaba dispues-to a colaborar y diciéndole:
¿De qué cuantía de dinero, estamos hablando...?
“Fiti” pensando, que ya le tenía en el bote le decía:
De varios miles de euros...
Y el “topo” respondía:
Déjate de coñas Fiti... ¿de cuánto estamos hablando...?
Y “Fiti”, picando el cebo dijo:
A mi hace bien poco, por un “trabajo” en el que ape-nas tuve que intervenir, me dieron un kilo, de las antiguas pese-tas...
Así que estoy seguro, que la familia de Julio y también su abo-gado, pagarán lo que se les pida, si encontramos la punta del hilo que les ayude a desmadejar el ovillo en que encuentra envuelto este asunto.
¿Pero quién paga, dijo escéptico el “topo”: el abogado, la familia, o la madre que lo parió...?
Ante lo que “Fiti” dijo, que anteriores ocasiones, pues había habido varias, unas veces le traían el dinero entre las ropas del lavadero, otras el mismo abogado, cuando venía a tomar de-claración a Julio, y a veces lo recibía de gente, que previamente él señalaba en la calle, donde tenía dispuesto muchos y buenos con-tactos.
El mismo camino que sigue la “yerba” decía ya confiado el “Fiti”, pues le hablaba al “topo” como si ya est e se hubiera pro-nunciado y ya no hubiera vuelta atrás. El funcionario se daba cuenta que se estaba metiendo en una especie de arenas movedi-zas y descubría ante las declaraciones de “Fiti”, que la corrup-ción entre los funcionarios, que hacían la vista gorda, en muchas ocasiones llegaba más lejos de lo que él había supuesto, que los cacheos en las visitas eran selectivos y no como mandan las orde-
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nanzas con lo cual los abogados y gente oficial entraban y sacaban a su antojo, cuanto les fuera a proporcionar algún beneficio eco-nómico.
Pero el asunto de la Investigación no había hecho más que em-pezar y ahora que tenía ganada la confianza de “Fiti”, este le pon-dría en antecedentes, con el pretexto de colaborar con él, de deta-lles que jamás hubieran trascendido, de no ser de esta manera tal vez, pensaba no la más ortodoxa y limpia, pero tocaba jugar en un terreno en el que no caben contemplaciones.
“Fiti” le contaba, que el día de los hechos, que acabaron con la vida de su compañero de celda Julio, éste tenía en su poder un paquete con una suma importante de dinero, que al parecer le ha-bía entregado su abogado, no entendía muy bien con que objetivo, y que por más que había mirado en la celda, antes de que le trasla-daran para realizarle la autopsia, buscando en aquellos lugares, que sólo conocían Julio y él, no había podido dar con el paquete, que al ser trasladado de la celda y no pesar sobre él sospecha algu-na, tenía la completa seguridad que todo era fruto de una trama, llevada a cabo por los funcionarios y ahí es donde él empezaba a atar cabos.
El día anterior a los hechos, había encontrado a Julio al borde de la desesperación, pues su abogado le había hecho saber, que su ex novia había tenido un hijo, con un compañero con el que vive en la actualidad, y eso le produjo una tristeza y le hundió en una depresión y que a partir de ese momento no quiso ni probar boca-do ese día.
Seguía entonando una ristra de informaciones “Fiti”, que al “topo” le parecieron excesivas, y que no le llevarían a ninguna parte en la Investigación, pues eran cosas del ámbito personal que no le interesaba saber, así que interrumpiendo a “Fiti”, se adelantó a decir:
Bueno vamos a ver...
¿Cuál sería mi trabajo específico en este asunto...?
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Porque joder, no veo en qué puedo yo ayudarte, si no eres más explícito ¡coño!...
A lo que contestó “Fiti”
Mira yo llevo dándole vueltas, como te he dicho, al asunto, sospecho que los funcionarios ocultan algo y que aquí está “pringao” hasta el Director, así que si recurro a ti, es porque no sé ni por dónde cojones empezar...!
¿Me entiendes?...
Y bien dijo el funcionario ¿Por dónde empezamos...?
A lo cual respondió “Fiti”:
Mira, mañana toca lavandería, yo puedo enchufarte como ayu-dante mío y tu observas mientras yo cargo la ropa en las máqui-nas, si alguno de los funcionarios maneja algún paquete, no impor-ta que meta, como que saque y a partir de ahí verás que fácil resul-ta todo...
Miedo le estaba dando al “topo” enredarse en este tipo de In-vestigación, que a poco que se dedicara a ello, dejaría con el culo al aire a más de un compañero, pero tampoco podía ahora echarse atrás y desairar la confianza que había depositado en él, nada menos que el “Fiti”, el más prestigioso delincuente que nunca hubiera pisado la cárcel.
Así que a la mañana siguiente, sin conocer los resortes que “Fi-ti” había tenido que tocar, estaba en la lista de los encargados de la Lavandería, donde en opinión de éste, estaba o se encerraba la clave de la muerte de Julio.
La labor del “topo” consistía, en controlar los movimientos tan-to si eran sospechosos como no, de los funcionarios que vigila-ban el recinto y eso para un profesional no representaba pro-blema, aunque bien mirado, era como descubrir algo que ya se sabía, pero se quería mantener oculto, el trasiego sobre todo de estupefacientes, que para nada le parecía al “topo”, fuera a arrojar luz sobre el asunto de su incumbencia en aquella prisión.
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Todo transcurría con la monotonía y parsimonia con la que se toman el trabajo los internos, coincidente en esta faceta con la de los funcionarios: rutina, desidia, ambigüedad, desgana y cualquier cosa, menos algo que despertara el interés del funcionario “topo”.
Por la noche en lugar discreto, fuera del alcance de miradas inquisidoras “Fiti” y el “topo”, que formaban el tándem perfec-to para la Investigación (quien lo diría) pensaba el funcionario, cambiaban impresiones aportando algo que ya se sabía, como era que lo único que les preocupaba a los vigilantes, no era otra cosa, que la hora de salir del trabajo y poco más.
La desilusión por parte del “topo” empezaba a minar sus entre-sijos, tal vez pensaba había sobrestimado la valía, de quien era al fin y al cabo un delincuente, por mucho renombre que gozara en la cárcel, pero este le juraba que más bien pronto que tarde, darían con alguna pista que les llevaría a desentrañar el crimen y era cosa de saber esperar la ocasión y tenían todo el tiempo del mundo por delante...
Lo tendrás tú hijo de puta, pensaba el “topo” , que estaba ya empezando a dar síntomas de cansancio a la vista de lo poco que avanzaba la Investigación, y no sería por que estuviera acostum-brado a pasar horas frente a un edificio, esperando alguna anoma-lía en el discurrir de una puerta, o en el cambio de posición de una ventana, o un coche que aparcaba durante más o menos tiempo del previsible, etc.
Un nuevo día en la lavandería, un funcionario más de la cuenta según los cálculos del “topo”, porque algo se estaba cociendo y es aquí donde fue alertado por “Fiti”, de que en todo el tiem-po que llevaba prestando “servicio “en la Lavandería, jamás ha-bían mandado a uno más o distinto del que había esa mañana, lo que daba como consecuencia que había que prestar mayor atención a los movimientos de todos los funcionarios que eran cinco, y muy particularmente a los movimientos del “nuevo”.
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Nunca en los años que “Fiti” llevaba en el establecimiento ha-bía visto llevarse una colchoneta, que no estuviera deshecha, me-dio quemada, rota por los cuatro costados...
Sin embargo el hecho es que, estaban cargando en un furgón celular de la Prisión, la colchoneta que había estado viendo duran-te tanto tiempo en la celda y que pertenecía a Julio.
La identificó nada más verla, pues tenía una funda o sobrecu-bierta muy singular y Julio que se las daba de señorito, había conseguido permiso para que le trajeran, no sólo una funda del colchón, sino también de la almohada, para cubrir la mugre que decía no podía soportar, sobre todo su olor, que como es sabido en él era una característica superior.
Hasta ese momento “Fiti” comentaba con el “topo” que no en-contraba explicación posible a tal transporte y además el “topo” corroboraba, que efectivamente correspondía a su colchón y a su funda y que pediría le fuera devuelto inmediatamente, si encontra-ba alguna diferencia al volver a su celda, en menoscabo de su co-modidad.
No hubo lugar a reclamación en la celda había no una, sino dos, la de él y de su compañero, exactamente iguales a las del transpor-te al parecer clandestino.
Ahora la cosa se complicaba todavía más porque...
¿Adónde habían ido a parar la colchoneta y la almohada...?
¿Tal vez allí estaba la causa de la muerte de Julio... y por esa razón querían hacerlo desaparecer...?
¿Y si lo ponía en conocimiento del Director, no levantaría la liebre y si te he visto no me acuerdo...?
Por otra parte si no obraba con celeridad, puede que llegara tar-de a la hora de tratar de recuperar la prueba de... no sabía qué, pero que sin duda se trataba de algo anormal y diferente a la rutina de la cárcel.
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¿Por dónde empezar...?
Tenía la confianza más absoluta por parte de su Jefe, quizás el único que estaba al corriente de los progresos del “topo”, así como de las miserias, que se veía obligado a soportar para conse-guir alguna pista.
Esa noche pensaba llamarle para no levantar sospechas, desde el móvil que llevaba camuflado entre sus pertenencias y bien guardado a la vista, incluso de los funcionarios, algunos ni tenían conocimiento de que era un agente infiltrado, lo que dejaba todavía más libertad a éstos para obrar a sus anchas, aún delante de sus narices.
El jefe ordenó un seguimiento a dos agentes especialistas en estupefacientes, les puso en antecedentes de qué se trataba y que seguramente encontrarían algo que no tuviera que ver con drogas y de que ahí radicaba precisamente la Investigación.
A la mañana siguiente, el Furgón Celular de la Prisión desvió su ruta habitual, que consistía en ir a los Juzgados, esperar a la salida de los presos y volver a la Prisión, pero ese día cambió el contenido de los presos, por una colchoneta y una almohada, aun-que las precauciones y simulacro del transportes de presos, seguía con la parafernalia habitual: sirenas, luces azuladas, y una escolta policial motorizada guardando carrera.
El itinerario y destino se vio alterado, esta vez se dirigía hacia la calle Velázquez de Madrid, aparcamiento subterráneo del nº 18 de dicha calle y el Parking público que se encontraba en los bajos de la finca. Por tanto esto supuso una llamada de atención muy concreta, al grupo que seguía con todo tipo de medios, tanto hu-manos, como de transmisión de datos, voz e imágenes, pues toda la operación que se llevaba a cabo, estaba siendo grabada en video, por orden expresa de los superiores.
Apenas media hora fue suficiente para llevar a cabo una transacción, que se presumía era desde todos los puntos de vista ilegal, si no delictiva.
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Los agentes tenían orden de no intervenir, de dejar hacer, se trataba de llevar el asunto con tanta discreción como fuera posible y reunir cuantos más datos, circunstancias, y personas que inter-venían en la acción, lugar y hora exacta y mil datos que se pudie-ran aportar.
Nada más abandonar el Parking el Furgón Celular, los agentes especiales procedieron a una Investigación de forma clandestina, para no levantar sospechas.
Entraron en el Sótano de la Entreplanta, aparcaron su vehícu-lo y comenzaron una exhaustiva inspección, Planta por Planta, por si encontraban algo anormal.
Ahora realmente es cuando empezaba la labor de Información del “topo”, ahora era cuando a decir verdad, su vida podría correr peligro, si se descubría qué pintaba en este episodio, del que esta-ba empezando a ser protagonista junto con el “Fiti”.
Una llamada de su Jefe Superior le puso sobre aviso, para que no hiciera concesiones, en cuanto a tener al día al Director de la cárcel y para que sus avances en la Investigación, no delataran a ningún funcionario, era advertido de que si algo tenía que aclarar respecto a la conducta de alguno de los funcionarios, solamente hablara del asunto con él, exclusivamente con él, que si por cual-quier razón veía su vida correr algún peligro, sería relevado auto-máticamente, etc...
“Fiti” estaba negro con el asunto de la colchoneta, a el funcio-nario “topo”, le parecían apreciaciones novelescas por parte de su “colega”, alucinaciones de películas le decía en tono jocoso, lo que enervaba a “Fiti” y se defendía diciendo, que él no sabía de la Ceca a la Meca, que si conociera detalles, que solamente Julio y él conocían, no pensaría de esa forma y que si patatín y patatán, a lo que prestaba una atención muy especial el “topo”, disimulando no tomar interés en el asunto.
¿Y a qué estás esperando si realmente quieres que te ayude, decía el “topo”, para contarme todo lo que sepas...?
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El “Fiti” cayendo en la trampa comenzó a desembuchar, que si D. Manuel Montoya Regalado, el abogado de Julio para acá, que si Macarena Jiménez Bautista, la puta que ayudó a llevar a tér-mino el crimen de Félix para allá, que si la señorita Laura y que su padre, que si esto y lo de más allá...
El “topo” iba atando cabos, sin todavía tener respuesta exacta a sus múltiples preguntas, que soltaba descaradamente, al compro-bar que “Fiti” era una enciclopedia viviente en toda la trama. Así que se lanzó a saber, qué tenía que ver el abogado de Julio en todo este asunto, a lo que “Fiti” contestó, que todo...
Pues él era quien realizaba los pagos en efectivo que Julio or-denaba para llevar a buen puerto sus venganzas, porque conti-nuaba diciendo “Fiti”, Julio había depositado en él toda su con-fianza y tenía poderes para manejar sus cuentas bancarias, para retirar dinero, efectuar depósitos, en una palabra era dueño y señor de la situación de Julio.
Tanto que Julio le comentó en una ocasión, que estaba un poco escamado del comportamiento de D. Manuel, porque él había dispuesto dejar la mitad de todos sus bienes a Lucía y el abogado le trataba de convencer, contestándole que eso era, como ser puta y pagar la cama, algo que a Julio no le hizo mucha gracia, pero ya se sabe que cuando alguien da toda la confianza a otra persona, pierde la posibilidad de enmendar la plana.
El día que sucedió lo que sucedió, es decir la muerte de Julio, continuaba largando “Fiti” lo primero que hizo el abogado, fue presentarse en la cárcel, para tratar de recuperar el paquete de di-nero que Julio había exhibido en su presencia el día anterior.
Si tendría poder el abogado, que un funcionario le acompañó hasta la celda de Julio y tras un reconocimiento de los rincones salieron, “Fiti” esto no podía asegurarlo, si con el paquete de di-nero o no.
“Fiti” que de tonto no tenía un pelo, le había preguntado el día antes a Julio, que para qué tenía tanto dinero y este contestó
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que para pagar a uno que le estaba amenazando, y que ese uno era nada más y nada menos que el “Genio”, que se había percata-do que el abogado se había quedado con parte del botín, que Julio había dispuesto como pago de su trabajo, así que andaba amenazando a Julio que se atuviera a las consecuencias si no pa-gaba.
Tanto embrollo apenas cabía en la cabeza del “Fiti”, pero el “topo” empezaba a dar forma a todo el asunto, aunque era pronto para sacar conclusiones, todavía tenía que conocer de primera mano, qué pintaba en este concierto, Laura y su famoso papá...
El informe de lo que conocía, le fue pasado de inmediato a su Jefe, este que tenía más datos que los que conocía el “topo”, co-menzó a darse cuenta de que las piezas de este rompecabezas em-pezaban a encajar.
Las piezas principales eran:
D. Manuel Montoya Regalado, Colegiado nº. 280 del Colegio de Abogados de Madrid, había sido el nº. 1 de su promo-ción, y su emérito profesor, nada menos que D. Daniel Conde Oteruelo, ahora Magistrado de la Audiencia Nacional.
Que el tal D. Manuel Montoya regalado “casualmente” vivía en la calle Velázquez, y tenía su despacho de abogado en el nº 18 de la misma, que además compartía con otro, en el Centro de la ESCI.
Por tanto obviamente las pesquisas relacionadas con el caso de la cárcel, apuntaban a buen camino, solamente era cuestión de tiempo, depurar implicaciones, en el, o en los casos ocurridos, y un sujeto con acceso a los ciegos, de reconocido talento, harto demostrado en su trayectoria, al parecer sin escrúpulos, era el can-didato idóneo para ser motivo de un exhaustivo seguimiento.
¿Pero qué relación existía entre el caso y la colchoneta...?
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¿Qué otra cosa significaba sino una corrupción, por parte de los funcionarios de cárcel, que en principio usaban de los medios públicos, al parecer para intereses privados...?
¿Tenía o no conocimiento de lo que estaba sucediendo el Di-rector de la cárcel...?
¿No serían un cúmulo de casualidades, como había ocurrido otras veces y que al ser puestas en claro, se quedarían en aguas de borrajas y nada tenían que ver con el tema...?
Estas y otras muchas preguntas tenía entre manos el Jefe de la Investigación, y no le dejaban de dar vueltas en la cabeza a el “topo”, pensaba que la clave del asunto, podía estar en cual-quiera de los personajes, que estaban siendo objeto de la Investi-gación y que en muchas ocasiones, que él conocía debido a su oficio, las pruebas que aparentemente se presentaban con indiscu-tible contundencia, no siempre habían arrojado como resultado final ser las definitivas, como consecuencia, no debería precipitar-se en sus conclusiones y continuar con el asunto adelante.
La presión que ejercía el “topo” sobre su confidente el “Fiti” iba por buen camino, éste le soltaba, una tras otras, suculentas declaraciones como las que estaba contándole en la Lavandería:
Decía “Fiti” que sabía de buena tinta, y él tenía información de primera mano..., que Julio se había negado a seguir siendo extor-sionado con cantidades importantes de dinero..., que el “Genio” de nuevo había comenzado a disponer de “pasta”, como si le hubiera llegado una remesa nueva..., y que al parecer, según sus fuentes, este dinero le había sido proporcionado por el abogado y en co-mún acuerdo con el Director de la cárcel, que... de nuevo citaba sus fuentes , el día que Julio apareció ahorcado en la celda, el “Genio” fue internado en la Enfermería para que le operaran de un quiste, que llevaba en su cara de toda la vida, que casualida-des de la vida... el abogado ese día, fue visto en una animada conversación con el Director de la cárcel..., que los funcionarios obedecían órdenes del exterior al trasladar la colchoneta y la al-
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mohada, con la excusa de que tenían orden de ser analizadas por los expertos en la Investigación...
Que entre la población reclusa, existía la creencia de que Julio fue asesinado, porque había descubierto algo turbio, que eviden-ciaba la falta de integridad en los funcionarios de la prisión... que estaba seguro de estar dando pasos que le conducirían a la acla-ración de los hechos... y que era cosa de días, dar con el autor o autores, pues a estas alturas, no se podía descartar nada acerca de los hechos, que acabaron con la vida de Julio.
El “topo” comenzó a entender que el “Fiti”, o no le contaba to-do lo que sabía, o era tan listo que no daba explicaciones así porque sí, la cuestión es, que sin duda se estaba acercando a la solución del problema, que le había traído hasta la cárcel y no se sentía contento con su participación, ya era hora de mojarse y de dar su opinión válida o no al “Fiti”, con el fin de hacerle enten-der a éste, que él también tenía alguna idea al respecto.
La Policía conocía todas las circunstancias que habían rodeado la muerte de Julio, y en sus informes figuraban los datos que “Fiti” estaba aportando, aunque tenían que ser contrastados y ratificados ante un Juez, para tener valor de imputación. Era cuestión de se-guir dejando hacer al “topo” su trabajo y en el momento opor-tuno, cerrar la red con todos los sospechosos y someterles a un intenso interrogatorio, comparar declaraciones y efectuar careos entre los implicados y con toda seguridad dar con la solución del caso.
El “topo” tenía que ganarse lo que “Fiti” le había prometido, si no ponía interés en demostrarle a “Fiti” que su labor era exclusi-vamente buscando una prebenda, éste que era muy listo empezaría a dudar de su colaboración y todo el plan se iría al garete.
El jefe de el “topo” le había dado órdenes muy concretas para que dejara caer información privilegiada... cual era, el curso que se había seguido respecto a la colchoneta y la almohada, sacadas clandestinamente de la cárcel.
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Con ello se conseguiría hacerle llegar la noticia al Director y de paso que “Fiti”, confiara plenamente en el “topo”, con el fin de que confesara todo lo que sabía, si es que sabía algo más, pues hasta el momento presente, apenas había concretado nada de verdadera importancia.
En un alarde de conocimientos e inspiración, el “topo” le con-fesaba a “Fiti”, que el asunto de la colchoneta encerraba algo más que la implicación de unos pobres funcionarios, a quienes no les alcanzaba el dinero a fin de mes.
En la colchoneta había además de las pruebas inculpatorias de los ejecutores de la muerte de Julio, como quedaba demostrado en los informes del forense que había realizado la autopsia, do-cumentos que le habían sido facilitados a Julio por el abogado, en los que se recogían de manera... como en “clave “encubierta, los planes para llevar a cabo la venganza, por lo ocurrido a Lucía, novia de Julio.
“Fiti” escuchaba con la boca abierta las revelaciones que le ha-cía su colega, no acertando a comprender, de que medios se había valido que a él se le escapaban, por los que había llegado a estas conclusiones, que intuía pero no podía asegurar fueran exactas, pues Julio en este terreno había sido muy hermético con él y, ape-nas soltaba prenda.
El funcionario “topo”, queriendo rizar el rizo, le decía a “Fiti”:
Mira si yo dispusiera de cierta cantidad de dinero, podría avanzar en la búsqueda de nuevos datos, que estoy seguro arroja-rían luz sobre el asunto “Fiti” respondía:
Eso no es problema...
¿Cuánto necesitarías...?
El “topo”, consciente de que su plan marchaba por buen camino le dijo: Ahora en este momento, no te lo puedo decir...
Pero mañana, cuando haya hablado con mi contacto, podré sa-berlo...Tampoco quería correr el riesgo de adelantarle una suma,
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sin que su Jefe tuviera conocimiento de ello, pues habría que hacer un seguimiento, a la forma en que “Fiti” conseguía los recursos y eso era un juego paralelo, al que él no tenía acceso.
Pero “Fiti” se había quedado noqueado con las confidencias de su interlocutor y sin más preámbulo le espetó:
¿Oye...?
¿Y tú, como sabes esas cosas, acerca de la colchoneta...?
Por un momento, el “topo” sintió temblar el suelo bajo sus pies, ahora era uno de esos momentos, en los que su respuesta, aparte de ser rápida, debería ser concreta, creíble, y sobre todo simple para no despertar dudas acerca de su colega. El “topo” no lo dudó un momento, y dijo:
Me lo ha revelado el “Genio”...
Al “Fiti” le habían nombrado la “bicha”, la cuerda en casa del ahorcado, la competencia, el espejo en el que se miraba todo delincuente que se precie, para él representaba lo inaccesible, el ejemplo a seguir, el modelo por antonomasia, lo más...
Tan siquiera se paró a pensar en cómo había establecido con-tacto el “topo” con la jerarquía que representaba el “Genio” y su entorno en la cárcel, sencillamente se había quedado sin palabras, él que pensaba llevar la dirección del caso, ahora comprobaba, que tras todo el embrollo, se encontraba la mano maestra del “Genio”.
Fue suficiente esta información, para no querer saber más, y enseguida quiso retomar el protagonismo y continuó diciendo:
Pues casualmente el “Genio”, en mi opinión, y en la de los que colaboran conmigo, es parte implicada en la muerte de Julio...
No sé si sabrás continuaba , que el día anterior en el que ocu-rrieron los hechos... el “Genio” fue visto con el abogado de Julio y nada menos que en el despacho del Director y en presencia de éste..., por lo que se puede sacar en consecuencia, que no estarían hablando de la operación de su quiste, que formaba parte del mapa
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de la cara del “Genio”y además todos los datos confirman, que recibió una cantidad de dinero a cuenta, pues ese día todos fumaban: unos maría, otros tabaco rubio y algunos hasta en pipa, lo que significa que hubo una remesa de “yerba”, y eso no se adquiere así como así...
Con esta nueva aportación el “topo”, descargaba su disco duro a su jefe, que estaba componiendo un mapa, tan difícil de escudri-ñar como significativo, ya no había duda que en toda la trama existía una cabeza coordinadora, una mente refinadamente crimi-nal, con una frialdad y experiencia muy calculada, y fruto de un ansia de venganza o desquite, digno de figurar en los anales de la criminología más reconocida.
Efectivamente en la colchoneta que fue depositada dentro de un vehículo cuya propiedad se hallaba en vías de Investigación, se descubrió un paquete, que contenía además de un sobre con dine-ro, un atado de cartas y documentos que se estaban analizando, y un saquito en forma de funda de almohada vacío, pero con un olor a marihuana, que al grupo de policías expertos en estupefacientes, no les pasó desapercibido.
No quisieron requisar nada de lo depositado en el vehículo, hasta realizar un seguimiento, de cuál sería el destino o destinata-rio de dichas pruebas, y con ello conseguir, llegar más lejos en la Investigación.
Ase le facilitó una información parcial para no poner la Investi-gación en evidencia, de tal forma que se le iban suministrando datos, de escaso relieve policial, aunque suficientes, para sembrar inquietud y fijar la atención de “Fiti” en el asunto, y seguir gozan-do de su colaboración.
Al Jefe, que se sentía eufórico y orgulloso de su personal, so-lamente le faltaba una última fase, a punto de llevarse a cabo, cual era, saber el destino exacto de la prueba del Parking, para lo cual había ordenado una guardia permanente en dicho Parking, con la orden expresa de mantenerle informado al instante, de cualquier cambio que pudiera producirse relacionado con este asunto.
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CAPÍTULO XI
El “topo” se vio obligado a dar la cara ante “Fiti” y le dijo: que necesitaba quinientas mil pesetas, para comprar una información que les llevaría a un avance importante en el asunto. “Fiti” cabrea-do por la conversación mantenida con anterioridad le dijo:
¿No será para entregárselas a ese hijo de puta del “Genio”...? A lo que respondió el “topo”:
Por ahí van los tiros, pero no es exactamente para el “Genio”, sino para uno de sus secuaces, que está dispuesto a cantar, a espal-das de su jefe...
Esta declaración colmaba de alegría a “Fiti” que veía, como el “mito” de su vida, quedaba reducido a sufrir las miserias de todo ser humano, iba a ser, estaba siendo traicionado, por uno de su guardia pretoriana que se ocupaban, entre otros asuntos, de mantenerle bien resguardado en el patio, en el comedor, en las duchas, en todos los sitios, para que el muy cabrón se pudiera lle-nar de gloria con sus hazañas y ahora, en cambio tenía la posibilidad pensaba el “Fiti” , de ponerle en evidencia ante los suyos y de bajarle del pedestal y hasta tal vez poder él aspi-rar a ocupar su puesto...
La cantidad de dinero que había solicitado el “topo” no era problema, al día siguiente la tendría en su poder y “Fiti” en su locuacidad, ya viéndose encumbrado a lo más alto de la fama car-celaria se dejó escapar:
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Además mañana Miércoles viene “D. Abogado”, decía con cierto tonillode segundas intenciones, y no habrá problemas.
No tenía muy seguro el “topo” que el abogado de Julio, fuera quien proporcionaba el dinero y tal vez, pensaba que el título de (“D. Abogado”) correspondiera a otro personaje, a quien le hubie-ran bautizado con ese nombre, pero no le pareció oportuno pre-guntar la procedencia del dinero, pues con “Fiti” había que obrar con todo tipo de precauciones y sin embargo si le pareció opor-tuno poner este detalle en conocimiento de su Jefe, quien al parecer sí le dio bastante importancia a esta información.
En la cárcel todo continuaba igual, con sus rutinas, horarios, es-caramuzas, singularidades del “Genio”, y todo normal, excepto que el “topo”, efectivamente y tal vez tratando de no ser pillado en un renuncio por parte de “Fiti”, y que este le buscara las cos-quillas, había aproximado su postura al grupo del entorno del “Genio”, que como si de un personaje de película o un capo se tratara, había que pedir audiencia antes de ser recibido.
Se presentó el “topo” con el cuento de que sabía algo acerca del caso de la muerte de Julio... que además había sido primado con dinero, por parte de la familia, que estaba interesada en des-cubrir de qué forma se había producido su muerte y que estaba en disposición de llegar a cualquier trato, para desenmascarar, a los culpables...
Todo esto le sonaba al “Genio” a música celestial, y no tuvo in-conveniente en reunirse en el patio con semejante personaje, que hasta aquel momento, sabía que era quien ocupaba la celda del desaparecido Julio, pero nada más, también que había sido visto en alguna ocasión en compañía de “Fiti”, pero como tantos otros libre de cualquier sospecha, sobre todo porque su presencia en la cárcel había pasado desapercibida, hasta aquel instante para él.
El “Genio” hombre hermético y de pocas palabras, le dijo que fuera al grano de su proposición y se dejara de mariconadas, que a
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él no le iban. Con este primer envite dejó prácticamente al “topo” sin argumentos, y rehaciéndose del primer golpe bajo, le dijo:
Mira si no es de tu interés, me voy con la música a otra par-te... pues no faltará quien me escuche...
Nadie se había atrevido a hablarle en ese tono, por pri-mera vez al “Genio”, y fue eso precisamente, lo que le hizo en-trar en razones diciendo:
Bueno es que ya sabes, me vienen con cada cuento..., que para qué...,así que no te molestes, y di lo que tengas que decir...Este cambio de tono y de actitud, dio cierta confianza al “topo” que comenzó diciendo:
Dispongo de quinientas mil pesetas, para quien pueda propor-cionarme alguna información, o pista que lleve al descubrimiento de la muerte de Julio, el ciego que apareció colgado de la ventana en su celda, y que por cierto ahora ocupo yo, con otro interno..., tiene que ser una pista fiable, no un farol, y por eso acudo a ti, que según mis informaciones, eres de fiar...
El “Genio” crecido en su ego, consciente de que su fama tras-cendía extramuros de la cárcel, viendo que su prestigio había ido en aumento, a pesar de haber sido acusado de la muerte de Enri-que y que ahora venían hasta él, a su presencia, no entendía muy bien a través de qué sistema, pero lo cierto era que él jugaba con ventaja y le dijo al “topo” que sí..., que él sabía muy bien y cono-cía con detalles la muerte del ciego..., y que con éste van dos..., decía sonriendo y dejando al descubierto su mellada dentadura, alternada con dientes enfundados en oro unos, y en acero inoxida-ble otros...
El “topo” le hizo saber, que en virtud de la importancia de su información, la cantidad de dinero ofrecida a cambio sería en fun-ción de la misma, por cuanto debería ajustarse a presentar alguna novedad que alterara en algún modo, lo conocido hasta la fecha.
El “Genio”, una vez más, cegado por el brillo del dinero, le dijo que para él estaba claro, que todo había sido una trama lle-
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vada a cabo por el Director en connivencia, palabra que él había oído aunque no entendía muy bien el significado, con alguno de sus funcionarios y que precisamente, estaban situados en la La-vandería, por ser el lugar donde más tiempo permanecen los fun-cionarios sin ser relevados del cargo..., que tenía datos concretos de la participación de gente de la calle..., que todo apuntaba, a que era obra del abogado que llevaba la causa de Julio y le había trai-cionado..., pero que a él le constaba que no..., que el abogado pu-diera ser que fuera manipulado..., pero para nada estaba en el ajo de la cuestión...
El “topo” estaba siendo testigo de unas declaraciones, que aun-que las conocía, no podían ser fruto de un acuerdo tácito entre “Fiti” y el “Genio”, pues todo el mundo sabía que eran acérrimos y antagónicos enemigos, y no se podían soportar el uno al otro y que por tanto la verosimilitud de la confesión, de la que estaba siendo testigo directo, tenía toda la credibilidad posible.
Abundaba en el tema el “topo” diciendo, que si estaría dispues-to a firmar una declaración ante el Juez de cuanto le estaba contando, que mañana tendría su dinero y tal vez la posibilidad de una propina por su disposición a declarar ante la Justicia.
Que para ello debería contar con su palabra de honor, que no es que él la pusiera en duda, pero puede que los familiares sabedo-res de quien era el que estaba haciendo este tipo de manifestacio-nes, no se sentirían muy conformes, algo que entendía muy bien el “Genio” pero no le hizo ninguna gracia.
El “Genio” aseguraba que, el abogado a quien se refería “Fiti”, como “D. Abogado”, efectivamente era D. Manuel Montoya Re-galado, quien se encontraba en la “pecera” hablando con el Direc-tor y para sorpresa del “topo” “Fiti” fue llamado al despacho y le fue entregada la cantidad que había solicitado el día anterior.
El “topo” temblaba de miedo, era sabedor que estaba jugando con cartas marcadas y a dos bandas, en terreno muy peligroso, sería observado por al menos una docena de personas, entre ellas: “Fiti”, el “Genio”, los guardias, el propio Director, los guardaes-
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paldas de ambos contrincantes y tal vez por quien él menos pudie-ra imaginarse.
Había por tanto que andar con pies de plomo, no ser pillado in fraganti, tanto recibiendo el dinero, como dándoselo a el “Genio”, en una palabra, se encontraba realmente en una delicada situación, en la que no solo peligraba su persona sino toda la operación.
Durante todo el día “Fiti” estuvo esquivando la presencia del “topo”, así no se vería obligado a entregar el dinero sin más. Ha-bía sido advertido por sus “superiores”, de no entregar el dinero a el “topo” sin que hubiera la presencia de alguno de sus allegados, con ello querían confirmar dos cosas, primero a quien le era entre-gada esta suma y segundo que “Fiti” no se quedaría con ella.
Todo el día anduvieron jugando al perro y el gato, pues el “to-po” tenía instrucciones muy concretas, de no recibir ni dar el dine-ro públicamente, pues era obvio, que estarían controlando sus mo-vimientos, de tal manera que se vio obligado a poner en conoci-miento de el “Genio”, que ya tenía el dinero en su poder, aunque no era cierto y requerir de él, que le indicara el lugar dónde se lo podía entregar, a lo que éste le contestó, por medio de uno de sus subalternos, que se lo entregara a él mismo y a nadie más.
Pillado en un auténtico renuncio, el “topo “no tuvo más reme-dio que emplearse inventando, que el “Fiti” había localizado el lugar donde tenía el dinero preparado para la entrega y se lo había robado, que ahora tendría que entenderse con él o renunciar a di-cha cantidad.
Era la ocasión propicia para entablar un enfrentamiento con ambos matones, que se verían obligados a saldar sus muchas cuen-tas pendientes y en un acto, que al “topo” le libraba de paso de la presión a que se estaba siendo sometido por los dos.
Tan rápido se habían desencadenado los acontecimientos, que no había tenido tiempo de comunicar a su Jefe la nueva situación creada, así que obró por su cuenta, sin medir las consecuencias que esta acción podía provocar.
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Aquella tarde, efectivamente se desató un alboroto, como los que habitualmente se producían en el patio, y llamó la atención de el “topo”, que se personó en el punto donde tenía lugar una singu-lar pelea y que todos llevaban años esperando, el enfrentamiento de los dos personajes más sanguinarios del Centro Penitenciario, que jamás se hubiera podido encontrar en otro sitio.
El Director desde la ventana de su despacho contemplaba la es-cena y no solamente eso, sino que además había alertado a los vigilantes de no intervenir hasta bien desarrollada la pelea, que se presentaba emocionalmente, necesaria, decía , para el bien de los internos, que precisaban encontrar de vez en cuando un acon-tecimiento que sacudiera su aburrimiento.
“Fiti” esgrimía sus puños apretados como dos garfios, el “Ge-nio” un punzón artesanal, con un rudimentario mango de un trozo del palo de una escoba, ambos se lanzaron a muerte intercambian-do mandobles en el vacío, parecía estuvieran haciendo esgrima, pero permanecían atentos a los movimientos felinos, tanto el uno como el otro, el menor descuido o la mínima falta de concentra-ción, podía dar con uno de los dos contendientes en el duro sue-lo de cemento del patio.
Sin saber cómo, a los pies de “Fiti” apareció una cuchilla de zapatero, que en manos de éste se convertía en un arma mortal de necesidad, el “Genio” advertido de esta anomalía, se lanzó a pecho descubierto sobre su adversario, quien en un brusco movi-miento clavó la cuchilla en el abultado vientre de su enemigo, el “Genio” herido seguramente más profundamente en su pundonor, que en su físico, antes de caer al suelo, se agarró con fuerzas a su contrincante y le clavó el punzón en la espalda, ambos rodaron por el suelo como dos pingajos, sin apenas moverse, los silba-tos de los vigilantes comenzaron a emitir sonidos agudos, que los internos conocían y que deberían interpretar como una llamada al orden, tal como lo hicieron retirándose de inmediato del lugar de los hechos.
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El Director abandonó el despacho y dio instrucciones, se pre-sentó una patrulla especial armada hasta los dientes en el patio temiéndose lo peor, un motín o algo parecido, al tiempo una am-bulancia hizo presencia en el lugar de la escaramuza, fueron eva-cuados los dos cuerpos, dejando un corro de sangre en el cemento.
El Agente infiltrado, el “topo” D. José Pedrosa Aguilar, Subinspector Especialista en Homicidios, perteneciente a la Divi-sión de Estupefacientes, a punto de ascender a Inspector, daba por terminado su cometido a la vista de los acontecimientos, aunque ello dejara tantas dudas, como jamás hubiera podido ima-ginar.
Su jefe ordenaba el traslado inmediato, mediante un documen-to ficticio y oficioso dirigido al Director de la Prisión, ante la evi-dencia de los hechos y para que su integridad física fuera librada del peligro que suponía su permanencia en la cárcel.
El Director obrando en función de su autoridad y con el debido conocimiento de los Jueces, firmó dicho traslado, simulando para no despertar sospecha alguna, la estancia de aquel interno como la de uno más en sus dependencias y que por orden superior, aho-ra se le enviaba a otra Prisión, algo que por otra parte habitual-mente ocurría a diario.
Pedrosa fue conducido ante la presencia de su Jefe, quien se adelantó en primer lugar a felicitarle por su trabajo, concediéndole unas merecidas vacaciones a la vez que su nuevo rango y ascenso a Inspector, dentro de su actividad en el Escalafón del Cuerpo.
Habían ocurrido tantas cosas y en tan corto espacio de tiempo, que se hacía necesario recapitular, reunir toda la documenta-ción, hacer un examen minucioso de los acontecimientos y clari-ficar la participación de sospechosos, colaboradores necesarios, testigos, funcionarios, fechas y datos que una vez contrastados y depurados llevaran alguna luz en un caso, que se había ido com-plicando y había ido creciendo como las ramas a un árbol.
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Para ello, en opinión de los expertos que manejaban los hilos del caso, nada mejor que nombrar una Brigada Judicial especiali-zada en este tipo de embrollos y ajena a cualquier otro trabajo que les pudiera restar tiempo, dedicada exclusivamente al caso y a quienes el Jefe de la Investigación les pasó, esta auténtica pata-ta caliente.
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CAPÍTULO XII
En el Juzgado se preparaba la Instrucción del caso, con abun-dantes pruebas testificales y declaraciones juradas de parte de los implicados, pruebas materiales de los hechos y cuantos requisitos se habían recabado por parte de los agentes judiciales que llevaban el caso.
Esta vez el juicio se llevaría a cabo, a puerta cerrada, por ex-presa orden del Presidente del Tribunal, ante el circo mediático que se presumía iba a tener lugar, al relacionar el nuevo caso con los anteriores.
Sin embargo era inevitable la asistencia y cita a la vista, de los protagonistas implicados en los casos anteriores y eso le daría un nuevo morbo, difícil de evitar.
La vida de los involucrados en los hechos pasados y que de nuevo ocupaban los titulares de los tabloides, se había reorganiza-do y en muchos casos, alguno de ellos habían tratado de pasar pá-gina.
Todavía sin desenvolver el crimen, o suicidio de Julio, se había comunicado a quienes aún tenían algo que decir, o lo que es lo mismo, a los amigos y familiares de Julio, el fallecimiento de éste, sin especificar las causas o los motivos, ni tan siquiera la forma en que fue encontrado su cadáver... todo se encontraba bajo Sumario y el secreto en el caso era total.
Se cursaron las citaciones de nuevo, motivadas por un nuevo caso y se convocaba, a quienes de algún modo ya se habían visto
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enredados en otras ocasiones, con hechos de similares característi-cas y por guardar cierta relación con el mismo...
Este nuevo caso desencadenó, en Lucía sobre todo, unos sentimientos que solamente ella podía entender.
Ya no solamente se trataba de la muerte de Julio, que tanto ha-bía significado para ella en su vida, significaba un dolor y una frustración que se unía con al deseo de manifestar, que ella era la única responsable de toda la cadena de acontecimientos, que había provocado, desde aquel infortunado día en el que se le ocurrió separarse de la “peña”, para tomar el sol por su cuenta.
Por su mente pasaron las escenas de la película de los hechos en blanco y negro, sin adornos ni perifollos, en su más cruda realidad, de nuevo volvió a sentirse sucia, manchada, sin derecho a consideración alguna, motivo y causa de los males que había provocado su nefasta existencia, y mil y un epítetos, que ella se apropiaba, en su desesperación por no haber podido evitar tanto dolor...
Nada podía sacarla de su abismo, solamente el calor del cuer-pecito de su niña, el recuerdo de aquellas jornadas en el Centro de la ESCI, el amor de sus amigos y sobre todo de Laura, a quien no había vuelto a oír sus risas, ni sentido su buen humor, co-mo tampoco había tenido ocasión de apreciar su delicadeza en el trato, de volver a admirar sus conocimientos, de revivir los ratos pasados en la discoteca del Centro y en su casa, su olor... todo, le traía tan buenos recuerdos y le causaban tanta tristeza, que tenía que hacer un esfuerzo supremo para disimular ante los suyos.
Para su desgracia de nuevo se reavivaban todos estos recuerdos ante un hecho, que más dolor le producía... la muerte del hombre que más había amado en su vida..., la muerte de Julio, junto a la que ella misma moría también un poco...
Tenía que volver a enfrentarse otra vez, a lo mismo de siem-pre...
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Aunque esta vez, lo que menos le preocupaba, era la forma y el cómo, dónde, cuándo y porqué de la muerte de Julio...
No quería conocer detalles, ni nada que hubiera rodeado la muerte de su “ex”..., quería correr un tupido velo en todo el asunto y terminar cuanto antes..., no volver a verse envuelta en los titula-res y tan siquiera conocer pormenores..., quería vivir su dolor a solas y sin espectadores ni plañideras...,ella con su recuerdo y na-da más...
Pero los jueces, que abundaban en los documentos, y trataban de llevar luz sobre un caso, que se había enconado, como pocas veces ocurría, la mezcla de tantos ingredientes, la participación de tantos Departamentos, la Oficialidad de las pruebas que afectaban a tantos Estamentos Públicos, hacían realmente difícil pasar de puntillas sobre el caso, y necesitaban de la colaboración de toda persona o lugar que tuviera, aunque solamente fuera un ligero roce con todo ello.
El abogado de Julio fue citado a declarar ante el Juez, lo que llamó la atención del mismo, pues en pocas ocasiones se había visto a la otra parte de la Justicia, aunque como en este caso fuera solamente para declarar.
Una vez se hizo presente, pudo comprobar “in situ”, la cantidad de documentación reunida en torno a un caso de muerte, que se le antojaba una más, y que con frecuencia había contemplado en su despacho, pero en esta ocasión, le daba el “olor” de que no se trataba de un caso más, y que su singularidad había llevado al Juez a contemplar la implicación de cualquier persona, que hubiera tenido algo que ver con el fallecido.
Las preguntas que le hizo el Fiscal, algunas en su opinión cap-ciosas, no dejaban lugar a dudas al abogado, que andaban tras alguna pista todavía no desentrañada, y deducía que algo tenían que ver con su actuación, acerca de la administración de los bienes materiales de Julio.
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El Fiscal le hacía preguntas tan concretas como las siguientes:
¿Es cierto que su amistad con el fallecido, le había llevado a gozar de su confianza, hasta tener poder de firma en sus cuentas...?
¿Qué saldo arroja la cuenta del fallecido en la actualidad...?
¿Cuál era el saldo de la cuenta inicial...?
¿Cómo se explica que los diferentes reembolsos de las cuentas del finado, hayan tenido lugar precisamente, en fechas cercanas a los hechos ocurridos, que terminaron con resultados de muerte...?
Ante tal catarata de preguntas, el abogado dando señales de no perder la calma, contestaba con coartadas debidamente preparadas, para no incurrir en contradicción y poder al tiempo salvaguardar su estado profesional, aunque para nada le resultaba fácil conven-cer al Letrado, que continuaba diciendo:
¿Qué relación fuera del ámbito profesional, le une a Ud. con el Sr. Director de la Prisión, y con el cual se le ha visto en más de una ocasión...?
Ninguna...
Contestó el abogado, a punto de perder la serenidad.
Y enlazando con la anterior, volvió a preguntar el Fiscal:
¿Y con D. Daniel Conde Oteruelo...?
Aquí tuvo que hacer un gran esfuerzo el abogado, para no de-mostrar la sorpresa que suponía para él, que de pronto le pregunta-ran, por quien él más admiraba, como catedrático y profesional del Derecho, e inmediatamente respondió:
Una sincera admiración en el campo profesional y me honro con su amistad personal e insoslayable...
Pero el Fiscal insistía:
No me refiero en el terreno profesional, sino con relación al caso que nos ocupa...
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A lo que respondía de manera contundente el abogado:
¿No entiendo a dónde quiere ir a parar su Señoría...?
Pues está bien claro decía el Fiscal , A que si mantenía Ud. o no, algún trato o negocio fuera del orden jurídico, es decir a título personal, con el citado Magistrado...
Conteste, sí, o no...
Sí, contestó, un tanto compungido, el abogado.
No hay más preguntas Sr. Presidente, concluyó el Fiscal.
Puede retirase el declarante, terminó el Presidente...
Una vez en la calle, repuesto del asedio a que se había visto sometido por parte del Fiscal, el abogado comenzó a tener con-ciencia que algo que se le escapaba de su conocimiento, y se esta-ba creando junto a él un cerco, que no entendía muy bien a qué era debido, y por más que estrujaba su cerebro, no conseguía enlazar las preguntas tan directas y concretas, que le había formulado el Fiscal y que al parecer estaban dispuestas, previo consentimiento del Presidente del Tribunal, que instruía el caso...
Los dos imputados más “potables”, como se denominaba a quienes eran pruebas fiables ante un Tribunal, es decir “Fiti” y el “Genio”, todavía coleaban en un Hospital, aunque eran duros de pelar, cada cual con sus heridas producidas por unas armas, que además de peligrosas, gozaban del agravante de que al ser clan-destinas portaban todo tipo de gérmenes de carácter infeccio-so, por causa de ser éstas ocultadas en los sitios más recónditos del cuerpo para no ser descubiertas, es decir que si no te morías al ser agredido de una puñalada, quedaba el peligro añadido de coger una infección de difícil cura.
En ello se encontraban ambos presidiarios, al parecer “Fiti” era el menos grave, aunque respiraba con dificultad ya el punzón ha-bía atravesado una costilla, algo nunca visto decían los médicos, porque tenía perforada, como si lo hubieran hecho con una aguja, el hueso de una de ellas, sin tan siquiera romperla es decir lim-
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piamente, pero tocando a la salida parte de un pulmón y de ello se estaba recuperando inusitadamente el “Fiti”, quien quedaría en pocas fechas listo para su reinserción en la cárcel y poder aportar un testimonio, más importante de lo que siquiera él podía imagi-nar.
En estado más grave se encontraba el “Genio”, pese a su corpu-lencia, la puñalada asestada en el vientre, había evolucionado in-teresando en su trayectoria parte del intestino grueso, había sido operado y vuelto a intervenir a los posos días, de una infección que se presentaba como muy grave y de muy difícil solución, aunque en estos asuntos los médicos nunca abandonan y tampoco se pronuncian en establecer un diagnóstico definitivo.
Mientras esto sucedía...
Un vehículo oficial, hacia acto presencia en la calle en la que se encontraba el domicilio de D. Daniel Conde Oteruelo, a bordo de este vehículo, además de dos guardias armados, uno de los cuales era el propio conductor, se encontraban el Presidente del Tribunal, el Fiscal y una Señorita Taquígrafa.
Habían concertado una entrevista privada, aunque reuniendo toda la formalidad que requería el caso, para que el Magistrado prestara declaración, en un asunto, que en opinión del Juez Ins-tructor, “algo “tenía que ver, el citado Magistrado y para no dar que hablar a los medios, habían propuesto este cauce, que además de legal, se utilizaba en casos de muy concretos de re-nombrados personajes.
Fueron atendidos personalmente por D. Daniel, que daba mues-tras de la tranquilidad y serenidad que proporciona el oficio, sabía que se trataría de un puro trámite, que se veían obligados a llevar a cabo, quienes se habían hecho cargo del caso de la muerte de Julio.
Quiso el Magistrado obsequiarles con alguna bebida en señal de que eran bien recibidos, pero el Presidente, haciéndose eco de la voz de todos rehusó, agradeciéndole la gentileza y diciendo
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que para nada querían alargar aquel acto, que se encontraba en la obligación de ejecutar, muy a su pesar.
Aturdidos por la magnificencia de la casa, los funcionarios ad-miraban el recargado, aunque funcional despacho, barroco en to-dos sus términos, con ediciones de auténticas joyas literarias, co-lecciones de códigos encuadernados en piel, los estantes que cu-brían las paredes del despacho estaban llenas de tomos de libros, bien alineados por ediciones, tal vez únicas en su género, por ma-terias, por autores, por fechas de edición, todo en un orden tan perfecto, que nadie podría dudar de que aquel lugar, fuera un san-tuario de la Ley.
En el mismo despacho podían contemplarse, en el poco espacio que dejaban libre los libros en las paredes, auténticos originales de cuadros de pintura, de autores bien conocidos, con sus dorados letreros al pie de los mismos y una candileja, que difuminaba una tenue luz en la cabecera de cada uno de ellos, una gran mesa de despacho a tono con la decoración y repleta de un ordenado mon-tón de carpetas, documentos en perfecto orden, un escritorio de piel repujada, tintero de cristal tallado, varios sillones de piel ne-gra, que conferían al despacho una categoría a tono con tan alto mandatario.
Se le hacía realmente difícil al Presidente, que tenía la misiva de realizar una serie de preguntas a D. Daniel relacionadas con el caso, pensar tan solo por un instante, en la implicación sospe-chosa por parte de tan cualificado y exquisito Magistrado, era una temeridad, a la que nadie en su sano juicio, quisiera enfrentarse.
Pasaron al capítulo de preguntas y aquí llegó la turbación de D. Daniel.
En tono solemne preguntaba el Presidente:
¿Podría su Señoría indicar, que relación le une al Sr. Director de la Prisión de Alcalá Meco, que no sea la puramente profesio-nal...?
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Y al igual que hiciera el Fiscal, con el abogado, continuó el Presidente diciendo:
¿Y con D. Manuel Montoya Regalado...?
¿Tiene su Señoría algo que decir acerca de un vehículo, to-do terreno, sito en el Parking de la C/ Velázquez, nº. 18...?
¿Cómo es que figura a nombre de su hija, si su hija perdone su Señoría no puede conducir...?
Ante estas preguntas, para las que desde luego no tenía contes-tación su Señoría, que era consciente de lo comprometidas que resultaban, máxime cuando la Señorita, que tomaba apuntes, te-cleaba su aparato de taquigrafía en todo momento, tomó aliento y se dispuso a responder, no sin antes establecer como preámbulo, que esperaba estuviera bien justificada, la presencia de aquella comitiva en su casa y que las respuestas a las preguntas, que sin dolo alguno realizaría por su parte, podría hacerlas buenas en cualquier momento y ante cualquier Tribunal, de Instancias Supe-riores que fuera requerido, de esta forma un tanto sibilina, quería dar a entender, que aunque ahora declarara lo que fuere, podría ser recurrido en cualquier momento ante el Tribunal Supremo, dado el carácter y categoría de su cargo.
No obstante haciendo gala de su mucho oficio comenzó dicien-do:
Solamente conozco al Director de la Prisión, de referencias por la prensa, en casos que nada tienen que ver conmigo, tan siquiera profesionalmente y por supuesto personalmente nada tengo en común con tal persona...
Respecto al Sr. Montoya continuaba diciendo el Magistrado
Aquí sí, que además de una relación profesional, pues fui su maestro, tengo una especial amistad, sobrevenida después de los lamentables sucesos, en que me vi involucrado y como sabrá su Señoría abandoné, al rozar el caso con mi persona y la de mi hija
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y evitar una supuesta incompatibilidad, que hubiera podido ser interpretada como connivencia en aquel caso...
Por último, solamente me queda aclarar... que en lo que se re-fiere a el vehículo, que su Señoría ha mencionado, puedo ates-tiguar con documentos, que en la actualidad no pertenece a mi hija ni a ningún otro miembro de mi familia, aunque efectivamen-te, fue un regalo “sentimental” a mi hija, a sabiendas que ella nun-ca podría conducirlo, aunque sí su mamá y yo mismo, cuando iba de caza...
El Presidente quiso dar por concluida la visita, no ahondar más en puntos, que para él estaban muy claros, no se pronunció en ningún momento durante el trayecto que les devolvía a los Juzga-dos.
Nada más entrar en su despacho y una vez verse librado de tan intempestiva visita, el Magistrado D. Daniel padre de Laura, daba instrucciones a la Gestoría, en el sentido de simular un cambio o extravío de documentos del vehículo y que se hicieran responsa-bles de un olvido o atraso, en hacer la transferencia, a un com-prador que previamente estuviera limpio, pues no quería ha-cer aún más difícil la Investigación, que sin duda se llevaría a cabo acerca del vehículo.
Se trataba de hacer desaparecer una prueba testimonial, que le acercaba y comprometía con un delito, cual era, ser propieta-rio de un vehículo que servía para camuflar pruebas, drogas, o no estaba muy claro qué...
Había que demostrar con papeles, que el vehículo había sido transferido con anterioridad a los hechos, y que por desidia o error de la Gestoría, aún se encontraban sin confirmar, tiempo más que suficiente para que un buen gestor, y en esto D. Daniel no abriga-ba duda alguna, tuviera ocasión de poner todo en orden, aunque para ello hubiera que falsificar datos, fechas, nombres, o lo que hiciera falta.
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Era mucho el trabajo que le proporcionaba D. Daniel a la Gestoría, directa o indirectamente y el Gestor titular de la misma, no podía negarse ante esta petición personal del Magistra-do.
El Director de la Prisión, había sido puesto en cuarentena y vi-gilancia permanente, sin que él mismo tuviera conciencia de ser punto de mira, por parte de un funcionario, que aspiraba a ocupar su puesto caso de este ser destituido, si como parecía estaba en-vuelto en la trama de la muerte de Julio.
Todo el asunto pues se encontraba en el aire, nadie se atrevía a hincar el diente a un caso, que sin duda habría de resolverse, me-diante la dedicación de muchas horas de trabajo y poniendo en entredicho muchas de las funciones, que son tenidas por modéli-cas, en los medios e Instituciones del Estado.
En tanto...
Lucía la principal protagonista de todo el culebrón, se había ca-sado con Luis, el hermano de su mejor amiga, ahora también su cuñada.
Además fruto de esa matrimonio, tenían una preciosa niña que llevaba por nombre Laura, por expreso deseo de quien iba a ser su madrina, aunque desafortunadamente, (Un viaje imprevisto al extranjero con sus padres, se lo impidieron), lo cual no fue motivo suficiente para evitar que Laura se hiciera presente, me-diante el envío de un regalazo, que a Lucía le hizo muchísima ilu-sión.
Le había hecho llegar nada menos que una canastilla acompa-ñada de un ajuar con todo tipo de ropas y prendas personales, jabones, perfumes y colonias de baño, en tal cantidad que seguramente en dos años Lucía no tendría que preocuparse de nada.
También para la mamá ¡cómo no!... Detalles muy personales e íntimos, que solamente Lucía interpretaba en toda su dimensión, y que denotaban una delicadeza, que una amiga como Laura, en su
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condición de niña bien, tenía como costumbre hacer para con sus amigas preferidas.
Pero a Lucía le era muy difícil olvidar lo que en poco menos de dos años le había ocurrido, los acontecimientos que habían hecho y cambiado por completo su vida y constantemente se la notaba sumida en una profunda tristeza, de la que solamente se reponía, cuando tenía entre sus brazos a la niña, que nunca podría ver...
Antes del mortal desenlace de Julio, prácticamente a los pocos días de nacer su niña, Lucía un buen día había recibido una carta de parte de D. Manuel Montoya Regalado, abogado de Julio e íntimo amigo de este, en la que se le manifestaba, entre otros asuntos, el deseo por parte de Julio, su ex novio, que aceptara una cuantiosa suma de dinero, como regalo al nacimiento de su hija y en concepto de ser perdonado por el daño, irreparable que en muchos casos, había producido su conducta.
Lucía consultó con Luis esta novedad y aunque a él le pa-recía que en este asunto, ella era quien debería tener la última palabra, tratándose del porvenir de su niña, no dudó en aceptarlo y de paso dar por zanjada la amistad o el recuerdo con Julio.
Pero a Lucía le era poco menos que imposible enterrar tantas ilusiones ahora frustradas, haber tenido que abandonar precipita-damente la Capital para irse a vivir a un mísero pueblo, casarse con un hombre, que aunque bueno, jamás le vería el rostro, ape-chugar con tanta ignominia, como se había vertido en los periódi-cos, acerca de su implicación en los casos de muerte habidas, y sin embargo ella quería seguir creyendo en las personas y la prueba la tenía allí mismo...
Julio antes de ser el más perjudicado en todo este asunto, había querido tener para con Lucía, con quien todavía guardaba un gran recuerdo de amor y que solamente por el hecho de escribirle ya demostraba que pensaba en ella, además quería tener la delicadeza de reconocer, que el fruto del que a él le hubiera gustado formar parte una hija, ahora pertenecía a otro hombre, lo que no mermaba
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para nada su cariño, sino al contrario y quería premiarlo acompa-ñándolo con un buen regalo, que serviría para que jamás fuera relegado al olvido…
El abogado requería la presencia de Lucia, para firmar una es-pecie de testamento o últimas voluntades, en el que las perte-nencias de Julio y parte del dinero de unas cuentas, en las que solamente él figuraba como titular, quería fueran puestas a nombre de la niña Laura, con lo que el reconocimiento explícito por parte de Julio no dejaba lugar a dudas, del amor que aún le profesaba a título post mortem.
Entre las pocas pertenencias que Julio dejaba a su ex, había una especie de diario precintado, con una taxativa nota que decía:
“Para ser entregado a Lucía Hidalgo Cosculluela, en caso de que se produzca mi muerte de forma ocasional, fortuita o moti-vada por fuerza mayor”...
Siguiendo sus últimos deseos, el abogado ejerciendo de notario, se había citado con Lucía, para hacerle entrega de semejante misi-va.
Cuando Lucía fue puesta al corriente, de las circunstancias en que se había producido la muerte de Julio, una profunda tristeza invadió su ser, y algo le decía en su interior, que ella era en gran parte la causa de tanta desgracia, no obstante le consolaba saber, que su ex también había sido víctima, como ella, de un cúmulo de situaciones, que habían desembocado en los hechos, por todos lamentablemente conocidos.
El paquete que Julio había ordenado fuera entregado a Lucía, era el mismo que había ocultado entre sus pertenencias, y más concretamente en la colchoneta, en la que había dormido du-rante su permanencia en la Prisión. Su contenido era de absoluto secreto y probablemente contenía las pruebas, de tanto desatino y el último cabo que atar, para desenredar la trama de esta tragedia, que había dado como resultado final tanta desgracia y tanto mal para todos.
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Pero este paquete era también la prueba, que como consecuen-cia de una Investigación llevada a cabo por un equipo de especia-listas, gozaba y formaba parte del secreto del Sumario y estaba en poder del Juez, no se había hecho público su contenido, era cono-cido solamente por tres miembros, que componían el Jurado que tenía el encargo de custodiarlo y abrirlo en presencia de Lucía, a quien iba dirigido y había que respetar la última voluntad del finado.
Por tanto se requirió, mediante Mandamiento Judicial, la pre-sencia de Lucía acompañada de un abogado, en su caso el muy conocido por la Audiencia, D. Manuel Montoya Regalado, que ejercía las veces de albacea de la familia de Julio Méndez Aguilar y de Lucía.
El momento gozaba de toda la solemnidad que estos casos re-quieren, en una Sala en presencia del Presidente, nombrado para el acto, siguiendo las instrucciones que marca el Protocolo para este tipo de asuntos y acompañados por los familiares directos del fi-nado y por la propia Lucía, se procedió a la entrega de un paquete, que no era otra cosa, que una caja de hojalata forrada de papel y con una cinta bien anudada a su rededor.
A Lucía le temblaban las manos y todo el cuerpo, cuando le en-tregaban dicho encargo, no sabía si debería abrirlo allí, en presen-cia de las personas que se encontraban en el acto, o por el contra-rio llevárselo a su casa y tranquilamente, con su marido presente, examinar su contenido.
Nadie le dictó instrucciones en ese sentido, así que ella obró en consecuencia y agradeciendo la custodia del ignorado contenido del paquete, decidió llevárselo a su domicilio, donde en privado tendría lugar su apertura.
El abogado, influido y presionado por los familiares de Julio, le rogaba a Lucía, que si no tenía inconveniente, invitara a los mismos a presenciar el contenido de la caja, pero ella sin dudarlo tan sólo un segundo y prorrumpiendo en lágrimas dijo:
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¿Dónde estaban Vds. el día en que Julio, llevado de su sed de venganza, perpetró los horribles crímenes de que se le ha acusa-do...?
Ante lo cual Dorotea, hermana mayor de Julio que se encon-traba entre los familiares, dijo:
En eso no tienes razón alguna, pues es bien sabido que nuestro hermano Julio, perdió la cabeza por ti y nunca más quiso saber de la familia, desde el momento que salió de casa para irse a vivir al apartamento...
En todo caso comprendemos, que estos asuntos son cosa tuya solamente y por tanto, nosotros nada tenemos que objetar, allá tú y tuconciencia...
Con lo que dieron por concluida la visita o reunión, a la que habían sido citados.
Efectivamente en su casa Lucía, eso sí, en presencia de su ma-rido y también del abogado, procedía a abrir la caja, que todo in-dicaba podría arrojar algo de verdad sobre la muerte de Julio, o tal vez no...
Para no alargar la espera, Luis el marido de Lucía, procedió a su apertura y en la caja había...
Papeles en Braille, documentos del Registro de la Propiedad, cartas, tarjetas de visita, una flor marchita por el paso del tiempo, un reloj con los números en relieve, un CD. Al parecer de música y lo más intrigante, una cinta de casete envuelta en celofán, que abría un nuevo misterio...
Todo el inventario, que en apariencia correspondía a una entre-ga de pertenencias, de valor sentimental, más que de otra índole, hizo abandonar el interés que había demostrado tener el abogado en el asunto, así que se despidió, no sin antes ofrecerse para cual-quier incidencia que pudiera presentársele a Lucía, que respiraba aliviada con su despedida.
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Lucía analizaba entre lágrimas, lo que solamente ella podía en-contrar e interpretar, como el último adiós por parte de Julio, que había querido fuera para ella...
Reconocía los documentos en Braille, uno a uno, en los que le daba fundadas muestras del amor, qué había significado en su vida y recuerdos olvidados que se hacían presente en aquel mo-mento... de situaciones y proyectos generados por la pareja en un tiempo, que ahora aparecía tan lejano...
El título de una propiedad en Cazones, a la que hacía alusión el documento, se trataba de algo que Lucía no quería ni recordar, una parcela de terreno, con una pequeña casiña, que el abuelo de Julio había dejado a su nombre en herencia, con la seguridad de que en algún momento, sería el refugio de sus últimos días y la sorpren-dente cinta de audio, que ahora Lucía temía tener que escuchar, pues sin duda en ella, se recogería la voz de quien estaba descu-briendo cosas del destino , habría sido el amor de su vida.
Sin duda los trabajos llevado a cabo por la Brigada Especial que se había nombrado para el caso, se hubieran enriquecido con el alijo y hubieran dado la mitad de su reino, por saber el conteni-do del famoso paquete, sacado de forma clandestina de la cárcel.
Solamente a Lucía correspondía dar este paso, y nadie podía obligarla a que lo hiciera.
Su marido Luis, ante la serie de datos que a él se le escapaban y sabedor de cuanto esfuerzo había costado hacer llegar hasta Lucía este paquete, en vista de que el contenido prácticamente, exceptuando el título de propiedad del terreno en el pueblo de Ju-lio, apenas tenía valor alguno, como no fuera el sentimental y eso lo mejor era darlo por olvidado, animaba a Lucía a entregarlo a las autoridades, quienes tal vez podrían encontrar algo de interés en los documentos.
Igualmente convencida Lucía por estas apreciaciones, que las consideraba sensatas, decidió que en efecto llevaría las pertenen-cias al Juzgado, que para nada le podían perjudicar y además por-
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que era justo que después del trabajo por conseguir estas pruebas, como le había indicado el abogado, fueran ellos quienes determi-naran la importancia o no de las mismas.
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CAPÍTULO XIII
La cinta, la cinta era la clave del todo el embrollo...
En dicha cinta o grabación, de la propia voz de Julio, que casi podría interpretarse a manera de testamento, había tan sustanciosas declaraciones, que el Presidente del Tribunal las juzgó de tal importancia, que resultaban absolutamente necesarias como prue-bas para poder cerrar el caso, de manera definitiva y terminante.
Julio temiendo que en cualquier momento, siendo consciente de que su vida estaba realmente amenazada de muerte, se viera cor-tada de forma traumática, como en realidad ocurrió, daba pelos y señales de cómo y porqué, se había formado dentro de su men-te un rencor y sed de venganza, pocas veces contemplado tan siquiera en los libros más famosos de Novela Negra.
En la misma, se nombraba a las personas que habían colabora-do con él, previo pago de importantes sumas de dinero y cómo ellos eran quienes le habían motivado para llevar adelante sus ac-tos, de los que se declaraba, no obstante, enteramente culpable al tiempo que arrepentido.
Eran tantos los datos que aportaba, de fechas, lugares, personas y circunstancias concurrentes en los hechos, que el Presidente a la vista de ello dispuso, que fueran realizadas varias copias de aque-lla grabación, para distribuirlas entre los profesionales afines con el caso y de esta manera aportaran su opinión acerca de la verosi-militud, tanto de las declaraciones vertidas por Julio en ella, así como para seguir las pistas en la Investigación, que seguramente,
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al contar con estos nuevos elementos, podría tomar otros derrote-ros...
Tan sólo quedaba convencer al resto de los componentes del Tribunal, de la veracidad probada de estas declaraciones, que se admitiera como prueba la cinta ahora en su poder y al parecer original, pues le había sido entregada por la propia Lucía, sin des-precintar el celofán que la envolvía, ante el temor de encontrarse con alguna desagradable sorpresa, que le hubiera costado mucho admitir.
Costaba mucho dar crédito, efectivamente, a lo que allí manifestaba Julio, era una declaración al fin y al cabo venida del más allá y precisamente esa circunstancia daba mayor validez a la misma, pues el último y único motivo de la misma, era dejar claro una serie de acontecimientos que tenían como protagonista al propio finado y ningún provecho esperaba sacar de ello, como no fuera dejar limpio el nombre de alguno de los implicados.
Dejaba claro Julio, que había dispuesto de una cantidad de di-nero que rondaba los setenta y cinco mil euros, más de doce mi-llones de las antiguas pesetas, de aquella vez que la suerte pasó por su lado y se agarró a ella, al no devolver unos cupones y resul-tar agraciado con el primer premio, ese dinero que hubiera sido parte de la felicidad en su inmediato futuro con su novia Lu-cía, fue destinado a comprar voluntades, a tapar bocas, a conseguir impunidad, a tener cierto poder dentro y fuera de la cárcel...
De ese dinero una parte, la mitad aproximadamente, se encon-traba depositada en una cuenta a nombre de Lucía, y el resto había servido para, en primer lugar comprar al Director de la cárcel, sin cuya colaboración jamás Julio hubiera conseguido lle-var adelante su plan, otra parte importante, y que no se determina-ba la cuantía, la había depositado en manos de su abogado D. Manuel Montoya Regalado, su amigo y asesor jurídico, en quien tenía depositada toda su confianza, y el resto, en pagar la mano ejecutora de los crímenes horrendos, de los que ahora se confesaba autor- inductor y arrepentido.
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La cinta que continuaba hablando como un libro abierto con-templaba, la participación del Magistrado D. Daniel Conde Ote-ruelo, a quien según las manifestaciones que hacía en ella Julio consideraba el “Inductor” y maestro y quien había planificado toda la puesta en escena.
El día en que el Magistrado decidió dejar el asunto en manos de otros colegas, para no verse involucrado, tuvo una reunión pri-vada con Julio, en la que llegaron a el acuerdo tácito y secreto de llevar adelante un plan urdido por el Magistrado y que en opinión de éste no podía fallar, pues él había calculado los pros y los contras y contaba con las suficientes coartadas estudiadas, gracias a los conocimientos de su oficio, para no llegar a ser des-cubiertos, aún con pruebas inculpatorias que él se encargaría de destruir.
A el Magistrado le había motivado, colaborar con Julio en este asunto, entre otras razones, una que el encontraba la más impor-tante y de tipo personal, la evidente parsimonia con que se movía la Justicia en un asunto que le tocaba tan de cerca, que entendía que bien le podía haber ocurrido a su hija y que solamente habría que cambiar el nombre, para sentirse herido en lo que más quería en este mundo, su hija Laura.
Por esa razón principalmente, se había decidido a convertirse en el brazo ejecutor de una venganza, que difícilmente podría ser descubierta, al conocer él mejor que nadie, los mecanismos y fun-cionamiento de la Administración.
Además la connotación sexual del caso de la violación de Lu-cía, le había exacerbado de tal manera... en un asunto que para él era tabú, terreno en el que sufría una frustración permanente, al sentirse rechazado por su mujer, que había conseguido, que odiara especialmente todo lo que tuviera que ver con el sexo y mucho más con abusos sexuales..., eso le sacaba de quicio como le había confesado a Julio , por cuanto entendía mejor que nadie, cómo se sentía Julio, en el caso que originó todo el desarrollo que acompa-
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ñaron los desgraciados incidentes, con resultados de crímenes odiosos ante Dios y los hombres...
En la cinta o grabación Julio dejaba en entredicho, las funcio-nes del abogado que se decía su amigo, pues los hechos demostra-ron que se quedaba con parte del dinero, previsto para los sobor-nos o pagos a los secuaces que llevaban a cabo los encargos de Julio.
Esta falta de integridad por parte del abogado había logrado que los individuos que tenían que llevar a buen término los “encargos” programados por D. Daniel y que Julio financiaba, usaran y abusaran de la confianza de Julio para llegar a extorsio-narle, amenazándole a él y a Lucía, primero con delatarle, y luego de muerte...
Además en la cinta también se hablaba de la corrupción, por todos conocida y consentida, de los funcionarios de la Prisión, comenzando por su Director y terminando por los que vigilaban los patios, comedores, retretes y quienes se prestaban a todo tipo de sobornos, y que a veces se vendían por cantidades irrisorias facilitadas por su abogado, en concepto de prestaciones extraordi-narias, que no eran otras que hacer la vista gorda.
En estas declaraciones Julio no dejaba títere con cabeza, eran unas declaraciones espontáneas, en las que tan sustanciosas pistas encontraban el equipo que trataba de arrojar coherencia con los hechos que se conocían y que no hacía otra cosa que corroborar esta realidad.
En la cinta tenía un recuerdo muy especial para los familiares de Félix García Serrano, su amigo de la infancia y principal cau-sante de tanta desgracia, al tiempo que les pedía perdón, aunque entendía que estos no estarían dispuestos a concedérselo.
Así mismo obraba, con la memoria de Enrique, una víctima más de las muchas circunstancias que rodearon el caso y también ¡cómo no! a su muy querido amigo Andrés Fernández Quijano, quien sin comerlo ni beberlo, se vio envuelto en un lío por hacerle
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un favor que le costó el puesto y a punto estuvo de costarle algo más.
Quiso tener un entrañable recuerdo para Laura, Delia y aunque con mucho dolor, también para Luis, quien le había usur-pado el puesto que Lucía tenía reservado para él, aunque reco-nociendo que tal vez no hubiera podido encontrar mejor parti-do, a pesar del poco tiempo del que había dispuesto y apenas tratado para conocerle mejor, de lo cual se felicitaba.
Sin embargo la gran declaración que todos esperaban, el moti-vo por el que ponía fin a su vida, o la forma en que llevó a efec-to semejante suicidio y los pormenores, que tanto el Fiscal, así como el abogado de Julio esperaba, brillaba por su ausencia...
Algo relativo a un suicidio, quedaba ni siquiera entre velado, como suele ocurrir en circunstancias parecidas, solamente se apre-ciaba un temor y un miedo cerval a verse quitado de en medio, mediante manos ajenas, por no poder cumplir las promesas hechas a sus secuaces, que encontraban motivos suficientes de incumpli-miento por parte de Julio, y eso en los ambientes carcela-rios, se paga muy caro y Julio lo sabía.
Al final la cinta concluía... con una confesión de arrepentimien-to que se transcribe a continuación, dado que en opinión de este modesto autor, no tiene desperdicio y que decía así:
“Yo Julio Menéndez Aguilar, mayor de edad, invidente y en plenas facultades mentales, ante las amenazas de que estoy siendo objeto en esta Prisión de Alcalá Meco, quiero que mis razona-mientos y actitudes que dejo en esta grabación, sirvan para en primer lugar, lavar el buen nombre de personas que se han visto implicadas en los hechos, de los que me considero y declaro abso-lutamente responsable y culpable a todos los efectos...
Dejo en manos de mi querida Lucía Hidalgo Cosculluela, mis pocas pertenencias, así como la propiedad de la presente graba-ción, con el fin de que ella obre en consecuencia y, que me consta lo hará...
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Quiero dejar constancia en esta cinta de grabación, de mi arrepentimiento por los hechos que directa o indirectamente ha-yan podido implicar a terceras personas y los daños que hayan podido producirse por causa de mi intervención...
Espero que Dios y los familiares de las víctimas, de las que soy el único responsable, puedan perdonarme más pronto que tarde, pues mi vida se ha convertido ya en un infierno...
Doy las gracias a quienes se hayan tomado la molestia, aunque ello forme parte de su oficio, en llevar adelante la Inves-tigación de cuanto aquí se manifiesta de forma libre y espontá-nea...
Adiós...
En otra parte de la grabación se decía:
A ti, mi querida Lucía:
¿Cómo poder hacerte comprender, que todo lo sucedido ha si-do solamente una manifestación, de mi amor hacia ti...?
¿Cómo hacerte entender, que mi vida ya no valía nada, sin la esperanza de recuperar tus caricias, sin esperar oír tu voz, sin el olor de tu pelo, sin el sabor de tu boca...?
No, no... Así no vale la pena vivir...
Sé que ya perteneces a otro, no me parece mal, pues mi con-dena cada día es más larga y mis días cada vez son más cortos...
Estoy siendo amenazado permanentemente, y extorsionado, me costa que mi vida, vale un pimiento...
Hay personas con mucho poder, que están implicadas en mis asuntos y dispuestas a eliminarme..., si llega el caso..., antes de que salga alguna declaración de mi boca, en este sentido y están dispuestos antes de ser descubiertos llegar a lo que haga falta...
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Puedes hablar con tu amiga Laura de este tema..., puede que ella..., mejor que nadie, te aporte las claves y pruebas suficientes para que puedas interpretar mi desaparición de este mundo..., que solamente me ha proporcionado desdicha..., aunque el haberte conocido puede considerarse, como pago a tanto sufrimiento...
Quédate, con nuestro común y entrañable amigo Nemo..., él nunca te defraudará y será un permanente recuerdo vivo de nues-tro cariño..., hasta siempre..., cariño mío..., te estaré esperando, allí donde la luz es diferente y donde todos somos iguales...
FIN
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ÍNDICE
PREÁMBULO. Una novela con trama ............................................ 3
CAPÍTULO I. De Asturias a Madrid ............................................... 5
CAPÍTULO II. Un perro guía por compañero ............................... 31
CAPÍTULO III. Unas vacaciones soñadas .................................... 63
CAPÍTULO IV. El estadio Santiago Bernabéu ............................. 81
CAPÍTULO V. Análisis de una pista policial .............................. 109
CAPÍTULO VI. Un juicio público............................................... 137
CAPÍTULO VII. La vista del juicio y condena ........................... 161
CAPÍTULO VIII. Drama carcelario ............................................ 177
CAPÍTULO IX. Inculpación voluntaria de los hechos ................ 191
CAPÍTULO X. Como una tragedia griega .................................. 215
CAPÍTULO XI. Corrupción en la cárcel ..................................... 241
CAPÍTULO XII. Juicio a puerta cerrada ..................................... 249
CAPÍTULO XIII. La cinta de casette .......................................... 265
ÍNDICE ........................................................................................ 273
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